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Blind Lambs por sleeping god

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Notas del fanfic:

Después de un largo (o corto, depende de la perspectiva) he decido volver con al menos dos fics de Bleach (parece que otro en proceso) y uno que debo concluir en DRRR.

Los personajes no me pertenecen sino a la imaginación de Tite Kubo.

Notas del capitulo:

Deberían salir unos tres o cuatro capítulos.

Espero les guste.

I

Cuando mamá murió le pregunté a papá:

-¿Volverás a enamorarte?

Y él me respondió con algo que hasta ahora puedo comprender: soledad.

-No.

Siendo un niño eso me hizo feliz. No quería que ninguna otra madre más que a la que tuve y por tanto me comporté tan egoísta como puede ser uno a la edad de 8 años; lo que en realidad hacia era prohibirle a mi padre volver amar, eso me hizo feliz. Muy feliz.

Ahora tengo 15 años y analizó esto en vista de que mi egoísmo debería destruirse para mantener la sonrisa de mi padre, fue él quien me dijo que muera con una y por lo tanto él debe desear lo mismo, sin embargo me comporto como un crio y quiero negar rotundamente con la cabeza hasta casi arrancármela, tirarme al piso rompiendo en llanto y pataleando y golpeando hacer una rabieta que le obligue a seguir lo que quiero. Lo que realmente quiero es verlo… no solo, no quiero que esté con él.

A ellos no los conocen y yo tampoco pero no me gusta, en cuanto pasó esa puerta, dejando atrás a a mi padre inadvertidamente me di cuenta que lo que más quería era nunca haberlos visto.

Vuelvo a lo mismo.

-Ichigo ¿te molesta que se queden?

Sí, deseo alejar esa presencia de esta casa.

-No, es tu problema, viejo—no puedo ser amable.

-Prometo no causarte problemas, Ichigo—me dice ella, una mujer muy alta, casi como el viejo.

Claro que no, se nota su simpatía, gracia, cuidados y valores.

Así es, me preocupa él.

-¿Compartiré cuarto con este?—dice apenas entra al mío, seguidos por ella y papá.

-Por ahora.

Gruñe. Es increíble que la sonrisa de esa mujer y la de él sean tan parecidas y a la vez tan diferentes. La de ella es ternura, la de él es burla y destrucción.

-Con que somos hermanos, ¿eh?

-eso parece—le respondo.

-Será imposible llevarnos como hermanos—informa saltando por la ventana y marchándose con las manos en los bolsillos.

Ya lo ven. No se puede convivir con este tipo de personas.

 

Mamá tenía por costumbre cantar cuando cocinaba. No puedo recordar muy bien qué pero sí que cantaba. Yo solía observarla desde el patio mientras jugaba, de alguna manera creo que tenía miedo de no verla ahí, podría ser que ya sabía que iba a perderla.

Ella baila muy bien mientras lava trastes y cocina, su largo cabello azul se balancea al igual que sus caderas. Es gracioso verla. También es hipnotizaste.

¿Me pregunto si la perderé?

-Ichigo, ¿has visto a Grimmjow?—me pregunta cuando me nota.

-No, volvió a salir temprano por la mañana.

Ella suspira. Mamá nunca lo hacía. También desea y eso la hace tan diferente pero especial.

-Quisiera que aprendiera un poco de ti. Sabes, su papá murió hace solo 6 meses, justamente el día que Grimmjow quería darle la sorpresa que estudiaría en Estados Unidos para que no pasaran meses sin verse. No ha logrado superarlo. Tú luces tan fuerte, Ichigo—se me acerca, con sus manos mojadas aun y me abraza.

Sus pechos son más grandes que los de mamá.

¿Su abrazo es más cálido?

-Cómo desearía que Isshin me enseñará a educarlo como hizo con ustedes aunque perdieron a su madre tan jóvenes—me da un beso en la mejilla.

Usa labial rojo. Mamá usaba roja.

-¿Podrías ayudarlo, Ichigo? Solo enséñale que pueden ser hermanos.

Ambas hablan con dulzura.

Lo intentaré.

 

Papá siempre ha sonreído pero ahora veo que no lo hacía con toda sinceridad.

Parece que no he madurado del todo.

-Viejo ¿por dónde se fue Grimmjow?

-Por allá.

Ahí está.

¿Ohm? Ciertamente creí que lo encontraría tomando, fumando, cogiendo o drogándose pero no así.

Lee.

Sin más, sentado en el pasto, bajo un árbol, leyendo.

Doy unos pasos.

Sí, también lo ven ¿verdad? Se droga. Sus ojos están rojos, su mandíbula tiembla, su pecho se infla con fuerza y las manos quieren empuñarse. Se droga. Lee como escape a los sentimientos y recuerdos que quieren cabalgar en su cabeza. Se droga con todas sus fuerzas, intentando que su mente sea absorbida por la historia del autor. Que gran carga le ha impuesto.

¿Qué debería hacer?

Cuando ya no lo soporta unas gotas caen sobre las páginas y se las seca con furia.

Necesita algo más fuerte.

Vamos.

 

-Toma—le entrego una fantástica novela envuelta en un pañuelo azul.

Me lo arrebata, lo usa con ira y sin mirarme lo abre para empezar.

Los héroes no existen.

Son esclavos de corazón.

Seres desdichados, destinados a morir en honorables lágrimas.

Sálvese quien pueda de ser Superman.

Si fijas su mirada te darás cuenta que son cobardes.

Todos somos héroes desempleados y los puestos son pocos

Nadie firma el contrato sabiendo, cuando se enteran ya es muy tarde. Muy tarde.”*

Narra la primera página.

Lo ha atrapado.

Ya no llora.

Doy un paso y toma mi mano.

Me siento. Creo que lo correcto es quedarnos aquí.

 

Volvemos hasta media noche. Lo ha terminado todo. Durmió media hora sobre mi hombro.

Noté que tiene una gran herida en su pecho y otra en el cuello, pero al despertarse no me miró así que no hable para nada.

 

-¡¿Dónde estaban?! ¡Me preocupe muchísimo!

No, son más fuertes sus brazos.

-Lo siento, se nos fue el tiempo—invento.

-Desearía que hubieras muerto tú—dice Grimmjow con tal odio que creí que ella caería fulminada en ese instante.

-Grimm, hijo.

-¿Por qué debo quererte si tú lo odiabas?

-Ya pasará, Grimm. Sé que te duele…

-¿Por qué debo quererlos si no te quiero?

Ella llora. Mamá nunca lo hacía.

Con que esas son las lágrimas más amargas que una madre puede exteriorizar.

Le golpeo en el rostro.

No puede creerlo.

-Cállate—le pido—Vamos arriba—lo llevo de la mano.

Tengo entumecido el puño, es como si hubiera golpeado un hueso en vez de su mejilla derecha.

-No entiendes—me dice cerrando la puerta. Su expresión se ha vuelto neutral—Ella no se enamoró en 6 meses de Isshin. Lo hizo desde antes—se desviste para ponerse la pijama.

Tiene un 6 gótico en la espalda. También sus brazos tienen quemaduras.

Ya, eso es. Eso me molesta. Es muy atractivo.

Mamá lo habría abrazado con tal cariño que se hubiera derretido pero yo lo abrazo de tal forma que me derrito. Lo mío es calor juvenil y no amor maternal. Mis manos lo tocan como amante y no como hermano.

No debí abrazar su espalda.

-¿Me odias?

Tonto y egocéntrico como a las 8 años. El no odió a su madre en esa oración, no, me despreció a mí y no a toda mi familia.

Tonto.

Egocéntrico.

-Nunca dije tal cosa.

-Lo hiciste.

-No era así lo que quería decir. No quise decir eso.

No se ha movido ni un poco.

Yo tampoco.

¿Me está mirando? ¿No? Con que observa la pared.

-¿Entonces no me odias?

-No. Lo que dije no fue enserio.

Probablemente todo es fruto de una herida aun sangrante, escupiendo pus a la persona más cercana: su madre.

Niño egocéntrico.

A mí.

Ella estaría feliz de escucharse eso y aun así no lo suelto.

-Te quiero, Grimmjow—le digo y entonces se arranca de mis brazos y violentamente me empuja a la pared.

Luce enojado.

Suaviza su gesto.

Ríe.

Baja la cabeza y se sonroja.

Un niño apenado de 1.86 metros.

Tontos.

Egoísta.

Egocéntricos.

Inmaduros.

-No podemos ser hermanos—suspira.

Suspira como ella.

Los Kurosaki no suspiramos.

Que diferentes somos.

-¿Te duele?—pregunto a la erección en sus jeans.

-Sí. Voy a sacarlo.

Suelta uno de mis hombros y abre su pantalón, sacando de unos boxers azules una verga endurecida, gruesa, larga y con una cabeza que apunta a mi rostro. Quizá mis labios.

Su mano vuelve pero esta vez a mi cuello, pasando unos largos dedos por la manzana de adán, obligando a casi atragantarme con la saliva, de ahí a la nuca, casi arrancando los pequeños cabellos de la base por atraer mi cabeza hasta su rostro. Su otra manos se ha puesto melosa con mi hombro.

Tiene las manos de otra persona, no de ella.

Sus manos no son como las de nadie.

Podría enamorarse de sus manos y sus dedos jugando con mis labios, abriéndolos poco a poco para introducirse y bailar sobre mi lengua.

Los músculos de sus brazos, pecho y vientre se contraen como una maquinaria diseñada a medida solo para inclinarse un poco.

Los niños son crueles también.

Sus labios no se pegan a los míos sino que parece aspirar por la boca mi esencia de mi abertura aun con sus dedos.

No sé cuándo empecé a chupárselos.

Los desliza fuera, ensalivando mi mentón con el exceso.

Inmaduros. Estamos avanzando demasiado.

Se le ha puesto más dura y grande, se mueve con pequeños brincos hacia mí, como pidiéndome que lo pruebe. Ya está escurriendo líquido.

Mi lengua quiere seguir danzando.

Me hinco y sin pedírselo se baja más el pantalón.

Paso lentamente por la cabeza, la textura es lisa, el sabor salado y el líquido se escapa hasta mi garganta donde no tengo opción más que tragarlo. Doy otra igual y alzo la mirada pues ha llevado la saliva de sus dedos hasta sus labios, besándolos y luego introduciéndoselos con golosa lengua.

Meto la cabeza y doy un chupetón que le saca un grito. Doy otros más hasta que controla su voz hasta unos gemidos más sensatos.

Se ha vuelto un adulto y yo un niño que quiere meterlo en problemas.

Los niños son crueles.

Voy metiéndolo gradualmente y sacándolo, una y otra vez, tomando más detalle de las venas que lo recorren y aprendiéndomelas con la boca y la lengua que las acaricia.

Mis manos están en sus muslos, pilares griegos.

No me estoy tocando y en cambio chupársela me está llenando de gemidos.

En el piso gotea mi saliva.

Sigue chupando sus dedos y gruñendo. Creo que lo hace para no decirme lo que piensa.

Lo saco, respirando con dificultad, tomándolo con mi mano derecha como si evitara caerme al piso y retorcerme en el orgasmo que inunda mi mente. No puedo pensar claramente. Empiezo a llorar.

Sujeta su pene con mi mano y empieza a masturbarse.

Gimo como su fuera mi mismo miembro el que es frotado desde la base hasta la cabeza.

-Abre la boca—me pide.

Un niño.

No, esto no haría un niño, solo un adolescente caliente.

El líquido espeso primero me moja la cara y luego dispara efectivamente al interior de la bóveda de mi boca.

Huele a cloro.

Sabe a su vida.

Lo exprime con fuerza para pasar las manos de las que me he enamorado por mi rostro para limpiarme y metérmelo en la lengua.

-Traga.

Trago.

Me vengo.

Me desmayó.

Al despertar estoy en la cama con él.

Vestimos pijama.

Me da vueltas todo, como si estuviera ebrio.

-Me siento mal—le digo.

Sonríe.

Es su sonrisa, no la de ella. Tampoco se parece a la de mamá.

Su sonrisa. Podría enamorarme de ella.

-Es normal.

-¿Qué es normal?

-Que te sientas aturdido después de enamorarte.

Todo él y no unas manos y labios.

Todo él.

-¿Cómo te sientes?

Es una pregunta que necesitamos hacer.

-Terrible. Siento que voy a morir.

Notas finales:

Gracias por leer.

*Texto de No-Hero. Fic que sacaré más adelante.


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