01<< Si te encuentro a la mañana
Bokuto no era bueno despertándose en las mañanas entre semana. La alarma era ruidosa y le provocaba una leve punzada en la cabeza por el molesto sonido. Naturalmente, cuando la alarma resuena entre las cuatro paredes de su habitación, la apaga y coloca su almohadón sobre su cara, gimoteando bajito y para sí mismo “Solo cinco segundos más” , quedándose dormido y despertando quince minutos antes de entrar a clases y teniendo que correr hasta la estación del metro.
Sorprendentemente, esta vez fue diferente. Al oír la alarma, abrió sus ojos con un poco de pesadez y apagó el aparato, listo para saltar de la cama y levantarse.
A esa hora -6:45 AM, para ser exactos-todos en casa dormían. Kuroo entraba a las 12:30 los miércoles, mientras Tsukki debía estar a las 8:15 en la Universidad, por lo que el lugar era lo suficientemente tranquilo para hacer las cosas con calma antes de partir a la estación del metro, en especial si no tenía solo diez minutos para llegar a tiempo a la Facultad.
Tomó un poco del arroz de la cena de la noche anterior-Cortesía de Tsukki- y lo calentó mientras se servía agua y cocinaba unas poquitas verduras para acompañar el arroz. Cuando todo ya estuvo listo, lo puso en un plato y se sentó a comer luego de agradecer.
-¡Itadakimasu!-dijo con los ojos cerrados y las manos juntas, sosteniendo entre ellas el par de palillos que utilizaría para comer.
Al acabar, dejó todo lo utilizado en el lavaplatos con una nota que le pedía a Tsukki que lo lavara, pues él tenía muchas cosas que hacer, más una carita sonriente, pensando que con eso podría evitar el golpe y regaño con el que lo recibiría el rubio al llegar a casa.
Fue a su habitación y se vistió con un simple pantalón y un polerón sobre su camisa. Revisó la hora y se sorprendió gratamente al ver que eran las 7:17 AM. Tomó su bolso, cruzándoselo por el pecho y, guardando el celular en el bolsillo trasero del pantalón, se dirigió a la entrada, sentándose y tomando sus zapatillas del Genkan. Sin darse cuenta, alguien apareció ahí por el pasillo del pequeño departamento, sorprendiéndose ligeramente al verle listo en la entrada de la casa.
-¿Bokuto?-pronunció extrañado. El aludido volteo encontrándose con un Tsukishima soñoliento mientras se refregaba un ojo con una mano y con la otra sostenía los lentes. El de cabellos grisáceos sonrió.
-¡Ohoho!-dijo-¡Buenas, Tsukki!-se paró ya listo, acomodando su bolso.
-¿Qué haces despierto tan temprano?-murmuró mirando incrédulo al chico frente a él. Ha vivido con Kotarô desde su segundo año de preparatoria, sabía perfectamente que el y Kuroo son pésimos despertando temprano.
-¡He cambiado!-chilló, con su característico melodrama. Kei se sujetó el puente de la nariz, como frustrado. Le hizo un ademán a Bokuto en señal de “Ya-vete”, girándose hacia la cocina.
Kotarô sonrió para sí mismo, abrió la puerta y salió trotando al pasillo del complejo de departamentos.
Cuando llegó a la estación del metro ya daban las 7:27. Tenía tiempo, pues entraba a las 8:00 y el Metro tardaba 15 minutos en llegar a la estación más cercana a la facultad. Sonrió satisfecho.
-Lo haces bien, Kotarô ,-se dijo-Lo haces bien.
Cuando llegó el metro una avalancha de gente subió desesperada por llegar a tiempo a sus trabajos y escuelas, aplastándolo entre personas. Ya cuando las cosas se calmaron, subió, sin llegar a agarrar un asiento, pero logrando agarrarse del fierro entre señoras y estudiantes.
Apretado, intentó sacar su teléfono y audífonos de su bolsillo, fallando estrepitosamente al verse aún más encerrado entre personas.
Se rindió luego de varios intentos, decidido a concentrarse en las personas que le rodeaban en el metro. Había un chico con cascos puestos que le recordaba mucho a Tsukki, también había una señora con tacones comparados a zancos, mientras una chica miraba embobada al chico de cascos. Aunque, lo que realmente le llamó la atención fue un chico de cabellos azabaches sentado justo frente a él, con la cabeza baja y la vista fija en un libro.
Su corazón se movió y sintió lo que Kuroo llamaría un ¡Zukyun! El chico de cabellos azabaches era, simplemente, hermoso. Por un momento quiso detener el metro y tirarse a abrazar al joven desconocido, rompiendo toda regla de su cultura*, pero, aunque su corazón lo deseara, la gente en el metro lo apretaba y era imposible hacer un solo movimiento.
Pasó el tiempo viendo al muchacho, hasta que la segunda parada llegó y el joven se levantó del asiento dispuesto a desaparecer por el umbral de las puertas. Bokuto quería tocarle el brazo y detenerlo. Preguntarle su nombre e invitarlo a tomar un café un día, luego de –quizá- alabar su belleza. Pero se abstuvo. Se dejó pasar inadvertido para el joven y lo dejó marcharse, con la esperanza de volver a verle, aun sabiendo que era algo sumamente improbable.
-La esperanza es lo último que se pierde-