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Stay by my side. por Raes

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Notas del fanfic:

Hey! He vuelto con una corta historia de esta couple que a más de una le debe encantar: el JooMi <3

 

Quizá, sólo quizá, al principio no comprendan de qué va la historia, pero se entenderá al final.

Notas del capitulo:

Achbde estaba bastante ida cuando escribí esto -en el buen sentido- haha.

 

  Nuevamente despierto en la noche. Tomo el celular y alumbro el camino de mi habitación que me conduce a la puerta. No veo por donde camino por más que ilumine con la pantalla. Me parece extraño pero sigo caminando. Llego a la puerta, l abro y salgo hacia el balcón que da al jardín trasero de la casa. Nadie puede verme en ese lugar, nadie puede escucharme. Suspiro. Sé que vendrás y que te sentarás junto a mí, lo harás como cada una de las noches en las que sueño lo mismo. Te espero por varios minutos mirando el cielo despejado y oscuro donde solo caben las estrellas. Vuelvo a suspirar. Siento tu presencia, estás aquí, en alguna parte. Quizá merodeando la zona o espantando a aquél curioso que suele andar muy tarde por la calle. Sonrío al imaginarte haciendo tal acción. Me acomodo en el mini sillón de aquél lugar y te sigo esperando. El viento fresco y suave golpea con la campana que tiene la ventana, éste a su vez golpea con el vidrio transparente pero es atajado por unas manos que lo toman y dejan que se mueva.

  Has aparecido.
  Quitas la campana de su lugar y la dejas en el suelo. Volteas a verme y me sonríes, te contesto de igual forma y te ubicas al borde de la barandilla del balcón.

 

            – Has esperado  –te excusas.

            – No mucho.

            – Es tarde Mir, deberías ir a dormir –me señalas la ventana corrediza invitándome a que vuelva a ingresar. Me niego. ¿Cómo podría volver a la realidad sabiendo que allí no te puedo ver?

            – Estoy bien aquí contigo, no necesito mi cama para sentirme cómodo Joon –vuelves a sonreírme y niegas con la cabeza.

            – Siempre igual.

 

  Nos quedamos dos minutos así, en la misma posición, observándonos el uno al otro como si fuésemos dos cuadros pintados por el más prestigioso artista. Tú lo eres. Tan perfecto que cualquier ser sobre el mundo sentiría celos de ti. Más no yo. Sigo preguntándome por qué no caes hacia atrás ¿qué tanto equilibrio posees? ¿Acaso eres trapecista? ¿Bailarín? Nunca te lo he preguntado, y tampoco tengo intenciones de hacerlo.

  La primera vez que te vi creía que eras una sombra proyectada por la terraza de algún edificio lejano, del frente, del de al lado. Te llevaste una mano a los labios y emitiste un sonido tan suave que me tranquilizó enseguida. Apagaste mi grito y me llamaste con la mano para que saliese al balcón. Luego de ese día, siempre te espero en la noche allí, por más que llueva, truene, haya vientos fuertes o bajas temperaturas, nunca faltas y acudes a mí como si fuese un pacto para encontrarnos.

 

            – ¿Qué tanto piensas? –te pregunto.

            – Cosas.

            – ¿Cómo cuáles?

            – Algún día lo sabrás.

            – Desearía leer tu mente –afirmo– así sabría lo que piensas al venir.

            – No es necesario que leas mi mente para saberlo. Sabes que me gusta pasar tiempo contigo, aunque sea un corto tiempo y un fragmento de la noche, me siento a gusto con tu compañía –vuelves a sonreír y ladeas la cabeza mirándome.

 

  Cuánto desearía poder verte de día, caminando conmigo por la misma vereda que se halla debajo de nosotros. Riendo fuerte. Caminar por diferentes lugares, comercios. ¿Sabes a cuantos lugares te llevaría? Muchos, demasiados. ¿Sabes a cuántas personas te presentaría? A todas las que conozco. Y más.

 

  El pajarillo del árbol de enfrente comienza a cantar, bajo y tenuemente. Ambos sabemos lo que significa. Volteas a verlo y vuelves a hacer el mismo gesto que haces cuando me envías a dormir. Te llevas un dedo a los labios y susurras que se calle. Río al verte. Volteas y me miras con el ceño fruncido, segundo más tarde cambias tu expresión y dibujas una sonrisa, la más amplia que has hecho durante todo el tiempo que estuvimos allí.

 

            – Ya es hora de que regreses –dices bajando de tu lugar y extendiéndome una mano para que la capture.

            – ¿Es necesario? –pregunto. Sé que dirás que sí, pero aun tengo la esperanza de que me acompañes a la realidad.

            – Ambos sabemos que lo es.

 

  Me levanto con tu ayuda y deslizo la ventana, no hace demasiado ruido, agradezco que sea así. Te tomo de la mano, y me acompañas hasta mi cama. Siento tu calidez atravesar mi extremidad y ascender hasta mi hombro, allí se detiene y luego sigue avanzando hasta el centro de mi pecho. Me agrada la sensación. Desde la primera vez que lo sentí supe que eras alguien especial en mi vida, supe que no podría estar lejos de ti. Me hundo entre las sábanas, vuelvo a escuchar el canto del pajarito y bisbiseo por lo bajo. Te ríes por mi comportamiento y me cubres asegurándote de que esté abrigado para no resfriarme.

  Te inclinas lentamente y depositas un beso en mi frente. Anhelo que ese contacto durase mucho más tiempo. Toda una vida.

  Te das vuelta y regresas a tu lugar. No sé cómo reacciones a lo que estoy a punto de decir, pares de veces pasadas me contuve y no lo hice. Ahora, sin embargo, no importa que no respondas, no importa que pases de mí y no contestes ni siquiera un gesto. Aunque con una leve sonrisa me sentiría más que satisfecho. Humedezco mis labios mientras regresas al balcón, veo tus pasos lentos uno delante del otro. Te falta poco para salir de mi habitación, falta poco para que deje de verte por otro día. Poco y a la vez mucho tiempo.

 

            – Te amo –susurro lo suficientemente audible como para me escuches. Detienes tu caminar y te quedas en el borde la ventana. Miras hacia un lado y dejas que vea una la mitad de tu sonrisa.

 

  Pasas al balcón, deslizas el ventanal y vuelves a subir al borde. Te miro desde mi cama a través del vidrio, veo tu silueta moverse de lado a lado como si te mecieras en una hamaca hecha de hojas silvestres, aunque tú fueses la flor más delicada de ese lugar. No contestas nada, pero me siento feliz de saber que te lo he dicho. Me acurruco y coloco mis manos cerca de mi cabeza, sigues balanceándote hacia los lados con los ojos cerrados y una sonrisa. Amo verte así. Amo tu presencia. Amo poder dormir.

 

  Poco a poco mis párpados comienzan a pesarme, parpadeo seguido, no quiero dejar de verte pero me es inevitable. Segundos antes de quedar envuelto en la suave melodía del sueño, observo moverse tus labios. Los mueves formando una frase corta, sin embargo no alcanzo a entender y cierro los ojos quedándome dormido.

 

  Siempre detesté que el despertador sonara con ese golpeteo continuo en la campana superior. Lo apago y me desperezó sentándome en el borde de la cama. Miro el nuevo día, la luz atraviesa la cortina que cubre la ventana.

 

            – Sé que fuiste tú, has corrido las cortinas.

 

  Por más que aparezcas en mis sueños sé que algún día podré verte como al resto de las personas. Sólo espero que ese día llegue pronto, mientras tanto, seguiremos viéndonos en medio de la noche, cuando esté durmiendo y secretamente me visites descendiendo a mi balcón y susurrándome para despertarme.

 

            – Hasta la noche siguiente, Joon.

 

 

 

F I N  ~.

Notas finales:

¿Qué les ha parecido? Se espera todo tipo de comentarios c:
Gracias por leer, abrazos shippers~.


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