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Be Free por Aquarius No Kari

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Notas del fanfic:

Es un fic dividido en tres partes porque cada una tiene una trama diferente, y parejas distintas... la que no cambia es saga/Mu

Chapter 1
The Freedom

 

Mirando a la ventana podía deleitar sus pupilas con el bello paisaje del cual no debía gozar. Un titulo adquirido por su nacimiento y una responsabilidad de la que no estaba seguro querer adquirir, se lo impedía.

 

Sus pulmones, a través de los labios, emitieron un suspiro lleno de resignación. Una mano bajo su barbilla que le sostenía la cabeza, apoyando el codo en el marco de la ventana, le ayudaba a mirar mejor los lugares a los cuales no podía acudir por el solo hecho de cumplir injustamente con un deber que no deseaba.

 

Un movimiento suave sobre su hombro lo alertó, ocasionando que en su inmediata reacción, girara su rostro para toparse con quien su atención llamaba.

 

-“Mu, ya deja de soñar”- Le dijo amistosamente un muchacho un tanto mayor que él. Los ojos y sus largos cabellos quebrados eran de un azul turquesa, rematando con una sonrisa tan radiante y sincera que daban a su aspecto adulto, un toque de niño risueño. El joven príncipe le devolvió una sonrisa a medias, un tanto más entristecido que contento

 

-“No puedo Milo. Dejar de hacerlo, sería querer morir”- Respondió colocando su blanca mano sobre la más oscura y que en su hombro reposaba. Sus ojos amatistas eran opacados por una lamentable mancha de tristeza, misma que lo embriagaba al tomar su vida, mucho más su destino, como un cruel encarcelamiento al que estaba sometido sin una posible salida, por el sencillo hecho de no deber escapar siendo el único hijo del rey.

 

-“¡Ay, amigo!”- Exclamó el peliazul no fastidiado, más bien contagiado por la tristeza del príncipe –“Cualquiera que te viera y oyera, diría que eres infeliz con el simple hecho de existir; pero dado que yo te conozco, lo puedo afirmar”- Mu le miró con una expresión divertida en el semblante, algo que claramente Milo amaba ver.

 

-“Sabes muy bien que odio mi prisión propia. Le eh pedido mil veces a mi padre que me deje salir al pueblo, y esas mismas mil veces me lo ha negado”- Sus ojos adquirieron un destello de esperanza cuando pronunció las siguientes palabras –“Quiero salir, deseo disfrutar de la vida… anhelo mi libertad. Me gustaría pasear entre mis súbditos, saber como viven, lo que sienten… que es lo que hacen para divertirse…”

 

-“La vida de un pueblerino no es tan rosa como piensas”- Interrumpió quedamente sus fantasías, el peliazul que le acompañaba. Mu adquirió una mirada sombría, haciendo un gesto de fastidio  

 

-“Tenías que ser tú arruinando mis sueños. Estas comenzando a parecerte a Radamanthys”- Se burló el pelilila. El comentario no le agradó absolutamente nada a su interlocutor, quien obtuvo una expresión seria. Camino unos pasos hacia la ventana, se paró en el marco y colocó una pierna fuera de ella a tal modo que quedara suspendida en el aire –“¿Qué haces?”- Preguntó asustado el príncipe

 

-“Tiene razón majestad, así que con su permiso, pienso suicidarme ahora mismo”- Milo hizo un ademán de arrojarse por la borda; pero Mu le jaló de la camisa con fuerza, haciendo que cayera de sentón al piso de su habitación

 

-“El rey –o sea yo- no te lo permito”- El tono en que sentenció esta orden, arrancó de la boca sensual del peliazul una sonora carcajada –“¿Qué te parece tan gracioso?”- Cuestionó casi furioso Mu, cruzándose de brazos. Milo se levantó del piso sobando su orgullo por el duro impacto que recibió al tocar de manera tan brusca el suelo

 

-“Nada majestad… no me haga caso…”- La expresión severa del príncipe por su respuesta, hizo que los pelos detrás de su nuca se erizaran un poco –“De verás. ¿Qué le parece si mejor pasamos a los deberes”- Mu deshizo su enojo en ademán de decepción –“Ya sé lo que piensas; pero te recuerdo que tu padre podría mandarme a la horca en cuestión de segundos si no terminamos de estudiar”- Añadió en un tono más grave

 

-“¿No podemos dejarlo para otro día?”- Inquirió con mirada suplicante. Milo movió ligeramente la cabeza en señal negativa

 

-“Sabes que no. Mis ordenes son enseñarte todo lo que sé…”- Dijo orgulloso, a lo que Mu añadió casi en murmullo con una sonrisa divertida en los labios

 

-“Nada…”- Se cubrió la boca para evitar que una sonora carcajada saliera por su boca. El peliazul escuchó claramente sus palabras. Se cruzó de brazos con una expresión seria, molesta y ofendida en las facciones de su rostro

 

-“Mu…”- Reprendió. El pelilila tenía ganas de morirse de risa; más siguió el mismo tema, omitiendo el anterior tono de regaño de su instructor

 

-“Pero yo soy el futuro rey y debes obedecerme en todo”- Dijo Mu con severidad, colocando ambas manos en su cintura. Milo chasqueó la lengua en desaprobación

 

-“Todavía no”- Respondió con gravedad –“Y con una actitud así, menos”- Se cruzó de brazos dándole la espalda al joven príncipe, en una actitud ofendida

 

-“¡OH, solo era una broma!”- Exclamó Mu poniendo una mano en su hombro –“Te juro que solo estaba jugando contigo”- Un ruido proveniente de la puerta, los sacó a ambos de su charla, llamando a los turquesas y amatistas ojos de ambos jóvenes, a mirar hacia la entrada de la habitación. Milo caminó hacia el escritorio para tomar algunos pergaminos y dárselos al príncipe en la mano, a lo que el pelilila entendió perfectamente como seña de que hiciera de cuenta que minutos antes estaba leyendo –algo que había hecho hasta distraerse en la ventana-. De nueva cuenta se escuchó el sonido de un golpe seco en la madera, aunque mucho más insistente

 

-“Adelante”- Pidió el peliazul sentándose en la mesita donde solían estudiar Mu y él, para hacer de cuenta que escriba en otro pergamino.

 

Un hombre de complexión media, piel morena y cabellos castaños, entró en la habitación con paso firme, haciendo una reverencia ante del príncipe. Sus ojos verdes oscuros, denotaban lo que la expresión seria en su semblante no expresaba  

 

-“¿Qué pasa Dohko?”- Preguntó Mu aguantando la risa ante el teatrito de estudio que él y Milo estaban haciendo

 

-“Su majestad, el rey Shion pide verle de inmediato en sus aposentos, dice que es urgente”- El peliazul levantó la mirada para encontrar el rostro ahora sombrío del príncipe

 

-“Enseguida voy”- Respondió con desgana. El castaño hizo más profunda su reverencia, haciendo un breve comentario para que el príncipe le oyera

 

-“Su padre no es tan malo, solo desea lo mejor para su único heredero”- Mu no prestó atención a sus palabras. Su mirada de nuevo estaba perdida en la ventana que volvía a observar; lo único que escuchó fue la puerta cerrarse tras la salida del consejero real. Un nuevo suspiro salió de sus labios.

 

-“Creo que deberías ir”- Dijo tímidamente el peliazul. El príncipe asintió levemente con la cabeza.

 

Dio algunos pasos hacia la puerta de su habitación, sabiendo por demás que siempre que él y su padre hablaban, era cosa peligrosa y que un caos tremendo se ocasionaría ya que jamás terminarían de ponerse de acuerdo, nunca… no en esta vida...

 

-“Suerte…”- Murmuró Milo cuando la puerta se hubo cerrado tras la salida de su joven y deprimido amigo.
 
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Aquél alto y prepotente rey, de verdosos cabellos, gélidos amatistas ojos y blanca tez; ostentaba una basta riqueza material que ningún otro reino poseía. Sin embargo, la carencia más notable en su vida, era el afecto de su hijo, el único heredero a su trono

 

-“Majestad”- Lo llamó suavemente Dohko, su consejo real. Los ojos del rey se posaron enseguida sobre la puerta entreabierta de sus aposentos. A una mirada del peliverde, el castaño continuó hablando –“Su hijo esta aquí”- Y aunque el corazón del soberano dio un vuelco de alegría, sus ojos fríos permanecieron sin expresión alguna mientras hacia una señal con la mano para que le hicieran pasar.

 

El joven príncipe tenía en su rostro la misma mirada que Shion, esa era una de las tantas cosas que ambos tenían en común, como el orgullo que les impedía saludarse como padre e hijo. A una seña del soberano mayor, Mu tomó asiento en una butaca a su lado, con una expresión que no denotaba alegría, desgraciadamente.

 

-“¿Has continuado con tus deberes?”- Preguntó. El pelilila adquirió una expresión de fastidio en las facciones de su rostro. Sus manos se apoyaron en las rodillas, impulsándose así mismo para lograr levantarse

 

-“Padre, si me has llamado solo para eso, yo...”- Shion tomó una de sus muñecas en un fuerte agarre

 

-“Toma asiento que aún no termino contigo”- Dijo levantando desmesuradamente el tono en su voz. Mu se soltó con un fuerte tirón de su extremidad

 

-“Pues yo estaba apunto de hacerlo”- Respondió el joven príncipe con gravedad. El peliverde se levantó de su butaca con una expresión amenazante en su rostro

 

-“No te permito que me hables así Mu”- Dijo en un tono de represalia –“Ante todo te recuerdo que soy tu padre y me desprecies o no, llevas la misma sangre real que yo por tus venas”- Lejos que esas palabras animaran a su hijo y proseguir con la conversación, lo hicieron sentirse ofendido

 

-“¿Enserio padre? Puedo cortarme las venas si tanto te place y devolverte gota a gota tu preciosísima sangre”- Un brisa culminada en su mejilla con un ardor más fuerte que el propio fuego en la piel, fue la respuesta a las palabras del príncipe. Mu se llevó por inercia una mano a la dolida cara y lograr cubrir con ello el dolor que más de su cuerpo, era de su corazón. Por debajo de sus parpados cosquilleaba el inmenso deseo por llorar, mismo que era detenido por el orgullo y las ganas de que su propio padre no lo viera derrotado. Levantó la cabeza en alto y con dignidad, negándose enormemente por flaquear  

 

-“Soy el rey, no puedes ir contra mis deseos”- Escupía su padre mirándole con los ojos inyectados de casi odio –según Mu-. El pelilila temblaba, no de miedo, si no de rabia. Sus nudillos se tensaban siendo apretados con fuerza por sus puños –“Cumplirás mis deseos y tus obligaciones, así lo quieras o no. Mañana mismo te irás de Fanelía y partirás hacia Frey para casarte con el príncipe... ”

 

-“¡NO!”- Negó Mu gritando con fuerza, cuando las palabras de Shion taladraron sus oídos. Y sinceramente, para él ya el acabose de aquella ‘relación’ –“¡Me niego rotundamente a obedecer tus ordenes!

 

-“¡Eres de mi propiedad y quieras o no...!”

 

-“¿Tu propiedad...?”- Repitió el joven príncipe despacio y en voz baja, tratando de tragar cada palabra que él decía y que de sus propios labios provenía –“¿Eso es como lo que me ves Shion...?”- En su garganta se hizo un nudo que estaba molestándole sin remedio, haciéndole increíblemente difícil el hecho de intentar gesticular palabra o sonido alguno a través de su boca –“¿...COMO UN OBJETO?”- Los labios del peliverde no se movían. Y es que jamás había visto a su hijo con esa expresión de odio y lágrimas asomándose por sus lucidos ojos. Mu apretó los puños con fuerza ante el silencio del monarca –“No voy a obedecer y esa es mi última palabra”- Finalizó con desprecio, caminando con paso apresurado y decidido fuera de la habitación de su padre. Shion tuvo el impulso de rascarse el oído para asegurarse que no había escuchado mal; sin embargo, esa forma tan decidida en las palabras de su hijo, le hicieron reaccionar

 

-“Me obedecerás Mu, ¡Lo harás!”- El pelilila no se dio al vuelta, si no todo lo contrario, siguió con el paso firme hasta alcanzar la perilla de la puerta y girarla para abandonar ese espantoso lugar –“TARDE O TEMPRANO LO HARÁS”- Un fuerte dolor en la espalda, pecho y brazo derecho, le hicieron cerrar un ojo mientras seguía vociferando –“¡TE LO JURO MU, POR TODOS MIS ANTEPASADOS QUE ME OBEDECERÁS... CUMPLIRÁS CON TU DESTINO ASÍ SEA LO ÚLTIMO QUE YO HAGA...!”

 

-“¡Shion!”- Gritó desesperado el consejero real al ver como el gobernante caía inconsciente al suelo después de haber gritado su última advertencia para el joven príncipe

 

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No quería que nadie lo viera llorar. Tampoco podía evitar el hecho de que ese terrible dolor líquido escurriera de sus ojos y resbalara por sus mejillas, sin modo de frenar

 

-“Mu, ¿Qué pasó?”- Su siempre amigo Milo se preocupaba por él, se le notaba en el tono con que había pronunciado aquellas palabras; pero el pelilila no quería ver ni hablar con nadie. Pasó a su lado y le empujó sin advertencia alguna, para que le diera el camino libre hacia su habitación, donde se encerró y se dejó caer con pesadez sobre la cama.

 

Su blanco y frustrado rostro, estaba hundido por completo en las sedosas mantas que cubrían el colchón. Los puños que ardían de rabia, se encontraban estrujando entre sus dedos la manta que habían atrapado en un vano intento por desquitar las ganas de golpear justo al rostro de su padre. Una suave y aterciopelada almohada, fue la guardiana de los gritos dolidos y desesperados del joven príncipe en un intento por descargar el no reciente odio hacia Shion...

 

-“Ya no más...”- Pedía el pelilila apretando su blanca dentadura en un intento por no perder la cordura. Lentamente levantó la cabeza, girando su rostro para mirar hacia la ventana por la cual se asomaba un claro y despejado cielo azul –“Libertad...”- Murmuró con una amarga sonrisa

 

Solo tendría que dar algunos pasos hacia ese sueño y lograr con ellos hacerlo realidad...

 

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Milo caminaba por el pasillo, giraba sobre sus propios talones con un fino movimiento, y volvía a caminar hasta el otro lado, donde repetía la misma acción. Así llevaba un par de minutos, caminando de un punto a otro, con la cabeza agachada hasta que Mu decidiera abrir la puerta. Lo más extraño era que no solía tardar mucho en controlarse; sin embargo, si las palabras dichas por Shura sobre los gritos ensordecedoras de la discusión entre ambos gobernantes, fuera cierta, el pelilila necesitaría mucho más que unos minutos para tranquilizarse.

 

El peliazul suspiró. En verdad que sentía lastima por el joven príncipe. Creía que no solo era injusta su vida, si no también el trato de Shion tan duro, con él; aunque Dohko recalcara que su padre solo quería lo mejor para Mu, parecía todo lo contrario. Volvió a suspirar, en tanto su espalda buscaba apoyo en la pared. Su cabeza se inclinó lo suficiente hacia atrás, logrando mirar el techo de aquél pasillo en el castillo, tan oscuro, tan sombrío, tan solo...

 

Escuchó el casquillo del calzado golpear el piso, sabiendo por demás que eso eran pisadas y que alguien se aproximaba hacia la habitación del príncipe. Dejó el sostén que la pared le otorgaba, se acomodo los cabellos y caminó hacia la puerta del pelilila para interceptar a quien lo buscara y que lo dejaran descansar –suponiendo que no fuera el rey quien le buscaba-

 

-“Dohko, que sorpresa”- Dijo cuando reconoció al consejero real con una escolta de cinco hombres. Una sonrisa fingida adornaba sus labios, y con seguridad no supo si eso fue lo que aquél hombre aborreció, ya que se veía serio y de muy mal humor

 

-“Compermiso Milo, buscamos a Mu”- Contestó el moreno con gravedad al verle obstruir el paso. El peliazul se lo pensó un momento. No valía la pena contradecir los deseos de Dohko, mucho menos siendo una persona con más poder que él mismo en todo el castillo.

 

El profesor estiró una pierna impulsando con la otra todo su cuerpo hacia un lado. Cerró los ojos cuando la comitiva entró en la habitación, sabiendo que lo próximo que seguiría, serían los gritos de Mu en todo el cuarto por reclamar espacio y soledad; pero al pasar algunos considerables minutos, se dio cuenta de que no se oía nada más que una orden de Dohko

 

-“Busquénlo”- Milo se preguntó más de una vez « ¿Buscar qué?». Pero no le dio mucho tiempo de hacer conjeturas, puesto que el moreno salió enseguida de la habitación y le miró con desconfianza –“A que tú sabes donde esta”- El peliazul se hubiera muerto de la risa, según lo estipulaba su carácter y manera de ser; pero esas pupilas verde intenso lo estaban taladrando... y eso le asustaba

 

-“¿El que...?”- Preguntó desconcertado, tragando difícilmente saliva por su garganta

 

-“Mu. Milo, ¿Dónde esta?”- Inquirió el moreno con más gravedad. El profesor se pensó muerto en cuestión de segundos, incluso se imaginó así mismo siendo decapitado –“¿Dónde esta?”- Repitió el consejero real con severidad. Una sonrisa estupida se asomó en los labios del peliazul mientras caminaba hacia la habitación, y así comprobar que Dohko no estaba jugando...

 

Sin embargo, un grito ahogado se escapó de su boca al ver varias sabanas amarradas en a una pata de la cama, conducido hacia la ventana y que culminaban en el pasto de los jardines del castillo...

 

Evidentemente, Mu se había fugado...   

 

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No podía creer que por fin gozara de la libertad que tanto había anhelado. Le parecía increíble que hacia tan solo un par de horas estuviera encerrado tras las paredes de su cárcel personal, y que ahora pudiera deleitarse con el aire puro del pueblo.

 

Su identidad debía de ser absolutamente secreta, nadie podía enterarse de que él era el futuro rey o que al menos lo iba a ser, ya que estaba decidido, Mu no regresaría al castillo para cumplir con los deseos tan egoístas de su padre. Sin embargo, y pese a sus más grandes deseos por desatarse de semejante responsabilidad, llevaba consigo la sortija real, la cual lo reconocía como único heredero al trono de Fanelia.

 

Quizá la alegría de haber escapado fue tanta, que lo volvió distraído...

 

Una carreta llena de fruta, se deshizo por accidente de una piedra que le impedía rodar calle abajo. Mu se encontraba completamente fascinado por ver a la gente, a sus súbditos, convivir unos con otros sin otra preocupación que la de sobrevivir y siendo libres de tomar sus propias decisiones, sin un destino que no desearan cumplir –al menos con los amatistas que tenía por ojos de príncipe, era lo que percibía-. Su atención fue absorbida por el letrero que un panadero estaba colocando a la salida de su negocio, anunciando la venta de ese lugar a causa de estar en quiebra. Mu se preguntó una y mil veces más el motivo por que eso sucedía...

 

Fue solo un momento de silencio para meditar, lo que alertó a sus oídos de un extraño ruido que se dirija hacia la misma dirección donde él se encontraba. El pelilila giró su rostro visiblemente asustado para encontrarse con la carretilla de fruta a escasos metros de su cuerpo, listo para impactarse. Su cerebro trató de pensar en una posible escapatoria o algo que pudiera hacer para evitarlo; pero solo lograba tejer telarañas en su cabeza sin que algún pensamiento coherente pudiera salvarlo de aquella horrible situación. En su semblante se mostró un gesto horrorizado. Sus manos subieron hasta su cara para cubrirla, mientras su cuerpo se giraba...

 

Lo siguiente que el joven gobernante supo, fue que alguien lo abrazaba y se arrojaban del otro lado de la calle para evitar el impacto. Desafortunadamente, Mu se golpeó en la cabeza al caer al piso. Abrió los ojos con algo de pesadez a causa del golpe, viendo tan solo una borrosa silueta que poco a poco se iba haciendo más clara hasta mostrarle la imagen de su salvador, quien traía su inmóvil cuerpo entre sus brazos. Los amatistas ojos del joven príncipe, le regalaron, antes de quedar inconsciente, la imagen de un hombre de tez blanca un poco más oscura que la suya, el cabello azulado marino y largo con patillas saliendo por delante de sus oídos... pero lo más importante, un par de ojos color verde esmeralda muchos más claros y brillantes que los que poseía Dohko, y un extraño aroma a pino.

 

Quizá el dios de los sueños no adivinó la réplica que saldría de los labios del joven príncipe, pero osó depositar el dulce polvo para dormir, sobre los parpados de Mu, quien cayó desmayado en los brazos de su reciente salvador

 

 

.o.o.o. To be Continued... .o.o.o.

 

... o ... o ...

 

Jajajajaja me gusta!!... n.nU... no sé x k pero esta historia ha logrado llamar mi atención o.oU... espero actualizarla rápido y que sea corta... ¿o ustedes la quieren larga? O.o... Me dicen xD

 

En fin, keria decirles un detalle o.o... no estoy segura del color de ojos de Mu x(... así que en esta historia se los pondré del mismo color que los de Shion jajajaja ¿alguna negativa al respecto? O.oU... no... bueno xD

 

Agradezco muchos sus comentarios, el que me leyeran y el apoyo incondicional que siempre me brinda nOn... Kisses!!

 

 


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