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La última palabra por Pandora09

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- ¿Qué es lo que quieres de mí, JunHong?

Fue uno de los primeros encuentros luego de que Zelo dejara caer la bomba de su confesión, luego de ser rechazado abiertamente por el líder del grupo.

- Quiero estar contigo, siempre.

YongGuk no podía ni quería soportar la sinceridad con que el menor cargaba sus palabras, convenciéndose a sí mismo de que Zelo solo estaba pasando por esa etapa de la adolescencia en que cree que tiene la razón, en que su verdad es la verdad absoluta. Él también pasó por eso cuando era más joven, pero se golpeó de frente con la realidad tantas veces y tan fuerte que apenas podía mantenerse de pie a sus veinticinco años, ¿cómo podía permitir que su precioso maknae pasara por la misma miseria?

- Estar enamorado no te asegura que vas a estar con la otra persona toda tu vida, mocoso ingenuo.

- Tal vez no, pero el miedo a que acabe no me impide intentarlo -el menor se estiró en toda su altura y encaró al mayor unos centímetros más bajo y YongGuk tuvo el pequeño déjà vu de estar enfrentándose cara a cara con una suerte de destino impuesto e irrefutable-. Que tú seas un cobarde no significa que yo deba temer igual.

Tal vez si las cosas fueran de otra manera, él le daría la razón. Porque sí, el mocoso solo decía la verdad y él era capaz de reconocérselo a sí mismo, pero nunca lo diría a viva voz, menos con el peligro de ser escuchado por oídos ajenos. Tampoco pensaba arriesgarse a ser escuchado por el menor, ese sería el punto sin retorno que no estaba preparado para cruzar. No todavía.

Pero Bang YongGuk se falló a sí mismo y al menor, comenzó a jugar con él y perdió el control de sus propias invenciones, perdió la partida, la batalla y la guerra ante un JunHong demasiado convencido de su posición como para dejarse vencer.

 

Cuando a Zelo, por su parte, se le informó que sería parte del nuevo grupo masculino de kpop de TS Entertainment, pensó que su vida estaba completa, que era el primer paso a realizar sus sueños, porque hasta el momento tenía bastante claro lo que quería de su vida. Convertirse en rapero y bailarín, recorrer el mundo demostrando sus habilidades y conquistar los corazones de quienes posaran sus ojos sobre él. Asegurar el bienestar de su familia y crearse un porvenir exitoso a través de una fructífera carrera musical. Un porvenir claro que no estaba sujeto a cambios provocados por lo que estaba por venir.

Pero ver a YongGuk por primera vez en su vida, fue como ver caer un relámpago sobre la tierra y saborear el estremecimiento de su poder en la piel. Fue hallar una flor con rocío en medio del desierto. Fue tomar la primera bocanada de aire luego de salir del útero materno.

Y su perspectiva de la vida cambió radicalmente.

Conocer a YongGuk fue ver la luna, gigante y roja, en el cielo. Un suceso tan aislado de la normalidad que comenzó a cuestionarse cómo que es vivió tantos años en la ignorancia. Porque Zelo tenía claras las cosas en su vida, verdades que sus padres y hermano le inculcaron a lo largo de su crecimiento para volverlo una persona de bien, pero había pasado todos esos años recorriendo un camino ya utilizado y desgastado por pies ajenos, que lo llevaría a un destino común y corriente. Y él estaba lejos de ser corriente.

Conocer a YongGuk fue vivir por primera vez, respirar aire puro y sentir el sol. Como si siempre hubiese estado sumido en la oscuridad, buscando la salida del túnel y, al final en la luz blanca, estuviera el mayor con esa gran y encantadora sonrisa pegajosa esperándolo para mostrarle la dicha.

Y Zelo lo aceptó sin más, sin cuestionamientos innecesarios ni prejuicios. Aceptó que había estado persiguiendo una idea toda su vida y que esta tomaba forma frente a sus ojos en el cuerpo de un hombre mayor, alguien que prometía protegerlo y quererlo. A Zelo no le importó que todo comenzara como parte del papel que ambos debían jugar para venderse como dúo y, luego, como agrupación. No le importó tener una imagen pública que cuidar porque para él, en su mente romántica y algo ingenua, solo eran dos personas cuyos corazones estaban unidos por los hilos del destino.

 

Fueron necesarios muchos encuentros antes de que el mayor se diera cuenta de que ya había atravesado el punto sin retorno con el menor. Aun si miraba hacia atrás y examinaba cada conversación minuciosamente, no podía detectar el momento preciso (o precioso) en que su relación se desvirtuó, en que él mismo comenzó a darle esperanzas a Zelo para mantenerlo siempre al pendiente de él. Porque YongGuk era tranquilo y pacífico, pero también despistado y algo torpe, así que no tenía la menor sospecha de que siempre había sido así, que nada cambió en su relación desde el momento en que lo conoció, que lo único que se transformaba paulatinamente era su miedo a arriesgarse.

- Que hayas sufrido una vez no significa que todas las demás personas te harán lo mismo -comentó Zelo viendo la mirada perdida de su hyung favorito.

Yongguk no respondió, porque en su cabeza esas palabras sonaban más a un "yo no te haré daño" que él nunca se atrevería a creer. Que él no debía creer.

Con una sonrisa abierta mostrando todos sus perfectos dientes, desordenó el cabello del maknae y se alejó, queriendo ignorar el latir desbocado de su corazón, porque cada vez que le daba la espalda, parecía una despedida.

- Es imposible ganar todas las guerras.

- ¿Y soldado que arranca sirve para otra batalla? -no escuchó los pasos del menor siguiéndolo, pero tampoco se sorprendió por tenerlo abrazado a su espalda cuando entró a la cocina.

Zelo le recordaba al pequeño gato que tuvo cuando era pequeño, un adorable animal con pelaje multicolor que parecía leer su estado de ánimo mejor de lo que él podía comprenderse a sí mismo. El felino escalaba a su cama cuando lo veía decaído o sobrecogido por el solo hecho de existir y se acurrucaba en el hueco de su cuello y hombro para comenzar a lamer tanta piel como su lengua rasposa abarcara, provocándole cosquillas que le quitaban la respiración. El gato lo reconfortaba, pero no le revolvía los intestinos al punto de las náuseas como lo hacía la cercanía del menor que dejaba caer una cálida respiración sobre la piel de su cuello.

- Algo así.

- Eso no cuenta cuando no estás dispuesto a luchar ninguna.

Bang solía preguntarse si Zelo realmente era el mocoso a punto de cumplir los diecinueve y no el adulto de veinticinco que el líder creía ser, en algún momento los papeles debieron cambiarse sin que se percatara.

- Tal vez no existan batallas por las que valga la pena luchar, sabes que soy un hombre de paz -esperaba con todo su corazón que esas palabras hirieran al menor, que destrozaran su corazón al punto de volverlo incapaz de amarlo. Quería que Zelo lo odiara, porque ciertamente él lo hacía. Se odiaba a sí mismo por sentir y al menor por provocarle esos sentimientos que siempre creyó inexistentes.

- ¿Entonces me quieres lejos de ti porque parece valer la pena luchar por mí?

¿Cómo, en todo el universo, se atrevió a pensar que el menor no podría leer sus intenciones?

Zelo era como ese gato que no necesitaba verlo llorar para saber que necesitaba de sus ronroneos.

- ¿Crees que es algo por lo que se deba luchar?

Yongguk siempre concibió el amor como una inevitable fuerza de la naturaleza, una suerte de destino pre escrito por algo más grande que él y sus propias metas. Creía que solo debía dejarse llevar y aceptar lo que se le presentaba, acatar las órdenes de su corazón y completar su felicidad al lado de la otra persona, quien también se dejaría llevar a sus brazos para construir un infinito juntos. Ese era el secreto mejor guardado de su vida, porque lo que Junhong sabía del amor era todo lo contrario. El menor debía creer en el amor como una fuerza de la naturaleza, cruel e insidiosa, que lo dejaría desvalido frente a un mundo desconocido, de la que tendría que protegerse construyendo capas y capas de tungsteno como armadura para evitar la destrucción total y absoluta de su humanidad. Zelo debía concebir el amor como un monstruo que consume y merma el albedrío humano para dirigir su vida por caminos pedregosos y empinados.

Y todo lo que el pequeño sabía, se lo había enseñado su hyung favorito.

- No, solo debes dejarte llevar.

Maldito maknae.

Después de casi un año de haber escuchado la confesión del menor, Yongguk seguía sin comprender el motivo por el que se molestaba en entablar esas molestas conversaciones donde el menor siempre tendría la última palabra.

 

Zelo decidió confesarle sus sentimientos al líder del grupo el mismo día que cumplió los dieciocho años.

A los ojos de los demás ambos eran tan obvios, la forma en que él mismo se acurrucaba contra Yongguk y este aceptaba sus abrazos acomodándose contra su cuerpo. La forma en que ambos coqueteaban públicamente sin temor alguno, enmascarándose detrás del "fanservice". Si ellos solo alimentaban la idea del líder cuidadoso y preocupado por su maknae, ¿para qué esperar más tiempo? Para Zelo era demasiado obvio.

Cuando todo comenzó, cuando los fuegos artificiales comenzaron a encenderse solo por toques superficiales, cuando sus oídos comenzaron a anhelar palabras dichas con esa voz grave, cuando su piel comenzó a erizarse con la simple idea de compartir el aire... Zelo simplemente se dejó ir como una hoja al viento. No podía rebelarse ante esa fuerza inhumana que empujaba su corazón y lo sacudía hasta dejarlo hecho jirones sobre la tierra. Porque él sabía perfectamente que no podía luchar contra su propia naturaleza y ni siquiera se molestó en cuestionarse el sujeto de su afecto. No le importó que fuera hombre igual que él, que fuera seis años mayor, que fuera el líder del grupo en que ambos participaban ni que fuera una figura pública, para él se sentía más natural que respirar, como si amar a Bang Yongguk fuera la única razón de su existencia.

¿Y todo eso de “el amor te destruirá”, “el amor cambia al agente y la vuelve estúpida”? Todas las cosas que Yongguk había dicho para poner distancia entre ambos no tenían peso para el menor, porque cuando miraba los ojos de su líder o cuando escuchaba su voz, sabía que había nacido para estar a su lado.

Y todo fue fácil hasta que decidió, temeraria o estúpidamente, confesar los pesares de su alma.

Porque sí, amar lo elevaba hasta el cielo infinito, pero al mismo tiempo lo sumergía en lo más profundo de la desesperación. Le resultaba casi un acto divino porque parecía ser la única prueba de que estaba vivo, pero lo volvía miserable al tiempo en que se daba cuenta de que estaba en solo en eso y amar nunca debería ser juego de un solo jugador.

 

- Amar es un acto de fe -susurró el mayor sobre el oído del maknae, como queriendo darle el secreto alquímico de la vida eterna.

- Tú tienes demasiada fe entonces.

No, realmente. Yongguk estaba aterrado y poco dispuesto a arriesgarse, pero comprendía las palabras del menor. Su acto de fe consistía en estar ahí, permanecer en silencio en un rincón, alimentando esperanzas que no pensaba corresponder.

Su acto de fe consistía en creer que Zelo siempre estaría a su lado.

- Y juegas sin creer que puedes perder -nadie creería que ese pequeño, que fingía llorar por su sapo libre en público, sería quién le diera las más profundas lecciones de vida, porque Zelo estaba a unos cuantos pasos de enseñarle que hay algo más ahí afuera que el simple hecho estar. El maknae estaba a punto de demostrarle que el solo hecho de ser capaces de entrelazar su manos en la oscuridad es casi un acto divino-. Apuestas y no estás dispuesto a ganar.

- No hables de cosas que no sabes.

- Te conozco, veo el temor en tus ojos cada vez que me acerco demasiado, pero también veo el terror cuando piensas que me estoy alejando.

Por supuesto, Zelo podría leer a través de sus actos y llegar directamente hasta el lugar en que se escondían las emociones que los motivaban, sin tener que molestarse en formular preguntas que YongGuk nunca querría responderle por temor a sacarlos a la luz.

Como si los astros se alinearan para obligarlo a corroborar las palabras que el menor siempre decía para quitarle los miedos, JongUp apareció por el pasillo y caminó hasta la cocina, pasando junto a ellos e ignorando el hecho de verlos tan acaramelados. Zelo se había encargado de liberarse de uno de sus más grandes problemas hace solo un par de meses, arrebatándole, una vez más, las armas que YongGuk utilizaba para defenderse.

- Tienes el miedo y la fe puestos en el mismo lugar -finalizó cansado el menor, para seguir a JongUp a la habitación que ambos compartían cuando este volvió de la cocina.

Zelo tenía la capacidad de despertar los más intensos sentimientos en YongGuk, como el calor volcánico en noches de nieve y el frío glaciar del desierto. Sentimientos contra los que tenía que luchar constantemente para no perderse en ellos, pero había uno, una mísera emoción, que no podía ignorar: Los celos.

- Pero al menos están puestos en el lugar correcto.

A veces disfrutaba ser él quien tenía la última palabra, como cuando iba y arrastraba a JunHong desde su habitación hasta la que el mismo líder compartía con HimChan para hacerlo dormir a su lado, sin darse cuenta de que eran las palabras del menor escapando de su boca.

 

Los demás miembros nunca lo sospecharon, no fue necesaria tal sospecha, ellos siempre tuvieron la certeza de los sentimientos que envolvían al mayor y el menor del grupo y ninguno tuvo problema alguno con ello, solo permanecieron en silencio fingiendo ignorancia hasta que alguien se atreviera a revelar ese secreto a voces que consumía la residencia de los matokis.

- Estoy enamorado -había dicho el maknae, de la nada y a la nada, mientras los seis cenaban después de un día agotador de ensayos y grabaciones del nuevo MV-, estoy enamorado y es un hombre.

HimChan fue el primero en reaccionar, mirando fijamente al líder del grupo que seguía comiendo, fingiendo sin éxito estar sordo.

- Estoy enamorado de un hombre y él es -YongGuk nunca, ni luego de mil vidas, comprendería la mente de ese mocoso, su alma que parecía ser la de un sabio y todos la reconocían como tal, porque ni a él lo miraban con el respeto con que HimChan y los demás miraban al menor- YongGuk hyung -agregó con una sonrisa de obviedad antes de volver a su cena, con una sonrisa pegajosa en su rostro de niño pequeño.

¡Ni siquiera se había molestado en sonrojarse!

Nadie dijo nada, todos volvieron a su comida como si ese lapso de tiempo solo lo hubiera vivido el líder, que quería atravesar al menor con la mirada, hacerle un agujero en el cráneo y ver qué demonios era lo que había en esa cabecita.

- ¿No dirán nada, hyungs? -provocó el menor, necesitaba una reacción. Una reacción negativa y podía despedirse de todas sus esperanzas con el mayor, una positiva y podía arriesgarse libremente a conquistar un corazón que parecía incapaz de tener sentimientos por algún ser vivo. Él tenía claro lo que sus hyungs dirían, solo faltaba que YongGuk lo escuchara.

- Ya era hora de que alguien lo dijera -comentó DaeHyun con la boca llena de ensalada camuflando una sonrisa triunfante.

El resto simplemente asintió aceptando las palabras y sentimientos del menor.

YongGuk había querido morir esa noche, todas las excusas y trabas que le ponía a JunHong perdían peso si al resto del grupo no le importaba un carajo su situación. ¿Cómo podía luchar contra algo cuando la tentación no solo estaba a un paso de distancia, sino que todo a su alrededor lo instaba a probarla?

Zelo no solo lo esperaba con los brazos abiertos al otro lado del océano, también le construyó la barca, le dio la brújula y le trazó el mapa del camino a recorrer hasta la felicidad absoluta.

 

YongGuk correspondió a los sentimientos de Zelo sin siquiera darse cuenta de ellos.

Nunca le preocupó la forma en que, inconscientemente, solía buscar al menor con la mirada para asegurarse de que estaba bien. Nunca le vio una segunda intención a tomarle la mano en la calle y correr con él hasta querer atravesar el mundo, porque lo estaba protegiendo de su deplorable sentido de la orientación. Nunca pensó mal por defenderlo del resto de las personas, dejándole claro a los miembros que Zelo era el menor y, como tal, su deber era protegerlo. Nunca pensó que estaba mal comentar frente al mundo las incontables cualidades del menor, menos decir que estas lo fascinaban. Para YongGuk, procurar a Zelo, consentirlo y quererlo, resultaba tan natural e instintivo que nunca creyó tener más sentimientos involucrados.

Porque YongGuk podía escribir canciones preciosas sobre el amor, pero él no podía diferenciarlo del resto de sus emociones.

- Tal vez sentir no sea tu fuerte -comentó el menor acariciándole el cabello mientras esperaban, sentados en un mullido sillón, a que HimChan terminara de preparar la cena.

- Sentir no es el problema, niño -refutó empujándolo contra su pecho para mecerlo como a un bebé.

- ¿Seré yo?

- Sí, tú eres el problema, un inmenso problema.

Zelo simplemente soltó una cantarina risa y lo miró con esos ojos marrones similares a los de un gato, parpadeando violentamente, agitando sus espesas pestañas como las alas de una abeja, confundiéndolo, hipnotizándolo.

- ¿Un problema matemático o uno existencial? ¿Uno que puedes resolver creando sistemas, conectando circuitos, desarrollando algoritmos y traduciendo del binario, o uno que solo te provocará más preguntas con menos respuestas y se convertirá en un misterio que no te dejará dormir porque anhelarás tenerme a tu lado intentando descifrar las formulas químicas de la vida eterna y la existencia cósmica?

Un problema como un embarazo no deseado, con piernas y voz, creciendo con el paso del tiempo sin poder evitarlo (uno que lo obliga a amar de forma desmedida y terrorífica), hasta convertirse en el alumno que superaría con creces al maestro, pero antes de decir todas las cosas que esperaba hirieran al menor, este se alejó y fue en busca de HimChan para ayudarlo a poner la mesa.

Cuando Zelo se confesó a YongGuk por primera vez, el mayor creyó comprender el capricho del menor. Claro que se enamoraría de él si estaba todo el tiempo pendiente de su seguridad, si le hablaba cariñosamente y se preocupaba por él. Claro que confundiría los sentimientos de hermandad con sentimientos románticos porque era demasiado joven para comprender la diferencia entre deseo y necesidad, pero él mismo no se preocupó de esclarecer esa diferencia y vio en primer plano, cuadro a cuadro en stop motion, cómo la admiración se fortaleció al punto de volverse un amor inconmensurable.

Sentir no era el problema, concluyó YongGuk al ver al menor bromear con DaeHyun que urgía a HimChan por la comida, el problema era la existencia luego de sentir.

- Eres un problema que me quita el sueño y no me deja descansar -escupió sentándose a la cabecera de la mesa, con Zelo a su derecha e HimChan a su izquierda.

DaeHyun, con la boca llena, y YoungJae, a su lado, pasearon sus miradas sorprendidas y boquiabiertas entre el mayor, que comía en silencio con el ceño fruncido, y el menor que sonreía de forma resplandeciente.

- Pero también soy el problema por el que te levantas a diario para intentar resolver.

 

Para que Zelo se confesara a YongGuk fue necesario un montón de reflexión profunda y desgastante. ¿Por qué debía expresar lo que era más que obvio? Si él lo sabía y YongGuk lo aceptaba, ¿por qué debía poner en palabras sus acciones y sentimientos?

Necesitó de horas y horas conversando consigo mismo antes de atreverse a pedir consejos externos.

En el último tiempo, sus relaciones más cercanas solo se trataban de los miembros del grupo y, específicamente, JongUp, pero este tenía tanta experiencia en el área del romance como el maknae mismo. Fue entonces cuando decidió buscar consejos en alguien con trayectoria, alguien con verdadero conocimiento de causa. Decidió que acudir a  HimChan sería la solución perfecta. Le habló sobre esas molestas cosquillas en el vientre cada vez que el mayor lo acariciaba; le habló sobre cada mañana de expectación en las que era incapaz de levantarse hasta escuchar la voz del líder buscándolo entre las mantas. Habló un poco también sobre cómo su cuerpo parecía tener un radar que se activaba (vibraba, se calentaba y explotaba) cada vez que YongGuk estaba en un radio de quince metros.

HimChan, que escuchó atentamente cada palabra que escapó del cuerpo del menor, siempre había tenido éxito en sus relaciones, pero ninguna fue suficientemente exitosa como para perdurar a través de la fama. Aclarando ese punto, el maknae comprendió que HimChan no sería buen consejero, porque claro, él necesitaba alguien que conociera sobre amores naturales, eternos e infinitos, no efímeros romances dolorosos. En consecuencia, buscó otra opinión, alguien que no contara con tanta experiencia, pero sí con calidad, fue entonces que acudió a DaeHyun, que había tenido un par de relaciones importantes y duraderas. Y todo lo que DaeHyun hizo fue sembrar el pánico en el delicado corazón del maknae.

- El amor acaba -había dicho el cantante como dictando una sentencia, poniendo fecha de caducidad a los sentimientos que solo estaban germinando y aun no maduraban-. Todo lo que empieza tiene un final y, por más que te aferres a algo, con uñas y dientes, no puedes forzarlo a que se quede.

 

- Entonces solo debemos ser eternos, hyung.

Que JunHong apareciera una mañana al despuntar el alba en su habitación con frases de ese tipo, no era una sorpresa, más bien una agradable costumbre.

- Nada es eterno -respondió con la voz rasposa y más ronca de lo normal, anhelando por unas horas más de sueño luego de un agitado día anterior-. La vida misma tiene su vía de escape.

- La muerte no es la consumación de la vida, el acabose, el desenlace y fin único de la existencia, es solo parte de un proceso inevitable para todo ser viviente.

Que JunHong lo mirara con esos brillantes ojos color avellana tampoco era una sorpresa, era más bien un lujo poder apreciar esas pestañas agitándose como alas de mariposas sobre los pómulos sonrosados, demasiado adorables para tratarse de un hombre maduro. Era a esas horas de la mañana en que Zelo parecía más un ángel que un rapero de los barrios bajos.

- Ya sabes qué pasará conmigo cuando muera.

- Volverás a los brazos de tu abuelo -comentó el menor acurrucándose bajo las mantas que el mayor apartó para hacerle un lado en su cama, a lo que asintió dándole la razón, pensado tal vez que no quería estar en los brazos de alguien teniendo a cierta criatura envuelta con los propios, pensando que, quizá, preferiría esta dentro de una trinchera donde los pesares del mundo no pudieran llegar, como un búnker nuclear oculto bajo las profundidades y la oscuridad del mar.

- ¿Crees que él te recibirá? -Nop, porque cuando llegara la hora de morir, cuando todos en el mundo desaparecieran y no quedara nadie sobre la faz de la tierra para recordar su nombre, su abuelo estaría en la infinidad del universo acunando cariñosamente a su abuela.

- Él siempre permanecerá ahí.

- Permanecer no es estar, es dejar un rastro fantasmagórico detrás, como ectoplasma para aterrar y evitar que otro tome su lugar. Permanecer es dejar una huella que perdure con el tiempo sin que alguien deba reforzarla ni pueda borrarla. Estar es quedarse, tener el cuerpo, el alma y el corazón en el mismo lugar, como tú y yo compartiendo colchón, mantas y calor, como tus brazos acunándome y tu cuerpo arropándome -ante esas palabras, las cuales no podía refutar por más que buscara motivos en la infinidad de su mente, estrechó al menor contra sí, transmitiéndole el calor que parecía sobrarle con su cercanía.

- Cuando el sol esté en su punto álgido, cuando cubra todo este hemisferio con su calor, cuando su luz bañe el mundo que habitamos, cuando el mundo despierte de su vida de ensueño en lo más profundo de su inconsciente, cuando el tiempo pase... tú y yo no podremos seguir ocultos de la realidad, como niños pequeños defendiéndose de los monstruos nocturnos con mantas y osos de peluche -aunque el menor tarareaba por lo bajo, escuchaba con atención cada una de sus palabras, se tensaba con cada verdad y se estremecía ante cada hecho irrefutable, pero el calor de su presencia seguía ahí y se colaba por su piel, hasta llegar a sus huesos y recorrer (o tal vez carcomer) su alma.

- El cielo es infinito -agregó con voz adormilada luego de minutos de silencio en los que YongGuk pensó que había, por primera vez, ganado una batalla-, y cuando tú mueras y tu abuelo solo te abrace para dejarte libre en la inmensidad del espacio, porque él estará estrechando a tu abuela y no querrá alejarse de ella, tú y yo nos volveremos uno por toda la eternidad. Tal vez no tengamos mantas que nos aparten del resto, tal vez debamos enfrentarnos a los monstruos con las manos desnudas de todo menos de la esperanza, hyung... seremos polvo cósmico y nuestro amor será divino.

Y esa era la clase más pura de amor, la que Bang YongGuk tanto anhelaba en silencio.

 

Cuando JongUp, HimChan ni DaeHyun fueron de ayuda, Zelo acudió al cerebro del grupo, buscando en la placa madre de su organización intelectual como agrupación, las respuestas que parecían querer esquivarlo mientras él sentía que ya no podía con su existencia sumida en la ignorancia. Y YoungJae dijo las simples palabras que todos los demás olvidaron pronunciar.

Tal vez todos creyeron que el problema del menor era más profundo que el simple hecho en sí. Tal vez pensaron que ese detalle era demasiado obvio como para considerarlo relevante. HimChan creyó que Zelo estaba confundido, nadando en un mar tormentoso de hormonas adolescentes. JongUp creyó que Zelo se estaba adentrando a un mundo al que ninguno de ellos estaba preparado para enfrentar. DaeHyun pensó que el problema de Zelo no era la resolución del mismo, más bien el producto y todos los residuos luego de su final.

Fue YoungJae, en cambio, quien apuntó directo al círculo rojo del blanco y pronunció las palabras como el conjuro de una bruja arrugada y llena de verrugas, tal vez con el rostro verde y uñas asesinas. No tuvo que explicar implicancias ni consecuencias, con tablas infográficas ni manzanas educativas. No habló de riesgos ni sacrificios, no provocó temor ni dio seguridad, pero despertó en el menor la necesidad de expresar cada una de las letras que conformaban su sentir, porque el lenguaje crea realidades y Zelo quería compartir con todos sus hyungs, en especial el favorito, la realidad idílica en que habitaba.

- Estás enamorado del líder.

 

- Todo esto puede traer consecuencias desastrosas.

- ¿Consecuencias hermosas y desastrosas como esas que las fans sacan de los libros para crear películas en su cabeza donde tú y yo nos amamos luego de habernos odiado y las comparten entre ellas para alimentar sus deseos perversos? -Zelo sonrió ante las palabras dichas rápidamente por el mayor, como si estuviera practicando uno de sus exitosos raps.

- No, consecuencias del tipo destructivo, apocalíptico y catastrófico. Como un tornado sin el camino amarillo ni la tierra de Oz.

Si había algo que a YongGuk le aterraba más que sufrir y tener un corazón roto a causa de un amor mal habido, era ver desaparecer la sonrisa del menor. Entonces creaba un camino que Zelo debía seguir para no perderse de casa y dejaba migajas de amor a cada paso que daba. Algún día, y esperaba que no fuera en la tenebrosa oscuridad de un bosque encantado a medianoche, esas migajas acabarían y todo el camino recorrido no tendría fin ni destino.

- Entonces no vale la pena arriesgarse -intentó convencer al menor, con palabras sutiles pero concretas, de alejarse, tomar sus sentimientos y reciclarlos, construir con ellos un refugio que no permitiera a la tristeza entrar, que mantuviera a raya al miedo y que no diera cabida a la esperanza.

- Ojalá tú mismo lo creyeras, hyung.

Cuando Zelo sonreía de esa forma, estirando sus labios en toda su extensión, mostrando parcialmente sus recién cambiados dientes de leche y agitando las pestañas como si quisiera crear un nuevo pecado capital, un nuevo portal al inframundo y un nuevo círculo en el infierno, Bang pensaba que tal vez, solo tal vez, ese robot tenía una especie de programación oculta, como si leyera en lo más profundo de su ser lo que debía proyectar para apoderarse de esa última, ínfima y solitaria parte de su alma que aun no le pertenecía porque él la mantenía oculta, envuelta en un saco aislante radiactivo con stickers de “veneno” y “cuidado con el perro” para que nadie se acercase. Era como si el menor conociera perfectamente la contraseña, con doscientos mil dígitos como mínimo, letras en mayúsculas y minúsculas a partes iguales, combinaciones de números con más de cuatro dígitos distintos y un centenar de números elevados a la trigésima parte de cuarenta y dos, con un signo de interrogación al principio y uno de exclamación al final. Sin ignorar que esta no podía llevar el nombre de usuario ni ser la misma contraseña anterior.

YongGuk era un acertijo para sí mismo, una ecuación sin resolver, con algoritmos, sumas, multiplicaciones, porcentajes e IVA incluido que él nunca podría descifrar, pero cuando Zelo estaba entre sus brazos intentado recuperar el aliento luego de horas de baile sin parar, parecía que todas las piezas del rompecabezas encajaban perfectamente la una con la otra, como la espalda del menor contra su pecho.

Tal vez, solo tal vez, esa era la razón de que las migajas nunca acabaran. Tal vez Zelo había encontrado la forma de obligarlo a reutilizarlas o multiplicarlas y que estas nunca faltasen.

O tal vez, solo tal vez, como mínima opción cuando ya no haya nada más en qué creer, Zelo conozca el camino.

- Esto será un desastre, hyung, realmente. Y cuando te des cuenta, cuando el Ragnarok llegue y todo lo que conocemos desaparezca, tendrás que reconocer que estuviste luchando contra la nada. No sabrás qué hacer, porque esto siempre ha valido la pena.

 

¿Cómo se suponía que debía diferenciar los verdaderos sentimientos de las meras fantasías? Peor aún, ¿cómo convencer a YongGuk de que sus palabras expresaban la más pura verdad de su alma?

YongGuk quería a Zelo, de eso no había duda y era un punto a favor del maknae, pero se convencía a sí mismo de que era el tipo de cariño fraternal, de hermano mayor a hermano menor (como si él se hubiese comportado así con su propio hermano).

Las diferencias eran tan obvias que Zelo no podía creer que YongGuk no las notara (o aceptara), aunque la verdad fuera que el mayor las ignoraba voluntariamente.

Y si ya todos lo sabían, ¿para qué negarlo?

HimChan no ponía objeciones cuando el menor se escabullía a la habitación de los dos mayores y se metía a la cama del líder para ser acunado por sus fuertes brazos.

DaeHyun conocía de primera mano lo que es tener el corazón roto, ¿cómo podría desearle algo así al bebé del grupo cuando, claramente, el líder correspondía a sus sentimientos?

A YoungJae no le molestaba que ambos fueran hombres, porque ¿cómo podía molestarle ver al menor de todos siendo tan inmensamente feliz?

Finalmente, JongUp no se atrevería a cuestionar los sentimientos del miembro un año menor, porque renegar de la capacidad de amar de Zelo sería despreciar su propia capacidad de sentir amor.

Y, como si todas esas explícitas opiniones no fueran suficientes, está el hecho de que YongGuk es el corazón del grupo. El órgano vital principal, encargado de irrigar sangre al resto de los componentes del sistema, encargado de mantener vivo a cada uno de los miembros de B.A.P. YongGuk era la fuerza física del grupo que mantenía unidos los cimientos cuando estos comenzaban a temblar, cuando el temor por el futuro consumía a los menores. Cuando el fracaso estaba a la vuelta de la esquina, era él quien debía darle ánimos para continuar, porque él siempre estaría a su lado para cargar con sus temores.

Zelo, por su parte, es quien verdaderamente animaba la existencia del grupo. Zelo es el alma de B.A.P. Es la unión metafísica de todos los miembros, es el calor del hogar y la alegría de la familia. Tal vez se deba a que es el menor de todos, porque todos desean protegerlo de los males del mundo y en quien vuelcan todo su cariño. Pero también es porque, a su corta edad, ha sido capaz de darle una lección de valentía a cada uno.

YongGuk y Zelo no son solo el líder y el maknae del grupo, son el principio y el final del mismo.

 

- ¿Qué tal si solo es un sentimiento demasiado grande como para que puedas manejarlo?

- No existe tal cosa -respondió el mayor rodeando la cintura del matoki azul y abrazándolo por la espalda para imitarlo y fijar la mirada en el firmamento infinito-. Si fuera demasiado, destruiría todo a su paso y desaparecería -porque Bang YongGuk preferiría no sentir a tener el corazón roto.

- Muchos dicen que el universo está constantemente expandiéndose, pero que, llegado determinado momento, tendrá que empezar a comprimirse... ¿Qué crees tú?

- Nada puede crecer eternamente.

El menor se rió escandalosamente, sacudiéndose y, con él, al mayor.

- ¿Te has dado cuenta de lo pesimista que eres? -se despegó del barandal para voltearse y encarar al mayor, provocándole estremecimientos por todo el cuerpo acompañados de una sonrisa nerviosa ante la cercanía de sus rostros-. Estamos acá, juntos, contemplando la magnificencia de la naturaleza y tú solo puedes pensar en ponerle punto final a tanta belleza.

Aunque el maknae hablara con una sonrisa deslumbrante en el rostro, el mayor sintió que estaba escuchando todos los reproches de su existencia, desde su nacimiento hasta su muerte.

- Soy alguien demasiado pequeño, Zelo.

- ¡Pero a mí me falta mucho por crecer aun!

Y tal vez ese era el problema. Tal vez YongGuk estaba robándole la inocencia, la infancia, la adolescencia y la vida, los últimos restos de libertad que el menor poseía. Se sentía como un pederasta dispuesto a arrebatarle el menor al mundo.

- Y serás inmenso.

Como queriendo reforzar la idea del monstruo dispuesto a mancillar la pureza de un niño inocente, Zelo comenzó a describir graciosamente sus pareidolias, emocionándose infinitamente ante cada una de las imágenes falsas formadas por los astros.

Vio un conejo, un tigre, un dragón, una silla, al Pájaro Loco y a Johnny Bravo. YongGuk vio un globo aerostático y una ballesta.

- Lo ves, ¿verdad?

- ¿Qué cosa?

- El universo, hyung -el menor, comenzando a temblar por el frío, se acurrucó contra el torso del mayor, escondiendo el rostro en el hueco del hombro y el cuello de YongGuk, besando castamente su clavícula-. Somos tan afortunados...

YongGuk comenzó a cuestionarse si algún tendría la capacidad de negar las verdades del menor.

Las palabras de Zelo siempre le parecían verdades como rocas, irrefutables y pesadas, con el centro gravitacional sobre su cabeza. Y la carga sobre su débil consciencia no hacía más que aumentar al momento en que el menor suspiraba cansadamente, cayendo preso de Morfeo y temblando. Pudo ver los vellos de su cuello erizarse y una sonrisa formarse cuando lo empujó hacia la habitación que tácitamente les pertenecía.

Tan dormido Zelo no estaba, sentía la cálida respiración de su hyung cayendo sobre su piel y los brazos del mismo rodeándolo y protegiéndolo del frío. Disfrutó cada movimiento realizado por el mayor hasta estar ambos recostados sobre la mullida cama y cubiertos por una infinidad de mantas gruesas y pesadas que le impedían al calor escaparse. Acarició las clavículas de YongGuk mientras este lo estrechaba entre sus brazos y tarareaba una suave y, al mismo tiempo, ronca nana.

- ¿Qué es lo que quieres de mí, Zelo? –preguntó sin esperar respuesta de su dormido acompañante.

- Esto, hyung. Yo no te pido una promesa de amor eterno cuando sé que, lo que tenemos, va más allá de esas simples palabras -más despierto, Zelo se elevó sobre sus codos para poder besar los labios abultados del mayor, queriendo transmitirle de esa forma todo su sentir.

Vagamente recordaba las palabras que alguna vez escuchó en una iglesia, a la que asistió con su abuela, de boca de un hombre viejo vestido de blanco con una estola verde:

"Las palabras, por verdades, se callan. Y por calladas, se olvidan.”

Y Zelo no podría seguir existiendo si YongGuk llegase a olvidar su sincero amor.

- Quiero estar a tu lado siempre, que sepas que eres todo lo que siempre soñé, que no necesito fama ni dinero para ser feliz si tú estás conmigo. Pero principalmente quiero que tú seas feliz. No quiero que te fuerces a aceptar tus sentimientos por mí, así que me conformo con esto, con estar cerca para sentirte, pero lo suficientemente lejos como para que no te sientas abrumado.

- ¿Ni tan lejos, ni tan cerca? -YongGuk correspondió cada beso que el menor le dio, incluso se aprovechó un poco de la situación besando sus mejillas y cuello, aguantando las ganas de bajar a su pecho por consideración al cansancio del maknae.

Entonces JunHong reposó el rostro sobre el pecho del mayor, depositando un último beso sobre su corazón, y cerró los ojos.

- Puede que esto no sea eterno -susurró con la voz adormilada, sintiendo el constante palpitar del corazón de YongGuk contra su mejilla-, pero mientras dure, es infinito.

 

Ellos jugaban un juego, un tira y afloja que YongGuk no pensaba acabar por miedo a las represalias que el mundo podía tener contra él por dejarse llevar y seguir el cauce de la felicidad absoluta. Era un juego cruel donde uno de ellos debía hacer el sacrificio para que ambos estuvieran bien. Uno de ellos debía ser el más involucrado, el que marcara el camino a seguir. Bang iba dejando migas a donde fuera que se dirigiera para que el maknae no perdiera el camino de vuelta a casa, de vuelta a él.

Bang YongGuk, el líder del grupo surcoreano de kpop, B.A.P., protegía a su maknae al punto de tomar su mano y llevarlo con él por la vida, porque Zelo era un pequeño conejo, casi como un gato, inocente y susceptible, entonces alguien debía procurar porque su corazón, su cuerpo y su alma estuvieran a salvo de todos los males de la existencia, por lo que el líder se aseguraba de tenerlo detrás volteando cada cierto tiempo.

Era un juego de tira y afloja donde ambos se peleaban por alejarse con la misma fuerza con que se aferraban al contrario, pero fue Bang Yongguk quien se percató de que en algún momento del camino volteó y el maknae, que hasta entonces lo había empujado por el sendero que debían seguir, pasó a estar frente a él, dirigiendo sus pasos firmes a través de un camino de piedras y espinas.

Para YongGuk aceptar los sentimientos del menor era una idea inconcebible, impensable e imposible. Entonces el maknae tomó la decisión por los dos, aceptó las migajas que se le dieron y construyó su propio hogar con ellas. Un hogar donde no necesitan nombres, donde el amor se respira como un acto de la naturaleza, no como una fuerza que los manipula. Zelo convirtió esa complicidad de líder-maknae en una necesidad, una regla tácita de nunca ser novios, nunca clasificarse de alguna humana manera. Entonces YongGuk aceptó que eso era amarse, la complicidad bajo las mantas al amanecer. Las sonrisas ante la impaciencia de la vida. La alegría de tener una familia con la que contar y la plenitud de saberse junto al otro. Una amistad donde ambos se aman más allá de lo humanamente posible. Un amor que pasa de ser la consecuencia de la muerte y el big bang, que deja de ser cósmico para volverse amor divino.

Son amigos, son compañeros, amantes, almas gemelas que, rodeadas de miedos, limitaciones y peligros, caminan juntas hacia un destino incierto, con la esperanza desnuda de no perderse. Con la confianza de que, quien va a su lado, nunca soltará su mano.

- ¿Sabes, hyung? -Zelo habló mientras el mayor se acurrucaba contra su cuerpo luego de haber pasado horas y horas besando sus labios-. Somos un circuito cerrado y autovalente, somos el todo que le falta al otro... Yo creo que sí somos eternos.

Por supuesto, el maknae siempre debía tener la última palabra.


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