Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Después de él por Eiri_Shuichi

[Reviews - 3]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Hoy se cumple el primer mes de la muerte de mi mejor amigo, y si bien entre nosotros jamás existió ningún tipo de romance, sí tuve la fortuna de convivir con él durante casi catorce años, dejándo así un vacío muy grande en mi vida.

Él siempre será irremplazable (no solo para mí), y sin embargo ahora solo queda tratar de aceptar la situación como sea posible. La idea de afrontar la pérdida de un ser querido, el duelo y la superación de la pena son los temas que quiero tratar, como análisis personal y como catarsis, pero sobre todo, el saber que dejar entrar nuevas personas en nuestra vida no implica olvidar a quienes alguna vez estuvieron a nuestro lado.

Solo me queda decir que de momento no sé como termina la historia, tengo esperanzas en que sea de cierta manera, pero la experiencia me ha enseñado que la vida y la escritura se asemejan en que no puedes controlar lo que pase, pues las cosas inesperadas te superan.

—¡Te amo!

Se quedó pasmado ante aquella súbita confesión; por un momento imaginó que tal vez estaba soñando, o que el calor de aquel verano había llegado al punto de hacerlo alucinar, pero con apenas treinta y cinco grados aquello no era probable.

Observó por un momento el rostro cuadrado frente a sí. Miró fijamente el par de ojos ambarinos que brillaban con una intensidad indescriptible y el ceño ligeramente fruncido le hacía saber que Francisco no estaba bromeando.

—Solo olvidemos que esto pasó

Era un mentiroso, lo sabía, era la farsa más grande sobre la faz de la tierra pues no existía modo de que pudiera tan solo borrar esas palabras de su memoria, pero tenía que intentarlo, porque dejarlas trascender sin duda sería el inicio de su catástrofe universal íntima, porque no podía permitirse un arrebato irracional y porque el peso de aquella afirmación, de aquel casi grito bajo la sombra del árbol donde solían pasar horas, le iba a carcomer el alma de lo contrario.

—¿Cómo?, ¿acaso no entiendes lo que acabo de decirte?, te confesé mi amor

—Deja de decir tonterías por favor, no tienes idea de lo que dices

—Estoy totalmente seguro de lo que digo. Ricardo, estoy enamorado de ti y no voy a cambiar de parecer

Suspiró, más o menos. El aire sin duda alguna había abandonado sus pulmones de manera demasiado emocional, pero a la vez indescriptible. "Siempre que uno suspira es por amor"; alguien sin importancia le había dicho eso muchos años atrás y cada vez que lo recordaba estaba más seguro que esa persona no tenía ninguna idea de la vida real.

Pasó una mano nerviosa entre sus lacios cabellos castaños apenas un poco largos, tratando de reprimir la desesperación que evolucionaba en su pecho trastocando  la poca estabilidad que con tanto esfuerzo había conseguido. Era frágil y vulnerable, estaba bien consciente de ello, una declaración impetuosa no tenía nada que aportarle, nada positivo por lo menos, cuando mucho significaba un inconveniente que debía librar tan dignamente como le fuera posible.

El primer paso, siempre, era poner cierto orden a la situación en su cabeza.

Se trataba de Francisco, la persona con la que había pasado horas enteras durante los últimos dos años, a quien le había confiado gran parte de su pena, el drama de su vida, la sombra perpetua que los perseguía día y noche. Él sabía y comprendía cuán grande era el dolor anidado en su corazón, ese que lo hacía llorar un par de veces por semana y que marcaba el pausado ritmo de su vida cotidiana.

Podía confiar en él, sabía que no intentaba jugar con sus sentimientos y era imposible que se tratara de una tetra elaborada, porque, dicho en forma cruel, su imaginación no funcionaba en esa dirección.

Respiró hondo y le dedicó otra mirada para descifrar lo que pasaba por su mente. Estaba paralizado, ya fuera de nervios o de miedo, además contenía el aliento como si eso le sirviera para no desmoronarse. Parecía un pequeño animal congelado frente a un depredador, retándolo y temiendo no poder sobrevivir.

Aquello carecía de sentido práctico, porque una declaración no podía ir seguida de semejante inseguridad; sin embargo Francisco, con su mirada infantil, sus facciones masculinas, su figura alta y de hombros anchos no podía estar tiritando internamente de pavor ante él, "Ricardo", la mente más inestable y el corazón más frágil del continente.

—Creo que mejor nos vamos, se está haciendo tarde

—Apenas son las siente, ¿es la mejor excusa que tienes para no responderme?

Había reproche en aquellas palabras que obviamente demandaban una respuesta concreta pero que no existía, porque el amor era un tema intocable y no tenía intenciones de cambiar eso.

—Bien sabes que no lo he olvidado ni voy a hacerlo, no tiene caso discutir esto

—No te estoy pidiendo que lo olvides; sé lo importante que es para ti y cualquiera que se haya ganado tu amor es alguien digno de mi admiración y respeto. Lo único que quiero es una oportunidad, algo a futuro

—No existe tal futuro

—¿Crees que esto lo haría feliz?, ver a la persona que amas sufrir eternamente no es consuelo

—No sabes lo que él querría

—Te quiero, por eso lo digo, si él te quiso la mitad que yo lo destrozaría verte así

—No lo conociste, no puedes tener idea de lo que sentía por mí...

—Tal vez, es probable que él te amara más de lo que yo lo hago y entonces sería peor para él saber que no has hecho nada más que aislarte estos años

—¡Basta!... no sabes lo que dices, no entiendes, ¡quién eres para venir a decirme esas cosas como si tuvieras idea de lo que éramos!

—¡Por eso lo digo Ricardo, porque te amo y quiero que sigas con tu vida no solo por ti sino también por él!

Se desplomó sobre la banca de color blanco mientras el cielo se teñía de azul oscuro y las primeras estrellas destellaban en el horizonte.

Sentía su corazón desquebrajarse, cortándole la respiración y los fragmentos de su cordura se iban desplazando por su cuerpo lacerándolo cual cuchillos filosos, porque no podía soportarlo, la realidad era demasiado dolorosa y el tener que afrontarla superaba sus fuerzas.

El viento cálido se esparcía por la ciudad hacia el norte  pero no se llevaba sus preocupaciones, todas las ideas que se enmarañaban a su alrededor sin dejarlo pensar, los mismos que lo tenían atado al pasado, pero principalmente al dolor.

Su vida entera giraba en torno al dolor, al recuerdo de alguien que ya no existía, que había sido su mundo y, de pronto, se encontraba sin nada, tratando de encontrar el orden de todo lo que era y lo que no.

—Por favor, no insistas, me estás matando

—Tienes que seguir Rica, en algún momento

—Por favor dime que esto no es verdad— estaba al borde de las lágrimas, con la voz rota y el cuerpo le temblaba; deseaba más que cualquier cosa en el mundo que aquello no estuviera pasando. Al menos era su segundo mayor anhelo.

—No quiero empezar a mentirte, ¿acaso no soy tu amigo?

—Por eso, eres mi amigo y que me digas algo así es muy cruel; te quiero mucho para que no me importe lo que sientes, pero es demasiado, simplemente es ridículo

—Te entiendo— Francisco se sentó a su lado, tomó su mano suavemente y la sostuvo entre las suyas para reconfortarlo en un gesto que se había vuelto natural entre ellos pero nunca en un contexto similar —trata de estar tranquilo, todo va a estar bien

—¿Cómo se supone que vaya a estar bien?

—Solo trata de tomar las cosas con calma

—Hace diez minutos gritaste que me amas en medio de un parque, creo que quien debe tomar las cosas con calma eres tú

Francisco soltó de pronto una carcajada sonora y sincera que lo sorprendió; su rostro denotaba la misma sinceridad que siempre, esa que lo hacía sentir seguro a su lado, el cabello negro estaba desarreglado y los labios amplios y delgados se curvaban en una sonrisa sutil de medio lado que podía significar un millar de cosas a la vez.

—Te aseguro que lo estuve pensando por mucho tiempo, gasté todas las otras opciones, intenté convencerme que estaba siendo egoísta. Traté con todas mis fuerzas de callarme, hasta que ya no pude más, se me salió sin siquiera pensarlo

Respiró hondo una vez más. Los últimos cuarenta meses de su existencia se habían pasado así, aspirando profundamente y exhalando para repetir la operación mil veces más, con la esperanza de que en algún momento su cuerpo despertara, que el cerebro hiciera las conexiones necesarias y entonces la chispa de la vida volviera a inundarlo.

—Lo extraño demasiado, casi a diario siento que no puedo seguir adelante

Comenzó a llorar sin poder controlarse. El pelinegro seguía a su lado. Era de noche y entonces fue consciente por primera vez de que tan lejos había llegado.

Cada día, hora e instante habían pasado como mil años que lo separaban de lo que su vida alguna vez fue, pero principalmente de lo que quería que fuera y que jamás llegaría.

—¿Quieres contarme cómo lo conociste?

—Has escuchado esa historia un millón de veces

—¿Y eso qué?, me gusta cuando la cuentas

—Eres extraño; me dices que me amas y ahora quieres que te hable del hombre a quien sigo amando

—Es por eso que quiero escucharte, cuando hablas de él es como si volvieras a vivir por un momento

—La primera vez que lo vi éramos apenas un par de críos de diez años— comenzó a recordar con la mirada perdida aunque las emociones que revivían le despertaban los sentidos —estaba sentado en la entrada de su casa, tan desorientado que parecía tener miedo de dar un paso hacia la calle. Su familia acababa de mudarse a la calle en que yo vivía y que conocía como la palma de mi mano, por eso supe que era nuevo en la zona y aunque no lo conocía al instante en que lo noté me sentí conmovido por sus ojos redondos y cafés, con las pupilas tan grandes que no parecían humanas. Me acerqué sin dudarlo, tendiéndole la mano para ofrecerle los dulces que llevaba. No tengo idea por qué tenía dulces, pero por aquel entonces me parecía que todos los problemas del mundo podían resolverse con caramelos. Él me vio con desconfianza, al menos por unos instantes, hasta que se dejó seducir por los corazones azules, rosas, amarillos, verdes y algunos blancos, todos azúcar en tono pastel, tan diminutos que nos nuestros dedos aún de niños podíamos coger fácilmente tres o hasta cuatro para devorarlos de un bocado; fue entonces cuando le sonreí como un bobo, para mí él ya se había convertido en un gran amigo y no había nada que me quitara esa idea de la cabeza, tampoco estaba muy lejos de la realidad, porque pasó poco antes de que fuéramos inseparables. Íbamos a la misma escuela, pero nuestras horas de recreación en realidad empezaban por la tarde, cuando salía de mi casa corriendo a la suya para buscarlo y nos quedábamos juntos hasta que se hacía de noche, sin sentir cansancio o hambre, porque nos divertíamos demasiado para pensar en cualquier otra cosa.

Sintió que Francisco lo contemplaba embelesado, prestándole la misma atención que la primera vez aunque debía conocer la historia tan bien como si la hubiera vivido; aún su mano estaba cautiva por las del moreno, con un agarre tan sutil que resultaba reconfortante.

—No existe un punto específico en el cual mi cariño de amigo se convirtió en algo más; fue tan natural que apenas pude darme cuenta y realmente él significaba tantas cosas; lo veía como a un hermano, mi cómplice. En poco tiempo nos convertimos en adolescentes como era natural y las cosas cambiaron un poco; nuestras salidas ya no consistían tanto en jugar como en conversar, éramos capaces de hablar durante horas de tantas cosas que no podría enumerarlas. Me gustaba leer desde entonces y él a menudo llegaba con libros usados que encontraba o que compraba en alguna tienda de segunda mano. Lo que más disfrutaba era la música y el cine, así conocí cosas que jamás habría imaginado; El hombre que ríe, Las manos de Orlac, El gabinete del doctor Caligari y A fool there was eran algunas de sus favoritas, amaba el mundo en blanco y negro de aquellos viejos filmes mudos y lo compartía solo conmigo. También podíamos pasar horas caminando por los alrededores, gastando energías en bobadas, siendo jóvenes.

—Es mejor que te lleve a tu departamento; se está haciendo tarde y si te dejo aquí ahora seguro te quedarás hasta que amanezca

—Soy tan poco confiable y predecible

Se soltaron lentamente, sin ganas de hacerlo, atravesando el parque con pasos sobrios iluminados por las farolas urbanas. El departamento de Ricardo estaba a apenas algunas cuadras, en un tercer piso al que Francisco lo había acompañado en numerosas ocasiones, cuando temía que el agotamiento de llorar durante horas no le permitiera llegar a salvo.

Las paredes blancas estaban tapizadas de fotografías de todos los tamaños, algunas de grupos numerosos, pero en la mayoría solo eran de Ricardo acompañado de «él», esa persona cuya presencia seguía tan fuerte e imperturbable como antes.

—¿Quieres un poco de café o té?

—Es mi casa, se supone que yo sea el amable anfitrión

—Bueno, alguna ventaja debe haber en que tengamos confianza. Preparar un café no va a matarme.

—Preferiría un té negro

—Un instante quieres que me porte como si viniera aquí por primera vez y al siguiente me llevas la contraria sobre que beber. Eres de lo peor.

—¿Y por qué te sorprende?, así me conociste, como un manojo de nervios bipolar

—Lo que vi fue un hombre que siempre se sentaba en la misma banca del parque con un hermoso schnauzer pimienta; ¿llamaste a la veterinaria?

—No, mañana iré a recogerlo

—Dejar así a Rocco abandonado, eres un mal amo

—Era más riesgoso dejarlo en casa mientras pintaba, podría haberse intoxicado

—Las paredes deben haber secado hace horas; todos los cuadros están en su lugar

—No soportaba ver las paredes vacías, sabes que necesito verlo, me hace sentir un poco mejor, es como si no estuviera del todo solo

—No estás solo, pero insistes en vivir con esa idea como si tuvieras alguna penitencia que pagar

—Se llama duelo y espero que no tengas que conocerlo nunca

El pelinegro llegó con la tetera repleta de agua caliente que sirvió en dos tazas mientras Ricardo observaba los retratos a su alrededor. Cada uno representaba un momento en su vida durante los catorce años que habían estado juntos y aunque su sentido común le decía a gritos que era momento de avanzar no encontraba el valor para hacerlo; en cambio, ahí estaba Francisco, confesándole su amor sin pedir nada.

—Tal vez deberíamos dejar de vernos por un tiempo, al menos no diario

—¿Estás molesto por lo que dije?

—No, pero creo que si te dieras un poco de espacio podrías pensar las cosas con mayor claridad

—Tengo todo perfectamente claro Rica, no me quedan dudas sobre lo que siento

Francisco cogió el respaldo de la silla para desplazarla con un ligero chirrido, haciéndose espacio entre esta y la mesa para quedar frente al castaño.

—¿Qué te preocupa sobre mi cariño hacia ti?, ¿qué tiene de malo exactamente?

—Que no te puedo corresponder

—No te estoy pidiendo que lo hagas

—¡Eso es peor todavía, es horrible que ames a alguien que jamás va a sentir lo mismo por ti!

—Cálmate por favor, malinterpretas mis palabras. En el fondo creo que puedes llegar a amarme, estoy seguro que tú te lo impides por miedo a traicionarlo y porque crees que nadie puede reemplazarlo; es verdad, no quiero ocupar su lugar, quiero uno propio, uno que me dejes hacer por mi cuenta

—Esperas demasiado de mí

—¿Vas a pasar el resto de tu vida así?

—No lo sé, no es lo que deseo pero tampoco imagino cómo dejar de sufrir

—Siempre va a ser doloroso, pero entre eso y vivir en la miseria son cosas distintas

—Todo me lo recuerda; el parque, el departamento, mi familia, mis amigos, el perro... no puedo ignorar catorce años

—Él te regaló a Rocco...

—Poco después de haberme mudado; justo antes del incidente él iba a venir aquí a vivir conmigo, por fin seríamos una pareja formal

—No termino de entender por qué tardaron tanto en decidirse

—Fue complicado; estábamos preocupados por su madre y principalmente por su hermana, tenía que ayudarlas y cuidar de ellas. Cuando por fin sintió que estarían bien sin él decidimos que les diríamos todo

—Debió ser horrible, mantener su relación en secreto

—Lo era, pero solo debíamos actuar como toda la vida, así que era relativamente fácil. Cuando veníamos aquí no teníamos que preocuparnos por nadie más. Pasábamos más tiempo aquí que en ninguna otra parte

—Supongo que fue más fácil que cuando tuvo esa novia de la que me hablaste

—¡Mucho más!; esa mujer fue mi peor pesadilla. No lo vi venir, éramos tan cercanos, yo estaba tan ciego, no me di cuenta de lo evidente. La conoció en el primer semestre de la universidad; estaba encantado con ella, yo la odiaba sin razón, se hicieron novios a los dos o tal vez tres meses... por fortuna solo estuvieron juntos por medio año

—El más largo de tu vida

—Eso creí, pero ya ves que no, hay cosas peores

—Bueno, creo que es mejor que me vaya; ¿te importa si llamo un taxi?

—Puedes quedarte si lo deseas

—Si lo hago seguramente te vas a sentir incómodo

 

 

 

—Me siento incómodo desde hace horas

—Es mejor no empeorar las cosas

—Por favor, quédate; sin Rocco siento que estoy solo y así la noche se hace eterna

—¿Estás seguro de esto?

—Ya te has quedado antes, estoy confiando en ti

—Claro, pero igual  lo mejor es ir a la cama ahora mismo

—Adelántate, tú preparaste el té y ahora es mi turno para lavar

Ricardo rápidamente se levantó para recoger las tazas y cucharas que habían ocupado, escuchando como su amigo iba hacia el cuarto extra del departamento, ese en que siempre dormía cuando por alguna razón se quedaba por las noches.

Cuando se habían visto por primera vez unos dos años antes, no imaginó que se haría amigo de ese hombre afable al que a menudo veía en el parque cuando llevaba a Rocco a sus paseos por la tarde. El canido era la razón por la que de pronto ese moreno desconocido se le acercó, adulando al peludo que en pocos segundos movía la cola entusiasmado por los mimos del extraño.

Las cosas simplemente pasaron. No intentó detenerlas ni controlarlas, al poco tiempo estaba bajo la sobra de aquel árbol contándole a Francisco su historia, sin imaginar que él, en vez de alejarse como cualquier persona normal, se conmovería al grado de cuidarlo cuando no era su responsabilidad.

Era noble, amable y leal; tres cualidades que solía ver en su amor perdido y que lo hacían confiar ciegamente. El moreno era su salvavidas pero tenía miedo de perder la poca estabilidad que creía tener.

Al llegar a su cuarto la cama le pareció inmensa; al menos cuando el perro estaba se dedicaba a robarle espacio del colchón pero aquella noche estaba completamente solo, con un lecho para dos y esa idea lo hizo llorar silenciosamente. El nudo en su garganta era una mezcolanza entre autocontrol y total desesperación, pero finalmente lo segundo ganó haciéndole soltar un sollozo de profunda pena.

—¿Qué ocurre? — Francisco lo miraba desde el umbral de la puerta con preocupación

—Nada, es solo... lo siento mucho pero no dejo de extrañarlo; te dije que iba a ser una mala noche

—Descuida, es normal

Muy pronto el castaño se sintió reconfortado entre los brazos de su amigo, el único que conocía los niveles más profundos de su dolor. El único que llegaría a comprenderlo jamás.

—Me quedaré contigo hasta que consigas dormirte, ¿te parece bien?

—No seas ridículo, no soy un niño pequeño; en poco tiempo esteré mejor

—¿Por qué insistes en actuar como si estuvieras bien cuando claramente no es así?

—He pasado todo este tiempo pretendiendo estar bien, ya es tan normal que lo hago por instinto

—Ricardo, yo sé lo que ustedes eran y sé que lo sigues amando, no necesitas fingir

—Me mudé aquí para que pudiéramos empezar nuestra vida en pareja y cada que pienso en eso me parece que la vida es horrible

—Lo tuviste; no ante los ojos de todos, ni de la forma en que merecían, pero se amaron, sabes que hasta el último momento pensaba en ti

—Estuve a su lado mientras agonizaba, era imposible que no pensara en mí

—Hiciste todo cuanto debías y podías; él seguramente lo sabe dondequiera que esté

—Mi abuela solía decir que sufre más quien se queda; supongo que tenía razón

—¿Sufrió cuando te mudaste?

-Al principio sí, estaba muy molesto por no haberle consultado mi decisión, pero lo necesitaba porque quería ofrecerle algo para hacerlo sentir seguro; cuando amas a alguien quieres darle todo cuanto tienes y más. No pensé que mientras yo estaba aquí ocupado él seguía en casa de su madre sin mí para ir a molestarlo cada día, creyó que me alejaba mientras yo me mataba para construirnos un hogar. Me costó trabajo que lo entendiera, pero después de unas semanas comenzó a ver las cosas desde mi punto de vista y yo del suyo, así que al final nos reconciliamos; entonces fue que me dio a Rocco, un schnauzer, como el perro que solía tener de niño y que murió. Cuando perdí a ese animal sufrí tanto, él estaba a mi lado e hizo cuanto pudo para consolarme hasta que prometió que un día, cuando estuviera listo, me regalaría otro; no creí que se refiriera a un perro sacado de un refugio de animales, pero era algo típico de él, siempre encontrando el modo de hacer algo noble.

—Un hombre de palabra; me hubiera gustado conocerlo

—Habrían sido buenos amigos... habría sido bastante agradable en realidad

—Nunca me has dicho, ¿por qué terminó con su novia?, ¿tuviste algo que ver?

—No en realidad; simplemente pasaron las semanas y se fue desencantando. Ella era muy bonita, la odiaba pero tengo que admitir que era linda, podría tener a casi cualquier hombre, solo no eran compatibles

—¿No crees que él se haya dado cuenta de que te amaba a ti?

—Quisiera creerlo, pero no sé si sea probable; pasó tiempo antes de nos hiciéramos novios

—Tal vez no encontraba el modo de decirlo; enamorarte de tu mejor amigo es un asunto complicado, corres el riesgo de perder a alguien muy importante para ti

—Lo es, tuve mucho miedo de arruinar todo y me prometí no decirle nada, iba a dejar de amarlo y a seguir con mi vida pero no pude, no había nadie más como él y no podía apartarme

—Entonces te declaraste

—Siempre supones que las cosas fueron de tal o cual forma...

—Porque insistes en no explicarme la mitad de las cosas

—No es una gran historia de novela; una noche fuimos a una fiesta con unos amigos, casualmente era cerca de donde vivíamos y en la madrugada, probablemente eran como las cuatro de la mañana decidimos irnos. No teníamos miedo de que algo nos pasara, empezamos a caminar y sin planearlo le dije «Estoy enamorado de ti»; fue tan absurdo, actué como un niño

—Estabas siendo honesto

—Fue muy tonto, pude haberlo hecho sentir incómodo, pudimos haber discutido; uno debería meditar seriamente si va o no a decir ese tipo de cosas y cómo

—¿Entonces si crees que confesarte mis sentimientos en el parque fue la peor opción?

—Perdona, mi cerebro no termina de asimilarlo, es como si hubiera sido solo un sueño

—Fue real, te dije que te amo y lo sostengo

—Deberías cambiar de opinión

—Tú no pudiste dejar de amar a tu mejor amigo, ¿por qué me juzgas por hacer lo mismo?; es cierto que no te conozco de toda la vida y que no sé nada de ti comparado con él, pero soy honesto respecto a que te quiero

—No lo estás haciendo más fácil

—Tú tampoco haces que esto sea más simple

—Dices que me amas, pero que entiendes que no puedo dejar de quererlo, quieres que siga pensando en él pero esperas que siga con mi vida como si no hubiera pasado nada, ¿exactamente qué supones que debo hacer?, porque francamente no tengo idea, no he tenido idea desde...

—Desde que él murió

—Si pasas toda tu vida apoyándote en alguien, confiando en una persona, queriéndola; perderle es devastador

—Espero que puedas seguir amándolo y que lo recuerdes, pero no con el dolor con que lo haces casi todo el tiempo; quiero que vuelvas a ser feliz

—Ya es demasiado tarde, lo mejor es tratar de dormir

Escuchó los pasos de Francisco mientras se alejaba, sin atreverse a decirle nada más; sus palabras calaban hondo, entre la dulzura de su comprensión y la crueldad con que buscaba hacerlo enfrentar la vida real. Hacía mucho era consciente de que su mente se estaba esfumando a causa de tanto recordar, como si congelar el tiempo en su memoria bastara para mantenerlo cerca y si bien no tenía lógica, eso era algo de lo que podía prescindir fácilmente.

Se recostó en la cama abrazando la almohada, imaginando que él estaba a su lado como antaño, cuando lo veía dormir después de haber estado juntos. Seguirlo amando era tan indispensable como respirar, aunque doliera; las lágrimas escaparon cálidas de sus ojos hasta las sábanas, las manos le temblaban pues ansiaba tocar algo inexistente y los latidos de su corazón eran tan fuertes que podía sentirlos retumbando en su pecho estremeciéndolo.

No supo cuando o cómo fue que consiguió quedarse dormido, pero sabía que su último pensamiento era la añoranza de un último beso de su gran amor.

Cuando la luz del sol se coló por las cortinas hasta su rostro era probablemente medio día; tan bien como pudo se levantó de la cama con todos los músculos del cuerpo contraídos como era usual. Meditó sobre la noche anterior más para ubicarse en tiempo y espacio que para nada más y solo entonces se atrevió a dejar la habitación.

Sin esperarlo sintió un peso cayendo de golpe contra sus piernas y al agachar la mirada distinguió al perro de pelaje gris irregular que lo veía emocionado. Sin dudarlo se hincó para rascarle las orejas en un gesto afectuoso al que el can parecía corresponder.

—Buenos días, estaba preocupándome por ti

—¿Cómo es que trajiste a Rocco?

—No supe si ibas a despertar a tiempo y ya que la veterinaria solo trabaja medio día hoy no quise arriesgarme

—¿Me estás diciendo que le darán mi perro a cualquiera que vaya a reclamarlo?

—No, estoy diciendo que voy tanto contigo a la veterinaria que creen que Rocco también es mío y puede que tengan razón, alguien debe cuidar del pequeñín

—Soy perfectamente capaz de cuidarlo

—Pues si apenas fueras por él probablemente habrías llegado tarde y como es sábado podrías ir a recogerlo hasta el domingo

—Supongo que debo darte las gracias

—Sería un buen comienzo

—¿El doctor te hizo algún comentario?

—Sí; Rocco es un perro saludable y muy consentido, además de que ahora está bañado y recién peluqueado, cosas que no le caerían mal a su dueño

—No sabía que te molestara mi cabello

—Tú cabello me gusta pero necesitas un baño

—Es mi casa, tengo derecho a desayunar antes de tomar una ducha

—Podrías si tuvieras algo comestible en este departamento, pero no es así

—Tiene que haber algo, al menos una lata de atún

—Debiste comerlas sin darte cuenta porque no hay nada en la nevera ni en ninguna parte. Si te bañas ahora te invito el desayuno.

Era raro admitir que tener al pelinegro paseando por el departamento y poniendo orden en su vida distaba de ser molesto. Le estaba agradecido. Desafortunadamente la gratitud le parecía algo complicado que podía llegar a ser traicionero, porque podía sentir ello por un amigo, mas no lo orillaba a quererlo para amante y le aterraba que la desesperación le hiciera tomar una decisión apresurada e imprudente.

La posibilidad surcaba su mente de vez en cuando, sin que jamás dedicara suficiente tiempo a analizarla, como si se tratara de una distracción cuando él luchaba por mantenerse en la cuerda floja de la cordura.

A veces se convencía de que estaba loco; otras simplemente se sabía deprimido. Cualquiera que fuera el caso, siempre vacilaba sobre todo, dudando hasta de lo que era real y lo que solo estaba en su cabeza.

No podía dejar de observar al pelinegro. Muy despacio se fue moviendo en dirección al baño, viendo de reojo a su amigo que no dejaba de consentir a Rocco. Y entonces la idea lo sobresaltó como un balde de agua helada; hasta el perro estaba impregnado de «él».

Una vez en el baño cerró la puerta, se desprendió de sus prendas y se acomodó bajo la regadera para ducharse tranquilamente, permitiendo a su cuerpo quitarse la somnolencia restante. Colocó la toalla en su cintura para salir hacia su cuarto y vestirse, sin distinguir exactamente donde se encontraba Francisco, por lo que se apresuró y fue hacia la sala cuanto antes.

—Muy bien, ¿qué te apetece desayunar?

—Cualquier cosa está bien

—Entonces vayamos por un café y después de compras, no puedes seguir sin tener comida en el departamento

—No es necesario que te tomes tantas molestias

—No es ninguna molestia; es sábado y estoy libre

—Deberías hacer planes de vez en cuando, han pasado meses desde la última vez que no pasaste un fin de semana conmigo

—Claro, me gusta pasar tiempo con mi mejor amigo, ¿te molesta?

—Alguien como yo no es buena compañía

—Te aseguro que eres la mejor que he tenido nunca

Involuntariamente se sonrojó sin atreverse a interpretar aquellas palabras.

—Vámonos antes de que se haga tarde

Volvieron por la tarde, cuando el calor estaba en su máximo apogeo y a ninguno le restaba energía, por lo que se dejaron caer en el sofá de tres piezas sin ganas de mover un músculo más, hasta que Ricardo escuchó a su amigo roncando de manera tan sutil que parecía solo estar respirando.

Se dirigió a la cocina para rellenar el traste de agua de Rocco, que yacía plácidamente echado en el pasillo donde una corriente de aire lo refrescaba, algo que solía hacer desde cachorro, cuando él lo había llevado como un obsequio, una pequeña bola peluda de cuatro meses que los veía de la manera más tierna del mundo.

—Me pregunto si lo recuerdas; eras un cachorro cuando murió

—Estoy seguro que lo recuerda

—Debes pensar que estoy loco por aferrarme a su recuerdo; mi familia cree que me volví loco sin razón y no me queda mucho en el mundo

—Vamos al parque, es hora del su paseo

—Siempre lo llevo a la misma hora y exactamente al mismo lugar; la banca bajo ese árbol

—Supongo que es importante para ti

—Ahí le dije que lo amaba, fue donde nos dimos nuestro primer beso y pasamos muchas tardes en ese lugar, sin preocuparnos de ser vistos

—Entonces es mejor darnos prisa, no queremos llegar tarde

Había un tinte doloroso en la voz del moreno que le recordó a Ricardo la declaración de la tarde anterior llenándolo de culpabilidad.

—También fue ahí donde te conocí

—Esa vez que Rocco por poco y se escapa por perseguir a un gato callejero

—Tenía tanto miedo de no alcanzarlo y perderlo para siempre

—Entonces lo vi y lo atrapé por ti

—Gracias, no sé que habría hecho sin él

—Deja de pensar esas cosas; hubiera sido horrible que se perdiera y le pasara algo, lo menos que podía hacer era ayudarlo a estar con su familia

—Creo que el susodicho está muy acalorado para salir

—Tengo una idea; ya que crees que me hace falta salir, ¿quieres ir a tomar unas cervezas?

—¿Cervezas? — rió —suena bastante extraño si lo dices así

—¿Prefieres que te invite a tomar una copa?

—Olvida todo lo que he dicho; ve y conoce alguna mujer linda

—¿Por qué tendría que ir a buscar una mujer?

—Mujer, hombre... lo que sea, diviértete

—No pienso ir a ningún lado si no me acompañas; puedes ir de negro si así te sientes mejor

—No estoy listo para eso

—Nunca vas a estarlo si sigues teniendo esa mentalidad; solo serán un par de horas, prometo traerte a tu casa sano y salvo antes de la una para que no te desveles mucho

—El sarcasmo está de más

Se estaba dejando influenciar por los comentarios socarrones del moreno, ese que sin esperarlo lo sacaba de su relativa tranquilidad, retando a su temple hasta que no podía controlarse. Dejo que ese sentimiento de espontaneidad lo dominara, jaló a su amigo del cuello de la camisa y con una disimulada sonrisa salieron del departamento.


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).