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Something's Wrong. por EdwardAndLoganx

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Dentro, muy dentro de esa oscura habitación se hallaba un chico. Posiblemente no tenía más de 20 años. Su cabello era corto, castaño, suave ante los ojos del depredador que se ubicaba detrás de él, vigilándolo, apreciando ese apetecible cuerpo que había captado su atención desde la primera vez que lo vio.

Abrió sus ojos, miró a su alrededor. Su cuerpo pesaba, dolía, estaba frío. Tembló un poco antes de sentarse y mirar a su alrededor. ¿Qué sucedía? ¿Por qué se encontraba allí? No entendía. Lo último que recordaba era a un joven de cabello negro, diez centímetros más bajo que él, cubriendo sus labios con un pañuelo.

Sus manos se posaron sobre el suelo. Se relajó al saber que éste no tenía ningún rastro de polvo, indicando que, posiblemente, lo habían limpiado antes de ponerlo allí. El pelinegro sonrió un poco, satisfecho con los resultados. Llevaba semanas observándolo, obviamente tenía conocimiento de muchas cosas, de su vida.

 

Eren...

 

El castaño se estremeció al escuchar su nombre. No quiso voltear, estaba paralizado, asustado. Pero, por raro que fuese, había algo en esa voz ronca que llamaba su atención, su curiosidad. La luz se encendió, cubrió sus ojos con sus manos, la claridad lo cegaba ya que se había acostumbrado a la oscuridad.

Lentamente, quitó la protección de su rostro, acostumbrándose al brillo de la lámpara que se hallaba cerca de él. Miró sus dedos, se horrorizó cuando vio pintura en ellos. Ahogó un grito, los restregó en su ropa hasta que el rastro de color rojo y negro desapareció. Alzó la mirada.

 

Gran error, Eren...

 

Su respiración se cortó al ver el espejo que se postraba delante de él. Chilló como nunca cuando vio que su rostro era el causante de las manchas en su piel. Comenzó a perder el control al darse cuenta de que se parecía a un payaso. Un maldito, despreciable y asqueroso payaso.

 

¿Algo está mal, Eren?

 

Gritó. Lloró. Se levantó con desespero, dispuesto a borrar su reflejo. Unas manos cálidas lo detuvieron. –Cálmate, Eren. –El extraño lo obligó a sentarse en el suelo. Se colocó delante de él, era su secuestrador. –Limpiaré tu preciosa piel, ¿Puedo hacerlo?

 

–M-me... ¿M-me harás daño? –Negó, sonriendo. Remojó su pañuelo en el agua cristalina y lo pasó por su rostro, aseándolo, acariciándolo. –Y-yo... T-tú... ¿Quién eres?

 

–Soy Levi. Sólo tú puedes decirme así. –Un ligero rubor apareció en el rostro de Eren, el pelinegro evitó soltar una exclamación ante tanta ternura. Siguió lavando su rostro, recorriendo su suave piel con suma lentitud. El castaño tembló. Cerró sus ojos, apretándolos con fuerza.

 

–L-Levi... –El nombrado asintió. Una diminuta sonrisa apareció en sus labios. –E-es... Es un nombre muy bonito. –Eren cubrió su boca al darse cuenta de lo que había dicho. Su sonrojo incrementó, bajó la mirada para evitar ver la reacción de su secuestrador.

 

–Me alegra saber eso, Eren. -Tomó su mentón con delicadeza. Acercó su rostro al suyo hasta que sus labios conectaron en un perfecto beso. Suave, jodidamente tierno. Se juntaban como un rompecabezas, como si una pieza no pudiera vivir sin la otra.

 

Pero...

 

Eren, al principio, no supo cómo reaccionar. Pensó que iba a ser completamente repugnante, pero le sorprendió cuando, mecánicamente, sus labios comenzaron a moverse al compás de los de Levi. Asumió que compartir saliva con otra persona era impúdico, asqueroso. Sus pensamientos se vinieron hacia abajo cuando la lengua del pelinegro invadió su boca y tocó la suya con autoridad, dominándola.

Sus manos se enredaron en el cuello de Levi cuando éste lo recostó en el suelo y se posicionó sobre él. Eren soltó un leve gemido, nunca había sido besado de esa forma, nunca deseó que un humano lo tocase más allá de las manos o un corto abrazo. Algo estaba mal, y se dio cuenta cuando quiso que sólo Levi lo besara, lo tocara de manera indebida. Algo estaba mal, pero comenzaba a gustarle.

 

Te has quedado mudo, Eren. ¿Recuerdas tu infancia? ¿Cuándo amabas a los payasos? ¿Cuándo fingías ser uno?

 

Se estremeció cuando Levi metió una de sus frías manos por debajo de su camisa. Enredó sus dedos en su cabello y jaló un poco, disfrutando la sedosidad que poseía.

 

¿Puedes acordarte de aquel chiquillo? ¿El enano que siempre estaba enfadado? ¿Tu único amigo en ese tiempo? Hiciste un pacto con él, Eren, pero lo rompiste cuando, inconscientemente, comenzaste a sentir un terror inexplicable hacia esos seres de cara pintada y nariz roja grande.

 

–L-Levi... –Volvió a gemir cuando el mencionado beso su cuello y chupó, con calma, la zona. Succionó un poco, creando una marca rojiza en la piel morena del muchacho. –C-creo que... C-creo que... –Un dedo se posicionó en su boca, acallándolo.

 

Nunca supiste, Eren, que aquel niño se enamoró de ti. No supiste que, años después de abandonarte, volvió con la intención de que fueras suyo. Él no está dispuesto a compartirte, Eren.

 

–Nada de lo que hacemos está mal, cariño. –Acarició su rostro. –No te preocupes. Tu madre ya no te reprochará sobre tu obsesión con la limpieza, sobre tu perfeccionismo a la hora de arreglar las cosas. Ella ya no te regañará por tus pesadillas a mitad de la noche, sobre tu comportamiento agresivo cuando algo estaba mal. –Lamió su oreja, mordió el lóbulo de ésta. –Todo lo que tú digas estará bien para mí. Me acostumbraré a ti, lo prometo, sólo enséñame cómo hacerlo.

 

Él está loco, Eren, tan loco como tú.

 

–P-pero...

 

Lo sabe todo, Eren, absolutamente todo acerca de ti.

 

–Haré lo que sea, mi vida, lo que sea, con tal de tenerte. No me importa nada, cariño, nada. He dejado todo sólo por ti. ¿Podrías, por favor, apreciar mis esfuerzos y aceptarme? ¿Podrías, por favor, rendirte y ser completamente mío?

 

Eres afortunado, Eren, tan jodidamente afortunado que hasta una dulce e inocente muchacha te odiaría por ganarte el amor de la persona que más quiere. Eres cruel, Eren, porque sé perfectamente que terminarás cediendo y correspondiendo sus sentimientos.

 

–Y-yo... –Su voz tembló. Sus manos se aferraron al lugar de donde se estaba sosteniendo. El aroma que desprendía el chico lo aturdía porque olía delicioso, podría quedarse en esa posición para siempre. –S-sí...

 

Eres cruel, Eren, tan cruel como un maldito, despreciable y asqueroso payaso.


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