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Sueños (Pesadillas) por Sou-Tan

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Notas del capitulo:

En fin. Ya habia públicado esto hace mucho, y como nunca termine la segunda temporada, decidi publicarlas juntas. La redaccion de los primero me parece un chiste ahora despues de tanto xD

"Dominatio" significa dominio, control o poder en latín, le puse así a esa dimensión porque es donde están los dioses y ellos son los más poderosos, "Exortis" es privado o excluido, es nuestra dimensión, porque no somos inmortales, solo estamos de paso.

En una dimensión de este mismo mundo, justo en la frontera en la que se encuentran la dimensión “Dominatio” y “Exortis”, en ese punto está la Sierra de Morfeo, que separa los dominios del Señor de las pesadillas de los dominios del Guardián de los sueños.

 

Uno, el Señor de Las Pesadillas, amo y mensajero de los malos presagios, dueño de los peores y más escalofriantes miedos.

 

El otro, el Guardián de Los Sueños, cuidador y protector de las fantasías de las criaturas de nuestro mundo, también, del laberinto de cristal.

 

Los dos hijos de un mismo padre, Morfeo. Este murió hace más de tres mil años, dejándolos a cargo de la Sierra Maat, que ahora se llama Sierra Morfeo porque su tumba se encuentra en la montaña más alta de dicha sierra.

 

Su naturaleza consiste en crecer hasta que tienen treinta años de edad, de ahí, su contextura vuelve a ser la de uno niños de doce años, para volver a desarrollarse hasta tener un cuerpo de treinta. Es un ciclo que nunca acaba.

 

Nunca han cruzado palabras, ni miradas, muchos menos pensamientos. Solo saben el nombre del otro y cuál es su deber, nacieron con ese conocimiento, también, nacieron sabiendo que cualquier lazo de hermandad entre ellos no existe y que cruzar al otro lado no correcto.

 

Enemigos, eso es lo que deben considerarse.

 

La Sierra de Morfeo, no es como las que conocemos aquí en la dimensión Exortis, las montañas no tiene más de dos o metro y medio de altura, excepto la que está justo en medio, la más alta, que mide unos quince metros de altura. Se extiende por toda la frontera, por lo que es infinita.

 

 Por un lado, el que está más cerca de nuestra dimensión, se encuentras los dominios del Guardián de los Sueños, cuyo nombre es Taemin, es alto, de cabello rubio, tiene contextura de una persona de veinte años, un ojo rojo y el otro azul. 

 

Su función es cuidar de los sueños de las criaturas de nuestro mundo, no solo de nuestra dimensión. Para cuidar de los sueños, él debe también cuidar del laberinto de cristal.

 

El laberinto de cristal es, por donde los sueños deben pasar antes de llegar a las manos de Guardián de Los Sueños. Si logran llegar al otro lado del laberinto, entonces son sueños libres que Taemin debe proteger para que no se conviertan en pesadillas. El laberinto tiene forma de corazón y es transparente, dando así a los sueños una sensación de libertad falsa.

 

Taemin debe evitar a toda costa que los sueños pasen al otro lado de la sierra, sino, ya no serán sueños. Debe quedarse a vigilar la salida del laberinto para guiar a los sueños nuevos, si estos no obedecen o al menos lo escuchan con atención, no puede hacer nada por ellos cuando se han ido al otro lado.

 

Del otro lado, en una ambiente más oscuro y tétrico, están los dominios del Señor de Las Pesadillas,  que lleva por nombre Minho. A diferencia de su hermano, su piel es pálida y un poco opaca, tiene el cabello negro y largo, pero recogido siempre en una coleta, sus ojos son azules y es más alto.

 

Su función es convertir los sueños que traspasan la frontera en pesadillas, e intentar desaparecer, desde su lado de la frontera, los sueños que están en el laberinto. También debe cuidar la caja de pandora.

 

La caja de Pandora, es lugar donde están guardados los obstáculos, males y miedos, desde el más grande al más pequeño, todos están ahí. Minho debe buscar el correcto para frustrar los sueños e impedir que algún día lleguen a ser libres.

 

Los sueños viajan desde nuestra dimensión hasta la entrada del laberinto, una vez que entran, no hay vuelta atrás. O llegan a las manos del Guardián de los sueños, o mueren a causa de uno de los obstáculos del Señor de las pesadillas y la falta de voluntad de sus dueños.

 

En el lado más alejado de la frontera, en el gran castillo negro, espeluznante y majestuoso, pero viejo y sin gracia, está en la única habitación del último piso, tendido en su cama gigante, El Señor de las pesadillas.

 

Mantiene los ojos abiertos, perdidos en alguna dirección de lo que se puede llamar su alcoba. El techo es demasiado alto y, en todos las paredes celestes pastel del lugar, hay repisas, y en ellas, muchos muñecos y peluches. Algunos pequeños, otro con formas extrañas, algunos más grandes y con ropas singulares.

 

El lugar no es lindo ni acogedor, es escalofriante, frio y desesperanzador, hay un ambiente pesado. Los muñecos no son lindos ni tiernos. Las muñecas de porcelana, unas tienen un solo ojo, otras ninguno, a algunas solo le quedan mechones de cabellos muy cortos y tienen la sonrisa torcida. La mayoría de los peluches están degollados y parecen sucios, algunos están sin brazos y otros sin la mitad de su cuerpo. Y esos muñecos de ventrílocuo tan perfectos que a los ojos de su dueño son hermosos.

 

En la cama, que es de madera negra, antigua y con diseños complicados, que tiene cuatro pilares en cada esquina, en los que ángeles con rostros demoniacos están tallados, que sujetan un techo, de donde cae por los costados de dicha cama dos cortinas morado intenso, casi llegando a negro; hay unas grandes tijeras, y junto a ellas, el cuerpo de un pequeño peluche de zorro, adorable, esta sin cabeza y en todo su estómago tiene las marcas de un evidente apuñalamiento, por donde sale sin mermar, sangre negra, negra y asquerosa.

 

De la cama se levanta, El Señor de Las Pesadillas. Camina hacia la puerta, que es de hierro y casi tan alta como el techo. Toma de un perchero, su gran saco negro con detalles en blanco. Acomoda los pliegues de su camisa y se coloca su  gran sombrero.

 

Antes de que pueda empujar la puerta, escucha alaridos y quejidos de dolor, voces que, con tono agudo y suplicante, gimen entre lamentos y sollozos, risas mecánicas que se burlar e hilos de voz que le llaman desesperadamente a su señor.

 

Esboza una sonrisa ladina y deja a la vista sus colmillos, que miden unos seis centímetros. Mira de soslayo hacia atrás por sobre su hombro y empuja la puerta, produciendo un chirrido ensordecedor que cesa por completo cuando su eco está demasiado lejos como para escucharlo.

 

-Tranquilos, pronto serán libres, mis pequeños.

 

Una vez dicho esto, sale de la habitación y dobla a la derecha, dando grandes zancadas como suele hacer, logrando que su gran saco hondee en el aire a medida que avanza. En los pasillos hay muchos cuadros con personas sin rostro, que parecen sonreír pero no tienen boca. Llega a estar frente a unas grandes escaleras que bajan en espiral, las baja y cuando llega al cuarto escalón, la mitad de sus piernas se desvanecen y se convierten en humo negro.

 

Llega abajo rápidamente, como si no hubiese más de seiscientos escalones. Sus piernas vuelven y sus pasos secos y firmes es lo único que escucha hasta que llega al salón principal. El suelo tiene cuadro negros y grises, azules y rojos, violetas y rosas. Todos opacos, neutros, tristes y deprimentes.

 

Una musiquilla animada y chillona suena, proviene de una caja musical de aspecto muy antiguo que reposa sobre una pequeña mesa, al lado de un gran sofá rojo, sucio y polvoriento. Se aproxima a la puerta principal y esta es abierta por una criatura con apariencia de un gran muñeco de peluche.

 

La extraña criatura mide unos ciento sesenta, su cabeza es redonda y no es de piel, es de tela, sus dos ojos son unos grandes botones, no tiene nariz y su sonrisa está ampliamente cocida de un extremo al otro de su rostro. Tampoco tiene orejas y dos clavos están clavados en el lugar de estas. Lleva un traje negro y sus manos están cubiertas por guantes.

 

Sale por la gran puerta y camina derecho, como si no estuvieran todas esas criaturas o cosas extrañas en su camino, puede controlar todo y a todas las criaturas que habitan ahí, las que son pocas.

 

 Divisa la sierra muy cerca y disminuye su velocidad. Avanza unos cuantos pasos más y llega hasta la base de la montaña de Morfeo. Con ayuda de sus manos e impulsándose con sus pies, llega a la cima y ahí se sienta mirando al otro lado.

 

En el otro lado de la frontera, en un lugar donde el ambiente es ligero y la claridad existe, está en su gran trono, con la mirada fija en la salida del Laberinto de Cristal, sentado mientras sostiene su juego de llaves, el Guardián De Los Sueños.

 

Sus ojos se cierran por un momento y ve escenas que nunca ha vivido y además, un rostro que desconoce. Un escalofrió recorre su espina dorsal y abre los ojos.

 

Su respiración es calmada, no hay preocupación alguna en sus pensamientos, lleva días sintiendo una mirada sobre su nuca y está seguro que es una de las criaturas del otro lado de la sierra.

 

El viento que viene de Exortis hace cabello se desacomode en su cabeza, cuando el viento pasa de largo y sigue su recorrido, las hebras doradas vuelven, como si las hubiesen mandado, a su antiguo lugar.

 

Escucha pequeños susurros cerca de sus oídos, que pronuncian palabras en una lengua muerta en Dominatio. Taemin sonríe y asiente, su sonrisa no es escalofriante, es honesta, de resignación sin embargo, pero cabe mencionar, que es vacía también.

 

Desde su trono y cerca de la salida del laberinto, de frente a ella para ser exactos, mirando hacia su derecha, observa fijamente al Castillo Congelado, el lugar donde guarda a sus subordinados, seres fuera de lo común, aún más complejos y retorcidos que muchos que se encuentras más allá de la frontera, la Sierra de Morfeo y hasta la misma Dominatio, en el otro mundo.

 

Una rosa, que viene de los rosales que están un poco antes del espeso bosque, el que está a su izquierda, muy apartado del laberinto y de la sierra; extiende su tallo unos cuantos metros más, hasta quedar a pocos centímetros de los pies del Guardián De Los Sueños.

 

Suspira y siente la pesadez en el aire. La para nada esperada fecha está cerca. Esos días que llegan a perturbar la calma de su trabajo y le hacen levantarse de su trono, comenzaran en unas horas.

 

No se inmuta ante el ambiente lúgubre ni hace caso de las tradicionales voces de sus subordinados dándole advertencias. Sacar del camino a los emisarios del Señor de Las Pesadillas nunca fue una tarea muy fácil, pero no puede hacer nada porque los humanos no ponen ni las mínimas fuerzas para que sus sueños logren subsistir.

 

El sonido imponente de las grandes rejas que impiden el paso en el laberinto abriéndose, llegan a sus oídos y siente cierto alivio cuando el aura emanada por todo se hace más liviana. Dos luces titilantes se dirigen hacia él y se levanta de su trono.

 

Sus pasos son firmes y llega rápido a donde los destellos están. Los mira detenidamente y se da cuenta, que son sueños comunes. Los sueños llegan en forma de escenas de películas, con una imagen de fragmento que representa lo que aspira su dueño. Estos dos, uno está representado por muchos sombreros en el aire: Una graduación.

 

Por un camino diferente, el otro está representado por muchos infantes mirando al frente, directo a una pizarra mientras una mujer habla y señala algunas letras en la pizarra: Ser docente.

 

Les dice algunas palabras simples, no hacen falta muchas explicaciones, son logros fáciles de mantener, que difícilmente se verán frustrados por alguna jugarreta o desliz.

 

El Guardián los ve flotar libremente en el aire, nada cerca de la sierra, dando crédito a sus conocimientos.

 

Por un momento, deja de sentir la mirada siniestra clavada en sus ojos y es hora de volver a su lugar. Se da media vuelta y se aproxima a su trono para luego sentarse en él. Las grandes rejas vuelven a cerrarse y, a pesar de las voces que murmuran a sus espaldas y cerca de sus oídos, cierra los ojos, esta vez, consiente.

 

Al otro lado de la sierra, Minho baja la montaña y regresa a su acogedora morada.

 

Risas burlescas le sirven de fondo a la canción preferida del Señor de Las Pesadillas: El silencio. Ese que te congela la sangre y en vez de generar tranquilidad produce desesperación. El aire huele a suicidio y sonríe.

 

El tiempo en que su poder aumente está cerca y planea utilizarlo todo a su favor. 

Notas finales:

well...bye


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