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Ring por BombayLove

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Notas del capitulo:

Ryo y Tadayoshi son dos viejos amigos que se encuentran después de varios años gracias a las redes sociales. Tadayoshi le muestra con felicidad su anillo de matrimonio, olvidando que mucho tiempo atrás, otro objeto de menor valor había cargado con la promesa de nunca olvidarse de la existencia del otro. Pero a diferencia suya, sin importar el tiempo que haya pasado, Ryo no ha podido olvidarlo.

Cuando se enteró que su mejor amigo fue atrapado luego de una pelea pandillera, llegó corriendo a la oficina del director, abriendo la puerta de un golpe. 

— Lo siento — Dijo, con el poco aliento que le quedaba, sosteniendo su cuerpo con ambas manos sobre el umbral. 

— Los dejo solos — Dijo el director, no sin antes palmear dos veces el hombro del muchacho sentado sobre el sillón, con la mirada sobre la ventana.  

El recién llegado se sentó a su lado y alzó la vista, recuperando el aire poco a poco. 

— ¿Qué hiciste? — Le preguntó, intentando acomodar sus enrulados rizos por sobre su frente.  

— Fue una pelea sin importancia — Se excusó el morocho. 

— ¡Te expulsaron de la escuela, estúpido! 

— Oye, cálmate, que ya tengo suficiente con el sermón del director…  

Su oyente se levantó y le lanzó una pequeña bolsa de tela color madera. 

— ¡Eso…! Era lo que iba a darte cuando nos graduáramos, pero ya no tiene importancia — Le dijo, antes de dirigirse a la puerta.  

Al abrir el paquete, se dio cuenta que había un anillo de fantasía dentro. 

— ¿Un anillo?  

— No sabía qué regalarte… Así que vi ese anillo… Y me gustó — Respondió el aludido, enseñándole que él tenía un anillo similar en su dedo medio. 

— Pareceríamos una pareja — Dijo su oyente, admirando el objeto bajo la luz natural. 

— Sólo quería que te acordaras de mí cuando fueras a la universidad, pero… como van las cosas… dudo mucho que logres entrar — Le dijo, esta vez, mirándolo, con una sonrisa. 

— ¡Oye! ¡Hablas con el genio Nishikido Ryo! — Exclamó, saltando encima suyo y colgándose de su cuello —. ¡Claro que lo usaré! ¡Siempre! Y jamás me olvidaré de ti — Agregó, despeinando sus cabellos. 

 

El sonido de la alarma de su reloj despertador lo hizo volver en sí. Estaba anocheciendo y debía prepararse para ir a trabajar. Se levantó, se aseó y salió de su departamento con una tostada a medio calentar en la boca.  

Al llegar al bar, encontró a Aya limpiando las mesas, quien le dedicó una sonrisa. 

— Buenas noches — Lo saludó. 

— Buenas noches — Le dijo, sentándose en una de las banquetas frente a la barra —. ¿Y Eita? — Preguntó, levantándose un poco para ver más allá de lo que sus ojos podían.  

— Está atrás, con los proveedores. Deberías ayudarlo a traer las bebidas, Ryo-chan — Le dijo la muchacha. 

— Oye, que no soy tu mucamo. 

— Pero eres mi empleado — Dijo Eita, el dueño del lugar y jefe de ambos, apareciendo con una caja de bebidas que trasladó a otra habitación —. Así que, cámbiate y ayúdame con esto. 

— Si me lo pides así — Bromeó el morocho, generando la sonrisa en su jefe. 

Trabajar de barman y mesero en un bar, no estaba mal. Recibía buena paga, buena propina, y cuando se presentaba la oportunidad, buenas mujeres.  

— De nuevo tuve ese sueño — Le dijo a Aya, mientras pasaba un trapo mojado en el piso del lugar. 

— ¿Con tu compañero de la secundaria?  

— Ahjá.  

— ¿Será que lo extrañas? — Se sonrió la muchacha. 

— Tsk. No digas esas cosas — Imitó su gesto el morocho. 

— Pero, ¡es normal! ¡Oye, Eita! ¿Tú no extrañas a tus compañeros de secundaria? 

— Nos juntamos una vez al mes.  

— ¿Eh…? Qué afortunado. Yo siempre fui la rara del grupo, así que no hice muchos amigos… O al menos… Ninguno que quiera ver ahora mismo. 

— ¿Cómo se volvieron a encontrar? — Preguntó Ryo. 

— Redes sociales. Uno contactó al otro y se terminó formando una cadena. 

— Así que las redes sociales, ¿eh…? 

— Deberías intentarlo, Ryo-chan — Lo alentó Aya, palmeando su espalda.  

— Mhh… 

— Mira, si no lo haces, voy a hacerlo yo por ti. Es tú decisión. 

Ryo la miró con el ceño fruncido. Sabía que si algo se le metía a su amiga y compañera de trabajo en la cabeza, hasta lograrlo, no iba a detenerse.  

 

Odiaba el sol de la mañana, por eso siempre agradecía tener su par de anteojos de sol encima. Siempre tomaba el mismo taxi para volver a su hogar, siempre con una tranquila música mientras el conductor manejaba.  

Bajó del vehículo y llegó a su departamento, regando su ropa sobre el piso del mismo. Corrió un poco las cortinas del living comedor y abrió uno de los enormes ventanales. Con pasos lentos, fue hasta la cocina y sacó una jarra de jugo de la heladera para servirse un poco. Cuando estaba por beber, recibió un mensaje de Aya, recordándole que debía inmiscuirse ese mismo día en las redes sociales para buscar a su amigo de la infancia. Sonrió, bebiendo un sorbo de la bebida. 

Sabiendo que no se daría por vencida y lo molestaría hasta el hartazgo, encendió su computadora y abrió una cuenta en la primera página que apareció en el buscador.   

— Una foto — Dijo Ryo, antes de posar luego con una sonrisa, apoyando su mejilla sobre el vaso de jugo. Sonrió al subirla y cortarla un poco para que tuviera la medida perfecta. No era su mejor fotografía, pero no tenía ánimos para buscar una acorde a la situación. Después de todo, no tendría esa cuenta abierta por mucho tiempo. Sólo sería hasta que Aya se olvidara de eso. De repente se acordó por qué iba a crearla en un principio . Escribió su nombre en el buscador de la red social. Sonrió al recordar cómo se escribía el nombre de su mejor amigo. Un solo resultado apareció. Era de un hombre, cuya imagen de perfil era simplemente una fotografía de la torre Tsuutentaku, tocando justo su fibra nostálgica. En forma pública casi no habían datos, pero pudo reconocer que era él al ver su fecha de cumpleaños: el 16 de Mayo. Suspiró y cliqueó el botón para agregarlo. Se quedó jugando y viendo qué sorpresas iba a traerle ese nuevo descubrimiento virtual. Agregó también a Aya, Eita y siguió las novedades de su lugar de trabajo. Aya tenía un poco más de tres mil seguidores. Muchas de sus fotografías eran visibles para todos y siempre había alguien que le decía que era hermosa o que era su ídola. Así era ella después de todo. Aunque lo negara, le encantaba ser el centro de atención. Le llegó un aviso de Aya agregándolo a él también. Ahora podía ver toda su información. A los pocos segundos, también le llegó un mensaje, en el que ella le decía que podía bajarse una aplicación móvil para no tener que depender siempre de la computadora —. Ahora entiendo por qué nunca sueltas el teléfono cando estás en horario laboral — Le respondió. Recibió un nuevo mensaje, pero no era de Aya, ya que estaba hablando con ella en ese mismo instante. 

— “Ryo-chan, ¿eres tú?” 

El movimiento de su dedo índice sobre la rueda del ratón, bajando por la página de novedades, se detuvo.  

Era él. Nadie más lo llamaba así. 

— Claro que soy yo. ¿Acaso conoces a otro Nishikido Ryo? — Fue su respuesta. Lo siguiente que supo fue que él lo estaba agregando —. ¿Cómo estás? — Escribió un renglón más abajo, pero no obtuvo respuesta. 

Decidió husmear su página de perfil, pero no halló demasiada información acerca de su historia en esos años que estuvieron separados, salvo fotografías de vacaciones en distintos años, ninguna con él como protagonista, sólo paisajes.  

Se estaba aburriendo y durmiendo, así que dejó la computadora como estaba y se fue a dormir.  

 

El bar estaba tan concurrido aquella noche que Ryo no pudo reparar en que su celular se había quedado sin batería. Se dio cuenta de ello al desbloquear su pantalla para ver la hora. 

— Ah, no tiene carga. Eita, ¿puedo usar tu cargador? 

— Claro, está en el vestidor.  

— Gracias. 

La noche pasó dejando a los empleados del bar más que cansados. 

— ¿Y? — Le preguntó Aya a Ryo, devorando un sándwich que Eita había preparado para los tres —. ¿Hubo novedades? 

— Ayer hablé con él. 

— ¡¿Eh?! ¿Tan rápido lo encontraste? — Preguntó Eita, sentado en una banqueta, a punto de ahogarse por la respuesta de Ryo. 

— Sí — Dijo el aludido, sintiendo cómo sus mejillas rápidamente se teñían de un color rojizo —. Yo también me sorprendí. Ahora que lo pienso… no me fijé si me respondió — Recordó, succionando sus dedos índice y medio para sacarse el exceso de mayonesa que tenía sobre ellos y levantándose de su asiento. 

— No creo que lo haya hecho — Dijo Aya —. Ya son como las tres de la mañana.  

— Más vale tarde que nunca, ¿no? — Dijo Eita.  

Ryo volvió encendiendo su celular. Se sentó nuevamente frente a Aya y revisó su aplicación.  

— Me respondió — Dijo Ryo. Automáticamente, Eita por un lado, y Aya pasando por sobre la mesa, llegaron a su lado —. ¿Me dejan respirar? — Pidió el muchacho, sonriendo. 

— Bueno, pero lee. ¡¿Qué dice?! 

— Yo le pregunté cómo estaba y él me respondió que está bien, que le alegra ser el primer amigo que tengo en… Ay — Dijo, llevándose una mano a la cabeza, esbozando una amplia sonrisa. 

— ¿No me digas que fuiste tan estúpido como para agregarlo primero a él? — Preguntó Aya. 

— En realidad… Sí… No me di cuenta. Oye, al fin y al cabo fue por eso que me metí, ¿no? 

— ¿Qué esperas para responderle? — Lo incitó Eita. 

— ¿Debería? Son las tres de la mañana… 

— ¿A qué hora te respondió él? — Le preguntó Aya. 

— A las… Hace media hora — Respondió Ryo, sorprendido. 

— Respóndele — Reitero Eita —. Quizás aún esté despierto. 

Ryo le envió un mensaje diciéndole parte de la verdad, que había estado hablando de la época en que eran estudiantes con sus compañeros de trabajo, se acordó de él y quiso saber qué había sido de la vida de su mejor amigo. No llegó a apoyar el celular sobre la mesa frente suyo que éste vibró entre sus manos, llamando la atención de los presentes.  

— ¿Respondió? — Preguntó Aya. 

— S… Sí — Dijo Ryo, sin comprender ni siquiera él mismo la situación.  

— ¿Qué dice? ¡Léelo!  

— Quiere verme…  

— ¿Qué? 

— Que… quiere que nos veamos. 

— Dile que sí…  

— ¿Qué…? 

— ¡Que le digas que sí! ¿Qué tienes que hacer mañana? Eita te da el día libre si quieres, ¿no? — Le preguntó Aya.  

— Tú eres la jefa — Dijo el aludido, devorando un trozo de otra hamburguesa que se hizo mientras ellos hablaban.  

Ryo le envió que podían encontrarse a la mañana de ese mismo día o hasta podían encontrarse a almorzar, aunque rogaba internamente que le gustara más la segunda opción, así tenía un par de horas más para dormir, si es que lograba conciliar el sueño. 

A su amigo le pareció excelente la segunda opción, puesto que debía levantarse temprano (pese a no estar durmiendo en ese momento por asuntos laborales), por lo cual lo citó para almorzar en el Noti Roppongi, a pasos de la estación de tren.  

 

Se tomó tres tazas de café para permanecer despierto. Sin siquiera prestar atención a la música en la radio, ocasionalmente recibía mensajes. Le había dicho que lo esperara en la puerta, que él estaría llegando cerca del mediodía. Él se había quedado cerca del gran cartel del complejo de edificios Piramide, del cual formaba parte el restorán elegido para el almuerzo. Ryo lanzó una bocanada de humo al aire junto con un sonoro bostezo. De repente, vio a alguien que le impedía que el rayo del sol le pegara directamente. Estaba por agradecerle el gesto al extraño, pero al darse cuenta que sus labios se movían, optó por sacarse los auriculares.  

— ¿Perdón? — Le dijo. 

— Que el cigarrillo te dará cáncer si no lo dejas, Ryo-chan — Respondió el aludido, con una amplia sonrisa.  

— Ah — En ese momento se dio cuenta que era él. Habían pasado un poco más de doce años desde la última vez que lo vio. De no ser porque le sonrió, estaba seguro que no lo hubiera reconocido —. ¿Estás más alto? — Le preguntó, sin poder salir de su asombro. A diferencia suya, él parecía un hombre de negocios. Llevaba el cabello hacia atrás, cuando antes tenía unos incontrolables rizos teñidos de castaño claro, y estaba vestido con traje y un sobre todo que le impedía el paso del frío. En cambio él, estaba vestido con un pantalón de jean, unas zapatillas de lona y un buzo negro gastado, con una remera y una camisa de la cual sólo era visible el cuello celeste.  

— ¿Tú crees? — Le preguntó, sorprendido por su apreciación —. Yo creo que estoy igual. Bueno, ¿te parece si entramos? Tengo hambre — Reconoció, sobándose el estómago, generando la sonrisa en su oyente. 

— En eso sí que no has cambiado, Okura — Le dijo Ryo, siguiéndolo.  

Pasaron por un par de locales de comida hasta dar con el escogido por su amigo. Luego de pasar por un par de mesas vacías, ambos entraron. Al reconocerlos, el encargado se acercó a ambos. 

— ¡Oh! Tadayoshi-san, ¿usted tenía una reservación el día de hoy? — Le preguntó el hombre. 

— No, Hayami-san, pero estoy seguro de que tendrá una mesa disponible para mi amigo y para mí, ¿verdad? 

— Por supuesto que sí. Casualmente hoy no ha venido mucha gente. ¿Dónde prefiere sentarse?  

— Cerca de la ventana está bien, ¿no? — Le preguntó a Ryo, quien no podía salir de su asombro por el modo en que trataban a su amigo. 

— Ah… Sí… Por mí no hay problema.  

— Cerca de la ventana, entonces — Dijo Tadayoshi. 

— Pasen, por favor — Le pidió el encargado, dándoles el paso —. Tadayoshi-san, ¿quiere darme su abrigo?  

— Ah, sí. Gracias — Dijo el aludido, al mismo tiempo que se sacaba los anteojos de sol, imitándolo Ryo a los pocos segundos. El lugar en sí era bastante acogedor. No tenía más de veinte mesas dispuestas cómodamente a lo largo y ancho del lugar. Tadayoshi decidió sentarse justo al lado de la ventana. Por sobre su cabeza, Ryo se quedó mirando su reflejo en el espejo. Se veía literalmente destruido —. ¿Una mala noche?  

— ¿Eh? — Le preguntó el aludido, con una sonrisa. 

— Que si tuviste una mala noche. 

— Trabajo de noche. 

— Ahh — El encargado les entregó un menú a cada uno, el cual Tadayoshi cerró sin siquiera verlo —. Una hamburguesa Blue cheese y una ensalada griega. ¡Ah! Y unas aceitunas mientras esperamos. 

— ¿Para beber? — Preguntó el encargado mientras anotaba su pedido. 

— Té helado. ¿Tú qué vas a pedir, Ryo-chan? 

Sus ojos no dejaron de mirarlo ni por un momento. Se dio cuenta que el tímido Tadayoshi que siempre se refugiaba en él, ya había dejado de serlo. 

— Eh… Lo… mismo…   

— Muy bien. Enseguida les traigo su pedido — Dijo el encargado, antes de dirigirse a la cocina. Cuando Tadayoshi volvió su mirada hacia Ryo, le sonrió. 

— Vaya… Estoy tan feliz de que nos hayamos vuelto a encontrar. Bueno, ¡cuéntame! ¿Qué haces de tu vida? Me dijiste que trabajas a la noche. ¿Qué es lo que haces? 

— Trabajo en un bar.  

— Ohhh, ya veo. ¿De barman? 

— Sí, pero suelo ser de mesero a veces.  

— Ahhh… Y, ¿has estudiado algo después de graduarte de la secundaria? 

— No. Me vine a vivir solo a Tokio y… aquí estoy. 

Tadayoshi rio suavemente, mientras, sobre su mesa, una mesera dejaba un bowl con aceitunas y sus bebidas. 

— ¿Eso es todo lo que hiciste en casi doce años? — Le preguntó, apoyando sus codos sobre la mesa y su mentón sobre sus manos entrelazadas a la altura del mismo. Ryo se quedó estático ante el reflejo que vio sobre su dedo anular. 

— Te… casaste — Musitó. 

— ¿Eh? Ah… Sí — Afirmó, como si en ese momento reparara en el anillo que estaba en su mano izquierda, mirándolo por escasos segundos —. Al año siguiente de que te expulsaran, vino a la escuela una nueva alumna y… bueno… nos enamoramos — Reconoció, sintiendo vergüenza por haber dicho esas palabras.  

— Ah — Dijo Ryo. 

— Aquí está su pedido, que lo disfruten —  Dijo la mesera, dejando dos platos frente a ambos, uno con una hamburguesa y el otro, con una ensalada. 

— Muchas gracias — Dijo Tadayoshi. 

— ¿Cómo se llama? — Le preguntó Ryo. 

— ¿Mi esposa? Masami-chan — Respondió, comiendo un poco de ensalada —. ¿No tienes hambre? — Le preguntó al cabo de un rato, viendo que su acompañante no emitía sonido ni movimiento alguno. 

— Ah… No, no es eso — Dijo Ryo, volviendo en sí y empezando a comer la hamburguesa —. ¿Y tú?  

— Bueno… Además de haberme graduado de la universidad y haberme casado, no tengo mucho más qué contar. 

— He visto que viajas casi todo el tiempo.  

— ¡Ja, ja, ja! Sí… Nos gusta viajar cuando tenemos algo de tiempo. El trabajo nos consumiría la vida, sino.  

— ¿Adónde fueron? 

— Mhh… Fuimos a París, Berlín, Londres, Nueva York, Buenos Aires, Australia. 

— ¡Guau! ¡Fueron por todo el mundo! 

— Más o menos. Todavía hay muchos lugares que nos gustaría visitar. 

— Me siento miserable… El viaje más lejano que hice fue… bueno… Tokio… Y tampoco es que quede tan lejos de Osaka. 

— ¿Hiciste amigos? — Preguntó Tadayoshi, apoyando su mentón sobre su mano. 

— ¿Aquí? Cuando conseguí el empleo. Con el prontuario con el que llegué a la secundaria, te imaginarás que no era de los más populares en la clase por las buenas notas. 

 — Mhh… Ya veo. 

— ¿Por qué te quedaste hasta tan tarde anoche? 

— Asuntos laborales. Hoy tuve una presentación y tenía que tener todo listo para hoy. 

— ¿Ya la tuviste? 

— Sí. 

— ¿Y cómo te fue? 

— ¿Cómo crees? 

— Te fue bien, ¿no? 

— Por supuesto. 

— En serio que no has cambiado en nada — Dijo Ryo, prestando atención a las personas que pasaban al otro lado de la ventana. 

— ¿Tienes novia? — La sorprendida mirada de su acompañante ante su pregunta, lo hizo reír suavemente —. ¿Qué? Es una pregunta normal, ¿no? 

— No… No tengo — Respondió Ryo, sintiéndose un adolescente por la incomodidad que le generó su pregunta. 

— Si quieres, puedo presentarte a alguien. 

— No, está bien. No hace falta. 

— ¿Por qué? 

— No creo que exista la persona que pueda comprender mi horario de trabajo — Respondió, sonriendo forzadamente. 

— Es verdad. Es complicado. Pero seguro que la encontrarás. Eres tú, después de todo — Ryo se lo quedó mirando, pero no dijo nada. No comprendió su última frase en lo absoluto. Se dio cuenta que a diferencia suya, él sí había cambiado. Quizás no haya madurado y siga soltero, pero sí había cambiado —. ¿No vas a comer la ensalada?  

— No tengo apetito — Dijo el aludido. 

— ¿Quieres un café antes de irte? 

— No. No… Con todo el café que tomé hoy — Su sonrisa se transformó por completo al darse cuenta de su desliz, pero no atinó a agregar nada. Al dirigir su vista a Tadayoshi, se percató que él no se había dado cuenta del error en sus palabras —. Bueno… Tengo que irme.  

— ¿Hoy también tienes trabajo?  

— Todos los días. 

— Dile a tu superior que te deje una noche libre para mí.  

— Algún día voy a invitarte a cenar a casa en recompensación. 

— No, para nada — Dijo Tadayoshi, haciéndole una seña a la mesera —. Sólo quiero que me invites en carácter de amigo, no para devolver un favor. 

— Hecho — Dijo el aludido. La mesera sacó los platos de la mesa y regresó con la cuenta.  

— Ni lo sueñes — Al ver que Ryo estaba por sacar su billetera, su acompañante le prohibió hacerlo, generando su sonrisa. 

— ¿Por qué? 

— Porque es una invitación. La próxima será en tu casa. Promételo — Lo amenazó. 

— Está bien, lo prometo, lo prometo. 

Después de pagar la cuenta, ambos salieron y volvieron al punto de encuentro. 

— ¿Intercambiamos número de teléfono? — Preguntó Tadayoshi —. Tienes suerte de haberme encontrado anoche. Me conecté porque estaba aburrido. 

— Se supone que deberías haber estado trabajando. 

— Un momento de distención no le hace mal a nadie. Además, fuiste tú el que me habló. ¿Cómo iba a negarme a un mensaje tuyo, Ryo-chan? — El aludido sonrió, sin responderle nada —. Ahora, cualquier cosa que necesites, envíame un mensaje. 

— Lo mismo tú. Ya sabes que suelo estar despierto toda la noche — Como respuesta, Tadayoshi sonrió —. Oye, Okura… 

— ¿Mh? 

— Lo que me diste antes de que me fuera de la secundaria…, ¿todavía lo tienes? 

— ¿Qué cosa? 

— No… Nada. Olvídalo. Nos vemos otro día. 

— Claro — Ambos empezaron a caminar en sentidos opuestos. Dándole vueltas al asunto, Tadayoshi se dio cuenta en la cuadra siguiente a qué se refería Ryo, pero al girarle para hablarle, él ya no estaba dentro de su alcance visual y no podía hallarlo. Sonrió. Llevar aquel objeto que pensaba Ryo, había olvidado, en su siguiente encuentro, lo alegraría mucho. 

 

El taxi no era el mismo, pero el cansancio sí lo era. Suspiró sonoramente al entrar al departamento. Al examinar la hora en su reloj, se dio cuenta que tenía cuatro horas para dormir. Cuatro horas de las cuales tres y media ocuparía para pensar en Tadayoshi. Se acercó al escritorio donde estaba su computadora y abrió el primero de los tres cajones que estaba a su derecha. Escarbó entre los papeles, bolígrafos y demás cosas que allí había, hasta llegar al fondo del mismo y encontrar lo que estaba buscando. Sacó una pequeña bolsa de tela, y luego, lo que había en su interior. Se acercó a la ventana para que el sol se reflejara en él, pero ni se asomaba al brillo que se desprendía del anillo que tenía Tadayoshi en su dedo anular izquierdo. 

— Yo sí lo tengo. Siempre estuvo conmigo, todo el tiempo. Él me acompañaba porque tú no estabas ahí — Mientras hablaba, sacó de la misma bolsa pequeña un collar de plata, del cual colgó el anillo y abrochó alrededor de su cuello —. Porque cuando me fui, me di cuenta lo que realmente significabas para mí, Tatsu — Susurró, besando dulcemente el anillo de fantasía, luego de mencionar su nombre.

Notas finales:

Gracias por leer ^___^

¿Qué les pareció~~? :v

Hasta la semana que viene ^3^ *chu~ ♥*


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