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Abre tus ojos por girlutena

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Notas del fanfic:

 

Los personajes de Naruto no me pertenecen, yo solo lo uso para darle vueltas a mi loca imaginación.

Historia completamente de mí propiedad, cualquier parecido a la realidad es pura coincidencia. 

(:

Notas del capitulo:

Espero que les guste :)

 

-RECUERDOS*-

Sí, lo sabía.

 

Sabía que desde que ese doncel ingresó nuevamente a su vida, siempre entrando como un tornado, destruyendo todo a su paso, con esa actitud revoltosa y mimada; sabía que había puesto su perfecta vida al revés y él no podía hacer mucho para alejarlo, ni impedirlo.

 

Se sentía cansado y lo suficientemente abatido para poder ponerle un alto a aquel doncel, un doncel que no había visto desde que se había mudado, hace ocho años, para intentar olvidar aquellos pensamientos insanos para con el pequeño doncel. 

 

-¡Sasu-chan! –El joven no pudo evitar fruncir suavemente su ceño al escuchar aquel apelativo y soltar un leve y cansado suspiro, mientras acariciaba su adolorido cuello.

 

Negó suavemente con su cabeza, mientras colocaba las llaves sobre la pequeña mesita de vidrio que se encontraba al costado de la puerta principal y dio unos cuantos pasos, siendo golpeado por el dulce aroma de la cena.

 

Su mirada bruna se reflejó en el amplio ventanal de la sala, mostrando las resplandecientes luces de colores, del parque central, las luces de los autos pasar con demasiada rapidez se perdían con el fuerte sonido del golpetear del viento; llevó sus dedos para acariciar el puente de su nariz y pudo darse cuenta de las prominentes ojeras que se habían formado por debajo de sus ojos tan brunos, tan penetrantes, mientras sus largos cabellos azabaches caían desordenados sobre sus hombros, inclinó levemente su cabeza mientras acariciaba su quijada y notaba la descuidada barba que empezaba a crecer.

 

A pesar de contar con casi veintiséis años, su altura de casi un metro noventa, mantenía sus hombros tan tensos al igual que su rostro, mostrando ese ceño notablemente fruncido y sus ojos azabaches, fríos y calculadores, sabía que lo consideraran como uno se los solteros más codiciados y lo odiaba, odiaba que lo consideraran el hombre perfecto, el hombre número uno, perfecto para tener una relación sentimental; observó con detalles sus cuencas brunas y se dio cuenta que desde hace un tiempo ya habían perdido un brillo especial que tenía cuando aún era un niño de cinco años.

 

Elevó su vista sobre el pasillo del segundo piso al escuchar los pasos rápidos de su nuevo ¿Inquilino? e intentó cerrar sus ojos e imaginar que aquel día nunca hubiese pasado, pero los abrió rápidamente al escuchar como aquella persona bajaba las escaleras, sin importarle resbalar por los escalones.

 

 Aquel doncel era tan pequeño a pesar de contar con unos dieciséis años, con una estatura de apenas un metro sesenta y cinco, tenía un cuerpo menudo, tan pequeño y delgado, con sus cabellos rubios desordenados, con esos ojos tan grandes y azules que llamaban mucho la atención y que tan solo brillaban cuando le miraba a él; el moreno tragó un poco de saliva al verle bajar con los cabellos mojados, dejando que las gotas cayeran sobre sus estrechos hombros y sobre una pijama que simplemente no era del doncel.

 

-¡He preparado curry-ttebayo! –El varón sintió los delgados brazos del menor rodeándole fuertemente la cintura y como el calor corporal del menor traspasaba la fina tela de su camisa, para calentar su helado cuerpo, lentamente pasó sus manos sobre los cabellos rubios y húmedos del doncel, intentando controlar sus cinco sentidos, aspiró lo más que pudo contener en sus pulmones y agachó levemente su rostro para recibir el pequeño y avergonzado beso en su mejilla, que ya era costumbre que el menor le diera.

 

-Tu padre me ha llamado. –El moreno se sentó sobre la silla alta de la pequeña isla de la cocina, observando los sutiles movimientos del doncel, no pudo evitar fijar su mirada sobre el menudo cuerpo del doncel, observando fijamente como su estrecha cintura se movía suave y elegante.

 

Cerró fuertemente sus ojos para alejar aquellos pensamientos y apoyó su codo sobre la mesa y su mejilla sobre el puño de su mano, pero aun así no pudo evitar soltar un suave suspiro al darse que cuenta que no podía despegar sus orbes de la delgada silueta del pequeño doncel.

El rubio colocó el plato de comida sobre el mesón, quedándose quieto mientras veía emocionado como el mayor comía la cena.

 

-¿Qué dice? –El mayor alzó una de sus cejas al darse cuenta como los delgados hombros del doncel, empezaban a tensionarse, mientras mordía, tal vez inconscientemente, su labio inferior, y hubo un segundo en el que se quedó de pie, intentando tranquilizarse, pero él tan solo negó suavemente.

 

Desde que la madre del pequeño doncel falleció, había intentado por muchos caminos y motivos no inmiscuirse en los problemas familiares de aquella pequeña familia, pero era demasiado imposible; el doncel siempre llegaba hacía donde él estaba, no importaba lo lejos que él se encontrara, el doncel siempre lo encontraba y él nunca había sido capaz de rechazarlo.

 

-Que le llames, Dobe. –El menor frunció su ceño e hizo un gracioso puchero. Pero los ojos tan negros del varón le hicieron sonrojar sus acaneladas mejillas, para salir casi huyendo de la cocina.

 

 La suave voz del doncel empezó a llenar el silencioso ambiente, el moreno dejó la taza de café sobre el lavado, mientras llevaba su mano mojada hacía su cuello, intentando quitar la tensión que empezaba a acumularse.

 

-Otou-san, buenas noches. –El menor se había sentado en el mueble de dos plazas de cuero, subiendo sus rodillas, para abrazarlos con su delgado brazo, escondiendo su rostro entre ellas, soltando un suave y abatido suspiro, aun escuchando la voz de su padre.

 

El moreno se acercó lentamente al menor, para quedarse de pie frente al enorme ventanal, observando las brillantes luces de colores de la navidad que adornaban el parque central, movió con sutileza la copa de wiski que mantenía en sus dedos, oyendo el suave tintinear del hielo.

 

La navidad ya estaba cerca y él nunca había regalado nada a nadie, nada desde hace muchos años atrás, pero sin saber el porqué, siempre terminaba por enviarle algo por más pequeño que sea a ese doncel rubio.

Soltó un suave suspiro, al ver como las luces amarillas de los autos pasaban con demasiada rapidez por las autopistas y se alegraba demasiado que su vivienda se encontrara lo suficientemente alejado de aquel bullicio.

 

-¡No lo estoy fastidiando-ttebayo! –La voz del doncel le sacó de su aturdimientos, abrió y cerró sus ojos lentamente, mientras que arrugaba levemente su ceño al escuchar aquella frase, intentó evitar soltar un bufido hastiado, pensando que aquello era tan solo mentira, negó lentamente y llevó dos dedos para apretar su sien, intentando que pasara el dolor de cabeza .

 

Volteó su rostro para observar como el menudo cuerpo del doncel empezaba a temblar de la impotencia que sentía al escuchar la voz de su padre varón, el rubio había alzado levemente su rostro, dejando a la vista sus mejillas levemente teñidas de un suave carmín.

 

El menor levantó suavemente su rostro para observar el cuerpo del moreno, soltó un suave suspiro y levanto el brazo, para mostrarle el teléfono. Sasuke se acercó lentamente para tomar el teléfono en su mano.

 

-Minato-san. Buenas noches. –El moreno se sentó en la silla de cuero reclinable, observando el cuerpo de Naruto que aún seguía sentado en el mueble, escondiendo su rostro entre sus rodillas, apoyó su espalda en el respaldar, sintiendo la suave tela de su camisa se pegaba a su caliente piel.

 

-Sasuke-kun, quisiera pedirte disculpas por Naruto. –El moreno frunció levemente su ceño al escuchar la voz del varón. –Sí te está incomodando su presencia, puedes enviarlo. –El moreno negó lentamente como si el mayor pudiera verle.

 

-No se preocupe Minato-san. –El menor alzó lentamente su rostro para observar los brillantes y enigmáticos ojos del varón. –Naruto está muy feliz aquí. –Sasuke tuvo que retirar su mirada de los zafiros, para observar el brillante y translucidos cristales. –Además estaba pensando en llevarlo a conocer la ciudad.

 

-Entonces ¿Todo bien? –El moreno escucho la pregunta y pudo darse cuenta que el mayor no estaba de acuerdo con la decisión de su pequeño hijo.

 

-Claro que sí, Minato-san. No se preocupe. –El moreno sonrió suavemente al escuchar el sonido de colgado y pudo darse cuenta del rostro emocionado del doncel, a través del ventanal.

 

Se puso de pie, mientras empezaba a caminar lentamente hasta quedar a la altura del menor, apoyó suavemente su mano sobre los cabellos aún húmedos del rubio, para desordenarlos, haciendo que las mejillas del menor se sonrojaran y creara un tierno puchero con sus labios, mientras inflaba, infantilmente, sus mejillas.

 

-Ve a dormir, Naru-chan. –Sasuke no pudo evitar sentir un reconfortarle calor al ver la hermosa sonrisa que le mostraba aquel pequeño y hermoso ser.

 

Se sentía con un joven adolescente, con las hormonas alborotadas y aquellas fastidiosas mariposas revoloteando en su estómago. El menor asintió fuertemente, sintiéndose extasiado por la noticia anterior y también por escuchar la suave voz del varón.

 

Sasuke ocupó el asiento que había sido ocupado por el doncel, segundos antes, y suspiró fuertemente, mientras escuchaba como la puerta de la habitación se cerraba suavemente. Cerró lentamente sus oscuros ojos para apoyar sus codos sobre sus rodillas, para ocultar su rostro entre las palmas de sus manos.

 

La imagen de sus padres vino a su mente como flashes, obligándole a sentir un horrible vacía en su pecho.

 

Su madre una mujer hermosa con sus cabellos azabaches con una tonalidad azulada, mientras su padre siempre manteniendo su rostro estoico, un hombre de familia, un hombre de negocios y un hermano, con las facciones de su padre, pero con la amabilidad y el carisma de su madre, Itachi, un varón cinco años mayor que él.

 

La perfecta familia Uchiha era notablemente reconocida por la bella esposa, un modelo de alta clase social, sumamente hermosa y cariñosa, que había dejado su carrera para poder criar a sus dos hijos y estar junto a su esposo.

 

El accidente que se produjo cuando él apenas contaba con cinco años, trajo consigo el declive de la empresa multinacional de telecomunicaciones que había sido abierta desde hace cinco generaciones.

Sasuke que tan solo contaba con apenas cinco cortos años, se había quedado aquella noche a cargo de la agradable pareja de esposos Namikase-Uzumaki, mejores amigos de la familia Uchiha.

 

Recordaba claramente como aquella noche llovía tan fuerte, mientras los relámpagos alumbraban con sus estruendosos sonidos la pequeña habitación que usaba el pequeño azabache cuando iba de visita.

 

Aquella noche, el pequeño no podía dormir y cubrió su pequeña cabecita con las gruesas mantas de la mullida cama, cuando sintió una suave mano acariciar sus cabellos, retiro lentamente la manta dejando que sus ojos tan negros observaran el par de cuencas azules, que tanta tranquilidad le daban.

 

-Quiero a mi Oka-san. –El pequeño pudo percibir el leve temblor que emanaba del cuerpo del rubio. Minato que a pesar de contar con treinta años, con sus cabellos rubios y ojos azules, observo al pequeño y último Uchiha que había quedado en la faz de la tierra. -¿Usted también tiene miedo, Minato-san?

El pequeño varoncito se hizo a un lado de la cama para que el mayor se acostara a su lado, aquella noche el pequeño morenito durmió entre los brazos de Minato, sintiendo su confortable calor, ajeno a la fatal noticia que iba a recibir la mañana siguiente.

 

 

Abrió lentamente sus ojos observando como poco a poco los pequeños copos de nieve iban cayendo hasta ocupar el jardín verde del parque central, soltó un fuerte suspiro y caminó lentamente hasta el enorme ventanal, mientras ocultaba sus manos en los bolsillos de su pantalón.

 

Se dio cuenta que ya habían pasado casi veinte años desde la muerte de sus padres y quince años desde que dejo de visitar sus tumbas, cada noche recordaba el rostro de sus padres, la hermosa sonrisa de su madre y los fuertes abrazos que solía darle su padre.

 

Recordó cuando apenas cumplió los tres años, su padre le sentó sobre sus piernas y con una suave sonrisa empezó a acariciar sus azabaches cabellos, mientras sus blanquecinas mejillas se iban tornando de un suave carmín, ya que muy pocas veces su padre le mostraba su afecto de aquella manera.

 

-Sasu-chan. Quiero que sepas que cuando nazca el primer hijo doncel de Minato te casaras con él.

 

-¿Qué es casar, Oto-san? –El mayor colocó suavemente su mano sobre los cabellos de su pequeño niño, sonriéndole de una manera cálida y segura.

 

-Es pasar tiempo con la persona que más amas, pequeño.

-Es protegerla y mostrarle todos los días de tu vida lo mucho que lo amas.

-Es hacerlo feliz todos los días de tu vida.

El pequeño varoncito veía con sus grandes ojos carbones a su madre, luego a su hermano varón  y luego a su padre, mientras que recibía el suave cariño y varios besos sobre sus cabellos por parte de su madre.

 

-¿Podré besarlo, como haces con Oka-san? –El menor frunció suavemente su ceño al ver como su padre se sonrojaba levemente.

 

-Podrás hacer tu propia familia, mi niño.

 

-¿Cómo ustedes dos? –El menor sonrió enormemente al ver las miradas felices de sus progenitores y río más alto al sentir los brazos de su hermano alrededor de su cuerpo para cargarlo en el aire, mientras el movía sus pequeñas piernecitas.

 

-Naruto. –Aquel nombre salió de sus labios con apenas un suspiro. Un doncel con casi diez años de diferencia, sí tan solo hubiese sabido que iba a tomarle tanto tiempo y tantas energías, en ese momento se hubiese negado.

 

Pero ahora no podía negarse, la vida del pequeño Naruto no había sido fácil; constantemente se metía en tontas peleas, donde él siempre terminaba por defenderlo, negó lentamente al recordar al pequeño niño que crío y protegió como si hubiese sido su propio hermano, pero que desde hace muchos años, había dejado de verlo como tal.

 

 Recorrió lentamente el pasillo de su departamento y se detuvo en la puerta de aquella habitación, apoyó su mano sobre la madera de caoba, cerrando lentamente sus orbes oscuras, soltando un suave suspiro y regresó hasta su habitación; encontrándola oscura, fría y vacía. Lentamente fue quitándose su ropa para dejarla sobre el cesto de ropa sucia.

Cerró lentamente sus ojos al sentir el agua fría caer sobre su piel caliente y apoyo su frente sobre los azulejos, pasando suavemente sus manos por sus cabellos azabaches, quitando el espuma del jabón, pasando lentamente las yemas de sus dedos por su pecho, soltando un fuerte suspiro al imaginar el par de gemas azules del doncel sobre su cuerpo, imaginó aquellas pequeñas manos aferrarse fuertemente desde su cuello, mientras esas piernas largas y delgadas le rodeaban su cintura.

 

Colocó una toalla rodeando su cuello, mientras que apoyaba sus manos en el lavaba manos, pasando ligeramente la espuma por su barbilla, para pasar suavemente la Gillette, soltó un suspiro al sentir el leve ardor en su barbilla al colocar la loción. Ajusto la toalla alrededor de su cintura para salir a su habitación.

 

El moreno frunció su ceño al ver el cuerpo menudo del doncel, cubierto entre sus cobijas, sintió como sus mejillas empezaban a calentarse al recordar el anterior pensamiento insano que tuvo, pero negó fervientemente para dirigirse, rápidamente, hasta el cajón y coger un pijama limpia.

 

El cuerpo del doncel se encontraba frío, acurrucado en forma de ovillo, aferrado fuertemente entre las sábanas, ocultando su rostro en las almohadas que muy posiblemente, todavía mantenía su aroma.

 

Sasuke pasó suavemente sus brazos alrededor del cuerpo del menor, para atraerlo a su pecho, acarició suavemente sus rubios cabellos, pasando suavemente sus dedos por la espalda delgada del doncel, escuchándole soltar un suave suspiro.

 

-Teme. –El moreno sonrió suavemente al escucharlo suspirar su -apelativo- e intentó cerrar sus ojos para dormir pero el menor empezó a removerse inquieto entre sus brazos para quedar apoyado con la mitad de su cuerpo sobre su pecho.

 

-Dobe; quédate quieto. –Naruto abrió lentamente sus ojos, cruzando sus brazos alrededor de la cintura del moreno, escondiendo su rostro en su pecho, percibiendo el aroma a menta, sintiéndose extasiado.

 

-¿Por qué no me amas, Teme?  -Fue  tan solo un suave murmullo, que sonó tan lamentable y que sin saber le hizo doler su corazón, pero el mayor no dijo nada, tan solo soltó un suave suspiro y tan solo se encargó de hacer aquel abrazo mucho más fuerte.

 

 


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