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Kuroko Tetsuya y la puerta secreta por Almuchi

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Notas del capitulo:

Inspirado en un mini cómic de Kuroko no Basket y la película "Coraline y la puerta secreta". Pero sólo inspirado, la historia es completamente original. 

 

Ni el cómic, la película y Kuroko no Basket me pertenecen.

-A.

Sus ojos se abrieron cuando el auto se detuvo. Al parecer ya había llegado a su nuevo hogar. No es que le desagrade, pero hubiera preferido nunca mudarse.

El joven chico bajó del vehículo y observó la enorma casa en la que ahora viviría. Tenía un aspecto espeluznante; parecía de las antiguas casas inglesas tan famosas por sus historias de terror sobrenaturales. No le gustaba para nada. A pesar de que sus padres pidieron que le diera una oportunidad, no podía evitar sentirse algo triste. Haber dejado su antiguo hogar, su colegio y sus amigos para mudarse a otra ciudad que, prácticamente, estaba en medio de la nada. O eso pudo observar al ver a sus alrededores: además de su nueva casa solamente habían dos o tres más; luego un enorme campo y, a lo lejos, la entrada de un bosque, quiso adivinar.

— ...Quiero irme a casa.— Pensó en voz alta, sin medir sus palabras antes de hablar; simplemente dijo lo que sentía en aquel momento.
— ¿Pero qué dices, Tetsu? Estás en casa. — Lo animó -o eso intentó- su madre mientras entraba con su equipaje a la casa. Tetsuya soltó un pequeño suspiro antes de tomar su maleta e ingresar detrás.

Se sorprendió ante la decoración tan rustica del lugar, sin mencionar lo enorme que era; si por fuera se veía espeluznante, por dentro era una belleza. Como una mansión de esas que tanto salen en las películas antiguas y que una persona soñaría tener. Sin embargo, para él que era hijo único y sus padres casi no estaban en casa debido al trabajo, una casa de ese tamaño se volvería aburrida. Y esa era una de las tantas razones por la que extrañaría su pequeña casa en Shibuya. No obstante, dejó de pensar en su antigua vida, eso sólo haría que se deprimiera -más de lo que ya estaba- y le impediría acostumbrarse a su nueva vida, por más nefasto que sonara.

Subió las escaleras que daban al segundo piso. En la primera puerta se encontraba su habitación. Lo supo al abrirla y encontrarla amueblada y con varias cajas las cuales contenían sus cosas. Supuso que la elección del lugar había sido obra de su madre para ponerlo cómodo. Después de todo, en Shibuya su habitación también estaba ubicada en el segundo piso. Dejó su maleta a los pies de la cama y se tiró sobre ella. Ya no había vuelta atrás. Ya estaba en su nuevo hogar, dulce hogar.


. . .


Abrió los ojos con pesadez, se había quedado dormido demasiado tiempo. La luz de luna que ingresaba por la ventana le confirmó aquello. Ya había anochecido y ni siquiera había comenzado a desempacar, pero no le dio importancia. Se acomodó de lado en su cama dispuesto a continuar durmiendo cuando vio algo que llamó su atención. En la mesita de luz, al lado de su cama, se encontraba un objeto, más específicamente un muñeco que no era suyo. Eso no fue lo que le llamó la atención, sino que éste era físicamente igual a él. Sus cabellos alborotados de color celestes y botones simulando sus ojos, de igual color. La ropa que llevaba el muñeco era igual a la que él tenía puesta lo que le pareció muy raro. Tomó el muñeco en sus manos y lo observó mejor. ¿Quién lo habría puesto ahí?


. . .

La mañana comenzó silenciosa, como era de esperarse. Usualmente se quedaba en casa de su abuela que vivía en frente mientras sus padres trabajaban desde ya muy temprano. La pasaba muy bien en su casa, nunca era aburrido. Pero ya no era su casa, ahora estaba en la nueva casa. Y su abuela no vivía en frente.

Bajó las escaleras y se dirigió a la cocina, donde su madre ya tenía el desayuno listo y corría de un lado a otro, preparando todo con mucha rapidez; era su primer día de trabajo en la nueva ciudad, así que debía de estar nerviosa.

— Mamá, ¿Tú hiciste esto? — Le mostró el muñeco que había encontrado la noche anterior, seguro de que su madre lo haya hecho para él.
— Es muy lindo tu muñeco hijo, pero estoy algo ocupada ahora.
— Eso no fue lo que... — Pero antes de siquiera explicarle su madre le había saludado con un pequeño beso sobre su frente y salido por la puerta de la cocina gritando a su esposo que se apresurara. Por lo visto, su madre no había hecho el susodicho muñeco. Tampoco creía que su padre fuera el responsable, pero nada perdía con intentarlo ¿Verdad?

El señor Kuroko terminaba su desayuno con rapidez mientras tecleaba algo en su portatil, de seguro sobre el trabajo. Se acercó a él cuando vio que se cerraba el computador y se paraba de su asiento. Esta vez fue más listo y colocó el muñeco delante de su rostro. — Esto. — Mencionó enseñándoselo, esperando que lo reconociera o le dijera algo.
— ¿Hm? ¿Lo hiciste tú? Está muy bien hijo, pero ya debo irme. Me enseñas luego. — Revolvió los cabellos del pequeño imitando a la mujer y saliendo del lugar con rapidez. Al fin, ninguno de los dos se mostró con señales de haber hecho el muñeco, ¿Entonces quién? Inmediatamente pensó en su abuela y eso le pareció lo más razonable por el momento. Y con eso en mente, dejó de darle vueltas al asunto.

. . .


La casa era solitaria y silenciosa sin sus padres. Bueno, en realidad esa enorme casa en especial era silenciosa con o sin sus padres. Al menos cuando ellos estuvieron ayer podía sentirse algo de movimiento. Pero ahora el silencio se había apoderado del lugar y era espeluznante para cualquier persona, aunque para él, aburrido.

Decidió regresar a su cuarto ya que no tenía nada que hacer, por lo que pensó en desempacar lo que ayer no había hecho. Y cuando estaba por ingresar a su alcoba, fue detenido por la curiosidad que le nació ante la gran casa aún no explorada. Durante la mañana pudo reconocer la gran sala, la cocina y varias habitaciones del piso de abajo. Sin embargo, el segundo piso era irreconocible para él y ya que estaba allí, solo y aburrido ¿Por qué no explorarlo?

Su habitación era la primera en un largo pasillo con varias puertas. Dejó el extraño muñeco en ella y salió a caminar por el pasillo que apenas tenía luz de varias lámparas ubicadas cada dos puertas.

Cinco, seis, siete y ocho puertas. Era la cantidad de habitaciones del lado derecho del pasillo y como éste era simétrico, dedujo rápidamente que habían dieciseis habitaciones totales. Realmente parecía una casa construida para una familia muy numerosa. Lo único que le agradaba era que tenía mucho que explorar, por ahora.


Decidido quisó dar media vuelta y empezar por la primera puerta cuando algo llamó su atención. Las últimas dos puertas del pasillo eran completamente diferente a las demás: La del lado derecho era de color rojo. La del lado izquierdo era azul, y las demás tenían el mismo color siendo este el marrón. Sintió una enorme curiosidad apoderarse de él al querer descubrir qué había detrás. Así que ¿Cuál elegir primero?

Kuroko Tetsuya entró a la octava puerta, del lado izquierdo. Apretó el pomo de la puerta y abrió la puerta de color azul. Una brillante luz le dio de lleno en la cara y lo obligó a cerrar los ojos. Cuando los volvió a abrir se encontró en la sala de su casa.

— ¿Qué...?
¡Tetsu, te estaba esperando!

Notas finales:

No dice mucho, por ahora al menos. Pero espero que aquellos interesados le den una oportunidad y más adelante se explicará que sucede.

En el siguiente capítulo se sabrán muchas cosas.

¡Gracias por leer!

 

¡Ciao!

 


-A.


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