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Mi castigo fue perderte por Yuki_1

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Notas del capitulo:

Este fic esta dedicado a mi queridisima amiga Amaterasu ^^ por su cumpleaños... just for you!... porque lo prometido es deuda...

Espero que os guste ^^

“Mi castigo fue perderte”

by Yuki_1
 

Desde que estoy acá el sol siempre cumplió su rutina milenaria de salir por la mañana, sin falta ni retraso. Su luz cálida inunda las montañas, y cuando toda la vasta zona se encuentre inundada por su luz , yo voy a ver, a lo lejos, tu silueta recortada por sus rayos, vas a sobrevolar el lugar y vas a aterrizar justo a mis pies... como es tu rutina desde que estoy acá.

La razón de que yo me encuentre en esta montaña, es que hice algo malo, no quiero decir que es, por eso los dioses se enojaron conmigo y me condenaron a permanecer en esta montaña, atado con cadenas fuertes e invisibles. Y también, a que cada mañana tus alas revolvieran el aire y aterrizaras a mis pies... gentilmente te me vas a acercar y vas a desgarrar mi alma, pero a pesar de todo, yo voy a estar feliz, porque en ese acto tan brutal, yo voy a poder sentir la suavidad de tus plumas rozar mi rostro y tu intenso aroma a libertad y verano.

Ya cumplida mi condena, sin muchos miramientos levantas vuelo, y eso es lo último que puedo oír porque después pierdo la conciencia y quedo acostado en un mar de mi propia sangre. El dolor es infinito, pero me reconforta la idea de que mañana voy a estar bien... y de que voy a volver a verte, aunque con una sonrisa destroces mi cuerpo. Pero lo extraño es que no es una sonrisa sádica, sino una amable, como tranquilizándome para lo que va a venir después. A mi me hubiera gustado lo contrario, que con enfermiza locura me destrozases, así yo podría evitar lo que hoy siento.

Otro día. Nuevamente te veo planear sobre la zona. Mis heridas ya sanaron y la sangre de mi alrededor ya no está. Se que en cualquier momento vas a aterrizar acá, y voy a ver tus doradas alas resplandecientes a causa del sol. Lentamente te acercas a mi, y me mostras tu sonrisa. La felicidad que siento al verte se transforma en un impulso eléctrico  que recorre todo mi cuerpo, pero enseguida es remplazada por dolor al sentir como una de tus garras se abre paso por la piel de mi abdomen, rasgando músculos, dejando brotar la sangre. Ahora son tus manos las que con fuerza hacen la herida más grande, tratando de provocar el mayor dolor posible, pero en tu rostro siempre esa sonrisa. Desgarras mis músculos dejando al descubierto mis órganos vitales... en este momento me encantaría perder la conciencia, pero por mucho que lo desee es inútil, mi castigo es ser torturado por toda la eternidad. Ahora el liquido carmesí fluye más rápido, formando miles de caminos a mi alrededor. Con fiereza extraes de mi cuerpo una parte de mi y te la llevas a los labios donde la despedazas con tus colmillos para después comerla, manchándote con mi sangre. Luego con voracidad te lanzas sobre mis entrañas y una a una te las devoras.

En ese instante tus alas ámbar rozan mi rostro. Hueles a verano y a libertad... libertad. Amo tu aroma... y tus sonrisas... no puedo evitar sonrojarme, hasta que siento como te alejas y emprendes vuelo, dejando atrás mi cuerpo destrozado y recostado en la tierra teñida de rojo. Ahora que tu trabajo esta terminado puedo cerrar los ojos y retirarme a la inconciencia hasta que volvamos a vernos.

 

Escondidos en la oscuridad se encuentran unos ojos tan negros como ella misma, desde allí observan como se revuelve en la inconciencia, como de sus labios son emitidos leves quejidos, siente su agitada respiración. Se acerca sigilosamente para poder ubicarse a su lado y con delicadeza acaricia las hebras de su cabello, retirando aquellas que, rebeldes, se adhieran a su frente por el sudor. Un suspiro escapa del dormido al sentir tan suave contacto mientras que los ojos azabache lo observan expectante, con cariño.

Arrima sus labios a su oído y con cantarina voz profiere las más hermosas promesas de amor eterno, que talvez nunca se cumplan. Ante aquella voz, como si la reconociese, el cuerpo ensangrentado parece relajarse.

La oscura mirada se centra en los labios entreabiertos de su presa y lentamente se acerca a ellos y con sus propios labios le propina una suave caricia. Sonríe sorprendido ante la especial suavidad dedicada a aquella caricia. Luego con delicadeza se aleja y despliega sus alas doradas.

 

Con pesadez abro los ojos y la deslumbrante luz del sol da de lleno en mis pupilas, cegándome y obligándome a cerrarlos. Mi cuerpo ya esta en perfectas condiciones para ser destruido de nuevo.

A lo lejos se escucha el grito de un ave, lo que inevitablemente te trae a mi cabeza ya que eso es lo que sos... un ave, o más bien el dios de algunas ellas. Súbitamente invadís mi mente y puedo verte, tu cabello ámbar como tus alas, tus ojos tan profundos como la noche misma y tu sonrisa. Me sonrojo. Tus movimientos siempre fueron muy suaves, pero la brutalidad del acto que cometes los opaca completamente.

Aunque es muy temprano veo tu silueta en el cielo, y pasados unos minutos veo tus pies aparecer frente a mi, y al levantar la mirada espero encontrarme con tu sonrisa, pero en vez de eso veo tu rostro triste, y en un tu hombro izquierdo, un halcón, justo como vos. Tus alas resplandecen con el sol, el suave contacto las vuelve doradas. Observo tu mirada anegada en tristeza y te sonrió, para que te animes a acercarte, porque creo que si sigo teniéndote tan lejos me volveré loco. Y enseguida te acercas, y con una mano de afiladas y largas garras acaricias mi rostro, haciéndome un corte en la mejilla por donde empieza a brotar la sangre que se refleja en tus ojos tristes. Retiras tu mano rápidamente temiendo hacerme más daño.

Estoy confundido y parece que vos entendes eso porque enseguida veo como tus labios se abren para articular una palabra... y ahora que me doy cuenta, nunca escuche tu voz, por eso te sonrió para darte ánimos mientras tus labios se vuelven a abrir.

“Yo... ya n-no quiero hacerte daño” Afirmas dubitativo como si hablar te doliera. Asustado, trato de levantarme, quiero abrazarte y calmarte, pero en el intento caigo pesadamente al piso lastimándome las muñecas. Un gemido de dolor se escapa de mis labios, curioso, es el primero desde que todo esto empezó. Ahora es tu turno de asustarte y de acercarte a mi, pero a diferencia mía vos podes hacerlo, y me tomas de las muñecas para examinar con minuciosidad la herida, el contacto me quema y me obliga a enrojecer.

Sorpresivamente me tomas del rostro para obligarme a mirarte, acentuando más mi sonrojo. “Yo...yo te amo, lastimarte me duele” Confesas, y lágrimas empiezan a surcar mis mejillas. Aterrado retiras tus manos pensando que volviste a hacerme daño, pero yo las atrapo en el aire y las llevo de nuevo hacia mi rostro. Con suavidad dejo algunos besos posados en ellas y me divierto al ver como tus orbes me miran con sorpresa, y con alegría te respondo a una pregunta que no formulaste en palabras pero yo se que esta en tu cabeza.

“Lo que pasa es que yo también te amo” Y ahora que todo esta dicho podemos ser felices para siempre... pero recuerdo que yo estoy condenado y encadenado a una montaña. Mi mirada se ensombrece, y mientras las lágrimas anegan mis ojos, negaciones continuas son despedidas de mis labios. Lejos escucho tu voz, tu voz que me trae de vuelta...

“Tranquilo... yo... no quiero lastimarte más” Ahora escucho tu voz quebrándose, que atrae mi atención y cesa mi llanto.

Entiendo al instante lo que sucede y veo la determinación en tu mirar.

“Sos libre” Las segundas dos palabras que más deseaba escuchar, pero no quería hacerlo de tus labios.

Las cadenas invisibles se rompen y con asombro me levanto, mis ojos chocan con los tuyos y por un momento mi mente se encuentra en blanco. Mis labios se abren e involuntariamente dejan escapar un sollozo que es reprimido instantáneamente. Me abalanzo a vos para poder abrazarte, lográndolo. Nos fundimos en ese abrazo, nos volvemos uno... me gustaría que este momento fuera para siempre, pero nos soltamos enseguida, y me sonreís. Mis ojos inevitablemente se llenan de lágrimas. Como serpientes las cadenas se enroscan en tus brazos , en tus piernas, en tu cuello, y lentamente caes al piso. Tus alas chocan contra el firme suelo y se hacen añicos. La sangre brota rápido de tus alas desgarradas, pero en tu rostro no hay ni el más mínimo rastro de dolor, por el contrario, una sonrisa lo ilumina, y eso es lo último que vi de vos, porque en ese preciso instante una negrura me envolvió, y al recuperar la conciencia me hallaba montaña abajo, muy lejos tuyo... de tu olor a libertad y a verano, de tus plumas suaves.

Recién ahora caigo en cuenta de que aquella voz dulce no era la del viento que me traía voces lejanas, era la tuya, que después de haber cumplido mi condena, y porque no decir también la tuya, me tranquilizabas. Y lo único que me queda por hacer ahora es pedirle a los dioses que te liberen, ya que mi condena esta cumplida, porque mi verdadero castigo fue perderte.

 

Fin


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