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69 Bullets por Vampire White Du Schiffer

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Notas del fanfic:

Llegué a 69 favoritos. Así que, arrastras vine.


Prometí 69 drabbles. Espero vivir lo suficiente. D:

Para los que hayan leído Cincuenta y seis R's sabrán que suelo dar brincos muy largos y otros muy cortos sobre la misma línea de historia, espero que no haya mucha confusión, en algunos momentos estaremos con el Mukuro quinceañero y otras con el sabroso/suculento veinteañero, lo mismo aplica para Hibari, Cavallone y Gesso.

Notas del capitulo:

 

 

I.

Lentillas.

«Obvio no» Fue el primer pensamiento que tuvo Mukuro al enterarse que la misión involucraba usar lentes de contacto.

—Soy un maldito ilusionista, si el mocoso –refiriéndose a Tsuna –cree que el paquete incluye el uso innecesario de artículos humanoides iré planteando mi renuncia.

—Vamos, vamos, no lo tomes así –Yamamoto levantó las manos como un muro ante la indignación de Mukuro —, forma parte de un nuevo equipo, ya sabes, tecnología de punta.

—Experimento, prueba, conejillo de Indias, llámenlo como quieran.

—¿Eso es un no?

—Déjalo allí, si lo uso o no es mi problema –eso fue suficiente para el moreno que antes de cerrar la puerta le dijo:

—Algo me dice que está relacionado con Byakuran –al recibir sólo silencio se encogió de hombros –. Creí que querrías saberlo.

Mukuro llenó su copa de vino y miró fijamente la caja donde venía el chisme.

—¿Byakuran, eh? –una sonrisa surcó sus labios mientras examinaba el contenido.

 

Al final sí lo usó. Estaba en una cafetería, fingiendo ser un hombre cuarentón. Y allí estaba él.

Totalmente concentrado en quién sabe qué plática con la pequeña hija de Aria, en referente: a Mukuro le enfermaba la niña… a veces, porque recordaba que Crome era así, delgada, delicada y una suma de palabras que empiezan con d y terminan con ternura. O ternera. Seguramente era carne de cañón. Aunque si recordaba bien, Byakuran inició toda la revuelta del futuro con tal de librar la maldición de esa niña. Rayos. Mucho antes de conocerlo a él.

Por un momento pensó en que era demasiado injusto, todos ya habían jugado con el modificador del tiempo alias intercambio de tiempos, y a él sólo se le había permitido porque de joven tenía el anillo Vongola.

Maldita mafia.

Era la causa de todo. Su encarcelamiento, las putas lentillas y el desgraciado de Byakuran haciéndole ojitos a la mocosa.

El mundo está plagado de niñatos líderes.

Con los lentes de contacto aprendió que era sólo para reprimir sus poderes, ocultar su ojo y otra cosa más importante. No sabía que semejante nimiedad física ofendiera la política y fines de los Vongola, sin embargo, y después de tanta pirueta, Mukuro era una hoja girando cerca del árbol, no era el perro faldero de Tsunayoshi, eso lo podía dejar al guardián de la tormenta.

Mientras que la otra cosa más importante…

No deberías espiar los pensamientos de otro, Mukuro-kun –maldita sea, funcionaba.

Podía leer, como si estuvieran las palabras sobre la cabeza del objetivo, los pensamientos. Claro que en otra situación sería sorprendente, pero lo que hizo que el cuarentón se levantara de súbito fue que Byakuran lo descubrió, y lo peor…

—Byakuran me recuerda.

Usar a Mukuro de esa manera fue sucio, incluso para Tsuna.

Destruyó las lentillas y le dijo al jefe que lo olvidara, era una estupidez y jamás funcionaría.

 

II.

El sí.

En la solitaria estación la punta de su pie derecho golpeaba insistentemente el piso mientras el dedo índice martilleaba sobre el antebrazo. La paciencia no es algo que se le dé bien a Hibari Kyōya; entre dientes juró que lo mordería hasta la muerte porque era lo que el maldito impuntual se merecía.

Para colmo, la lluvia no daba tregua. Miró a su izquierda y todavía ninguna señal del rubio idiota. Respiró. ¿Ganaba algo impacientándose? Decidió retirarse con dignidad.

—¡Espera, Kyōya! –lo escuchó gritar aún con la lluvia entre ellos, pero continuó ecuánime caminando bajo el paraguas–¡¡Kyōya!! –le alcanzó, tomándole por el hombro.

La mano de Dino escurría, Hibari reprimió la sarta de groserías que apenas había aprendido escuchando a los arco iris y le frunció el ceño.

—¡Lo siento!

—Cállate, inútil. –siguiendo con el peregrinar notó que Cavallone se disponía a su lado, todavía dejando que la lluvia le diera de lleno. Suspiró. Cerró el paraguas y detuvo su paso.

—No es necesario que los dos terminemos hecho sopa –quiso de inmediato volver a protegerlo del agua, pero Hibari mantenía un porte incluso estando desaliñado, además de que, en silencio, Dino apreció el gesto y rápido lo acorraló –. Lamento llegar tarde, fueron cinco minutos lejos de ti y eso no se lo perdonaré a Romario.

—Tonto –dejó que un amago de sonrisa iluminara su rostro. Dino le tomó la mano y caminaron hasta que el agua se convirtió en su segunda piel.

Notas finales:

Los comentarios es combustible que no daña al medio ambiente. Apoyemos el desarrollo sustentable. (?)


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