CAPITULO 1: DETESTO MI CUERPO.
No tengo la mejor figura, detesto verme en el espejo; aquella imagen siempre había sido el constante recordatorio de una madre estricta que me obligaba a comer poco, pero el resultado fue todo lo contrario, a pesar de mantenerme a dieta, los kilos aumentaban cada vez más.
No me gusta observarme, tampoco mirarme, pero lo hago para molestarme ¡Que fastidio! Me puse mis jeans y una camisa sin mangas, camine hasta las escaleras para agarrar mis tenis, y ordene mi mochila, A pesar de haber tenido diversos novios ninguno me llego a querer por mi apariencia, terminaba muy rápido mis noviazgos por esta causa, debía ser una mala broma de mi destino.
Estaba condena a ser gorda toda mi vida…
Tome un poco de agua para relajarme, y agarre mi mochila dispuesta a irme, al salir de la puerta miré para ambos lados con cuidado de que no viniera un carro. Estaba realmente agotada.
Al ver el semáforo en rojo, cruce la calle; en mi reloj ya era tarde, pero las ganas de ir a la preparatoria no me daban la suficiente fortaleza de pararme en ese territorio, usualmente me molestaban en clases y afuera de estas, provocándome un malestar y el recurrente consejo de mi madre.
Necesitas hacer ejercicio.
Sin embargo cada vez que intentaba hacerlo, el cansancio me invadía, es agotador correr, saltar, bailar, moverme tan siquiera un poco, ¿Para qué? Sólo para tener una apariencia de revistas, Claro que no…
¿Por qué las personas suelen fijarse más en la apariencia que en la personalidad? Nunca lo entenderé, buscan cuerpos con cabezas huecas, reí ante mi pensamiento.
Di algunos pasos hasta estar enfrente de mi instituto, me adentro queriendo no hacerlo y al estar ahí, busque mi aula; las escaleras se hacían más largas y los murmullos me agotaban mi paciencia.
“Oye gorda quítate de mi camino” “Estorbas” ¿Por qué no se daban cuenta que me dolía…
—Piensas quedarte todo el día ahí estorbando— me empujo una abusiva del colegio, tenía fama de rebelde, no tenía por qué tratarme de esa forma, intente levantarme, sin embargo no pude, me dio un golpe en la cabeza que me hizo caerme—Esto es lo que le pasa a las personas obesas como tú.
—Suéltala… Ahora—escuche el silencio de las risas que hacía unos momentos sonaba, intente levantar la vista, no pude verlo por lo borroso; no es un hombre, su vos me lo afirma, me extendió la mano. —No necesitas aguantarlos todo el tiempo, deberías valorarte un poco más.
Al fin podía visualizarla, era un poco más alta que yo, su piel se tornaba morena, su cabello café al igual que sus ojos, temblé por el simple presentimiento de que no estuviera conmigo.
—Y-yo…No sé qué decir—el rojo se expandió por mis mejillas, la vergüenza me invadió, no sabía ni que decirle por lo que acababa de hacer—Gracias
—No dejes que hagan ver lo que no eres—se acercó a mí para darme una palmada—Eres perfecta tal y cómo estas. —Se retiró, suspire, no quería que se fuera, ¡Debía saber cómo se llamaba! O ¿Quién era? Me agobiaba saber sobre ella… era mi ángel guardián, nunca en la vida me habían defendido, hasta ese momento, debo hacérmela mi amiga.