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Asfixia por NaranjaMorada

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Notas del fanfic:

Axis Powers Hetalia y todos sus personajes pertenecen completamente a Hidekaz Himaruya y son usados aquí con meros fines de entretenimiento. Uso uno de los nombres humanos que los fans le pusieron a Dinamarca: Mathias Kohler.

Notas del capitulo:

¡El primer fic de más de un capítulo que subo por aquí! Me emociono lol. Es un intento de Dinamarca x Finlandia, tanto porque me gusta esa pareja como porque es un regalo para mi amiga Ana. Ahora bien, si eres fan acérrimo del SuFin y el DenNor, mejor no leas porque te romperé el corazón (?). Advertencia de personajes posiblemente muy OoC.


¡Disfrútenlo!

Finlandia suspiró incómodo mientras se apretaba la corbata. Miró por la ventanilla del automóvil las luces del restaurante que iluminaban la oscuridad de la noche y se difuminaban debido a la lluvia. Abrió la portezuela y su paraguas para salir de una buena vez. Adentro, sentado a la mesa y con una expresión de aburrimiento en el rostro, se encontraba Dinamarca. Al verlo llegar se incorporó en su asiento y alzó la mano, moviéndola de un lado a otro para saludarlo.


Los integrantes de la reunión bimestral nórdica iban disminuyendo poco a poco. Esa ocasión tocaba en Estocolmo y el primero en cancelar fue Islandia, quién argumentó lo innecesario de fatigarse con un viaje tan largo. Noruega fue el segundo, ya que (según él) tenía asuntos que requerían de su total atención y no podía darse el lujo de perder tiempo. El tercero fue Suecia, quien sí pensaba asistir (por algo Tino estaba en la ciudad) pero al final surgieron compromisos impostergables y ahora Finlandia estaba ahí, sonriendo a un danés que le invitaba a tomar asiento.


—Vaya nochecita, ¿verdad? —dijo este, con su habitual alegría. Era increíble cómo podía mantener su buen humor con un clima así. Finlandia asintió con la cabeza.


Era la primera vez en mucho tiempo que estaba a solas con el danés. Aunque era mejor a estar con Noruega o con Islandia, suponía…Tal vez incluso mejor que Berwald, quien a veces se perdía en sus pensamientos y Tino no estaba seguro si de verdad le estaba poniendo atención.


—Es…Es bueno que te hayas tomado el tiempo de venir —comentó el finlandés, acomodándose en la silla. Dinamarca negó con la cabeza.


—No es ninguna molestia. Siempre hay tiempo para los amigos —respondió, dedicándole una sonrisa — ¿Qué tal estás? ¿Todo bien en tu casa?


Finlandia asintió con la cabeza mientras el mesero les tendía la carta. No tenía hambre, por lo que se limitó a pedir una botella de vino como siempre acostumbraban en aquellas reuniones.


—Todo está perfecto —contestó mientras les servían la bebida en un par de copas —Su también está bien.


El danés hizo una mueca en cuanto el otro fue nombrado. El gesto no ofendió a Tino, aunque mentalmente se reprendió por haber mencionado al sueco en el momento inapropiado. A pesar del tiempo, ese par nunca se había llevado del todo bien.


—Ah… ¿Y tú? ¿Cómo has estado? —se apresuró a añadir. Dinamarca se relajó, encogiéndose de hombros.


—Oh, pues tan bien como siempre. No puedo quejarme —respondió con calma. Estuvieron en un silencio incómodo durante un momento hasta que llegó el mozo con el vino, mismo que fue servido en un par de copas. Cortesía de la casa, recibieron también una pequeña bandeja con canapés de varios tipos. Dinamarca no pudo evitar relamerse los labios.


—Las delicias del poder, ¿nej? —preguntó divertido mientras tomaba el más próximo y lo engullía de un bocado. Tino tuvo que darle la razón, lo bueno de ser conocidos por todo el mundo era el poder recibir, de vez en cuando, uno que otro obsequio. Se apresuró a tomar un bocadillo antes de que el rubio lo dejase sin nada.


— ¿Y Berwald no vino, por?... —dijo Mathias mientras daba un sorbo a su copa de vino. Tino comió un poco más, masticando con lentitud.


—Hum. Tuvo asuntos urgentes que atender, ya te imaginarás —sonrió el rubio.


—Igual que los otros dos… —añadió el danés rodando los ojos. Un silencio incómodo se instauró entre ambos y Tino no se atrevió a romperlo hasta que fue el mismo danés quién lo hizo — ¿Sabes? En ocasiones me pregunto por qué tenemos el afán de seguirnos citando. Digo, somos vecinos y nos llevábamos relativamente bien, ja, pero ahora cada quién es libre e independiente… —completó Mathias ante la mirada de un sorprendido Finlandia. Le resultaba curioso que él dijera algo así cuando en el pasado había insistido tanto en conservar a los nórdicos a su lado. Aunque bueno, eran tiempos distintos y todo eso, posiblemente el danés ya se había cansado de intentar unir de nuevo a su rota familia —.Quiero que seas completamente sincero. ¿Te sientes cómodo estando con nosotros, sin Berwald de por medio?


Tino tan sólo sonrió, incómodo.


— ¡Pues claro que estoy cómodo contigo y los demás! No es como si Su fuese un inconveniente para que hablemos con comodidad…


Dinamarca pareció no creerlo. Tan sólo asintió con la cabeza de modo apático y se llevó la copa de vino a los labios. El finlandés tragó saliva, inseguro de agregar algo más.


—Aunque bueno, si sinceridad quieres, a veces yo pienso… —empezó a decir, posando tímidamente la vista en el danés —.Que con él y los otros dos… estamos rodeados de puros aburridos.


Dinamarca parpadeó un tanto sorprendido de su declaración, cosa que provocó que Tino se encogiese en su asiento aunque reaccionó en cuanto escuchó la risa del contrario.


— ¡Sí! ¡Exactamente! ¡Eso es lo que he estado pensando desde siempre, también! Nunca creí que tuviésemos eso en común.


El ánimo del contrario hizo que Finlandia tomara valor para continuar hablando. El tiempo se le fue volando entre la conversación, entre las copas de vino que iban vaciando para refrescarse la garganta y seguir charlando, entre los bocadillos y el postre. Tino estaba pasmado: No recordaba la última vez en que había reído tanto como esa noche acompañado del danés. Debía admitir que la simpleza en el sentido del humor del contrario le provocaba gracia y simpatía. ¡Era increíble que recién se diera cuenta de lo bien que podía pasársela con él! ¿Por qué no habían charlado así antes? Tal vez porque en las pasadas cenas, cada que Mathias quería decir alguna cosa, era silenciado por las miradas asesinas del noruego, el islandés y el sueco.


No notaron en qué momento se vació el restaurante y tuvieron que salir. El anfitrión debía pagar la cuenta (el alcohol, en este caso), pero al no estar Berwald presente Tino sacó la billetera. Mathias negó con la cabeza.


Nej, yo lo hago —dijo al tiempo que le hacía un guiño. A pesar de las insistencias, Dinamarca terminó vencedor y salieron del lugar contemplando las luces de los postes y el cielo nocturno que amenazaba con romper a llover (de nuevo) en cualquier momento.


—Supongo que nos veremos en dos meses —comentó Mathias. A Tino no le gustó la idea de que pasara tanto tiempo... Más todavía al pensar que, posiblemente, estarían en compañía de más personas y les sería imposible charlar con la misma intimidad.


— ¿Y por qué no antes? —preguntó de pronto. Pestañeó, asombrado de sus palabras —Digo…si quieres y puedes, desde luego. Fue una noche bastante agradable.


Dinamarca sonrió complacido.


— ¡Lo mismo digo! ¿Sabes dónde me quedo cuando vengo aquí? Puedo darte la dirección y ponernos de acuerdo para vernos. Ah, y mi número es…


Al finlandés eso le sonó como una cita, pero asintió con la cabeza. En cuanto el otro anotó su dirección y teléfono (personal, debido a que los otros eran respondidos por empleados de su embajada) en la agenda del rubio y éste hiciera lo propio con los datos del finés, se despidió para subir a un taxi e irse. Tino se dirigió a su auto, y por alguna razón no consiguió sacar al danés de su mente.


 


II


No pasó mucho tiempo en volver a programar una salida. Finlandia no le comentó gran cosa a Suecia sobre la primera cena con Dinamarca, se limitó a decirle que hablaron de sus proyectos y cosas así. De igual modo no mencionó el hecho de que pensaban salir en un futuro cercano, ya que no sabía cómo se lo tomaría el otro…Aunque bueno, no estaban haciendo nada malo, ¿verdad? Eran únicamente un par de colegas que deseaban conocerse mejor y divertirse juntos, en pos de forjar una buena amistad.


El que llamó primero fue Mathias, lo cual alivió a Tino quien no sabía si sería apropiado marcarle tan pronto.


— ¡Hey! —Saludó el danés con voz cantarina —.Estaba pensando que la próxima semana tengo unos días libres y podemos aprovechar para ir a algún lado. ¿Qué dices? ¿No estás ocupado?


Finlandia sonrió para sí mismo. Justamente estaba sin planes, ya que el sueco se había encargado de romperlos un par de días antes, diciéndole que tenía asuntos que tratar y no tenía tiempo para salir.


—No, curiosamente me encuentro en las mismas circunstancias que tú. ¿Quieres ir a algún sitio en especial? —respondió con tranquilidad. Él libre, el danés libre… ¿No era acaso una maravillosa coincidencia? A pesar de que no podían verse en ese momento, Tino supo que el rubio estaba entusiasmado de su respuesta positiva. Probablemente estuviese con su sonrisa habitual tras el otro lado de la línea.


— ¡Bien! Pues no, no realmente. Aunque me gusta la idea de terminar en el mismo restaurante de la otra vez. ¿Y a ti?


— Suena estupendo.  ¿A qué hora nos vemos?


Y así fue planeado el segundo encuentro, que finalizó de la misma forma que el primero: entre charla, risas y copas. La voz del danés lo arrullaba, lo transportaba a un lugar animado y relajado, lo hacía sentirse escuchado y por alguna razón, comprendido. Una de las cosas que le gustaban del danés era su sentido del humor. Sí, a veces llegaba a ser un poquito molesto, sobre todo cuando tomaba actitudes de niño caprichoso (aunque bueno, había que admitir que un grandulón como él haciendo eso podía resultar bastante tierno), pero eso rara vez sucedía cuando estaban juntos. Podría decirse que el rubio era distinto cuando estaba con Tino que cuando estaban con más personas, lo cual descubrió conforme el paso del tiempo.


Era asombroso lo bien que podían pasársela juntos, a pesar de que Mathias siempre se le figuró como alguien que requería de más gente y un ambiente más fiestero para entretenerse. Sus diversiones consistían básicamente en ir a cenar o tomarse un simple café en algún lugar pequeño y hablar durante horas. Tino disfrutaba escucharlo y extrañamente Mathias hacía lo mismo, sin interrumpirlo.


A Mathias no se le tenían que dar muchas explicaciones respecto a alguna broma, entendía los chistes a la primera y no disimulaba su alegría o su descontento cuando alguno no le daba la suficiente gracia. Tino nunca se sintió especialmente gracioso al momento de contar algo, pero el otro lo hacía sentirse así. Con Suecia no podía hacer lo mismo: a veces le contaba algo que se le hacía particularmente chusco, alguna anécdota en su trabajo o algo así, y al final el contrario lo miraba confuso, sin entender el por qué de la gracia. Tino tenía que explicarle y eso, a su juicio, arruinaba el chiste del asunto.


Finlandia seguía sin entender porqué estar con el otro le resultaba de pronto tan placentero y tranquilo, si quizá era por lo mucho que podía hacerlo reír, por su ingenio para resolver todos los problemas del mundo (o de su reino), por su risa contagiosa o por esos ojos tan azules que lo miraban con bondad, o sus dientes tan blancos que se vislumbraban cuando sonreía…Su cabello en puntas…


No supo en qué momento había dejado de ponerle atención a su plática para perderse en su aspecto físico. El rostro del danés era de facciones bellas pero varoniles. Era atractivo y podía apreciar que, cuando salían, siempre había un par de miradas posadas en él. No le molestaba, después de todo estaba acostumbrado a que mirasen a sus acompañantes tomando en cuenta que el sueco también llamaba mucho la atención.


Cuando conversaban, en ocasiones se encontraba mirando fijamente sus labios y pensando en que tan bien besaba. Podía apostar que sería una experiencia intensa, aunque reaccionaba momentos después para tomar apresuradamente su bebida y que se difuminaran esos raros pensamientos.


Las manos de Dinamarca eran grandes y blancas, aunque no tanto como las de Suecia. Los dedos largos, las uñas cortas y bien cuidadas. Tenía la manía de moverlas al hablar para darle mayor énfasis a sus expresiones, y hubo una ocasión en que Tino dejó volar de más su imaginación y fantaseó con su piel siendo tocada por aquellas manos. Esta vez no pudo salir de su ensoñación hasta que Mathias le habló, preguntándole si se encontraba bien ya que su rostro se había enrojecido repentinamente.  La vergüenza le duró una semana entera.


No podía estar sintiéndose atraído hacia Dinamarca. Él era únicamente un buen amigo con quien pasar el tiempo, sin contar que Suecia era ya su pareja. Sobre eso, se había enterado que Mathias estaba soltero y sin compromiso alguno, dicho textualmente. No estaba interesado en una relación a menos que apareciera la persona adecuada.


— ¿Y cómo reconocerías a esa persona? —preguntó Tino al escuchar dicha revelación. El otro no le había dicho qué clase de mujeres (u hombres) eran su tipo, y debía admitir que le daba curiosidad. Dinamarca se quedó pensando.


— Bueno, no lo sé. Pero tengo el presentimiento de que podría reconocerla.


Finlandia sonrió, a lo que el danés soltó una risita que extrañamente le sonó nerviosa.


— ¡Dichoso tú que no tienes que tomarte esa molestia! Digo, tomando en cuenta que tienes una relación tan larga y estable…


La sonrisa se quedó petrificada en el rostro del rubio. Mathias notó su reacción y entreabrió la boca con cierta extrañeza, sin embargo Tino le ganó la palabra.


—Sí, tienes razón. Soy afortunado de tener una relación larga y estable.


“Y monótona. Y aburrida. Sofocante”, pensó. En realidad nunca se había planteado tal cosa hasta ese preciso momento, al escuchar las afirmaciones del danés. Pero, analizando con más profundidad, ¿de qué podía quejarse? El sueco, si bien retraído y carente de sentido del humor, había estado ahí para él durante muchísimos años brindándole su afecto y compañía. Era apasionado cuando se lo proponía y lo respetaba. Había apoyado su decisión de adoptar por un corto tiempo al pequeño Sealand, y si bien las guerras los habían afectado, todo era decisión y culpa de sus superiores. Actualmente todo estaba en orden… ¿entonces, por qué cada vez deseaba visitar Estocolmo con menos frecuencia, y prefería enfrascarse totalmente en su trabajo tal y como hacía el otro? Sin contar el anhelo cada vez mayor de estar lejos de Berwald y cerca de Mathias. Pero Tino no deseaba compararlos ni debía hacerlo.


—Creo que dije algo que no debía —comentó de pronto el danés, rascándose la nuca con incomodidad —.Mira, disculpa si te ofendí. Sé que no tengo ningún derecho de opinar de tu vida privada…


El joven negó con la cabeza dedicándole una falsa sonrisa con el afán de tranquilizarlo y dar el tema por visto.


—No, por favor no te lo tomes así. Es sólo que… —Tino guardó silencio, sin saber cómo continuar la oración. No sabía qué decir y aunque lo supiera, no sabría cómo decirlo.


La diestra de Dinamarca sobre la suya lo hizo reaccionar. Miró al danés quien lo contemplaba en silencio, y se atrevió a cerrar su mano contra la contraria sin apartar la vista.


—Todo está bien, ¿ja? No te preocupes. Yo estoy contigo.


Finlandia tragó saliva y apretó la mano ajena.


Por fin se había dado cuenta: Dinamarca le atraía como jamás le había atraído Suecia. Y no sabía cómo, pero debía deshacerse de esos sentimientos a la voz de ya.


 

Notas finales:

Espero les haya gustado, el próximo capítulo será subido la semana que viene. ¿Qué hará Finlandia con esos sentimientos? ¿Cómo reaccionará Suecia al enterarse? ¿Dinamarca dejará de ser tan guapo? Eso lo averiguaremos después (?)


De igual modo espero que dejen comentarios, me hace feliz contestarlos uvu ¡Gracias por su tiempo y hasta el siguiente capítulo!


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