Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Hombres de Hierro por tomboyscoutt

[Reviews - 4]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del fanfic:

fanfiction Harry/Eggsy

La historia sigue el canon de la película con breves intrusiones extraídas del cómic(para quien no lo haya leído, el magnífico, lo recomiendo). Introduciré las variaciones necesarias para que esos dos puedan estar juntos en la historia, o para que se pueda ver cómo lo estuvieron(seamos sinceros, la peli huele a subtext que tira p'atrás ;p)

Ningún personaje me pertenece(más quisiera yo...*sniff*) 

Notas del capitulo:

¡¡¡Buenasssss mis niñosssss!!! Así es cómo Eggsy en realidad se sentía mientras se preparaba en Kingsman. Este capítulo está narrado en primera persona, pero el resto ya vuelve a narrador omnisciente.

Como siempre me pasaba cuando me despertaba por la mañana, me gusta quedarme en la cama un poco más. La mayoría de las veces sin más, haciendo el vago o fingiendo estar malo para evitar a toda costa ir al colegio. Ahora me gustaba más la cama en la que me había despertado por ser enorme y que me permitía estirarme, y por el olor, un delicioso olor a detergente mezclado con los efluvios de la noche que creaba un nido acogedor. Me hundí en las almohadas de aquella cama tan ajena que ya era tan familiar. Me encantaba el tacto de las delicadas sábanas contra mi piel, que sabían envolverme perfectamente sin agobiarme de calor. Estaba en gayumbos, como habitualmente me levantaba desde siempre, y ahora desde hace un par de días,en casa de Harry, por mucho que a él le molestase que me pasease por su casa con esas pintas. Argumentaba que le hacía muy difícil concentrarse en trabajar, y por consiguiente yo lo seguía haciendo encantado.
Me estiré como una estrella de mar para intentar abarcar todo el cuadrado que era la cama, pero llegué a tocar los extremos sin encontrar ningún otro cuerpo, ni cálido ni frío. Casi lógico, más bien, pensé, porque Harry ya estaba en pie nada más daban las seis de la madrugada, y sin embargo ya me habían de haber dado como las diez y yo seguía con el culo pegado a las sábanas. Es otra de las cosas que me decía Harry que me gustaban: que quedarme a dormir con él le pasaría factura a mi disciplina como Kingsman pero que ya se encargaría él de que eso no sucediese. Traducido en mi cabeza, eso sonaba muy tiernamente a que él no quería que me fuese a otro sitio.
Me abracé medio en bolas como estaba a su almohada, que aún conservaba algo de calor y olor, y me tumbé encima como si fuera un ser humano. Me recorrió el cosquilleo ese de quien se acaba de levantar de un entorno templado y se le llena de repente el cuerpo con un suave refresquillo. Me hacían falta sus brazos para volver a estar completamente a gusto, y apoyarme en la mejor almohada del mundo que era el valle fluvial de su pecho, acunado por el compás de su respiración. Me volví a imaginar que hundía la cara en aquella madriguera de protección, mientras me apretaba contra el involuntariamente en sueños. Pasados unos minutos, gracias a mi estado de modorra ni siquiera sé cuántos, me cansé de mi letargo de no hacer nada y me dispuse a levantarme y empezar bien el día. Tal y como iba, descorrí las cortinas- Harry las había dejado cerradas para que no me despertara, me apetece creer- y contemplé Londres, frío y brumoso. Busqué los pantalones que había llevado el día anterior y cuya suerte después de quitármelos anoche- el autor de tal acto era un misterio entre los dos implicados-, pero al no encontrarlos ni colgando de un mueble me cogí una de las camisas blancas inmaculadas del armario de Harry. Sabía que con eso me la estaba jugando un montón, pues conocía de sobra cómo se pondría mi mentor si utilizaba sus prendas de trabajo como bata, pero era cómoda y olía a limpio, así que aposté esa carta con mucho gusto. Me bajé a la cocina sin esperar ver a nadie y aproveché para vaciar bien nevera y despensa de todo lo que me apetecía y que nunca podía consumir por culpa del entrenamiento de espías pero que sospechosamente siempre tenía en casa: milkybars, snickers, pop tarts, batido de chocolate y vainilla, coca-cola de cereza, nubes de azúcar, helado, donuts, pringles y fingers de queso. Me hice una buena macedonia de todo aquello y me lo llevé al salón. Pareciera que estaba aprovechando que Harry no estaba para hacer todo lo que me apetecía. Cuál fue mi sorpresa al llegar la sala de estar y ver al dueño de todo aquello sentado en su sillon habitual leyendo el TIMES como si nada, enfundado en un traje gris impecable en lugar del batín rojo(feísimo) con el que lo solía ver cuando estabamos en casa los escasos días de permiso. Me quedé como una estatua e el marco de la puerta, si bien pensandolo con frialdad, aquella era su casa,y en tal caso el intruso era yo. Bajó los papelees del periodico y me miró, creo que sin sorprenderse, y sin cambiar su ferrea expresión habló:
-Ya verás como se te ocurra mancharme esa camisa comiendo esas porquerías.
Y cómo no, yo me reí. Y él también. Siempre se ha dicho que las sonrisas más difíciles de ver eran las más brillantes, y no ha faltado un gramo de razón. Quiero pensar que soy del escaso círculo de personas que ha visto una sonrisa verdadera del agente Galahad. Me senté en el brazo del sillón y desayunamos juntos, bueno, él ya por segunda vez. Teníamos un rollo raro, él y yo: al llegar al centro de entrenamientos, interpretábamos ejemplarmente nuestros papeles de maestro y alumno, sin tampoco necesidad de sobreactuar y excedernos en aparentar distancia y rigidez, pues todos nuestros compañeros sabían la afinidad que había entre nosotros, cómo yo era el protegido de Harry. De hecho, me había sentido así de bien, así de cuidado desde la primera vez que respondió por mí en el pub de la manera en que lo hizo, reventándoles los dientes a los cabrones de los chicos de Dean. Apenas media hora después de haberme conocido, saliendo de una comisaría, nada más deshonroso, se había hecho dueño del primer y mayor gesto de lealtad que yo había percibido nunca hacia mi persona. Me quedé mirándolo como un enano mientras repartía hostias como panes a esos desgraciados. Me marché a casa con una sensación rara, y ya para cuando llegué y Dean me estaba esperando cuchillo en mano, terminé de no entender absolutamente nada y menos mal que él intervino a tiempo gracias a ese micrófono raro que me puso en el hombro, o no sé qué le habría hecho el carcamal de mi padrastro a mi madre y a mí. Cuando me largué de allí echando leches me sentí un poco culpable de dejar a mi madre sola con esa bestia, pero tenía que aclarar qué mierda era aquello. No comprendí al principio lo de la sastrería, y lo del espejo, reconozco que me pareció un poco una ‘sobrada’-luego Harry admitió que había resultado un poco ‘pretencioso’-, pero ya la guinda del pastel fue el ascensor. Yo no paraba de movermke y removerme buscando la camara oculta y él allí tan tranquilo, como diciendo ‘esto lo hago yo todos los días con tres o cuatro despues del café’.
Me alegré mucho de conocer a Roxy, y enseguida conectamos. Charlie, otro imbécil pero con pasta, le encantaba reírse de mí avergonzándome delante de Roxy, diciendo que me gustaba y que quería hacer bebés con ella. No tenía ni puñetera idea. A veces ella y yo bromeábamos sobre el asunto, aunque Roxy me confesó una vez que ella ya estaba enamorada de alguien; el sujeto, no quiso soltarlo. Yo le respondí afirmando lo mismo, aunque no tenía ni idea, solo queria quedar bien, pero no delante de Roxy, no hacía falta, a ella no la engañaba.
Tras la primera prueba de convertir el dormitorio en una piscina olímpica, que por supuesto terminamos limpiando nosotros, incluida la parte de los cristales, que me tocó a mí cómo no, ya me termine de creer por fin que aquello no iba a ser unas vacaciones. En realidad me lo pasé bastante bien entrenando, y consiguiendo buenos resultados. Confieso que eso me motivaba bastante día a día. Hacía varios años que no encontraba la satisfacción de un trabajo finalizado. En Kingsman, empeze a sentir mejor, a pensar que mi vida sí valía algo. Levantarse a las seis de la mañana valía todas las penas del mundo si era por estar en Kingsman. Cuando me enteré del accidente de Harry, el alma me abandonó el cuerpo. Nada más nos lo comunicó Percival, salí medio disparado hasta la enfermería para verle, no me importaba que me detuviera un guardia o quien fuera, tenía que saber qué le había pasado. N ada más llegar me encontré a Merlín y a Arthur, quienes me tranquilizaron al comunicarme que Harry había llegado allí hacía poco tiempo y que no tenía lesiones cerebrales. No obstante, me devolvieron a la Tierra cuando Merlín dijo con pesar que no sabía cuando su compañero iba a despertar.
-hemos de tener paciencia.Ahora no te preocupes por el , Eggsy. Entrena, trabaja duro, pasa las pruebas, haz que se sienta orgulloso de ti.
-Así lo haré, Merlin- respondía tragándome el nudo que tenía en la garganta. Ahora mis motivaciones se habían acrecentado exponencialmente.
Antes de irme, me incline sobre la cama en la que Harry estaba inconsciente y le di un beso en la mejilla, sin importarme lo que pudiera pensar su compañero, por cuya ausencia de sorpresa en la expresión de su cara me quiso parecer que no lo encontraba raro. Un punto a mí favor al menos, pensé. Salí de allí bien recto, sin echar la vista atrás, y durante los meses siguientes me volqué de lleno en los entrenamientos. Educar a J.B. fue tarea más dura de lo que había supuesto, y como resultó, a su pesar, ser un perro bastante listo, no quise ni imaginar lo que fue para mi madre educar y criar a un niñato rebelde y descentrado como fui yo toda mi vida, y me prometí que cuidaría mucho más y mejor de ella cuando volviese a casa.
Tras el susto del agua que se llevó la vida de mi compañera Amelia, el resto de pruebas fueron igual de duras pero mucho más fluidas, por así decirlo; el espíritu de los Kingsman parecía ir calando paulatinamente en mi ser. Cuando no era un examen escrito sobre la decodificación encubierta de una base de datos eran prácticas de tiro al blanco o técnicas de camuflaje.A medida que otros candidatos a ser Lancelot iban siendo descartados y enviados a casa me hacía más consciente de lo que allí está pasando, pero lejos de asustarme, me motivaba, me hacía más chulo, me sentía más cómodo en el traje pero también mucho más consciente de la responsabilidad que suponía usar algo como aquello, ya fueran pistolas, fusiles, localizadores… todo para culminar en la prueba del paracaídas. Creo que en la vida pasé más miedo que en el momento en el que vi cómo el paracaídas de Roxy se abría por encima de ella y yo solo podía abrazarme a ella con todas mis fuerzas para no morir antes de llegar al suelo. Tras el infarto previo, me encendí. Me encendí con Merlín por ser plenamente consciente de que era yo el que iba sin seguridad, y le reproché que me considerara “algo prescindible”, frente a lo cual, me enseñó una lección que me alegró extrañamente; era de las primeras veces que de una experiencia por completo negativa de verdad veía que estaba aprendiendo algo.
La verdadera montaña rusa de emociones vino antes de aquello, con la mejor noticia que había recibido (y esperado) durante semanas: Harry estaba despierto. Ni que decir que en cuanto me enteré casi esprinté hasta la habitación, tal y como estaba, con el uniforme de entrenamiento y con J.B. de la correa. Me alisté un poco antes de entrar, para no llegar resoplando y con la cara color lombarda. Entré sin llamar a propósito y me planté ante Harry, quien llevaba su batín rojo horrible pero volvía a tener el aspecto limpio, cuidado y afeitado que había acostumbrado a enseñar.
-Un caballero siempre llama antes de entrar-me dijo sin siquiera darse la vuelta.
-Solo llamó a la puerta de las casas en las que robe- le contesté con la mism hermeticidad, pero cuando por fin se giró y me miró a la cara, no pude ni quise contenerme más y me tiré a abrazarle. Le rodeé abarcando su ancho torso completamente con mis brazos, y hundiendo la cara en su cuello. Al segundo de estrecharlo ya me estaba arrepintiendo; pensé que me iba a apartar, o peor, a quedarse indiferente, pero en lugar de eso y para mi contento, me apretó también contra él y me acarició el pelo. Eso me hizo sonreír y pegarme más a él, hasta llegar al punto de alzarme sobre las puntas para compensar la desigualdad de alturas.
-Me alegro mucho de que estés aquí otra vez, Harry-casi fue un susurro.
-Y yo de que te alegre, aunque no necesitas preocuparte por mí, Eggsy. Pero gracias.
Nos separamos casi de inmediato, aunque dejé un segundo las manos apoyadas sobre su pecho antesw de volver a la distancia decente y respetable que se esperaría entre un alumno y su maestro.
-Has hecho progresos increíbles, Eggsy, estás entre los seis últimos aspirantes. Tus resultados son incluso mejores que de lo esperaba. Enhorabuena.
Por supuesto, le di las gracias, pero en lo único en lo que pensaba era en esforzarme para que no se me notara el sonrojo y no sonreír desmedidamente, aunque no me controlé en absoluto por dentro.
Con la llegada de Merlín instantes después, las cosas ya se enfriaron por completo. Me dejaron quedarme (bueno, Harry me dejó) mientras hablaban. El tema principal fue la investigación que estaban realizando sobre Richmond Valentine, al que yo creía un tío bestial, lo cual, mencionado en voz alta me granjeó un par de miradas bastante autoexplanatorias.
-¿Qué?-pregunté como un idiota
-Creemos que Valentine, por su historial de búsquedas en la red, puede estar altamente relacionado con el secuestro de los famosos-continuó Merlín-. Sin embargo, carecemos de información suficiente para confirmar que esté realmente detrás de esto. No obstante…
Harry le arrebató la tableta de las manos y amplió una imagen. En la nuca de la bella asistente de Valentine había una cicatriz idéntica a la del profesor que indirectamente dejó a Harry en coma.
-Me parece que tendré que conocer al señor Richmond más a fondo.
-Da una cena en su casa la próxima semana-sigueron hablando los dos como si yo no estuviera.
-Bien, pues haz que mi alter ego sea alguien digno de ser secuestrado.
Esto último llamó mi curiosidad pero también mi temor. ¿Ahora que Harry acababa de recuperarse iban a mandarlo a otra misión que pusiese en peligro casi con seguridad su integridad física o incluso su vida? No pude sacármelo de la cabeza en dos días. En un momento dado, justo antes de su partida tuve que ir a verle. Sin pensar en lo que iba a hacer, le esperé en el garaje. Cuando por fin llegó, puntual como un reloj de estación, yo diría que no se sorprendió al verme, pero tal vez sí lo que hice a continuación. No me lo pensé dos veces, como era habitual, y me colgué de su cuello. Del impacto, o tal vez la impresión, vaciló con dar un paso hacia atrás, pero se mantuvo firme, casi rígido.
-Ten mucho cuidado,¿vale?-no iba a sollozar, no iba a sollozar-.Y vuelve de una puñetera pieza.
Como la otra vez, creo que mi acción le enterneció, lo cual no estoy seguro de apreciar. Sin embargo, no pude sino derretirme cuando me acarició de nuevo el pelo y me rodeó la espalda con un brazo. Nos quedamos así más rato que la vez anterior, sin interrupciones indeseadas. Cuando nos separamos teníamos sin querer las manos en el cuello del otro, con el índice trazaba círculos invisibles en mi barbilla. No podía parar de mirarlo a los ojos, que en principio no tenían nada de especial, completamente visibles a través de esas gafas falsas, pero ahora eran como un imán para mi cara.
-Te iba a decir que te ocuparas de tus entrenamientos y tus clases, pero esto merece demasiado.
Se inclinó para besarme en la mejilla, casi paternal, igual que había hecho yo durante su inconsciencia, y con la misma dulzura me besó en los labios, a modo de despedida de película. Pero yo le rodeé la cintura con los brazos y me puse de puntillas, para alargar esa despedida tanto como él me dejara. Y en este caso, la película resultó una co-producción.

Notas finales:

Molto grache por leer(y comentar, per favore), me hace molto feliche. Aviso: amenazo con seguir.


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).