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Es posible la traición, es posible el desamor, es posible las pesadillas, es posible no creer en ti mi amor.
Habían dos cosas sencillas que podría afirmar Furihata Kouki en ese momento y esas eran...
Que su destino era realmente cruel
Tan cruel y bello a la vez
El murmullo de las personas era lo único que se podía escuchar dentro de aquella enorme sala de audiencias. Tan indescriptible, tan horrible y tan confuso. Y en medio de tanta mierda, estaba él. Él quien se aferraba a una sola creencia, a una sola persona, a un sucio amor, a una dolorosa muerte.
Furihata sonrió por décima vez en el día al escuchar las declaraciones de los supuestos testigos. Todo era tan falso y asqueroso que cualquiera moriría de nauseas al escuchar tanta falacia junta en un mismo discurso sin sentido pero estaba bien, muy bien... y patético a la vez, se sentía dolido por estar en aquel lugar, pero eso es lo que él había querido.
Así que...
¿Que importaba ya? ¿Podía importarle a alguien siquiera el destino al cual le arrastraban? No, en absoluto. A nadie le importaba, las personas y la sociedad eran como una sucia ventisca alrededor de un desierto desolado.
—Muy bien—las palabras del juez resonaron por toda la sala casi llegando a un discurso supremo—después de un largo proceso hemos llegado al punto culminante de este juicio. Comenzare a dictar la sentencia—un menudo hombre de negro se acercó con una montaña de papeles hacia el juez. Sonrió e hizo una reverencia, algo no justificado pero si típico. El juez cogió uno de los tantos papeles de la mesa y lo leyó—Él acusado—observo al pequeño castaño enfrente del estrado—Furihata Kouki, quien ocasiono la muerte de Akashi Tetsuya fue encontrado por el jurado como culpable es por ello que es condenado a 5 años de prisión—el sonido sordo del gavel resonó por todo el ambiente. Los murmullos comenzaron una vez que los agentes de la policía, encargados de resguardar la seguridad de la sala, cogieron a Furihata de ambos brazos y lo llevaron prácticamente arrastras fuera del salón.
Furihata Kouki era un condenado más, una persona que llevaría otra condena en su espalda, una persona acusada injustamente…Pero en medio de aquel escenario cruel y patético se encontraba él… aquella persona que había movido todos los hilos con tal de ver hundido al castaño, con tal de verlo humillado. Se encontraba él… con una sonrisa en su rostro.
—Akashi sama
Seijuuro que en ese momento se mantenía imperturbable y en pose de cual dictador se levantó de su lugar y observo despectivamente casi con arrogancia el lugar por el cual se habían llevado a Furihata—Su castigo apenas comienza—susurro cruel y sin una pizca de sentimientos. Porque después de todo Akashi Seijuuro haría que la vida de Furihata Kouki sea un maldito infierno. Un maldito infierno en el cual se ahogaría y lloraría. Y solo cuando Furihata le ruegue acabar con su vida es cuando Seijuuro daría el golpe final. Él obtendría la justicia por sus propias manos.
-w-
Camino lentamente por los pasillos de la prisión viendo cada detalle del lugar en el cual pasaría cinco años de su vida. Tenía que admitir que a pesar de haber mantenido las ganas de llorar en el juzgado ahora que posiblemente le encerrarían en una celda, se echaría a llorar en un rincón, lejos de la luz y lejos de la visión de algún desconocido. Después de todo Furihata Kouki era inocente, inocente de cualquier acto, inocente de cualquier culpa, inocente de haber matado a Akashi Tetsuya en ese accidente automovilístico.
Furihata Kouki había cumplido hace apenas una semana veintidós años de edad, él era una persona sencilla y común, hijo de un matrimonio promedio y con tan solo un hermano mayor que lastimosamente había fallecido en secundaria. Su madre quien actualmente era el único miembro de su familia que le apoyaba era una mujer trabajadora y sencilla, mujer valiente y guerrera que se había despojado de cualquier lujo a cambio de que ninguno de sus hijos pasase alguna necesidad. La vida de Furihata siempre había sido un poco ajetreada pero a pesar de ello era feliz con su madre pero todo cambio estrepitosamente cuando un día lo conoció a él: Kichiro Kisho.
Furihata quien nunca en su vida había experimentado lo que es el amor se vio envuelto en un nubarrón de ilusiones y fantasías al comenzar una relación con aquella persona. Kichiro era la definición de comprensión y apoyo que Furi sin darse cuenta siempre había estado buscando, todo era tan perfecto, tan de ensueño y tan de color…tan hermoso. Pero todo acabo cuando en aquella noche lluviosa Kichiro furioso y enojado por una supuesta infidelidad de Kouki condujo como un loco del volante en las autopistas de la calle principal por donde vivía el castaño.
Todo fue tan rápido y confuso que el mismo Furihata no logro entender que rayos había pasado, no logro entender cuando la persona que supuestamente lo amaba se echó a correr dejándolo solo en la autopista, no logro entender cuando las ambulancias y los sonidos de las sirenas llegaron al lugar, no logro entender cuando lo esposaron y lo señalaran como el culpable de haber matado a una persona, no logro entender el desengaño que sufrió ese día.
Y ahora se encontraba ahí, encarcelado injustamente en la prisión más sucia y cruel de Tokyo, cortesía de Akashi Seijuuro por supuesto. Los guardias abrieron la puerta de metal de la celda y de un empujón introdujeron a Kouki a su nuevo hogar, un hogar que daba asco. Cayo débilmente sobre el suelo frio de la prisión y con lágrimas en los ojos grito. Grito porque no deseaba estar ahí, grito porque Dios sabía que él era inocente, grito porque se sentía miserable.
—Oye, oye—una voz preocupada se escuchó dentro de la oscura celda— ¿estás bien?
Furihata que en ese momento se sentía morir no pudo hacer más que levantar la vista y asentir. Respiro profundamente tratando de tranquilizarse, no quería ser abucheado por ser un escandaloso. Se levantó del suelo y miro a la persona que le había preguntado por su bienestar. Era un joven más o menos de su edad, cabello color oscuro como la noche y unos bellos ojos color azul oscuro.
—Vaya no creí que te desesperarías tanto por ser encerrado—el muchacho se giró sobre su lugar y comenzó a andar en círculos sobre el angosto espacio—Bueno—se detuvo mostrando una bella sonrisa—Me presentare—levanto una mano en señal de saludo — Soy Takao Kazunari, uno de tus compañeros de celda. Mucho gusto
Furihata algo desorbitado dio un paso adelante e hizo una pequeña reverencia—Hola, soy Furihata Kouki. Mucho gusto Takao —pronuncio no muy animado pero si un poco más tranquilo de saber que por lo menos habría alguien normal dentro de aquellas cuatro paredes.
Takao cogió una de las manos de Furihata y la apretó—Espero que nos llevemos bien, Furi chan y también deseo que estés tranquilo—hablo con una paz no muy casual en un prisionero. Takao al igual que Furihata llevaba una historia enterrada en el fondo de su corazón y sabía muy bien lo que se sentía cuando te encerraban privándote de la preciosa libertad.
—Gracias—respondió Furihata tratando de contener sus sentimientos al notar un poco de ayuda en su compañero.
Takao asintió y sin esperar un momento más arrastro a Furihata a los camarotes de la celda—Bien Furi chan, comenzare a mostrarte nuestra linda habitación—bromeo usando el sarcasmo poco disimulado en sus palabras.
— ¡Oí!—un gruñido molesto broto desde la parte superior de los camastros— ¡Cállense!
Takao volteo con las mejillas infladas y miro con desdén hacia el lugar— ¡No seas malo Aomine!—refunfuño molesto, no es como si fuese la primera vez que el moreno le gritaba que dejase de ser ruidoso pero es que sencillamente no podía contener su emoción por tener un compañero nuevo. Al notar la confusión en el rostro de Furihata, levanto una de sus manos y señalo el lugar —Ese de ahí es tu otro compañero, Aomine—relajo los hombros—Lo encerraron por lo mismo que a ti Furi chan así que supongo que será un poco comprensivo contigo.
—Ahomine nunca es comprensivo con nadie—y nuevamente otra voz desconocida se escuchaba en el lugar. Furihata comenzaba a creer que había un tipo de encantamiento en el lugar como para que de repente todos sus compañeros apareciesen sorpresivamente.
Takao soltó una risita y asintió de acuerdo con aquellas palabras—y el tonto que acaba de hablar es Kagami, tu ultimo compañero—entrecerró los ojos fingiendo ser una madre decepcionada—como veras estos niños son muy groseros al no querer presentarse por sí mismos.
Claro que eran groseros y tontos pero lo que Furihata no sabía es que aquellas personas al igual que él guardaban muchos secretos dolorosos, muchas lágrimas, mucho dolor y que sin saberlo todos estaban relacionados por las personas que los habían encerrado en aquella celda.
—Ahh—Takao soltó un gritito juguetón— seguro te preguntas porque me encarcelaron—sonrió más ampliamente al decir aquellas palabras—pues te lo diré—guiño un ojo y levanto los brazos—traicione a Shin chan…—y eso es lo mejor que había hecho en todo su vida y jamás, jamás se arrepentiría de haberlo hecho después de todo no deseaba que Midorima lo encontrase nunca.
Y tú...
¿Puedes guardar un secreto?
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