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El laberinto de Coral por Whitekaat

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Notas del fanfic:

Bueno vuelvo a las pistas con otra historia y espero que les guste, me estoy esforzando por ella jajajaj

Un regalo y un  abrazo para gns por todo el apoyo y por el hermoso dibujo que hizo *lo tiene guardado en su compu* sjajjaja

 

Algunas advertencias del fic: 

  • Semi Au
  • Twincest( más que nada esto lo nombro pero tranuilos nada explícito)

Notas del capitulo:

Un saludo para todos.

 

CAPÍTULO I
REBELIÓN
 


 

Su cabeza dolía como si estuviese siendo golpeada con un mazo, conocía su ritmo cardiaco por culpa de aquel palpitante dolor que surgía desde su cuello hacia arriba, sufría jaquecas desde pequeño y probablemente ya se había acostumbrado a ellas, pero había algo que odiaba cuando estas aparecían y ese algo era que siempre venía acompañado de aquel susurro de  subconsciencia que se mezclaban con los insultos, los gritos y frases despectivas que su hermano dirigía a él.

Kanon siempre se aprovechó de su debilidad, siempre utilizó ese momento en el que luchaba contra sí mismo para su propia conveniencia, para ocultar ese odio e insano afecto que sentía por él, porque eso era lo que Kanon hacía desde que él podía recordar. Las manos de su hermano gemelo recorriendo cada centímetro de su cuerpo sin pudor y el calor de ambos cuerpos frotándose lo ahogaba y asqueaba.

Odiaba lo que su hermano hacía, se odiaba a sí mismo por no ser capaz de moverse para detener al otro, las palabras de su gemelo le taladraban el alma porque en el fondo creía que todas ellas eran ciertas y no había algo en el mundo que Saga no detestara más que le dijeran la verdad. “Débil”, “inútil”, “cobarde”, “basura” eran dichas junto a su oído mientras sus piernas apenas se sostenía por sí solas, su cabellos cambiaban de color intermitentemente como una ampolleta antes de producir un corto circuito, de azul a negro y de negro a azul, la interminable lucha por el poderío de su cuerpo que siempre era aprovechada por Kanon para vengarse de toda la desdicha de su vida.

Pero Saga no quería seguir en ese ciclo, no quería seguir pagando pecados que nunca cometió, aborrecía el sabor de la boca de su gemelo, la forma en que jalaba sus cabellos, el cómo mordía sus hombros hasta verlos sangrar, había soportado desde su adolescencia aquel trato pero tanto el bondadoso Saga como aquel oscuro ser en su interior comenzaban a aburrirse de ser el cordero del sacrificio, rompería el ciclo, a Kanon, a su obscuro interior y a sí mismo si era necesario.

—Eres un asco…— Su voz temblorosa paró en seco las acciones de su gemelo, los ojos de Kanon se abrieron y una nueva sensación de miedo se apoderaba de él, sentía miedo de Saga, nunca se había revelado, era una muñeca que rota que aceptaba los daños, siempre había sido de esa manera y se había acostumbrado a que eso no cambiara.

— No volveré a dejar que una basura como tú me ponga un dedo encima nunca más. — Sus cabellos se tornaban total y únicamente azul, ese hermoso azul índigo, Kanon tragó saliva, el cosmos de su gemelo se volvía poderoso, inestable, pero sobre todo iracundo.

***°***

Siempre ocultos en el templo, confinados en su acompañada soledad, arraigados por la culpa de pertenecer a géminis y no poder cambiar su destino, Aioros sería el próximo patriarca y no había nada para que eso cambiara, en el fondo Saga sabía que aquello era lo correcto, no se sentía capaz de manejar al santuario y mucho menos lograr ser aquel ser con la bondad suficiente para proteger a la diosa como a los demás dorados que llegarían a tierra santa; pero dentro de él había algo que decía todo lo contrario, una envidia  y odio aparecía en su interior como una semilla a punto de germinar, la semilla del mal, su semilla del mal que echaba raíces en su corazón.

Un dolo fuerte y penetrante lo llevó al suelo, las bofetadas de su hermano gemelo golpeaban su rostro mientras lo obligaba cambiar la historia, gotas de la saliva de Kanon terminaban en su rostro mientras sentía que poco a poco dejaba de ser él mismo, todo ese mal lo absorbía hasta el punto de llevar todo a un obscuro negro.

Él iba a hacerlo tenía toda la determinación para llevarlo a cabo, sus cabellos teñidos completamente de negro, la malvada mirada de su hermano incitándolo a apoderarse de todo, traicionar a su amigo, destruir los cimientos del santuario, hacer pagar al patriarca por no saber elegir lo correcto y por sobretodo acabar con la vida de aquella infante que guardaría el alma de la diosa Atenea.

Su mente convencida de que hacía lo correcto, atrapada por las ansias de poder, por reclamar lo que parte de él creía merecer lo llevaban por las escalinatas rápido y sigiloso, la noche fundiéndose con su cabello y todo rastro de aquel buen Saga perdido en alguna parte dentro de su cabeza.

El santuario se veía desprotegido a sus ojos, los guardias no significaban nada frente a su poder y ni si quiera el propio patriarca era capaz de sentir su cosmos, la daga en su mano derecha, con su mirada nublada y con la determinación de un asesino se acercaba  a la espalda de Shion que meditaba cerrando sus ojos sobre la gran roca de Star Hill una mano se alzó en el aire y un lágrima cayó desde su mentón.

—Sálveme… — el patriarca giró su rostro frente a aquella súplica, el joven caballero de géminis se veía más pálido de lo normal; hilos color escarlata junto a una daga dorada permanecía incrustada en su brazo derecho, su cuerpo entero se estremecía mientras las lágrimas brotaban desde sus ojos. El patriarca comprendió en un solo instante lo que ocurría y abrazo aquel frágil cuerpo que caía dormido por aquella extenuante batalla que había ganado.

***°***

Suspiró cansado al dejar el templo de Tauro, no había sido capaz de abandonar tranquilamente el segundo templo sin antes ser invitado a un gran banquete y las largas charlas de entrenamiento, honor y diferentes comidas que le encantaba relatar Aldebarán. El dorado hablaba alto, era ruidoso, le gustaba reír, la buena vida, la buena mesa y parte de esas cosas él las compartía pero no al mismo nivel que su compañero; su estómago sentía que en cualquier momento explotaría y la armadura saldría volando con él. Había comido demasiado, pero no se arrepentía de nada, bueno quizás si lamentaba su falta de moderación pero no el haber comido hasta hartarse.

Apoyó su mano derecha contra  uno de los pilares del tercer templo, subir ese corto camino había sido más trabajoso que nunca, decidió en ese momento que si volvía ocurrir algo similar al menos reposaría en el templo de tauro antes de seguir hasta su templo, su estómago se revolvía pero no podía permitirse parecer acabado ahí, aun le quedada un templo más antes de llegar al de él; alzó su cabeza ignorando todo malestar y con aquel garboso caminar que lo caracterizaba se adentró en el templo de los gemelos.

El tercer templo siempre fue un misterio para él, aunque en general para todos los que habitaban en el santuario; el caballero dorado nunca salía de él, conocían su nombre, su prestigio como santo dorado, algunas de sus grandes hazañas que lo catalogaban como uno de los caballeros más poderosos de la orden pero fuera de aquello su imagen, su voz e inclusive su cosmos parecían no ser más que leyendas.

Recordó los relatos que le contaba su hermano sobre aquel hombre, un personaje misterioso, sombrío a sus ojos pero una frágil alma a los ojos de Aioros, Saga era su nombre, un caballero bondadoso, correcto, de mirada serena, muchas veces serio pero que en su alma no guardaba otra cosa que no fuera una enorme tristeza, había sido uno de los primeros santos dorados en ser nombrados en esta nueva época al igual que su hermano, habían sido grandes amigos el uno del otro pero por situaciones del destino sus caminos se habían distanciado tras el anuncio del patriarca Shion. Para Aioria aquel incidente no demostraba otra cosa que Saga era un ser manipulador y envidioso, pero por alguna extraña razón su hermano parecía estar cegado por una falsa máscara de bondad del geminiano.

Un grito remeció el perpetuo silencio del templo lo cual alertó al caballero de leo, un cosmos se elevaba con una rapidez increíble dejándolo atónito, ese alguien era demasiado fuerte y al parecer el poder del caballero de géminis no era sólo una leyenda, los golpes del metal golpeando las murallas seguían sonando y a lo lejos gritos iracundos recorrían los pasillos de mármol como un grito de guerra, Aioria sin poder aguantar más la incertidumbre caminó a paso rápido por el templo sin pedir permiso a nadie has toparse con la escena más confusa de todas.

Dos hombres completamente iguales pero uno de ellos mal herido entre los escombros de lo que antes era una pared y el otro hincado sobre el suelo temblando y abrazándose a sí mismo. Ahora entendía a qué se refería su hermano, ese poderoso cosmos no reflejaba lo mismo que aquel quebradizo semblante y la fragilidad que se lograba ver en el otro, los largos cabellos alborotados cubrían gran parte de su torso, algo ocurrió en el interior del castaño que en ese momento pero no supo cómo clasificar.

 El resplandor dorado seguía aumentando su intensidad y el templo completo ya comenzaba a estremecerse, debía hacer algo antes que los tres acabaran bajo los escombros, pero la pregunta era ¿Qué debía hacer?

— Saga…—Pronunció sintiendo demasiado ajena la palabra. — Soy Aioria, sé que no nos conocemos pero necesito que te calmes. — Al leonino le temblaba la voz era primera vez que se vía enfrentado a una situación como esa y no tenía la seguridad suficiente del cómo es que debía actuar, sólo guiándose por sus instintos se mantuvo en el mismo lugar sin recibir ninguna respuesta desde el otro, lo cual lo irritó ya que el suelo aún se movía bajo sus pies y partículas de polvo comenzaban a caer desde el techo.

— ¡Saga, detente ahora!— su voz grave retumbó por las paredes marmoladas, no sabía si era la forma correcta de dirigírsele, su voz había perdido cualquier tono de duda y ahora sonaba más a una orden que a una petición lo cual no sabía si era la manera adecuada  de dirigirse al otro en ese momento.

El cosmos se comenzaba a calmar, la dorada luz comenzaba a perder su intensidad, las paredes del lugar dejaban de vibrar y esa temblorosa espalda comenzaba girar lentamente contraria a su dirección.

—Yo… lo siento, no fue mi intención— finas y pálidas facciones, un rostro serio que contrastaba contra una mirada clara y azulina que se enfocaba directo hacia la de él, el hombre lucía asustado, como un niño que es regañado al ser descubierto. Aioria se asombró, no era nada parecido a lo que se había imaginado del caballero, no, era todo lo contrario y que fuera de esa forma no le molestaba para nada.

— ¿Cómo sabes mi nombre? —Todo aquel perfil de fragilidad se desvaneció con un suspiro, se había levantado del suelo sin quitarle los ojos de encima. Su rostro lucía frío, nada amigable e inclusive hasta un poco molesto, el castaño odiaba aquello, no soportaba que alguien le hablara de esa manera; el problema no eran las palabras, era el tono, la forma en que eran dichas, el lenguaje corporal que el otro mostraba frente a él, la inconsistencia de su actuar, sabía que géminis se caracterizaba por ser un signo dual pero eso era demasiado.

— Eres el caballero del tercer templo, Saga de géminis, todos lo saben a pesar de que tu nombre parezca más leyenda que realidad. — Dijo el castaño restándole importancia al asunto, sus miradas aún no se despegaban la una de la otra hasta que al final la del otro cedió mirando hacia otro lado evadiendo cada intensión de volver a reencontrarse.

— ¿Qué es lo que acaba de suceder? ¿Ese tipo se encuentra bien? ¿Tú te encuentras bien? — Aioria cambió rápido de tema y al aparecer la última de sus pregunta pareció sorprender al de cabellos azules por unos instantes vio como el otro se ponía tenso y nervioso frente al interrogatorio.

— Yo… me descontrolé por un momento, el tipo de ahí se llama Kanon — Saga hizo un pausa dudando en seguir, estaba revelando información que jamás había dicho, estaba hablando con alguien diferente a su hermano, había perdido toda habilidad de relacionarse con las demás personas y se preguntó así mismo si lo estaba haciendo bien, se había desviado en su propia mente mientras que el otro chico parecía impaciente por seguir escuchando las otras respuestas.

— No te preocupes por él, hierba mala no muere— dijo cabizbajo el geminiano para luego levantar nuevamente su rostro y mantener sus azulados ojos frente a los verdes del otro dorado— y yo estoy bien supongo, gracias por preguntar— tras la última frase cortó contacto visual con el castaño, no porque quería, sino más bien porque no podía mantener su mirada frente a la del otro, si, estaba nervioso frente a alguien que se notaba que era menor que él y para ser sincero consigo mismo no entendía la razón.

— Será mejor que me vaya, me disculpo por ingresar abruptamente a su templo caballero de géminis, si me disculpa me retiro. —Aioria se sentía extraño en esa situación, un hombre inconsciente y otro que  no era capaz de dirigirle la mirada al hablar, era suficiente por un día, aun sentía la comida de Aldebarán en su garganta, necesitaba descansar y  dormir una gran siesta pararecuperarse.

— Yo me disculpo si te causé problemas y gracias por ayudarme— El castaño detuvo su andar por unos segundos  su voz volvía sonar como la primera vez que la escuchó y debía admitir que no le molestaba en absoluto ese tono, asintió con su cabeza y retomó su andar hasta su templo.

Saga miró la espalda del otro hasta que se perdió por el pasillo, luego miró a Kanon, miró sus manos, miró hacia su alrededor había hecho algo que jamás se había atrevido a hacer, se sentía ganador, por primera vez en mucho tiempo sentía que tenía control sobre sí mismo, ya no era una batalla ganada, para el geminiano había sido ganar la guerra contra su hermano, contra sus voces y contra sí mismo, por fin él era dueño de su propio ser, de su destino y de su cuerpo y nada ni nadie podría arrebatárselo una vez más.

****°***

Rugidos, aleteos, cantos, gritos, bufidos resonaban en el cielo, la puerta había sido abierta, era como si la caja de pandora hubiese sido abierta una vez más trayendo los males otra vez a la tierra, se habían escapado de su celda y pensaban retomar lo que era de ellos, recuperarían sus dominios, traerían  nuevamente la era del mito a la actualidad, los humanos no importaban, los dioses tampoco , ellos merecían un lugar en la tierra, ellos querían recobrar ese lugar que siempre les había pertenecido y del cual habían sido despojados, lentamente como en un marcha salían de sus celdas desde varios puntos  de Grecia con una sola intención “vivir”.


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