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Cuidado con el alcohol por AvengerWalker

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Notas del fanfic:

Saint Seiya pertenece a Masami Kurumada y Manigoldo... bueno, a la señorita Shiori Teshirogi.

Notas del capitulo:

Un one-shot simple.

Ojalá más gente se anime a escribir de esta parejita<3.

Las manos que recorrían su cuerpo eran cálidas, fuertes, seguras; aprisionaban su anatomía contra la ajena y le envolvían en una capa de sudor fina pero candente. Sus piernas entrechocaron con las de su compañero y todo su ser tembló ante las embestidas.

La persona que estaba sobre su cuerpo, acariciando su cintura y caderas y empujándose con fuerza contra su interior parecía estar disfrutando del acto sexual tanto como él, pese a la cantidad de alcohol que les corría en la sangre. Su pálida tez resultaba contrastante con la ancha y morena espalda del otro, así como las diferentes tonalidades de gemidos y gruñidos que llenaban la habitación hasta colmarla de ruidos sexuales. Rasguñó los omóplatos de su compañero sin timidez ni consciencia y se arqueó en cuanto la virilidad ajena golpeteó directamente contra su próstata.



—No te detengas... —Un ruego escapó de sus labios, entremezclado con el cántico propio de un gemido.


—Eres tan estrecho... —gruñó el otro mientras se hundía en las carnes del menor, regodeándose en la húmeda calidez que envolvía y presionaba su miembro. Una embestida más tosca y bruta arrebató de los labios del rubio un sonido más agudo y placentero, que llevó a su amante a carcajear, la voz ronca por la líbido.



¿Cómo había llegado el tímido, vergonzoso e introvertido Shion a compartir cama con el impetuoso y desvergonzado Manigoldo, y no precisamente para dormir?



-*-



Unas generosas horas antes, cuando el sol aún despuntaba en el cielo, Dohko se apareció en su departamento. Hacía un par de años que se habían conocido, a comienzos de la vida universitaria, cuando eran aún inexperimentados y se enfrentaban casi con miedo a las materias de la carrera elegida. Habían compartido casi todas las clases y el régimen seguía siendo así, por lo que inevitablemente terminaron conociéndose y entablando una bonita amistad.

Sin embargo, Dohko estaba lejos de parecerse a Shion en cuanto a personalidad. Mientras que el chino era todo impulsos, idiotez y constante energía, Shion se mostraba más calmado, aunque rebelde y gruñón en diversas ocasiones. Era tímido e introvertido, en contadas ocasiones alzaba su voz en las clases o frente a otras personas, y si lo hacía era algo digno de admirar y escuchar. Mientras que el rubio de ojos amatistas evitaba las multitudes, Dohko se enfrentaba a ellas sin temor y no sólo eso: las buscaba. Las fiestas para él eran tan necesarias como el oxígeno en sus pulmones, como los libros para Shion y como una pelota de futbol para Manigoldo.

Su único gran complejo era nunca haber conseguido arrastrar a Shion a ninguna fiesta, y más de una vez se le había plantado en el departamento a invitarle. ¿Cómo lograrlo? El rubio detestaba el ruido con toda su existencia y no era propenso a las bebidas alcohólicas: le gustaba el agua o, a lo sumo, un jugo o gaseosa, pero no más que ello. No tenía tolerancia con el alcohol y le provocaba dolores de cabeza. Ese mismo día, empero, el chino se las ingenió para que el jóven de puntitos en la frente aceptara.

Días antes, Shion se había ausentado de las clases para dormir, un capricho que se daba de vez en cuando y que podía permitirse gracias a sus buenas notas, y fue Dohko quien terminó prestándole su cuaderno con la toma de clases. Había prometido que le devolvería el favor en algún momento, y... ¿qué mejor manera de cobrarse ese favor que pidiéndole ir con él? Shion cedió al cabo de unas tres horas.

Así, fue el moreno el encargado de escoger las vestimentas de su amigo, pues aunque el joven de amatistas orbes tuviese a su disposición un placard con algunas prendas de moda, prefería un estilo más, según Dohko, "ñoño".

La elección al final terminó siendo clara: una camisa negra, ceñida al cuerpo y pantalones del mismo color y modalidad, con roturas horizontales en la zona de los muslos y rodillas. El estilo rebelde parecía acompañar la fuerte aunque tímida personalidad del ariano, y el chino muy orgulloso se sintió al ver a su compañero despedir una imagen tan diferente de la normal: increíblemente sensual, atractivo y enigmático, enfundado en un juego de contrastes que mucho favorecía sus brillantes ojos y pálida piel.

Pero por supuesto, ninguno de los dos había esperado que fuera justamente Manigoldo quien cayera en los atractivos del lemuriano.



-*-



Las manos del moreno se hundieron en las caderas de su compañero mientras todo su cuerpo se impulsaba en su interior. La zona era particularmente estrecha, dado que el ariano hacía bastante tiempo que no tenía relaciones sexuales y otorgaba exquisitas succiones al miembro de Manigoldo. Este se movía sin cesar sobre su cuerpo, clavando sus feroces y azuladas orbes en el rostro del pálido muchacho que temblaba a causa de un placer nunca antes experimentado.

La posición le permitía detallar cada expresión, cada parpadeo; desde donde se encontraba, podía ver cómo los párpados del lemuriano cubrían sus bellas irises amatistas y de qué manera se incendiaban sus mejillas. Podía sentir sus manos deslizándose por su espalda, dibujando finas marcas rojizas por la zona, la presión de sus uñas ascendiendo cada vez que arremetía contra su interior.


—M-más rápido... —casi ordenó Shion, envolviendo la cintura de Manigoldo con las piernas para mantenerle fijo a su cuerpo. Así obedeció el canceriano, y pronto el sonido de ambas pieles al impactar hubo llenado el cuarto, en sincronía con los gemidos liberados.



-*-



Desde un principio, a Manigoldo le había parecido extraño ver a Shion por ahí. Si bien cursaban la misma carrera en conjunto con Dohko, nunca habían tenido la oportunidad de hablar, mucho menos de coincidir en algún evento: Manigoldo era demasiado despreocupado y desvergonzado y Shion representaba todo lo contrario a él.

Sin embargo, en algún momento el lemuriano había tropezado directamente hacia sus brazos, demasiado afectado por el alcohol. Era la primera vez que veía al joven de rubios cabellos vestido de esa manera y con una sonrisa tan coqueta, y no había podido evitar aprovecharse un poco de la situación, incluso si el alcohol le había convencido de entregarse a todo.

El canceriano había intentado arrastrarlo hacia los pisos superiores para encerrarlo en un cuarto y dejarle dormir, mas aunque consiguió dirigirle a esa zona de la casa, Shion estaba lejos de querer descansar. Le había empujado hacia la cama en un gesto que Manigoldo no supo preveer y las caricias no tardaron en llegar, en conjunto con candentes roces y provocativas frases que él mismo incentivó con mordidas y fricciones seductoras.

Así habían acabado entonces, teniendo relaciones sobre la cama de un desconocido. El de cabellos añiles se había admirado de las prendas que vestía el contrario, había acariciado sus piernas mientras sus bocas se encontraban con apuro en una guerra de lenguas, y Shion había hecho lo propio al apretar a Manigoldo contra sí, obligándole a anular distancia alguna. Las caricias se desviaron en cuanto el mayor decidió volcar su pasión sobre el cuello del pálido ariano, en donde repartió sendas mordidas y lamidas que terminaron de encender a su compañero.

La ropa hubo desaparecido en algún momento, dando paso a fricciones mas evidentes y que terminaron por caldear el ambiente.

Manigoldo descubrió, esa noche, que Shion tenía una habilidad especial para provocarle, como si cada poro de su piel hubiera sido diseñado específicamente para hacerle perder el control.



-*-



—Manigoldo... —gimió el ariano, abriendo un poco más sus piernas para permitir aquellos choques que el canceriano efectuaba al deslizarse. El canceriano gruñó a modo de respuesta y se inclinó, dejando a su frente descansar contra la ajena mientras penetraba una y otra vez su cuerpo. En algún momento, su mano diestra había iniciado un intenso bombeo en la entrepierna de su compañero al mismo ritmo. —Se siente muy bien...


Su boca se hundió, en nueva cuenta, en su hombro, en donde mordió y deslizó su lengua con total libertad: Shion era un recorrido recién explorado, con su pecho subiendo y bajando agitado, su irregular respiración y sus atractivos e hinchados labios. Fue dejando marcas allí por donde pasaba los labios, mayoritariamente en la zona de su garganta y nuez de adán. Se trasladó hasta alcanzar sus labios, en donde toda ansiedad y gemidos fueron descargados.

Shion también movía sus caderas hacia él, buscando incrementar la intensidad de las embestidas y arrancando del apasionado canceriano sendos gruñidos. Manigoldo se movía contra él sin limite alguno, sin medir la fuerza ni tampoco la velocidad, y Shion lo gozaba al máximo, materializando en sonidos el placer del que su cuerpo era víctima y gimiendo una y otra vez el conocido nombre de quien le poseía en esos instantes.


—No te detengas —rogó el de amatistas irises, enfrentando directamente las azuladas orbes de su compañero. Envolvió sus hombros con los brazos y le observó con firmeza mientras sentía cómo los cosquilleos en su miembro iban incrementando de manera peligrosa. Sabía que estaba a punto de alcanzar el orgasmo, impulsado, además, por los constantes roces en su próstata, pero se las ingenió para no perder de vista aquellos ojos cargados de emoción y lascivia.



Pese al indescriptible placer, alcanzó el orgasmo vislumbrando entre temblores la cara a Manigoldo, quien no pudiendo resistir semejante expresión dedicada sólo a él, terminó descargándose en el interior del ariano.



-*-



Resultó casi imposible para Dohko encontrar a Shion. Le había perdido en algún momento de la fiesta y la última vez que le había visto, fue en compañía del extraño y carismático futbolista.

Manigoldo era de los más populares en la carrera, además de ser el capitán del equipo de futbol de la universidad: el que más entrenaba y cuyas habilidades superaban hasta a los más diestros del instituto educativo. Sin embargo, no destacaba por codearse con nerds como Shion lo era, y aunque Dohko había querido alcanzarles, en menos de un parpadeo los había perdido.

Pero definitivamente, nunca esperó encontrarlos en una de las habitaciones, durmiendo, desnudos, sobre una de las camas, con Manigoldo estrechando la cintura del rubio con posesividad. 


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