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La peor de todas por InuKidGakupo

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Notas del fanfic:

Disclaimer: Dragon Ball, sus secuelas y sus personajes no me pertenecen, son obra de Akira Toriyama y la Toei.

Notas del capitulo:

Ojalá les guste! Llegó la inspiración de momento y no pude dejarla pasar, disfrútenla!

~La peor de todas~

Bajó la mirada, observándose. Sacudió un polvo inexistente en su traje negro, en su brazo derecho, acomodando la fina tela nuevamente en su lugar, con la perfección que portaba. Con la perfección que tenía que portar. Nuevamente sus ojos celestes subieron, y se contempló largamente al espejo, se miró por eternos segundos, y al reflejarse, sentía que ese reflejo no era él, sentía que esa imagen frente a él no era él, ni nadie, era un montón de piel y huesos sin vida, sin alma, sin convicción, sin nada en lo absoluto.

Suspiró, dejando de ver su reflejo y perdiéndose en la laguna profunda y oscura que eran sus pensamientos en ese momento, borrosos y difusos, como si estuvieran siendo cubiertos por una gruesa tela que les hacía perder la forma y la consistencia. No, no había nada más en su cabeza que no fueran los acontecimientos que lo agobiaban desde hacía seis meses para ese entonces, para la imagen en el espejo que se veía más tétrica y agotada, decadente y apagada, más que cualquier otra cosa, se notaba el dolor implícito en cada pedazo de su piel.

Por un momento, dentro de su mente, deseó que eso no fuera más que una tenebrosa pesadilla, una jugarreta de mal gusto por parte de su mente, que lo qué hubiese estado pasando no fuera verdad. Un sueño, sí, eso, un sueño y nada más. Deseó poder volver en el tiempo, despertar en su cama meses atrás y continuar con lo que fue su vida en aquel entonces, hacía medio año, antes de que el gris se incrustara en sus pupilas y apagara todo absolutamente a su alrededor. Antes de aquella noche en aquella fiesta, antes de aquella terrible noticia.

“Hey, Trunks…”Había dicho su amigo, Goten, manteniendo una sonrisa algo tímida, denotando el carmesí en su blanca piel, uno que Trunks podía observar incluso con la oscuridad de aquel lugar y el humo que transitaba entre ellos. “Hay algo que debo decirte…” pausó, mirando la botella que sostenía en ese momento y evitando mirarlo unos segundos antes de atreverse a continuar. “Pares y yo… vamos a casarnos”

Y todo se fue a la mierda. Por supuesto, Trunks no lo entendió en ese momento, ese día, sorprendido por la noticia y contagiado momentáneamente por la emoción de su amigo, lo felicitó, lo abrazó y brindó por ello, lo hizo aun cuando algo en su pecho se comprimió y tuvo la impresión de que algo dentro se resquebrajó; lo hizo incluso cuando notó que su sonrisa no era genuina pero tuvo que mantenerla, en lugar de azotar los dientes y fruncir el ceño, como quería hacerlo.

No, no lo entendió, porque había vivido de la misma forma toda su vida y no se había percatado él mismo de lo que existía dentro de él, no lo hizo hasta que sentía que le estaban arrebatando la vida de las manos. Es mi amigo, se dijo, ¿por qué entonces no estoy feliz?, si él quiere, si ella lo hace feliz, entonces está bien. Entonces yo debería estarlo también. Pero la sensación no se esfumó, la presión en su garganta tomó forma de una desgarradora manera, y se invadió de ganas de gritar, de despotricar en contra de esa unión, de ponérsele enfrente a Goten y exigirle que no lo hiciera, que no debía.

Pero… ¿Por qué no debería? Goten ya no era un niño, tenía veinticuatro y era razonable que siendo joven, amable y atractivo, consiguiera una mujer para él y terminara por unir su vida a ella. No, no había justificaciones, no existía una razón verdadera para reclamar, no tenía derecho, aunque fueran mejores amigos, Trunks no podía impedirle o prohibirle algo como eso, de ningún modo, no tenía sentido. Al menos, no aún.

Su madre asomó la cabeza por la puerta volviéndolo  a la realidad, soltando con su agitada voz, siempre a escandalosos gritos, que lucía guapísimo, que el traje le quedaba perfecto, que llamaría la atención y más blablablá de parte de Bulma, todas esas palabras que una madre siempre suelta al contemplar a sus retoños de esa forma que sólo ellas saben. Trunks no prestó atención a las cosas que dijo, apenas la contempló por el reflejo, sin cambiar la expresión vacía de su rostro. Bulma se marchó unos momentos después, sonriente y satisfecha, orgullosa y vanidosa, de ese modo que siempre solía ser. Tan llena de vida.

Trunks la envidió unos momentos, envidió no poder mostrar esa energía, no poder sonreír de la forma en la que su madre lo hacía, tan natural, tan real, tan emocionada por la felicidad ajena. Pero de nuevo llegó a su mente la idea de            que él no se sentía realmente vivo. Se fijó en el espejo, y por un momento las palabras de Bulma eran verdad: el traje negro le quedaba. Combinaba excelente con su sombría alma que arrastraba ahora por el suelo, haciéndola jirones con cada paso, con cada segundo que transcurría.

Trunks, frente al espejo, daba la impresión de estar yendo a su propio funeral, y no a la boda de su mejor amigo.

Se sintió ­­­­­­­–como en el banco frente a la barra seis meses atrás– solo. Tan malditamente solo que le daba la impresión de que todos a los que conocía se habían esfumado de ese mundo, se habían ocultado en otro lugar y él jamás podría sentir su compañía nuevamente. Aquella noche, no se dio cuenta del momento en que Goten le dijo que se marchaba, no fue consiente del momento en que se quedó solo frente a el vaso de licor a medias, se quedó sin nadie más en la barra, enojado, muy, muy enojado.

Y ahora, tarde, muy malditamente tarde, entendió el enojo irracional de aquella noche. Recordaba que, después de esa noche, pasó alrededor de un mes para que Goten y él volvieran a hablar. Trunks había ignorado todas sus llamadas y mensajes olímpicamente, pasaba de las redes sociales, y cuando se llegaron a ver por casualidad, inventaba cualquier cosa para marcharse inmediatamente. No toleraba estar cerca de Goten, no quería, se llenaba de rabia, de coraje, de un odio que, en ese momento, no tenía fundamentos. Era claro que no quería odiar a su mejor amigo, no quería la distancia tampoco, pero mirarlo simplemente lo llenaba de un escozor desagradable, de ganas de golpear y gritar… pero, ¿Qué cosas quería gritar exactamente?

Su mente, hecha un embrollo, atacada por toda la mierda de alrededor, no reparó en la obviedad del asunto, se quería negar, estaba claro, quería fingir que no tenía idea de lo que sucedía, que las razones faltaban y que su coraje no era tan importante como lo era en realidad. Así, lleno de negación, llegó a una conclusión que estaba cerca de la verdad, pero no atinaba al centro todavía: estaba celoso.

Sí, lo admitió, de una manera no tan centrada, pero lo entendió al final de cuentas. Tras un mes de evitar a Goten a toda costa, dio por hecho de que su comportamiento había sido por demás infantil, inmaduro y completamente egoísta. Engañado y convencido él mismo, llamó a Goten un sábado por la mañana, invitándolo a ir a un club nocturno ese mismo día, para charlar y divertirse un rato. El joven Son, entusiasmado, aceptó.

Una voz chillona interrumpió sus lamentos internos, y giró sus ojos cristalinos a la puerta, en donde Bra, con un vestido juvenil rojo que no dejaba nada a la imaginación, estaba parada, mirándolo y dejando ver en sus labios una sonrisa orgullosa y emocionada, calca perfecta de su madre. Se acercó a él, inspeccionándolo más de cerca, y Trunks, por un momento, tuvo miedo de que sus pesares y sentimientos fueran tan fuertes que estuvieran a la vista del mundo, que su hermana los encontrara ahí colgados en lugar de aquella fina corbata escarlata que portaba.

-Quedaste bien – le dijo, deteniéndose en el pecho de Trunks y frunciendo levemente el ceño. – ¿En dónde está la rosa? – Trunks tuvo un pequeño reflejo doloroso en el rostro, pero pasó desapercibido para Bra, quien, tras pasar su vista por la habitación, dio con aquel objeto que buscaba. Ese objeto que Trunks odiaba desde el fondo de su corazón. –Debes llevarlo puesto, Trunks… es lo que te identifica… – dijo ella, como si él fuera un retardado y no hubiese entendido ni una mierda respecto al tema de la boda. Lo tenía entendido, más que claro, lo entendía tan malditamente bien como nadie.

-Sí, ya sé…- Trunks le arrebató el pequeño arreglo: una rosa roja –del mismo color que su corbata– hecha de plástico, una que debía portar en el bolsillo de su saco, mostrándolo con supuesto orgullo.

-Eres su dama de honor – bromeó, riéndose, sin percatarse de que el semblante de su hermano se había tornado por demás pensativo y dolorido. La chica terminó de arreglárselo, sonriendo orgullosa por su trabajo y mirándose vanidosamente frente al espejo de cuerpo completo de Trunks. –Date prisa, sino, llegaremos tarde – dejó como advertencia, mirándolo arrogante, como si le hubiera hecho un favor, abandonando la habitación y dejándolo solo una vez más.

Llegaremos tarde, repitió en su mente, lo que quisiera yo es nunca llegar. Por desgracia, no podía quedarse ahí, contemplándose infinitamente ante un trozo de cristal que engañaba con su apariencia. No podía quedarse ahí, cargando sus pensamientos y sus pesares, no podía hacer que nadie pensara nada al respecto, que nadie notara como su alma se estaba resquebrajando y que la situación se encargaba de hacerlas añicos con un único y mortífero movimiento. No lo permitiría, no arrumaría ese día tan especial para Goten, no dejaría que la muerte se le notase tanto como la sentía.

Salió de su habitación, atravesó la casa con pasos sosos, internamente, se dio cuenta que los pasillos que, de niño, siempre le parecieron enormes e infinitos, hoy en día se volvían cortos, insuficientes, hubiera deseado que el pasillo, que la sala de estar, que el recibidor, que el patio, que todo se volviese gigantesco, infinito, que jamás se acabara para que no tuviera que salir y enfrentar las cosas. Pero llegó hasta el lujoso auto que aguardaba a por él, y se representó como su envase, como su último viaje, el paso que le faltaba para acortar distancia con el insufrible final.

Subió, muy a su pesar, tratando de mantenerse quieto, tranquilo, de no hacerse notar para que nadie se percatara de lo que corría por su cabeza. El coche comenzó su andar, y temió que su desgracia hiciera ruido contra el asfalto, que la poca vida que le quedaba chirriara al aferrarse al suelo con todos los dedos, desesperado por quedarse. Sin embargo todo anduvo con normalidad, el auto avanzó con toda su elegancia y facilidad que le proporcionaba la ligera levitación, y Trunks sentía que iba dejando un trozo de sí mismo con cada movimiento, todo embarrado por el suelo.

Deseó inútilmente que su trayecto fuera eterno, que aquella iglesia quedara al otro lado del mundo y que tardaran horas, días, meses, años en llegar. Se cruzó de brazos, ignorando la conversación entre su madre y su hermana, virando sus ojos a la ventana cerrada de la derecha y perdiendo sus orbes en la lejanía del paisaje urbano que en la capital existía. Se sumió, una vez más, en los recuerdos, en esos acontecimientos de los que nada podía cambiar.

“Trunks, la verdad es que estaba muy preocupado… pensé que… estabas enojado conmigo” soltó con su infinita inocencia, ese día en la azotea de aquel club, en donde ambos habían optado por ir, buscando un respiro para poder charlar adecuadamente.

“No, no estaba enojado, Goten… no hiciste nada… en verdad, sólo no había tenido tiempo, es todo” respondió, no muy convencido de eso, evitando mirarlo y fijando sus ojos al frente, a todas esas pequeñas luces naranjas que hacían brillar la ciudad por las noches.

“Que alivio saberlo, no soportaba la idea de que me estuvieras evitando, más si ni siquiera sabía el por qué” se rió, ligero, divertido, no prestando atención a sus propias palabras. Trunks se aferró más al tubo de aquel endeble balcón en la cima del edificio, conteniéndose para no hacerlo añicos ahí mismo.

“Eres un loco, ¿Qué razones tendría yo para evitarte? Eres mi mejor amigo…” no supo por qué, pero la propia aceptación de su amistad le dolió, era como si saberlo pesara demasiado. Goten sonrió, sincero y despreocupado, una vez más, con una calma que Trunks envidió al mismo tiempo que odio con todas sus fuerzas.

“Bueno, sí… pero yo pensé… por un momento…” negó, balanceando sus pies en el tubo inferior del balcón, dejando ver un poco de nerviosismo.

“¿Qué? ¿Qué pensaste Goten?” por primera vez en toda la noche, Trunks se atrevió a mirarlo directamente, incitándolo con su poderoso par de ojos azules. Goten se lo pensó un momento más, meditándolo, como si valorara en decirlo o no. Finalmente, tras mirar a Trunks y sonreír, volvió a relajarse largamente.

“Pensé que estabas enojado por lo de la boda” el corazón de Trunks se agitó con violencia, y sus músculos se tensaron, como si de pronto hubiesen descubierto su más oscuro secreto, uno que ni él mismo comprendía en ese momento.

“¿Por la boda…?” inquirió, no muy seguro de lo que corría por la mente de Goten, angustiado por las propias ideas y miedos que se forjaban en sus pensamientos de manera desordenada y atropellada.

“Sí, bueno, no sé…” se giró un poco a Trunks, notándose algo avergonzado y confundido. “Yo… bueno, lo decidí y se lo dije, y aceptó y todo fue muy rápido, no tuve tiempo para decírtelo antes, tal vez debí habértelo comentado o consultado primero a ti…” Trunks expandió los ojos, entendiendo a donde iba la idea de Goten. Violentamente levantó las manos, agitándolas en negativa.

“¡No! ¡No es como si tuvieras que haberme pedido permiso!” exclamó, escandalizado por la idea, pero al mismo tiempo, sintió algo realmente bueno al fondo de sí mismo con la idea de que su amigo lo considerara hasta ese punto, como para querer decírselo antes que a la propia novia. Pero fue tan sólo medio segundo fugaz. Goten bajó la mirada, mirándose algo triste, por primera vez, llevando sus ojos ónix al firmamento, haciéndolos reflejar las múltiples luces a sus pies.

“Lo siento, es que es la verdad, tal vez debí haberte contado antes, eres en quien más confío, Trunks, no es como si hubiera querido pedirte permiso, es más como que… quizá no te tome en cuenta para esto, y esa idea te molestó” Trunks negó, sintiéndose mal consigo mismo al notar la culpa que cargaba el otro chico, al sentir de nuevo que había actuado infantilmente, egoístamente. Soltando un suspiro ahogado, se decidió a ser sincero con Goten, al menos, hasta donde la verdad había llegado en ese momento para él también.

“No Goten, no fue eso… pero admito que si me molesté, aunque por otras razones” el mencionado se sorprendió, y se miraron unos momentos antes de que Trunks se decidiera a continuar. “Me sentí celoso” Goten atascó el aire unos segundos en su garganta, y Trunks sintió una opresión en el pecho con sus propias palabras pronunciadas en voz alta por primera vez. “Pensé que… de algún modo, te alejarías de mí. ¡Te vas a casar, Goten! Ya no vas a tener el mismo tiempo para salir e ir por ahí… creí que… cuando te casaras, ya no podrías ser unido a mí de la misma manera” lo último lo dijo con más tristeza, con más de eso que sentía en verdad, pero se colocó muy bien la máscara y la mitad que eran mentiras se cubrieron a la perfección.

Goten comenzó a reír despacio, pero luego rió más y más fuerte. “No seas tonto, Trunks, tú jamás dejarás de ser mi amigo” -y ese es el maldito problema- pensará cinco meses después en el auto rumbo a la iglesia, rumbo a esa boda que aún se veía difusa. “¿Piensas que por qué me casare con Pares ya no podremos salir más, ser amigos?” le preguntó, aniñado y divertido, soltando aun una risilla baja.

“Tal vez…” Había contestado Trunks, dejando ver un carmesí en su rostro, aflojando levemente su agarre contra el tubo de metal.

“Claro que no, tal vez ya no salgamos tan seguido, ni hagamos las mismas cosas… pero, estoy seguro que jamás dejarás de ser importante para mí” le miró, con toda la sinceridad que encarnaba siempre. “Trunks, no importa que me case, tú y yo estaremos juntos toda la vida… ¿lo olvidas?” el muchacho de cabello lila viró sus ojos al suelo, a las pequeñas edificaciones que se vislumbraban a lo lejos.

¿Cómo olvidarlo?, se preguntó en ese entonces y se preguntaría cinco meses después, ¿Cómo olvidar que hicimos esa promesa cuando apenas éramos unos niños? No había modo, era importante. Lo era al menos para mí. “No, nunca” respondió, secamente, realmente.

“Oh, vamos Trunks, seguiremos jugando en la consola y seguiremos viéndonos para salir, ¡Voy a casarme, no a morirme!” –El muerto seré yo- de nuevo correrá en su mente en ese tan desafortunado presente.

“Si… creo que… tienes razón” sonrió, complacido, conforme con esas palabras, con esa afirmación, con mantener la promesa de estar juntos por siempre, incluso si eso incluía que uno de los dos se casase.

“Además, un día indudablemente también te casaras, ¡Estoy seguro! Y aun así seguiremos siendo amigos, y saldremos, y veremos a nuestros hijos crecer, ¡Serán como primos! – ese parentesco familiar, dolió, pico en lo profundo y dejó una llaga que dolería semanas, meses, incluso años después.

“Estoy seguro de eso…” Goten, algo divertido y a la vez conmovido por la situación, se giró a Trunks, extendiéndole los brazos, dedicándole la más bella de las sonrisas.

Trunks, pensándoselo unos ínfimos momentos, se abrazó a él, y una corriente extraña lo envolvió, lo presionó, invadiéndolo de pies a cabeza. Se sintió a gusto, se sintió lleno de miedo, de felicidad, de confusión, de anhelo y de tristeza. Quiso abrazarlo para siempre, que no se despegara de él, que permanecerían así, juntos, lo que les quedaba de vida. Pero ese abrazo no fue más que otro espejismo que se desvaneció frente a sus ojos pasados unos segundos, dejándolo insatisfecho, infeliz, temeroso y solo. Muy solo.

Goten se marchó esa noche más temprano de lo habitual, alegando que su madre le ordenó ser más responsable ahora que estaba comprometido. Trunks se quedó en el balcón unos minutos más, bajó esa misma noche de vuelta al club, a las luces parpadeantes y la música vibrante y desconcertante. Encontró una chica, una de tantas, que cayó ante él sin ninguna dificultad, que se dejó tocar, y se dejó hacer, a voluntad de Trunks, quien, engañado consigo mismo y con un falso criterio en mente, buscó distraerse, buscó mentirse más, trató de encarar un desahogo que no representaba más que otra fantasía.

Un hotel esa noche fue su compañero, se llevó a esa mujer cuyo nombre no recordaba, ni siquiera sabía si se lo había dicho en realidad. La besó, y la besó un sinfín de veces, tratando de sacarse del pecho un sentimiento que no comprendía, que no le cabía en el interior, que deseaba gritar y explotar. Buscó en ella una satisfacción que no encontró, sólo cosas vacías, sólo espejismos. Tuvo sexo con ella esa noche, siendo más salvaje de lo habitual por el enojo que aún llevaba consigo, por la impotencia y celos absolutos que no reconocía como tal.

Y ahí, en medio de las piernas de una mujer cualquiera, en un lugar cualquiera, todo vino a su cabeza claramente, como una realización que arrastraba la cúspide del orgasmo y esclarecía su mente, le mostraba, le hacía sentir. Apretó los ojos con fuerza cuando el cosquilleo en la pelvis vino, y se entregó a la satisfacción plenamente, y entonces, ahí, al fondo de sus ojos, detrás de sus parpados que cubrían como cortinas la más perfecta imagen, estaba él, estaba Goten.

Trunks, algo descolocado, extrañado e incluso asustado con las imágenes que vinieron a su mente, se salió de ella bruscamente, y sin importarle nada más, se vistió, tomó sus cosas y se marchó. Ese día decidió volar de regreso a su casa en la Corporación Cápsula, lento, disfrutando del viento y la quietud de la noche, llevando a su mente una y otra vez lo que acababa de suceder. Debía admitir que no era la primera vez, con anterioridad, estando en pleno sexo con alguna chica pensaba en Goten, pensaba en él en automático, en sus ojos, en sus labios formando una sonrisa, en su piel, en su olor, en su compañía.

Su cuerpo se estremeció sólo de pensarlo, de rememorar cada una de las piezas que era Goten en su cabeza, de cada imagen grabada en sus pensamientos que apreciaba con recelo. Cuando estaba en el sexo, algo dentro de su mente se sentía a gusto e incluso la excitación subía cuando su amigo desfilaba en su cabeza, y al mismo tiempo, en su corazón, contrario a su mente, un vacío atacaba, una insatisfacción perpetúa, un encierro, un bloqueo que prohibía la plenitud total.

Y estuvo claro, y se maldijo, y se odió, y se dio asco. Pero no, no era por el hecho de que Goten le gustase, se odio y se dio asco por ser tan estúpido, tan ciego, tan confiado y cretino que no había siquiera considerado una posibilidad que se notaba obvia, le daba asco sentirse como se sentía, tan impotente, tan enojado, tan malditamente desesperado. Le costó trabajo formular la idea en su cabeza, de aceptar abiertamente lo que había descubierto sobre sí mismo a esas alturas.

Fueron más de dos semanas, se la pasó pensando y dándole vueltas a un asunto que no tenía que meditar tanto, a algo que debió haber caído en ello mucho tiempo atrás y justo ahora que se percataba de ello parecía tan malditamente doloroso e injusto que no daba crédito. Habían pasado toda la vida juntos, sencillamente dio por sentado que Goten y él permanecerían de la misma manera, por siempre. Pero se equivocó. Y ahora se sentía ultrajado, se sentía incapacitado y vulnerable, el mundo entero se le venía encima y no podría resistirlo por más tiempo.

Todo empeoró al final de la semana tres, cuando Goten acudió a su casa muy feliz, le sonrió y le informó de sus noticias. “Trunks, nos casaremos en cuatro meses, ¡¿No es fantástico?!” el mencionado perdió el aire, perdió el color y perdió la mitad de la vida.

“¿Cuatro meses?” murmuró, para sí mismo, captando una idea y tratando de hacer que entras en sus pensamientos, pero se quedó en shock. Goten siguió hablando de la manera en la que la adinerada familia de Pres había conseguido arreglar las cosas, conseguir una iglesia, un sacerdote, un salón, todo, todo estaría listo en cuarto meses. Todo se terminaría demasiado rápido.

Alcohol. Mucho maldito alcohol en todas partes, a todas horas, por la misma maldita razón. Trunks se hundió en bares la semana siguiente a esa, se perdió como si no hubiera futuro, y es que así era de sencillo para él: no existía un futuro. Ya no. “Toma con calma amigo, parece que quieres matarte” había dicho el barman, un día, impresionado por su manera de ingerir grandes cantidades de alcohol.

“Eso quisiera hacer” confesó, moviendo suavemente el corto vaso entre sus manos.

“Reconozco ese rostro, ¿mal de amores?” Trunks soltó una risa sin gracia, manteniendo sus ojos pegados al líquido marrón que estaba bebiendo.

“Sí… algo así” El joven detrás de la barra se interesó, apoyándose en los codos y mirando al muchacho de más cerca.

“¿Y qué sucede? ¿Acaso te dejó?” su pregunta sonó sorprendida, inspeccionando el aspecto de Trunks y considerando esa posibilidad muy cortamente.

“No, no lo sabe siquiera” se burló de sí mismo con una media sonrisa decepcionada y melancólica, levantando la vista cuando el barman rió sincero.

“¿Y qué haces aquí bebiendo? Deberías decírselo, realmente te ves afectando…” comentó con sinceridad, mirando toda la pesadumbre que cargaban los azules ojos de Trunks. Este frunció el ceño, negando casi imperceptiblemente.

“No puedo hacer eso, ya es tarde” el barman arqueó una ceja, extrañado, volviendo a sonreír con confianza un segundo después.

“Nunca es tarde para nada, mi amigo… tiene que saberlo” -¿Tiene qué?- pensaría ante eso, razonaría esa misma frase cuando el auto frenó frente a la iglesia cuatro meses después.

“¿Para qué?” soltó aquel día, las mismas palabras que murmuró cuando se quedó solo unos segundos más en el coche, no queriendo salir, deseando poder permanecer en el interior y que el chofer comenzara a conducir en reversa. Pero aquel día como ahora, las cosa no podían retroceder.

“Bueno, dices que es tarde, pero, ¿Realmente lo es? Perdiste las esperanzas antes de siquiera intentarlo… ¿Por lo menos le preguntaste?” Trunks bajó la mirada, sabiendo que hasta apenas cuatro semanas atrás él mismo era inconsciente de ese sentimiento. “Tal vez los dos viven engañados…” Trunks agitó la cabeza en negación, como queriendo perder toda fe y rendirse a su miseria, hundirse en el más tenebroso hoyo sin salida de una vez.

“Se casará, en cuatro meses… y no puedo hacer nada en contra de eso, es tarde, lo es para mí” el barman permaneció callado unos momentos, y el chico de cabello lavanda pensó que finalmente lo dejaría en paz con su desdicha, pero este sólo lo estaba escudriñando largamente, volviendo a recargar sus brazos en la madera y bajando su rostro para poder hablar mejor.

La amas, se nota… y créeme que, aunque no puedas hacer nada, debes sacarlo, sino, te arrepentirás toda la vida por no haber luchado, por más tarde que pareciera” Trunks no respondió, ignorando también el hecho de que el barman hacía referencia a una supuesta mujer. No dijo nada más, pagó la cuenta y se marchó, andando por las calles de Satan City aquella madrugada, pensando en las cosas que había acabado de escuchar.

¿Realmente lo amaba? ¿Era eso? Había pensado que tal vez le gustaba, le atraía y lo quería, pero, ¿Lo amaba? Tropezó en su camino con un leve escalón en la acera, y por su ebriedad y falta de concentración, cayó al piso de rodillas, sosteniéndose con las manos del suelo para no estrellar su cara contra el pavimento.
En ese momento, miró el gris de la banqueta humedecerse, una gota dio contra ella, y luego otra y otra.

Llevó una de sus manos a su rostro, percatándose hasta entonces que estaba llorando, estaba jadeando e hipeando, como un niño, como un loco, como alguien herido, como alguien que ama. Sí, la palabra encajó, y se aprovechó de la soledad en las calles a esa hora para llorar a gusto sobre el suelo, para sacar todas esas finas espinas que habían estado picando su interior.

Mirando la iglesia, su magnitud y su elegancia quiso llorar otra vez, como aquella noche, el nudo se formó en su garganta y su vista se nubló de momento. Pero se rehusó, parpadeó con ímpetu y tragó saliva repetidas veces, como si de verdad pudiera deshacer los sentimientos atorados a final de su tráquea. Todo estaba tan arreglado, lleno de adornos y luz, tan finamente escogido, perfecto, nada parecía fuera de sí, nadie a excepción de él, que se sintió absorto, ajeno, desconocido entre toda esa situación.

Y lo odió, odió todo cuanto pudo, odio las flores blancas en la entrada, la cubierta de terciopelo rojo que encaminaba en el centro de la iglesia. Odió los adornos plateados colgados en todas partes, la estructura y profundidad del lugar, el olor que ahí había, las sonrisas y nervios que reinaban los rostros de los ahí presentes. Odió hasta el más ínfimo detalle colocado en ese lugar. Ni siquiera fue capaz de dar un paso dentro, se quedó fuera de las enormes rejas corredizas, mirando la explanada que conducía hasta las sorprendentes puertas de madera que permanecían abiertas, dando una vista completa del interior de la iglesia.

Retrocedió medio pasó, escondiendo su vista tras su ligeramente largo cabello lila, bajando el rostro, como si quisiera esconderse, como si minimizara su presencia y desapareciera, se perdiera con el entorno. Iba a huir no soportando tanto dolor, quería correr y volver a su casa, no, quería ir más lejos, quería salirse del planeta, de la galaxia entera. Deseaba irse lo más lejos posible, lo más lejos de ese dolor, lo más lejos de toda esa mierda que lo estaba matando.

Se sintió sin fuerzas, se sintió desfallecer y sus piernas flaquearon, tambaleándose bajó él, presurosas y desesperadas por comenzar a correr y largarse. Estaba indispuesto, no era tan valiente como había creído, no iba a soportarlo. Dio el paso completo hacia atrás, hundiéndose en la oscuridad que albergaba su mente, en la tormenta que azotaba contra sus sentimientos y lo oscurecía, iba a escapar. Como un cobarde.

Sin embargo, a nada de partir y refugiar su dañada mente, de proteger a su propio corazón de la estocada más insufrible que podía imaginar, apareció frente a sus ojos, y sus pies, segundos antes gelatinas, se convirtieron en dos pesados trozos de roca que se pegaron al piso, imposibilitándolo. Perdió el aliento, perdió cualquier idea y se perdió a sí mismo en todo aspecto. Lo miró, con rostro emocionado y nervioso, tan expresivo y tímido como él era podía sentir el alterado sentir de Goten, estaba extasiado en todo sentido.

Su mente le gritó que huyera, que se fuera antes que las cosas se volviesen más insoportables. Pero no pudo, los ojos de Goten dieron con él, y su rostro preocupado desapareció, Goten le sonrió con alegría, con felicidad y calma. Se alejó de Chi-Chi como si ni siquiera estuviera ahí aconsejándole y regañándole. Era tarde, ya no podía zafarse ahora, Goten ya lo había visto, ya estaba ahí, frente a él, sonriéndole en su máxima expresión, marcando un carmesí en sus mejillas por la cantidad de adrenalina a la que seguro se estaba enfrentando.

-Estas aquí…- murmuró Goten, clavando sus ojos profundos en el otro.

Trunks, tragándose todo absolutamente, se obligó a sonreír, se obligó a esconder la cortina de tragedia que ensombrecía sus orbes.

-Estoy aquí – dijo en respuesta, y de entre la falsedad de su sonrisa, existió un poco de verdad. Sabía que, por las cosas que habían pasado, no podía irse, no dejaría a Goten solo ese día, no podía sobreponerse, no arruinaría nada de eso.

Dentro de su mente, mientras permanecían allí parados a que la novia apareciese, la nube llena de recuerdos hizo acto de presencia una vez más. Se recordó a sí mismo, seis días después de haber llorado tirado en medio de la calle, metido en su cama, con los audífonos puestos a máximo volumen en una canción a la que ni siquiera le estaba prestando atención, con sus ojos clavados en la nada, en dirección a la lámpara de noche a su lado derecho.

“¿Otra vez estás aquí?” Bra, con toda la imprudencia de una adolecente de su edad, asomó la cabeza por la puerta de la habitación de Trunks aquel día, contemplándolo en su lecho, pero él no pareció inmutarse por su presencia.

Se adentró en la habitación, con naturalidad, avanzando hasta ponerse justo en el camino de su vista, frente a sus ojos, llamando la atención de Trunks, quien no se mostró expresivo en lo absoluto, simplemente viró sus ojos a ella, sin decir nada. Bra frunció el ceño, apretando los labios y haciendo un mohín molesto, moviendo una de sus manos y arrancándole los audífonos a Trunks, quien apenas notó el cambió con una ligera contracción en sus facciones.

“¿Permanecerás así el resto de tu vida?” gruñó la chica, colocando sus brazos en jarras y demandando con tenacidad una respuesta.

“Eso pretendo… pero no dejas de irrumpir en mi habitación” Trunks se mostró igual de molesto, estaba lo suficientemente agotado sentimental y espiritualmente como para soportar el comportamiento irracional de su hermana menor. “Recuerdo haberte dicho que no entraras aquí” frunció el ceño, apartando sus ojos de ella, esperando que su tono de voz nada sutil le enviara la respuesta suficiente para que se marchara, pero Bra permaneció en su sitio, sin moverse ni un poco.

“No entré aquí porque quisiera, tonto” Trunks la ignoró, volviendo a su posición original, dando a entender que no le importaba lo que tuviera que decir. “Goten vino a buscarte, está en la sala esperándote, y como no bajabas, vine a buscarte” La expresión de Trunks se alteró altamente, prácticamente saltó sobre su cama, tensándose y levantando la cabeza, mirando con mucha atención a su hermana.

“¿Goten…?” masculló lleno de sorpresa y confusión. Sólo bastó concentrase medio segundo para percibir su energía en la planta principal de la mansión. “Maldición… yo…” estuvo a un segundo de saltar alegre e ir con él, guiado por toda lo que el conllevaba, sin embargo, toda la tristeza y dolor lo golpeó de nuevo, la decepción lo inundó y le recordó la miseria en la que había estado viviendo los últimos días. La emoción, entonces, y sus facciones volvieron a sentirse vacías, apagadas y grises. “Goten” repitió con dolor, olvidando que su hermana seguía de pie al lado de su cama, y le miraba poco a poco entristecerse, al tiempo que bajaba la mirada.

“Ah, ya lo entiendo… ¿Estás así por Goten?” los ojos de Trunks volvieron a moverse, con furia sobrepuesta para cubrir y aparentar, totalmente a la defensiva para lo que ella pudiera decirle, pateándose internamente por ser descuidado y dejarse leer. Se tensó, mientras su cerebro comenzaba a imaginar los peores escenarios posibles. “¿Acaso estás triste de que tu amiguito se va a casar y te va a dejar solito?” se burló, comenzando a reír, pero fue un alivio para Trunks, quien relajó los brazos y apartó su vista, fijándose en la puerta frente a él.

“No digas estupideces” bramó, con hastío, pero la risita de Bra continuó unos momentos más.

“Ni siquiera puedes mentir, se te nota” recibió una mirada amenazante, pero eso no la detuvo de continuar. “Te entiendo Trunks, tranquilo” finalmente la chica dejó su sonrisa socarrona de lado, bajando los brazos y colocando un rostro completamente tranquilo, incluso melancólico. “Pero no tiene sentido que te quedes aquí, lamentando y auto-compadeciéndote” Trunks no supo a que vino tanta seriedad y madurez repentina, pero no dijo nada, la dejó seguir. “Es verdad que tal vez las cosas no volverán a ser iguales entre tú y Goten, al principio parecerá que sí, que pueden ser igual de unidos, pero pronto serás desplazado” un respingo por parte de Trunks se hizo presente, y notó un momento el mismo sentimiento en ella que lo embargaba a él.

“¿Y tú, cómo…?” No pudo contener su curiosidad y se arriesgó a indagar, pero Bra volvió a sonreír, negando y frenando la pregunta de su hermano.

“Ahora Pan y yo casi no hablamos… pero la entiendo” los ojos celestes de la chica se cargaron de seguridad, y Trunks no pudo creer que algo así estuviese agobiando a su hermana. Parecía irreal.

“¿Hablas de…?” a la cabeza de Trunks vino aquella noticia que le había llegado, sobre Pan comenzando a salir con Oob, cosas de adolescentes, nimiedades aparentes de jóvenes con su edad, algo realmente sin relevancia para él, algo que pensó, no afectaría a nadie. Ahora, desde los ojos de su hermana, pareció algo.

“Sólo voy a decirte una cosa, Trunks” interrumpió, y su rostro estaba endurecido una vez más, determinado a la vez que un poco orgulloso y vanidoso. “Aprovecha ahora, sal, habla y diviértete con él, faltan unos meses para que se case… para que, lo que tienen, se consuma” pausó, cruzando sus brazos sobre su pecho firmemente. “Si te la pasas acostado y enojado, lo estarías perdiendo desde este momento”

No supo por qué, pero sintió por un momento que su hermana lo entendía en todo aspecto. No necesitó más, y no necesitó disimular nada. Saltó de la cama, andando a toda prisa por el pasillo y casi cayendo por las escaleras debido a la euforia y velocidad. Bra tenía razón, si iba a perderlo en todo aspecto, si jamás podrían las cosas a ser las mismas, como eran, como le gustaban, como era feliz, al menos aprovecharía el tiempo que le quedaba plenamente, que estúpido había sido por no verlo así, por haberse tardado tanto pensando las cosas que no necesitaban pensarse, sino, hacerse. Si lo hubiese visto así desde el principio, no hubiese sido tan volátil el tiempo que le quedó para estar con él.

Ahí estaba, el sonido de una limusina lo sacó de sus recuerdos, y el final se presentó. Lo que para muchos fue la alegría y la felicidad de la novia, para Trunks era la horca que hacía acto de presencia, y él trepaba los últimos peldaños mientras sentía ya la asfixiante cuerda contra la piel de su cuello. Era el final del camino. Goten palideció, pero luego se sonrojó, y su madre llegó histérica como siempre a gritarle que debía entrar a la iglesia, que no debía verla aún, que tenía que esperarla en el interior.

Goten, no queriendo irse a empujones pero no teniendo opción, giró su cabeza a Trunks, sonriéndole una última vez, y Trunks respondió de la misma manera, quedándose con la vista fija en la espalda del pelinegro, que pronto fue escoltado por todas las mujeres de la pandilla Z, que gritaban extasiadas y se emocionaban por la felicidad ajena… por el dolor ajeno, también.
Su vista se quedó pegada ahí, en el mismo sitio, incluso cuando Goten ya no estaba frente a él, incluso cuando miró a toda la multitud entrando a la iglesia, cuando su madre le llamó, y le llamó de nuevo, a gritos.

Trunks no sintió cuando entre ella y su hermana lo tomaban de los brazos y lo incitaban a caminar, hablándole cosas que él no escuchaba. En ese momento se perdió en el recuerdo de esa última noche, hacía dos días, en una casa que habían rentado junto con otros pocos para la despedida de soltero de Goten. Un recuerdo fresco y doloroso, pero al mismo tiempo, el más hermoso de los recuerdos. Lo atesoraría por años, muchos años y muchas décadas después de ese día.

Era tarde, fue jueves, por decisión de Goten era Trunks el encargado de organizar la despedida de soltero. Para Trunks fue una tortura, pero al mismo tiempo, fue una oportunidad. Para Trunks, la despedida de soltero era más que eso, era la despedida par él dentro de la vida de Goten, era el último día en que podrían charlar y beber como antes, como siempre había sido, era ese día el cierre entre eso que sentía, la última fiesta, la última metidos en ese nexo único que ahora se veía danzante en una cuerda que estaba por romperse. Era un día para soñar, para olvidarse de todo y actuar como si no courriera nada. Era el día de la última mentira.

Se lo dijo su madre, se lo dijo la señora Chi-Chi y también se lo dijo el mismo Goten: no querían mujerzuelas. Trunks sólo asentía sin prestar atención, esa idea ni siquiera había cruzado por su cabeza. Quizá, si hubiese sido otro momento, otro tiempo, varios años atrás, habrían llevado buena compañía femenina, disfrutando, y engañándose; pero esta vez pensar en contratar bailarinas o algo por el estilo le resultaba desagradable, y no porque realmente lo fuera, sino porque no quería arruinar ese último encuentro con Goten de esa manera tan particular.

Estaba nervioso, no había podido conciliar el sueño plenamente los últimos tres días a ese, cuando lograba dormir, una pesadilla se le venía a la cabeza: el día de la boda, y él, completamente inmóvil, inerte, impotente. Despertaba, agitado, y se giraba incansablemente en la cama tratando de sacar la idea de su cabeza, fracasando cada una de las veces con la misma fuerza. Lo sabía, pero no quería admitirlo, hacerse ideas falsas, ilusionarse vanamente.

Las palabras del barman cuatro meses atrás rondaban sus pensamientos aún con la misma fuerza: tiene que saberlo. Por las noches, aprovechando el tiempo que no podía dormir, dejaba a su mente imaginar, tratar de crear y proyectarse en esa situación, en ese momento, en decirle a Goten lo que él sentía. Imaginaba palabras, creaba diálogos convincentes, largas charlas en donde su propio él imaginativo era incapaz de decirlo directamente y terminaba dándole vueltas al asunto hasta que no ninguno de los dos ya no entendía nada.

Fueron más de mil posibilidades distintas, cada una más estúpida e ilógica que la anterior. Por ratos, abrazado a la almohada lloraba, en silencio, sólo dejaba escapar alguno que otro leve gemido dolorido. Por las mañanas despertaba con los ojos hinchados sin haber dormido nada, se transportaba al taller de su madre y evitaba la oficina a toda costa, no tenía cabeza para pensar en nada de lo que la empresa le estaba tirando encima.

Dentro de todas sus alucinaciones y proyección respecto al tema, había algunas que tenían un desenlace medianamente decente, en donde Goten admitía una reciprocidad que no existía en la vida real. Después de eso, Trunks, impulsado por la emoción del momento, lo besaba, y se fundían en esa caricia bucal que lograba acelerarle el corazón fuera de su imaginación, que provocaba una electricidad de sólo contemplarlo, de considerarlo. Era una epifanía asfixiante.

Cuando fue finalmente jueves, ese jueves, a dos días de que Goten se casara, a dos días de poder cambiar las cosas o no, de soltar lo del interior y dejarlo explotar y destruir sin compasión a su paso, Trunks se decidió por rentar una casa convencional a las afueras de la ciudad, rodeada de árboles, silenciosa, espaciosa, sin vecinos en ninguna dirección, perfecta para cualquier grupo de jóvenes adultos que seguramente terminarían ebrios haciendo alboroto.

La fiesta familiar sería al día siguiente, viernes, un día antes de la boda, por lo que no se molestó en invitar a nadie de los guerreros Z para ese día, ni siquiera Oob o Gohan que eran los más cercanos a ser invitados a esa “fiesta” fueron considerados, Trunks limitó esa reunión a unos cuantos compañeros en común de la universidad, a unos amigos de la oficina donde trabaja Goten y a otros muy pocos cercanos a Trunks. La reunión se conformó por un total de veinte hombres, todos oscilando entre la misma edad.

Fue agradable, claro, los temas fluían y las charlas se hacían amenas y consecutivas, la tarde llegó con su intensidad y pronto los jóvenes estaban cantando a gritos canciones de rock y tocando entre sus manos instrumentos imaginarios, hablando entre todos como si fueran amigos de antaño y compartiendo experiencias de todo tipo, bebiendo alcohol y comenzando a probar sus propias combinaciones entre las bebidas.

Trunks se había caracterizado siempre por ser sociable y amable, por bromear y poner su propio toque a las reuniones, por desgracia, estaba más nervioso que nunca en la vida y apenas soltaba su opinión de vez en cuando, asintiendo y fingiendo interés en temas que pasaba apenas los tocaran. Especialmente en temas de amor, en donde permaneció callado incluso cuando Goten le incitó a compartir alguna de sus experiencias. Era un manojo de nervios, al mismo tiempo que también lo era de determinación.

La noche llegó al fin y con ella sus consecuencias. Trunks, como lo tenía previsto, comenzó a despedir a sus compañeros y amigos que comenzaron a marcharse entrando la madrugada, pues no podían quedarse al tener que trabajar al día siguiente aún. Bulma le había dado el fin de semana libre a Trunks y a Goten, así que eran los únicos que podían quedarse ahí hasta la mañana siguiente, eran los únicos que quedaron al final del día, solos.

A veces, el verdadero problema para enfrentarte a una situación es no saber cómo empezar a abordarlo, a darle tantas vueltas y tantas posibles entradas que se te cierra el camino, obstruido por los nervios que siguen apretándote el cuello sin misericordia. Trunks pasó saliva, nervioso, revolviéndose en su lugar sobre el sofá, al lado de Goten, que meneaba en un vaso de plástico algo de alcohol que bebió de golpe un segundo después, relajándose finalmente y pegando su espalda al respaldo acolchonado del sillón.

“Goten, ¿Te gustó la fiesta?” comenzó, recargando sus codos en sus rodillas y menguando el imparable ritmo acelerado de su pie golpeando el suelo.

“Sí, fue grandiosa… me divertí mucho… gracias, Trunks” le sonrió, y Trunks se quedó embobado en ese gesto, segundos que se acortaban y duraban la mitad de lo que deberían. “Sólo tú sabes cómo hacer esto, eres el mejor” el hijo de Bulma bajó la mirada, algo avergonzado con el comentario. “Vaya… me siento bastante mareado…” sostuvo su cabeza unos segundos, dejándose deslizar de lado y colocando su cabeza sobre el regazo de Trunks, quien se sobresaltó y tembló discretamente al tenerlo de esa manera.

Era absurdo, pensó, había estado de esa forma con su amigo antes, Goten se había dormido recostado sobre sus piernas en más de una borrachera, pero en ese momento el contacto se sintió como algo más para alguien tan hundido como él. Se sintió morir en muchos aspectos, al tiempo que la piel vibraba y los poros de su piel se abrían  se cerraban en doloroso reclamo, exigiendo más, exigiendo cumplir fantasías que había compuesto despierto y dormido a lo largo de su vida.

Se contuvo, y hasta ahí notó que ese detalle había significado algo grande siempre, hasta ese momento entendió porque siempre que Goten hacia eso se le adormecía el cuerpo y la mente se anestesiaba a un punto en donde los pensamientos eran atrapados y lo dejaban en blanco en una paz embriagadora. Siempre había sido así de especial, pero ahora, teniendo conciencia sobre lo que tenía, todo se pintó de un ápice deslumbrante y cálido como el sol.

Sin darse cuenta, tan familiarizado y normal como otras veces, tan propio de los dos, no detuvo sus manos que se movieron por sí solas, buscando algo de consuelo en todo ese ardor que le quemaba la piel y tiraba de él con fuerza desgarradora. Entremetió sus dedos en los mechones oscuros y suaves, peinándolo, sintiendo la textura y la sedosidad, ese tacto que también había realizado con anterioridad, que terminaba por transmitir todo el adormecimiento a su cuerpo que lo relajaba en cada una de las fiestas que habían compartido antes, por años.

Goten movió su cabeza, profundizando el contacto con la mano y refregándose en esta, plácido, feliz, sintiéndola con la misma fuerza que Trunks pero de otra muy diferente manera, la sintió tan tierna y llena de cariño, tan inocente y filial, tan contrario a Trunks que la impertinente juventud se le había subido y ahora no podía siquiera contener la excitación que trepaba por su cuerpo al verse y sentirse así. Al conocer la verdad, al ver todas sus fantasías atropellarse entre su mente y al admitir mentalmente lo que sentía, la situación se le convirtió por demás erótica, calurosa e incontrolable.

Sintió la necesidad, y no sólo hablaba de su cuerpo, su corazón bombeaba con una intensidad que no creyó posible, estaba por estallar, por salírsele de la boca y terminar en el suelo a sus pies. Las palabras, agigantadas por la magnitud de su significado, se inflaban en el pecho y golpeaban incesantes, urgidas, resonando silaba por silaba con presura y dedicación en su mente. Sintió ese el momento, sintió esa la oportunidad de poder cambiar las cosas, incluso llegó a pensar que ya no importaba si eran para bien o para mal. Quería decirlas, quería que él las supiera, sólo eso.

Abrió la boca, listo a decirlas, lo suficientemente anestesiado con tan exquisita sensación que todo le habría salido con naturalidad y amor, pero no llegaron a subir, su lengua se quedó dónde estaba. Goten, algo adormilado en el regazo de Trunks, tomó la palabra antes que este, interrumpiéndolo por adelantado.

“Muchas gracias, Trunks…” este, extrañado con eso, volvió a cerrar la boca, mirando a su amigo mientras fruncía levemente el ceño en interrogante. “Gracias por estar a mi lado, no sé qué hubiera hecho sin ti... ahora y antes…” al mayor de los dos se le atoraron las emociones una vez más, y reiteró su rostro confundo al respecto. “Siempre has estado ahí, amigo, ayudándome, yo… creo que ahora no sería lo que soy sin ti… me alegro mucho que estés conmigo…” Goten cerró los ojos y sonrió plenamente, dando un largo suspiro. “Tengo mucha suerte ahora, me siento muy feliz, Trunks, no tienes idea, me siento lleno de dicha por todos lados…” hizo una pausa, tal vez perdiendo el hilo de las ideas y la conversación por su ebriedad.

“Eso es bueno, Goten” murmuró Trunks, y lamentó sonar tan apagado.

“Lo sé, pero es que estoy tan feliz, tengo miedo de perder todo esto que ahora tengo, tengo mucho miedo…” volvió a abrir los ojos, y el azul se unió al negro profundo. “Mi familia está conmigo, me voy a casar con la mujer que amo, con la mujer de mis sueños, ¡Es casi irreal!” Trunks fingió una sonrisa, dándole un asentimiento para que continuara. “La amo tanto Trunks, no tienes idea, saber que voy a casarme… que voy a estar feliz así, a su lado, le da sentido a mi vida, me siento el hombre más feliz en el mundo” algo se quebró en lo profundo, eran las ideas atravesando los sentimientos de Trunks, cual flecha, con velocidad e ímpetu, desfigurándolos y quebrándolos hasta el punto en que terminaban desparramados por todos lados en su interior, reduciéndose a nada.

“Me alegra” mantuvo la sonrisa que ya no expresaba nada, evitando mirarlo y tratando de esconder sus ojos en la sombría silueta de su cabello y la noche.

“Y estoy feliz que estés aquí, amigo, conmigo… me da gusto saber que puedo compartir mi felicidad contigo, me alegra saber que estás aquí, siempre, que puedo confiar en ti, no sabes lo que significa” Los ojos de Goten volvieron a cerrarse, placidos, gozosos, y se quedó dormido un momento después, dejando su sonrisa plasmada sobre sus labios.

Quizá fue un momento, un segundo, quizá fueron doscientos años o incluso un eón, Trunks no lo supo, las cosas estaban congeladas para él, sólo corrían en círculos sus propias ideas, creando remolinos que azotaban en todas direcciones, violentos, que golpeaban impetuosos y salvajes. Los ruidos inexistentes se apaciguaron lentamente, y el bote de una pelota de caucho contra las paredes de su cabeza fue el único eco presente al final, soltando la misma idea con cada bote, esparciendo lo que se notificó como verdad a través de todo su cuerpo.

¿Quién soy?, murmuraba, ¿Quién soy para atreverme a arruinar lo que tiene Goten ahora? ¿Qué derecho tengo? Ninguno. Nada. Dejó ver una media sonrisa sin gracia, más con melancolía e ironía. Sólo soy un estúpido, me detuve a pensar en mí mismo, en creer que estaba perdiendo a Goten, en hacerme a la idea de que me lo quitarían. Que error. Era tarde para exigir algo, era tarde para considerar cualquier otra cosa. Goten jamás había sido suyo, y jamás habría tenido siquiera una oportunidad.

Decirlo perdió significado una vez más, y no porque sus sentimientos no fueran sinceros, exactamente porque lo eran fue capaz de callar. Fue capaz de no llorar a pesar de que el corazón se le encogió y el pecho, presionado, deseaba estallar en su miseria. Lo amaba, y quizá la misma palabra no cubría la incomprensión y magnitud de la situación, tal vez jamás nada lo alcanzaría. Esa noche supo que no valía la pena arruinar las cosas, no valía la pena manchar de gris la blancura que rodeaba a Goten.

Cualquiera habría huido, cualquiera habría deseado escapar por el bosque, no ver nada más, no recordar, no saber, no morir a partir de ese momento un poco todos los días al verse separado de esa manera de quien uno ama. Pero Trunks no era cualquiera, y su unión a Goten era algo que no se podría olvidar, de algo que no se podía escapar corrieras lo que corrieras. Entonces se decidió, entendió que si lo quería debía dejarlo ser feliz, entendió que Pares y su matrimonio eran su felicidad, y también entendió que él mismo era parte de la felicidad de Goten.

Y pronto la jaula se consolidó y se vio preso en una situación donde no había escapatoria, y tal vez él tampoco quería huir. No cambiaría las cosas, no le quitaría a Goten su felicidad con Pares, y tampoco le quitaría a Goten a su mejor amigo, a su confidente, a esa persona en la que podía confiar al máximo: no se saldría tampoco de la vida de Goten, por el propio bien de este. Tal vez jamás podría decirle, y jamás podría tenerlo como tal, como en el fondo lo quería, pero siempre, siempre podían estar juntos como amigos. Estaba seguro, y estaba bien, valía la pena por alguien como Goten.

Esa noche, con el cuerpo inconsciente de Goten sobre sus piernas, cumplió una de sus fantasías, la más sentimental, la más enternecedora que el mundo le permitiría de algún modo, esa que con sólo un roce la daba la oportunidad de transmitirlo todo, de decirlo sin siquiera mencionar una palabra. Era, inútilmente, un único respiro para su ahogado corazón, el primero, y también el último. Todo se redujo a un casto beso en los labios, apenas sintiendo el contacto, apenas rozándose de un modo tan quieto como apasionado.

El beso fue de un sólo lado, Goten no despertó y no supo de la existencia de aquella caricia echa por los labios de su amigo sobre los suyos. Trunks con eso estaba satisfecho, incluso cuando no hubo respuesta, incluso cuando fueron sólo unos pocos segundos, incluso cuando las lágrimas corrieron por sus mejillas y terminaron metiéndose entre su boca, haciéndolo probar su propio salado sabor. Lo hizo porque un beso jamás había significado demasiado, porque pudo haberse vuelto loco con sentirlo, porque la eternidad y la vida se marcaron y crearon por siempre un hueco en su corazón. Porque lo sintió todo en esos segundos, lo que creía imposible, también se manifestó, y ese calor, esa sensación, la llevaría consigo por siempre. Con la misma intensidad.

Se obligó a despertar de sus recuerdos cuando la música sonó demasiado fuerte, la marcha nupcial, tocada por una orquesta en vivo en alguna parte del lugar, y la novia que resplandecía entró acompañada de su padre por la puerta principal, y brillaba, y era hermosa, y Trunks la odió con intensidad y furia antes de volverse a recordar que era lo que Goten más amaba, ¿Cómo podía odiar algo que él amaba? No, no había modo. La contempló, sin expresión, la vio avanzar hasta que quedó justo frente a Goten, y por la cercanía que tenía, observó bien el amor que ambos se tenían.

Por primera vez desde que supo que tendría que permanecer al frente junto con las damas de honor de la novia, se alegró de que así fuera. Así podía mirar con más atención. Y miró, y buscó, y se convenció a sí mismo que era lo mejor, para Goten, para los tres. Encontró, en los ojos de ella, el mismo amor que Goten sentía por ella, y en una mirada fugaz, le miró con advertencia, más le valía no dejar de hacerlo jamás. Como él lo haría. Claro, que fuera lo mejor no quitaba que doliera como el demonio, que fuera aplastante y que te transmitiera la misma sensación que estar muriendo. Trunks alcanzó el último peldaño hacia su muerte, hacía el juramento perpetuo entre esos dos.

Goten, habiendo escuchado la misa y estando a nada de terminar con esa unión, buscó con la mirada a Trunks, ansioso por su apoyo, ese que le brindaría la eternidad. Le sonrió, y Trunks sonrió en respuesta antes de que Goten apartara la mirada, justo en el momento preciso, justo antes de que el mentón de Trunks comenzara a temblar y sus ojos se pusieran húmedos y enrojecidos. Sus puños se apretaron, su labios se entreabrieron mientras siseaba un llanto doloroso, sintiendo una lágrima deslizar silenciosa en su mejilla. Y ahí, junto a la perpetua oscuridad, junto al final de las falsas esperanzas que aún yacían ocultas en su ser, arrasando también con su existencia, vino la pregunta, esa maldita y necesaria pregunta, el cierre, la última luz que se desvanecía. El clavo que sellaba el corazón de Trunks por siempre. Y Goten, con seguridad, se limitó a responder, apresurado.

–Acepto. 

Y  todo se terminó.

Con las luces del corazón fuera, Trunks lo supo: de entre todas las palabras que conocía, que había dicho, que había odio, de entre todas las cosas que existían, habían y abrían, esa aceptación, esa sentencia, esa palabra…

… fue la peor de todas.

 

 

Fin.

Notas finales:

De ante mano gracias si llegaste hasta aquí!! Ojalá les haya gustado tanto como a mí :3 Creo que es una pareja que se le puede sacar mucho, pero me planteé esta posibilidad y pues… ya xD Bueno, un saludo y mil gracias! Un abrazo, suerte, nos vemos *3*


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