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Fuego en Sicilia por Sherezade2

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Notas del fanfic:

Mundo Omegaverse con ambientación en dos marcos culturales: La India e Italia. El glosario de terminos lo encontrarán al final de cada capítulo. 

Las explicaciones sobre cómo funciona este omegaverso en particular las pondré a medida que la historia avance. 

Dudas preguntas, ya sabes; soy toda oídos. 

Notas del capitulo:

Espero lo disfruten. Gracias por leer. 

 

 

Fuego en Sicilia

 

 

   Capitulo 1.

   Se prende el fuego.

 

  

   

   “Bailando, Bailando. Tu cuerpo y el mío llenando el vacío, subiendo y bajando.

   Bailando, Bailando. Ese fuego por dentro me está enloqueciendo, me va saturando”

 

 

 

 

    Laksmi salió de la espuma del mar y le entregó un collar de oro. Gaurav vio al omega al que debía colocárselo y se acercó. Estaba de espaldas a él por lo que no vio su rostro mientras colocó la joya sobre ese cuello de seda. Estaba desnudo, pues acababa de hacerle el amor tras el matrimonio. Su esposo tenía el fuego de Agni en sus cabellos, la blancura de las nieves del Himalaya en su piel y la dulzura de mil jalebis. Depositó un beso en la tersa espalda y se incorporó. Un grito lo sacó de su sueño. Eran sus padres que desde la sala solicitaban su presencia en el término de la distancia.

   Gaurav se desperezó y bajó al salón principal de la casa. Su Baldi estaba frente al altar de Ganesha prendiendo una ofrenda. Su mamagui era abanicado en el sofá por unos criados. La escena tenía toda la pinta de una película digna de Bollywood. Gau se llevó una mano a la cabeza y suspiró. ¿Qué pasaba ahora?

   —¡Are baba, baldi! ¿Qué es lo que está sucediendo? —preguntó solicito haciendo una señal de respeto hacia el altar.

  —Está sucediendo lo más terrible, Djan. Lo más terrible —exhaló el padre omega desde el sofá—. ¡Tu hermano! Nuestro amado Shante. Oh, nuestro pequeño.

   —¿Qué pasa con él? ¿Le pasó algo? ¿Le ha ocurrido algo malo?

   —Tu hermano ha llamado hace unos minutos —dijo su padre Alpha—. Ha dicho que… ha dicho que…

   —Ha dicho que su primer celo está a punto de iniciar —completó el omega.

   —¡Baguan Kelié!

   —Exacto, Djan. Eso mismo pensamos nosotros.

   El omega se incorporó dejando la compresa helada en manos de su sirviente. Con cuidado acomodó su sari y miró hacia el mayor de sus hijos con rostro de pesadumbre.

   —Tú debes ir con él a Italia, Djan.

   —¿Qué? ¡Naji! —se negó Gau—. ¡Es él quien debe regresar! Mi hermano nunca debió salir de la India a vivir entre esos firanghis. ¡Nunca!

   —Pero él no va a regresar. Ya se lo dijimos y se negó.

   —Nos dijo: “No es para tanto, viejos” ¿Lo puedes creer? Nos llamó “viejos”. ¡A nosotros! ¡Sus baldis!

   Gau se echó sobre el sofá con su mamagui y lo abrazó pasando un brazo por sus hombros. Todo eso que sucedía era culpa de sus padres y ahora él tenía que asumir las consecuencias viéndose obligado a seguir los pasos de su hermano. Shante jamás tenía que haber salido de casa y mucho menos irse a vivir a otro país vivir en compañía de esos familiares que, aunque familia, eran prácticamente unos desconocidos.

   —¡Yo no voy, baldi! Yo no voy —se sostuvo en su decisión.

   —¡Oh, lord Ganesha, dame fuerzas! —suspiró su mamagui. Y sin más, se volvió a desmayar.

 

   Se suponía que ya debía haber aterrizado en Sicilia, sin embargo, Shante aún no tenía idea del vuelo de su hermano. Los vendedores de la aerolínea le dijeron que por problemas en el clima el vuelo había tenido que hacer una escala en Dubai y se retrasaría unas horas antes de aterrizar en Italia.

   Su mejor amigo y primo tercero, Harsha, lo acompañaba. También era un omega hindú pero nacido en Italia. Su familia había emigrado desde los tiempos de la revolución de Gandhi y ahora vivían allí, manteniendo una tienda de perfumes de gran prestigio.  Luego de ir por unos té y esperar por cerca de una hora, Shante volvió a mirar su reloj e hizo una mueca de disgusto. Había quedado en ir a reparar una computadora en la casa del amigo de un amigo y se le estaba haciendo tarde. Además, el calor que sentía por su cuerpo se hacía cada vez más fuerte. Cada vez que un Alpha pasaba por su lado, el sujeto en cuestión se detenía olisqueando el ambiente y dirigiendo miradas dignas de bufé hacía su persona.

   —¿Se está haciendo cada vez peor, verdad? —lo interrogó Harsha con suavidad—. Mejor volvemos a casa. Tu hermano puede llamarte al celular y lo guías —pidió apurado.

   Hacía un año, Harsha también había experimentado su primer celo y lo pasó fatal al tener que permanecer encerrado una semana entera por órdenes de su baldi. Aunque la etapa crítica del celo eran los primeros cuatro días, a la mayoría de los padres no les gustaba correr riego pues las feromonas no se apagaban del todo hasta el séptimo día y en algunos omegas hasta el decimo. Era un verdadero desastre si alguno llegaba a salirse de casa aún destilando feromonas a su paso. Ambos ya habían visto que los Alphas sicilianos eran machos bruscos y extremadamente territoriales. Un peligro si eran descuidados.

   —No, no te preocupes. Además, ya viene mi hermanito.

   Con un saltito emocionado, Shante pegó un gritito y salió corriendo con dirección al corpulento y bronceado hombre que se acercaba con dos maletas en sus manos. Harsha se quedó embobando mirando al sujeto. Era alto y bien proporcionado; su piel era del color de la miel quemada y sus ojos verdes eran como para recitarles mil Kavias. Cuando llegaron a su altura, Shante los presentó y Harsha se recordó a sí mismo que él ya tenía un prometido con el que por cierto, ya había pasado sus últimos dos celos. Gau reconoció al chico como un omega marcado nada más acercarse y entonces le sonrió sin tocarlo. Si tocaba al omega de otro y dejaba su olor en él, su Alpha lo buscaría para matarlo y él lo comprendía perfectamente. Aún no conocía lo que era la posesividad del emparejamiento pero sabía y había visto que se trataba de algo serio y muy importante.

   —Námaste —saludó juntando sus manos frente a su rostro.

   — Námaste —le contestaron los otros dos, imitando su gesto.

   —Tú familia ha cuidado de mi hermano durante todos estos años, shucria —volvió a hablar Gau—. Mis baldis han mandado regalos para todos ustedes. Los dioses los bendigan.

   —Shucria —respondió Harsha—. No era necesario que se molestaran.

   —No ha sido molestia —remarcó el Alpha—. Y ahora creo que mejor nos vamos. Apestas a metros de distancia, Shante. ¿Cómo has podido salir de casa así?

   Shante se sonrojó y bajó la cabeza. Su hermano estaba genéticamente imposibilitado para sentir algún tipo de atracción por él, pero eso no quitaba que pudiera olerlo. Era un Alpha después de todo; el olfato de los Alphas era extremadamente agudo y discriminatorio. Ello era importante a la hora de encontrar pareja y de respetar a las parejas de otros, como acababa de suceder con Harsha.

   Sin perder más tiempo entonces, subieron al auto de Harsha y partieron con rumbo a la casa de sus primos. Gau estaba impresionado con las hermosas playas de Palermo, el monte Pellegrino y la vista exterior de la Capilla Palatina. Sus acompañantes le prometieron que le harían un tour por toda la ciudad apenas pasara el celo de Shante. Iban a divertirse como enanos y todo por cuenta de sus baldis quienes habían mandando a Gau casi que con una pequeña fortuna encima.

   —Are baba —dijo en una de esas Gau—. Mira a esos omegas de allí —señaló en dirección a la playa—. Están casi desnudos.

   —Están en la playa, hermano —se encogió de hombros Shante—. Es así como se visten aquí para ir a la playa.

   —¿Tú también lo haces? —preguntó el Alpha.

   —¡Naji, bhaia! ¿Cómo crees? —negó mirando a su primo por el retrovisor para hacerle una seña de que no dijera ni una palabra—. Yo me cubro bien siempre. Si baldi se entera que ando medio desnudo por las playas de Italia me echa al viento como si fuera un dallit.

—Shubcar —lo silenció su hermano—. Eso nunca, Shante. Es por eso que estoy aquí. Estoy seguro que mis padres comenzarán pronto a buscar un marido para ti. Tienes una dote excelente, encontrarán un Alpha brahmán como nosotros y el hombre te tratará como si él fuera Shiva y tú Parvati.  

   —Tik, hermano. Lord Ganesha te oiga.

   Las palabras de su hermano ocasionaron un estremecimiento en Shante. No es que odiara la India pero no quería volver allá, y menos a casarse con un desconocido. Ya llevaba cinco años viviendo en Sicilia y sentía tan feliz allí que no podía ni pensar en tener que irse y dejarlo todo. La informática en la India era buena, pero no el estilo de vida que debía tener allá. El sistema de castas, la tradición religiosa, el casamiento arreglado, todo eso lo asfixiaba hasta niveles de locura. Recordó cuando su mamagui le contó como su bisabuelo ardió en la pira funeraria junto a su esposo fallecido y se le erizó toda la piel. Sí, ya sabía que ese ritual ya no se practicaba, pero el sólo pensar en que había existido le revolvía el estomago.

   ¿Por qué sentía tan diferente a los suyos? Gau era todo lo contrario. Para él los Vedas eran incuestionables y perfectos, la verdad. Y planeaba seguirlos lo más que pudiera y así escapar pronto de la rueda del Samsara. Por el contrario, Shante no era muy cuidadoso con su Dharma y era más entregado al Maya.

   Miró hacia el mar y sonrió. Tal vez era su celo pero en ese momento no quería pensar en renunciar a las pasiones y a los deseos. Quería más bien sumergirse en ellos a toda profundidad. ¡Momento! Recordó de repente. Había olvidado por completo lo de la computadora de su amigo. Ay, no. Braulio iba a matarlo si no iba a esa cita. Le había dicho literalmente “Si tratta di una questione di vita e di morte”, con ese acento napolitano que le hacía temblar las piernas. De inmediato brincó en su asiento y dejó a su hermano solo en el asiento trasero par ponerse al lado del conductor.

   —Harsha, rápido, necesito que te regreses hacia la playa.

   —¡¿Qué?! —preguntó su primo desconcertado—. ¿Para qué?

   —Olvidé decírtelo, pero tengo que pasar un momento a casa de un cliente.

   —¿Cliente? —enarcó una ceja Gau.

   —Sí, así es. Soy muy bueno con sistemas operativos más antiguos y a veces algunos amigos me piden que vaya a checar computadoras viejas de gente que luego de algunos años olvidan que dejaron información importante en computadores obsoletos.

   —¿Y tienes que hacerlo ahora? —insistió Harsha—. Tal vez no te estés dando cuenta porque es tu propio olor corporal, Shante, pero apestas a metros.

   —Sólo será un momento —suplicó el omega—. Además, ustedes estarán conmigo. ¿Qué puede pasar?

   Harsha y Gau se miraron a los ojos. Técnicamente el celo de Shante no había iniciado del todo, y si era sólo un momento el que necesitaba para rescatar la información de esa computadora entonces quizás podían acceder.

   —Está bien —aceptó finalmente Gau—. Iremos pero sólo te daré media hora para quedarte. Si no puedes resolver el problema en ese tiempo, entonces les dirás que no puedes quedarte y que vendrás otro día, obviamente cuando ya haya pasado tu celo.

   —Tik Tik —Shante anunció y sacó la dirección de su bolsillo. Por fortuna no había salido muy lejos de la zona. Era raro porque al llegar se dieron cuenta de que se trataba de una de las zonas más prestigiosas de Palermo. La casa era prácticamente una mansión con vista al mar y tenía un fuerte sistema de seguridad con cámaras que les siguieron desde que bajaron del auto.

   —¿Es aquí? —preguntó Gau mirando a todos lados como hipnotizado.

   —Vaya —jadeó Harsha—. ¿Estás seguro que tu amigo no es un mafioso, Shante?

   —Shubcar, primo. Claro que no —gruñó el otro chico—. Braulio no vive aquí. Esta es la casa de su amigo. Es muy raro, me dijo que estaría en la puerta esperando. ¿Qué habrá pasado?

   —Quizás se aburrió y se fue. Mejor ven otro día. ¡Vámonos!

   —¡Esperen! —La voz de una persona desde un intercomunicador colocado en la entrada se escuchó clara. Shante sonrió al reconocerla como la voz de Braulio y de prisa se acercó a la máquina. Una puerta eléctrica se abrió dándoles paso. Braulio se acercó al trío de jóvenes una vez los tuvo a la vista y estrechó las manos de todos. El acompañante más  corpulento de su amigo le llamó la atención y Gau frunció el ceño, estudiándolo. Ese hombre no era un Alpha como él, era un Beta. El descubrimiento lo tranquilizó. Dejar a un Alpha cerca de su hermano en esas circunstancias lo tenía bastante intranquilo, sin embargo, no todo iba a ser tan relajado. Mientras cruzaban el camino de la entrada, que era un amplio jardín que terminaba en una escalera que conducía a una terraza con piscina, Gau pudo notar que varios hombres vestidos de traje rodeaban el lugar. Uno de ellos, incluso, había tratado de aproximarse, visiblemente afectado, pero un gruñido y una mirada de Gau fueron suficientes para mantenerlo lejos.

   —Bueno, acompáñame, Shante. Te mostraré la computadora. Descuida, a donde vamos no habrá mas Alphas rondando. ¿Estás en celo, verdad? Me lo hubieras dicho. Te habría citado para otro día.

   —Sí, bueno… es que yo… —Colorado como un tomate, Shante se excusó y se fue junto a Braulio a una planta alta de aquella mansión. Harsha y Gau se quedaron en un barcito al aire libre que estaba a uno metros de la piscina. Los Betas eran insensibles a los humores de los Omegas, los celos de éstos no les afectaban, así que podían estar tranquilos. Gau miró su reloj y empezó a contabilizar el tiempo. Media hora le daría, sólo eso.

 

 

 

   Tres semanas para su próximo celo y ya lo habían llamado alrededor de veinte Alphas, queriendo ser los próximos afortunados en tenerlo. André bostezó y se recostó en la silla junto a la piscina. Ninguno de esos candidatos llamaba mucho su atención, además, ya había determinado que pasaría su próximo celo completamente sólo, en la casa de playa de sus padres. Desde que habían empezado sus celos, solo había pasado sin compañía cinco veces; demasiadas si se ponía a pensar lo horribles que habían sido esas cinco veces. Pero prefería así.  Llevaba ya casi dos años teniendo celos y todavía no sentía lo que era la absoluta satisfacción. Algunos de sus amigos le habían contado que era como sentirse absolutamente ligero, como flotando, pero André estaba muy lejos de haberse sentido así jamás. Se había rodeado de Alphas atentos y buenos amantes pero no era suficiente. Siempre terminaba aburrido e insatisfecho, infeliz.

   La risa de su pequeño hermanito, omega como él, lo sacó de sus pensamientos. El pequeño chapoteaba en la piscina con sus flotadores mientras André lo vigilaba atentamente desde su silla. Amaba a ese niño con toda su alma; más de lo que amaba a sus padres. Era su Caro, su amor. Los omegas más envidiosos de la sociedad habían esparcido el rumor de que en realidad era su hijo, y André había abofeteado algunos rostros por eso.

   —Pero mira nada más lo que tenemos aquí. Es nada más ni nada menos que André Iandoli, el querubín más impresionante de todo el mediterráneo.

   André alzó la vista ante el hombre que se acercaba. Era espigado y atlético, un moreno de ojos miel y perfil griego. El omega se incorporó en su asiento y le saludo con la mejor de sus sonrisas.

   —Se que eso le dices a todos los omegas, Bruno, querido —pestañeó mientras aspiraba por su pitillera dejando salir luego una voluta en forma de aro—. Por lo menos se más original conmigo —sonrió de nuevo.

   Bruno hizo un mohín y luego dio un beso en cada mejilla de su primo antes de tomar asiento a su lado.  

   —Tal vez es cierto que le digo eso a muchos omegas —se excusó entonces—. Pero a ti es al único al que se lo digo en serio.  No hay madonna ni querubín en toda Italia que se te iguale. Ni en las Islas ni en la península. Esos cabellos de fuego y esos océanos por ojos tienen media Italia a tus pies.

   —Oye, si necesitabas a alguien para tu computadora debiste preguntarme, conozco a alguien —anunció André dejando de lado el coqueteo—. Braulio me dijo que necesitaban sacar una información de la vieja computadora que manejaban hace años y que fuera alguien de confianza. Hay un chico en mi clase. El pobre es un atentado viviente contra la moda, pero es bueno con esos cacharros. Le hubiera dicho a él, pero parece que ya Braulio encontró a alguien más.

   —¿Qué? —El Alpha se puso de pie rápidamente y su rostro palideció—. ¿Braulio está checando la computadora vieja sin consultármelo? —preguntó casi gruñendo—. ¿Por qué está haciendo eso? ¿Se volvió loco acaso?

   André se encogió de hombros y Bruno lanzo una maldición antes de correr con rumbo a las escaleras de la planta alta. Sí, le había pedido a Braulio que rescatara algunos archivos de la computadora pero antes de hacerlo él tenía que conocer a la persona que haría el trabajo y cerciorarse de que era de confianza. Eran demasiadas cosas importantes las que estaban guardadas en esa computadora, información vital de sus años como cooperadores de la Cosa Nostra. ¿Y Braulio la soltaba así, como si nada? Las escaleras se le hicieron muy largas para el bien de sus nervios. André se metió en la piscina de nuevo y entonces escuchó un grito horrible proveniente del segundo piso.

   Gau y Harsha estaban tomando unos refrescos en la barra del bar cuando escucharon el grito. Gau se paró y corrió hacia la escalera pero ya su hermano venía bajando como una flecha con el tal Braulio y con otro hombre tras ellos. ¡Un Alpha! Braulio les había dicho que no había más Alphas en la planta alta. ¿De dónde había salido ese hombre entonces?

   —¡Auxilio! —jadeaba Shante con lagrimas en los ojos.

   —Detente, Bruno. Sé que por allí hay un lado racional tuyo que aún me oye. ¡Detente!

   —¡Entrégamelo! —rugió el Alpha en pose de ataque—. ¡Entrégamelo o te haré daño! ¡Lo juro!

   —Bruno… —La amenaza sorprendió al Beta que casi instintivamente retrocedió dos pasos. Shante aprovechó el instante de duda para correr con rumbo a la piscina y Bruno vio el movimiento con sus reflejos felinos, lanzándose contra él.

   Mío, gruñó la bestia que en su interior luchaba por emanar. Pero el felino fue interceptado por otra presencia que de un golpe lo mandó al otro lado la terraza.

   Gau estaba frente a su hermano, protegiéndolo con su cuerpo. Braulio se acercó a prisa mientras Harsha se quedó junto a la piscina, donde un impávido André intentaba consolar a su muy alarmado hermanito.

   —Atrás, firanghi —ordenó el Alpha hindú mirando a su oponente con ojos de guerra—. Atrás.

   —Entrégamelo —gruñó de nuevo Bruno poniéndose de pie.

   —¿Qué es lo que está pasando aquí? —preguntó entonces André saliendo del agua—. ¿Quién es este hombre? Y tú, Shante. ¿Qué rayos haces tú aquí?

   Unos criados, todos betas y omegas, se acercaron al oír el estrepito y uno de ellos tomó en sus brazos al pequeño Fabián, sacándolo de allí. Bruno comenzó a jadear y Gau se acercó más a su hermano, dejándolo incluso fuera de la vista del otro Alpha.

   —Aléjate por las buenas —volvió a advertir el Alpha hindú estrechando su mirada.

   —Oblígame —lo retó el otro hombre.

   —Eso haré —prometió el de la India.

   —Muy bien.

   André se llevó las manos a la boca, Harsha gritó, Braulio se quedó aturdido y Shante comenzó a llorar. Los dos Alphas estaban contra el piso de la piscina atacándose con todo lo que tenían. Al cabo de unos minutos, ambos sangraban; Gau por el labio y Bruno por su pómulo derecho. Cuando se dio cuenta de lo que sucedía, André agarró a Shante por un brazo y se lo llevó con él a la planta alta. Con su ausencia en el área los otros Alphas de la mansión pudieron entrar a escena y separar al par de bestias antes de que se mataran.

   —Eso estuvo cerca —dijo Braulio una vez la cosa se calmó, haciendo que los sirvientes encerraran a Bruno en su habitación. André y Shante bajaron cuando dejaron de oír los gritos, y fue entonces cuando el siciliano descargó un fuerte empujón sobre el otro chico.

   —¿Eres imbécil o qué? ¿Cómo te atreviste a venir a esta casa estando en celo? ¿Acaso no eres sólo una colección andante de capítulos de “No te lo pongas “sino también un completo imbécil? ¡Esos dos se pudieron haber matado! ¡Le dieron un susto de muerte a Fabián y mi pobre primo tiene un golpazo en la cara!

   —Lo siento… yo de veras, lo siento.

   —¡No hay “lo siento” que valga! Vete a tu casa y no vuelvas nunca a asomar tus narices en esta casa. ¿Me oíste, chico hindú?

   —Sí, lo oí. De nuevo, lo siento mucho. Con su permiso.

   —¡Un momento!

   Gau se paró de la silla donde esta sentado y luego de escupir en el precioso piso pulido de esos estirados, se acercó en dos pasos hasta la altura del firanghi pelirrojo y de un solo movimiento lo tiró a la piscina.

   André quedó de una pieza mientras salía a flote con su pareo empapado y su boca jadeante de incredulidad. Braulio también quedó como de piedra, pero fueron Harsha y Shante los más asombrados.

   —Arrivederci, chico siciliano —dijo Gau mirando a André desde arriba—. Mi hermano sólo quería ayudar, no tiene la culpa de nada. Además, no es un feo, estirado y repelente omega con ínfulas de Laksmi. Que Shiva te bendiga.

   —¿Con ínfulas de qué? —preguntó Braulio cuando el trío Hindú ya se había alejado.  André lo fulminó con la mirada, pero luego, saliendo del agua, le contestó.

   —Laksmi, la diosa de la belleza hindú. —anotó—¡Como si yo quisiera ser una gorda con cuatro brazos! —remató rojo de ira—. Ese Indio salvaje y grosero me las va a pagar, Braulio. A que me dejo de llamar André Iandoli si no. ¡Me las va a pagar!

   Braulio se encogió de hombros y se echó sobre su silla. ¡Qué día!

 

 

   Continuará…

  

     

 

Notas finales:

Are baba: ¡Oh, Dios!

Baldi: Papá.

Mamagui: Mamá, pero en este caso será usado para referirse al papá omega.

Laksmi: Diosa hindú de la belleza y la prosperidad.

Agni: Deidad del fuego.

Jalebi: Dulce hindú, como un pretzel.

Djan: Cariño, querido.

Baguan Kelié: ¡Dios mío!

Naji: No.

Firangui: extranjero.

Ganesha: Deidad Hindú.

Námaste: Saludo. Significa “Te hago reverencias”.

Shucria: gracias.

Bhaia: hermano mayor.

Dallit: Intocable. Lo más bajo en los estratos sociales de la India. No nacieron de Brahama como las demás castas. La gente de casta no debe ni tocar sus sombras o quedan impuros.

Shubcar: Calla.

Tik: Si.

Shiva y Parvati: Deidades Hindúes. Eran esposos.

Vedas: Escrituras sagradas.

Dharma: Acciones hechas para el bien.

Maya: Ilusión. Estado donde se obtiene más recreo en la carne que en el espíritu.

Samsara: Ciclo de nacimientos, muertes y reencarnaciones en la cultura del Hinduismo y otras religiones.

Caro: Querido en Italiano.

Arrivederci: Saludo de despedida.

 

 

 


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