Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

El mejor amante por Atria

[Reviews - 2]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo: Un pequeño cuento que no tiene un título mejor que le describa, gracias de antemano por leer y espero les haga pasar un buen rato.

El mejor amante 

 

Sentado en la gran mesa del salón, observas sus movimientos y lejanamente puedes oír la melodía que los violines y piano emiten. Sientes claramente como tu corazón se contrae de manera dolorosa cuando tus ojos buscaban a los suyos y se estampaban contra un duro muro de indiferencia, y el rencor latente detrás de la fría muralla hiere de forma sádica el ruego de tu corazón lastimado.

 

Viendo su rostro sonriéndole a cuanta doncella se le acerque o le sea presentada, sus labios curveándose en una hermosa mueca contrario con el fulgor de sus ojos ámbar completamente extinto, vacío. ¿No le parecería a él una bella metáfora hecha por tu corazón enamorado?, seguramente de ir a decírsela te regalaría una y mil sonrisas como aquellas que sólo te dedicaba a ti.

 

Tu mente comienza a jugarte una mala pasada y tu tristeza aumenta cuando comienzas a pensar que de haber aceptado su romántica y tonta proposición en este momento no estarías entre la riqueza de este ostentoso baile. Más bien estarían ambos en un barco con destino a las colonias inglesas, él entre tus brazos y ambos soltando palabras absurdas y sin otro sentido que cursilería de dos enamorados. No niegas que anhelas tomarle ahora entre tus brazos y plantarle el beso que les enseñe a todos que es tuyo pero te resistes a pesar de percibir la súplica silenciosa de sus deseos y esperanza.

 

De repente todo comienza a resultarte patético y la razón te grita “Aberrante” aunque si has de ser sincero te importa muy poco que ambos sean hombres y mucho menos te interesaría la opción de cambiarle por una doncella educada y de buena familia. Ninguna de ellas podría rozar siquiera la fuerza e impulsividad que sabes que su corazón posee y mucho menos serías capaz de pensar en que alguien podría compararse a lo intenso de su esencia, la hermosa armonía de su alma: inocencia y fuego, desbordantes y apasionantes.

 

Deberías dejar de pensar en él cuando ya está más que claro que no le tendrás más, renunciaste a él y sabes que a la larga así es mejor. Muchos podrían decir que si tanto te lamentas, ¿por qué decidiste tal cosa?, y de ser así lo ideal sería que les contases todo desde el principio, así que te dispones a hacerlo ahora mismo cuando una carta aguarda en su despacho y le dirá lo que tú no puedes decirle mientras huyes al lugar al que habrían ido juntos.

 

Tu nombre es Julián von Christ y eres un noble cuyo padre trabajó en la industria del vino y prosperó a base del esfuerzo y el compromiso que puso en ello. Creciste en una casa acomodada y rodeado de varios lujos junto con tus padres que ahora descansan mientras tú, contando con veinte años, te haces cargo del negocio y lo extiendes por medio de diversas celebraciones que realizas para darle mayor publicidad y prestigio al producto de los viñedos. De hecho, fue en una de esas tantas celebraciones que conociste al joven que persigues insistentemente con la mirada. Su nombre, Paris Hassen de la Kreuz, muchacho de diecinueve años y heredero de las fábricas textileras más importantes de la región.

 

Ambos son muy diferentes tanto de físico como de personalidad. Él es un jovencito hermoso y de gracia particular, producto de su gentileza y ego evocado del ambiente en el que creció. Sus ojos son de un dorado enigmático y brillante, tal como lo arrebatador de su orgullosa sangre. Cabellos rubios de sol y brillantes como tal. Figura estilizada y el porte de príncipe real. Seductor, afable y de rasgos tiernos con un pensamiento de cruel manipulador dentro; ese es Paris Hassen de la Kreuz, el noble del que tus ojos no cesan de recorrer desde el primer instante en que su soberbia tocó a tu ego y su pasión arrasó con tu corazón.

 

Haciendo a un lado lo sentimental del momento –no lo puedes evitar en dadas ocasiones de melancolía y nostalgia-, ambos son diferentes, tú eres un poco más alto, de cabello negro, ojos de un azul que pareciera sacado de las aguas nocturnas del océano –descrito de tal forma por tu dulce tormento-, de piel trigueña y no blanca de nieve como la de él. Serio, presumido y de mentalidad coqueta con apariencia serena. Aunque en este momento la tranquilidad se desvaneció dejándote a la merced de sentimientos abrumadores corriendo por tu sangre, haciéndola hervir cuando ves su sonrisa burlesca y las caricias que le propina a la dama entre sus brazos, su futura esposa…

 

Hechizante mirada siempre ha tenido y ahora que lo recuerdas, eso fue lo primero que te llevó a él. El tórrido magnetismo que de repente les juntó.

 

Era agosto y habías organizado una fiesta para promover el prestigio del producto que lanzarías, específicamente, un baile de disfraces cuyo propósito secreto sería dar a probar el producto sin mayor compromiso que la diversión de una noche entre vino y risas, a la mañana siguiente seguro encontrarías montones de pedidos y tu estrategia habría sido un éxito total.

 

Siendo honestos, nunca te han gustado los bailes por lo incómodo del vestuario y a veces lo ridículo de las presentaciones formales pero la ocasión lo ameritaba y habías decidido usar una túnica negra de cuello alto, las hendiduras bajando al pecho y con diversos estilos de espiras bordadas por hilo de argento, una hermosa camisa verde esmeralda de fino lino con un broche uniendo la parte superior, tus guantes negros de piel y el antifaz de terciopelo negro y bordes plata cubriendo parte de tu rostro. Agitabas suavemente el contenido de tu copa mientras veías satisfecho como todo estaba resultando tal y como lo planeaste.

 

Entonces viste que alguien se acercaba a ti, con una sonrisa deslumbrante, desbordando a su paso el aroma dulce y suave que percibiste a unos pocos metros de distancia y notaste que extrañamente contrastaba a la perfección con las notas de bosque que tienes. Lucía una bella túnica azul marino con adornos dorados y una camisa blanca en cuyo cuello lucía un curioso listón azul brillante. Su antifaz tan particular aún lo recuerdas, azul marino también y con una rosa dorada pintada en el costado derecho mientras el tallo se alargaba y giraba sobre sí hasta el siguiente costado donde se enroscaba de forma agraciada.

 

- Buenas noches, monsieur –te saludó colocándose a tu lado-

 

- Buenas noches, mon chéri –dijiste de vuelta sin dejar de mirar al frente-

 

- ¿No le parece que es una fiesta divertida? –Preguntó cordialmente mientras te miraba- Quien la haya organizado seguramente debe sentirse orgulloso, está resultando ser todo un éxito.

 

- ¿En verdad le parece tal cosa? –Soltaste sin saber realmente porqué lo dijiste- Pienso que el organizador debía tener otro propósito que simplemente aumentar su prestigio en cuanto a fiestas y celebraciones se refiere.

 

Él no hizo más que reír ante tu comentario y encogerse de hombros: - Cuál sea el motivo, no deja de hacer que este baile resulte entretenido para los miembros de la nobleza. He asistido a muchos de éstos, pero en ninguno he visto tanta alegría y regocijo, usualmente no pasa de las presentaciones formales y el baile aburrido y monótono de siempre, además de algunos comentarios mordaces por parte de las damas hacia los demás invitados. –miras de soslayo al joven y él te sonríe haciéndote sentir un tanto vulnerable- Usted mismo puede corroborar lo que le digo, mire por dónde le plazca y verá que no miento: Las damas están tan a gusto que no critican a otras o comentan los chismes de la temporada, los hombres mayores no sólo hablan de política y los más jóvenes se reúnen con el motivo de sus deseos para llevar a cabo el exquisito cortejo que amerita la noche. Una fiesta de esta clase es de las que se necesitan últimamente ya que el país comienza a entrar en crisis, aunque me parece que no solamente la música tiene qué ver en este ambiente.

 

Esta vez volteas a verlo con desconcierto, y sus ojos dorados te muestran un brillo de complicidad al que respondes con una sonrisa de feliz derrota al verte descubierto por ellos.

 

- Ciertamente este producto es formidable –afirmó poniendo su copa al frente y dejando que la luz del enorme candil alumbrara el contenido de la suave bebida- Causar tal tipo de reacción en las personas cuando todo va de mal en peor es maravilloso. Seguramente mañana que todo el mundo vuelva a la “razón”, comprenderán cuál fue el motivo de su alegría y la bebida se venderá tal y como usted lo planeó.

 

Sonríes sardónicamente y te giras de tal forma que ves el perfil perfecto de su persona, te das de golpes mentales como castigo ante lo que tu cerebro trata de idear pero no permites que él se dé cuenta.

 

- ¿Cómo supo mi identidad? –Le preguntas ofreciéndole una de tus tantas sosegadas sonrisas-

 

- ¿Quién más que el propio dueño no disfrutaría de una velada como ésta? –pregunta bebiendo un sorbo de la magnífica bebida- Mentira… -confiesa con otra sonrisa- Eso influyó, sí es verdad pero estuve seguro de ello desde que vi su porte despreocupado, muchas damas le buscan ¿sabe?, pero yo le encontré primero por un golpe de suerte que me hizo voltear y verle aquí, apartado de todos y con el aire tan apacible por el que se le conoce.

 

- De ser así deberé presentarme oficialmente –susurraste ofreciéndole la mano que aceptó gustoso- Julián von Christ.

 

- Paris Hassen de la Kreuz –te dice mientras se acerca un poco más a ti- Gusto en conocerle…

 

- Igualmente –admites sintiéndote algo incómodo por la repentina cercanía en la que te ves envuelto-

 

Sales de los recuerdos y tu vista se topa con la figura de tus desvelos, mirándote inexpresivo pero bien sabes que sólo es una fachada que cubre la tristeza y dolor que oscilan en su corazón. Atosigándole, asfixiándole y pugnando por salir a modo de lágrimas y reclamos que le son imposibles de llorarlos o decirlos.

 

Fugazmente, recuerdas las muchas salidas que tuvieron y el momento en que declaró su amor por ti, el beso que tú le robaste cuando terminó su declaración y la primera de las muchas noches que pasaron juntos desde entonces. Para noviembre ya eran más que inseparables amantes, lo eran todo: amigos, consejeros, confidentes... Y juntos pasaron tres años, hasta hace un mes siendo exactamente noviembre.

 

- Buenas noches, monsieur –te saluda frío, cortante-

 

- Buenas noches, mi estimado –murmuras de igual forma-

 

El silencio que se forma es incómodo y la tensión es fuerte, muy lejano al añorado ambiente de paz que resultaba estando a su lado. No lo entiendes. ¿A qué tendría que haberse acercado a ti cuando todo ya ha terminado?. Lo piensas pero no te atreves a preguntarlo, es más fuerte tu deseo de abstenerte a tomarlo entre tus brazos y suplicarle una nueva oportunidad diciéndole que todo lo que le dijiste fue mentira. Al final lo logras porque él se sienta a lado tuyo pero no tan cerca como antes y eso ayuda a que te controles.

 

- Anunciaré mi compromiso dentro de unos momentos más –te dice y tú no haces caso a la deleznable petición que te hace tu propio corazón, callado te mantienes- ¿No te importa de verdad?

 

Mueres por decirle que no es lo que piensa, que te importa más de lo que demuestras pero una sonrisa tranquila sale de tus labios y puedes percibir el deseo asesino que él está experimentando, “Miserable” te dices pero continúas con tu teatro sin dejar entrever tu propio sufrimiento mientras niegas con un movimiento de la cabeza. Oyes que suspira y te daña el saber cuánto debe sufrir para poder autocontrolarse de esa forma.

 

- No debí preguntarlo cuando es más que obvio –murmura con resignación, su esperanza se apagó y tú no dices nada, ningún movimiento o mirada que le retenga- Creo que nunca te preguntarás lo mismo que yo, ¿dónde estaríamos si tú hubieras aceptado mi propuesta?

 

Ves que se levanta y desinteresadamente te ofrece una sonrisa, pero no alegre o por simple protocolo, es triste y melancólica, te ofrece la mano de forma amable y tú la aceptas desconcertado.

 

- Espero que pueda asistir a mi boda el próximo 16 de abril, sería un placer para mi esposa y para mí tenerlo entre nuestros invitados monsieur von Christ –dice inclinándose en una reverencia para después alejarse de ti-

 

Lo ves marcharse y comienzas a sentirte acongojado, dudando por un momento en ir y detenerle. ¡Oh si supiera! Que desde aquel fatídico día no has dejado de darle vueltas al asunto y que una y otra vez rememoraste los falsos acontecimientos que sucedieron después de que aceptaste su petición en aquella noche de amor y gloria. Pero te detienes y reservas para ti las ilusiones que tu desesperación y angustia crearon. Te contienes de ir y contarle acerca de lo feliz que se puso al escuchar que aceptabas su propuesta, que le acompañarías a cualquier lugar que él escogiera.

 

Deseas recordarle cómo empacaron y dejaron sus asuntos en manos de sus hombres de confianza y de cómo compraron los boletos para el barco que saldría al atardecer. Él, mirándote con reproche porque le llevaste a que se despidiera de su familia y entre charlas y planes el tiempo pasó rápido y ahora iban tarde. Te reías como loco de felicidad que decías era risa de diversión por las muecas graciosas producto de su enfado irrazonable.

 

Llegaban a tiempo al crucero y comenzaban a acomodar el equipaje que el servicio les había llevado hasta sus respectivos camarotes. Ambos intercambiando algunas palabras porque él estaba enfadado de tu aparente burla a su hábito de puntualidad al que tú calificabas de capricho.

 

Algo exasperado por la situación, justo cuando él te pedía de mala forma que te hicieras a un lado para que pudiera colocar uno de sus cuadros favoritos, tú te negabas y cuando él trataba de quitarte, le tomabas de la muñeca para plantarle un beso que seguro luego le enfurecería más pero en ese momento no te importaba y contrario a lo que pensabas, él te lo devolvía con mayor pasión.

 

Sus cuerpos cayeron sobre la cama y comenzaste a acariciar cada parte que podías por encima de las estorbosas prendas. Quitándolas con rapidez, pronto ambos quedaban desnudos y expuestos a los deseos del otro. La noche pasaba y ambos seguían completamente extasiados en medio de encuentros que desbordaban amor y deseo.

 

Finalmente ya habiendo pasado la media noche, te encontrabas acostado boca arriba sobre la cama y respirabas tranquilamente con una sonrisa satisfecha y enamorada, mientras entre tus brazos albergabas el precioso cuerpo del ser que te hace enloquecer con tan sólo un roce.

 

Sientes ingenuamente que nada podría estar mejor pero internamente disfrutas de la deliciosa mentira que te obliga a creer que realmente estuvo bien que fueras egoísta. Corrompido piensas que ese momento de felicidad era válido para sus corazones y haces caso omiso al cálido sentimiento que llora desconsolado por aquella farsa que oculta el oscuro secreto que significa tu posesión y el no deseo de dejarle ir. No puedes dormir y te engañas más al pensar que es simplemente la felicidad que sientes lo que no te deja conciliar el sueño.

 

El alba llega despertándote de tu apenas y decente sueño, notas que él ya no está entre tus brazos y sientes miedo al pensar que quizá descubrió la verdad, era ahí cuando debiste darte cuenta de que lo que habías hecho estuvo mal. Pero sientes alivio cuando le ves entrar al camarote con una hermosa sonrisa y la charola del desayuno. Buenos días, te dice y tú le contestas de la misma forma, olvidándote del sentimiento de temor que sentiste momentos antes. Quiero ir a dar una vuelta contigo por la cubierta, te pide y tu accedes mientras bebes un poco de jugo. Repentinamente no tienes hambre a pesar de que sientes un vacío en tu estómago, él te mira extraño y te pregunta ¿qué te pasa?, tú sólo le contestas que seguramente debía de ser el movimiento del barco lo que te provocaba tal malestar. Mientes de nuevo y la molestia que escondes cada vez se hace más evidente.

 

Cuando suben a la cubierta, ves a varios niños jugar y a algunas damas leyendo o conversando. Los hombres de negocios se sientan en una mesa y discuten temas de política  mientras que otros más jóvenes cortejan a las damas o hacen apuestas entre ellos. Él te pide que se vayan a un lugar más apartado y luego de encontrarlo, comienza a contarte acerca de sus planes en cuanto se instalen en Nueva York. Tú apenas y le escuchas, la  culpabilidad se deleita al tomar venganza sobre ti. Él nota lo distraído que éstas, y tomándote de la mano te dice que te siente muy raro.

 

Es entonces cuando quisieras romperte a llorar y contarle que eres un imbécil, arrogante y egoísta que le has ocultado lo que sabes tan sólo para que no se fuera de tu lado. Pero te vuelves a aguantar y callas la verdad aduciéndolo todo a que te preguntas si realmente está bien lo que hacen. Él frunce el ceño y te pregunta a qué te refieres exactamente, tú le dices que es a todo, a engañar a sus padres con que irían al Nuevo Mundo a expandir los negocios, a arriesgarlo todo en Inglaterra para ir a probar suerte en la tierra prometida y finalmente llegas al punto que sabes más le dolerá, su relación.

 

Cruelmente, te deleitas al percibir su dolor y confusión ante tu respuesta. Pero no se permite dudar y convencido de sus ideales, te dice que ningún negocio puede crecer sin que se arriesgue y que algunas veces, ese riesgo es tan o más peligroso. Y entonces toca el tema que seguramente más daño le causó con tu respuesta, tomando un respiro fija su vista en el cielo despejado mientras escuchas atentamente la respiración calmada que lleva y te das cuenta de que de alguna forma extraña el silencio no es incómodo, es agradable y te tranquiliza, alejándote de la culpa y el martirio.

 

No pienso que sea un error, te dice sacándote del ensueño en el que estabas sumido, nuestro encuentro no fue una simple casualidad y podría decirte que somos el uno para el otro pero más que eso, uno tenía lo que el otro no y es esa armonía la que ha hecho que sigamos adelante. Ambos tenemos mucho en común con respecto a nuestra vida como nobles y hemos crecido en un ambiente de mentiras, pienso que si la confianza se rompe entonces la unión también lo hará y la relación para nada habrá servido, todo lo que tenemos ahora no habría sido sino una jugarreta del destino para probarnos realmente cuánto somos capaces de amar verdaderamente.

 

Tú, presa del pánico y el miedo evitas su mirada y le preguntas ¿cómo es que sabe que no le has mentido?, su rostro se muestra sorprendido pero no por ello se expone indeciso. Si lo has hecho, murmura, sé que habrá sido por una buena razón y que tarde o temprano me la dirás, no eres de mente sucia y deshonesta. Tu corazón se siente a desfallecer en ese preciso instante y tu tormento no puede ser más evidente a causa del silencio en el que te mantienes. Pero él no dice nada y tú sabes que ya sospecha algo, pero eres incapaz de decirle la verdad y mucho menos ahora que sabes el concepto tan inocente que tiene de ti, no te presiona y solamente te atrae hacia él, mientras acaricia las finas hebras de tu oscuro cabello.

 

Te sientes una basura y el egoísmo ya no te ciega, sabes que debes decirle la verdad y quizá podría perdonarte. Pero no dejas de temer y de sentirte inseguro, piensas para tu pesar que tu padre seguramente se sentiría más que decepcionado de ver la falta de valor en aquella decisión de trascendental importancia y una parte de ti comienza a retarte como medio de ánimo, preguntándote dónde quedó lo importante que él significaba para ti y tú empiezas a desesperarte más al convencerte erróneamente de que no te perdonara y de que es mejor callar. Finges estar bien para no preocuparlo y esa misma tarde acuden al comedor del navío para tener una cena tranquila.

 

Ahí te distraes en medio de pláticas triviales con algunos hombres de negocios que irán a América para expandir la siderúrgica y manufactura de producción de algodón y lino. Comienzas a sentirte cansado y cuando él llega a decirte que se irá a dormir, tú le dices que le acompañas. Ambos se ponen la ropa para dormir y él se acurruca a tu lado, tú le abrazas protectoramente y hundes tu rostro en su clavícula, embriagándote del aroma que desprende al tiempo que te dejas llevar por él a los brazos de Morfeo sin maldecirte por esta noche al ser alguien tan repugnante.

 

Pasan los días y mejoras tu fachada de aparente tranquilidad cuando las ansias y el miedo te carcomen por dentro haciéndote más irritable y susceptible que de costumbre. Una tarde mientras observan lo bello del paisaje mientras el sol se esconde, él te dice que siente que te estás alejando de él. ¿Es que ya te arrepentiste de estar conmigo?, te pregunta y tú niegas fervientemente, no podrías cansarte de él. Es más, hasta has mentido y engañado como el peor de los bastardos y todo por estar cerca de él. Te das cuenta en ese instante de que es verdad que has puesto un muro invisible entre ambos y que eso te separa de él cada vez más.

 

Si has sabido ser tan buen embustero entonces deberías aprovechar el resultado, no hacerle sentir mal. Después de todo, eso fue lo que le evitaste también: el dolor. Inverosímil es que a pesar de todo lo que has hecho ocultándole las cosas, le lastimes y no aproveches lo que sacaste de tu egoísmo. A partir de entonces rompes el muro que la culpa forjó y cada día eres más cariñoso, juguetón y la pasión vuelve a arder. Él no se muestra para nada quejumbroso, incluso algunas veces piensas que le estás consintiendo demasiado pero poco te importa y sigues mimándolo como el tesoro que es.

 

El día del arribo llega y se despiden de las amistades que hicieron durante el trayecto, contratan un cochero que les lleve a la casa que compraron y una vez ahí, Paris da vueltas en la habitación vacía que es la recepción, la luz de la mañana se cuela a través de las empolvadas cortinas e iluminan la figura de aquel que ahora se muestra como un cándido ángel terrenal.

 

Le ves desde la puerta y sientes de nuevo el estado febril que prometiste olvidar para complacer al rubio que siempre abrazas. Mueves de un lado a otro tu cabeza y te niegas a recordar el hecho que te atormenta, vas y te acercas al alegre muchacho, mirándolo con devoción y ternura. Tomas delicadamente su mentón y fijas tus ojos en los de él mientras sientes su aliento mentolado fundirse con el aroma matinal de la ciudad, unes tus labios con los suyos y en ese beso tratas de transmitirle una disculpa secreta disfrazada de amor y cariño. Vamos a comprar los muebles que hacen falta, le dices cuando se separan y colocas un mechón rizado detrás de su oreja. Él asiente y ambos salen para escoger los sillones, mesas y demás accesorios que les hacen falta en aquella hermosa casa.

 

Así pasa noviembre y llega diciembre, el espíritu navideño corriendo por todos lados. Les ha ido de maravilla, de verdad lograron expandir los negocios y aún te sorprende la enorme astucia que tu ángel ha demostrado tener para resolver conflictivos casos de intereses y dinero. Es ahí cuando te das cuenta de que no es tan bienintencionado como parece, puede tener una mente maquiavélica pero aún así le sigues amando y por ello no tardas en notar que comienza a sentirse nostálgico. Una buena tarde le preguntas qué es lo que le sucede y él solamente te responde que extraña a su familia y a su hermana. Entonces recuerdas repentinamente lo que le has estado ocultando durante aquellos meses pero muestras una fachada de comprensión y le abrazas mientras besas su sedoso cabello dorado, “Hipócrita” te dices cuando tratas de reconfortarle diciéndole que todo está bien allá, “Farsante” es la otra cosa que eres.

 

Llega Navidad y en tu escritorio aguarda un sobre con el sello de su familia, cierras la puerta y nervioso tomas el sobre entre tus manos mientras lo abres ansioso. Terminas de leer su contenido y sabes que a esas alturas tienes que decirlo todo, aún si no te perdona, incluso si no vuelve a querer estar contigo. Dejas la carta sobre el escritorio y decides que en la mañana siguiente le llevarás a tu despacho para explicarle todo y luego darle la carta que le pertenecía en un principio.

 

Terminas de arreglarte para la cena y quieres lucir contento cuando por dentro estás sucumbiendo ante los nervios. No le encuentras sentado en su lugar en la mesa y extrañado le preguntas a la servidumbre si le han visto. Fue a su despacho a buscar algo, monsieur, te dice una de las muchachas y todo tu mundo se viene abajo. Gracias, apenas respondes y vas hacia tu oficina mientras te es imposible pensar en qué dirás, por dónde comenzarás.

 

Abres la puerta y lo primero que ves al entrar es su figura de pie junto al ventanal que da una magnífica vista a la ciudad. Tu cuerpo no parece responder a los movimientos que intentas o quizá es que realmente no quieres enfrentarte a las consecuencias de tus engaños. La puerta hace un chirrido tétrico que le alerta de tu presencia en la estancia y sientes que el corazón se te va al suelo cuando miras el dolor que reflejan las lágrimas silenciosas que caen de sus ahora hinchados ojos. Entonces, pareciendo un autómata entras y tratas de tomarlo entre tus brazos para acallar el sentimiento de angustia que sabes está creciendo en su interior.

 

Mas el se aparta y te tira la carta en la cara. ¡¿Por qué?!, te grita y tú podrías contestarle muchas respuestas, pero ningún sonido escapa de tus labios. ¡Confíe en ti!, ¡Lo dejé todo por ti!, ¿Cómo pudiste…?. Las lágrimas escapan furiosas de sus ojos y te mira con odio, con rencor aunque lo más interesante es que lo que más te hace sufrir, es la decepción que demuestran sus ojos de ámbar. Haces el intento de rodearlo en un vano abrazo que suplica redención y se deshace de éste mientras limpia agresivamente sus ojos bañados en lágrimas. Me voy de aquí, dice apretando la mandíbula para no soltar los sollozos que tratan de salir, te desprecio y no sabes cuánto te aborrezco en este momento pero mi odio no puede ser comparado con la maldita tristeza que siento al darme cuenta de que fuiste como cada uno de esos patanes de la corte, ¡un endemoniado farsante! Eso es lo que eres.

 

No soportas ver en él tanto mal y le tomas de los brazos, plantándole un beso mientras él muerde con fuerza tu labio inferior y te separas un poco, pero no le sueltas. Al contrario, ¡Lo hice porque te amaba!, exclamas y él te mira con incredulidad. ¿Porqué me amas? Eres un falso, ¡eso no era amor! Fue más un capricho tuyo, no pretendas manchar el significado de un sentimiento que estás muy lejos de conocer o tentar siquiera pero no debería decirte todo esto mientras pierdo el tiempo con tu repugnante persona, ya debes saber cuánto asco me das y no necesitas que te lo repita, maldigo el día en el que te conocí Julián.

 

Solo te quedas en tu despacho y escuchas el movimiento que hace mientras empaca sus cosas pero tú no vas en su búsqueda para rogarle que te perdone y que no te abandone. De hecho, no eres capaz de pensar en otra cosa que no sea el hueco que sientes y así te dejas caer sobre el sofá de estilo italiano que se encuentra en el rincón de tu estudio. Vas cerrando los ojos y suspiras pesadamente quedándote con la firme convicción de que no vas a interrumpir su camino, no esta vez. Y te sumerges en el mundo de los sueños.

 

Pasan los días, semanas e incluso un mes, y hay una pesadilla que te persigue cada vez que duermes. Sabes que es un mal presagio y no tardas mucho en decidir irte de vuelta a Londres, dejas tus cosas encargadas a los capataces y arribas el primer barco con destino a tu natal ciudad. Sin embargo, las pesadillas no se han ido y continúas sintiéndote intranquilo. No lo notas y por fin ha llegado el día en que has vuelto a Londres.

 

Tú corazón late alterado y no eres capaz de pensar en otra cosa que no sea él. Llegas a su casa y ahí su padre te recibe como el buen “amigo” de su hijo que piensa que todavía eres, te dice que está muy preocupado por él ya que no sale de su oficina sino hasta pasada la media noche, te pide que vayas a hablar con él porque quizá seas el único al que todavía hará caso. Accedes y sales de la acogedora casa, en el camino escuchas a unos maleantes que reciben dinero de un hombre con el rostro cubierto. En estos momentos WJ debe estar llegando a donde su enemigo, monsieur, dice uno y tú te escondes para no ser visto y poder escuchar mejor. Es cierto, él nunca falla un tiro y menos si es directo, afirma el otro con una asquerosa sonrisa que muestra su horrorosa dentadura, le estuvimos siguiendo durante semanas y sabemos que no sale de su oficina sino hasta pasada la media noche. Nadie sospechará nada, concluye mientras el hombre cubierto ríe de forma malévola. Mi señor estará agradecido con ustedes, después de todo su regreso sólo hizo que mi señor no pudiera expandir su industria, alarmado observas como le entrega al otro una más que generosa cantidad de dinero, esto es para su amigo y si mi señor necesita algo más yo se los haré saber. Después, te hundes más entre las sombras y observas que cuando el hombre se quita uno de los guantes, revela el anillo con el escudo de la familia que embargaría a la del padre de él.

 

Más seguro no puedes estar y te vas por el callejón que recientemente viste, corriendo con todas tus fuerzas mientras ruegas a Dios llegar a tiempo. De pronto estás frente a la fábrica de tu amado y te sientes algo aliviado al todavía ver la vela prendida y su silueta moviéndose de un lado a otro mientras revisa sus papeles gracias a la ventana abierta. Sin pensarlo dos veces vas hasta la puerta y para tu horror te das cuenta de que la manija de ésta ha sido forzada. Oyes el sonido de un disparo y corriendo desesperadamente, no detienes al maldito que le hizo daño, sólo piensas en estar a su lado y saber que se encuentra bien.

 

Entonces lo miras tirado en el piso de su oficina con la sangre corriendo desde algún lugar de su pecho. Te arrodillas junto a él tomándolo entre tus brazos y ves sus facciones comenzando a relajarse mientras su mente se adentra a un sueño del que no habrá escapatoria. Me alegra verte, susurra sonriendo por última vez mientras tú piensas que todo es una pesadilla y te aferras a creer que en cualquier momento despertarás de tan mal sueño y ambos estarán juntos como siempre. Te amo, dice mientras el aliento de vida se va de su ser y te gritas “Maldito” con las lágrimas cayendo copiosamente una tras otra y tu voz desgarrándose cuando gritas una y otra vez “¡No, no te vayas!, ¡No me dejes!, ¡Te necesito!”.

 

No deberías hacerlo, al fin del cabo eso era lo que querías ¿o no?, tenerlo para ti solo hasta el final. Pides un perdón que en esos momentos viene siendo de sobra, sientes que te asfixias en medio del dolor y la culpa y maldices el momento en que accediste a aquella propuesta que sólo acarrearía la perdición de ambos a sabiendas tuyas.

 

En el entierro, puedes ver las caras de dolor de sus padres y remotamente alcanzas a escuchar las plegarias del sacerdote por el alma de tu amante pero estás ajeno a todo porque sólo piensas en las miles de oportunidades que tuviste para decirle la verdad y evitar su muerte. Claro que no sabías que todo llegaría hasta tal extremo, pero sabes que no debiste esconderle que su familia iría a la quiebra de un momento a otro sin que su mismo padre lo supiera, debías hablarle también de la enfermedad de su hermana para permitirle estar con ella los últimos meses de su vida y convencerle de que debía comprometerse con la hija del hombre que embargaría a su padre.

 

De haber sido así, no habrían podido estar juntos como en antaño pero al menos seguiría vivo y la confianza permanecería ahí. No estaría solo porque tú le apoyarías en todo, por más que sufrieras al verle con otra. Pero no… tu egoísmo fue más grande y ahora te lamentas por algo que tú mismo ocasionaste. Nunca dudó de ti y sólo le respondiste de la forma más cobarde, deteniendo a la verdad para hacerte la víctima.

 

Semanas más tarde, eres una mísera muestra del ser humano que alguna vez existió y que fue tomado por la locura y el dolor. Te quitas la vida, esperando llegar al lado de aquel al que obligaste a tomar el sendero de la muerte, y silenciosamente antes de lanzar el último respiro derramas algunas lágrimas y vuelves a pedir redención para tu pobre alma caída.

 

Los sonidos de la fiesta ya no suenan tan lejanos y ves que aquel jovencito de hermosa mirada dorada está sonriendo mientras toma la mano de su prometida y ambos suben al escenario, al tiempo que su padre anuncia regocijado la fecha de la boda.

 

Comienzas a disfrutar perversamente el dolor agobiante que te daña de la forma más vil cuando les ves ahí, al frente del escenario mientras reconoce su compromiso con la doncella que una vez te dijo jamás aceptaría por esposa.

 

Te levantas de la silla y comienzas a dirigir tus pasos hacia la salida, dejando las palabras de la noticia muy atrás, donde no te puedan alcanzar cuando estás convencido de que así fue mejor, le echas una última mirada al rostro divino y perfecto del poseedor de tus deseos y continúas tu camino, sin escuchar la falsedad del tono alegre con el que proclama su boda.

 

Ya sabes lo que habría pasado de haberle dicho sí y te duele el pensar que nunca volverás a ver otra sonrisa en su rostro siéndote dirigida. De todas formas fue mejor alejarte completamente de él, no podrías haberte mantenido alejado de su piel y permanecer como solamente un buen amigo, de un momento a otro caerías en la tentación y lo harías más difícil para ambos. Por eso le engañaste y le hiciste creer que él no era suficiente en tu vida, que necesitabas de otras compañías, de otras fragancias que no fueran ámbar y cedro para sentirte lleno y satisfecho. No te atreviste a decirle que le amabas por encima de cualquier cosa y que por ello era mejor verle con otra que muerto. Esa separación te hunde en el desamparo pero caminas despidiendo el mismo porte de esencia despreocupada. No dejas que vea tu rostro desolado con las lágrimas silenciosas cayendo mientras sabes que él también llora por dentro e inútilmente te detienes un instante pensando en que ha encontrado otra forma de solucionarlo todo y que tú podrás confesarle la verdad de frente sin hacer necesaria aquella carta que se lo explica todo.

 

Pero él no se detiene y tú tampoco lo haces y en ese momento sabes que eres el mejor amante que alguna vez habría tenido.


 

 

FIN

Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).