Llovía a cantaros mientras en el cielo cubierto de nubarrones oscuros y espesos de rato en rato serpenteaban truenos y relámpagos, algo muy extraño en aquel lugar tan árido donde al mirar en cualquier dirección sólo se observaba una planicie desoladora, monotonía que a veces se veía rota por alguna casucha, árboles secos o por desperdicios y en esa ocasión al prestar atención se podía ver a alguien espiando con vehemencia entre los tablones que cubrían la ventana de una casa de techo gris y mustia.
Tenía ojos saltones muy negros, además de una gruesa puntada atravesándole la frente de su gran y desfigurada cabeza. Sólo subido en una caja Tony alcanzaba a llegar al marco del tragaluz pues era de muy baja estatura, cualquiera que lo viera aparte de sentir repulsión por su aspecto podría no notar que era un adulto por estar deforme y malnutrido.
Solía esconderse días enteros en algún escondrijo de la casucha de Salad Fingers para vigilarlo o en su defecto lo seguía y se escondía a distancia suficiente como para escuchar sus soliloquios. Podía pasarse horas atendiendo sus educadas conversaciones con sus títeres de dedo y mejores amigos con los que solía organizar picnics: Hubert Cumberdale, Marjory Stewart-Baxter y Jeremy Fisher claro que últimamente este se encontraba desaparecido.
En medio de esas largas hora de vigilancia, Tony también pudo notar que Salad le brindaba de su tiempo a Bordois, una cochinilla que considera su hermana a pesar de estar muerta y a su caballo de juguete Horace Horsecollar junto a quién su sonrisa tomaba un tinte especial. Salad le parecía adorable cuando admiraba objetos oxidados a la vez que era muy divertido encontrarlo lidiando con un árbol que según él se movía justamente en dirección de su casa y lo mejor sin duda era cuando se vestía de novia puesto que ese vestido de hombros caídos le quedaba perfecto a su figura famélica y piel verdosa, pero mentiría si dijera que le agradaba todo lo que veía.
Habían días en los que Salad tenía malentendidos con sus amigos, tardes en las que luego de hablar con una radio a la que llamaba Roger y que parecía ser muy agresiva, se escondía en una habitación secreta saliendo de ahí con los ojos llorosos y muy angustiado; casiones en las que presencio a Salad encontrando placer al lastimarse, quedando especialmente contrariado porque una parte de él quería ser el único que lo pudiera lastimar y la otra sabía que nada en eso estaba bien. Igual la vez que Salad desenterró el cadáver de un tal Kenneth al que parecía tenerle un cariño muy profundo.
Invito al cadáver a cenar, le puso un traje elegante y hasta le dijo cosas como: “tal vez, podrías arroparme esta noche” Eso casi lo sacó de quicio, sólo quería salir de su escondite y destrozar ese cadáver a golpes. No obstante supo controlarse y observo como al final de esa velada Salad se despidió con lágrimas de Kenneth en la fosa común donde lo encontró, afirmando que se volverían a ver, aunque si hubiera escuchado mejor seguro hubiera notado que Salad consideraba a Kenneth su hermano.
De todas formas Salad hacía muy feliz a Tony y este siempre recordaría con mucho cariño la primera vez que lo vio, destacándose en sus recuerdos su cabeza con forma de huevo, sonrisa ingenua y ojos de mirada perdida.
Vagaba sin rumbo sufriendo de hambre, frío y soledad. Le reconfortaba al menos saber cuál era su nombre, pero de hecho había mucho que no podía ni quería recordar como el origen de la cicatriz que atravesaba su cabeza, si alguna vez tuvo una familia o si alguien lo amo y por ello estaba convencido de que ese mundo en el que le había tocado existir era un lugar horrible en el que no valía la pena seguir viviendo. Sintiéndose pusilánime por no tener el suficiente valor como para acabar con su vida y un día se topó con la casucha de Salad fingers.
Pensando en conseguir refugio para la noche ingreso a la morada y al darse cuenta de que el lugar ya estaba habitado se escondió lo más rápido que pudo, temiendo que el o los habitantes fueran hostiles, pero sólo se trataba de Salad jugando con unas extrañas marionetas de dedo y de inmediato notó lo peculiar del sujeto.
Se había topado con muchos dementes y perturbados antes, pero aquel tipo era bastante distinto, se veía extrañamente contento y era muy educado, aquello le dio curiosidad y no teniendo nada mejor que hacer se quedó espiando.
Al principio Salad le molestaba mucho porque no entendía la estúpida alegría y refinamiento que demostraba, pero con el tiempo a pesar de que se dio cuenta de que la persona a la que vigilaba no estaba cuerda, comenzó a parecerle alguien sumamente adorable y se enamoró de esa única persona en la que había visto dulzura y delicadeza en toda su vida, lo que le dio a entender que él mismo no estaba menos loco que todos los pocos seres que había visto hasta ese momento.
Y Tony pensó: “¿Si aquel pobre tipo puede ser feliz a pesar de todo, por qué no también yo?”
Así, sin saberlo Salad le dio esperanzas a alguien que no las tenía.
Antes ya había intentado acercarse, decidió ser directo y pedir su mano en matrimonio ¡y qué mejor forma para eso que capturarlo! Para ello puso en práctica todo lo que sabía de su amor como su afición al oxido y dolor; lo atrajo con un grifo oxidado atado con un cordel hacía una trampa para osos. Cuando las fauces metálicas atraparon su pierna y se desmayó de placer, Tony aprovecho para enjaularlo y le hizo la propuesta nupcial extendiéndole un hermoso anillado de compromiso incrustado con un molar, pero las cosas no salieron como fueron planeadas pues Salad no tomó en serio sus palabras y usando sus dotes de escapista desapareció de la jaula.
No hace falta decir lo devastado que Tony quedo, de ahí en más se limitó a seguir observando desde determinada distancia. Sólo espiarlo y seguirlo por dónde fuera no le bastaba, pero no tenía más opción.
Su mayor error fue olvidar que Salad vivía en su mundo y que prefería mil veces la compañía de sus amigos imaginarios a la de alguien real, sobre todo si ese alguien aparecía de la nada con intenciones de matrimonio.
¿Acaso era tan malo querer tenerlo encadenado sólo para él? A su disposición siempre que quisiera para deleitarse lamiendo sus largos dedos y lastimarlo con clavos oxidados o hiedra venenosa. Bueno sí, pero en un ambiente como aquel poco le importaba.
Todo requiere tiempo, mientras tanto seguiría cuidando a Salad de lejos, algún día obtendría su amor. Pensando en esto último dejo de intentar atisbar por la ventana a Salad, se dirigió a la puerta, tocó fuertemente y se escondió luego de dejar el paquete que había preparado, de manera similar a cuando lo secuestro.
—¿Quién podría ser a estas horas?— pregunto Salad al abrir la puerta.
Miro hacía todos lados y noto una caja en el suelo.
—¡Oh! ¡Correspondencia! Qué hermosa sorpresa, ¿no lo crees así Horace Horsecollar?
En su mente el caballito de plástico relincho alegre.
—Me pregunto qué cosas maravillosas podrá contener este singular paquete.
Puso a Horace Horse collar en su hombro, abrió la caja y sonrió complacido.
—¡Son preciosas! Debemos mostrárselas a los demás inmediatamente— dijo refiriéndose a la colección de grifos oxidados que contenía la caja, mientras cerraba la puerta tras de si para contarle sobre el regalo a los seres que inventaba su mente constantemente.
Tony suspiro embelesado, bien valdría la pena haber estado lejos de Salad mientras recolectaba los objetos oxidados. No le importaba si el mundo estaba devastado o que nada tuviera sentido, él tenía una razón para vivir y ser feliz.