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La noche en la que Robbie habló por Karelin_Olfassodottir

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Notas del fanfic:

Hoy me puse a ver un par de capítulos de las Series 3 de Lazy Town que hace unos años salieron y yo jamás en la vida me enteré. Ahora resulta que hay hasta Series 4 y estoy retrasada ;A; Bueno, con este par de capítulos me emocioné lo suficiente para escribir esto uwu Soy fan de Lazy Town y de Magnús Scheving desde que tengo 12 años, y siempre quise escribir algo de esta pareja. Espero que les guste~ Un oneshot muy fluffy, porque siendo personajes infantiles y tan lindos ambos, su relación debe ser tal ♥

Qué día tan largo... Uno muy malo, por cierto. Siempre tenía días malos desde varios meses atrás. Ese, en particular, fue uno que le colmó el vaso de la poca paciencia que tenía. Estaba agotado. No le quedaban ni ganas de regresar a su cómodo refugio bajo la tierra. Así que desde la tarde, en que acabó todo el alboroto, se alejó de la ciudad, rumbo a las afueras, por donde estaba la entrada de su guarida. Tampoco iba a alejarse mucho, porque solo estaba esperando a recuperar sus ánimos para irse y dormir como una roca. Pero quería estar solo... Siempre lo estaba, sin embargo, quería un tiempo consigo mismo, y por extraño que fuera, en su casa no lo conseguiría, o eso sentía. Justo en ese momento hacía un recuento de lo terrible que había sido su día.

Primero, los mocosos lo despertaron nefastamente temprano, a las nueve de la madrugada. Iagh, ¿cómo podían estar jugando a esa hora? Luego, el "duende azul" con todo su "flopity flopity flop", brincoteando por ahí y haciéndoles bulla a los niños. El bobo del alcalde se metió en problemas (já, qué raro), y ahí fue el "resorte" a ayudarlo. Siempre ayudando, siempre saltando, jugando, y sonriendo. Idiota... Ya con eso, su día le auguraba mal. No soportaba la presencia de Sportacus en la ciudad, y sentía que las ideas se le iban agotando. Se le ocurrió una para mandarlo a volar a otro lado, pero no le salió, y gastó más energías de las que pretendía. Casi muere, todos lo descubrieron, y no supo en qué momento acabó en los brazos del elfo saltarín. Había caído desde una altura muy grande. Si no hubiera sido por él, seguro no estaría quejándose ahí mismo. El susto había sido tal, que se abrazó a él ya que su vida literalmente dependió de ello. Varios minutos estuvo así, escondiendo el rostro en su pecho y casi ahorcándolo por la fuerza de su agarre. No fue sino hasta que le dijo que todo estaba bien que levantó la mirada... Y ahí estaba él, observándolo con sus ojos azules y esa sonrisita tonta. ¿Cómo podía continuar sonriéndole luego de tantas malas jugadas que le había hecho? Lo detestaba, odiaba terriblemente que fuera tan amable y atento, y que siempre le ayudara cuando se metía en problemas (por su misma culpa, pero obviamente no lo aceptaría), y que a pesar de todas las cosas que le había hecho aún fuera tan bueno con él.

Ese... ese... imbécil de ojos azules y brazos fuertes, y olor agradable... y... cuerpo cálido... Sportacus, Sportacus, ¡SPORTACUS! ¡Rayos! ¿Por qué nunca podía sacárselo de la cabeza? Parecía que daba volteretas en su mente y lo atormentaba a propósito. Solo los dioses sabían lo mucho que había intentado conciliar un sueño sin que el duende se le apareciera mientras dormía. Robbie vivía angustiado por ese hecho. No le agradaba para nada pensar todo el tiempo en él, y es que no podía evitarlo. Habían días en los que Lazy Town disfrutaba de una paz inusual, y cuando quería aprovecharla para dormir de lleno sus doce horas diarias, las ansias de que algo podía pasar no lo dejaban. Y más aún, las ansias de ver a Sportacus lo mantenían con los nervios a flor de piel. Le incomodaba que los niños no estuvieran jugando o haciendo lo que sea, porque sabía que eso significaba que probablemente Sportacus no se aparecería por ahí en el resto del día, a menos que alguien necesitara ayuda. Y... No iba a admitir que en contadas ocasiones pensó en la posibilidad de meterse en un lío por su cuenta para ver si lo ayudaba y se le aparecía, pero no. Robbie Rotten tenía dignidad, y además, ¿para qué querría verle la cara de idiota a ese sujeto?

Sportacus... Eso era, un idiota, ¿verdad?

Sí, porque no importaba lo que Robbie hiciera, él no se iba de la ciudad. No importaba lo malo que fuera, ni el desprecio que le tuviera, ni todas las malas jugadas que le había hecho; Sportacus continuaba ahí, y peor aún, tenía el descaro de ser tan lindo y amable con él aunque no se lo merecía. ¿Por qué era tan tonto ese elfo demente? ¿Qué no podía solo irse y dejarlo en paz? Que dejara de atormentar su mente y lo dejara vivir en paz, maldición...

Pero secretamente, Robbie no quería eso. No lo aceptaba y, de hecho, en ese momento se debatía internamente para pensar en ello. La presencia de Sportacus le molestaba porque no podía dejar de pensar en él. No quería que se fuera porque le gustaba verlo, observar lo que hacía y contemplar lo lindo que era. Pero quería que se largara porque... estaba enamorado de él. Y eso era muy malo para una persona como Robbie Rotten. No, Robbie no podía querer a nadie. Se quería a sí mismo, pero a nadie más. No era admisible que él quisiera a otra persona, porque eso significaba dedicarle de su valioso tiempo y prestarle de su amor, y qué flojera...

Si lo pensaba bien, eso era lo que había estado haciendo desde que el duende llegó a la ciudad. Le había dedicado tiempo. Para tratar de ahuyentarlo, por supuesto, pero le había dedicado un tiempo que a nadie más se lo había dado. Ni si quiera al Número Nueve, porque ese otro sujeto no tardó tanto tiempo en la ciudad y se fue unos días después luego de resolver sus asuntos. Su intención con Sportacus había sido la misma que la de ese entonces, ahuyentarlo para que Lazu Town continuara igual de floja que antes, pero aún cuando tampoco logró algo, no perseveró hasta el cansancio, y solo dejó que se largara por su cuenta al final. Con Sportacus no es así. Se había empeñado tanto en echarlo de ahí, que en todas esas horas invertidas lo había ido conociendo, poco a poco, y ahora... Ahora no quería que se fuera, por más que ese fuera su propósito. Ser activo se había vuelto una rutina. Estaba dispuesto a agotarse a diario con tal de lograr que se largara, aunque no lo lograra, porque al menos así tendría el gusto de verlo todos los días si era posible.

Por supuesto, sabía que era enemigo declarado de él, y seguramente Sportacus, aunque fuera tan amable, no le agradaba su cercanía. A nadie le agradaba. A veces le gustaría poder estar a solas y tranquilo con él, pero moriría de la vergüenza si eso llegara a suceder algún día, y lo sabía. Esas fantasías de sus sueños en los que conversaban y reían juntos y jugaban eran solo eso, fantasías que nunca se harían realidad, y prefería que fuera así, porque Robbie nunca tendría el valor de acercarse de lleno a él y tratar de hacerse su amigo, tan siquiera su amigo.

Se abrazó a sus piernas con más fuerza, ahí, sentado en el pasto, encima de una colina con un árbol gigante. Podía ver la luna resplandeciendo a lo alto, grande y bonita. Muy rara la vez que la veía. Por lo general estaba durmiendo antes de que la luna estuviera en su altitud máxima. Dio un suspiro, con el pesar de sus pensamientos, y su mirada se clavó melancólica en el conejo plateado del astro en el cielo. - Sportacus...- Murmuró con cierta tristeza, y cerró los ojos por un momento, en un vano intento por despejarse.

- ¿Robbie?- Se escuchó a sus espaldas, y el mencionado brincó en su lugar por el susto. Enseguida se volteó para ver quién era. El recién llegado se alzó de hombros y agachó la cabeza al ver esa reacción. - Lo siento, creí que sabías que estaba aquí. Es que mencionaste mi nombre...

El corazón de Robbie se aceleró precipitadamente por la adrenalina de los nervios. Sus mejillas se enrojecieron en cuanto el otro le dijo aquello. - Por supuesto que no lo sabía, tonto. ¿Qué acaso crees que tengo ojos en la nuca?- Se quejó con unos gestos muy característicos de él. A Sportacus le parecieron graciosos, y por supuesto que sonrió.

- No, tienes razón. Lo siento.- Comentó con esa sonrisa, y se rascó su propia nuca. Robbie no buscaba en donde meter la mirada.

- Y... ¿Hace cuánto tiempo que estás aquí?- Preguntó con ciertos nervios el pelinegro. - ... A todo esto, ¿por qué estás aquí, para empezar?

- Hace unos minutos. Y... vine porque mi cristal sonó. Me guió hasta aquí. No creí que fueras tú el del problema.- Sportacus le miró con cierta preocupación en el rostro, y dio un par de pasos, dubitativo. - ¿Puedo sentarme contigo?- Preguntó, mirando atentamente a su "enemigo"

Robbie lo pensó unos segundos. Sus nervios estaban a flor de piel, y esa pregunta solo hizo que su corazón latiera con más fuerza. Qué mal momento para venir a interrumpirle, cuando sus propios pensamientos estaban dirigidos hacia él. Gruñó un poco disgustado, y desvió la mirada. - Da igual. Siéntate, pues.- Al fin, volvió a girarse para observar la luna, intentando restarle importancia al hecho de que Sportacus estaba ahí. Sin embargo, el sentirlo tan cerca cuando se sentó le hizo crisparse.

Sportacus no podía dejar de notar lo extraño que parecía Robbie esa noche. Claro, no es que el hombre fuera una persona "común", pero estaba un poco diferente de lo habitual. Tal vez era algo malo lo que le pasaba. - Pareces tenso.- Comentó con la misma preocupación que la de sus ojos. - ¿Te sucede algo? Sé... que tal vez no soy la persona indicada, pero no por nada sonó mi cristal.- Comentó tranquilamente sin dejar de verlo.

El peso de la mirada ajena ya hacía estragos en Robbie, quien no sabía qué decir. - No me pasa nada... creo.- Por supuesto que no sonaba seguro. - Es solo el cansancio.

Claro que el rubio no se lo creyó. Sin embargo, no lo contradijo. - ¿Por qué no vas a descansar a tu casa?

- Porque no tengo ganas.- Dijo a secas, mirando al frente. - Además, este cansancio es por tu culpa.

- ¿Mi culpa?- Preguntó entonces, confundido.

- Sí, genio. Tu culpa. Si no hubieras llegado a Lazy Town las cosas serían tan tranquilas como antes. ¿Por qué no solo te vas y nos dejas en paz?

- Pero... Lazy Town me necesita todavía. No puedo irme.

- ¡No! No te necesitan. No te necesitaban, pero llegaste a perjudicar la vida de todos.- Ahora, su voz sonaba quejumbrosa. Robbie estaba irritado. Sin embargo, Sportacus solo estaba expectante.

- Bueno... Parece más bien que al único a quien le perjudico es a ti, Robbie.- Comentó con seriedad. Robbie volteó a verlo con el ceño fruncido, y el ojiazul bajó la mirada. - No entiendo por qué soy perjudicial para ti. He intentado llevarme bien contigo y que te integres a los chicos. Pero siempre eres renuente...

- ¡No necesito integrarme a ningún lado!- Farfulló, haciendo un mohín. - Sí, me perjudicas, y me perjudicas muchísimo, con todos tus saltos y volteretas, y el alboroto que causas y tus dulces sanos. Siempre eres el bueno que ayuda a todos. ¿Por qué eres tan bueno?- El pelinegro había empezado a alzar el volumen de su voz. - Viniste a alterar mi paz, Sportacus. Yo estaba muy bien cuando todos eran flojos y tú no estabas. Ahora, todos hacen rudo, juegan, y tú estás con ellos. Estás en todos lados, y no puedo dejar de verte en ningún momento, ni cuando estoy a solas, ¡ni cuando duermo! ¡Rayos, Sportacus! ¡Te metes hasta en mis sueños!

El aludido estaba asombrado por todo lo que le estaban diciendo. - Robbie, yo...- Pero el villano no lo dejó continuar.

- Solo llegaste a alterarme, y ahora no te puedo sacar de mi mente, y tampoco sé si quiero hacerlo, porque eres un idiota que siempre es amable conmigo, ¡y ni si quiera sé por qué eres tan bueno conmigo! Agh, solo quiero que te vayas para que ya no piense más en ti, porque duele pensarte, "duende". Es desagradable que estés metido en mi cabeza y... que quiera verte todo el tiempo... Y que a la vez desee que te alejes para que pueda estar en paz y solo.- Robbie no se daba cuenta de lo que estaba diciendo. Él solo había dejado salir su frustración porque lo necesitaba, y sentía que con eso estaba ofendiendo al otro, pero en cambio, Sportacus tenía las mejillas sutilmente rojas.

- Robbie...- Murmuró. - Estás diciendo que... ¿no puedes dejar de pensar en mí?

- ¿Qué estás sordo?- Le contestó de mala gana, cosa que el ojiazul omitió.

- Entonces... a lo que te refieres es que... ¿te gusto?- Miró serio al pelinegro, y la expresión del otro cambió súbitamente cuando le preguntó eso, del enojo al asombro. - ¿Te gusto, Robbie?

No sabía dónde meter la cara. Qué vergüenza... Hasta ahora razonaba todo lo que le había dicho a Sportacus. Se supone que todo eso no debía saberlo, y ahora... Ah, era un tonto. - No quieres saberlo...

El rubio se acomodó mejor, y se acercó al pelinegro, apenas un poco. - Sí quiero, Robbie. Porque... Tú me gustas.- Y esto lo dijo sin mirar a ningún otro lado, con una resolución que no tendría nadie más al momento de declarar esas cosas. El ojiverde, por supuesto, se volteó con una expresión que parecía un poema, sin poder creer lo que le decía. - Sé que no te gusta que hagamos ruido, y que Lazy Town sea activa, y tampoco me parece bien que hagas cosas malas... Pero veo bondad en ti. Sé que en el fondo eres alguien bueno. Te he observado.- Ahora sí desvió la mirada, pues no sabía cuál sería la reacción ajena, y eso lo ponía un poco nervioso.

- Sportacus...- Pronunció su nombre casi inaudible. No sabía qué decirle. -Yo... Agh, no me estarás haciendo una broma por todo lo que te he hecho, ¿verdad?- Le preguntó con el ceño fruncido y las mejillas teñidas de carmín.

- ¡No! Por supuesto que no. Te lo digo enserio...- Se alzó de hombros, y volvió a verle a los ojos. - Me gustas, Robbie... Pero nunca he sabido cómo acercarme a ti.

Hubo silencio entre ambos por un momento. El villano estaba estático, pero igual le miraba con ojos brillantes. Y por fin, el susodicho rompió el silencio. - También me gustas, Sportacus...- Él sí desvió el rostro cuando lo dijo, y sus mejillas ardieron. El héroe amplió una sonrisa que se extendió hasta mostrar los dientes por la emoción.

- ¡Oh, Robbie!- Exclamó con alegría, y por fin disminuyó el espacio entre ambos para abrazarlo con fuerza. Robbie quedó estupefacto, sin saber qué hacer.

- Espera... ¡Espera!- Exclamaba con dificultad y el corazón acelerado. Forcejeó un poco, y al fin, el ojiazul lo soltó riendo.

- Lo siento. Es que... estoy feliz.

- Sí, sí... Yo... también lo estoy.- Una sonrisa sutil se asomó en el rostro del genio, y por fin miró al deportista, que no dejaba de observarlo con ojos de emoción. - No me mires así, me pones más nervioso de lo que estoy.- Le reclamó, y por supuesto que esto divirtió al rubio. - Es que... Nunca me había sentido así. No sé qué sigue...

- Ni yo.- Le dijo Sportacus. Subió sus manos para posarlas sobre sus hombros. Ambos se miraron a los ojos, él con una sonrisa extensa. - Creo que... quiero hacer algo.- Entonces acarició una de sus mejillas. Robbie Rotten se quedó inmóvil. Sus tímpanos le iban a estallar por la fuerza con la que su corazón latía en ellos. El rostro ajeno se fue acercando poco a poco, y finalmente, héroe y villano unieron sus labios en un contacto casto, nervioso, ansioso, e inocente.

Era la primera vez que probaban unos labios, la primera vez que besaban a otra persona, y la primera vez que se besaban entre ellos. Solo eso, un beso, y eso bastó para que Robbie se atontara por completo. Era mejor de lo que se había imaginado. Cuando Sportacus se separó de él, inclinó la cabeza y se cubrió el rostro con las manos, intentando controlar su emoción. - Agh, eres un tonto...- Masculló, pero luego comenzó a reír. - Me gustas mucho, Sportacus. Esto es increíble.- Y el aludido sintió que su pecho se hinchaba por tanta felicidad.

- Te quiero, Robbie.- Por supuesto, no podía no decirle eso, porque era lo que sentía en el momento. El ojiverde se encogió en su lugar, y apoyó la cabeza en su hombro, sin decir más.

Sportacus dejó que se acomodara, y tomó su mano con suavidad. Ambos se quedaron viendo la luna por un largo rato, hasta que el héroe escuchó unos ronquidos a su lado. Robbie se había quedado dormido. Su labor entonces fue cargarlo, y llevarlo a su guarida para que descansara como era debido. Con mucho cuidado lo bajó, lo acomodó en su sillón, y se despidió de él en silencio. Ya pasaban de las ocho con ocho, y realmente necesitaba dormir, así que se retiró a su nave a descansar. Mañana sería otro día, uno muy interesante y feliz...

A la mañana siguiente, Robbie despertó de golpe, no por el ruido de siempre, sino por un recuerdo. Se encontró a sí mismo sentado en su sofá y cubierto con su manta, y... Se preguntó si lo que había pasado la noche anterior había sido un sueño o era real. Estaba más ansioso que nunca, y enseguida fue a su telescopio a observar el exterior. Los niños estaban jugando, sí. Pero no era un alboroto tan grande como para no estar tranquilo. Sportacus no estaba en ningún lado. Tal vez... Solo había sido otro sueño, pero más intenso por el cansancio del día. Pensar eso lo disgustó enormemente, pero algo le decía que tal vez fue real... Así que subió por las escaleras hasta la superficie. No vio a nadie cerca. Eso ya era algo que lo desanimaba en primera instancia. Caminó hasta llegar a la colina de la noche anterior, y se sentó pensativo. ¿Tanto era el deseo de estar con Sportacus que había podido soñar con algo así?

Sus pensamientos se cortaron de golpe, cuando de la nada cayó alguien del cielo con un salto. Robbie se fue de bruces hacia atrás por la impresión, casi cayendo.

- ¡Woah!- Exclamó el recién llegado, y tomó al pelinegro por la cintura. - Lo siento, no quise asustarte.- Exclamó con una sonrisa, antes de ayudarle a enderezarse.

- ¡Agh, tonto! No hagas eso.- Se quejó el otro de forma muy cómica. - Qué confiancitas... me asustaste.

- Perdón. Quería sorprenderte.- Sportacus no soltaba su cintura, y tampoco dejaba de verlo. Sería acaso que...

- Oye...- Habló entonces, dubitativo. - Lo que pasó anoche... Fue real, ¿cierto?- Preguntó, por supuesto sin poder creerlo aún.

- ¡Claro que fue real!- Exclamó emocionado el rubio. - ¿Por qué lo preguntas? ¿Es que cambiaste de opinión?

- ¡No!- Esta vez la exclamación fue de Robbie, y al darse cuenta de ello, carraspeó. - Digo... no, es que creí que había sido un sueño...

- Si fue un sueño, entonces soñé lo mismo.- Esto lo dijo con una voz más dulce que iba en armonía con su mirada. Su frase hizo sonrojar al ojiverde, quien bufó desviando el rostro un poco.

- Agh... Eres muy lindo, rayos...- Aquello sonaba como una queja, muy cómica, pero ambos sabían que era un halago... al estilo de Robbie. Sportacus rió por ello.

- Es que te quiero.- Fue su respuesta.

Robbie volteó a mirarlo con ojos embelesados. Rayos, era tan lindo... Ahora, fue él quien se acercó a su rostro y buscó sus labios. Un beso lleno de emoción, y que dejaba sentir todo ese cariño que Robbie Rotten se tuvo guardado por tanto tiempo. Se abrazó al cuello del héroe, y este aferró más su cintura, los dos hundidos en la magia del beso... Hasta que les faltó el aire. Entonces se separaron con las mejillas rojas, y Sportacus acarició la mejilla de su ahora novio. Se quedaron así, contemplándose el uno al otro, hasta que el sonido del cristal interrumpió el momento.

El héroe volteó a ver a su pecho, y después a Robbie. - Alguien está en problemas.- Exclamó hacia él, y se separaron apenas un poco. El villano sonrió con suavidad.

- Anda ve.- Comentó. Se acercó otra vez para darle un beso en la mejilla, y con una sonrisa amplia, Sportacus se fue corriendo para atender la emergencia.

El villano ahora suspiraba por el héroe. Tal vez Sportacus tenía razón y había bondad en él, o si no... No se habría enamorado como lo estaba, y menos de alguien tan bueno. Sea como fuere, ya no se sentía miserable, aunque era muy extraño sentirse lleno de algo cuando toda la vida había vivido con el pecho vacío. Era agradable... Robbie sonrió. Ya tendría más tiempo para estar con él. Por lo pronto, regresó a su guarida para ver en qué nuevo invento podría trabajar... eso si no era interrumpido.

Notas finales:

Y bueno... espero que lo hayan disfrutado~ Críticas, pedradas, buena vibra y esas cosas (?) Ya saben, lo que quieran en un review ;D ¡Gracias por leer! ♥♥♥


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