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Serpiente azul por aries_orion

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Notas del fanfic:

Los personajes son de Tadatoshi Fujimaki, mía es la historia.

Notas del capitulo:

Bueno, soy nueva en esto así que no sean tan crueles.

 

Después de todos los torneos de ese año Kagami mando todo al demonio. No deseaba. No quería saber nada de básquet. Sin darse cuenta el pelirrojo había quedado fastidiado de tantos balones, los entrenamientos espartanos de la entrenadora y de las constantes quejas de sus compañeros, además a eso sumémosle ciertos problemas con sus padres, su límite de tolerancia había quedado propasado. Y si antes el básquet era usado como desahogo, ahora ya ni para eso, todo gracias a la entrenadora y sus sermones.

 

Deseaba practicar su otro deporte favorito, se moría por hacerlo, además ansiaba desconectarse de todo y todos, de la ciudad, sus padres, los chicos, los de la generación de los milagros, hasta de Tatsuya y Alex. No quería saber de absolutamente nada. Sólo sol, playa, surf y trabajo.

 

Una semana antes de salir, decidió hacerse de plomo y no flaquear. Al término del entrenamiento, como siempre, Riko ya comenzaba con el sermón del día, pero con la diferencia de comunicar-obligar los entrenamientos de verano.

 

–Yo no voy.

 

Silencio.

 

Todos voltearon a verlo, no obstante, su mirada y expresión parecía que estuvieran viendo a un monstruo y no a su as, de Riko ni se diga, ya estaba a punto de golpearlo, pero prefirió preguntar el porqué, obtuvo como respuesta un seco porque no quiero. Todos quedaron como piedra acompañados con el mismo pensamiento está muerto. La entrenadora le amenazó, le lanzó golpes fallidos y suplicó, pero el chico no soltó la verdadera razón. Al equipo le sorprendió esta decisión y solo uno comprendió, mientras, a la entrenadora le cayó como un balde de agua fría ¿Qué haría sin su estrella durante el verano? Después de intentar sacar algo, se dio cuenta que no podría hacer nada para hacerle cambiar de opinión. Aceptando a regañadientes le dejó ir bajo amenaza. No vuelver lesionado.

 

Después de eso, decidió no asistir la última semana a los entrenamientos, se puso a la búsqueda de una playa donde pudiera surfear, dando como resultado Chiba.

 

Con ello en mente se dedicó a comprar lo necesario, a su vez iba preparando maleta y cosas necesarias para el viaje. En la primera semana ya libre de escuela se fue. Al llegar al pueblo buscaría donde dormir y un trabajo.

 

En cuanto llegó, el trabajo lo encontró a él, una cafetería-heladería que se encontraba en la playa. Al instante sufrió un escaneo total, tanto del dueño como de las chicas que trabajan ahí. El hombre de mediana edad, piel tostada, ojos azules y pelo café claro, le sonrió de manera un tanto escalofriante, se le supo conocido o familiar ese gesto, más no pudo asociarlo; el hombre le tomo la mano diciéndole que el puesto era suyo, pero que usara camisas de tirantes o de preferencia nada y sólo el mandil característico del lugar, claro usando una bermuda o short.

 

Un tanto sorprendido y cohibido acepto. El dueño se disponía a ir, pero antes de hacerlo Taiga lo detuvo preguntando.

 

–Disculpe, por aquí, ¿Dónde puedo comprar o rentar una tabla de surf?

 

–¿Surfeas?

 

–Sí.

 

–No te preocupes, yo te presto una, las mías se encuentran guardadas aquí. ¡Aoi-chan!

 

Una chica apareció de las cocinas, pelo negro amarado en una coleta alta, shorts, una playera con el logo del lugar y un mandil.

 

–¿Qué quiere, jefe?

 

–Que cruel Aoi-chan… vale ya, este chico aquí presente, comenzara a trabajar a partir de mañana y tiene autorización para usar cuando quiera mis tablas.

 

La chica lo miro de pies a cabeza, sonrió.

 

–Ha adquirido un buen espécimen para la tienda, jefe.

 

–Lo sé, – Giro para el pelirrojo – ya está, sólo ponte de acuerdo con ella y ya. Las tablas son tuyas.

 

La chica de nombre Aoi, la cual era la encargada, le mostró el lugar mientras le iba diciendo cuales serían sus obligaciones, también le comentó que no habría hora de descanso que sólo dijera, lo mismo para con el surf. Le presentó a todo el personal, que en mayoría eran chicas, y se fue.

 

El salario no le importaba mucho, pero no caería mal un poco más de plata. Durante esa semana trató de encontrar una posada o cuarto para su estadía. No encontró nada, todo se hallaba lleno o reservado. Resignado optó por dormir en la playa, afortunadamente echo en su equipaje una cobija y almohada. Así comenzó su rutina, despertar, guardar, bañarse en la cafetería, trabajar, por la tarde surfear, regresar, ayudar a las chicas a cerrar y dormir; de vez en cuando alguna de las chicas lo llevaban con ellas a comprar cosas necesarias para el lugar, aprovechando le enseñaban el pueblo.

 

A mediados de la segunda semana se llevó una gran sorpresa. Dentro de la cafetería se encontraba cierto moreno atendiendo, pero eso no lo sorprendió sino la pequeña sonrisa que usaba a la hora de atender a los clientes, los cuales en su mayoría eran chicas, un tanto ofuscado se acercó.

 

–¿Aomine? ¿Qué demonios haces aquí?

 

El mencionado dejó lo que estaba haciendo para girar hacia donde provenía la voz, mientras en su cabeza le pedía a todos los dioses habidos y por haber que no fuera quien pensaba, incluso juraba que asistiría a todos los entrenamientos sin replica si se lo cumplían. Sus pupilas se llenaron de rojo.

 

Claro, era mucho pedir.

 

De todas las playas y lugares de Japón tenía que ser precisamente esa playa y ese lugar donde el pelirrojo estuviera. Vale, no es que le callera mal, pero deseaba que esa playa quedara en secreto. Su secreto y de nadie más, ni si quiera Satsuki era conocedora de eso.

 

–¿Aomine?

 

Con el llamado salió de sus cavilaciones para enfrentar al diez de Seirin.

 

–¿Qué quieres y qué haces tú aquí?

 

Un tanto molesto por cómo le hablo el moreno, Taiga contesto mordaz.

 

–Aquí trabajo idiota.

 

–¿Disculpa?

 

–¿Estas sordo o qué? Te digo que aquí trabajo.

 

Aomine entrecerró los ojos, lo escaneo de arriba abajo varias veces para después girarse y gritar:

 

–¡¿Aoi quién mierda lo contrato?!

 

La chica en cuestión salió de las cocinas con un cuchillo en la mano y un tanto molesta por cómo fue hecha la pregunta.

 

–Lo contrato el jefe… deja de holgazanear y ponte a trabajar maldito larcho miertero.

 

Les lanzó una mirada asesina para después regresar por donde salió, dejando a algunos con cara de confusión y temor.

 

El moreno ya acostumbrado sólo resopló para después girarse al pelirrojo.

 

–En vista de que te contrato el viejo rabo verde, no puedo echarte como me gustaría– Taiga elevo un ceja, –  en fin tú a lo tuyo y yo a lo mío… ¡ah! Se me olvidaba, di una palabra sobre este lugar a quien sea y date por muerto. –  El moreno regreso a atender las mesas.

 

Kagami sólo lo examino de arriba abajo con los ojos entrecerrados para minutos después soltar un pequeño resoplido. Camino hacia los casilleros para cambiarse y comenzar con su labor, mientras que pensaba en las palabras del moreno y su actitud, claro está que no diría nada de ese lugar, no sólo porque el moreno se lo haya pedido, sino porque en ningún momento pensaba hacerlo. El lugar le gustaba y no deseaba que nadie supiera de este, en cuanto al chico en cuestión, no podía hacer nada.

 

Durante los siguientes días ambos, sin darse cuenta, se observaban.

 

Aomine se dio cuenta en varias ocasiones que el pelirrojo llegaba con arena en el cuerpo y hacia uso de las duchas. Extraño. Su curiosidad innata lo llevó a observarlo y seguirlo más de lo normal, hasta que una noche harto de la situación decidió seguirlo. Grande fue su sorpresa cuando observo como el pelirrojo encendía una fogata en la playa, sacar de una pequeña maleta una cobija, almohada y comida.

 

¿Dormirá en la playa, no tiene un lugar o qué?

 

No creía que el chico durmiera en la playa, pero lo hizo.

 

Durante los siguientes tres días lo siguió, Taiga hacia lo mismo, por lo que llegó a la conclusión de que el chico no tenía donde dormir. Armándose de valor durante dos días más decidió preguntarle directamente, vale, no eran los grandes amigos, pero no se le hacía correcto que él teniendo un lugar demasiado grande no podría compartirlo y Taiga tampoco era un desconocido total.

 

Al notar como Kagami salía del lugar con tabla en mano enfundado en el típico traje negro decidió seguirlo, esperarlo y preguntar. Se sentó al lado de las cosas del chico para obsérvelo durante toda su travesía. Su mirada siguió en todo momento al pelirrojo, llamó su atención como se movía y la cara de goce que ponía al montar la ola. Le dieron ganas de aprender ese deporte y practicarlo junto con él. Sin darse cuenta una sonrisa afloro en sus labios.

 

Taiga desde hacía un tiempo se sentía observado. No, acosado era la palabra correcta. Al terminar de montar la ola decidió buscar la mirada, casi se cae de la tabla al dar con ella, al lado de sus cosas, se encontraba Aomine sentado con las piernas dobladas pegadas a su pecho mientras sus manos las rodeaban, su barbilla descansaba en sus rodillas, sus ojos se posaban en su cuerpo. Curioso por saber el porqué del escaneo salió del mar.

 

–¿Qué haces aquí haragán, te volviste a escapar?

 

No recibió respuesta en el momento por lo que decidió encajar la tabla en la arena y sacarse la mitad del traje. Mientras de reojo observaba al moreno, el cual no despegaba la vista del mar, parecía que estuviera en su mundo.

 

–¿Aomine?

 

–Mi tío es el dueño. – Un levantamiento de ceja obtuvo la respuesta de parte del pelirrojo, por lo que prosiguió. – ¿Tienes dónde dormir?

 

–¿Qué?

 

Vaya, cambio de tema, pensó Kagami, él iba por el porqué de su escaneo y resultaba con el saber que el dueño era su tío, con razón le dejan hacer.

 

–¿Qué si tienes dónde dormir?

 

–¿Por qué lo dices?

 

–Tienes tu maleta resguardada en los vestidores, las chicas me han dicho que te han visto dormir en la playa, no se necesita ser muy inteligente para darse cuenta que no tienes donde.

 

Claro está que omitió cierta vigilancia por su parte, total era información que el pelirrojo no necesitaba saber.

 

–Ya… y no, no tengo un lugar…

 

–¿Quieres dormir conmigo?

 

Taiga lo miro incrédulo, le estaba proponiendo eso. ¿En serio? Pero si apenas y se trataban y ya iba y le pedía semejante cosa a cambio de un techo.

 

Y por lo visto Daiki notó lo que dijo y cómo lo dijo, así que se apresuró a rectificar.

 

–¡No! No de esa clase de dormir… digo, es que… vale mira, para no hacerte el cuento largo, mi tío es el dueño, todos los veranos vengo a hacerme cargo de este lugar, a cambio me deja su casa, es grande para una sola persona y pues… bueno, si no te importa compartir habitación y cama pues… no te cobrare… a demás trabajamos en el mismo lugar y… bueno…yo… ¡Arg!

 

El moreno se revolvió el pelo para tratar de disipar su frustración, a él no se le daba muy bien las explicaciones, sólo lo hace y ya, pero por lo visto con el pelirrojo tenía que explayarse mejor.

 

Taiga, por otro lado, le era divertido ver al chico hacer ese tipo de gestos, ya que normalmente reflejaba indiferencia y desligue de cualquier cosa, a excepción del básquet, pero de ahí en más nada, bueno, la nueva faceta que descubrió cuando este atendía las mesas. Sin notarlo, una pequeña risa soltó, haciendo que el moreno dejara su acción y volteara a verlo con el ceño levemente fruncido.

 

–¿Qué es tan gracioso idiota?

 

–Tú… eres divertido sin darte cuenta boy.

 

El peli azul estaba a punto de refutarle, pero la expresión del otro era, un tanto linda, por lo que prefirió no hacerlo.

 

–Entonces…

 

–Acepto, a cambio yo cocinaré la cena todos los días ¿echo?

 

–¿Sabes cocinar? No me vas a envenenar ¿verdad? – Entrecerró los ojos.

 

–Aomine – Suelto un suspiro. – No, no te voy a envenenar.

 

Una sonrisa de ambos fue el símbolo de un mutuo acuerdo de convivencia y unas vacaciones sin precedentes.

 

Las primeras semanas prácticamente fueron de rutina, sobre todo para Taiga ya que era su primera vez trabajando en una cafetería-heladería, pero después de aceptar lo que el moreno le propuso su rutina cambio radicalmente y más cuando en una ocasión regresaba de montar olas y como siempre Aomine lo observa intensamente.

 

–Oye est…

 

No terminó de hacer la pregunta cuando ya tenía al moreno a unos cuantos centímetros de su cuerpo.

 

–O-oye…

 

–¿Me enseñas a surfear?

 

–¿Qué?

 

–¿Qué si me enseñas a surfear? Desde que te vi me ha llamado la atención y me gustaría intentarlo, bueno desde hace un tiempo pero… ¿Me enseñas?

 

Kagami lo observó por varios minutos un tanto desconcertado, y no era para menos, por cómo le había pedido que le enseñara confirmo su teoría, Aomine en la playa cambiaba radicalmente. En la ciudad y rodeado de todos era indiferente, flojo a más no poder, le importaba un rábano los demás y era directo, demasiado. Sin embargo, ahí era diferente, atento, respetuoso, si le pedían algo no ponía su cara de fastidio, al contrario sonreía, ¡sonreía a cada momento! Y en algunas ocasiones parecía un niño de diez y no un adolescente de dieciséis. Le intrigaba y deseaba saber el porqué.

 

–Está bien

 

–En ser…

 

–¡Pero!... con una condición.

 

Aomine lo observó, su sonrisa no desaparecía, se le hacía justo que el chico pidiera algo, sólo esperaba que fuera algo que pudiera dar y no un imposible.

 

–¿Qué condición?

 

–Un día antes de irnos te hare una pregunta y la tienes que contestar con la verdad, ¿aceptas?

 

–Echo.

 

–No quiero quejas ni insultos, ¿de acuerdo?

 

–Sí.

 

–Bien, comenzaremos mañana vale, ahora regresemos que me muero de hambre, hay que ayudar a cerrar y pasar por víveres.

 

–¿Cocinarás?

 

–Sí, ¿te apetece algo en especial?

 

–Sorpréndeme.

 

El que el as de Seirin supiera cocinar lo intrigo, verlo fue fascinante, pero comer lo preparado fue sublime. Joder, el pelirrojo cocinaba delicioso, y, él como buen amante de la comida se lo hizo saber a su manera. Repitiendo dos o hasta tres veces, dependiendo de lo preparado. La comida de Kagami realmente le gustaba.

 

Durante ese verano descubrieron que compartían muchas en común, música, cine, diversión, deportes, entre otras, pero el más sorprendido, como últimamente lo era, fue Taiga, descubriendo que a Aomine le gustaba y era buen conocedor de literatura, incluso le contaba sobre alguno de los libros que había leído o le recitaba algún poema que le gustaba. Por ejemplo, el de En la alta noche  de Gutiérrez Nájera.

 

Señor, Señor: los mares de la idea 
tienen también sus rudas tempestades. 
Mi espíritu en la sombra titubea 
como Pedro en el mar de Tiberiades.

Hierven las aguas en que yo navego.
Mi pobre esquife a perecer avanza
Tú que la luz le devolviste al ciego
devuélvela a mi fe y a mi esperanza.

Surge, surge Jesús, porque la vida 
ágil se escapa de mis brazos flojos 
y el alma sin calor, desfallecida, 
muy lentamente cierra ya los ojos.

Aparece en la inmensa noche oscura. 
Las conciencias te llaman... Están solas, 
y pasa con tus blancas vestiduras 
serenando el tumulto de las olas.

 

Siempre era uno diferente, pero cuando se trataba de poesía todos hacían a lución al mar, al agua o la muerte. Era realmente todo un espectáculo verlo recitando de memoria y lo mejor era que sólo el sabia de eso, le gustaba mucho. Incluso en algunas ocasiones, mientras ambos se encontraban en la cama, porque realmente tuvieron que compartirla, le pedía que le recitara, aludiendo no tener sueño cuando en realidad le gustaba escucharlo antes de dormir.

 

En cuanto a las clases, Aomine lo estaba comprendiendo bien, ya se podía mantener en una ola por lo menos la mitad, aún le faltaba dominar más el equilibrio y soltarse, aunque al principio fue divertido ver al moreno caer y maldecir a diestra y siniestra, pero ninguno era para con su persona. Cuando se cansaba, él aprovechaba para surfear, incluso en alguna ocasión dejó al moreno a la mitad para tomar una ola realmente alta, no recibía insulto, pero si una mirada de reproche por su abandono.

 

No obstante, todo tiene un límite y las vacaciones llegaban a su término. La última noche, mientras cenaban, Taiga le recordó sobre la pregunta-condición que había impuesto, Daiki con la boca aún llena le dio a entender que preguntara.

 

–¿Por qué tu actitud cambia? – Aomine levanto una ceja en señal de no entender la pregunta por lo que se explicó mejor  – Si bueno, en la ciudad eres diferente, distante, frío y desligado de todo, pero aquí cambias, eres otro, sonríes, eres amable… ¿Qué tiene este lugar para hacerte cambiar así, por qué lo quieres mantener en secreto?

 

El moreno lo veía atento, con sonrisa en el rostro y una expresión de diversión, observó que conforme fue hablando la sonrisa iba desapareciendo al igual que su expresión cambio a una más seria, sus ojos se volvieron duros y fríos. Eso le asusto, pensando que quizá no había sido buena idea haber preguntado, pero su curiosidad picaba constantemente, además no creía que fuera algo tan importante

 

–Pregunta otra cosa.

 

¿O se equivocaba?

 

Su voz era dura y profunda, ya no con los dejes de juguetería o sarcasmo.

 

–¿Por qué?

 

–Pregunta otra cosa Taiga.

 

–No, lo prometiste, prometiste contestar lo que sea con la verdad…

 

–Lo sé, pero pregunta otra cosa, lo que sea.

 

Taiga se comenzaba a molestar, trataba de calmarse como fuera, detestaba ser una persona de mecha corta y con el moreno, a veces, era de menos distancia.

 

–No, contesta ¿Por qu…

 

Un fuerte golpe dado a la mesa lo calló antes de terminar.

 

–¡Con un demonio, sólo pregunta otra maldita cosa!

 

–Pero que te…

 

–¡No voy a contestar eso!

 

El portazo de la habitación retumbo por toda la casa. Comprendió que quizá había tocado cierta fibra que no debía. Tratando de calmarse, intentó terminar lo que había en su plato, pero el apetito se esfumó, dando un suspiro hondo recogió. Sin embargo, sentía como un agujero negro se instalaba en su interior, la imagen del moreno aún rondaba por su cabeza, dejando todo como estaba, ya mañana terminaría mientras hiciera el desayuno. Junto fuerza, mientras se encaminaba hacia la habitación en la que había entrado el moreno.

 

–¿Aomine?

 

Al abrir la puerta pensó que se encontraría con él en la cama, no sentado en la ventana viendo hacia el mar, camino en su dirección con pasos pequeños, como si fuera un animalito herido que temiera acercase de más a un ser humano. Se detuvo a uno cuantos pasos de Aomine volviendo a llamarlo, no obtuvo respuesta, pero su una mirada le indicaba que era escuchado.

 

–Yo… yo… perdón, no debí presionarte, no nos conocemos lo suficiente como para exigirte algo, tampoco somos amigos, bueno conocidos sí pero…

 

Se calló al momento en que Aomien se giró completamente para verlo a la cara.

 

–Yo… bueno… apologizing is damn hard.

 

El peli-azul se le quedo viendo por un largo rato. Ambos se sumergieron en un silencio que era roto por el sonido de las olas al reventar.

 

–Aomine perdón.

 

–Deja de pedir tantos perdones, gastarás la palabra. – El pelirrojo estaba a punto de repicarle, pero fue interrumpido ya que el morenero continuó. – Te perdono sólo no vuelvas a insistir con eso y en cuanto a no ser amigos pensé que lo éramos.

 

–¿Lo somos?

 

–De mi parte sí, pero si tú no quier…

 

–¡No! Digo si, si quiero.

 

–Bien… pide otra cosa.

­

 

–¿Otra cosa, lo que sea?

 

–Menos eso.

 

–No pensaba pedirlo.

 

Aomine soltó un pequeño bufido.

 

–Recita.

 

–¿Ah?

 

–Los versos que dices, dilos o algo relacionado a algún libro.

 

–Realmente te gusta eh.

 

–Tch, cállate y dilos.

 

–Que humor te gar… ¿Qué haces?

 

Kagami se encontraba acomodando la cama para meterse y desde ese lugar escucharlo.

 

–Listo, soy todo oídos.

 

Una sonrisa fue dedicada al peli-azul con un claro mensaje:

 

Continua.

 

Aomine con una sonrisa de lado se levantó de la ventada para sentarse a un lado del pelirrojo. Aún no estaba preparado para soltar la verdad de aquel lugar y dudaba que algún día lo estuviera, sólo esperaba que Kagami se le olvidara con el pasar del tiempo.

 

Las vacaciones terminaron y ambos regresaron a su vida diaria, claro está que con una gran diferencia. Ambos habían obtenido una amistad que resguardaba un secreto maravillo o quizá desate algo peligroso.

 

¿Quién sabe?

 

 

Las últimas palabras tienen una importancia descomunal. No importa su contenido sino el hecho bárbaro de que son, todavía, una articulación cálida, un aire vivo que sube y se suelta en el aire como pedazo de humanidad despierta.

José Revueltas

 

 

Notas finales:

Hasta la proxima.


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