Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Dulzura de palabras enredadas por Miny Nazareni

[Reviews - 8]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del fanfic:

Muy buenos días :D

Yo lo sé, todos lo saben, los pájaros lo saben, Amor Yaoi lo sabe. Tengo muchas cosas pendientes, demasiadas, pero era necesaria la creación de este shot. Así que primero que nada...

¡Feliz cumpleaños atrasado Asumi!!! (Bastarda, 3 días después)

Este shot es tu regalo de cumpleaños, no sé si te guste, tiene un significado especial porque... bueno... tú y yo sabemos cuál fue mi impresión de Cliché cuando leí su resumen, pues bien, aquí está esa historia ;D

Si no te gusta no hay inconveniente, lo que importa es que te quiero mucho, que eres increíble, que no me cansaré de acosarte y darte ánimos siempre que pueda, ahí estaré por los siglos de los siglos jaja Os amo Asumi!! Gracias por regalarnos historias tan maravillosas!!! :D

 

Notas del capitulo:

Pues bien, sólo debo decir que es un shot un poco... raro... el protagonista de esta historia es la "Dulzura de palabras enredadas". En serio, me costó la jodida vida encontrar sus modos de expresión (joder, se me está pegando)

De igual modo espero que les guste y si no, yo entenderé!!

Muchas gracias :D

Dulzura de palabras enredadas.

 

Chasqueaba la boca con un frenesí impropio de sus modos. Seth Estévez era un amante del orden y la pulcritud, se podría llegar a decir que tenía un ligero indicio de desorden compulsivo. No soportaba ver objetos regados por doquier y sus modales a la hora de la comida eran incluso mejores que los de un caballero de la era victoriana. Por esa razón, a Zack Estévez, su primo favorito y quizá uno de los pocos en su rango de edad, le pareció extraño que se comportara de esa forma y tuviese un gesto desastroso en el rostro.

                —¿Y por qué mi caballero andante se ha olvidado de la etiqueta?—preguntó galante el joven de 20 años mientras Seth refunfuñaba y gruñía.

                —Porque me encuentro con mis emociones dominadas por la furia, no lo soporto y me vale una mierda tu jodida etiqueta, se la metería por el culo, te lo puedo aseverar.

Zack lanzó una carcajada. Seth era tan educado y pomposo que incluso no utilizaba palabrotas al hablar. Su vocabulario bien podría considerarse refinado en todos los aspectos. Algo de verdad bueno debió ocurrir para que su principesco primo perdiera la cordura. Algo que, para su disfrute, tenía nombre y apellido.

                —Adivinaré… Ian Mathews.

                —¿Qué otro cabrón elevaría mi presión diastólica de esta forma? ¡Argh! Te juro que ya no lo aguanto, si lo vuelvo a ver cerca de mí en un rango de 5 metros, le realizaré una amputación en su zona sensible del cuerpo humano. De verdad lo haré—refunfuñó halando sus cabellos.

Y como si las palabras tuviesen vida, el motivo de semejante coraje se apareció en la cafetería, caminando de lleno hacia Seth Estévez, ignorando a Zack y actuando como un completo acosador. Cosa que era en realidad.

                —¡Seth!—exclamó emocionado el joven de 19 años, recién ingresado en la facultad de letras clásicas—. ¡Al fin te encuentro! Otra vez no llegaste a la Optativa 4 y me tomé el atrevimiento de tomarte apuntes para que estés listo, el examen es la próxima semana.

El aludido muchacho pegó su cara a la madera de la mesa y gruñó sin parar, deseoso de darle respuestas ofensivas a Ian, pero a la vez consciente de su educación y sus reglas. Sin embargo, a Zack le importó una mierda la consideración y fue sincero de acuerdo a lo que él sabía.

                —Hola Ian, antes que nada, me temo que estás perdiendo el tiempo. Seth dio de baja esa materia desde el inicio de año.

La cara de asesino maniaco que el joven le dirigió a su primo mayor era digna de una fotografía. Se suponía que Ian jamás se enteraría de ello. ¿Hasta qué grado había llegado con tal de evadirlo? El rostro del joven psicópata sin embargo, no mostró signos de indignación o tristeza, fue como si nadie hubiese hablado, por lo tanto, Zack se imaginó que Ian Mathews sí necesitaba ayuda profesional.

                —En ese caso, revisaré de nuevo tu carga de materias para verificar cuál es tu optativa y así ayudarte con los apuntes, no te dejaré solo jamás Seth.

Las últimas palabras fueron la gota que derramó el vaso. Zack lanzó una carcajada sintiéndose convencido de que Ian era la encarnación de un psicópata obsesionado y Seth gruñó un par de segundos al estilo de un gato para después levantar el rostro de la madera y regalarle una sonrisa para nada sincera.

                —De acuerdo Ian, agradezco como siempre tu exceso de amabilidad. ¿Puedes permitirme degustar mis alimentos junto a mi consanguíneo Zack Estévez?

El mayor giró los ojos, Seth había vuelto, esa forma de hablar tan enredada era culpa de sus padres. Seth y él pertenecían a familias adineradas. Pero mientras Zack tenía libertades, salía a divertirse y se olvidaba de su condición económica, pervirtiéndose por ahí, Seth vivía encerrado en su mundo de refinamiento y buenas costumbres. Todo un caballero, todo un príncipe… con su acosador personal, se burló.

                —Claro que sí Zack, te veo en la clase de apreciación, ya terminé nuestro proyecto.

Le dio el avionazo agitando sus manos y el joven se retiró, dejándolos por fin solos. La sonrisa en el rostro de Seth desapareció por completo y Zack se permitió bromear un poco más con su estabilidad emocional.

                —Míralo, tan encantador, hizo tu proyecto, te hace los apuntes, te sigue a todos lados, no puedo evitarlo. Creo que me he enamorado.

                —Eres una persona con un retraso mental notable—replicó Seth de mala gana—. En primer lugar, Ian se toma el atrevimiento de hacer nuestros proyectos en las materias porque no me permite participar. Segunda cosa a aclarar. No soy una persona incapacitada como para no tomar mis propias anotaciones sobre una clase, pero al parecer, Ian considera mi información limitada y la complementa con la suya. Y finalmente, no me parece correcto ni agradable que camine por las mismas zonas en las que yo he estado. Necesita una personalidad, yo no podría enamorarme de alguien así. Aunque claro, cabe destacar que no me encuentro interesado en el sexo masculino.

Ahora sí, la risa de Zack fue inmensa, todos en la cafetería lo notaron y lo ignoraron, pues los primos Estévez eran personas que no debían tener su atención. Adinerados y presuntuosos, la clase de persona que evitas en una universidad pública.

                —Joder, me has matado—habló entre risas y continuó—. Ni siquiera se la has metido a una chica. ¿Cómo puedes asegurar que no te van los chicos? Además, Ian no es feo, tiene algunos ajustes que hacerse. Esos lentes gigantes y gruesos, la ropa holgada y estrafalaria y no debemos olvidar su cabello castaño que comienza a llegarle a los hombros. Pero de ahí en fuera tiene otros rasgos. Unos bonitos ojos ambarinos y una considerable estatura. Y eso no lo digo yo, lo dicen las chicas con las que me acuesto.

El joven Estévez arrugó el gesto y preparó sus utensilios para comer mientras le daba una respuesta a su primo.

                —No te expreses de esa forma tan vulgar sobre el acto copulativo entre un hombre y una mujer, es de mal gusto. Sobre todo el recalcar a tu compañero de conversación el hecho de que no lo ha experimentado. Y tomando partido en el tema de las cualidades físicas de Ian Mathews, en realidad no las he notado, pero de existir, éstas se verían eclipsadas por su comportamiento. Y una cosa más. No es de caballeros mencionar a una persona externa las intimidades de las cuales charlas con tus compañeras de cama.

Lo observó comer con la etiqueta enseñada por su familia, la servilleta encima de sus piernas y el cuchillo y tenedor en forma correcta. Zack dio un suspiro y pensó que ya era momento de darle fin a esta situación. Siempre tenían la misma plática. Seth quejándose de Ian y sus hábitos molestos y él tratando de hacerle ver que no perdía nada con darle una oportunidad al chico.

La locura se había desatado hacía un par de semestres atrás, cuando Ian Mathews, estudiante de revalidación, llegó a la universidad y posó sus ojos sobre Seth Estévez, el estirado joven hijo de una familia influyente. Rubio, de tez blanca y con ojos azules, el clásico de los príncipes, lo típico de un niño rico, pero al parecer, lo suficientemente bueno como para lanzarse al precipicio. Lo primero que le dijo Ian al estar frente a frente fue un psicópata y extraño “me gustas”. A partir de ahí las cosas se fueron a pique, pues Ian le seguía a todas partes y Seth se desesperaba. Pero Zack veía más allá y su mente acababa de idear la forma perfecta en la que todo se resolvería.

                —Por eso eres mi primo favorito, siempre me aconsejas con lo que según tú, crees importante. De igual modo yo te voy a ayudar primito, te daré la solución a tu gran problema.

                —¿Estás hablando de manera consciente Zack?—preguntó ilusionado el joven Seth.

                —Por supuesto que lo hago—le indicó con sus dedos más cercanía—. Ven aquí, tengo un plan pequeño príncipe del país perdido.

Y Seth ingenuamente escuchó deseoso de encontrar una salida.

****

Con una postura recta, la cabeza levantada y una mirada seria, Seth Estévez esperaba pacientemente en el andén de la estación donde había quedado de verse con Ian, su acosador personal. No estaba realmente convencido de lo que estaba haciendo, principalmente porque los planes de Zack incluían una cita que a él no le apetecía. Miró su celular para repasar el plan, justo como le había pedido su primo, pues para que ningún detalle se le pasara, le había mandado el mismo en mensaje de texto. Suspiró.

                Paso 1: Salir con Ian y entretenerlo lo suficiente hasta que yo prepare todo.

                Paso 2: Preparar a Ian física y mentalmente para la cita que tendrá.

                Paso 3: Ir al Café Marconi y dejar a Ian con su cita mientras tú y yo nos marchamos.

El plan sonaba simple, pero los dos primeros pasos eran lo más complicado de todo, sin mencionar el tercero. El plan de Zack era sencillo, él alegaba que el enajenamiento de Ian con Seth se debía principalmente a que el castaño nunca había tenido una novia, todo lo que su primito adorado debía hacer, era conseguirle una y así Ian desaparecería de su vida para siempre. Al principio Seth estuvo de acuerdo y casi alabó a su primo por semejantes pensamientos, pero después lo analizó detenidamente y cuando revisó el proceso de su “conspiración”, supo que había un fallo.

Ian aseguraba estar enamorado de él. ¿En verdad tantos “sentimientos” se esfumarían sólo con una cita? Si era así, entonces había hecho lo correcto, pues él no tenía por qué soportar a un fastidioso de cambiantes gustos. ¿Pero y si no? Zack le había dicho: “Si no funciona, simplemente Ian se alejará de ti herido por lo que le hiciste y tampoco volverás a saber de él”. Aquello sonaba horrible. Le desesperaba Ian, pero tampoco quería hacerle daño.

Pero ahí estaba, listo para la acción y sin saber cómo llevar el plan a cabo.

                —Ya estoy aquí Seth. ¡Estoy muy emocionado! Cuando me dijiste que podíamos salir el fin de semana al centro comercial, creí que estabas jugándome una broma.

                —Por supuesto que no. Me gusta ser una persona firme y concreta en mi toma de decisiones—respondió algo enfurruñado el rubio e Ian sonrió acercándose.

                —Siempre he tenido curiosidad. ¿Cómo logras hablar de esa forma tan enredada sin confundirte?

Un mal comienzo, una mala pregunta. Seth detestaba que la gente cuestionara aquello. Su vocabulario quizá era un poco más extenso que el de la mayoría, pero eso no significaba que por eso debiera contener su carácter. Le miró de mala forma y hasta comenzó a considerar la posibilidad de darle fin a esta ridícula cita y por consiguiente, a la conspiración.

                —¿Me extiendes una queja? Porque de ser así, de la manera más cordial y atenta te pediría que te abstengas de esos…

La risa que Ian soltó le detuvo en sus palabras. ¿Y ahora por qué se reía? No comprendía nada de su comportamiento. El castaño le miró dulcemente e hizo algo que bien pudo haberle costado la vida, o por lo menos, la beca que recibía por sus estudios universitarios. Acarició la cabeza de Seth y removió sus cabellos como si fuese un niño adorable que recién decía algo encantador.

                —No me malinterpretes, es una de las cosas que más me encanta de ti, jamás te pediría que la cambiaras.

Torció la boca y asintió un poco convencido. Ian comenzó a caminar hacia la salida de la estación mientras preguntaba a dónde iban. Seth diligentemente le explicó que iba a hacer unas compras y pendientes y, debido a que su primo estaba “Ocupado”, necesitaba un acompañante. Muy en contra de su voluntad le había llamado, claro está, esa era la razón por la que Ian ahora estaba ahí.

Aquella explicación le hizo feliz al joven acosador y ambos se encaminaron a cumplir los pendientes. Seth medio había planeado un modo de entretenerle, pero realmente sus ideas no eran buenas. Iba a realizarse un corte de cabello, ya que lo necesitaba y pedirle a Ian que le acompañara a tal sitio se le hacía algo muy aburrido. Pero bueno, él quería atención, la tendría.

Cuando llegaron al centro comercial, envueltos en más conversación por parte de Ian que de Seth, el rubio le señaló la estética donde irían y el castaño de ojos ambarinos no dijo nada. Entraron, saludaron a la dependienta y Seth tomó su lugar para su corte con todo el refinamiento que le caracterizaba. Ian le esperó mientras hojeaba unas revistas, aquello quizá no era muy divertido. No era como si Seth le importara realmente hacerle pasar un buen rato, se suponía que tenía una verdadera cita esperando por él, su salida no importaba. Pero consideraba que esperar a que un chico se corte el cabello no es precisamente la mejor forma de dejar pasar el tiempo.

                —Oye Ian, tengo una duda de imperiosa necesidad a resolver. ¿No te gustaría que mientras a mí me realizan una amputación capilar, también lo hicieran contigo? Sólo si te encuentras interesado, por supuesto, no es mi intención doblegar tu voluntad.

Ian le sonrió brillantemente y cuestionó con cierta duda.

                —Pero… no lo sé… no traigo lo suficiente como para pagar el corte en un lugar tan elegante—se sintió avergonzado de no tener el capital para estar a la par con Seth, pero éste le restó importancia como si lo dicho no fuese un impedimento.

                —Por ese asunto te pido que no alteres tu sistema nervioso, yo me encargo de la cuestión monetaria, tómalo como un presente.

No muy convencido por aceptar semejante regalo, Ian asintió y tomó asiento para que también le cortaran su cabello. Seth cerró sus ojos un poco más aliviado con respecto a Ian y se dejó llevar. No prestó atención a nada, no notó lo que ocurrió a su alrededor y sólo cuando la estilista le dijo que su corte estaba terminado, el rubio volvió a la realidad escuchando cuchicheos y algunas risas nerviosas y coquetas. ¿Por qué motivo? Lo averiguó al ver al castaño.

                —No comprendo el motivo de tanto desorden verbal. ¿Ian tienes algún conocimiento…?

No pudo continuar, las palabras se quedaron atoradas en su garganta. Sólo había sido un sencillo corte, pero había que recordar que Ian siempre llevaba el cabello largo, lo que no permitía a su rostro lucirse, eso sin contar los anteojos. Debido a la operación recientemente realizada, el castaño se había quitado los mismos y su cara estaba al descubierto al ser libre de los arbustos capilares. La gran sorpresa, Ian al parecer, era apuesto para el género femenino.

Y puede que para él también lo fuese un poco.

                —¿Qué piensas del corte? ¿No es demasiado? Prácticamente es como si me hubiesen podado, yo creo que me gustaba más antes, sin contar mis lentes—trató de ser amable con la señorita que le había hecho el corte, quien no dejaba de coquetear jugando con sus anteojos—. Me gustaría mucho que me los devolviera.

                —Pero así luces perfecto galán.

Seth frunció el ceño. No entendía exactamente qué era lo que le hacía enojar, pero su comportamiento se modificaba gradualmente cuando estaba de mal humor y debía decirlo, le desagradaba en sobremanera toda la algarabía creada por un simple corte. Sin contar las risas y burlas. Por esa razón, el joven Estévez le arrebató los anteojos a la muchacha y le extendió su tarjeta sin mirarla.

                —Le pediría atentamente que reciba mi modo de pago por su servicio prestado.

Todas las risas se apagaron y las muchachas tomaron seriedad al ver la cara larga de su joven cliente. Nunca lo había visto tan fastidiado y eso no era bueno, pues se suponía que era su mejor visitante, él les daba fama. Si se enfadaba al grado ya no volver, sería su ruina.

Ian por supuesto, contagiado de esa seriedad no dijo nada y Seth aprovechó su silencio para hacer algo que ni en su mejor despliegue de imaginación creyó que pasaría. Se colocó frente a él y de puntitas, debido a la estatura del joven acosador, le colocó sus lentes mirándolo fijamente.

                —Seth… ¿Qué…?

                —Aunque considero que la amputación capilar es un buen factor para resaltar tu atractivo, debo diferir en la cuestión de tus instrumentos visuales. Son utensilios de primera necesidad—sonrió ligeramente—. Y te quedan más.

Estuvo a punto de pellizcarse. ¿En verdad Seth le había sonreído? Generalmente eso casi nunca pasaba, el chico siempre se mostraba histérico y obsesivo con su presencia, pero jamás sonriente o alegre. Una parte de él entendía que su forma de actuar no era precisamente flamante y que, para cualquiera, sobretodo una persona como él, era muy sencillo llegarse a desesperar.

Las palabras de Zack Estévez volvieron a su cabeza y se sacudió tratando de olvidarlas. Era demasiado bueno para ser verdad, si se creía ese cuento de que Seth gustaba de él, pero no era del todo consciente de sus sentimientos, se volvería loco con la decepción. Estaba al tanto de sus verdaderos planes con esa cita. ¿Y cómo no estarlo?

Ellos lo habían planeado todo.

                —Pues muchas gracias Seth—le devolvió una sonrisa deslumbrante y un poco conmocionado con ella, el aludido negó para cambiar el tema.

                —No es preciso que des una respuesta agradable en compensación por mis palabras. Debemos salir de este establecimiento y dirigirnos al piso superior de este edificio conformado por tiendas de servicio comercial. Aún hay muchas tareas que cumplir.

El más alto contuvo la risa. Las dependientas al parecer ya estaban acostumbradas a esa forma de hablar, pero los clientes miraban a Seth como si necesitara ayuda psicológica. Él simplemente estaba fascinado con esa personalidad y esos detalles. Con emociones y opiniones diferentes, ambos salieron de la estética siguiendo las indicaciones dadas por el propio Seth, aún si cualquiera hubiese tenido que utilizar un diccionario para llevarlo a cabo.

Él no tendría inconveniente por supuesto, por Seth Estévez estaba dispuesto a aprenderse de memoria la Real Academia Española. Y más, mucho más.

****

Llevaba cargando por lo menos cuatro bolsas de ropa, y la parte más extraña de todo era que no solo se trataba de ropa para Seth, si no para sí mismo. Al final Seth había resultado ser una persona que no soporta a otros hacer esperar, por ese motivo terminó obligándolo a probarse ropa. ¿Cómo resultó el asunto? Con el rubio comprándole todo lo usado con una convicción difícil de refutar. Ian no se sentía a gusto con semejantes regalos, era consciente de que Seth tenía mucho dinero, lo suficiente para gastarlo a manos llenas, pero le conocía tan bien, a veces más de lo que debería admitir, debido a ello sabía por qué se estaba ensañando con tantos favores.

Seth sentía culpa de lo que estaba por hacer y aquello le destrozaba las vagas ilusiones que había guardado todo este tiempo. No creía las palabras de Zack, pero en el fondo no negaría que era uno de sus más grandes deseos. Si Seth llegara a sentir una mínima parte de lo que él sentía, sin duda sería el ser más afortunado del mundo. Nada importaría más, ni siquiera si no se equiparaba con el gran amor que él le profesaba.

Quizá estoy condenado a amarte sólo unilateralmente, pensó abatido.

El rubio en sus propios pensamientos no sabía qué hacer. Tenía tanta confusión con respecto a su plan de conspiración. Ian ya no le parecía tan desagradable y no tenía nada que ver su cambio de look o de ropa. Era el hecho de haber pasado toda la mañana con él en otro ambiente que no fuese la escuela. Curiosamente el chico ya no se portaba tan acosador como siempre lo hacía y le había hecho reír en un par de ocasiones. Quizá Zack tenía razón, quizá si le hubiese dado la oportunidad de conocerle más, no se sentiría tan contrariado en ese momento.

Pero yo tomé mi decisión y soy una persona que no se retracta de sus actos deliberados, aseveró recordando que Ian tenía una cita que cumplir y aún no era el momento de ir. Le había mandado mensajes sin parar a Zack preguntándole si ya era hora y su perverso primo simplemente le había respondido con un seco “no”. ¿Qué se suponía que iba a hacer con esa respuesta? Empezaba a sentir la ansiedad recorriendo sus terminaciones nerviosas e Ian, notando aquella reacción, decidió tentar a su suerte.

                —¿Tienes un poco de más tiempo?—el gesto que Seth le hizo le dio a entender que podía seguir—. En ese caso me gustaría llevarte a un lugar. Es fuera del centro comercial, pero confío en que te gustara.

Seth encogió los hombros fingiendo desinterés, pero con curiosidad en su interior. ¿Dónde sería? ¿Les daría tiempo llegar al Café Marconi? ¿Y si se retrasaban un poco y por ello ya no debía presentarse? La línea de sus pensamientos no le pareció de alguna manera adecuada y aceptó la propuesta de Ian para ya no perder el tiempo en ello.

                —Considero que creer en tu buen juicio es una decisión acertada, así que accedo a visitar ese desconocido destino en tu compañía.

                —Excelente respuesta, no te arrepentirás.

Guiñó un ojo y tomó desprevenidamente su mano para arrastrarlo al lugar designado. Seth no comprendió porque algo tan sencillo le hizo sentir extraño. A él no le gustaba el contacto con desconocidos, pero debía aceptar que después de años de acoso, Ian ya no era del todo un desconocido. Sentirse así de encrespado por un roce de manos que se alargó hasta que Ian fue consciente de lo atrevido que era su “acto”, no debería pasar.

Pero no le quiso dar la importancia que se merecía. Agradeció cuando su mano fue libre y contempló con cierto asombro la fachada del lugar. Era un edificio acogedor, con macetas al frente y una enorme puerta de madera color rojo que recitaba la leyenda “Refugio Huellitas y patitas”. Quiso hacer sus respectivas preguntas, pero Ian no se lo permitió y entró al lugar invitándolo a hacer lo mismo.

Cuando estuvieron dentro, después de registrarse en la libreta de visitas, varias personas saludaron a Ian y le alabaron su nuevo corte y cambio de ropa. Seth se mostró enfurruñado pero en silencio y para cuando el castaño fue libre de todo ese ritual de bienvenida, se acercó al niño rico y lo presentó con demasiada franqueza.

                —Chicos, él es Seth Estévez, el chico que me gusta. Estamos en una especie de cita.

Sus ojos se ensancharon, las risitas cómplices no se hicieron esperar y el joven acosador no lucía arrepentido de su impulso. ¿Cómo se atrevía a ser tan honesto? ¿Y por qué de repente se había sentido orgulloso de ser presentado de “esa” forma?

                —Es correcto que uses la educación inculcada en tu hogar a la hora de hacer conocer a otros sobre la persona que te acompaña, pero tanta franqueza es motivo de bochorno y confusión. Ian, no nos encontramos en ese estado de relación amorosa.

                —Aún, dulzura de palabras enredadas—bromeó una señora que estaba atendiendo el lugar, al parecer la dueña—. Pero es imposible no caer ante su encanto.

El muchacho acosador reprimió una risita mientras desaparecía en uno de los pasillos y Seth frunció el ceño desafiando a la mujer.

                —Sus modos de conquista no son precisamente halagadores, un individuo normal no incordia a otro constantemente en busca de su atención.

                —Cada quien hace su lucha a su manera Seth y la prueba está en que al final sí aceptaste salir con él—lanzó una carcajada en modo de burla antes de mirarle con suficiencia—. Mi muchacho te tiene loco. ¿A que sí?

El oji-azul parpadeó sin creerlo. ¿Estaba frente a la madre de Ian? ¡Cuánta vergüenza! Y él planeando una emboscada en su contra. ¿Por qué ese individuo de cerebro limitado le había llevado a un lugar en el que se encontraba su madre?¨

                —No comprendo qué tiene que ver mi estado mental con su hijo señora, pero le ruego que me disculpe por tanta rudeza utilizada al mostrar mis opiniones.

La mujer le acarició la cabeza como si estuviese frente a un conejito que se siente tigre. A juzgar por sus actos, Seth Estévez era de su agrado y no sabía si  aquello era bueno o malo.

                —Despreocúpate rubiecito, mejor alístate, Ian ya se adelantó y todavía tiene mucho que mostrarte—Seth enarcó una ceja ante el apelativo “rubiecito” y no entendió a qué se refería con alistarse. ¿Exactamente en dónde estaban? La mujer al parecer leyó su mente—. Estamos en un refugio para animales, eso es a lo que me dedico actualmente, a lo que nos dedicamos todos.

¿Animales? ¿Se refería a criaturas exóticas? Porque de no ser así, no entendía  de qué otra clase de animales se trataría. Estaba por explicar que la trata de animales en peligro de extinción estaba penada por la ley cuando Ian se apareció con su uniforme del refugio de animales y llaves en mano. Le distrajo lo suficiente con su presencia para que ya no pudiese decir nada y sin otra opción lo siguió al fondo.

No estaba preparado para lo que vio.

No eran animales exóticos o en peligro de extinción. Eran mascotas, animales comunes y corrientes que según Ian, se habían quedado sin un sitio en dónde vivir. Él no lo podía creer. Toda su infancia había anhelado una mascota y resulta que había quienes no los querían. Su cara de fascinación era imposible de ocultar y sus emociones se fueron al barranco cuando a Ian se le ocurrió acercarle un pequeño gatito color negro.

                —¿Lo quieres agarrar?—preguntó de una manera tan encantadora que Seth sintió su cuerpo entero dar un vuelco, quizá porque se sentía feliz de estar entre tantas criaturas tan hermosas y nuevas para él. Sí, seguramente era eso.

                —Pero… no tengo el conocimiento sobre la forma en que debo hacerlo.

                —No es para tanto—se acercó a él con el gatito y, en una postura que le pareció incómoda por su cercanía, le colocó dicha criatura en sus brazos, logrando que temblara al instante—. Sólo lo cargas así y acaricias su cabeza para calmarlo.

Seth dio una risita sin poderlo evitar e Ian le miró enternecido. Sin saberlo, el rubio levantó la mirada conectándose con esos ojos ambarinos. Por alguna razón desconocida para su subconsciente empezó a sentir su cara caliente como el carbón y otro poco los nervios le ganan arriesgando la integridad del pobre gatito.

                —Creo que encuentro de mi agrado a los felinos—susurró débilmente y agregó para sí mismo: Y creo que a ti también, considero que tal vez me siento atraído por ti, aunque tengas un carácter extraño y algo retorcido.

                —Luces adorable cargando a un gatito—le respondió acercándose a él lentamente.

Por acto reflejo Seth retrocedió en sus pasos mientras Ian avanzaba. Todo estuvo perdido cuando topó con pared y como único escudo en su contra, Seth levantó el gatito a la altura de su cara mientras cerraba los ojos. No entendía tantas emociones en un solo instante. ¿Así se sentía Ian todo el tiempo cuando le acosaba? ¿Le invadía la confusión, el nerviosismo, la euforia, la vergüenza y las ganas de reír al mismo tiempo? ¿Era eso estar enamorado de alguien? ¿Ian despierta ese proceso químico en mí? ¿Estoy… enamorado?

El más alto bajó el gatito hasta su pecho y juntando más sus cuerpos, sin aplastar al minino, colocó su rostro frente al suyo acariciando su mejilla izquierda con mucha delicadeza.

                —Me gustas Seth, en verdad me gustas mucho… estoy enamora…

Su celular sonó, arruinando la atmósfera, disolviendo lo que sea que Ian estuviese a punto de decir, recordándole a Seth que ese chico que comenzaba a generarle emociones o que quizá ya lo hacía desde antes, tenía una cita con una chica de ensueño esperando por él. Seth se alejó al instante después de entregarle al gatito y salió de ahí con una diplomacia difícil de creer, considerando lo agitado que estaba su corazón. No se despidió de todos los que trabajaban ahí, no se despidió de la madre de Ian, es más, ni siquiera se fijó al cruzar las calles. Todo lo que podía pensar en ese momento, era en el hecho de que se sentía un maldito que había hecho una tontería al planear una conspiración así cuando el único emboscado al final, fue él.

Estuvo a la deriva por media hora y su celular volvió a sonar justo cuando estaba llegando a la estación. Miró el destinatario y tomó asiento para ser sincero por lo menos en esa ocasión. Contestó la llamada de su adorado primo.

                —Seth, por una mierda. ¿Dónde están? Mi chica lleva esperando eternidades y ya no sé con qué entretenerla. ¿Por qué se demoran tanto?

                —Zack… presta atención por favor… yo no concluiré el plan de emparejamiento previamente formulado… Zack yo… mis neuronas trabajan de más cuando se trata de Ian… mi sistema nervioso se confunde de manera extraña, mis articulaciones fallan gradualmente y mi ritmo cardiaco se encuentra alterado constantemente.

                —Seth, Seth, Seth, sé claro, no te entiendo ni putas de lo que estás diciendo.

                —Me gusta… Me gusta Ian—confesó como si se quitara un peso de encima—. Me gusta. Y no accederé a reunirlo con una fémina desconocida y seguramente de mal aspecto al ser amiga tuya. Me gusta, por la RAE y El diccionario especializado, me gusta mucho. Es verdaderamente contradictorio porque sigue sin parecerme del todo adecuada su actitud de constante acoso, pero no es una persona desagradable. Tiene cualidades invaluables, es atento, considerado, paciente y divertido. No lo entiendo Zack pero… él mueve circunstancias en mi subconsciente que no sabía posibles. Despierta el proceso químico al que popularmente llaman amor en mí.

                —Yo también te amo Seth—susurró alguien a su espalda y Zack colgó sabiendo que su trabajo ya estaba hecho.

El rubio adolescente de extenso vocabulario arrojó su celular lejos sintiéndose enfadado con ese individuo que se hacía llamar su primo favorito. Giró su rostro para poder confirmar sus sospechas. Ian estaba ahí, detrás de él y había escuchado su discurso bien calificado como confesión romántica. Lo peor, acababa de recibir la misma con una firmeza que le removió hasta el último vello de su piel.

                —¿No te parece excesivo llegar con una persona que ha emprendido la tarea de evadirte por años y decirle que albergas esa clase de sentimientos por ella? ¿Cómo puedes aseverarlo sin duda alguna? No he realizado actos que te lleven a desarrollar ese afecto por mí.

                —Ahí es donde te equivocas Seth, desde el primer día te ganaste mi corazón. Yo llegué sin nada a la universidad, mi padre había fallecido, mi madre estaba destrozada y no sabíamos cómo seguir. Todos me ignoraban y yo lo prefería, pero cuando tú te acercaste diciéndome, y cito tus palabras: “Llevar esas expresiones de depresión en tu rostro sólo perjudica tu habilidad social y tu desempeño escolar. Mejora esa cara, rebusca en tu interior un motivo para cambiar tus gestos y desarrolla tu personalidad” yo no entendí nada de lo que dijiste y te pregunté a qué te referías. Con un gesto seco, pero amable simplemente respondiste: “Sonríe, hay mucho que hacer todavía en la vida”. Y te marchaste, sin saber todo lo que hiciste en mí con esas simples palabras.

El aludido bajó la cabeza tratando de recordar exactamente ese momento en el que le había dicho a Ian tales palabras, no recordaba haberlo hecho, no recordaba tener ese carácter interesado en los infortunios de los demás. Pero tampoco lo creía imposible, cuando algo le molestaba, trataba de solucionar la situación y probablemente Ian había demostrado tanta depresión que él lo había notado enfurruñándose en el proceso, olvidándose de que el chico aún guardaba un luto y había que respetarle en su mutismo. Sí, era muy factible que él hubiese cavado su tumba.

                —¿Esa es la razón por la que te decidiste a comenzar a incordiarme sin parar?

Ian asintió y se acercó a él envolviéndolo en sus brazos. Seth no estaba preparado para ese acto y trató de alejarse con la mayor convicción posible, pero el castaño le sonrió y afianzó su agarre para reafirmar los sentimientos ya expresados.

                —Me enamoré de ti Seth, mi madre y yo descubrimos nuestro don altruista gracias a tus palabras de ese día, me atreví a salir a adelante y la convencí. No tienes idea de lo mucho que te debemos y yo te quiero, te quiero tanto que a veces no me mido y me excedo en mi comportamiento. Discúlpame si alguna vez te he fastidiado demasiado.

                —Lo has hecho, sin duda alguna eres un individuo con una personalidad extraña y actos desenfrenadamente exagerados—tembló mirándole a los ojos, pero decidido a ser sincero también—. Pero concluyo con cierta satisfacción que me atrae esa actitud tuya de mirarme a cada rato y brindarme tu compañía, provocar gestos en mí más allá de la educación y la prudencia. En palabras sencillas y no difíciles de comprender en el vocabulario común… también te quiero Ian.

El más alto sonrió feliz como nunca con esa confesión, sin tanto enredo, sin tantas complicaciones, pero sin perder el toque que Seth le daba a todo lo que hacía. No pudo detenerse más, acercó su rostro al suyo y le besó lentamente, sin recibir una respuesta por parte del rubio, quien sólo se quedó quieto recibiendo el beso y tratando de sobrellevar las emociones generadas por el mismo. Ian le besó un par de segundos más y se separó extrañado ante su tranquilidad. Quizá se había excedido de nuevo, quizá Seth no estaba listo para un beso y él se lo había robado, quizá no le gustaba tanto. Dios, había tantas posibilidades que simplemente ahora deseaba salir corriendo.

Pero no fue necesario, pues Seth se quedó quieto por un momento y después emprendió la tarea de devolverle el beso, esta vez con acción de su parte. Ian no lo pudo creer y se dejó llevar envuelto en tanta felicidad. Se besaron con ganas, Seth nunca imaginó que algo tan sencillo como un roce de labios podría llegar a provocarle tanto. Cuando Ian le besó, algo en él explotó de forma descomunal y aunque era una sensación apabullante, no negaría que también era maravillosa. Por esa razón ahora trataba de besarle con intensidad, no consciente de que con ello despertaba algo mucho más grande que la alegría en Ian Mathews.

Despertaba también su deseo.

Se besaron lentamente, de manera apasionada, con el barullo y el ruido en la estación del tren, con millones de personas mirándoles, algunos burlándose, otros juzgando y unos más enterneciéndose. Pero sin ser conscientes de ellos, de los otros, del mundo alrededor, en ese momento, sólo existían los labios de cada uno y las inmensas ganas que tenían de que esa explosión les consumiera.

Para ellos, era como estar solos en el universo y ser felices con ello.

****

No era parte de sus planes, sin duda alguna no lo era.

Es decir, estar acostado sobre una cama con un chico acosador encima no era precisamente lo que tenía en mente cuando se decidió a ser sincero con sus sentimientos. La parte más desastrosa de todo, era que no se sentía avergonzado de ello, todo lo contrario, casi podría jurar que estaba igual o incluso más ansioso que él.

Comenzó cuando su excesiva sesión de besos llegó a su fin en la estación. Subieron al tren, Seth llevó a Ian a su casa sin saber el motivo, simplemente por acto reflejo y cuando estuvieron solos en su habitación, el castaño se le fue encima, besándolo de una forma completamente distinta a la anterior, derribándolo en la cama y repartiendo caricias en zonas que no sabía podían llegar a ser tan sensibles. Se encontraba suspirando, pero sin duda no estaba en sus planes.

                —Déjame hacerte este cuestionamiento sólo para aclarar cierta curiosidad Ian. Tu lívido se encuentra en un grado superior a lo normal. ¿Cierto?

                —Sí, así es—respondió repartiendo besos en su cuello y unos cuantos chupetones—. Quiero hacerte el amor ahora mismo Seth.

                —In… interesante respuesta Ian—la cara de Seth estaba roja y su estómago no paraba de dar de vueltas con cada movimiento—. Pero considero que es demasiado pronto experimentar el acto copulativo. Además, creo preciso recordarte que yo no soy un ser perteneciente al género femenino. ¿Cómo esperar llevar a cabo el proceso?

Ian se quitó sus anteojos y le miró fijamente mientras desabrochaba su camisa. Decir que se sonrojó sería poco, el pobre Seth dio un gran suspiro ante esa forma tan masculina de mirarle, lo cual acrecentaba sus dudas. ¿Cómo lograrían compenetrarse de esa forma si ambos eran chicos?

                —No te preocupes por ello Seth, conozco la forma y voy a enseñártela ahora mismo.

El tono de su voz fue tan sensual que Seth sólo pudo cerrar sus ojos embriagado en sus palabras, lo suficientemente mareado como para tomarle de sorpresa cuando Ian coló su mano dentro de su pantalón, acariciando encima de su ropa interior. Dio un suave y sorprendido alarido y le miró confundido, quizá asustado, pero ansioso de que se repitiera. Ian no le desobedeció y bajó poco a poco sus pantalones para tener más libertad, metiendo sus manos dentro de sus calzoncillos y aumentando los espasmos del rubio.

Zack siempre presumía de sus conquistas femeninas, siempre le recalcaba lo placentero y genial que era el sexo. Y él estaba a punto de experimentarlo, pero de un modo distinto. Sería con otro chico y no sonaba mal, no se sentía nada mal. Suspirando sin parar, Seth también acarició a Ian en la zona baja, dejándose llevar por esos impulsos que no se conocía, olvidándose de la etiqueta, el refinamiento, la educación y todo lo aprendido en su hogar.

                —Ian… ahh… ¿Es…mmm… posible llegar a sentir… más…?

Guiñó un ojo y le besó con demasiada pasión antes de darle una respuesta afirmativa. Le quitó por completo la ropa interior y buscó en su mochila. Zack Estévez era un maldito degenerado que había planeado todo para que las cosas se dieran. Le había dicho que si llegaba a hacerlo con su primito, debía prepararlo adecuadamente para que no doliera y hasta le había conseguido los condones y el lubricante. Él estaba avergonzado, en ese momento sólo pensaba en ser correspondido, no buscaba algo más. Pero ahora mismo se lo agradecía con el alma y Seth se sentía tan perdido en las sensaciones que ni siquiera lo notó.

Ian untó el lubricante en sus dedos y comenzó con uno para probar la resistencia de Seth. El rubio de palabras enredadas no encontró suficiente todo el diccionario del universo para expresar el dolor que sintió en ese momento. Se aferró a su espalda y le miró ansioso debido a aquello. ¿Por qué le hacía algo tan doloroso? ¿Qué estaba pasando?

                —Lo lamento—besó preocupado sus cabellos y continuó moviéndolo—. Sólo dolerá por un momento, te prometo que pasará.

El chico asintió confiando en él y mordiendo su labio para acostumbrarse. Ian movió su dedo en su interior y justo cuando comenzaba a relajarse un poco, el castaño introdujo otro, provocándole más dolor, pero quizá, otras sensaciones.

                —Ba… basta… es raro… no me gusta… es… es… ahh… aghh…

Se tuvo que aferrar a las sábanas con ganas. Al parecer, Ian había encontrado lo que estaba buscando ahí dentro, pues una vez que tocó ese punto, el dolor desapareció por completo. Se sintió demasiado bien, demasiado surreal y único. Ian se atrevió a meter otro dedo y los movió de diferentes formas sin dejar de tocar esa zona que le hacía sentir bien. Ya no quería que se detuviera, incluso empezaba a sentirse extrañamente deseoso de otra cosa. Seth no sabía nada de sexo, pero se daba más o menos una idea de dónde debía ir el pene de Ian después de semejante preparación. Aquello le puso más nervioso. Una cosa eran dedos y otra un miembro entero. ¿Cómo se sentiría tener a Ian dentro de él?

Bien, tuvo su respuesta más pronto de lo que hubiese deseado.

                —No puedo más Seth, yo… tengo que… tengo…

Sin esperar a que el rubio le diera su aprobación, se colocó el condón y entró de lleno en el chico. Su labio sangró ante lo mucho que reprimió las ganas de jadear. Sí que era diferente, era más intenso, más doloroso, pero también más placentero. Ian se esperó varios minutos que le parecieron una eternidad y cuando Seth abrió sus ojos, llorosos ante tantas sensaciones, el castaño ya no pudo más y comenzó a moverse.

                —I… Ian… espera… el proceso… es… Ian… mierda… mierda Ian… ahhh…mmm… agh…

                —Nunca te había escuchado decir palabrotas—comentó entre jadeos y ciertos gemidos de placer, el interior de Seth era incluso mejor que en sus sueños húmedos.

                —Jódete… jódete Ian…—reclamó en un modo de explicar que se sentía en la gloria, que era algo definitivamente increíble, justo como Zack siempre presumía.

Jadeaba sin parar sabiendo que su masculinidad no debería permitir semejantes manifestaciones, pero aturdido y fascinado con los movimientos de Ian, no podía darse el lujo de ser racional. Cada sonido que salía de su boca era gutural e incluso sin sentido. Él, el chico del extenso vocabulario no encontraba palabras correctas y coherentes para decir que era demasiado bueno para ser verdad.

Ian se excitaba con cada cosa o cada expresión de Seth. Lo amaba tanto, pero le fascinaba esa nueva etapa suya. Y la mejor parte es que nadie más lo vería, sólo él, sólo Ian podría verle así de extasiado y perdido en el gozo. Le besó una vez más aumentando la velocidad mientras aferraba sus hombros con sus manos y Seth se dejó llevar por completo cruzando sus piernas detrás de él. Lloró de placer y se corrió sin soportarlo más, haciendo más expresiones, besándole con tantas ganas como él lo hacía y olvidándose de las palabras, solo caricias, sólo besos y miradas. Ian no dejó de moverse hasta que él logró su propio orgasmo y terminó sin separarse de su cuerpo.

Seth volvió al mundo real cuando el dolor en su espalda comenzó a atacar y la contracción de sus huesos fue disminuyendo. Abrió sus ojos y se dio cuenta del trabajo que habían hecho. Sudaban, respiraban con dificultad y  sus corazones habían desarrollado una arritmia al parecer. El rubio de los ojos azules suspiró siendo consciente también del significado de lo que habían hecho y conmovido hasta las lágrimas, se permitió no ser tan rebuscado como usualmente lo era.

                —Te amo Ian, no encuentro palabras enredadas para decirlo.

Como única respuesta, el aludido apretó su abrazo sobre su cuerpo y se atrevió a mirarle después de minutos procesando las palabras dichas. Seth Estévez tenía muchos métodos de expresión, siempre definía todo según su educación se lo permitía y nunca decía más de lo necesario. Seth era fascinante por esa cuestión. Pero decir te amo siempre ha sido algo complicado y Seth Estévez lo había vuelto demasiado sencillo. Por esa y otras razones lo amaba tanto.

                —No hace falta, yo lo sé—besó su frente con mucha ternura y Seth se permitió cerrar los ojos y caer en la inconsciencia en sus brazos.

Ahí todo era demasiado cálido.

****

Zack había estallado en carcajadas mientras Ian le miraba como si hubiese superado todos los límites de la cordura. Seth no comprendía sus reacciones, era algo muy normal lo que había hecho y no estaba precisamente feliz de que ese par le visitara en su casa. Se había enterado gracias a la madre de Ian que todo había sido un plan para hacerle ver sus propios sentimientos. Nunca hubo una cita esperando por Ian, Zack nunca arregló nada, fue un acto deliberado en su contra y Seth cayó redondito en la trampa. Se sentía enfadado, aunque sí debía agradecer a su primo el abrirle los ojos. Era verdad, quizá le gustaba Ian desde siempre y no acostumbrado a ello había optado por la desesperación. Hablar de un chico todo el tiempo y lo mucho que te hace rabiar es una forma de expresión del amor. Pero aun así estaba enfadado.

Por eso no tenían derecho a juzgarle.

                —No puedo creer que te llevaras a todos los gatos del refugio—exclamó asombrado Ian y Seth le ignoró.

Un aproximado de 10 gatos jugueteaba en la habitación de Seth como si fuese su casa. El chico rico e influyente les había comprado millones de juguetes para su diversión, una torre para trepar y excesivas cantidades de comida. 10 gatos, 10 pequeño felinos que pululaban a su alrededor. Eso no era raro, ni por asomo.

                —Encuentro de mi agrado a los mininos, te pido de manera formal que no juzgues mi adquisición—replicó el rubio enfurruñado e Ian suplicó piedad.

                —¿Sigues enfadado conmigo? Seth por favor, perdóname ya, no tienes idea de las ganas que tengo de abrazarte y besarte.

                —Y follarte—agregó Zack entre burlas y ambos le miraron mal. La situación ya estaba bastante crítica como para arruinarla más.

                —Precisamente por ese motivo me tomé el atrevimiento de ignorarte. ¿Cómo te atreves a fraguar una conspiración en mi contra con ese individuo que sigue llevando mi sangre pero ya no es nada mío?

El mayor dio una última carcajada y explicó su punto. Sabía que Seth se enfadaría con ganas cuando supiera la verdad, pero era un riesgo que bien había valido la pena correr. Ahora eran una pareja y él no tendría que soportar nunca más, quejas desenfrenadas sobre un acosador enamorado con demasiado radicalismo.

                —No deberías enfadarte tanto, tú conspiraste en su contra también. Le querías conseguir una cita aun sabiendo de sus sentimientos por ti. Eso es cruel primito, muy cruel.

Seth abrió la boca con indignación y si no le dio una respuesta en exceso enfadada fue solamente porque Ian tuvo que contribuir diciendo algo peor.

                —Eso es verdad mi amor, pero yo no me enfadé contigo, al contrario, te perdono todo.

Fue suficiente. Ese par de cómplices conspiradores merecían pagar su osadía. Ya después compensaría a Ian por esos años de constantes desprecios y sus planes de juntarlo con otra. Pero primero recibiría lo suyo.

                —Muy bien, yo borraré de mi sistema nervioso y periférico lo que me han hecho, pero primero me permitiré mostrarles algunas de las enseñanzas que he hecho a bien en darle a mis pequeños—torció la boca y sacudió un cascabel, logrando que todos los gatitos se juntaran a su alrededor erizando sus pelos—. Si sobreviven, les perdonaré.

Ni Zack ni Ian entendieron nada hasta que Seth les lanzó el cascabel. Ian lo cachó sin saber que sería su fin y los gatos se les fueron encima gruñendo y rasguñando. Aquello ya no era divertido, mientras pedían piedad, Seth tomó asiento en su mesa perfectamente ordenada, recibió té por parte de las mucamas y bebió de su taza con suma elegancia.

Era peor que un ser compulsivo y obsesionado con el orden. Era una dulzura de palabras enredadas, un rencoroso que se había enamorado de su acosador, pero que le castigaba con maestría y perfección. Seth sonrió encantado con el aroma del té y mientras Ian le llamaba, se atrevió a mirarle con ternura y guiñarle un ojo.

Ian era la encarnación de un psicópata acosador, Seth… la de un asesino serial.

Y por esa razón se amarían profundamente con el pasar de los días. Después de todo, sólo hizo falta una conspiración múltiple para que pudiesen estar juntos. Seth les castigaba por eso.

Pero les estaría eternamente agradecido el resto de su vida.

 

FIN

Notas finales:

Seth es amor!! Seth es vida jajaa ok no

Amo a este chico de palabras enredadas, en serio que lo amo, Ian es demasiada miel para mi sistema nervioso y Zack, bueno... Zack es un conspirador desgraciado muy genial.

Pero quien se lleva el premio de mi adoración es la madre de Ian, esa mujer es la ley jajaja

Espero que les haya gustado y deseen regalarme su opinión.

Asumi!!! Espero que te haya gustado la evolución de la idea loca, si no es así no hay conflicto.... te quiero!!!!

Me despido!! Muchísimas gracias :D

;) 


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).