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Mis últimos días... por Karenlauren

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Notas del fanfic:

Hola, este cap es MUY importante así que no se se lo salten ^w^

Espero que les guste xd

Nos vemooos! 

K. <3

 

Notas del capitulo:

Hola, este cap es MUY importante así que no se se lo salten ^w^

Espero que les guste xd

Nos vemooos! 

K. <3

 

 

INTRODUCCIÓN

 

-Minato.- Dijo él apuntándome con la pistola que sujetaba con la mano derecha - ¿Dónde está?

- A salvo- dije asustado, pero sin dejar que me temblara la voz, manteniéndome firme en un intento desesperado para que todo fuera bien.

Él era mi antiguo compañero de habitación en la universidad, se llamaba Madara Uchiha. Cuando éramos compañeros de habitación Madara se pasaba las horas libres consumiendo marihuana cuando no se estaba colando en las habitaciones de los demás para robarles los objetos de valor, que luego empeñaba para conseguir dinero. Para cuando nos graduamos, él ya había reunido más de un millón de dólares empeñando esos objetos. Los escondió en un sitio que sólo conocíamos él y yo.

Más tarde averigüé que ese dinero lo iba a emplear para droga, sabía que tenía que esconder el dinero en un lugar que él no conociera. Y así lo hice, trasladé el dinero a una cueva pequeña y escondida cerca del rio al que íbamos todos los domingos, mi familia y yo. Esa cueva solo la conocíamos mi familia, sobretodo mi hijo ya que allí él se escondía cuando jugábamos al escondite.

Escondí el dinero porque Madara había sido  como un hermano para mí y no quería que acabara en la cárcel o muerto por tráfico de drogas. Lo que yo no sabía era que después de la universidad él había seguido consumiendo esa droga y la cosa había ido a peor:

- Minato, tengo una deuda de cien mil dólares con la mafia por drogas, necesito el dinero.- dijo con los ojos inyectados en sangre, mirándome con ansiedad.

- No te los voy a dar… solo yo y mi hijo sabemos dónde está!- dije en un arrebato de furia porque él hubiese recurrido antes a la mafia que a mí, a su mejor amigo que le habría ayudado hasta en casos peores que ese.

Enseguida me arrepentí de haberlo dicho, yo me había hecho prescindible en aquel momento y había puesto a Naruto en peligro.

- ¿Así que tú y tu hijo? Que interesante…- dijo esbozando una sonrisa torcida como su mente mientras me ponía tan blanco como el papel.

- No le hagas daño… tan sólo es una niño, tiene diez años.- supliqué con un hilo de voz aterrorizado por lo que le pudiera ocurrir a mi pequeño.

- ¿Sabes? Nunca te imaginé como padre.

- No lo hagas.

- Es una pena que no me lo quieras decir, tendré que hacerle una visita a tu hijo.

Estaba a punto de gritar que no lo hiciera, que se lo diría, cuando él apretó el gatillo y todo se desvaneció en un profundo silencio.

 

 

 

CAPÍTULO 1

 

Diez años después…

 

Me llamo Naruto y vivo en San Francisco, California. Supongo que este es el típico comienzo: tengo veinte años, estoy a punto de terminar la carrera de artes en la Universidad de San Francisco con una beca, ya que tengo un coeficiente intelectual de doscientos diez, vamos, que soy el típico friki con SUPERnotas; soy alto pero no demasiado, piel morena, pelo rubio largo y ondulado hasta la cadera con reflejos dorados, ojos azules.

De pequeño tuve un problema de hiperactividad y mi madre me apuntó a karate hasta que llegué al cinturón negro sin conseguir superar la hiperactividad. Luego me apuntó a taekwondo, aikido y seguidamente a judo, por fin lo superé pero seguí haciendo deporte hasta que me fui a la universidad, donde me apalanqué de manera impresionante; aun así hago los ejercicios en mi habitación me van bien para el estrés y fortalecer los músculos.

Mi familia, lo reconozco, no es muy normal ya que solo estamos mi madre, Kushina y yo. Mi padre, Minato, murió cuando yo tenía diez años: alguien le arrinconó en un callejón y le asesinó con una bala, al final consiguieron coger al asesino en la calle en que vivíamos. Venía a por mi madre.

Pero le consiguieron coger a tiempo y condenaron a cadena perpetua en la cárcel de California. Después nos mudamos a otro barrio.

Mi madre, es muy especial, tiene como un sexto sentido para las cosas y siempre, de pequeña, me contaba que hace unos centenares un científico loco creó una especie de híbrido, medio humano medio lobo; Y como plus se podía transformar a voluntad… un chollo si no contáramos que la parte lobuna y humana no sacian su hambre por igual.

Ese hombre empezó a crear más híbridos, pero solo consiguió crear tres tipos de híbridos: lobos, panteras y leones.

Hoy en día están distribuidos por territorios que han ido habitando y con los años han decidido que era el lugar ideal para vivir, por lo que,  aquí en América hay lobos y panteras que en el norte viven gracias a un tratado de paz y en el sur las cosas están más caldeadas, si no se mataban entre ellos era por respeto a los humanos.

También se cuenta que nadie sabe cómo lo hizo, ya que dos almas no pueden ocupar un cuerpo, para eso un cuerpo tendría que morir o fusionarse con el otro. Todo muy extraño.

Volviendo a mí, yo soy un chico normal por lo general, sólo que los problemas me persiguen. De verdad que yo no los busco! Esto me lleva al incidente de esta noche:

Mi novio, mejor dicho actual ex novio, Kiba, y yo nos escapamos del campus para ir a un local nuevo que habían abierto cerca, nos habían dicho que la entrada era gratis y no te hacía falta el carnet de identidad.

Cuando llegamos había media hora de cola, y el local estaba repleto de gente. Al momento que conseguimos entrar nos pusimos a bailar y tras una hora intensa de baile necesitaba urgentemente beber algo. Me giré hacia Kiba y le grité:

- ¡Voy a coger algo de beber!- hice ademán de irme cuando me gire y le grité-¡No tardaré!- y nos despedimos con un beso sin lengua.

Fui a la barra abriéndome paso a empujones. Al llegar me fijé en el barman: era un hombre realmente guapo, tenía el pelo oscuro y los ojos de color rojo y mucho músculo a causa del ejercicio físico. Se presentó como Itachi, «le pega» pensé al instante. Le pedí un sprite de limón.

Supongo que intentaba ligar conmigo porque cuando me dispuse a pagar me dijo:

- A los chicos guapos les invita la casa - y me guiñó el ojo con una increíble sonrisa en sus labios.

- Gracias.- dije devolviéndole la sonrisa, me di la vuelta y fui en busca de mi chico.

Cuando conseguí encontrarle, le encontré dándose el lote con un chico del bar.

¡Pero si solo le he dejado diez minutos solo! pensé indignado. Aquél chico era bastante guapo: tenía la melena lisa y rubia, ojos azules parecidos a los míos y piel naranja de rayos UVA.

«Patético», pensé.

Me debí haber fijado en que ese chico no era uno normal. Pero en ese momento estaba muy enfadado, más que enfadado, furioso. Me acerqué le puse una mano en el hombro y él se giró:

- Es mi novio- le dije intentando controlarme.

- Pues besa genial- me dijo con voz dulce pero con expresión de superioridad. Estaba claro que quería hacerme enfadar. Lo consiguió, ya que perdí los estribos: lo tumbé de un puñetazo. Esperé a que se levantara para seguir peleando, mientras mi recién ex novio me miraba con los ojos desorbitados y expresión de sorpresa y miedo, pero el chico estaba inconsciente.

De golpe me di cuenta, esa superioridad, carácter y tatuaje que llevaba en el cuello en forma de fénix de color rojo; correspondía con un clan de lobos que había por esta zona.

Me puse pálido de golpe, Había cometido el peor error de la historia del mundo. Esos lobos nunca van solos son muy protectores y territoriales.

 «Mierda, mierda, mierda… He de salir de aquí antes que venga su acompañante… Me apuesto lo que sea a que iba acompañado y…»

Mis pensamientos se vieron interrumpidos por un chico poco más alto que yo, musculoso, bastante guapo: tenía la piel del color del caramelo cuando se derrite, unos ojos color aguamarina y el pelo peli rojo con mechones castaño claro y, por último, los labios más perfectos que haya visto en mi vida. Que queréis que os diga no es mi tipo de hombre, pero aun así estaba para comérselo. (o\o)

Me preguntó:

-  ¿Has sido tú?- su voz y rostro eran tranquilos, pero debajo de esa máscara de tranquilidad había rabia contenida.

«Ahí está el acompañante perdido» pensé, no le hice caso y pasé por su lado, creyendo que me dejaría marchar pero en el último momento me agarró de la muñeca. Me asusté. Sin querer le cogí de la mano con la que me retenía y en un acto reflejo retorciendo los dedos moví su hueso provocando que se le dislocara la muñeca. Mi profesor de judo estaría orgulloso de mi, esa llave es de las más difíciles de hacer sobre todo a chicos lobo.

Me soltó al momento gritando,  craso error para él pues yo aproveché ese momento para salir corriendo como alma que lleva el diablo.

Conseguí salir del edificio por los pelos, ya que después de que él hubiera gritado se había armado una pelea y era un todos contra todos. Para conseguir salir yo había dejado inconsciente a unas cuantas personas…

 La salida daba a un callejón cuya única salida era una verja hecha de una aleación de carboneo y titanio con un candado de diamita, estaba claro que al dueño del lugar le importaba mucho la seguridad.

Me ordené «salta la verja», y la estaba escalando cuando mi mala suerte, mal karma o como queráis llamarlo, decidió hacer una noche de set completo. Llegaron dos hombres, uno era el chico lobo al que le había dislocado la muñeca que, por cierto, parecía haberse recuperado y el otro era el barman, Itachi, y supuse que también era un amigo suyo con muy mal humor pues, cuando me vio soltó un aullido o ladrido, ahora no me acuerdo  estaba muy ocupada terminando de escalar la verja para cuando lo hizo.

Al llegar a lo alto me paré un momento para mirar hacia atrás. Estaban los dos en tensión, como decidiendo que hacer. No me lo pensé dos veces más, salté la verja al momento que los dos chicos transformados en lobos se abalanzaban sobre ella sin conseguir romperla ni travesarla. Normal, el material de la verja y el candado eran los más resistentes del mercado… y también los más caros.

- ¡Solo a un imbécil se le ocurriría intentar romper una verja de aleación de carboneo y titanio con un candado de diamita!- Las clases de la universidad servían para algo, después de todo había podido identificar los materiales sin dificultades.

Al parecer eso enfadó más al lobo de pelaje más oscuro, supongo que era el barman, Itachi, transformado ya que se lanzó otra vez contra la verja. El otro lobo debía ser el chico al que había dislocado la muñeca y que tenía el pelo peli rojo con mechones castaños.

El lobo rojo se alejó un poco y se transformó en el chico al que había dislocado la muñeca.

«Sabía que era él» pensé victorioso antes de echar a correr, porque ya sabía lo que iba a hacer, no hacía falta ser adivino: iba a saltar la verja como lo había hecho yo. No paré de correr hasta que llegué al campus, sudoroso, asustado y con los niveles de adrenalina disparados. 


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