Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Nuestro juego por Casiopea

[Reviews - 2]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Bueno, este es un cortito one-shot que escribí a las 3 de la mañana, muerta de calor porque no me podia dormir.

Así que, disfrutadlo

 

Y viva el ChangMinho

¿Cuándo empezamos con esto? Ya ni me acuerdo.
¿Cuantas veces nos hemos arriesgado? Ni si quiera me importa.

Siempre vamos a contra-corriente.

Siempre somos tú y yo ¿Verdad?

 

Solo era por diversión. Al principio solo era por eso, para matar el tiempo, para salir de una rutina que nos asfixiaba, para descargar algo de energía acumulada. Solo queríamos cambiar de aires, probar algo nuevo, algo excitante. 
Y empezaron las risas tontas, las miradas furtivas, las caricias a escondidas, las sonrisas cómplices. Pero pronto eso nos sabía a poco, porque somos avariciosos, porque yo quería más de ti y tú de mí, porque eso se quedaba corto con lo que de verdad deseabamos.
Porque mi piel te llamaba, ardía con tus roces. Gritaba por más y tú estabas dispuesto a dármelo todo.

Entonces vinieron las habitaciones de hoteles, los camerinos, algún que otro coche, incluso las salas de ensayo nos servían en ese momento. 
No podíamos evitarlo. Yo no podía evitarlo. Me tentabas, lo sé. Con esa mirada lujuriosa, con esa sonrisa seductora y tus aires de fingida indiferéncia, haciéndote el interesante. Pero fallabas, porque nadie te conocía mejor que yo.
Y yo te tentaba a ti. Con mi sonrisa coqueta, con mis gestos despreocupados pero intencionados, con mis caricias tentadoras.

Era un juego, uno muy entretenido, con las sábanas como nuestro campo de batalla, donde al final de la partida ganábamos los dos.

Nos entregábamos el uno al otro entre besos apasionados. Cualquier rincón nos servía para empezar una guerra de lenguas. Me enloquecías con tus caricias fogosas por todo mi cuerpo, abrasándome desde el interior. Me arrancabas gemidos robados, porque yo siempre era el que intentaba guardar silencio, mientras que tú me empujabas a gritar tu nombre. Me trastornabas, perdía el juicio totalmente cuando marcabas mi piel, dejando las huellas del delito.

De nuestro delito favorito.

Oh, pero tú también enloquecías. Lo sabía por tus murmuros incoherentes cuando nos perdíamos el uno en el otro, por ese deseo que ardía en tus pupilas y me hacía arder a mí también, por como intentabas robar mi atención aunque sabías perfectamente que ya la tenías toda, por tus jadeos ahogados y por tus susurros anhelantes que llevaban mi nombre, como una melodía embaucadora. 
Tan placentero.

Y caíamos, una y otra vez en el abismo, en una trampa que nosotros mismos habíamos puesto, pero no te importaba y a mí tampoco. 
Al contrario, lo disfrutábamos ¡Oh, sí! Lo disfrutábamos muy bien. Porque nos daba igual todo, porque el mundo parecía callarse cuando solo estabamos tu y yo, porque no existía nada más que tu boca sobre la mía, que tus manos sobre mi cuerpo fundiendose a tu alrededor.

Era nuestro secreto mejor guardado. Nuestro silencio más escondido. Un pequeño tesoro entre los dos.

Y nos volvimos adictos a este juego sin darno cuenta.
Nos enganchamos completamente. No podíamos parar, lo sabíamos bien. Pero ¿Qué importaba? Nada, nada importaba más que tu cuerpo arrinconando al mío, que tu lengua pasando por mi cuello. Esa descarga eléctrica que sentía cuando mi mente se perdía en el zumbido sordo del climax. Sí, eso era vida.

 

 

Pero cruzamos una línea, lo sabía, lo noté perfectamente. Algo hizo click de repente.

Ya no nos servía una pasión desbocada, le faltaba algo a ese frenesí de nuestras caricias, a esos arrebatos pasionales a las tres de la mañana. Ansiábamos algo. Había algo.
Lo supe porque nuestros toques cambiaron. Ya no teníamos ese afán acelerado, ahora todo era más pausado, tomándonos nuestro ritmo, memorizandonos el uno al otro, empapandonos en nosotros mismos.
Lo noté, porque tus miradas cambiaron, porque ya no había juegos, porque ahora todo era directo, sin contemplaciones, sin segundas marchas.

Y me encantaba.

Esa sensación embriagante, cuando estabas rodeado de gente pero tu mirada siempre volvía a mí. Ese calor interior cuando sonreías, pero no esa sonrisa para el público, ni esa que ponías por cordialidad, ni la que guardabas para tus amigos. No, esa la habías creado especialmente para mí.

Me regodeaba porque amaba ver ese brillo en tus ojos, ese anhelo por tenerme más profundo, más sentido.
Y a ti también te encantaba, lo sabía por tu forma de mirarme cuando te acariciaba el pelo delicadamente, por esa sonrisa cuando te besaba detrás de la oreja, por ese regozijo interior que te consumía cuando aclamaba por tu atención.

Y entonces ya no eran solo las sábanas, si no que también fueron los paseos por el parque, los restaurantes a medianoche, las tardes viendo películas y hablando de tonterías. Las llamadas desde el aeropuerto, los mensajes de 'buenos dias' cuando estabamos separados. Eran esas sonrisas dulces, esos celos intempestivos, esos susurros suaves.
Ese 'Eres mío y no serás de nadie más'.

Ya no era el deseo de tocar piel con piel, ya no eran besos superficiales que no dejaban huella, ni la motivación de lo peligroso que podía ser lo que estabamos haciendo. Ya no era un juego seguido por roles, ni una vía de escape, ya no había energía acumulada para gastar. No era cambiar de aires o probar algo que nos sabíamos a la perfección.

Era el capricho de sentirnos al lado del otro, de combinar nuestra pasión acelerada con algo más profundo, más permanente. Ese escalofrío que nos daba cuando nos rozabamos, ese recuerdo que creía perdido, pero estaba ahí. Era darme cuenta de que no solo conocía el punto dónde hacerte gemir, si no también dónde sacarte una pequeña risa, que sabía cuando me necesitabas más que nunca porque ese había unos de tus peores días. Era ese palpitar de mi corazon, expectante por verte. Saber que habías traspasado algo más que mi piel.

Porque ya no batallabamos guerras entre sábanas, ahora ya se había sembrado la paz entre respiraciones relajadas, entre medias siestas y caricías mañaneras. Porque nos necesitabamos, no nuestros cuerpos, nos necesitabamos el uno al otro, para poder estar completos, para respirar en su totalidad. Para sentir que hay algo que sí vale la pena al final de un día duro. Para sentir que ya no es 'tu y yo' que es un 'nosotros'.

Porque sé que, al final de nuestro juego, aún te tengo aquí para murmurar sonriendo un suave 'Te amo, Changmin'

Y no esperar por un susurrante 'Y yo a ti Minho. Mucho'.

 

Fin.


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).