II
Todo, absolutamente todo es de un blanco etéreo bañado en pureza y paz. Al final terminó donde supuso que iría a terminar; no se equivocó. ¿Hace cuánto que no volvía a aquel lugar? Habrán pasado siglos o eones enteros, no sabría diferenciar cuánto exactamente. Aun así la pizca de familiaridad sigue impregnada y la reconoce fácilmente. Está solo.
Divisa al Ser acercarse. Sabe que es él; cualquiera sabe cuando su Ser asignado está cerca. Lo distingue no como se percibe a cualquier criatura del mundo Real, aquí en el mundo puramente Esencial nada tiene una forma definida, no se está contenido en un cuerpo como cualquier humano, animal u objeto del mundo real. Simplemente son energía antigua y mística.
“No pudiste resistir, ¿no, Dodo?”, pregunta el Ser que se acerca a la energía, en una lengua que no existe en el mundo real, más antigua que el tiempo mismo.
De poder ver al Ser, su mirada expresaría su encogimiento, pero ninguno puede ver, sólo percibir, y es por ello que el Ser de todas formas sabe del sentimiento de la energía a su cargo. El modo de comunicarse que emplean allí tampoco existe en el mundo real, ninguno de los modos en realidad.
De hecho, nada del mundo Esencial existe en el mundo Real como tal; a menos que sea contenido en un cuerpo material.
“Bien sabes que no”, comunica con resignación. “¿Qué dijo El Supremo?”, preguntó impaciente por saber la respuesta.
Sabe qué hizo. Sabe por qué está ahí. Sabe que no debió haberlo hecho. Sabe que lo evitó tanto como pudo. Sabe que fracasó. Sabe que recibirá un castigo. Sabe que El Supremo no será benevolente. Sabe que su Ser habrá tratado de llegar a un acuerdo y sabe también que El Supremo no dejaría todo tan fácil.
Lo que no sabe es en qué condiciones estará.
Siente la culpa del Ser y agradece todo lo que hizo antes por él. Después de todo se han mantenido unidos –no de un modo literal, más bien simbólico– por prácticamente siempre, tanto en el mundo Esencial como cuando Dodo estaba en el Real (pues su conexión se daba a través del mundo Onírico, al cual se podía acceder desde ambos mundos).
“Intenté convencer a El Supremo de darte una oportunidad más, pero cada punto positivo que yo daba Él se negaba.”
Oh, no.
“Chan, por favor, dime que no hiciste nada imprudente”, suplica la energía. El Ser no da una respuesta tan directa, pero lo que Dodo alcanza a percibir es suficiente para afirmar con seguridad que el castigo lo hará sentir más culpable de lo que ya se siente. “Chan, di algo. Por favor, dímelo. Bastante culpable me siento por involucrar al humano también.”
El Ser le muestra el castigo y cómo es que se incluyó en él para hacerlo más ligero.
La energía, de poder producir lágrimas, ya estaría ahogado en ellas, con sollozos atragantados y ojos hinchados. Sabe que la relación que ellos mantienen no es tan estricta como la de otros Ser-Energía que existen. Si se pudiera definir con una palabra, utilizarían lo que en el mundo Real llaman Amistad. Ninguno sabe por qué desde siempre han sido diferentes de las otras energías y seres, ni por qué congeniaron desde un primer momento, lo que sí es que ese lazo –o lo que sea– se ha mantenido fuerte.
“Definitivamente eres lo que en la Tierra de lo Real llaman estúpido.”
“No, yo soy Chan.”
Estúpido, vuelve a repetir Dodo cuando entiende que su Ser no comprende la oración. Claro, Chan no ha estado físicamente en el mundo Real.
“¿Cuándo empieza?”, cuestiona Dodo, referente al castigo.
El Ser queda pensativo un momento. Tiempo en el que Dodo es capaz de saber cada uno de esos pensamientos por su naturaleza; la respuesta está implícita en uno de ellos.
“¿Por cuántas vidas humanas?”
Ahora la lástima que emana el Ser es enorme. Le da la idea de que no le gustará nada la respuesta. Y efectivamente no le gusta.
“Siempre. Será un círculo eterno. La historia será la misma, las condiciones variarán un poco. Tampoco podré salir, estamos implicados los tres. Será un interminable lo tienes—te lo arrebatan, pero no estarás consciente de ello… Lo siento mucho.”
La energía entra en un estado que en la Tierra de lo Real se llamaría catatónico, o en shock. Chan sabe que es el momento donde no hay vuelta atrás.
Ambas presencias van debilitándose gradualmente, uno más consciente que el otro. Su nivel de percepción va disminuyendo y pronto toda la blancura que los rodeaba se transforma en una oscuridad total. Quedan aislados. Se encuentran en el punto de la Nada. Lo siguiente que siente (o que casi no siente) es que va dejando de existir, abandonando su naturaleza para reencarnar en el mundo Real.
Lo último de lo que tiene noción en esa existencia es que de alguna manera vienen a su conocimiento unos nombres al azar:
Kim Jongin. Park Chanyeol. Do Kyungsoo.
Al instante después olvida todo, se vuelve una tabla rasa… Y deja de existir.