El aroma del café colmaba toda la cocina, cada esquina, cada rincón, inclusive se filtraba por las escaleras que dirigían a su habitación.
Cada semana, desde que se conocieron, trataba de apartar la mayor cantidad de mañanas para dedicárselas a él, a la única persona que admiraba, por quien poseía infinito respeto, afecto, y una inmensa gratitud. Nunca lo hizo por piedad, ni siquiera una pizca de lástimas, jamás pensaría así de él, de esa manera tan despectiva y discriminatoria. Si lo hacía, era porque le salía del corazón ser así de atento con él, cada vez que lo veía, que conversaban, que le formaba una sonrisa divertida en su rostro. Él era único en su vida, la persona más especial que nunca conoció. Mark.
Agitó la cucharilla en la cual sería su taza disolviendo el azúcar y dejó la misma sobre la encimera. Las dos tazas descasaban sobre la mesada, esperando a que su compañero descendiera por las escaleras directo a desayunar.
Jackson preparaba las tostadas y las colocaba sobre una bandeja, a unos le untaba dulce de membrillo, a otros, dulce de leche, a otros un poco de crema. Siempre le daba opciones para que eligiera, aunque Mark se negara ante tantos agasajos.
Sin mucha espera, los pasos desde el pasillo se escucharon resonar en la cocina, marcando así que ya había despertado, que ya estaba allí.
– Buen día. –Lo saludó Mark cuando Jackson giró para verlo.
Traía puesto un pulóver de lana color beige, ese mismo que a Jackson le gustaba porque sus mangas eran largas y el cuello bastante amplio. No sabía por qué le gustaba esa ropa en particular, más en él se veía muy bien.
– Buen día, Mark. –Le respondió de igual manera Jackson mostrándole una sonrisa.
Regresó su atención al frente., donde el desayuno estaba listo y a la espera de ser transportado a la mesa. Una vez allí, le alcanzó su correspondiente café y un plato con tostadas, recibiendo nuevamente esa mirada de haber hecho o que no le había pedido.
– ¿Cómo descansaste? –Le preguntó Jackson, retirando así la singular expresión de los ojos opuestos. Éste bebió un sorbo de su café y volvió a mirarlo.
– Tuve una pesadilla. –Mark retiró cualquier mueca de su rostro y bajó la vista, perdiéndose en el blanco mantel debajo de ellos. Pero debía volver a mirarlo, quería contarle.
– ¿Qué fue lo que ocurrió?
– Soñé que te ibas. Que por más que te siguiera nunca lograba alcanzarte. –Jackson negó enseguida, Aquello no podía ser cierto, ni siquiera en un sueño. Lo que menos desearía sería alejarse de él.
– Sólo fue eso, una pesadilla. –Respondió Jackson calmándolo con otra sonrisa, y sin esperarlo Mark ejecutó su característica risa, esa que Jackson reconocería en cualquier parte.
Señalando sus manos donde se apreciaba dulce de leche desparramado en sus dedos, Mark le alcanzó una servilleta, pero en vez de entregársela, tomó la mano de Jackson y él mismo limpió las manchas de dulce, rozando con suavidad cada parte de los dedos, como si fuese capaz de lastimarlo.
Y esto tampoco podía ser verdad. Porque Mark lo que menos podría hacerle, sería dañarlo.
Jackson lo observó mientras estaba con el brazo extendido sobre la mesa.
¿Qué le respondería?
¿Cuál sería su reacción?
Levaban años siendo amigos, compartiendo días de diversión, paseos, infinitos momentos inolvidables y creando recuerdos que ninguno borraría de sus mentes. Compartiendo una amistad única, diferenciándolos de las demás, caracterizándolos por ser tan unidos a pesar de no haberse escuchado sus voces nunca.
Porque Mark nació con un déficit auditivo, teniendo así que aprender a comunicarse a través de señas. Lenguaje que Jackson adoptó y perfeccionó desde el día en que lo conoció.
– Eres como un cachorro. –Le señaló Mark moviendo una de sus manos sobre la otra. Ante la sonrisa de respuesta, prosiguió: – Lindo y travieso. –Y por segunda vez su tenue risa llenó los sentidos de Jackson.
– ¿Sabes qué significa eso? –Mark negó– Que siempre seré fiel.
Se miraron por segundos, los cuales no fueron simples partes del tiempo vacío, sino que a través de ellos ambos se comunicaron más de lo que dos personas podrían hacerlo mediante las palabras. Nunca antes se lo había dicho, no demostró su cariño de otra forma que no fuesen sus acciones, pequeños y grandes detalles, con su compañía. Sin embargo, estaba listo, no temía a lo que respondiera, a lo que podría contestarle o hacer, en su interior no cabía la posibilidad de un arrepentimiento. La seguridad era su énfasis en lo que le confesaría. No había sentido eso por ninguna otra persona, ni algo similar. Mark era su complemento ideal.
Bajó la vista un momento, preparándose para lo que haría.
Mark le preguntó lo que sucedía, pero él no lo vio, y por ende, no recibió la interrogación.
Elevó nuevamente su mirada hacia los claros ojos de Mark que lo miraban desde el otro lado de la mesa. Los mismos ojos que miraba cada día deseando poder descubrir y nunca dejar ir el efecto que tenían.
Llevó una mano hacia su pecho, depositando la palma sobre la zona que representaba su corazón.
‘Yo’
Plegó ambos brazos delante de él y los cruzó también por delante de la misma área.
‘Te quiero’
Finalmente, movió sus labios acompañando el último movimiento, señalando el cuerpo de Mark.
‘A ti’
No importa si no lo escucha, no importa si no lo oye, si no puede ser oído. Lo que importa, es que su cariño es real, verdadero, donde todo obstáculo presente puede ser superado, hasta la barrera de otro tipo de lenguaje.
Mark le sonrió desde su lugar. Abandonó su sitio y delimitó la mesa por un costado hasta quedar parado enfrente de Jackson.
– Yo también te quiero. –Le contestó Mark de igual forma.
Rodeó sus brazos alrededor del cuerpo de Jackson, quien imitó su gesto extendiendo los propios por su espalda, sellando de esta forma su eterno cariño mutuo.
Para siempre.
– Gracias, Mark Tuan. –Dijo finalmente Jackson uniendo sus párpados, respirando tranquilamente, disfrutando del cálido momento.
F I N ~.