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Sólo dime que estás bien. por ShuKoi

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Notas del capitulo:

Pues me siento muy orgullosa de este fic. Es un One-shot muy tierno que hice en un momento de mucha inspiración y enamoramiento de estos dos XD La poesía que aparece durante todo el fic la escribí yo expresamente para ésta historia. Espero que les guste y me dejen muchos review!

Sólo dime que estás bien

 

Sólo dime que estás bien
Sólo dime que te sientes cómodo
Sólo dime que esto no es incorrecto
Y que lo que siento sí puede ser.

 

Sus ojos verdes vivaces, brillantes y hermosos se cerraron cansados, después de un arduo día de trabajo. La verdad se sentía muy orgulloso de sí mismo, no podía creer que después de todo ese tiempo se había convertido en un gran médico. Ayudaba a la gente, como siempre lo soñó.

 

Aunque aún le faltaba algo.

 

Después de decidir qué era lo que tenía que hacer, compró un apartamento en un edificio de la cuidad, cerca del hospital que él manejaba como médico superior. Las cosas marchaban bien…

 

Hasta que él regresó.

 

Era un día normal, como cualquier otro, en que caminaba tranquilamente por el parque con esa actitud despreocupada que siempre le había caracterizado. Habían pasado dos años después de haber tomado el examen del cazador y ese día cumplía sus 21 años, justamente. Estaba recordando el día de ayer.

 

Se sentó en una banca, sacando un libro de su inseparable maletín y poniéndose a leer. Últimamente le interesaban mucho las novelas policíacas, y se había comprado centenares de libros acerca de esto. Sus ojos vagaron entre las letras, leyendo atentamente hasta que un movimiento detrás de sí lo hizo alertarse y voltear la mirada, inquieto. Observó entre los arbustos detrás de sí una larga cabellera rubia moverse. ¿Acaso era una chica?

 

- Hola… ¿Te has perdido? – Preguntó, con esa caballerosidad única en él, principalmente para las mujeres. - ¿Cuál es tu nombre? – Preguntó de nuevo, acercándose aún más al arbusto. Podía divisar entre las gruesas ramas un hermoso traje rojo. O era una chica, o…

 

- No, Leorio. No me he perdido… el que se ha perdido has sido tú. Y mi nombre lo sabes desde hace aproximadamente tres años… - Una voz dulce, suave y melodiosa inundó sus oídos como hermosa música. Sus ojos se abrieron de par en par al ver frente sí a Kurapika, su amigo desde hacía tanto tiempo el cual había pasado tanto a su lado.

 

- Kura…pika…- Su corazón empezó a latir fuertemente cuando observó que el joven Kuruta salía de su escondite, portando ese traje rojo que a veces lo había hecho estremecer tanto por miedo como por lo seductor que se veía su cuerpo bajo él, con el cabello largo y rubio atado en una alta cola de caballo. Oh Dios. Eso no era nada bueno… Esos sentimientos ocultos durante tanto tiempo empezaban a acumularse en su corazón.

 

- Hola… Ya veo que te sorprende verme. Sé que he cambiado, pero… tú no… - Y rió. Rió un poco, sólo eso, llenando el corazón de Leorio de sentimientos inesperados y causando que las mejillas del joven médico enrojecieran hasta tal punto que sintió que iban a explotar. Se veía demasiado hermoso. Demasiado. – Sé… que hace más o menos dos años no nos vemos… -

 

Realmente las dudas en la cabeza de Leorio alcanzaban su capacidad máxima de razonamiento. ¿Por qué Kurapika había venido? ¿Acaso lo estaba siguiendo? ¿Habría venido por su propia voluntad? Y… sobre todo… ¿¡Acaso sabía que era el día de su cumpleaños!?

 

- te he… extrañado, Kurapika. – Comentó, con un nudo en la garganta y sentándose de nuevo en el banco, invitándolo a que se sentase junto a él.

 

- Y yo a ti… - a las palabras les costó salir, pero lo hicieron después de un enorme silencio. -por eso he venido… y también porque… Gon me comentó que hoy era una fecha especial… para ti… - Jugó un poco con un mechón de cabello que le caía sobre la frente, rizándolo un poco y soltándolo luego, reprimiéndose mentalmente ya que era una señal de nerviosismo. Tomó asiento a su lado, tragando una enorme cantidad de saliva para tomar su mano.

 

- Feliz cumpleaños, Leorio. – Acto seguido, acercó su rostro al del médico que lo miró, entre ruborizado y sorprendido – Espero que esto no te moleste… - Y juntó sus labios con los del médico. Besándolo.

 

Besándolo.

 

Kurapika. A él, Leorio. Al ser al cual más de un millón de veces, gritó, golpeó, mordió y descargó su furia.

 

Lentamente, y con un brazo, empezó a acercarlo más a él, rodeando su espalda y acariciando ese largo y sedoso cabello rubio con el cual mucho antes había soñado. Estaba soñando. Sí, eso era. Sólo soñaba como tantas veces en que sus labios recorrían lentamente los de Kurapika y su lengua exploraba su boca.

 

Pero no duró mucho el pensamiento del sueño, ya que inmediatamente el joven Kuruta separó sus labios y le volvió a susurrar. – Feliz cumpleaños…- Abrazándose a su pecho.

 

Era tan hermoso. Tan perfecto. Pero aún así…

 

¿Por qué aún así no lo creía?

 

Le besó la frente, los ojos, y luego de nuevo los labios. Eran tan suaves.

 

Dime por favor que esto es cierto
que lo que siento es correcto
que no huirás de mí
Por que yo sin ti…
Sin ti no puedo.

 

Dime que estás bien.
Dime que estás bien…

 

- Kurapika, yo… - Sus ojos se cerraron cuando los dedos de Kurapika se posaron en sus labios.

 

- Ya lo sé. Tengo que irme. Tomaré un vuelo a Italia mañana, a la media noche. Vine a Japón solo para visitarte…-

 

- Kurapika… - Un beso acalló las palabras en sus labios.

 

- Te extrañaré, Leorio.- Dijo con pesar, volteándose

 

- No…- Intentó alcanzarlo, pero su mano no alcanzó el brazo que intentó tomar.

 

- Adiós – Una lágrima resbaló por su rostro, y corrió. Corrió como nunca lo había hecho.

 

- ¡No! ¡Kurapika, espe…! –

 

Muy tarde. Ya se había ido.

 

Maldito sea el día en que me enamoré de él.

 

Una lágrima volvió a resbalar de su rostro, y otra más, seguida por muchas. No era la primera vez en el día que lloraba. ¿Acaso era justo? Esos sentimientos en su corazón ocultos durante tanto tiempo, tantas cosas por decirle a Kurapika… y sin embargo… ¿Se alejaba así, no más?

 

¿Qué había hecho mal? ¿Qué no había hecho? ¿En qué falló? ¿Qué…?

 

Sonó el teléfono.

 

Su corazón se aceleró de golpe y su mirada esmeralda buscó por el teléfono, alcanzándolo después de un momento con una mano torpe y temblorosa. Su voz, quebrada por el sufrimiento, contestó.

 

- Habla Leorio…-

 

- Ve por él. No lo dejes huir de esa manera, Leorio. Lo convencí, logré convencerlo para que fuera a verte ¿Y ahora lo dejas todo a la mitad? No puede ser, Leorio. Ese no es el Leorio que yo conocía. – Una voz infantil y dulce se oyó del otro lado, sobresaltando el corazón del médico. Era…

 

- ¿Gon? –

 

- Así es. Sé que Kurapika se va del país hoy mismo, a la media noche. Ve, Leorio. –

 

- ¡¡¡G…Gra…Gracias!!! – Colgó el teléfono sobresaltado, vistiéndose de una manera apresurada y saliendo como un cohete hasta el aeropuerto. Eran a penas las nueve, pero no sabía si allí lo encontraría.  Y si no lo encontraba…

 

No era momento para pesimismos.

 

Tomó el metro, empujando a quien se le atravesara, luego tomando el autobús y finalmente llegando al aeropuerto una hora después. Las diez… Tenía dos horas.

 

- Kurapika…- Sus ojos empezaron a buscar desesperados al joven Kuruta al momento de entrar al Aeropuerto. Necesitaba verlo, necesitaba encontrarlo… Pasaron unos minutos cuando se decidió entrar por donde estaba la gente. Pasó por todas las máquinas que anunciaban los vuelos, buscando el siguiente a Italia, encontrándolo al final del pasillo. Decía “Puerta B14” Maldición. Estaba más o menos a 1 kilómetro de distancia. Corrió despavorido metiéndose entre la gente y escapando del guardia de seguridad, seguro de que si no lo encontraba por ninguna otra parte estaría en donde se espera por abordar el vuelo. Se escondió detrás de una mujer que cargaba un equipaje bastante grande y logró pasar el detector de metales sin ningún contratiempo. B11… B12… B13…

 

Ya había pasado una hora.

 

Prométeme que no huirás de mí
Dime que esto está bien
Dime que lo que siento es correcto
Y que sientes tú lo mismo por mí…

 

En el camino, el joven doctor había comprado un regalo para Kurapika, intentando encontrarlo y lográndolo por fin después de 45 minutos más. - ¡¡¡¡KURAPIKA!!!- Por fin lo divisó. Estaban abordando el avión. - ¡KURAPIKA! – Volvió a llamar. Estaba desesperado, ya que su hermoso niño estaba levantándose para abordar el avión. Su corazón latía fuertemente dentro de su pecho y sus ojos empañados por las lágrimas intentaban enfocar la figura del Kuruta cubierta por el mismo traje rojo del día anterior.

 

El rubio volteó su rostro, mirando entonces a Leorio. ¿Qué hacía allí?

 

- Joven Kurapika, puede ir abordando.- le dijo una de las chicas que trabajaban en la puerta de abordaje del avión. Cuando observó al moreno corriendo con dirección al muchacho de ojos verdes, supo que debía llamar a otra persona.

 

El médico, sin darle tiempo alguno de emitir palabra, le colocó en el cuello un hermoso collar de oro y le entregó en sus manos un ramo de girasoles. No podía irse… Si se iba…

 

- Kurapika… Yo… - Sus ojos se humedecieron. – No quiero que te vayas, porque… yo te amo. Te necesito más que a cualquier persona en éste mundo, no deseo que te apartes de mi lado… - Una lágrima se desbordó por su párpado, deslizándose por su mejilla y cayendo justo en el rostro del rubio.

 

Sólo dime que me quieres
Sólo dime que me amas
Sólo dime que a mi lado
Tú ya sientes esta calma
Sólo dime que estás bien
Sólo dime que estás cómodo
Sólo dime que lo que siento
No es erróneo...
Lo que siento es que te amo.

 

- No quiero irme… Leorio… pensé que… - Sus ojos se llenaron de lágrimas también. La gente a su alrededor entraba al avión, ajena a ellos dos. Para el rubio, sólo existía el médico que se encontraba frente a él, con sus ojos esmeralda clavados sobre los suyos.

 

- no pienses, Kurapika… sólo siente… Siente que te estoy entregando todo lo que tengo para estar a tu lado… siente… siente que este amor lo he tenido dentro de mi pecho desde que te conocí… Kurapika… quédate… al menos por unos meses… te lo pido… No quiero perderte ahora que por fin te sostuve en mis brazos…-

 

- Leorio… - Sus lágrimas le inundaban el rostro y se abrazó fuertemente al doctor. - Me quedaré el tiempo que sea… sólo para estar a tu lado… Yo también te amo…- Y lo besó de nuevo. Como esa primera vez.

 

Tomó el boleto del avión, rompiéndolo en mil pedazos y lanzándolos al aire. No necesitaría ir a Italia jamás. No, si estaba con Leorio.

Y me has dicho que me amas
Y me has dicho que me quieres
Y es que ahora me doy cuenta
Que sin ti, yo ya no soy y que ya no sé a donde voy.
Porque no voy a ningún lado
Si es que no voy de tu mano.
Te amo, sólo te amo…
Sólo dime que estás bien.

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