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El Empresario y el Stripper por Riko

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Notas del fanfic:

Aomine y Kagami no me pertenecen. Yo solo los uso para mi historia.

Espero les guste este fic, la verdad este fic fué escrito y re-escrito unas 3 veces, debido a problemas personales y de salud no me he podido concentrar bien...Espero que lo disfruten^^

Fanfic especialmente dedicado a Fran Delross (Alee <3) Como regalo de cumpleaños atrasado ya que no fuí capaz de acordarme para ese día. Espero te guste querida^^

Nota: <>

Notas del capitulo:

Me pareció mejor idea dividir lo que iba ser originalmente un one shot en dos, para que así la lectura no se haga tan tediosa. Espero les guste

I

La fría cerveza inundaba su garganta. Dejó su vaso tipo shop con un ligero golpe en la mesita mientras que con sus manos hábiles, prendía un cigarrillo. Observaba el lugar con nostalgia, sus ojos azules recorrían lentamente el lugar, con cada vistazo que daba, recuerdos emergían desde lo más profundo de su cerebro hasta la superficie. El olor a humo de su cigarrillo, la sensación del frío vaso de cerveza rozando sus labios, la música electrónica que se colaba por sus oídos y las bellas adolescentes que adornaban la pista de baile. Todo aquello, le hacía rememorar sus gloriosos días de plena juventud. Si bien él no era un hombre decrepito el cual se encontraba en los últimos años de su vida, tampoco era el ferviente y enérgico joven que alguna vez había sido, aquellas características se habían ido desvaneciendo lentamente hasta llegar a convertirse en el aburrido y monótono varón que era hoy en día.

Le propició una bocanada a su cigarrillo y exhaló lentamente el humo a través de sus labios, una ligera tos invadió su garganta de manera ruda. Hace más de 5 años que había dejado aquel exquisito veneno, sin embargo, aquella noche había decidido que era tiempo de retomarlo, sentía que su cabeza explotaría si no intoxicaba nuevamente su cuerpo con aquella deliciosa pieza hecha de nicotina y alquitrán. Le dio otro sorbo a su shop mientras observaba desde su rincón del club nocturno a las hermosas jóvenes que adornaban con sus voluptuosos cuerpos la pista de baile. Fijó sus hermosos ojos azules particularmente en una chica de cabellos rubios y piel tan blanca y brillante como el azúcar. Aquella imagen trajo nuevamente recuerdos casi olvidados a la superficie de su cerebro.

Había conocido a su ex esposa en una noche similar a la que vivía en esos momentos, en un ambiente parecido al que se instauraba en el lugar, bailando de la misma forma que aquella chica y en un club nocturno parecido al cual donde se encontraba esa fría noche.

«Maldición» Se lamentaba internamente por recordar a la mujer que había sido su esposa. Le dio un largo trago a la amarga cerveza para despejar su mente. Había ido a ese lugar para olvidarla…No era como sí todavía la amara o sintiera algo por ella, es más, de alguna forma se sintió aliviado cuando esa misma noche llegó al departamento que compartían como todos los días y observó en la mesa la documentación firmada por ella para un divorcio y una nota al lado que ponía: “Mañana vendré a recoger los documentos. No te preocupes, vendré cuando no estés y dejare mi copia de la llave del departamento. Hasta siempre”. Un lado de él se sentía feliz. Alegría debido a que finalmente uno de los dos se había atrevido a romper ese largo matrimonio cuyos últimos años carecían de sentido, pero…Él era un hombre orgulloso, de alguna forma se sentía despreciado, infravalorado… A pesar de que ya no sentía ni una pisca de pasión por esa mujer, aquel hecho lo hacía sentir desechado y aquello realmente le dolía. Demasiado.

Pensaba en que dirían sus trabajadores cuando se enteraran. «Aomine Daiki, 30 años, empresario exitoso y sin embargo incapaz de mantener su matrimonio» Definitivamente no era un buen ejemplo para los demás. «Quizás es cierto que no se puede tener amor y dinero al mismo tiempo en la vida» se decía así mismo como consuelo. Al menos después de que su mujer lo botara, podría dedicarse al 100% en su trabajo.

Prendió otro cigarrillo, si mal no recordaba, era el tercero de la noche. Le ordenó a la joven mesera otro shop de cerveza a lo cual esta le asintió sonriendo. Aquella noche se embriagaría como nunca antes, se lo merecía después de un largo y extenuante día de trabajo.

 

Aomine Daiki abrió levemente los ojos, al parecer se había quedado dormido en aquel night club, no sabría decir con certeza cuanto tiempo había pasado desde que se había bebido el último trago de cerveza. Miró su reloj rápidamente y con alivio notó que solamente una hora había transcurrido desde que se había dormido. Observó a su alrededor y comprobó que todo el club nocturno seguía tal cual como lo había visto antes de sucumbir al dios del sueño, excepto por un hecho en particular.

Brillantes luces de diferentes colores parpadeaban y se movían en diferentes direcciones, iluminando todo el lugar. La melodiosa voz de una joven anunciaba en el escenario del club -bajo aquellas luces resplandecientes- lo que era aparentemente el espectáculo principal de aquella noche. Los vítores de tanto hombres como mujeres resonaban por todo el lugar, haciendo eco de forma ruidosa en sus oídos. «Asique esto fue lo que me despertó» pensó Daiki, aliviado y agradecido de que aquel show fuera tan esperado, no deseaba despertar cual vagabundo al siguiente día, desparramado por el suelo de aquel club.

Comenzó a ordenar su maleta y comprobar que todas sus pertenencias estuvieran en ella. Un ligero dolor azotaba internamente las paredes de su cráneo, decidió no darle demasiada importancia y se puso de pie suavemente con la firme decisión de irse. Caminó entre la agitada muchedumbre que se había congregado al centro del club nocturno en dirección a la salida. Estaba por salir cuando los gritos y vítores que adornaban el lugar estallaron con devoción y alegría, al parecer, lo que toda la gente esperaba finalmente había arribado al escenario. Involuntariamente y por la extrema necesidad de satisfacer su curiosidad –algo tan propio de los humanos- Daiki se volteó ligeramente -a un paso de la salida- para poder observar con sus propios ojos cual era el origen de tanta emoción y desenfreno entre los asistentes del lugar. En aquel momento, cuando sus ojos se encontraron posados en el escenario, observaron lo más bello que jamás habían visto.

 Un sensual y hermoso joven de flamantes cabellos rojos se había adueñado del escenario. Poseía ojos tan resplandecientes como un rubí y una piel bronceada, la cual resaltaba cada parte de su anatomía de forma gloriosa. Vestía un ajustado traje de bombero –obviamente de utilería- además de unas botas largas y negras con un disimulado tacón, las cuales contorneaban sus piernas de manera seductora. El pelirrojo saludó al público con un pequeño gesto de mano y una encantadora sonrisa, el público respondió al gesto con gritos y aullidos de emoción. De pronto, una rítmica música electrónica se apoderó del ambiente y el chico comenzó a mover su tonificado cuerpo al ritmo de esta. Lentamente, moviéndose en coordinación a las notas musicales, el joven pelirrojo comenzó a quitarse prenda tras prenda, dejando al descubierto las bellas piezas de su anatomía.

El moreno y peliazul, Aomine Daiki, observaba el escenario con ojos cargados de asombro y fascinación. El niñato de cabellos rojos que se encontraba haciendo aquel espectáculo era simplemente increíble. La belleza y sensualidad que desprendía con su baile podría hechizar incluso a la más fría de las personas. Observaba embelesado como el pelirrojo se quitaba la última prenda del torso y dejaba al descubierto sus marcados oblicuos y músculos recto abdominal.

Lo que ocurrió a continuación dejó a Daiki completamente hipnotizado.

El ardiente joven de cabellos rojos con no más que sus ajustados pantalones negros y sus largas botas, se acercó con suaves pasos a un largo y delgado tubo de metal que unía el suelo con el techo, y a continuación, comenzó a mover su cuerpo alrededor de este, haciendo atractivos movimientos pélvicos y rozando su cuerpo contra aquel frío metal. Era el pole dance más ardiente y sensual que jamás se había reflejado en sus azules ojos. Los brillantes zafiros de Daiki seguían con pasión cada movimiento que el chico hacía y se mordía levemente los labios cuando el pelirrojo hacía algún movimiento atrevido que hacía que el público se volviera loco. Mientras el público aplaudía y gritaba con emoción, el pelirrojo comenzó lentamente a desabrochar el botón de su pantalón y a bajar al mismo ritmo el cierre de este. Se afirmó del caño que servía para la pole dance y comenzó a hacer elegantes y eróticas acrobacias,  cada cierto tiempo rozaba de manera juguetona su entrepierna con el artilugio de metal.

El moreno no sabría decir con exactitud cuánto tiempo había pasado desde que el show del pelirrojo había comenzado, lo que si sabía era que el espectáculo estaba llegando a su fin, puesto que el de los rubíes hizo sus últimas coreografías en el escenario y posteriormente, comenzó a despedirse del público con los mismos gestos con los que había saludado. Vítores, gritos y aplausos muchos más efusivos que los del inicio sacaron a Daiki finalmente de la hipnosis en la que se encontraba.

Aomine comprobó la hora con su reloj de muñeca y notó que ya era bastante tarde, salió del local rápidamente con la intención de llegar a su ahora solitario departamento, sin embargo, la imagen del sensual stripper se negaba a abandonar su mente. Quizá fue el efecto del alcohol o tal vez el frío de la noche el cual le calaba los huesos lo que le hizo considerar esa idea tan insana y alocada para alguien de su edad, más aquello no le importó. De manera decidida retrocedió los pocos pasos que había avanzado en dirección a su auto para volver hacía la entrada del club.

Un fornido y robusto guardia custodiaba la entrada de manera imperturbable, ajena a todos los ruidos y sonidos que provenían desde el interior del club. Observó a Daiki de manera hostil mientras este se acercaba a él con -al parecer- la intención de decirle algo.

—Disculpe, señor—comenzó el moreno, con cortesía— ¿Usted sabe hasta qué hora funciona el local?

El guardián del lugar lo miró impasible y con una voz similar, le contestó:

—El club se cierra a las 3.45 am. A esa hora todos deben estar fuera. ¿Acaso espera a alguien?—preguntó el guardia, más que nada por protocolo, debía asegurarse que el motivo del peliazul no fuera ocasionar algún tipo de disturbio.

—Mi novia trabaja hace poco acá y deseo esperarla para recogerla—mintió.

 

—En ese caso, tendrá que esperar hasta las 4.00 am, esa es la hora en la que los trabajadores se retiran. —El fornido hombre lo observó con duda, sin embargo, decidió no hacer más preguntas, el moreno parecía tranquilo y sin la intención de hacer problemas.

—Muchas gracias—le respondió Daiki, observando su reloj. Eran las 2.55 am, faltaba más de una hora para la salida de los trabajadores. «Que importa» pensó «al fin y al cabo, ahora no hay nadie que me espere en casa» .Caminó hacia su auto y se subió a este para refugiarse del frío. Prendió la calefacción del automóvil y puso la alarma en su celular en caso de que se quedara dormido. Sabía que lo que estaba por hacer era digno de un joven inmaduro e impulsivo, pero a pesar de que lo sabía, se negaba a dejar el lugar. No se iría a menos que entablara aunque fuese una pequeña conversación con el pelirrojo.

 

El olor a humedad y una ligera bruma de madrugada inundaban la fría noche. El chevy del 67 de Daiki tenía las ventanas empañadas debido a la calefacción, en contraste con el ambiente externo. El peliazul no estaba muy seguro de cuánto tiempo había pasado, pues se había distraído jugando con el móvil, comprobó la hora con su reloj de muñeca y observó para su satisfacción que faltaban solamente alrededor de 5 minutos para la salida de los trabajadores. Tomó una chamarra de cuero negra y una bufanda del mismo color abrigando su cuerpo y finalmente se dispuso a salir del carro.

Caminó en dirección a la salida trasera del local, la cual se encontraba en un oscuro callejón y apoyó su cuerpo contra el muro de ladrillo que formaba una de las paredes del edificio contiguo a lugar. Se cruzó de brazos con un temple tranquilo, mientras observaba como poco a poco diferentes personas salían del lugar sin siquiera notar su presencia. Escrudiñaba atentamente a cada una de las personas que salían, se lamentaría el resto de su vida si no alcanzaba a notar al pelirrojo.

Finalmente después de unos 10 minutos de espera, lo observó. El joven pelirrojo abandonó el local casi de los últimos. Vestía unos vaqueros ajustados de color azul marino y una abrigadora chamarra de color café, envolviendo su cuello en una larga bufanda roja que hacía juego con sus hermosos ojos y su brillante cabello. El chico observó a Aomine sin importancia y a continuación siguió con su camino.

—Hey—llamó Daiki, con una voz tranquila pero llena de confianza.

Los ojos del pelirrojo se llenaron de sorpresa cuando involuntariamente se volteó y pudo notar que él era el receptor de aquel llamado. Sin decir nada, se quedó estático, observando a Aomine con duda. Expectante.

— ¿Cómo te llamas?—preguntó Daiki, al notar que había captado la atención del chico.

—Disculpa, ¿Quién es usted?—pronunció el pelirrojo—.No lo conozco y me parece que antes de preguntar el nombre de otra persona uno debe presentarse primero—explicó el pelirrojo de forma extremadamente educada, algo que sorprendió internamente al moreno.

—Lo siento—se disculpó el peliazul, algo descolocado, rascándose la nuca nerviosamente—.Mi nombre es Aomine Daiki—curvó sus labios en una pequeña sonrisa—. ¿Me harías el honor de decirme tu nombre?—añadió finalmente. En aquel momento Daiki se preguntaba así mismo porque rayos había elegido esas palabras y no otras.

—Por supuesto que le diría mi nombre, Sr. Aomine—el pelirrojo se acercó al moreno, quedando tan sólo a centímetros de él—.Es sólo… que quisiera saber… Porqué está tan interesado en saberlo—el pelirrojo desvió su vista, luciendo ligeramente incómodo.

—Me gustas—respondió Daiki, imperturbable e impasible, con aquella voz ronca que pareció cortar el aire al momento de decir esas palabras—.Vi tu show y creo que me he enamorado—finalizó.

« ¿Pero qué carajos acabo de decir?» se lamentaba internamente, y es que había pensado mientras estaba en el auto que era lo que le diría al bello joven de cabellos rojos. Había pensado en invitarlo a salir, pedirle el número de teléfono o simplemente decirle que era su fan, mas sin embargo nunca imaginó -ni deseó- que aquellas palabras tan sinceras salieran de su boca. «Creo que la he jodido» pensaba, mientras observaba expectante al chico delante de él, intentando mantener la calma, haciendo todo el esfuerzo posible para no salir huyendo en aquel momento.

El joven de los rubíes lo observaba con calidez y tranquilidad, una sonrisa tímida curvo sus labios. Con voz calma y sincera, respondió:

—Agradezco mucho sus sentimientos, señor, mas no puedo aceptarlos—la sonrisa tímida que surcaba sus labios se había deformado en una de tristeza, al igual que la calidez que sus ojos reflejaban anteriormente—.Que tenga una buena noche—dijo el chico, haciendo una pequeña reverencia de despedida, comenzando a alejarse del lugar.

—Hey, espera—llamó Aomine, desesperado. No sabía cuál era la razón de aquello, pero aquella última sonrisa, cargada de tristeza y nostalgia había partido su corazón en dos, no deseaba quedarse con aquella sensación tan dolorosa, por lo que sin saber muy bien que decir, salió en busca del chico, deteniéndolo—.No te vayas—pronunció, en lo que fue prácticamente una súplica.

— ¿Por qué hace esto?—preguntó el pelirrojo, con una voz cargada de dolor—. ¿Por qué me persigue? Déjeme en paz. Ya le dije que no puedo tener nada con usted—la última oración fue pronunciada en un susurro prácticamente inaudible.

—Sal conmigo—insistió Aomine, tomando por el brazo al chico mientras este último intentaba alejarse lo más rápido posible del lugar.

—No quiero—le respondió fríamente—.Tengo una política de no salir con gente que frecuenta el club…—su voz fría se había tornado en una de profunda tristeza.

—No frecuento este lugar, hoy fue la primera vez que vine.

— ¿Y usted cree que yo voy a creer eso?—le respondió el pelirrojo, de manera sarcástica, dándose por vencido, deteniendo su avance.

—Realmente me gustas—volvió a pronunciar Daiki, con ojos llenos de sinceridad y pasión.

—Señor, le seré sincero—comenzó el pelirrojo, irritadamente tranquilo—. No es el primer cliente del club que me dice algo así, créame, es bastante común. Sin embargo lo que usted llama “gustar” para mi es netamente el nombre que usted le da al deseo carnal que siente por mí. No soy una prostituta, soy un stripper y adoro mi trabajo, si desea evaporar su deseo con algún chico, hay muchos burdeles en la ciudad de ese tipo. Ahora si me disculpa…—el pelirrojo retomó su camino.

Daiki adelantó el paso, poniéndose enfrente del pelirrojo. Observándolo con unos ojos que reflejaban confianza y decisión. Tomó por los brazos al chico con ambas manos, acercando su rostro al de él. Con una voz ronca y firme le susurró:

—Haré que te enamores de mí—el stripper exhaló un suspiro de cansancio—.Sólo por favor… Dime tu nombre… Dime cómo te llamas y te dejaré tranquilo por esta noche—manifestó, con ojos que clamaban pasión.

—Kagami Taiga—respondió el joven—.Kagami Taiga, 18 años de edad, stripper desde los 16—el chico se rascó la nuca con fastidio—.Espero que con eso sea suficiente.

— ¡Muchas gracias!—respondió efusivamente el peliazul—. Ya  verás que lo que te digo es cierto, Kagami—añadió, mientras depositaba un travieso beso en la mejilla del chico.

 El stripper iba a protestar debido a aquella invasión de su intimidad, sin embargo, antes de alcanzar  a emitir palabra alguna, el moreno había desaparecido entre la oscuridad del callejón.

 

 

Aomine sentía como si alguien le estuviese taladrando el cráneo. No había mejor descripción para el horrible dolor de cabeza que lo azotaba a esas horas de la mañana. Se maldecía así mismo por embriagarse hasta más no poder y peor aún, por haberle hecho una promesa extraña a un desconocido. ¿Qué carajos pasaba por su mente? Él no era homofóbico ni nada por el estilo, pero por Dios, ¡Se le había declarado a un hombre! ¡Y a uno que acababa de conocer! Se prometió mentalmente que no volvería a beber jamás, al parecer, aquello realmente despertaba un lado de él que permanecía muy oculto en situaciones de sobriedad.

Se levantó como pudo y de mala gana llamó al trabajo. Inventó una excusa barata para no asistir  su empleo ese día, agradeció mentalmente a su padre que descansaba en el cielo por haberlo dejado de dueño y jefe de la compañía, si bien era un trabajo arduo y extenuante, también tenía sus beneficios. Una vez finalizada la llamada a su secretaria, volvió a recostarse en la cama, intentando dormir pese al fuerte dolor cabeza.

Manteniendo los ojos cerrados, involuntariamente imágenes del día anterior comenzaron a rondar por su cabeza, todas estas con una sola cosa en común: El chico pelirrojo llamado Kagami era el protagonista. Daiki rememoraba una y otra vez la danza del chico en el caño, como se quitaba sensualmente cada una de sus prendas… como rozaba su entrepierna con el delgado y afortunado tubo de metal… «Maldición» se dijo así mismo, cuando notó como aquellos pensamientos lo habían llevado a tener una erección.

—Maldito niñato—susurró contra la almohada, incapaz de alejar al chico de sus pensamientos.

Se sentía extraño, habían pasado años desde la última vez que había experimentado un sentimiento como ese. Su esposa lo había dejado la noche anterior y sin embargo eso no le importaba ni en lo más mínimo, una luz de emoción brincaba en su pecho, haciéndole sentir como si fuese un joven de nuevo… «Quizá sí debería intentarlo» pensó, escondiendo su rostro contra la almohada y sintiendo el palpitar desenfrenado de su corazón. «Quizá si existen las segundas oportunidades» «¿Debería intentarlo? ».

La noche llegaba y Aomine se sentía demasiado inseguro como para volver al club. Le había a prometido a Kagami que llegaría a enamorarlo, pero ¿Cómo se enamora a una persona? , pues sí, él había estado casado pero las cosas con su ahora ex esposa se dieron de una forma muy diferente. Para empezar, él no había necesitado enamorar a su ex amante, puesto que esta había llegado cual ángel solitario a los dominios del peliazul, declarándole su amor de manera imponente y egoísta. El decidió darle una oportunidad a la chica y así fue como su ex esposa terminó enamorándolo a él. Después de tantos años, Daiki al fin reflexionaba en lo duro y difícil que era la tarea de conquistar a alguien.

—Vamos Daiki, piensa en algo ¡Maldición!—hablaba en voz alta mientras daba vueltas en círculos por alrededor de su habitación—. ¿Qué es lo que hizo que me enamorara de ella?—se preguntó así mismo, mientras que con un rostro aterrado, se agarraba la cabeza con ambas manos—. Agh—se quejó—.Ya ni siquiera recuerdo porqué nos enamoramos…—La última oración fue un leve susurro que se perdió en el aire. Cansado de tener pensamientos confusos, se recostó en la cama una vez más, cerrando sus ojos y dejando descansar su cerebro.

—¡Ya sé!—exclamó, levantándose de la cama de un golpe—. ¡Flores!—pronunció, como si hubiese descubierto el más grande misterio del universo—.A todas las personas le gustan las flores—concluyó animado, volviendo a recostarse de un salto en la cama—.Le enviaré flores todos los días…

Y así fue como la locura de rosas personal de Aomine Daiki –exitoso empresario de 30 años- comenzó. Todos los días a la hora de salida, pasaba a la florería cercana al edificio de su trabajo y compraba un voluptuoso ramo de hermosas rosas rojas, al igual que el bello cabello de Kagami. Se dirigía al club nocturno antes de llegar a su casa y dejaba el ramillete con el guardia de la entrada, este último se aseguraba de entregarle el ramillete con su respectiva tarjeta al destinatario por una generosa suma de dinero que le era entregada por el peliazul. Aquella práctica se transformó casi en un ritual, puesto que Daiki se aseguraba de hacer lo mismo cada día.

En cada ocasión en que Aomine se acercaba al guardia para dejarle el ramo de rosas, el moreno se decía así mismo que esa sería la noche en la cual se atrevería a ser él mismo el que entregara el regalo, pero la inseguridad y el nerviosismo lo hacían retroceder hasta finalmente, optar por dejar ramo con el hombre que resguardaba la entrada. «Mañana lo haré» pensaba cada noche, dándose valor así mismo.

 

 

Una sensación de deja-vu recorrió el cuerpo de Daiki. Finalmente se había armado de valor, y había entrado con su ramillete de rosas diario al night club. Se había sentado en el mismo rincón del club que aquella noche hace 5 semanas atrás. En esta ocasión, había decidido pedir una bebida azucarada sin alcohol, ya que deseaba tener sus pensamientos lo más claros posibles. Aquellas últimas semanas, la idea de que quizá el efecto del alcohol había afectado su cerebro hasta al punto de hacerle pensar que un hombre era sexy, estaba rondando su cabeza sin dejarlo en paz, por lo que esta vez, deseaba ver el espectáculo del pelirrojo con su mente despejada y nítida.

Las relucientes y móviles luces comenzaron a parpadear por todo el lugar. La misma animadora de la última vez anunciaba con ferviente emoción el espectáculo que estaba por venir. Antes de que la muchedumbre fánatica del pelirrojo le bloqueara el paso, Daiki se levantó rápidamente del asiento de cuero donde descansaba su cuerpo y se dirigió hacia los pies del escenario, deseaba ver el espectáculo de cerca.  La música electrónica comenzó a hacerse presente en local y con el rítmo de las notas músicales, el sensual stripper, Kagami Taiga se hizo dueño del escenario. A diferencia de la noche anterior, esta vez Taiga vestía un traje mucho más atrevido y erótico, el cual dejaba poco y nada a la imaginación. El traje consistía en unos apretados boxers de látex, unas largas botas del mismo material que cubrían sus piernas hasta por debajo de sus rodillas y finalmente un sombrero de policía negro con una insignia de la misma organización como adorno. Kagami saludó al público con una sensual sonrisa y a continuación, procedió a hacer aquella magia que hacía que cada uno de los asistentes sintiera envidia de un objeto carente de vida e inanimado como lo era el caño de metal.

Daiki observaba con fascinación y asombro la hermosa y sensual coreografía que el pelirrojo perpetuaba delante de sus ojos, podía notar con claridad como traviesas gotas de sudor resbalaban por la frente de Taiga, dejando un delicioso camino por su cuello y concluyendo en sus tonificados pectorales.  El pelirrojo era un profesional en el pole dance, Daiki incluso dudaba que existiese alguna mujer que pudiese crear aquellos mágicos movimientos. Aomine se encontraba una vez más hipnotizado y hechizado por aquel delicioso baile.

En el mismo local, un hombre rubio y elegante observaba el show con la misma mirada que poseía Aomine: de asombro y fascinación. El hombre tenía probablemente la misma edad que el moreno o quizá mayor, se encontraba prácticamente contiguo al escenario, mucho más cerca de lo que peliazul estaba.

Kagami seguía bailando con dedicación y devoción, estaba pronto a terminar su presentación cuando sintió que algo tocaba una de sus botas. Un hombre rubio que se encontraba muy cercano al escenario había extendido su brazo para tocar su pie. Taiga movió ligeramente el pie para evitar aquella molestia que dificultaba su coreografía, sin embargo, el hombre aun alcanzaba a envolver su mano en la punta de la bota de látex del pelirrojo. Una vez más, Kagami alejó el pie, esta vez de manera brusca, pisando involuntariamente uno de los dedos del tipo. En aquel momento la ira se desató. Irritado a más no poder, el hombre apretó con fuerza el vaso de brandi que mantenía en la otra mano y con desdén, lanzo el contenido del líquido en dirección a Kagami, dejando a este empapado de alcohol, interrumpiendo abruptamente su danza.

— ¿Qué pasa cariño? ¿Acaso no puedes seguir moviendo tu cuerpo bañado en alcohol? .Te ves mucho más sexy así—le dijo el tipo de manera sarcástica, mientras el pelirrojo se había quedado de pie, estatico, observando de mala manera al hombre.

El público se había silenciado ante lo ocurrido, sólo la música que fluía por los parlantes del lugar resonaba por el lugar.

Aomine Daiki se encontraba furioso, hace minutos atrás se encontraba increíblemente feliz mientras observaba la bella forma de arte del pelirrojo… Hasta que ese imbécil lo había jodido todo. Con pasos fuertes y decididos que hacían temblar el piso, Daiki llego al lugar donde se encontraba el hombre que había osado interrumpir de esa forma tan vil el espectáculo de Taiga. Se plantó al lado del hombre de forma ruda, pero el tipo no lo notó, pues seguía concentrado en humillar a Kagami.

— ¿No vas a decir algo?—le preguntó con ironía—. Agh, ustedes los stippers se creen tan importantes—bufó el hombre—.Se hacen los elegantes bailando en locales de mala muerte, al fin y al cabo, tipos como tú no son más que prostitut—La arrogante palabrería del tipo se vio interrumpida cuando sintió un fuerte puño estrellarse en toda su mandíbula.

Aomine no podía soportarlo, aquel hombre estaba humillando a su querido amado, definitivamente no podía quedarse de manos cruzadas. Impulsivamente le había propiciado un certero golpe a la mandíbula, enterrándole los nudillos y rompiendo sus labios, dejando la parte inferior de su rostro llena de sangre. El hombre intentó huir después del golpe recibido, pero Daiki no lo dejó escapar, tomó el cuello de su camisa manchada con sangre y levantó al tipo, acercándolo a su rostro. Lo observó con odio e ira y con una voz amenazadora, le advirtió:

—Escúchame bien, imbécil. No vuelvas a mostrar tu estúpida cara por este lugar, si vuelvo a verte molestando al chico, no solamente romperé tu mandíbula, sino que romperte toda tu fea cara ¿Me entendiste?—El hombre asintió levemente y posterior a ello fue sacado por los guardias del recinto fuera del local.

El administrador del club se aseguró de vetar al hombre para que no volviera nunca más a su preciado club y además de ello, pondría una denuncia en contra del hombre, había molestado a su estrella principal y causado una riña por ello, se aseguraría de que al menos, el tipo tuviera que pagar una generosa multa por el problema causado.

Aomine había salido del club nocturno ofuscado, aún tenía ganas de golpear al hombre pero se había aguantado para no causar demasiado problema. Caminó hacia el callejón donde se encontraba la salida trasera del local y de su bolsillo sacó una cajetilla de unos finos cigarrillos. Sus manos tiritaban debido a la adrenalina que aun corría por sus venas. Ocultó el cigarrillo entre sus manos para así poder prenderlo sin dificultad y finalmente, aquel tóxico pero delicioso veneno comenzó a ser inspirado con vehemencia. Lentamente, su cuerpo comenzaba a tiritar menos, llegando a quedar en completa calma. Su mente se había despejado de la ira y ahora se encontraba tranquilo, un buen cigarrillo siempre lograba calmarlo.

Con la mente más tranquila se preguntaba así mismo si había estado bien lo que había hecho. Actuó según sus impulsos y es que las palabras de aquel hombre lo habían enfadado demasiado, pero… Quizá le había causado problemas a Kagami con su accionar. Seguía dándole bocanadas a su cigarrillo y recordó el ramo de rosas que había llevado esa noche al lugar. Lo había olvidado en el momento en que vio al hombre lanzarle el vaso de alcohol al pelirrojo… «Seguramente quedó desparramado y aplastado» pensó, algo decepcionado.

Mientras seguía disfrutando su cigarrillo con los ojos cerrados, sintiendo como la brisa nocturna movía sus cabellos y con ello se llevaba el humo del cigarrillo muy lejos, pudo escuchar como la puerta de la salida trasera del club se abría. No abrió los ojos, puesto que eran recién las 3 am de la mañana y faltaba una hora todavía para que salieran los trabajadores, lo más seguro era que se tratase de un empleado que salía a dejar la basura. En ese momento lo sintió, una cálida mano se había posado en uno de sus hombros, obligándole a abrir los ojos. Sus profundos zafiros se reflejaron en los bellos rubíes del pelirrojo.

El cigarrillo del peliazul resbaló de sus dedos estrellándose contra el piso. Sus ojos se abrieron de par en par cuando notó a la persona que se encontraba delante de él. No fue capaz de decir nada debido a la sorpresa, se quedó pasmado, observando al chico, incapaz de articular palabra.

El pelirrojo lo miraba divertido, al parecer le era graciosa la reacción de Aomine. Curvaba sus labios en una sincera sonrisa mientras sus ojos se encontraban llenos de agradecimiento.

—Muchas gracias por hacer lo que hizo, señor—le agradeció al peliazul.

—No…—respondió Aomine, algo descolocado—Eh…Lo siento si te cause problemas…Actué impulsivamente y cuando vi a ese tipo tratarte así—hizo una pausa, rascándose la nuca, nervioso—.Perdí el control, por alguna razón me irritó demasiado. ¡Maldición! De sólo recordarlo me hace querer golpear a ese tipo de nuevo. —La arteria temporal del moreno pareció hincharse debido al enojo. Una mueca de molestia apareció en su rostro.

Kagami comenzó a reír ligeramente, las expresiones del moreno podían ser muy divertidas.

—Agh… ¿Por qué te ríes? ¿Acaso quieres pelea?—Le murmuró Daiki, avergonzado. Un leve rubor se había instaurado en sus mejillas—.Yo me disculpo lo mejor que puedo y tú te ríes ¿Acaso quieres burlarte de—Sus palabras se vieron interrumpidas por un casto beso que fue depositado en su mejilla. Kagami sonreía felizmente, mientras observaba como el peliazul se había quedado  inmóvil y sin habla, como si aquel beso tuviera un efecto paralizante.

—Yo…—comenzó el pelirrojo—.Quería agradecerte por todos las rosas que me enviaste…—Los capilares del tejido subcutáneo que se encontraba debajo de sus mejillas, comenzaron a dilatarse, dejando las mejillas de este del mismo color que su cabello—.Me encantan las rosas y nadie nunca me había regalado alguna…Realmente—desvió su vista hacia sus pies, ocultando su vergüenza—.Realmente me hiciste muy feliz…—Una sonrisa bella e iluminadora, cual ser celestial se tratase se apoderó de su rostro.

«Es un jodido ángel» pensó Daiki,  «un ángel que hace striptease». Se encontraba admirando secretamente aquella sonrisa angelical que le era regalada por el otro.

—Bueno…—dijo Aomine, intentando volver en sí—.Yo hablaba muy enserio cuando te dije que haría que te enamoraras de mi…—le susurró, avergonzado.

Kagami comenzó a reírse una vez más, le divertían las actitudes del peliazul.

—Creo que falta aún para que me sienta enamorado—pronunció el pelirrojo. Una pequeña punzada de dolor invadió el pecho del moreno—.Pero si hay algo de lo que estoy seguro… Es que me siento amado…—Nuevamente desvió su vista, esta vez hacia los autos que pasaban por la calle que cruzaba por la esquina del callejón—.Eso es suficiente para que lo intentemos… 

Una alegría arrolladora arrasó con todas las fibras nerviosas que recorrían el cuerpo del peliazul. Se preguntaba que si todas las sensaciones que había sentido antes de felicidad eran realmente aquello, ya que la felicidad que sentía ahora no se comparaba con ninguna de las veces anteriores, si había algo a lo que los seres humanos le llamaban felicidad, definitivamente era aquella sensación que abrazaba su cuerpo en esos momentos.

— ¡Muchas gracias!—exclamó, lanzándose encima del pelirrojo, atrapándolo en un abrazo—.Ya verás que no te arrepentirás—le dijo, emocionado.

—Está bien… está bien—Kagami le daba pequeñas palmaditas en su espalda—.Gracias a ti por hacerme sentir amado… «Hace años que no lo experimentaba» pensó el pelirrojo, con un pequeño dolor en su pecho.

 

Daiki se sentía como un hombre renovado desde que había comenzado a salir con el pelirrojo. Su aburrida rutina de hombre solitario y abandonado por su esposa se había modificado bastante. Cada día en la mañana, se subía a su elegante chevy del 67 y se dirigía al departamento de Kagami, tomaban desayuno juntos y luego en el mismo chevy, llevaba al pelirrojo de compras. Había descubierto mientras salían juntos que el chico era muy bueno cocinando, asique se aseguraba de dejar al chico bien abastecido para que le preparara una deliciosa cena. Después de hacer las compras, el treintañero dejaba al pelirrojo en su departamento y se despedía de él con un casto beso en la frente, para luego dirigirse a su trabajo con una sonrisa de oreja a oreja.

El cambio anímico de Aomine no había pasado desapercibido para sus trabajadores. Él era el dueño de una gran compañía. Reconocido y exitoso, la prensa local y por su puesto sus empleados siempre tenían puestos sus ojos en él. En las oficinas, se comentaba que al parecer algo muy bueno le había sucedido al hombre, ya que todos acostumbraban verlo irritado, aburrido y amargado. En cambio ahora, el hombre se veía tan vivo como si fuese un hombre de 19 años, animoso y lleno de energía.

—Quizá realmente ahora es feliz sin su esposa, eso demuestra que el matrimonio no es más que una prisión de dos personas—bromeaban sus trabajadores cuando lo veían pasar con aquella sonrisa tan enceguecedora por los pasillos de la empresa en dirección a su oficina.

Y es que desde que Kagami había entrado en su vida todo iba perfecto para él, incluso las acciones de su empresa habían aumentado raudamente. Esperaba que aquella felicidad durara para siempre.

Cuando a Aomine le llegaba la hora de salida, corría rápidamente de su oficina, y conducía a toda velocidad su chevy del 67 en dirección al departamento de Taiga. Ahí, el joven pelirrojo lo esperaba con la cena lista y ambos disfrutaban comentando como habían sido sus días, explorando y compartiéndose cada vez más cosas sobre ellos, conociéndose. Daiki quería saber todo de Taiga, sus pensamientos, opiniones, las cosas que le gustaban, las cosas que odiaba… Necesitaba con demasía saber todo de la persona que amaba y en cuanto a Kagami, él era feliz respondiendo las preguntas de Daiki y dejándose amar como lo hacía, también le preguntaba cosas al peliazul, puesto que le parecía que la vida que llevaba el moreno era muy interesante. Cuando terminaban de cenar, Daiki recogía los platos de la comida y comenzaba a lavarlos, dejando la cocina impecable y mientras Aomine se entretenía haciendo aquellas labores de aseo, Kagami se duchaba y posterior a eso, preparaba la indumentaria que usaría esa noche para su esperado espectáculo en el night club. Una vez que Kagami estaba listo, Aomine pasaba a dejarlo al club y Taiga cariñosamente le daba las buenas noches con un cálido abrazo y un beso en la mejilla.  El moreno no tenía que preocuparse de Taiga cuando este saliera del local, ya que usaba su envidiable situación económica para que un radiotaxi lo recogiera y se lo llevara a su departamento.

Esa era la rutina que ambos chicos compartían, no podían hacer demasiadas cosas juntos debido a la enorme responsabilidad que conllevaba el trabajo de Daiki, además, el hecho de que Kagami sólo trabajara por las noches, provocaba que no pudieran coincidir por sus trabajos. Los fines de semana, cuando ambos estaban libres, el peliazul llevaba a Kagami por el día al parque de diversiones, a las aguas termales o simplemente a su departamento, donde ambos estaban acostados todo el día viendo películas y levantándose sólo para buscar algo de comida o ir al baño. Cuando la noche caía, Daiki tomaba su auto e iba a dejar al joven a su departamento.

Kagami no se imaginaba la cantidad de veces en que Aomine pensó en decirle: “Por favor, quédate esta noche” y sin embargo se controlaba así mismo, evitando decir esas palabras porque no deseaba presionar al joven.

Fue en uno de esos fines de semanas llenos de relajo y flojera donde ambos se postraban en el sillón o en la cama frente al televisor, que ocurrió lo que ambos esperaban. El moreno se había levantado y había comenzado a ponerse un atuendo más presentable para salir del departamento y así, acompañar en su auto al pelirrojo a su hogar.

Se estaba poniendo la chamarra cuando notó que el pelirrojo aún seguía recostado en la cama del peliazul, sin intenciones de moverse.

— ¿Qué ocurre, Kagami?—le preguntó Daiki, divertido— ¿Acaso no quieres irte?—le dijo, en broma, riéndose del chiste propio.

Taiga lo observó pensativo con un deje de inseguridad en sus ojos. Con una voz que plasmaba el mismo sentimiento, respondió:

—No…No quiero irme.

Aomine detuvo en seco sus movimientos. ¿Acaso era real lo que sus oídos escuchaban? Se quedó un momento en silencio, ensimismado. Las neuronas de su cerebro trabajan a mil por hora para determinar si aquello que había escuchado había sucedido o no había sido más que su imaginación.

— ¿Me puedo quedar esta noche?—Le preguntó el chico, sacándolo de sus pensamientos.

—Eh… Bueno…—Daiki no sabía que responder. ¡Por supuesto que le encantaría que se quedara! Pero… Tenía miedo de propasarse con el chico si ambos dormían juntos. Después de todo, Kagami era como un niño al lado de él…Él era el mayor, el adulto, el que debía tomar responsabilidad. Se sentiría muy mal consigo mismo si no era capaz de controlarse.

— ¿Qué ocurre? ¿No quiere que me quede señor?—preguntó el pelirrojo, con ojos cual cachorro abandonado fuera.

—Sí puedes—contestó Daiki, más tranquilo—.Pero con una condición…

— ¿Cuál?—preguntó el joven, curioso.

—Debes dejar de decirme “señor”, con sólo Aomine estará bien ¿Sí?—exhaló un suspiro de relajo y añadió: — .Me haces sentir viejo cada vez que me dices “señor”…

—Está bien, Aomine—respondió Kagami, riendo.

—Hay algo más—añadió Daiki, dejando a Taiga expectante—.Prométeme que si intento hacerte algo indecente me golpearás muy fuerte—Aomine lo observaba decidido, muy seguro de sus palabras.

—…Claro—Kagami se sonrojó ligeramente y respondió algo desconcertado, pero feliz. Pasaría la noche con la persona que amaba y no había nada que lo hiciera más feliz que aquello.

 

Conforme los días y noches pasaban, la relación de ambos se hacía cada vez más estrecha. El empresario había dejado de cuestionarse aquella duda existencial sobre su orientación sexual y solamente se dedicaba a ser feliz y no pensar demasiado en esos temas que lo deprimían. Por otra parte, el stripper quería cada vez más al hombre que lo hacía sentir como el humano más importante del mundo. No se cansaba de aquellos hermosos detalles que el mayor tenía con él y eso hacía que el moreno le encantara cada vez más.

Aunque claro, no había relación alguna que avanzara plenamente por el camino, sin encontrarse con una gran roca que le bloqueara el paso.

Notas finales:

Capitulo II ya subido ^^ Espero que les guste como va la historia hasta ahora


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