Se apoyó en la pared y rió. Rió fuerte sintiendo que su cuerpo se iba desplomando en el suelo pero unas manos fueron más rápidas y le sujetaron de la cintura. La respiración en su nuca le hizo estremecerse. Suspiró cerrando los ojos y entre abriendo los labios. Escuchó un zumbido y luego un susurro en su oreja.
- Eres hermoso
Gimió. Abrió los ojos y miró la pared. ¿Era de color celeste antes? Se giró apoyando las palmas en los hombros del cuerpo contrario. Rozó sus labios con los otros. Se sentían tan suaves. Demonios.
Unas manos se colaron por su camiseta tocando su piel. Respiró fuerte y echó la cabeza hacia atrás haciendo que chocase con la pared. El contrario le elevó por la cadera y él enrolló las piernas en la cintura de este apretándole a su cuerpo con fuerza sacando un gruñido del contrario. Sintió una succión en su cuello, y aferró las manos en la espalda del cuerpo caliente que le aprisionaba contra la pared.
- Demonios Suga – gimió moviendo su cuerpo en busca de más fricción.
- Tranquilo – se escuchó el murmullo.
Le separaron de la pared y no supo en realidad cómo llegó al sofá. Notó un aura tornasolada desprendiéndose del cuerpo sobre él. Sintió sus pantalones ser arrancados de un solo movimiento. Mierda, que se mueve rápido este cabrón.
Se sentía en el paraíso. Todas esas caricias le estaban matando lentamente. Rió entre gemidos y elevó la pelvis impulsándose en el sofá para obtener mayor contacto con aquella húmeda lengua sobre su piel.
- ¡Suga! – jadeó reclamando por más.
- Eres toda una perra – sintió la penetrante mirada sobre él. Rió enarcando la espalda al sentir que le despojaban de la camiseta – una hermosa perra.
Gimió al oírle. Por alguna razón le encantaba oír esas palabras saliendo de la boca de su mayor. Le gustaba que le dijera obscenidades cuando le iba a poseer.
- Soy tu perra, Suga, hazme tuyo – suspiró llevando ambasmanos a la cabeza del contrario enterrando los dedos en el cabello rubio y un poco sucio.
- Te voy a hacer mío toda la noche, Jimin
Jadeó viendo claramente como el mayor desabrochaba el cinturón de su pantalón lentamente, torturándole. Amaba verlo así. Era excitante cómo le provocaba.
- Date prisa hyung
- Eres un desesperado
El mayor lanzó el cinturón lejos y abrió sus pantalones dejando ver una erección que se había acostumbrado a ver durante los últimos dos meses. A Yoongi nunca le gustaron las ropas interiores.
Estiró el brazo tocando tentativamente el trozo de carne que se erguía firmemente frente al pálido abdomen del mayor. Se relamió los labios ante tan apetecible erección. Pero no tenía tiempo. No podía hacerle una felación en ese momento. Debían darse prisa, o todo se acabaría.
Yoongi lo sabía.
Afirmó con fuerza sus caderas y se restregó. Amaba cuando se restregaba contra su trasero haciéndole desear más. Le volvía loco. Demasiado loco. Gimió alto y elevó una pierna atrayendo el pálido cuerpo hacia él.
- Bésame – murmuró mirando los ojos del rubio.
Yoongi no se hizo de rogar. También lo deseaba. Atrapó los esponjosos labios del pelirrojo y los dejó libres con un húmedo sonido.
No avisó, nunca alertaba. Se introdujo en el cuerpo del menor aguantando la respiración. Sintiendo como su pene era envuelto en una capa caliente, húmeda y apretada. Demasiado apretada.
Se retorció en el mueble jadeando por la intromisión. Apretó las piernas en el cuerpo ajeno y entonces las embestidas llegaron con fuerza, en un ritmo pausado, pero fuerte.
El agarre en su cadera dolía en momentos. Ya tenía unas lindas y moradas marcas sobre esta cuando el mayor le sujetaba, en el mismo lugar. Dolía, pero no le detenía. Le gustaba, le excitaba.
Gimió alto, demasiado alto. Cerró los ojos y echó la cabeza hacia atrás enarcando la espalda, en busca de más contacto. Su piel era tan caliente y sudorosa que resbalaba ligeramente contra la otra. No podía con tanto placer. Era demasiado cuando Yoongi le tocaba. Siempre era así con él. Sólo con él.
Porque nadie más sabía cómo tocarle. Nadie más le tocaba como lo hacía Yoongi.
Nadie más le hacía correrse y llegar al clímax como lo hacía Yoongi. Nadie le susurraba suciedades mientras le penetraban con rudeza como lo hacía Yoongi.
- ¡Yoongi-ah! – jadeó sintiendo el espeso líquido caer furiosamente sobre su abdomen.
Un gruñido, y su interior sintió ardor. Ese típico ardor que sentía al ser llenado por completo. Sólo de él.
Respiró agitado y acarició el rubio cabello desordenándolo mientras la nariz de este se enterraba en su cuello. Mordiéndole.
- Jimin-ah… eres fabuloso – murmuró el rubio sin moverse de su posición.
- Te amo hyung…
Pero nunca recibía una respuesta inmediata de su parte. Siempre una respiración profunda. Una caricia, y después de quince segundos más…
- También te amo, Jimin.