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El sonido de la cascada por OlivierCash

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Notas del fanfic:

Buenas, la verdad es que esta pareja fue durante bastante una de mis OTPs de Saint Seiya, pero cuando descubrí el Manigoldo/Shion, acabó en un segundo plano. Pero me dije, voy a hacer un fanfic de ellos, por los viejos tiempos y aquí estoy. Este fic lo tengo prácticamente acabado. Por lo que voy a subir un capitulo cada lunes, son cinco en total, por lo que él ultimo capítulo lo subiré el 10 de agosto. Sin más, espero que os guste :)

 

Antes que nada recordar que la obra original fue escrita y dibujada por Masami Kurumada y el Lost Canvas por Shiori Teshirogi

 

Veía el techo de cabaña como una mancha difusa que parecía estar mucho más lejos de lo que realmente estaba. Parpadeó, buscando acostumbrar su vista a la suave luz del amanecer que se colaba entre las cortinas como el agua se cuela entre tus dedos cuando la coges entre las manos.

 

Volvió a parpadear. Notó como poco a poco, todo comenzaba a estar mucho más nítido, ya podía distinguir a la perfección las maderas del techo de su cabaña. En ese momento comenzó a intentar recordar como había llegado hasta ahí y se dio cuenta de que no tenía ni la más remota idea.

 

Abrió los ojos por la sorpresa e intentó incorporarse con con cierta brusquedad, pero en mitad de ese acto, sintió como el dolor lo invadía hasta él último átomo de su cuerpo. Lo que provocó que se dejara caer sobre su cama de nuevo.

 

Al haberse levantado un poco, había movido las sábanas que le habían estado cubriendo y parte de su cuerpo, se encontraba al descubierto. Por lo que pudo ver como todo su cuerpo estaba cubierto por vendajes, limpios y cuidados. Y que solo llevaba puesta su ropa interior.

 

Su cama estaba pegada a la pared y su cabaña era pequeña, tendría que ver a la persona que le había ayudado por ahí si o si.

 

— Bebe— dijo una voz a su lado.

 

Se sobresaltó un poco y sus heridas volvieron a dolerle. Abrió la boca para hablar, sin embargo la tenía tan seca que no podía articular palabras. Sintió una suave mano en la nuca que lo incorporaba un poco para ayudarle a beber. Hasta ese momento no se había dado cuenta de la sed que tenía. El agua le llegó como un regalo del cielo. Una vez se la bebió toda, la persona que estaba junto a él dejó su cabeza apoyada sobre la cama y apartó la mano para luego cubrirlo de nuevo con la sabana y finalmente, marcharse, casi como si nunca hubiera estado ahí y todo hubiera sido una alucinación.

 

Se volvió a quedar mirando el techo sin mucho interés. Escuchaba los pasos de su acompañan ir de un lado a otro. Ladeó un poco cabeza, quería ver a esa persona desconocida, aunque fuera solo un poco.

 

Tras un rato pudo ver a su acompañante, era una chica delgada y algo más baja que él. Debía de tener su edad o a lo mejor un poco menos, era un poco aniñada todavía. Su cabello era corto y de un rubio brillante y sus ojos de un marrón almendra. Pero había unos aspectos que le llamaron la atención en ella, vestía unas ropas extrañas, nunca había visto ese tipo de ropas por esa zona, las ropas eran muy abrigadas, parecían propias de un lugar muy frio. Llevaba una larga estola verde en el cuello, que se atada a la cintura. Y luego estaba su falta de cejas, en su lugar había unos puntos en la frente de un extraño morado grisáceo. Si hubiera tenido que describirla con una palabra, habría sido “exótica”.

 

De nuevo, giró su cabeza para volver a mirar al techo. Escuchando otra vez a la niña moviéndose. Se sentía en como si flotara, pero las heridas le recordaban que no era así o más bien, el dolor que estas le provocaban.

 

Comenzó a darle vueltas y a recordar lo que había pasado. Poco a poco los recuerdos de lo que había sucedido fueron apareciendo en su cabeza. Unos aldeanos habían acudido a su cabaña para pedirle ayuda, unas personas con armaduras oscuras estaban atacando su aldea. Él no dudo en ir en su ayuda. A partir de ahí sus recuerdos se volvían mucho más difusos, recordaba haber acabado con varios de esos hombres, recordaba que era la primera vez que luchaba con su armadura en serio y que la adrenalina había corrido por sus venas en esos momentos. Y de repente, todo se había quedado oscuro.

 

Los pasos de la extraña chica le hizo salir de sus pensamientos. Volvió a mirarle y se preguntó seriamente si esa chica estaba con ellos. Pero no podía ser, si estuviera con ellos, ya lo habría matado. Entonces. ¿Acaso esa chica lo había salvado?

 

— Tú— la llamó, con la voz entrecortada.

 

La chica lo escuchó y caminó hacia donde él se encontraba tumbado. Se quedó de pie, junto a la cama,e sperando a que continuara hablando.

 

— ¿Eres parte de ellos?— preguntó, yendo directo al grano— ¿De los hombres con armadura negra?

 

— No— contestó rotundamente, su voz era suave, aunque un poco más grave de lo que se había imaginado— De lo contrario habría sido una estupidez por mi parte salvarte.

 

— ¿Tú me salvaste?— preguntó incrédulo.

 

A simple vista, esa chica le parecía un poco frágil. Su manos eran suaves y ella era un tanto delgada, no le parecía una persona capaz de enfrentarse a los de las armaduras oscuras. Pero a ella ese comentario no pareció hacerle ninguna gracia, lo miró un poco mal por encima del hombro y se marchó sin decirle nada.

 

Iba a pedirle perdón por si la había ofendido,pero esta volvió con varias vengas,un ungüento,agua y una toalla para limpiarlo. Así que al imaginarse que esa chica lo iba a tocar,se sintió bastante avergonzado y esto se vio reflejado en sus enrojecidas mejillas. Su cerebro no ayudó mucho cuando se encargó de recordarle que esa chica había sido quien le había quitado la armadura y la ropa en un principio. Ese pensamiento provocó que se pusiera todavía más rojo si cabe.

 

— ¿Te encuentras mal?— preguntó la chica extrañada.

 

Él solo negó con todas sus fuerzas. La chica se encogió de hombros y tomó una banqueta para sentarse a su lado. Quitó las sábanas que lo cubrían y comenzó a retirar algunas vendas, para quitárselas ,luego limpiar las heridas con calma y a conciencia, para finalmente volver a vendarle. La verdad es que sus manos eran muy suaves y su tacto se hacía agradable. También se notaba que sabía muy bien lo que estaba haciendo, por lo que no le hizo mucho daño. Ella comenzó a ir poco a poco a cambiarle las vendas, por lo que mientras ella estaba con eso, Dohko decidió que sería buena idea hablarle.

 

— Perdón si te he ofendido con lo de antes— al fin se había armado de valor— Es solo, que no me pareces alguien que sea capaz de enfrentarse a esos hombres.

 

— No te preocupes— aseguró la chica y él notó que lo decía con sinceridad.

 

— ¿Cuanto he estado...?— preguntó, se imaginaba que no habría sido demasiado tiempo.

 

— Una semana.

 

Eso le sorprendió y mucho. No podía ser que hubiera estado una semana inconsciente, no podía aceptarlo, no podía haber una semana inconsciente. Pero si lo pensaba con claridad, sus heridas parecían ser graves y dentro de lo que cabe, se podía apreciar que estaban cicatrizando. Tomó aire e intentó calmarse, intentó usar la razón.

 

— ¿Has estado cuidándome todo este tiempo?— preguntó desviando la mirada hacia la pared, se sintió muy avergonzado.

 

— Si, fui yo quien te salvó de los Espectros— respondió ella sin parar de curar las heridas de Dohko.

 

— Gracias— murmuró muy bajito y con vergüenza— ¿Por qué?

 

— El Patriarca me ordenó que viniera a por el Caballero de Libra.

 

Cierto, él era el Caballero de Libra y pertenecía a la Orden de los Caballeros de Atenea. Y no era un caballero cualquiera, su armadura era la armadura Dorada de Libra, solo doce personas eran capaz de pertenecer a esa élite. Y él lo había conseguido. Pero a decir verdad, apenas conocía nada sobre el Santuario, solo lo básico.

 

Cuando la chica mencionó a los Espectros, recordó haber oído hablar de ellos, servían a Hades, el enemigo de Atenea ,pero ni siquiera había sido capaz de reconocerlos a la primera,lo que provocó que se sintiera como un autentico estúpido.

 

Y en ese momento, había una chica que había ido a buscarlo, había ido a buscar al caballero de Libra y se había encontrado con un niño al que había tenido que salvar, sin duda habría sido una decepción para ella.

 

— Lo siento— volvió a disculparse.

 

— ¿Por qué?— preguntó extrañada.

 

— Supongo que esperabas encontrarte con un caballero fuerte y valeroso— respondió ,con una sonrisa— Pero te has encontrado con un niño al que has tenido que salvar, realmente lo siento.

 

La chica le miró de una manera muy tierna y con cierta compasión. Nunca se habría imaginado que unos simples y comunes ojos marrones, podrían ser tan hermosos y maravillosos. La chica no parecía decepcionada y por alguna razón, eso le animo un poco.

 

— La primera vez que te enfrentas en verdad a alguien, no tienes porque vencerlo— dijo— Suele costar mucho y bueno, ya libraras las suficientes batallas como salir victorioso de estas y hacerte más fuerte— animó.

 

Sus palabras le sentaron bien, por alguna razón esa chica lo tranquilizaba. A lo mejor era porque desde que su maestro se fue, se había sentido muy solo y ahora buscaba aferrarse a cualquier persona con la que se cruzara. Él le sonrió a la chica y esta le sonrió a él, aunque fue más comedida que él.

 

—Todavía no se tu nombre— dijo él— Mi nombre es Dohko— se presentó.

 

— Yo soy Shion.

 

— Es un nombre muy extraño para una chica, pero es bonito.

 

De repente, vio como la sonrisa de Shion se esfumó y sintió como las vendas que le estaba colocando, comenzaron a apretarle mucho. No comprendió porqué, a lo mejor se había molestado por el piropo o algo así, no había sido su intención molestarla.

 

— ¿Qué...qué he dicho?— preguntó con la voz entrecortada por el dolor que le causaba que las vendas estuvieran tan apretadas.

 

— Soy un chico— fue la concisa respuesta de Shion.

 

Y por la mirada de pocos amigos que le dedicó este. Dohko se dio cuenta de que había metido la pata hasta el fondo. La cara que le puso Shion no fue precisamente de cariño y amistad, sino más bien de: “te voy a lanzar por la cascada”

 

—Perdón...—se disculpó muy apurado—En serio, lo siento, pero es que te vi tan delgado y con rasgos tan suaves, que pensé que eras una chica...una chica bastante guapa—eso último lo murmuró velozmente.

 

Cuando notó como las vendas volvían a apretarle, se dio cuenta de que no lo había arreglado, solo había conseguido empeorarlo. Shion acabó de vendarle en total silencio, para luego marcharse a hacer quién sabe qué. Dohko volvió a quedarse tumbado en la cama, sin nada más interesante que hacer que mirar el techo. Su cuerpo le dolía, las heridas que había recibido de los Espectros habían sido graves, apretó el puño con frustración, se sintió como un inútil. Él debía estar ayudando a la gente, no tumbado en una cama sin nada que hacer.

 

Lo que pareció ser la mañana pasó muy lentamente para Dohko, quien ya no sabía que hacer para entretenerse. Había intentado hablar con Shion, pero continuaba enfadado y no le respondió a nada.

Conforme pasaban las horas, notó como el olor a arroz invadía la cabaña, Shion estaba cocinando. Sus tripas rugieron lo suficiente como para que hasta Shion lo escuchara y Dohko se avergonzara por ello. Pero ninguno dijo nada.

 

La comida no tardó en estar lista y Shion la dividió en dos boles, uno para si mismo y el otro para Dohko. Se acercó a Dohko para darle de comer, pero antes de que lo hiciera mucho ,entró alguien de golpe en la cabaña.

 

En un principio, Dohko se alarmó por si los estaban atacando. Pero al ver a la niña de pelo negro, con las mejillas rojas por el cansancio de correr hacía ese lugar, se le fueron las intenciones de atacar. No tendría más de nueve años y era algo bajita. La niña respiraba fuertemente, remarcando el cansancio que tenía por haber ido hasta ahí. La niña miró fijamente a Shion. Dohko pudo reconocerla, la había visto por la zona.

 

—Kumiko—dijo Shion sorprendido de verla ahí.

 

—Están...están atacando la aldea—avisó la niña con la voz entrecortada—¡Han vuelto!

 

El rubio asintió a esas palabras y se acercó a la niña, le removió un poco el cabello con cierto cariño y le dio el cuenco de comida de Dohko.

 

—Comed mientras me encargo de esto—dijo Shion. Esa fue su despedida.

 

Kumiko asintió con decisión y Shion se marchó definitivamente. La niña miró a Dohko y fue hacía él con el cuenco de comida y unos palillos que le extendió. Dohko se incorporó un poco para cogerlos, le dolía horrores, pero le habría dolido más que esa niña tuviera que darle de comer. La niña obedeció a Shion y fue a por el otro bol. Se sentó frente a Dohko para hacerle compañía y que no comiera solo.

 

—Al fin has despertado—comentó Kumiko.

 

Dohko solo asintió, tenía demasiadas preguntas que hacer y a lo mejor esa niña podía responderle unas cuantas.

 

—¿Has venido mucho por aquí?

 

—Si, los Espectros están atacando a mi aldea y a las aldeas vecinas—contó la niña un poco cabizbaja, mirando la comida con pena—Pero me enteré que había alguien que podía defendernos, por eso vine hasta aquí—dijo sin mucho animo—Y el señor Shion me dijo que siempre que los Espectros atacaran a cualquiera de las aldeas, fuera a avisarle, que él se encargaría de todo.

 

Así que Shion había estado protegiendo a la gente que le tocaba a él proteger. Agarró las sabanas con fuerza y miró a la comida casi con desprecio. Él tenía que ser el que protegiera a esa gente, no Shion.

 

—No pareces muy contenta, aunque Shion os este protegiendo.

 

—Es que...—apretó el bol de comida,estaba temblorosa—Me dijo que se iría pronto, que no estaría mucho tiempo—miró directamente a Dohko con los ojos brillantes, a puntos de llorar—Pero si él se va , nos quedaremos sin protección.

 

Él no iba a permitir que eso pasaba, le daba igual lo que ocurría o si Shion se marchaba, pero él no abandonaría a esas personas.

 

—No te preocupes—dijo Dohko con total seguridad—Me encargaré de que no os pase nada.

 

Kumiko le miró con una sonrisa radiante, ella estaba confiando en él y Dohko se dio cuenta de que debería cumplir esa promesa, aunque no supiera muy bien como. Tras eso, comieron con tranquilidad. Shion tardo poco más de una hora en regresas, Dohko lo notó cansado, pero no dijo nada al respecto. Kumiko se fue a su casa.

 

Shion desapareció durante un rato. Cuando volvió, tenía el cabello mojado, se había limpiado. Dohko lo miraba desde su cama observando todo lo que hacía. Dio vueltas por la casa y aunque Dohko no le echaba ojo, no pudo deducir bien que parecía estar buscando. Tras un rato dando vueltas, Shion se quedó sentado en la banqueta que había dejado junto a la cama de Dohko.

 

—Kumiko me ha dicho que te iras pronto—dijo Dohko, esperaba que esa vez Shion le respondiera.

 

—Tendremos que partir hacía el Santuario cuando te recuperes—contestó Shion como si fuera lo más obvio y lógico del mundo.

 

Pero Dohko no estaba dispuesto, no pensaba irse y dejar a esa gente desprotegida, no tenía la sangre lo suficiente fría como para hacerlo. Le había hecho una promesa a esa niña e iba a cumplirla, iba proteger a los aldeanos.

 

—Tú volverás al Santuario, yo no pienso irme de aquí—dijo Dohko mirando a Shion directamente a los ojos.

 

Shion pareció quedarse unos momentos sin aire, pero su cara impasible no tardó mucho en volver y no tuvo ningún problema en encarar a Dohko.

 

—Eres un Caballero de Atenea y debes ir al Santuario a tomar el lugar que te corresponde—dijo Shion con solemnidad.

 

Era una pena que Dohko fuera un cabezota que no pensaba dar la mano a torcer tan fácilmente. Se intentó incorporar, sin embargo, la firme mano de Shion se lo impidió, si le dejaba, solo se haría más daño.

 

—¿Por eso me has estado curando?—preguntó Dohko enfadado—¿Para poder irte cuanto antes de este sitio?—insistió, quería agarrarlo de la ropa y extendió la mano para hacerlo, pero no llegó hasta Shion y su mano cayó sobre la cama—¿Para abandonar a la gente que vive aquí a su suerte?—su voz temblaba de la frustración y por el extraño dolor que sentía en su pecho.

 

Hacía tanto que estaba solo, desde que su maestro se fue se sentía tan solo. Y de repente, un día había despertado con alguien a su lado, alguien que le había estado cuidando durante unos días sin razón aparente. Alguien que pertenecía al Santuario del que tan poco sabía y tantas veces había oído mencionado. Había sido un estúpido al creer que ese chico que no conocía de nada, lo había ayudado porque había visto algo en él. Había sido un autentico idiota y sin embargo, se sentía tan decepcionado.

 

Se sintió aun peor cuando Shion lo miró por encima del hombro y asintió a esas palabras con una extraña frialdad. Dohko recordó unos dibujos que había visto de unas estatuas griegas. En ellas se veían a jóvenes con una notable belleza y una increíble frialdad. En ese momento,Shion le recordó a esas estatuas. No podía ni quería creer que Shion sería una persona capaz de abandonar a unos pobres aldeanos a su suerte. Pero, sobre todo, se sintió un ingenuo por haberse aferrado a alguien que había conocido esa mañana y aun más cuando casi no se había hablado. Se había querido aferrar a él para no sentirse solo.

 

El rubio se levantó sin decir nada y dejo solo, otra vez, a Dohko en la cabaña. Dohko quería gritar, quería levantarse y correr, hacer algo, lo que fuera. Pero no podía, todo le dolía demasiado. Por ello decidió cerrar los ojos y dejarse arrastrar al tranquilo e indoloro mundo de los sueños.


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