It wil rain
El semáforo en rojo lo obligó a detenerse. Pasó una mano por su cabello y miró por la ventana. La lluvia caía sobre ellos. Y no era una lluvia cualquiera, era un torrencial. Muchos de los transeúntes corrían buscando refugio. Sólo había una pareja de enamorados que jugaban bajo la lluvia. HeeChul suspiró y regresó la vista al frente.
Ya era sábado, lo que significaba que tenía que ir por sus cosas al departamento de SiWon. De SiWon, ya no de los dos. Aunque, legalmente hablando, siempre había sido del menor. El sonido del claxon de los autos lo regresó a la realidad y avanzó por la autopista. Ya cuando estuvo frente al edificio se sintió tan pequeño. No quería entrar, no quería ir por sus cosas. No quería. Pero tenía que.
—Sólo subes, tomas tus cosas y te vas —se dijo mientras entraba al estacionamiento y se colocaba en su lugar. Se alegraba de que siguiera ahí su nombre.
Dándose ánimos se bajó del auto y avanzó al ascensor, pero no pudo estar ni a tres metros del aparato antes de regresar.
«Subes, tomas tus cosas y te vas. No hay mayor ciencia en eso», pensaba con la cabeza apoyada en el volante.
—Eso haré —y se bajó de nuevo, fue al ascensor y entró. Y se quedó con el dedo en el aire, cerca al botón del piso diez.
«Tienes que ir como el hombre que eres», y lo presionó lentamente.
Sintió el movimiento del aparato y vio la luz con los números de cada piso iluminarse, hasta el número diez. El sonido del elevador retumbó en su cabeza y las puertas se abrieron, pero él no hizo nada. Se quedó ahí, de pie, mirando el final del corredor. No podía moverse. No quería moverse. Ir por sus pertenencias significaba el punto final de su historia con SiWon y no quería que las cosas acabasen así. No es así como se lo había imaginado. Sin embargo, no podía seguir lastimando a SiWon. El menor no merecía sufrir de nuevo, aunque ya lo hacía.
Las puertas se empezaron a cerrar y HeeChul se apresuró a colocar su mano y evitar que se cerraran. Y salió. Salió a paso lento y con la mirada perdida, con los pies y el pecho pesados. Y avanzó y antes de siquiera notarlo ya estaba frente a la puerta del departamento. Inhaló profundo, contó hasta tres y tocó el timbre.
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El timbre sonó y SiWon levantó la mirada. ¿Ya eran las once? Miró su reloj de muñeca y comprobó que eran las 11:15.
Dejó el cuchillo en la tabla de picar, lavó sus manos y se acercó a la puerta. Miró por el ojo y vio a HeeChul tras ella. Suspiró un poco y tomó el pomo girándolo y abriendo la puerta.
—Hola —incluso él se sorprendió de lo fría que sonó su voz—. Pasa —y se hizo a un lado permitiendo que el mayor entrara. Cerró la puerta y se quedó ahí de pie.
El ambiente entre ellos era tenso, pesado e incómodo. Ni siquiera SiWon estaba seguro si podría soportar tanto.
—Empezaré por el estudio, si no te importa.
—No, adelante. Las cajas están en la lavandería. Usa las que necesitas —y sin decir más, sin dirigirle una mirada caminó hasta la cocina, lavó de nuevo sus manos y regresó a picar los vegetales.
Quizá se estaba portando de manera grosera, pero no tenía por qué ser amable con HeeChul. Ni siquiera lo ayudaría a empacar ni a sacar las cajas. HeeChul podía solo. Siguió picando los vegetales y luego los colocó en la sartén, les regó algo de aceite, y las empezó a dorar.
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—Usa las que necesites —y se fue sin siquiera mirarlo.
HeeChul se había preparado mentalmente para esa situación (que SiWon lo ignore). Sin embargo, no contó con que dolería tanto. Suspiró resignado y caminó a la lavandería. Se merecía que SiWon lo ignorara.
« ¿Esperabas que te saludara como antes? Que ingenuo, HeeChul».
Abrió la puerta de la lavandería y encendió el foco. Ingresó y sacó las cajas de al lado de la lavadora. Sacó tres, apagó el foco y luego fue al estudio. Obligadamente tuvo que pasar por la sala, y se fijó en que SiWon removía algo en la cocina. Supuso que preparaba el almuerzo. Tan sólo dejó de verlo y entró al estudio. Apoyó las cajas en la pared y tomó una armándola y colocándola sobre su escritorio. Se fijó en que las cortinas de la ventana estaban abiertas, por lo que las corrió y pudo ver como las gotas de lluvia chocaban contra la ventana. Miró hacia la calle y vio varios paraguas moviéndose y uno que otro auto. En un día lluvioso como ese, nadie saldría a menos que fuese necesario.
«Así como yo».
Regresó a su escritorio y abrió el cajón de arriba sacando unas carpetas. Las dejó en la parte vacía del escritorio tratando de desordenarlas lo menos posible. No quería pagare horas extras a la secretaria y él no quería lidiar con más desorden. Limpió los dos cajones, apilando los papeles en el escritorio, para luego meterlos en la caja. Tomó las carpetas de la repisa, sus esferográficos, sus notas, y quitó todo lo de la pizarra de corcho. Guardó los alfileres en la cajita que vinieron y la lanzó a la caja. Guardó todos los papeles en una carpeta, y la foto que tenía con SiWon ahí clavada la dejó a un lado. No quería que se estropeara con todo lo demás.
Guardó su lámpara, ciertas estatuillas que tenía en la repisa, su reloj de plata, el portarretrato de su hermana y él, y los libros que tenía encima. Todo lo guardó y cuando la caja estuvo llena, la cerró y la colocó en el piso.
Armó otra caja, la colocó donde estuvo la anterior, y se acercó al librero de la pared y tomó los libros que le pertenecían. Sin embargo, había algunos que los dejaba en el escritorio. Esos libros eran de los dos, así que debía preguntarle a SiWon si los quería o se los podía llevar. Tomó la mitad de los libros y ciertos recuerdos que había ahí. Tomó el caballo de bronce que le había regalado SiWon y lo metió, con todo el cuidado que pudo, en el pequeño espacio que había. Cerró la caja, la colocó al lado de la anterior.
Tomó los libros del escritorio y caminó la cocina.
— ¿Los quieres o me los puedo llevar? —y levanto los libros a la cara de SiWon.
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—Llévatelos —y continuó machacando las papas en el bol.
De tan sólo ver el libro que tenía en su mano derecha, algo se removió en su pecho. Ése era el libro que leía en la cafetería el día que lo conoció. ¡Cómo amaba ese libro! Ahora no estaba del todo seguro poder siquiera tocarlo. Lo mejor era dejarlo ir, que se fuera con el causante de su dolor. Si el libro se iba, lo recordaría menos. Terminó con las papas y se acercó a la alacena sacando la margarina. Tomó una cuchara de un cajón y la untó en ella para luego colocarla en las papas. Cerró la margarina, la hizo a un lado y fue hasta el refrigerador para tomar la leche. Al cerrar el aparato vio a HeeChul salir del estudio con una caja vacía en las manos. La colocó en la mesita de café y se aceró al mueble del televisor. SiWon regó leche en las papas, dejó la jarra a un lado, y con la cuchara empezó a mezclar las papas, mientras veía como HeeChul tomaba sus CD, DVD, algunas revistas y ciertos libros que había ahí.
Terminó de mezclar y la dejó en la mesada, al otro lado. Guardó la margarina y la leche y se repitió mentalmente que no invitaría a almorzar a HeeChul.
«Ya lo pensaste antes, no cambies de opinión ahora». Y cerró el refrigerador una vez más.
No, no lo invitaría a almorzar. Ya no eran nada, además que JiWon iría. Ellos dos no tenían parentesco alguno.
—Ya tengo todo —y regresó a ver a su ex pareja con una seriedad imponente.
*****
—Lo único que no estoy seguro de llevarme es el álbum de fotos y algunas que estaban en el estudio —y apartó sus ojos de los de SiWon.
Durante sus años de relación habían pasado muchos buenos momentos juntos, y todos estaban registrados en fotografías. No importaba si habían sido tomadas desde el celular, SiWon se encargaría de imprimirlas y colocarlas en el álbum, o en algún portarretrato.
—Si quieres llevártelos, adelante —el menor caminó a la cocina, levantó la tapa de una olla y removió su contenido con una cucharada que estaba en un plato.
— ¿O sea que no los quieres?
—Si quieres llevártelos, hazlo. No le pasarán nada si los dejas aquí, de cualquier forma.
—Me llevo el álbum —y regresó a la sala, tomó el álbum de la mesita y lo guardó en la caja la cual cerró. Regresó al estudio por las otras dos dejándolas al lado de la otra—. Mi computadora…
—Ya hice respaldo de mis documentos, puedes llevártela —y sin mirarlo SiWon abrió la alacena y sacó el colador.
HeeChul sólo lo miró y se dio la vuelta evitando suspirar. La frialdad de SiWon era más de lo que podía soportar. Sabía que SiWon podía ser muy frío, muy serio, pero jamás lo había visto así.
Tomó su computadora y la guardó en el estuche con el cargador y regresó a la sala.
Se fijó en que SiWon apagó la estufa, tapó un plato, dejó el colador en el lavadero, tomó las llaves de la mesada y se acercó a él.
—Te ayudo con las cajas —y sin esperar respuesta apiló dos y las tomó en brazos dirigiéndose a la puerta.
HeeChul se apresuró a colocarse la computadora, tomar la caja restante e ir a la puerta para abrirla. Dejó que el menor saliera antes. SiWon profirió un «sólo ciérrala» y así lo hizo. Cuando HeeChul se dio cuenta, el menor ya estaba cerca del elevador. El mayor se acercó apretó el botón y esperó que el aparato llegara. Unos tortuosos segundos después las puertas se abrieron y el menor se apresuró a entrar.
Las puertas se cerraron con los dos adentro y HeeChul apretó el botón de «estacionamiento». Estaban solos, con una distancia separándolos dolorosamente. Era casi una tortura estar en ese ambiente tan incómodo.
—Y… —HeeChul se removió un poco—, ¿tendrás visita? —SiWon lo regresó a ver—. Es mucha comida para una sola persona.
—Vendrá JiWon—y volvió a mirar su reflejo en las paredes del elevador. Al parecer SiWon no quería hablarle.
HeeChul agachó la mirada, pero casi al instante la volvió a subir. Después de un momento las puertas del ascensor se abrieron y el primero en salir fue SiWon, siendo seguido de HeeChul. El menor se acercó a paso rápido al auto de HeeChul y se quedó ahí, esperando que el menor abriera la cajuela para poder guardar las cajas. Cuando estuvo abierta, SiWon las guardó, HeeChul guardó la de él, y el primero cerró la cajuela.
—Yo… —HeeChul empezó.
— ¿Seguro no olvidas nada? —HeeChul miró a SiWon a los ojos. Eran fríos.
—No. Tan sólo… Hice unos pedidos del extranjero y como dirección puse esta. Entonces… —se removió incómodo—… Cuando lleguen, tú dime y yo vendré a verlos.
— ¿Cuántos son?
—Cinco.
—De acuerdo —y el silencio se hizo de nuevo entre ellos. Ni siquiera la lluvia llegaba a escucharse en esa parte.
—Entonces, me voy —se acomodó el estuche dela computadora sobre el hombro.
—Adiós —SiWon lo miró por unos instantes y sin decir nada más se dio la vuelta, guardó las manos en los bolsillos del jean y avanzó al ascensor.
HeeChul se quedó ahí de pie viendo como SiWon entraba, apretaba el botón y miraba hacia arriba. Sólo cuando las puertas estuvieron a punto de cerrarse por completo SiWon lo miró, y sus ojos se encontraron.
HeeChul suspiró y luego se subió a su auto.
*****
— ¡Tío! —y levantó la mirada.
Vio al pequeño niño correr y abrazarse a su pierna de manera posesiva. Parpadeó un par de veces, suspiró ligero y luego sonrió forzado.
—Hola, pequeño —y le acarició la cabeza.
—Hola, SiWon —JiWon y su esposo entraron al ascensor y lo saludaron. La mujer despegó al niño de su pierna y lo levantó en brazos dándoselo—. ¿Estabas en el estacionamiento? —SiWon miró a su hermana. Asintió—. Y, ¿qué hacías ahí?
—Ayudé a HeeChul con sus cosas —y siguió jugando con el pequeño.
JiWon quitó la sonrisa de su rostro.
— ¿Así que ya salió de tu vida? —preguntó su cuñado.
—De mi departamento, aún no de mi vida—y le regaló una sonrisa triste.
*********
—Gracias por ayudarme —y cerró la puerta para luego dirigirse a la cocina.
—De nada —SungMin puso una caja en la mesita de café y la computadora en el sofá mientras YoungWoon ponía las otras dos—. Dime, ¿no tenías nada más que esto? —Señaló las cajas—. Digo, sofás, escritorio… Una vajilla, tal vez —HeeChul negó.
—SiWon equipó el lugar antes de mudarnos —le pasó una copa de vino a Min y una cerveza a KangIn—. Nada de eso es mío.
—Muy mal —dijo YoungWoon y recibió un golpe por parte de su novio—. ¡Yah! Todos sabemos que eso está mal.
—KangIn tiene razón —HeeChul se sentó con ellos—. Necesito un lugar al que pueda llamar mío —y bebió de la copa.
SungMin tomó de la mano tratando de darle ánimos.
—Hubieran visto la frialdad con la que me miraba y hablaba. NI siquiera parecía él.
—Y no era para menos —KangIn bebió de la botella.
SungMin lo miró con ojos furiosos y KangIn se encogió de hombros.
Minutos después se fueron dejándolo solo con los recuerdos y el corazón vacío.
Ahora estaba muy arrepentido, pero ya era tarde. SiWon ya no lo quería.