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One Shot to Glory por Kaiku_kun

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Notas del fanfic:

Este one-shot tiene que ver conmigo, en parte. Mi padre va a campeonatos de tiro con arco (y es campeón estatal varias veces en algunas categorías) y me ha enseñado a mí desde pequeño. Yo no participo, no va conmigo, pero tirar me gusta. Y como desde hace un tiempo estoy volviendo a tirar (hacía como 5 años que no iba), se me ocurrió que podría escribir sobre ello.

Para todos aquellos que querráis seguir mis otros fics y ver algunas fotitos chulas, aquí os dejo mi página de facebook! Un like es felicidad! Y si se comparte es aún mejor! https://www.facebook.com/kaikufics/

Notas del capitulo:

Vocabulario: Se pueden buscar imágenes en google.


Long Bow: Arco largo, de madera, fino, de una sola pieza, sin reposaflechas. Básicamente es un arco a la antigua usanza, muy difícil de usar.


Arco clásico: Arco mediano, desmontable en dos palas y un cuerpo central, con cuerda aparte y reposaflechas.


Arco de poleas: Arco pequeño pero muy potente y caro que se sirve de un mecanismo de poleas en una cuerda más larga de lo normal para tensar con más fuerza y que la flecha vaya más rápido. Suele tener muchos refuerzos y accesorios para compensar su potencia.


Rookie: Novato en campeonatos.

 

La vida de Alex se había basado entera en tirar con arco.

Desde bien pequeñito, había admirado a los arqueros olímpicos, también a los que hacían representaciones en las ferias medievales, con esos arcos de madera tan simples pero a la vez tan efectivos, los long bow.

Siempre que sus padres le llevaban a una de esas ferias, era el primero, ya con cinco añitos, en pedir a uno de los arqueros que le diera uno para él y le dejara tirar.

Y con los años esa afición fue a más. Con diez años, se consiguió un arco clásico de entrenamiento, parecido al que le daban en las ferias, y unas cuantas flechas. Pero no tenía dónde tirar. Así que iba a todas las ferias medievales que le quedaran cerca. Sus pobres padres ya estaban hasta las narices de tener que llevarlo a todas partes solamente por el arco, pero Alex siempre insistía, siempre una feria más.

El mismo año que entró en el instituto, cuando llegó carnaval, se disfrazó de Robin Hood, y con flechas con punta de goma y su preciado arco de entrenamiento, montó una diana en medio del patio y disparó desde 20 metros unas cinco flechas. Todas dieron la puntuación máxima. Desde entonces, Alex fue famoso por ser el arquero del instituto y fue contagiando a algunos de sus amigos su afición por el tiro con arco.

Al cabo de unos años, durante sus diecisiete, el arco de entrenamiento se le quedó pequeño. Necesitaba algo más, pero los arcos más preparados ya no se encontraban en el Decathlon, donde encontró el primero, así que anduvo perdido durante un tiempo, hasta que llegó la siguiente feria medieval de su pueblo. Los arqueros que siempre venían ya le conocían, y cuando vieron el estirón que había hecho su joven amigo y lo pequeño que le iba el arco, le propusieron que se comprara uno nuevo.

—No sé dónde comprarlos. Ni tampoco tengo dónde tirar… no sé si me vale la pena —dijo apenado Alex.

—¡Ningún problema! —le dijo uno de ellos, el que le caía mejor. Se llamaba Luis, le sacaba una cabeza entera y estaba hecho todo un armatoste—. Yo te llevo cuando tengas dinero. Mira, te doy mi número.

Alex se lo apuntó en el móvil con ilusión. Al cabo de un mes, cuando llegó su aniversario, llamó a Luis y fueron ambos a una tienda de tiro con arco que curiosamente estaba bastante cerca de la plaza mayor de su pueblo.

—No sabía que hubiera una aquí mismo.

—Apuesto a que tampoco sabes que en un campo abandonado de las afueras, cerca de la montaña, hay un campo de tiro oficial.

—¿No me digas? ¡Yo quiero ir!

—Primero el arco, campeón —dijo con una sonrisa amable.

Cuando entraron a la tienda, un hombre que parecía ser amigo de Luis se acercó a él. Alex fue arrastrado como trapo hasta los arcos clásicos, la modalidad que él usaba. Allí se fijó por un segundo en un chico y una chica de su edad que estaban hablando, sentados en el suelo.

—¿Tus hijos, verdad? —preguntó Luis, leyendo el pensamiento de Alex.

—Eric y Olaya. Qué rápido crecen, dieciséis y dieciocho años tienen. Ahora les ha dado por venir a verme tirar cuando no están con sus amigos.

Alex simplemente hizo un vistazo rápido a los chicos. Los dos de pelo castaño, ojos azules. El chico tenía el pelo liso, algo largo, pero de esa manera que no crece hacia abajo, sino por los lados y por encima. En cambio, la chica tenía el pelo rizado, unos rizos enormes. Excepto algún rizo que se escapaba, los tenía todos recogidos con una coleta. Les saludó, ellos hicieron lo mismo y Alex siguió a lo suyo.

—Mira, este de aquí es ideal. No tienes aún cuerpo de adulto, así que te vendrá bien para ejercitarte —le aconsejó, mientras le pasaba un arco con las palas desmontadas y un cuerpo central azul.

Alex accedió inmediatamente y sacó el dinero que había ahorrado de su cumpleaños y de semanadas. Estaba emocionado, ¡por fin tenía arco nuevo!

—Además, aquí mi amigo Diego y yo tenemos una propuesta para ti. No cabe duda de que sabes tirar y es tu pasión. ¿Qué te parecería si vinieras al campo de tiro con nosotros y te entrenáramos para algún campeonato?

—¿En serio? ¿No es coña?

—¡Claro que no! —dijo feliz Diego—. ¡De hecho hay poca gente que participe en tu categoría, podrías apuntar alto! Nunca mejor dicho.

Así fue como Alex empezó a entrenar con Luis y Diego. Ellos le dijeron que para el siguiente campeonato regional ya no llegaban a tiempo, porque estaba muy cerca, así que pasaría un año entrenando para el siguiente.

Lo bueno del campo de tiro era que no era como el olímpico, con dianas y ya está, sino que tenía una zona de prácticas en un parapeto, y un recorrido al alrededor de una pequeña colina en el que había veinte dianas, que consistían en animales de gomaespuma en 3D que se tenían que tirar en distancias que variaban entre los quince y los treinta metros. Era todo un reto. Inmediatamente lo prefirió al tiro olímpico.

—Pues así va a ser tu primer campeonato —le comentó animado Luis—. “Recorrido de bosque”.

—¿Hay más?

—¡Claro! De campo, que es lo mismo que el bosque pero con dianas normales; de sala, que es como el olímpico pero con menos distancia; y también varía según tires con un long bow, un clásico como el tuyo o uno de poleas… aunque estos cuestan una fortuna que no quiero que te gastes.

Alex quedó impresionado por la variedad que había a la hora de ir a campeonatos, pero se quedó con su arco y sus animales en 3D.

Durante ese año de entrenamiento, Olaya y Eric pasaron tiempo con ellos en el campo de tiro, normalmente con más amigos. Resultaron unos amigos muy buenos, realmente, y siempre que podía ir a tirar, les invitaba a venir.

—Tendrías que enseñar a Eric a tirar —dijo con una sonrisa enorme Olaya, a poco de que llegara el campeonato—. Está muy flacucho, no quiero que lo tumben de un golpe, ¡mi pobre hermanito!

—¡No, no, no, no! ¡No quiero que me enseñe! —replicó Eric, rojo como un tomate, casi escondiendo la cara.

—Caray, ¿tan mal tiro? —se quejó Alex, en coña. Olaya se rio y contagió al propio Alex, aunque no sabía exactamente de qué reía.

—¡No, no! ¡Lo haces genial! Eres genial, seguro que ganarás ese campeonato, no te quiero distraer. Yo… seguro que lo haría mal y te haría perder el tiempo.

—No digas tonterías, todos empezamos tirando las flechas al suelo —replicó Alex, entre indignado por la poca confianza de su amigo y algo aturdido por el hecho de que le hubiera dicho que era genial tirando.

—¡Está hecho! ¡La semana que viene Alex te enseña a tirar! —sentenció Olaya. Esta era de las que hablaba por los demás simplemente por dejarles en situaciones incómodas. En particular, a Alex le encantaba esa personalidad dinámica, pero siempre y cuando no la tuviera todos los días martilleándole el oído.

—¡Yo no he aceptado nada! —gritó Eric, aún más rojo. Se levantó de un salto y se fue corriendo a través del campo de tiro.

—¿Por qué le haces pasar tanta vergüenza? —le preguntó Alex, aún con la sonrisa en la cara—. Pobrecillo, si le da vergüenza tirar tampoco hay que presionarlo… —Olaya se rio de una forma bastante tétrica y malvada— Vale, ¿qué te traes entre manos?

—Nada, yo nada, sólo disfruto del espectáculo…

Alex la miró de forma sospechosa, pero no alcanzó a comprender a qué se refería. Simplemente siguió entrenando, porque ya había descansado suficiente.

*  *  *

Eric dejó de huir cuando llegó a la parte de atrás del edificio donde descansaban los arqueros que acababan el recorrido. No tenía ni idea de por qué había echado a correr. Miró atrás, de nuevo hacia el campo de entrenamiento. Alex estaba entrenando de nuevo y su hermana hablaba con algunos amigos suyos.

Se sentó y enterró su cara entre las piernas. Probó de moderar su respiración, detener un poco su corazón desbocado, recuperar los colores normales de su cara, pero nada funcionaba, su corazón iba como loco, notaba la cara ardiendo, su respiración no aminoraba, por haber corrido tanto.

Olaya sólo había propuesto lo que él en secreto hacía tiempo que pensaba. Aun así, había echado a correr. La vergüenza cegaba su sentido común, sus acciones, sus pensamientos.

Intentó recordar cómo había empezado todo.

Cuando apareció Alex por primera vez, para comprarse el arco, casi ni se fijó. Eric estaba metido en su cabeza, buscando formas de librarse de una ex muy pesada que casi rallaba el acoso. De hecho, Olaya le estaba ayudando. Con esfuerzo y con alguna trampita de su hermana, consiguió que esa pesada se enamorara de otro y por fin Eric pudo vivir en paz.

—De todas formas era buena persona —le comentó ella—. ¿No sentías nada? Tienes bastante éxito entre las chicas y nunca pones pasión. Ni siquiera con esta, que tenía un cuerpo de cuidado.

—No lo sé, no me interesa. No sé lo que busco.

Siguió así por un tiempo. Entonces empezaron a ir a ver entrenar a su padre y su amigo Luis. Y con ellos siempre estaba Alex. El chico nuevo siempre que descansaba iba a hablar con ellos dos, supuso Eric, porque no tenía a nadie más de su edad para hablar cómodamente. A Alex le encantaba sentarse y escuchar como los hermanos hablaban de sus cosas, se reía, comentaba algo, pero casi siempre estaba en silencio, con esos ojos marrones profundos y relajados siempre mirándoles, con una sonrisa apacible.

Y poco a poco, Eric, cada vez que Alex volvía a entrenar, le observaba más. El cuerpo en tensión, una mirada concentrada que su pelo corto le dejaba ver, su porte. Llegó un momento que tenía que disimular y contenerse para no quedárselo mirando todo el rato. Entonces él venía como si se tratara de otra persona y se comportaba de esa forma tan afable, tan tranquila, libre de cualquier preocupación.

—¡Te gusta Alex! —irrumpió en sus pensamientos Olaya, un día, después de entrenar—. Admítelo.

Eric giró la cabeza a otro lado, para no tener que mirarla, pero aun así lo admitió. Le gustaba. Desde entonces, Olaya le había estado presionando para que le dijera algo, o para que pasaran un rato juntos, lo que fuera.

Lo último, tirar con arco. Realmente, Eric lo estaba deseando, que Alex le enseñara a tirar significaría mucho para él… pero estaba seguro de que el amor no sería correspondido, por eso no quería que lo hiciera. Y aun así, pese a todo lo que quería y lo que no quería, Olaya fue como siempre a por todas y le plantó a Eric la duda de si dejarse enseñar, de si a Alex le iba a gustar enseñarle, de si le perjudicaría para el campeonato…

—¡Maldita sea, Olaya, no puedes quedarte nunca callada! —gritó, cuando nadie le podía escuchar. Levantó la cabeza de entre sus piernas luego, Seguía solo.

Sólo de pensar que podría estar tan cerca de Alex con una buena excusa… el corazón se le desbocaba. Saltaba de alegría. Nunca tendría una oportunidad igual para estar a solas con él. Deseaba que nadie se interpusiera, que les dejaran solos, que cogieran un resfriado y solamente ese día no vinieran nadie más que Alex y él.

Allí se quedó, solo, pensando en ese chico tan amable y tranquilo, hasta que se dio cuenta que era hora de irse.

*  *  *

Había pasado la semana muy rápidamente. Alex iba todas las tardes a entrenar. Apenas faltaban un par de semanas para el campeonato y era mejor ir a entrenar cada día aunque fuera durante menos tiempo. Así no perdía la constancia. Entrenaba solo, Luis y Diego no estaban para ayudarle pero pensaba que, con todo lo que le habían enseñado, podría arreglárselas solito.

Cuando llegó el sábado con Luis a entrenar, Diego y sus hijos ya estaban allí. Nada más ver a Eric, puso cara de circunstancias. El pobre chaval estaba temblando como una hoja y Olaya se estaba cachondeando de él de lo lindo.

—¿Qué le pasa? —preguntó Alex.

—Está muy nervioso porque le enseñes a tirar con arco —dijo con esa enorme sonrisa traviesa su hermana.

—Pues tendrá tiempo de relajarse, antes voy a hacer el recorrido. —Casi lo propuso como un detalle o una ayuda. Eric dejó de mirar al suelo, sonrió como pudo y respiró hondo—. Eso está mejor.

Realmente Alex ya ni se acordaba de que le tenía que enseñar. Le hacía ilusión, por alguna razón, pero de ahí a recordarlo…

Hizo un recorrido decente. Luis le dijo que haciendo una tirada como esa ya podría estar entre los diez primeros del campeonato. Eso le dio alas, porque sabía que en otros entrenamientos lo había hecho mejor. El campeonato. Eso sí que le pondría nervioso.

Cuando llegó de nuevo al campo de entrenamiento, Olaya estaba casi hiperactiva y Eric estaba como hundido en la miseria, mirando al suelo, a la vez que temblaba como una hoja.

—Vamos, antes de que me enfríe, que me hace ilusión —le dijo Alex, ofreciéndole la mano a Eric.

—No… n-no puedo —se negó él, mirando a un lado. Aunque le miró un segundo cuando oyó que a Alex le hacía ilusión.

—Tener vergüenza no te servirá de nada en esto —comentó divertido Alex. Consiguió agarrarle de las manos con un movimiento rápido y le levantó—. Ya eres mío. Anda, vamos, será divertido.

Olaya se rio de esa última frase y acabó empujando a su hermano, en contra de su voluntad, mientras Alex también tiraba de él. Al final, Eric estaba en la línea de tiro, con un arco de entrenamiento parecido al que tenía Alex. A su alrededor había más gente calentando, aunque había espacio de sobra para todos. Nadie les miraba.

—Vale, levanta el arco con una mano —empezó Alex. Eric, temblando como una hoja, lo hizo—. Ahora ponte de lado para que puedas estirar la cuerda con comodidad. —Eric hizo caso, sin dejar de apuntar. Entonces Alex puso una flecha bien encajada y lista para ser disparada—. Ahora tres dedos por debajo de la flecha y estira hasta donde puedas, pero sin pasar de la cara. Y aguanta uno o dos segundos, si puedes.

Eric probó de estirar, su brazo le tembló demasiado y se vio obligado a destensar de nuevo, porque la flecha iba a salir a sabe Dios qué dirección.

—Alex, yo…

—Ssht, calla. Es tu primer intento. Venga, de nuevo —le dijo con una sonrisa. Tenía que animarle de alguna forma, estaba nervioso e inseguro. Ese chico necesitaba algo de confianza—. Tranquilo. Yo estoy contigo, ¿vale?

No sabía si esa frase le ayudaría mucho, quizá le pondría más nervioso, pero la cuestión es que al estirar, tembló menos y acabó disparando la flecha. Acertó a la diana de al lado, pero acertó.

—¡Lo he hecho!

—¿Lo ves?

Eric consiguió lanzar todas las flechas que Alex le dio, cada vez con menos problemas, hasta que se quedaron sin. En ese momento, la mayoría de los otros arqueros recogieron y se fueron, por el calor que pegaba en ese momento. Se quedaron prácticamente solos.

—Olaya nos ha abandonado al sol —dijo Eric. Parecía aliviado.

—Bueno, olvídate de ella. Aquí solo estamos tú, yo, flechas y dianas. —Eric se sorprendió ante tal comentario, se puso algo rojo. Alex lo vio, aunque disimuladamente, y algo se removió en su interior. Simplemente no le hizo caso.

—¿V-vuelvo a tirar? —preguntó, inseguro, tartamudeando un poco. Alex pensó que no era muy hábil calmando a la gente cuando hablaba.

—Solamente apunta. Voy a enseñarte algún truquito más.

Eric se sintió muy observado cuando apuntó sin hacer nada más, pues Alex empezó a pasearse a su alrededor, observando. Fueron solamente cinco o seis segundos, pero se hicieron eternos.

—Ya está —dijo Alex—. Mira, te voy a enseñar tu postura. —Entonces hizo un movimiento de cadera brusco, con el brazo alzado como si apuntara también—. ¡Yeah! ¡”Pose discoteca”!

Eric no pudo evitar reírse por la exageración. Esa risa fue como una brisa de aire para ambos.

—¿En serio hago eso?

—Sep. Tú y prácticamente todos los que empiezan a tirar con arco. Es lo más normal del mundo. Tu cuerpo tiene que estar firme.

Entonces Eric instintivamente probó, ocultando otro enrojecimiento. Alex le dio su aprobación con el dedo y ambos sonrieron. Eric recibió una flecha, pero antes de que pudiera estirar la cuerda, Alex se puso a su espalda. Eric no empezó a temblar de milagro, pero su corazón empezó a acelerarse. Estaba realmente cerca.

—Mira —le dijo, casi susurrando—, ¿ves cómo tienes el brazo? Tenso. Prueba a que no esté tan tenso. Así cargarás el peso hacia la mano y el tiro será mucho más estable.

—N-no entiendo…

—Mira, así.

Alex se movió a un lado y con un movimiento simple y delicado, hizo que el brazo de Eric se flexionara por el codo, pero sólo un poco.

Ahora acaríciale.

—Ehm… sí, así está bien —siguió diciendo. Ese pensamiento espontáneo no lo esperaba. ¿Qué le pasaba? Realmente quería haberlo hecho—. Notas la mano más cargada, ¿a que sí?

—Sí.

—Ahora prueba de tirar.

Mientras Eric probaba, con esos nervios que le caracterizaban, Alex se puso una mano en la cabeza, para ver si era el sol, que pegaba demasiado fuerte.

Lo he estado deseando todo este tiempo. Míralo, tan mono, tan inseguro, tan ilusionado.

Eran sus pensamientos. Iban por libre. De repente empezó a notar botes en el pecho, suaves y cálidos. ¿Qué le estaba pasando? Quería hacer lo que sus pensamientos le decían. Se sintió con ganas de premiarle ese esfuerzo que estaba haciendo. Se esforzó en borrar las imágenes que se estaban formando una tras otra en la cabeza.

—¡Mira! ¡He disparado tres flechas y han ido todas en la misma dirección! —exclamó feliz Eric, distraído de lo que pasaba a su alrededor. Alex tuvo otro latido de esos. Latidos que no entendía.

—¡Muy bien! ¡Menudo cazador que nos ha salido!

—Bueno, es que enseñas muy bien —le agradeció Eric con una sonrisita. Otro latido—. ¿Lo dejamos para otro momento? Tengo mucho calor.

—Sí, será lo mejor.

Realmente agradeció el descanso. Con el bullicio de la gente en el bar, donde ya estaban Olaya, Diego y Luis sentados, los pensamientos de Alex volvieron a la normalidad y tuvo tiempo de descansar. Olaya les miró de forma pícara por unos segundos, segundos que no desaprovechó Eric para sacarle la lengua.

*  *  *

Había estado tan cerca… había notado su respiración, su tacto suave cuando le rectificaba el brazo, sus palabras amables. Por un segundo pensó que se desplomaría allí mismo, o que saltaría encima de Alex para besarle, que se volvería loco y saldría corriendo de nuevo, pero sencillamente el momento pasó y se quedó con ganas de más, a pesar que él mismo había dicho que quería parar. Obviamente, Olaya supo de esa escena enseguida.

—¿Tan cerca? ¡Uoooh! ¡Qué emocionante, mi hermanito se va a echar novio!

—N-no digas tonterías… Él no me quiere. Ni siquiera se lo ha planteado. Además, siempre te ríe todas las gracias.

—¿Estás celoso de eso? —preguntó ella con voz socarrona.

—¡Idiota! —le espetó, lanzándole un cojín a la cara.

—Tienes que decirle algo, antes del campeonato, como antes mejor. Hace meses que te lo estás guardando.

—Pero no me va a corresponder…

—¿Y qué? Así te quitas el peso de encima. Le quieres. Él te escuchará y pase lo que pase lo comprenderá.

Eric se cansó de rebatirle sus argumentos, simplemente se quedó con la cabeza baja, pensando. Nunca sería capaz de decirle que le quería.

*  *  *

Las dos semanas previas al campeonato pasaron a velocidad de vértigo. Como ya llevaba haciendo desde hacía tiempo, entrenaba cada tarde. Estaba concentrado y listo para el campeonato.

Pero para el resto era un desastre. Se había vuelto algo despistado con los estudios, y aunque sacaba más o menos las mismas notas, se tenía que pasar mucho más tiempo estudiando. Y cuando acababa, se quedaba tumbado en la cama y no hacía nada. El único que le cabía en la cabeza todo ese tiempo, estudiando o no, era Eric.

Cuando volvió a casa el día que le enseñó, tuvo que relajarse y pensar. ¿Desde cuándo sentía todo eso? Nunca antes se había manifestado de esa forma. Se puso a repasar todo el tiempo que había pasado con él y su hermana y se dio cuenta que todos los fines de semana se moría de ganas de verles ahí, esperándole, les buscaba con la mirada hasta que les encontraba, y cuando no estaba en el recorrido, prácticamente pasaba todo el rato con ellos.

Entonces pensó que quizás era solamente porque Eric estaba, que aunque no hubiera tenido la mínima oportunidad de estar a solas con él hasta entonces, era a ese chico tímido a quien quería ver. Y por eso su corazón y su mente se desbocaron cuando se dio cuenta de lo cerca que estaba de Eric.

El único fin de semana que quedaba antes del campeonato, Alex decidió no enseñar a Eric. Tenía miedo. No sabía cómo controlar sus emociones y quizás hiciera algo que no gustara a su amigo. Lo justificó diciendo que prefería descansar y estar charlando, para estar más fresco los siguientes días. No le quedó una buena excusa y vio como Eric bajaba un poco la cabeza y se ponía a jugar con la hierba. Olaya simplemente siguió machacando a su hermano. Y durante todo el día, Alex no se separó de ellos como compensación que no entrenara con Eric.

Cuando finalmente el día del campeonato llegó, Diego, Luis y los tres jóvenes fueron en el mismo coche hasta una ciudad que quedaba a media hora de camino. Allí había otro campo de tiro, más famoso, en el que se haría el campeonato. Diego y Luis participaban, pero en la categoría de Long Bow, así que no eran rivales de Alex. Olaya y Eric habían insistido en ir con ellos a animarles.

—Olaya, te toca en medio —le dijo su padre—. Ya sabes que Eric se marea. Y tampoco quiero que nuestro rookie favorito se nos maree.

Eric puso mala cara, pero Alex pensó que sería lo mejor. No estaba muy seguro de cómo reaccionar sin ofender a Eric. No quería dar la impresión de que le estaba alejando de él.

Nada más llegar, Alex tuvo que salir corriendo al lavabo. Al final los nervios habían podido con él. De hecho, durante la primera tanda, por la mañana, las primeras dianas fueron pésimas, y hasta que no se acostumbró a la presión no hizo nada bueno. Pero luego empezó a remontar puestos de entre los cuarenta o cincuenta participantes en su categoría y empezó a meter miedo a los de cabeza. El recorrido era bastante más simple y a distancias más parecidas entre ellas que donde entrenaba normalmente, así que simplemente estaba arrasando. Cuando acabó la mañana, ya estaba cuarto.

—¡Te has clasificado! ¡Acabas de dar la sorpresa a medio campo de tiro! —le aplaudieron Luis y Diego. Ellos no habían tenido tanta suerte en su categoría.

—¿Ahora que viene? —preguntó Alex. Realmente no sabía mucho del campeonato.

—Los diez primeros en cinco dianas. Y la última es esa puñetera que engaña la vista con las distancias —le explicó Luis.

El recorrido de dese campo de tiro era muy fácil de seguir por el público, pues había bastante espacio, así que había tenido siempre cerca a sus amigos. Alex usó su presencia como baza para animarse y hacerlo bien, sobretodo sabiendo que Eric había venido para verle a él también. Y así le salió, clasificado para la final.

Mientras hacían el descanso para comer, Olaya y Eric desaparecieron, porque ya habían comido. Alex echó en falta ese apoyo, aunque realmente no les dijera gran cosa mientras estaban allí.

—Aprovecha para ir al baño antes de la final —le recomendó Diego—. Lo necesitarás.

—Sí, casi que mejor —dijo bromeando, dándose golpecitos en la barriga, aludiendo al mal rato de esa mañana.

De camino, oyó voces detrás de los baños. No les prestó atención hasta que se dio cuenta que eran las de Olaya y Eric.

—¿Has visto? —decía ella—. Alex te ha mirado al final de cada diana. Usa tu presencia para animarse. ¡Hay algo!

—Te estaba mirando a ti… o a los dos.

—No seas inocente. Tú le quieres, él te quiere ¿qué os pasa? ¡Alguien tiene que decir algo! Os lo estáis negando por tontos. Tienes que ser decisivo, tienes que decírselo.

Oyó más cosas, y más importantes, pero él salió del baño en silencio y corriendo. Eric le quería. Todo este tiempo, igual que él. ¿Cómo no había podido darse cuenta? Le tomó la palabra a Olaya. Tenía que ser decisivo. Tenía que dejar de huir de Eric. Sin darse cuenta, sus ojos, sus pensamientos y prácticamente el resto de su cuerpo le estaba dando señales a Eric de que le quería, y ni tan siquiera se había dado cuenta. Era inconsciente. Pero ya no. Y le daba igual que pasara con el campeonato. Siempre había pensado que la vida solía ser como un disparo de flecha. Solamente se tiene una flecha. Y no se puede redirigir la trayectoria a pleno vuelo. De campeonatos había muchos. Pero de “Eric” solo había uno.

*  *  *

Olaya tenía razón. Debía decírselo. Después del campeonato pasaría algún tiempo sin verle y no quería tener que esperar más. Pero no veía el momento de decirle nada. No llegaba.

—¡Quedan cinco minutos para las finales! —anunciaron.

Incluso él, que no participaba, estaba hecho un saco de nervios. Antes de que empezara, se desvió del grupo, entre el bosque, para ver el resto de dianas. No había peligro de que le cayera una flecha, así que no dudó.

 ¿Cómo le diría a Alex lo que sentía? Y ¿cómo sabía que no le rechazaría? Olaya estaba muy segura de lo que había visto, pero ella era bastante paranoica y veía cosas donde no las había. No sería la primera vez que le metía en un berenjenal por ver visiones.

Encontró un árbol de tronco grueso y se apoyó en él, observando las dianas.

—¿Qué haces aquí solo? Ya va a empezar la prueba. —Era Alex. Iba con su arco preparado y todo. Eric no iba a tener mejor ocasión en toda su vida.

—Me apetecía estar aquí. —Cuando se giró para ver a Alex, ya casi estaba encima de él—. ¡Oh! ¡Qué cerca! Casi te golpeo.

Pero él no se detuvo. Sin decir nada dejó el arco en el suelo, se acercó todo lo que pudo a Eric y acabó cogiéndole de una mejilla para poco a poco mirarle y juntar sus labios con los de ese chico tímido e indefenso que era Eric.

—¡Mmh! —dijo él, sorprendido. Pero rápidamente se dejó llevar por el beso. Nunca tendría otro como ese, tan sincero, tan espontáneo y tan lleno de amor. El primer beso.

—No se me da bien esto de expresarme —dijo Alex cuando se separó con cuidado de Eric—, pero espero que me correspondas.

Y salió corriendo.

*  *  *

Ya estaba en la primera diana. Su corazón iba a mil por hora, no sabía ni cómo se había atrevido a hacer eso, ni tan siquiera pudo decirle nada de lo que sentía, solo se descontroló y tuvo que besarle. No pudo detenerse. Su joya estaba tan adorable, allí solo, observando, que no pudo hacer otra cosa que besarle. Ni tan siquiera sabía si había hecho bien, si era acertado, si Eric le correspondería, pese a todo lo que había oído. Pero no tenía tiempo para pensar. Estaba el campeonato.

Hacia la segunda diana, Eric apareció entre sus amigos. Vio como estaba casi en la misma situación que él, alterado, enrojecido, sin habla. Entonces se miraron. Alex no pudo evitar lanzarle la sonrisa más sincera que había hecho en su vida. Eric bajó la cabeza, pero no pudo ver porqué.

Ya era la última diana. Iba tercero, pero los cinco primeros estaban tan apretados en los puntos que cualquiera podía ganar. Estaban haciendo un mini-descanso, de pie delante de la diana. Iban a tirar de uno en uno y a él le había tocado el último. Entonces, casi de la nada, apareció Eric.

—Hola Alex.

—¡Hola! —dijo alegre, por la visita inesperada.

—Alex yo… no sé cómo decirlo. No se me da bien esto… —Alex se temió lo peor—. Yo te… te… ¡te deseo buena suerte! —Y se lanzó a abrazarle. En otras circunstancias y con otra persona, estaría triste. Pero Eric era así. Incapaz de decir lo que sentía por ser tan tímido. Le superaba. Por eso supo que el abrazo era todo lo que sentía y las palabras eran solo palabras. Disfrutó del abrazo todo lo que pudo.

—Me toca —le dijo, algo apenado.

—¡Su-suerte!

La última diana. Y solamente era capaz de pensar en Eric. Estaba allí detrás, seguramente lamentándose por haberlo dicho todo mal, o quizás porque se pensaba que no lo habría entendido. Pero Alex lo había entendido, todo, y pasara lo que pasara en esa última diana, volvería y se lo demostraría.

La última diana. La que no se veía bien. La que engañaba la vista. La que te hacía ver visiones. Era como Eric y él mismo, que ninguno de los dos había sido capaz de darse cuenta de lo que pasaba entre ellos. Así que sólo había una manera de tirar esa diana. Simplemente, lanzándose y sin pensar mucho, algo que siempre le habían dicho que no se podía hacer. La primera la disparó pensando en que tenía posibilidades de todo. Estaba a una diana de ganar el campeonato. En la segunda flecha, Sencillamente disparó, cerrando los ojos, pensando en su pequeño y adorable Eric. Para que fuera lo que el destino quisiera que fuera.

Segundo. El destino había querido que quedara segundo. Todos empezaron a festejar los resultados, pero Alex sólo quería ver a Eric. Le encontró algo alejado del grupo.

—Te he hecho perder —le dijo inmediatamente él.

—¿Qué?

—Te he distraído. Te he confundido, no he sabid…  —No pudo hablar. Un abrazo casi le estaba ahogando.

—No has hecho nada malo. Al contrario, no estaría aquí si no fuera ti.

Eric no pudo quejarse. De nuevo notó los labios de Alex sobre los suyos, por segunda vez ese día. No podía ser más feliz, se entregó totalmente con ese beso. Esa vez se aseguró de que no hubiera dudas sobre lo que sentía por Alex.

—Pero has quedado segundo por… —De nuevo Alex le interrumpió.

—Hay muchos campeonatos —dijo mientras le abrazaba como si no hubiera mañana—. Pero como tú solo hay uno. Hoy he ganado un Eric y eso vale mucho más que cualquier campeonato de tres al cuarto. Vale hasta el infinito.

Y se quedaron así, abrazados.

Notas finales:

Si os ha gustado este one-shot, pasaros a ver Monuments and Melodies, un fic original mucho más elaborado, largo, con más parejas y desde luego ¡lemon!


¡Gracias por leer! Los comentarios siempre se agradecen jeje


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