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Acis y Galatea por Dagi

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Notas del fanfic:

Disclaimer: Supernatural pertenece a CW.

Pareja: Destiel

Personajes: Dean(Acis)/Castiel (Galatea), Metatron(Polifemo)

Sin beta.

La historia se basa en la leyenda griega de Acis y Galatea.

Notas del capitulo:

Esperaba con ansias la llegada de aquella ninfa marina...

Dean se escondió entre un pequeño montículo de tierra y arena, observando con mucho interés el mar.

Él sabía que a cierta hora de la noche, una nereida surgía del agua y miraba la luna por un largo tiempo.

Esta era una ocasión más, donde esperaba con ansias la llegada de aquella ninfa marina.

Contando las estrellas una por una, recordó la primera vez que se topó con aquella divinidad. Había sido hace semanas atrás, cuando cuidando de su rebaño y llegando a la orilla del mar, se percató de una figura que brillaba a metros de él.

Sus ojos se centraron por unos instantes en esa imagen que parecía irreal y cuando decidió llamar su atención, esa extraña pero hermosa criatura desapareció nuevamente entre las aguas calmas.

Al volver a su casa, su mente quedó rendido ante tanta maravilla. Los días que siguieron, se preguntaba si su mente no lo estaba traicionando y era un signo de locura.

Cuando su hermano menor vino a visitarlo no tuvo más remedio que contarle su historia, ya que una especie de magia lo había hechizado.

Escuchando todo el relato, el joven concluyó que posiblemente su hermano había visto a una ninfa del mar y que en muy pocas ocasiones un ser humano tenía la oportunidad de verlas. Todas eran hijas de Nereo y según contaban los sabios, el Dios era muy protector de su sangre.

Dean obteniendo esa información, volvió a llevar a su rebaño al mismo lugar que días atrás, pero para su desilusión no había nadie allí.

El sofoco de calor hacía estragos en la pequeña isla de Sicilia y no pudiendo dormir, Dean decidió tomar un baño en el mar. Llegando a su destino, se quedo estupefacto cuando volvió a ver a la nereida no muy lejos; su largo cabello negro se movía como las olas. Su rostro era puro y traslucido como todo su cuerpo. La nereida se encontraba en plena desnudez.

Su aliento se le fue arrebatado de sus pulmones y sus piernas cedieron ante tanta magnificencia.

¿Qué esperaban los dioses de él? ¿Por qué otorgarle tal placer?

Su corazón comenzó a latir con rapidez y su pecho dolía. Cerró los ojos para calmar su alma y al abrirlos, otra vez se encontraba solo.

 

Ahora, seguía espiando y buscando algún indicio de la ninfa.

Ya se había cansado de contar las estrellas y de pedirle a los dioses: Afrodita y Eros, que escucharan su pedido. Su vida se había nublado con la llegada del amor.

Las fuertes olas se oyeron y Dean se sobresalto del susto. La fuerza de aquellas ondulaciones no era normal y teniendo la razón, el agua se abrió lentamente y de ella salió la divinidad con todo su esplendor.

Tomando todo el coraje que podía poseer un mortal, se levantó de su posición y caminó hasta su destino.

Solamente unos pasos más y llegaría…

Sin embargo, su presencia no parecía ser bien recibida. Porque la nereida advirtiendo que ya no se encontraba sola, comenzó a retroceder.

Un lenguaje desconocido salía de su boca y Dean podía ver su rostro confundido.

—¡Espera!— Gritó. Empezó a correr sin importarle que además de arena, también hubiera piedras y otros sedimentos.

Y fue en ese momento que su calzado fino y gastado, se obstruyó con una piedra puntiaguda y filosa. Dejándolo lastimado y sin poder caminar.

Un gruñido inesperado de dolor lo sobrepasó.

Era un inútil. Ya había espantado a la nereida.

—¿Estás bien?— una voz grave y profunda se instaló en el oído de Dean. Alzó su cabeza y la divinidad estaba en frente de él. Su cara tenia facciones masculinas y femeninas. No lo podía creer.— tal vez los mortales ya no hablan este lenguaje…— murmuró.

—Aún lo hacemos…— aclaró su garganta y se ruborizó.

La ninfa se agachó y quiso observar la herida.

—Eres imprudente.

—Si lo soy. Pero... pero tenía mis motivos.

—¿Cuáles?—preguntó, entrecerrando esos ojos azules.

—Quería conocerte.

La maravillosa criatura inclinó su cabeza y sus rasgos confusos se agudizaron. Parecía no entender las intenciones de Dean.

—No comprendo…

—Tal vez deberíamos empezar desde el inicio, ¿no te parece?— su actitud confiada volvió—. Mi nombre es Dean.

—Castiel.

             …………………………………………………………………………………………………

Dean y Castiel se siguieron viendo todas las noches y muy pronto se convirtieron en amigos.

Hablaron de muchas cosas y se confesaron otras. Castiel quería vivir nuevas experiencias y es entonces que decidió conocer el mundo mortal. Por su parte, Dean le contó sobre su familia y como se vivía en la pequeña isla.

El pastor caía enamorado cada vez más y esperaba que su amor fuera correspondido.

Una noche, donde la luna estaba tan clara y cerca, Castiel no parecía ser el mismo.

—¿Qué sucede, Cas?

La nereida amaba el nuevo nombre que le había puesto el humano.

¿A quién quería engañar? Amaba todo de Dean. Su belleza se podía comparar con los mismísimos dioses y su forma de ser era tan pura.

—Tengo miedo, Dean.

—¿Miedo? ¿De que hablas?

—Mi temor es de perdida. No deseo alejarme de ti.

Dean abrió sus ojos y un escalofrió recorrió su cuerpo. Un frio helado lo envolvió.

Un mal augurio.

—¿Por qué? ¿Acaso tu padre y hermanos no quieren…?

Cas negó con la cabeza.

—Estoy comprometido. Se supone que debo unirme a Metatron.

¿Quién era Metatron? Dean apretó los puños de su mano y suspiró de pesar y rabia.

 

El tiempo se estaba acabando y Castiel parecía desvanecerse entre la blanca espuma de las olas.

Sus encuentros duraban hasta el alba y Dean deseaba llevarse a su amor muy lejos de allí.

La ninfa le contó sobre su prometido. El gigante ciclope era hijo del Dios Poseidón y de la ninfa Toosa.

El mar era extenso y sus profundidades aún mas.

Metatron siempre le traía regalos y muchas veces resaltaba su aspecto con exageración. Según otras nereidas, el gigante se regocijaba en decir que muy pronto seria dueño de Castiel.

—¿Cómo puedes permitirlo, Cas?

—No lo permito, Dean. Es una obligación impuesta.— sus labios se apretaron de frustración—. No lo amo. Yo…

—¿Tú qué?— insistió.

Cas se quedó en silencio unos minutos y suspiró de cansancio. Sabía que tenía que exponer sus sentimientos, aunque no fueran correctos.

—Yo estoy enamorado de ti, Dean.

          …………………………………………………………………………………………………….

Los meses pasaban como un vendaval y la pareja se amaba en secreto.

Nadie podía ver su amor. Porque los mares podían ser traicioneros.

¿Pero que importaba ya?

Dean sabía que tarde o temprano, Castiel se iría para no volver. Su corazón se lo decía y le dolía tanto.

—Quiero quedarme contigo— susurró en el cuello de Dean.

—Entonces, quédate. Por favor, Cas.

Castiel comenzó a prodigarle besos que se disolvían en sus labios.

—Lo deseo… pero no puedo.

Dean correspondió los besos con desesperación y sed. Eran caricias que decian una sola palabra: “No te vayas”.

Esa noche, su amor se consumió en la orilla del mar. Sus cuerpos desnudos se unieron y con solo un empujón, Dean entró en el interior de la ninfa marina. El movimiento era lento y dulce… a veces tempestuoso, rogando otro final.

Otro empujón y sus gemidos se ahogaron en un beso infinito.

           ………………………………………………………………………………………………………..

Los rumores llegaron y consigo el destino…

—Metatron me busca.

—Escapémonos, Cas.

—¿A dónde, Dean?— dijo con tristeza y resignación.

Se prometieron estar juntos para siempre y creyéndose invencibles, se siguieron viendo.

Es así que un día, con el sol llegando a su fin, se encontraban los enamorados mirándose con ternura y diciéndose palabras de amor. Ninguno de ellos se dio cuenta que alguien mas estaba en escena. Mirando con celos y odio a la feliz pareja.

Las estrellas titilaron y la luna era pálida en el cielo.

Los amados tenían un mal presentimiento.

—Creo que es momento de irme.

Dean asintió con la cabeza y besándose una vez más, se retiró despacio.

Cas dudó unos segundos, ¿Por qué debían separarse? ¿Por qué no era fuerte?

Con determinación, distanció sus pies del agua y se dio vuelta.

Cuando iba a gritar el nombre de Dean, observó a lo lejos la figura de Metatron.

—¡NO!

El ciclope tenía entre sus manos una enorme roca y con un sonido salvaje, se lo lanzó a Dean. Éste último, sin poder advertirlo, cayó herido.

La ninfa corrió hacia su amado y trató de retirar la roca encima de él. Lo intento y lo intento, pero no pudo.

En la agonía de la muerte, Dean lo llamó por última vez.

—C-cas..

Se besaron, pero los labios del mortal ya eran fríos.

Castiel lloró y su lamento fue escuchado por Toosa, quien rechazando el accionar de su hijo, le concedió una segunda oportunidad a la pareja.

Mezclando las lágrimas de su ninfa preferida y la sangre del pastor, convirtió a Dean en un río…

Un río que recorre la isla de Sicilia y en donde los amantes no se separaran jamás.

Un amor eterno, como el mar.

                                        

                                              Fin.

Notas finales:

Gracias por leer.

Dagi!♥


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