Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Mientras estemos juntos. por AngiePM

[Reviews - 20]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del fanfic:

Esta es la primera historia que hago de este género, espero que guste.

El lemon de la advertencia se hará esperar más o menos, por si acaso.

Actualizaciones probablemente irregulares, pero dudo atrasarme mucho en eso.

En este momento estamos acostados uno al lado del otro en la misma cama, la mía. No hay más que una sábana sobre nosotros. Es de noche, hace mucho silencio, la tranquilidad nos rodea. El frío nos quiere ganar, nuestra cercanía lo combate mejor que cualquier otro abrigo. Su suave respiración y sus latidos aún algo acelerados me dan la calma que necesito. Finalmente hemos logrado estar así después de tanto tiempo separados, su figura junto a mí me hacía demasiada falta. Sin embargo, esta ocasión es muy distinta a todas las demás.

 

La persona acurrucada a mi costado posee un cabello rubio liso cortado hasta algo por encima de la nuca y con un flequillo adornando su frente sin llegar a tapar sus expresivas cejas, unos ojos celestes que recuperaron su brillo y ya no lloran tan seguido, una piel que considero de porcelana y que por mi culpa perdió parte de su perfección, además de un cuerpo pequeño y delgado que la hace ser adorable. Toda esta belleza lleva por nombre Colin Cannon.

 

En cierto contraste, yo soy de cabello castaño corto, ojos verdes, piel blanca unos tonos más bronceada y mi cuerpo está trabajado luego de practicar fútbol por años. Mi simpleza es llamada Trevor Cannon.

 

Sí, han leído excelentemente bien. Somos hombres y nuestros apellidos no son iguales por casualidad. Aunque en nuestras venas no corre la misma sangre, somos hermanos, no me gusta decirlo de otra manera que delate mi descendencia de otra familia que me dejó aparte. Fuimos criados por la misma pareja en la misma casa y eso es todo lo que me basta para considerarnos como tal.

 

Para resumirlo, los que se encargaron de crearme sólo hicieron eso, permitirme nacer, porque ni se preocuparon en cargarme una vez. Simplemente me dieron en adopción. Fui afortunado de que en sólo meses un hombre y una mujer decidieron cuidarme como a un hijo propio. Después de tantas semanas fue que tuve un nombre por el cual ser identificado. Ellos eran un matrimonio de cuatro años que por más que trataron, no concibieron, por ello se ofrecieron a  formar a un niño con suerte de ser su elegido.

 

Pasados dos años en los que disfrutaron de responsabilizarse de un bebé con una segunda oportunidad, el milagro ocurrió: mi madre quedó embarazada de un varón que nacería poco tiempo después de mi tercer cumpleaños.

 

Durante los siguientes doce años, nuestros padres y nosotros vivimos como una familia sin problemas, éramos muy unidos. No compartir lazos sanguíneos con ninguno de los tres no fue un inconveniente, siempre lo supe, nunca me afectó en grande, me lo contaron de la manera correcta para tomarlo naturalmente. Mis primeros quince años fueron los más sencillos, todo se comenzó a ir abajo un lunes de quincena en el que ambos estábamos en clases.

 

Recuerdo cada detalle de esa fecha como si lo hubiese vivido hace unos segundos.

 

Veía la clase de Geografía cuando el profesor se desvió del tema para anunciar que por favor avisáramos a nuestros padres que no se acercaran al banco de la avenida principal porque un asalto cursaba con muchos heridos y rumores de empleados muertos. Esas palabras sólo me hicieron salir de mi aburrimiento por mi desinterés por la hidrografía. Mi mamá trabajaba justo en ese banco y mi papá iría justo a esa hora. De inmediato saqué mi celular y marqué el número de ella primero, nadie me respondió. Lo llamé a él, nadie atendió.

 

Todos en el aula ya estaban libres de miedo, sus familias estaban a salvo, pero al notar mi nerviosismo les fue muy obvio que eso era lo único en lo que pensaba. Me regalaron algunas palabras de apoyo y me dieron permiso de salir del salón para relajarme. No ayudó mucho, sólo me senté en el suelo apoyándome de la pared exterior del lugar donde estaba antes. Me preguntaba si mi hermano sabía algo, quizás ni se había enterado del robo. No pude comprobarlo, mi teléfono sonó y la pantalla indicaba que mi padre era quien se quería comunicar conmigo. Mi corazón volvió a latir y mis pulmones volvieron a llenarse de aire al leerlo.

 

No obstante, el oxígeno no pasó cuando del otro lado de la línea la voz de un desconocido me informaba de la herida de mi papá y de la muerte de mi mamá.

 

—Soy un doctor, la ayuda ya está en camino. Tu padre me pidió que te llamara para decirte que por él no temas, con lo poco que tengo aquí logré detener la hemorragia de la bala que entró a su cuerpo. También pide que vayas ahora con un Colin al General para que tengan noticias de él cuanto antes.

 

—¿Qué hay de mi mamá? ¿Está bien? —Temblaba.

 

Un suspiro apenas audible me bajó las esperanzas.

 

—Recibió una bala en la frente, lo siento mucho.

 

Colgué sin nada más que agregar. Lloré tan callado como era posible, no sólo por su partida, sino porque no sabía cómo iba a contarle al niño de doce años que de seguro se destrozaría con sólo fijarse en mi expresión. Al tranquilizarme lo suficiente, pedí el permiso para irme y buscarlo. Lo encontré en la Dirección completamente asustado. Le habían comunicado que debía retirarse por motivos que yo explicaría, me dejaron el trabajo difícil. Estaba pálido, ya había escuchado sobre lo que pasaba, sus ojos se cristalizaban. La imagen de ese chico tan frágil me dobló mil veces, no deseaba ser quien lo terminase de quebrar.

 

—Trevor, no me digas que… —Su garganta se anudó, impidiéndole continuar.

 

—Papá sigue vivo —solté a secas. Sin necesidad de completar los datos, entendió lo restante, echándose a llorar en mis brazos y contagiándome.

 

Un profesor se encargó de transportarnos hasta el hospital, donde esperamos no más de una hora sentados todavía liberando algunas lágrimas, guardándolas porque aún existía la esperanza, los flacos brazos de mi hermano abrazándome y mi hombro como sostén. Las expectativas que recolectamos en esos minutos se deshicieron cuando un cirujano con cara neutral y un discurso ensayado nos definió la situación.

 

—La bala no fue letal hasta extraerla, su ubicación era tan riesgosa que con dos milímetros de error causaría un tremendo desastre. Hicimos todo lo posible, pero eso no alcanzó.

 

Y ahí estábamos nuevamente llorando, ahora mucho más fuerte. En menos de dos horas perdimos a dos de las personas más importantes de nuestras vidas. Dimos todo por acabado, nadie más podría cuidarnos, nos separarían, qué sabíamos de otras cosas.

 

¿Qué iba a ser de nosotros? Apenas teníamos quince y doce años cada uno, no había manera de sostenernos por nuestra cuenta sin sacrificar nada. De seguro nos iban a llevar a un hogar de acogida o nos iban a asignar nuevas familias, nos iban a alejar de todo lo conocido. Sólo había un gran detalle: no lo íbamos a permitir. No nos separaríamos, haríamos todo lo posible por estar juntos. Éramos muy unidos, apartarnos sería el mayor error de la historia, hallaríamos la manera de encontrarnos.

 

Ya planeaba en mi mente cómo iba a quedarme con él cuando el mismo doctor nos presentó a la mujer que se encargaría de nosotros mientras tanto. Nuestra reacción fue de inmediato rechazo, nos abrazamos aun más, aferrándonos tan fuertemente que no podrían pasar nada por en medio. Él escondía su rostro en mi pecho, yo miraba a la mujer con las cejas fruncidas. De alguna manera le haría saber que no aceptaríamos irnos con ella a no sabía dónde. Preferíamos dormir en el hospital.

 

—No hará falta llevárselos —otra mujer aseguró a nuestras espaldas.

 

El miedo a no vernos más desapareció.

 

—¡Tía! —Corrimos a abrazarla. A pesar de jamás haber sido un familiar con el que habláramos seguido, más bien, de chiste nos acordábamos de ella, la hermana de papá fue la salvación.

 

—¿Sí les queda familia? —¿Y así iba a tratarnos? Menos mal que esa tipa no se quedó con nosotros.

 

—Evie Newell, soy su tía. Yo los cuidaré.

 

La tía Evie era la hermana mayor de papá. Casi nunca la veíamos porque vivía en Portland, bastante lejos de Jacksonville. Ese día se habrá enterado por las noticias de lo que sucedió y tomaría un avión hacia Florida en el instante como para haberse presentado tan rápido. No sabemos si lo hizo por ellos o por nosotros, pero le estamos muy agradecidos hoy en día, quién tendrá idea de dónde estaríamos de no ser por ella.

 

Sin perder mucho tiempo, fuimos a su casa vacacional en la ciudad no sin antes recoger algunas cosas en la de nuestros padres. Dijo que se quedaría por unos días mientras cuadraba cómo íbamos a hacer porque no quería llevarnos a Portland, serían demasiados cambios para nosotros según ella.

 

La primera noche ahí fue bastante callada, ninguno tenía ganas de conversar. Llegadas las diez, Evie nos acomodó un cuarto para dormir, disculpándose de no contar con otro más y preguntando si nos parecía bien compartir una cama o si alguno dormiría en un sofá, negándonos. Era una cama matrimonial, suficiente espacio teníamos. Apagándonos la luz, nos dio las buenas noches y ella también se acostó.

 

El único ruido era el aire acondicionado encendido en ese cuarto cuando cerré mis ojos para intentar caer dormido, pero no tardó mucho en perder ese puesto. Sentí movimiento a mi izquierda, mi hermano se había colocado de lado. Lo había olvidado, él era de cambiar muchas veces de posición antes de soñar, a diferencia de mí que sólo necesito cerrar los ojos y en minutos ya viajo en el mundo onírico.

 

El movimiento no cesó, pocos segundos después se invirtió, ahora estaba de lado dándome la cara. Seguí sin prestarle mucha atención, en algún momento se quedaría quieto. Cerré los ojos otra vez, de repente comencé a oír una débil voz que lloraba por sí sola.

 

—Nada está bien. Papá y mamá están muertos. Somos huérfanos.

 

Me espanté, ¿su depresión justo tuvo que expresarse cuando iba a dormir?

 

—Nada está bien. Nos vamos a quedar solos. Perderemos todo.

 

Se lamentaba con los ojos cerrados como si estuviese por derramar lágrimas, incluso su voz era tan aguda que parecía romperse de a momentos. Sólo liberaba dolor, era terrible de escuchar.

 

—No quiero estar solo. Trevor, ¡no me dejes solo! —suplicó.

 

—Aquí estoy. —Coloqué mi mano sobre su fría mejilla, haciéndolo abrir los ojos—. Todo está bien…

 

—¡Mamá y papá murieron, ¿eso está bien?! —Se alteró cuando yo sólo pretendía su calma.

 

—Pero estamos juntos y eso está bien. —Le sonreí.

 

—¿Crees que estaremos bien? —preguntó más sereno, sus rasgos se suavizaron, mi mano descendió hasta las suyas.

 

—Estaremos bien mientras estemos juntos.

 

Y esas palabras se convirtieron en las más importantes de nuestras vidas sin siquiera notarlo.

Notas finales:

Aquí el inicio. Habrá que tener algo de paciencia para que se note la temática, pero por el momento serán capítulos introductorios para que conozcan la historia y la relación de Trevor y Colin :3


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).