Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Dear Diary por Amaterasu_1

[Reviews - 9]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo: ¡Hola! ¡No lo puedo creer! ¡Mi primer historia publicada! ¡Qué emoción! La empecé a escribir casi como un reto, cuando todavía no me gustaba el Yaoi… Bueno, se lo dedico a mi estimadísima señora Yuki_1, la única culpable de que conozca y me guste este género; a mi hermanito Juan, mi bicho, por aceptarlo y leerlo, ¡qué lindo es! Sé que esto está feito, y que probablemente NADIE lo lea por el hecho de estar en ORIGINALES, pero igual me gustó hacerlo… A los que lo lean, les agradezco su paciencia, y sean piadosos, sé que mi primer hijo no está muy bien logrado, ¡pero tiene todo mi amor!
Por cierto, la parte romántica quedó sumamente cursi, empalagosa diría, se chorrea el azúcar por la pantalla… Perdón también por eso…
Ueno, saludos para todos. Si alguien lo lee, ¡dejen reviews!
                                                                                       Amaterasu  

                                                                         by Amaterasu

 

 

 

Mi nombre es Yoshiyuki, tengo dieciocho años y esta es mi historia de amor. No es una historia como las demás, porque yo no en todo soy “como los demás”. Tal vez esto les parezca ilógico, absurdo, antinatural… En todas las épocas hay cosas que el común de la gente no entiende, y por eso son tildadas de herejías y condenadas. Personalmente yo creo que, si hay amor, nada más importa…
Lo que les voy a contar pasó hace más o menos un año. Antes de comenzar, tengo que hablar un poco sobre mi familia. Tengo tres hermanos, todos menores: Shugo, de catorce años, Naoko, de doce, y Misaki, de ocho. Shugo es muy responsable, más aun considerando su edad (a veces, hasta me cuida a mí…). Naoko demuestra ser madura en algunos casos, pero siempre termina notándose que es una niña con la ilusión de “ser grande”. Y Misaki es la nena mimada por todos. Aparenta todavía menos edad de la que tiene, pero es nuestra culpa por consentirla. Todos nos llevamos bastante bien, siempre hay “peleas de hermanos”, pero convivimos sin problemas.
Mi madre se llama Tomoe. Su edad no importa: la transparencia de su mirada deja ver un alma joven, pero llena de experiencia. Es muy dulce y comprensiva, siempre lista para socorrernos como si no importara nada más… Es una mujer extraordinaria.
Mi padre, Satoshi, es todo un personaje. Si se trata del trabajo, es muy serio y responsable, respetuoso y correcto. Pero cuando se quita el disfraz… Aunque, claro, también cumple con su función de progenitor, nos pone límites, nos reta cuando lo merecemos, siempre tratando de ser justo. Y pone a su familia antes que nada.
Cuando mis papás tienen que salir de noche, muchas veces nos dejan en la casa de mi abuela materna, Kamui. Ella es genial, ¡y cocina como los dioses! Además, como cualquier abuelita, consiente a sus nietos… Enviudó hace algunos años, pero no está sola. En la casa vive mi tía Tamao, la más joven, y soltera; y también vive mi tía Emiko, divorciada… con su hijo, Kotaro.
Kotaro tiene hoy veintidós años. Estudió cine, hizo algunas cosas muy buenas. Me acuerdo que, cuando yo era más chico, nos molestaba a mis hermanitos y a mí, con tonterías como no prestarnos sus juguetes y cosas así… Y aprovechaba que éramos chicos, y no podíamos ganarle. Pero con el tiempo, yo crecí y él comenzó a tratarme de otra manera. Seguía molestando a mis hermanos, pero a veces me usaba de cómplice, hablábamos más, y nos hicimos muy buenos amigos.
Pero de algún modo, no sé cómo ni cuándo, empecé a mirarlo de otra manera. Obviamente, ya no era “enemigo”, pero era mi primo, nada más… No entiendo bien qué fue lo que pasó, pero de pronto noté que pensaba mucho en él, demasiado, y nada me hacía más feliz que verlo. Y cuando se iba, me entristecía.

 

 

Y así pasó el tiempo, hasta que ya no pude negarme a mí mismo la verdad, una verdad tan obvia: estaba enamorado de Kotaro. No quería aceptarlo, no podía concebir una idea “tan absurda” para mí… Pero cuando algo es cierto, de nada sirve negarlo, porque más temprano que tarde sale a la luz.
Me costó muchísimo asumirlo, y cuando lo logré, no sabía qué hacer. Empecé a encerrarme en mi habitación durante horas, solo y en silencio. Dejé de ver a mis amigos, no salía los fines de semana, comía poco, y hablaba menos… Me convertí en alguien solitario y taciturno, muy distinto de quien solía ser.
Mamá no se preocupaba mucho. Aunque no supiera exactamente qué me pasaba, ella también fue adolescente, y entendía que estuviera así. Quien estaba realmente preocupado era Shugo.
Shugo y yo siempre fuimos compañeros para todo, ayudándonos mutuamente. Después de mi madre, él era la persona que más me conocía, y en quien yo más confiaba. Y no alcanzaba a comprender por qué yo, su compinche, su amigo, había cambiado así. Solíamos pasar tardes y noches enteras charlando, ya fueran banalidades o cosas serias, escuchando música, o simplemente compartiendo el silencio. Y ahora, por mi culpa, esos eran momentos vacíos para mi hermano.
Hasta que una tarde (una de las peores), sentí que alguien llamaba a mi puerta. No quería abrir, no tenía ganas de levantarme y menos de hablar, pero los golpes seguían, y escuché la voz de Shugo:
-          ¡Por favor, Yoshi-kun, quiero hablar con vos!
Se escuchaba triste… Me senté en la cama, quité la llave y volví a acostarme.
-          Pasá…
-          Hola, Yoshi-kun, ¿cómo estás? – preguntó sentándose a mi lado.
La expresión de mi cara le dio a entender que era una precuenta ridícula. Cerré los ojos y suspiré.
-          ¿De qué querías hablar? – lancé son más vueltas.
-          Hermano… ¿qué te pasa? Últimamente estás muy extraño, solitario. ¡Ya ni siquiera charlás conmigo! ¿Es que no confiás más en mí? – su voz comenzó a temblar.- Extraño mucho a mi hermano alegre, a Yoshi-kun…
Me asombró un poco. Me senté a su lado.
-          Shu-chan… ¿puedo pedirte un consejo?
-          ¿Consejo? – me miró extrañado.
-          Imaginate que te enamorás de alguien, pero sabés que ni tu familia, ni la sociedad entera lo aceptará. Incluso, es posible que esa persona no sienta nada por vos… ¿Qué harías? – acabé consternado.
Shugo se quedó mudo, pensativo. Al cabo de un par de minutos me respondió:
-          Yo creo que si amás a esa persona, debés decírselo… ¡y que te importe un comino lo que piense el mundo! – sonrió.- Además, sabés que yo te apoyaría… aunque fuera un engendro extraterrestre.
Rió, y logró arrancarme una sonrisa. Lo abracé.
-          Muchas gracias, Shu-chan… Gracias, en serio.
-          Está bien, contá conmigo – murmuró correspondiendo a mi abrazo.
Y entonces, lloré. Lloré como hacía mucho que no lo hacía, y sentí que, con cada lágrima, toda la angustia acumulada se alejaba, al tiempo que un sentimiento de gratitud me llenaba el pecho.

 

 

Y el tiempo pasó. Mi problema no se había solucionado, pero saber que tenía a mi hermano a mi lado era muy tranquilizador. De a poco, volví a ser “yo”, el de siempre, alegre.
Además, había encontrado la manera de “desahogarme”. Una vez más, me la había dado Shugo… Una de tantas tardes, charlando como siempre, me dijo:
-          Sé que no querés contarle a nadie tu “problema”, pero tengo una idea para que puedas decirlo…
-          ¿Cuál? – pregunté extrañado.
-          ¡Escribí un diario! Siempre sirve contar las cosas, al menos por escrito, y el diario no te juzgará.
Al principio me pareció tonto, pero cuando tomé un cuaderno y comencé a escribir, se transformó en algo imprescindible. Lo llevaba conmigo a todos lados, todo el tiempo lo escribía, y lo guardaba bajo llave.

 

 

Y así, los días siguieron… hasta que sucedió lo que yo más temía. Mamá nos dijo que saldrían, así que iríamos a la casa de la abuela Kamui. Mis hermanos festejaron, en especial Misaki, porque hacía mucho tiempo que no veíamos a la abuela, pero yo me aterré. La perspectiva de ver esa misma noche a Kotaro me heló la sangre. Traté de pensar claro y tranquilo, y me di cuenta de que nada había cambiado con mi primo, más allá de lo que yo sentía… Además, como nadie lo sabía, ¿qué problema podía tener? Me reí de mí mismo, y decidí concentrarme en portarme con toda la naturalidad posible frente a Kotaro.
Fuimos a la casa de la abuela Kamui, y pude comprobar que mi primo no estaba allí. Me dijeron que estaba con su padre, y se quedaría con él todo el fin de semana. Entonces, mucho más tranquilo, me instalé, dejando mis cosas en la habitación de Kotaro. Cuando las trasladé al cuarto de mis tías, donde dormiría como siempre, no noté que algo cayó de mi bolso, y luego alguien pateó eso accidentalmente, haciendo que quedara bajo la cama.
A la madrugada, al ir a acostarme, busqué mi diario en el bolso. Como no lo encontré, opté por pensar que lo había olvidado, aunque estaba seguro de haberlo guardado. Porque, ¿quién podía habérmelo quitado?
Al otro día, cuando mi tía Emiko ordenaba la pieza de Kotaro, vio debajo de la cama un cuaderno. Lo levantó y lo ubicó en la biblioteca de su hijo, sin mirar lo que contenía. Yo no la vi, así que no supe que estaba poniendo mi secreto más profundo, en manos de la última persona que quería que lo supiera…
Por la tarde llegaron mis padres. Estuvieron tomando té y charlando, y luego volvimos a casa. Cenamos y, al llegar a mi habitación, me dormí casi automáticamente.
No fue sino hasta la mañana siguiente que me acordé. ¡Mi diario! Lo busqué donde siempre lo guardaba, pero no estaba. Revolví en cada lugar de mi habitación, varias veces, pero no apareció… Supuse que se me había caído en el auto, o en la calle… No quería pensar que había otra posibilidad, que era muy probable que hubiera quedado en casa de la abuela, ¡al alcance de Kotaro!
Me desesperé. Pero una vez más, yo no podía hacer nada, y deprimirme otra vez no ayudaría. Seguí buscándolo en los lugares más insólitos, pero mi diario definitivamente no estaba en casa.

 

 

Ese sábado por la mañana me desperté por el ruido que había en casa. No había terminado de abrir los ojos cuando Shugo empezó a sacudirme.
-          ¡Levantate, hermano, levantate!
-          ¡Pará, Shu-chan! – le grité de mal humor, no hay nada que me moleste tanto como despertarme a la fuerza.- ¿Qué pasa?
-          ¡Tenemos que irnos YA a lo de la abuela! – dijo casi con desespero.
-          ¿Por qué? – pregunté todavía medio dormido.
-          ¡No sé, parece que se cayó, no se hizo nada, pero se asustó, y la tía llamó a mami! ¡Dale, apurate que nos vamos! – y salió corriendo.
Me levanté y empecé a vestirme, preguntándome por qué teníamos que ir todos. Bajé, me lavé la cara para despabilarme, me tomé un vaso de leche fría, me peiné con los dedos y salí. En el auto ya me esperaban todos, subí y nos fuimos.
Por suerte, lo de la abuela no fue nada. Se había tropezado, y se golpeó un poco, pero nada serio. Una vez que se calmó, y ya que estábamos ahí, nos pusimos a preparar algo de comer. Kotaro estaba dormido, pero mientras servíamos, la tía Emiko fue a llamarlo. Durante todo el almuerzo, me pareció que él me miraba de manera extraña… Pero seguro que era mi imaginación, estaba bastante paranoico, más con mi primo tan cerca, preferí mirar para otro lado, tenía miedo de que se diera cuenta de algo.
Después recibió un llamado de un amigo, y se fue por el resto de la tarde. Los chicos molestaron a papá hasta convencerlo para que nos quedáramos a dormir, y ellos aprovecharían la noche para ir al cine.
Cuando ya había oscurecido, volvió Kotaro. Mis padres se habían ido y la tía hacía la cena… En un intento disimulado de escape, me fui solo a leer al comedor.
Intenté concentrarme en un cuento de Ryunosuke Akutagawa, pero mi mente estaba en otro lado… En el cuarto contiguo, junto a él… Sacudí la cabeza, tratando de alejar ese pensamiento, pero nada servía. Entonces noté que alguien movía el picaporte, y me escondí tras mi libro.
Quien entró tosió para llamar mi atención, y al levantar la vista me encontré con los profundos ojos de Kotaro, que tenía una sonrisa… ¿extraña? Me apresuré a desviar la mirada.
-          ¿Sí? – fue lo único que atiné a decir.
Con cuidado cerró la puerta tras él, y se acercó un poco.
-          Sabés, Yoshi-chan, hace un par de días encontré algo interesante en mi habitación…
-          ¿Ah, sí? – ya me estaba poniendo nervioso.
-          Sí, estaba buscando algo e la biblioteca, y vi una cosa que no era mía, un cuaderno. Empecé a hojearlo, y me di cuenta de que era un diario…
Levanté la cabeza, y lo miré aterrado. Clavó sus ojos en los míos, sin cambiar la sonrisa, y se aproximó más y más… Ya lo tenía muy cerca, demasiado cerca…
-          ¡Chicos, nos llaman a comer! – dijo Naoko entrando de golpe.- ¿Vamos?
Yo le agradecí internamente a mi hermana, pero en los ojos de mi primo se vio algo parecido a la desilusión…
Cené muy rápido, comí poco, y corrí a encerrarme en la habitación. Mi corazón latía muy fuerte, como si quisiera salir de mi pecho, estaba muy asustado, no sabía qué hacer.
Metí la cabeza bajo la almohada y me largué a llorar. Tanto había costado ocultarlo a todos, no demostrar lo que sentía… Y en un instante, toda mi farsa quedó al descubierto, ¡justo frente a él! ¿Qué podía hacer? ¿Cómo mirarlo otra vez a la cara? Solo quería desaparecer, olvidarme de todo y que todos se olvidaran de mí…
A eso de las dos de la madrugada, se hizo el silencio. Mis hermanos se durmieron, mis tías habían salido, la abuela estaba en la cocina, pero nunca se acostaba antes de las cinco… Todo a mi alrededor quedó en una calma absoluta, la calma que no podía encontrar en mi interior…
Salí de debajo de la almohada, y vi en la oscuridad la figura de Kotaro, recostada contra el marco de la puerta. Sentí que se me helaba la sangre, quedé paralizado, mi corazón golpeaba más que antes… Era una pesadilla, tenía que serlo, solo un mal sueño del que pronto despertaría…
Se enderezó y caminó hacia mí, llegó hasta donde estaba y se sentó a mi lado en la cama. Sonrió maliciosamente.
-          Calmate, “Yoshi-chan”, no voy a hacerte nada malo – dijo como con burla.
Y antes de que pudiera hacer o decir nada, tomó mi cara entre sus manos, y me besó en los labios.
Abrí los ojos como platos. No podía creerlo, era demasiado. “Demasiado perfecto” decía una voz en mi mente. Decidí que no tenía que entenderlo, bastaba con aceptarlo, y me entregué.
Los besos se volvían cada vez más exigentes, y sentí sus manos deslizándose por mi espalda, lo que me hizo estremecer. Empecé a soltarme, acaricié su piel, esa que tanto había deseado en silencio…
Lo que sucedió entonces… no sé cómo explicarlo. Solo puedo decir que llegué al éxtasis máximo, todo dejó de existir, solo importábamos él y yo. Nuestros cuerpos y nuestras almas fueron uno solo, y sin decir nada sellamos un pacto de amor.
Luego él se levantó, se vistió, me besó suave por última vez y, antes de irse, susurró:
-          Que descanses, Yoshi-chan…
Me regaló una sonrisa llena de ternura. Y a pesar de la oscuridad, pude leer en sus labios dos palabras: “Ai shiteru”.

 

¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨

 

Ya pasó un año desde esa noche. Recuerdo que me contó que, cuando leyó mi diario, se sintió muy identificado, porque le pasaba lo mismo que a mí, y tenía tanto miedo como yo. Y al saber que yo lo amaba, sólo quiso decirme que él me amaba a mí…
No sé qué pasará. Como yo tengo que empezar a estudiar, es probable que nos mudemos a algún departamento en el centro, no tendría nafa de raro que dos primos vivan juntos…
Por supuesto, esta relación es muy difícil, no puedo andar por ahí diciendo que mi primo es mi koi… Realmente no sé qué nos depara el futuro, pero no tengo miedo. Y si estoy con él, nada más importa.

 

 

FIN

Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).