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Encontrar a los malignos. por Macaco

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Si él fuera un poco más listo, habría visto venir esto, ya estaría en su natal Francia, (No, ahí sería fácil que Ruina lo encontrara) Italia, (Aunque a Ruina le encante ir muy seguido a ese restaurante con albóndigas donde siempre te sirven el espagueti muy frío, no, tampoco era buena opción) o en Colombia. Por desgracia Yago era tan despistado como un cerdo en la Roma antigua. Y no vio esa posibilidad de que su madre lo mandara a tal instituto, claro, Ruina le había dado unas señales. Ropa nueva, toda en tonos blancos, negros y rojizos. (Los colores preferidos de la familia Batdown). Un gran televisor, zapatos mocasines nuevos y hasta tinte blanco para el pelo. No es que su madre no le comprara cosas pero el hecho de que la detestable Ruina estuviera tan contenta y esplendida era algo por lo cual tener cuidado.

Todo empezó desde que la madre de Yago vio ese comercial de un gran instituto para niños queridos sin amor.

-¿Usted no puede darle el suficiente amor a sus hijos?- la pantalla emitió un anuncio tipo cómic en el cual salia una señora con 10 brazos y en cada brazo con un utensilio de limpieza diferente.

-¡Sí!- exclamó Ruina. Era la primera vez que decía algo desde las 3 horas que había estado sentada en su sofá favorito: un desgastado sofá que había tenido tiempos mejores, eso sin dudas, cojines con flecos bordados, los cuales iban puestos en color rojo, blanco y negro. 

-Mamá, me das el suficiente amor, no es que seas una madre muy amorosa pero es el suficiente, no necesito más.- Y eso era cierto, no puedes esperar mucho amor de la dictadora más ruin de todos los tiempos. ¿no?

-Calla cielo, acaso no ves que estoy viendo el televisor-.

La pantalla cambio de imagen y ahora pasaban una hoja de la nomina de alguien.

-¿La universidad en la que estudia o piensa estudiar su hijo es de una matricula muy alta?- La peliblanca al escuchar esto se levanto de su sofá y empezó a dar brincos de un pie a otro.

-¡Sí! ¡Sí! ¡Sí!- El chico no se esperaba algo menos que eso, su pobre madre había quedado realmente mal después de no tener a 101 conejos moteados para una colección de invierno que planeaba hacer en su empresa "Levrunx". Desde entonces la madre de Koyi no tenía fuerzas para ir a su oficina en la cual pasaba más tiempo que en su casa, haciendo esos bocetos perfectos de abrigos. Los cuales a ella le quedaban a la medida. Al transcurrir un tiempo sin ir a su oficina, Alfonso, el segundo al mando, decidió darle una jubilación por "sus buenos proyectos en la empresa". Lo cierto era que Levrunx quedó en ruina y por ende, Ruina estaba en la ruina. 

-Entonces no busque más, el IMPHND es para su hijo, instalaciones de más de 10 kilómetros cuadrados, enrejado en todo el perímetro, construcciones de más de 2 kilómetros y estancias para que usted esté de lo más tranquilo-. En el televisor aparecieron diferentes imágenes de varios edificios cuadrados pintados con unos colores chillones y otros muy opacos, grandes campos que se extendían sin tener fin, lujosas recamaras con 2 camas y una sala de estar en medio de un gran salón.

-Creo que tengo el lugar perfecto para un imperfecto que tengo desde ya hace 16 años- Ruina empezó a tomar su laptop y teclear tan rápido como solo ella sabía hacerlo.

-Má, no piensas mandarme a un lugar como ese, ¿cierto?- el casi peliblanco no pensó que tendría el valor (o desprecio) para enviar a su primogénito a un internado-. ¿Sabes lo que dicen de esos lugares? ¿Cierto? Dicen que no les dan de comer, el agua es fría, la comida tiene cucarachas y muchas cosas horribles-.

La verdad es que Yago sentía demasiada curiosidad por ese lugar, no le encantaba la parte de tener tanto campo, lo cierto es que prefería estar en 4 paredes, el techo era el limite para él. Pero esos edificios, tan cuadrados, tan simples, tan perfectos. Y lo más seguro es que tuvieran una biblioteca ¿qué escuela no la tiene? Para Yago, los libros eran sus únicos amigos, tenía sólo dos: Harry Potter y la camara secreta y Alicia en el país de las maravillas. No sabe porqué tenía esos dos libros si a su madre nunca le había gustado leer, "prefiero estar dibujando o creando, no perdiendo el tiempo con esa basura". Nunca había tenido un amigo, Ruina era su única compañía desde que nació. Ella tenía un trauma por el exterior: "mucho espacio, las ideas se te escapan", eso era lo que siempre decía y tal vez era cierto, el peliblanco pensaba mejor estando encerrado en su oscura habitación con su foco de luz blanca y las paredes en cuadrados negros y rojos. 

Sus aficiones eran un tanto raras y dispares entre si, le gustaba estar encerrado leyendo o a veces estar en el armario de su madre probando esas pieles o ropa unisex a la que su madre era adicta, -la moda no tiene sexo ni genero hijo, recuerda eso- y vaya que sí lo recuerda. Yago no era feo, era alto y delgado como su madre, a veces con esa pose tan arrogante y menospreciativa, con una tes lechosa y unos lunares en la parte de la nariz y sus alrededores, pelo negro azabache en la raíz pero blanco en las puntas, su look matador era ropa blanca y negra con un toque de rojo: una chamarra con cuello de piel con un lado blanco y el otro negro y mangas de piel rojas, una camisa negra con rayas blancas y pantalones piratas con una pierna blanca y la otra blanquinegra, o eso le había dicho su madre y confiaba en ella. Debería de hacerlo ¿no? al fin y al cabo ella lideraba una empresa de moda con mucho prestigio y algo de razón tendría que tener.

-Tonterías mi Yago y guarda silencio que ahora estoy en unos asuntos importantes en ésta maquina de el demonio- decía mientras tecleaba más y más en su laptop negra con blanco.

Y eso era lo que recordaba de el último día en su casa, lo demás, nada. Sólo estar enfrente de un gran portón de hierro forjado el cual en el centro tenía el escudo de un pájaro rosa encima de un cráneo de un buey con flores y justo abajo de el cráneo tenía las iniciales de el instituto grabado en oro. El carro de Ruina, un deportivo rojo, arrojó las maletas forradas de peluche negro con motas blancas y arrancó, desapareciendo por los verdes jardines de IMPHND, el peliblanco sólo tuvo tiempo de levantar la mano para despedirse porqué un señor demasiado  alto agarro sus maletas y con ellas lo empujó hacía adentro de el gran internado. Su nueva casa. Su nuevo hogar.

 

Notas finales:

Espero subir el siguiente mañana o no sé. :) 


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