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Ángeles y demonios por waka-yukari

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Notas del fanfic:

Sé que idea parece estúpida pero les prometo una buena historia :) 

Existen ángeles y demonios. En cantidades iguales y por cada jerarquía de seres divinos existe cada jerarquía de demonios por igual. Desde hace miles de años cada ser perteneciente a cualquier bando sabía por instinto que ese era su lugar. Muchos ángeles cayeron, desertaron y no todos fueron castigados a estar toda la eternidad en el infierno, podían ser otros entes deambulando por la Tierra en diferentes dimensiones o composiciones. Vagando eternamente sin razón alguna para vivir, con una vida monótona, con mucho poder y placeres. Condenados a ver a los que aman morir por el paso de los años o por la mano del propio destino.  




Y en el cielo, muchos otros fueron puestos en diferentes puestos para cuidar de la Tierra y de los seres humanos. Habiendo especialmente un ángel muy querido por todos: el ángel de la guarda. Cuidador de los humanos desde antes de su concepción hasta el día de su muerte, protector y portador de bendiciones.  




******************** 




No era un trabajo tan difícil o ¿si? Solo tenía que cuidar a su humana por unos, aproximadamente 80 años si su vida era normal, sana, pacífica pero el ángel médium sabía que Charles no tendría el trabajo fácil, nada fácil por que apenas a los seis años su humana odiaba la vida y sabía lo que era el mundo. Era una niña que por nombre llevaba Reaven, abandonada en un orfanato por una mutación en su cuerpo a los seis años, al año de  vivir había escapado para así comenzar a  vivir en la calle y empezar la serie de eventos desafortunados.  Corría el año 1850.  




-Dios, Charles, los ángeles no dormimos solo entramos en un letargo de unos minutos que son horas para descansar pero al parecer tú llevas años sin hacerlo- el ángel de cabello castaño claro lo miro de reojo sin perder de vista su oráculo con un par de círculos negros debajo de sus ojos azules  como el  cielo. Hank se asusto por la apariencia de su amigo y retrocedió.  




-No puedo, desde hace 10 años que Reaven  tiene mi alma colgando de un hilo, vive en las calles de los barrios bajos de Londres…¿sabes que es eso? El mal la rodea día y noche y yo simplemente no puedo dormir…no puedo dejar de cuidarla, es muy madura y dura pero es tan frágil. Es como una hermana pequeña para mi- Hank negó con la cabeza, le había recordado cada vez que eso no estaba permitido “encariñarse” con el humano que te tocaba cuidar.  




- ¿Dónde está ahora?- se acerco a la fuente que servía de espejo a la vida de la joven y la  vio dormida. Se había vuelto muy bonita, ya casi era una mujer, un par de años más pero eso traería más problemas ya que significaba la entrada a otro mundo mas peligroso y lleno de  consecuencias- Ve a dormir Charles…la cuidaré- el castaño lo dudo pero sabía que esa tarde Raeven estaba protegida y ambos necesitaban ese sueño reparador. 




Reaven también  tenia noches de desvelo por  cuidar su integridad y su persona de todos los hombres de la ciudad y de mujeres por igual. Odiaba los albergues, los trataban como la mierda de la sociedad sin saber  el trasfondo de lo que los orillaba a vagar por el mundo muriendo de hambre y frío, dependiendo de la basura de los demás y de la caridad o bondad de un corazón. Había logrado colarse a la biblioteca pública, el joven de la recepción era de esos corazones bondadosos “enamorados” de la chica y hacia lo posible por dejarla dormir bajo un techo en una de la últimas secciones restringidas y olvidadas por los lectores del recinto . Jimmy la vigilaba hasta que su turno terminara a las 8 p.m. y de ahí en delante todo dependía de ella, a veces le llevaba algo de comer o de ropa que su hermana mayor ya no ocupaba pero no siempre, ya que la situación de su familia tampoco era nada fácil.  




Charles descansaría los minutos (horas) suficientes antes de que Raeven tuviera que ser “corrida“ sutilmente aunque la verdad no lo hacía de buena gana pero llevar tantos años sin dormir le pesaban ya; confiaba en el cuidado de Hank pero simplemente no podía quitar los ojos de encima unos segundos por que la vida de la chica estaba en constante peligro.  




Cuando se escapo del orfanato un sacerdote la acogió en la iglesia y le dio el trabajo de monaguilla pero solo duro un par de años hasta que la joven dejo al descubierto su mutación y el sacerdote había tratado de exorcizarla, gritando en el pueblo que era un demonio y obligándola a huir mas lejos. Tras meses de deambular de un pueblo a otro una granjera viuda con dos hijos le dio empleo hasta los 11 años. El hijo mayor de la granjera trato de violarla y cuando los encontró la culpo a ella, diciendo que se le había insinuado y provocado a su querido Samuel,  la mantuvo un par de meses mas para luego venderla a un circo de fenómenos donde duro unos tres años y medio pero en vez de ser un circo cualquiera los adiestraban en el arte del hurto. Gracias a ello los últimos años había sobrevivido de una u otra forma. Así los sucesos negativos se juntaban uno tras otro y el valor de la vida perdía interés en la joven, maldecía todo y a Dios, lo negaba una y otra vez, carecía de sentido. ¿Para que había nacido si al final moriría pobre e infeliz? Y aunado a eso con esa extraña enfermedad.  




Charles había descasado lo suficiente, cuando miró sintió que había pasado una eternidad y efectivamente habían pasado casi dos horas. Hank seguía en su puesto, muy concentrado mirando a la joven. El castaño claro se estiro y extendió sus alas detrás de Hank, quien pegó un gritó al escuchar el viento cortarse en dos por las plumas blancas y largas de su amigo. 




-Casi me matas de un susto, Charles- el otro sonrió 




-No podemos morir recuerda y menos por un susto, Hank. Gracias por cuidarla, tanto años en vigilia me habían afectado tanto- miró de nuevo en la fuente y la vio dormida 




-Es una humana hermosa, Charles, que afortunado eres en tener uno a tu cuidado-  




-Hank...si, lo soy pero créeme que no es cualquier cosas, si estuvieras en mi puesto y más con este caso en particular no dirías lo mismo pero a pesar de eso, no me arrepiento de servir y de estar aquí en vez de algún lugar triste y depresivo, sin sentido alguno.  




-Todos decimos eso de nuestras tareas asignadas, en fin me retiro a mi lugar, cuida bien de ella- el ángel salió y dejo a Charles sentado frente a la vasija que contenía el agua que servía como espejo de lo que pasaba en la vida de la joven. 




Reaven era una joven con un cuerpo en desarrollo, unos labios carnosos y esos ojos claros, su cabello largo y rubio, en ondas...dependiendo de lo que ella quisiera parecer pero por un tiempo había adoptado esa forma. La mutación de Raeven era única en el conocimiento de Charles, no conocía a otro humano capaz de cambiar de forma, no se había tomado el tiempo de preguntarle a sus demás compañeros si sabían algo de eso o sus humanos tenían ese don. Sí, para él era un don, un regalo único en pocos de los miles que vivían en la Tierra.  




Unos pasos resonaron de prisa por el corredor donde descansaba Reaven, la chica se despertó de un golpe y vio como una lámpara de aceite se acercaba a ella y detrás de esa figura iluminada por la luz estaba el recepcionista con el corazón en la boca y sudando frío.  




-Sé que estás ahí, sal de la sala ahora misma, vagabunda. Varios usuarios te han visto dormir aquí, dicen que apestas. Sal o llamaré a la policía para que te lleven, sé que este idiota te ha estado ayudando, si no sales el pagará por ti- le gritó el gerente. Reaven tomó sus cosas y salió por el otro lado de la sala, corrió por el pasillo y bajo casi corriendo las escaleras del otro extremo del segundo piso.  




Dios, Charles no lo podía creer, no podía creer la suerte que tenía la joven, que el destino estuviera tan ensañado con ella, no podía tener ningún momento de paz ni de felicidad. Parecía como si fuera una historia de terror y de suspenso la que miraba Charles todos los días todo el tiempo.  




La joven casi tropezaba con las escalinata que estaba en la entrada de la biblioteca, cuando vio que nadie la seguía se detuvo y vio por una de las ventanas al joven bibliotecario que le decía "lo siento". Ella negó con la cabeza y le sonrió, se cubrió bien del crudo frío de las noches en Londres. Caminó sin rumbo alguno hasta que topó con una igleisa. No era algo que en verdad quisiera pero no tenía otra opción, entro y pidió asilo, el sacerdote muy a penas acepto y le dio una cobija. Al fin podía dormir a salvo una noche más.  




-Muchacha, necesito que te vayas, un cliente ocupa una misa de prisa, vete, vete- la joven medio dormida  asintió y salió, no tenía a donde ir y toda la gente que estaba afuera le había llamado la atención ¿Desde cuando un sacerdote hacía una misa de un minuto para otro? Se quedo mirando todo lo ocurrido y entre toda la ropa gris de Londres pudo ver una traje de rojo vino y bordados de oro cubrir el cuerpo de un dios griego, con su cabello café corto, peinado hacía atrás y con una sonrisa hipnotica, unos ojos azules que...la estaban mirando. Se oculto detrás del pilar de la iglesia. Su corazón latía como un loco, sentía la necesidad de ir hasta él y ponerse a sus pies. Dioses ¿qué le pasaba? 


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