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Oneiroi por aries_orion

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Notas del fanfic:

Los personajes le pertenecen a Tadatoshi Fujimaki, la historia es mía.

Notas del capitulo:

Hola!!!!


Espero les guste, este escrito que nació por la festividad de día de muertos en mi país: México.


Los personajes le pertenecen a Tadatoshi Fujimaki, la historia es mía.


Sin más espero os guste esta pequeña locura.


:D


Pos a leer se ha dicho!!

 

– ¡Aomine!

Abrió la puerta sin importar nada. Su testarudo novio era difícil por las mañanas. En la cama yacía el cuerpo moreno envuelto en las cobijas, una almohada era abrazada por esos brazos fibrosos que tanto amaba. En silencio se acercó, al estar enfrente se sentó en el pequeño espacio que había de la orilla a la almohada; un movimiento sutil por parte de su novio hizo que las mantas se deslizaran hasta su cintura, dejando al descubierto parte de su hombro y espalda. Sus ojos subieron desde la punta de la sabana hasta toparse con un hermoso cuervo con las alas extendidas, las cuales abarcaban desde la mitad de la escápula hasta su hombro, algunas plumas desprendidas de su ala derecha caían por su brazo. Era un trabajo exquisito y hermoso pues el cuervo parecía que observaba todo con detenimiento mientras su cuerpo desprendía la energía necesaria para la indicación de que pronto alzaría el vuelo.

¡Era magnífico!

Cuando se lo mostro se quedó sin palabras, su chico pensó que no le gusto el que se tatuara por lo que se volvió a colocar la camisa, cuando lo hizo salió de su estupor, sin decir palabra alguna quito la camisa por completo. Aomine se dejó hacer sin decir nada. Con cuidado y como si se tratara de la cristalería más fina y delicada delineo cada línea del dibujo con las yemas de sus dedos.

Era algo fascinante.

Una sonrisa osó apoderarse de sus labios por aquel recuerdo pues estaba haciendo lo mismo. Beso el dibujo para acto seguido tratar de despertar al durmiente.

Las palabras no surtieron efecto, ni el movimiento delicado sobre su cuerpo. ¡Joder! Detestaba que Aomine tuviera el sueño pesado pues si explotaba una casa a su lado este ni se inmutaba. Optó por gritarle, cuando estaba a punto de hacerlo fue jalado con brusquedad, cerró los ojos por inercia, cuando los abrió se encontró con la sonrisa petulante adornando el rostro frente a él.

– ¿Qué haces tan temprano en mi cama?

Good morning.

Taiga le sonrió, pasó sus brazos por sus hombros, una mano la enterró en su pelo para acto seguido acercar sus labios a los suyos, comenzó con pequeños roces en aquellos labios de hiel, poco a poco sus labios entraron en aquel juego; no había incitaciones sexuales, sólo caricias, poco tiempo después los tomo para comenzar un beso pausado, calmado, las caricias no desaparecieron del todo, su chico volvió el beso en uno profundo. No se negó. Se dejó hacer. Cuando el aire escaseo se separaron lo suficiente para verse a los ojos.

–Vaya forma de despertar.

–Feliz cumpleaños mar.

La sonrisa que recibió en respuesta fue la más hermosa pues muy pocas veces su chico mostraba aquella sonrisa. Lo volvió a besar.

–Vamos levanta, un día largo nos espera.

–No, quedémonos así.

–Serás, no se puede tu familia está abajo.

–No importa.

–Pero a mí sí.

En un movimiento que el moreno no vio venir término con la espalda en el colchón, con la sorpresa marcada en su rostro y ojos, observo como Kagami se dirigía hacia la puerta dispuesto a abandonar la habitación.

–Levántate y cámbiate, te espero abajo baby.

La puerta se cerró. El moreno parpadeo varias veces para después comenzar a reír, minutos después se levantó e hizo lo que su novio le pedía.

Por otro lado Kagami bajaba las escaleras divertido pues casi siempre era lo mismo por las mañanas con Aomine; el ruido proveniente de la cocina lo sacó de su mundo, con pasos calmados se dirigió al lugar pues conocía esa casa como si fuera la suya ya que desde que aceptó ser novio del moreno la familia les obligaba a pasar un día o dos con ellos.

– ¡Kagami-oni-chan buenos!

–Buenos días Taiga, ¿pudiste levantar al perezoso de mi hijo?

–Mi hermano es un holgazán madre.

–Akira.

–Es la verdad padre.

–Oni-chan es un caso.

Realmente la familia Aomine era todo un caso. El padre era serio pero muy amable, la madre era risueña y casi siempre traía una sonrisa en el rostro pero cuando se enojaba parecía un demonio, el hermano de en medio, Akira, tenía un carácter parecido a Daiki pero este era más tratable y amable, y, la pequeña de la casa, Atenea, era la encargada de poner a todos una sonrisa pues sus ocurrencias eran divertidas, muy vivas, a todo le veía el lado positivo y hermoso. Todos eran una mezcla interesante.

–Kagami-oni-chan, mi hermano ¿si se despertó?

El pelirrojo no alcanzo a responder pues el susodicho entraba al lugar.

–Huele delicioso.

–Oni-chan hasta que despiertas, eres lento.

–No fastidies tan temprano enana.

–Basta ustedes tres.

–Yo que, ni he dicho nada.

–Te recuerdo que yo los parí y sé que estabas a nada de meterte, además que pensara Kaga-chan de ustedes.

–Que somos una familia anormal.

–Anormal serás tú Akira-tan.

Y ahí estaban las típicas peleas de esos cuatro.

Cuando presenció una por primera vez no pudo evitar carcajearse pues era muy raro y divertido ver a Daiki con esa actitud, tan natural, relajada y sin estar a la defensiva, logrando que se volviera a enamorar de él. Calló cuando noto la presencia del padre, y casi muere cuando el moreno le dijo que era su novio y siguió discutiendo con sus hermanos. El hombre le examinó de pies a cabeza aún sentado en la silla, sintió que le examinaban hasta el alma pues este tenía los mismos ojos zafiro sólo que un poco más oscuros, minutos que le parecieron horas después, el padre le dio una sonrisa y la bienvenida a la familia, se levantó para agradecerle y presentarse correctamente pues el moreno seguía en la faena con el resto.

–Espero puedas soportar a esos locos y a mi hijo pues conozco demasiado su carácter y sé que muy fácilmente te puede sacar de tus casillas pero ten por seguro que nunca tendrás un día normal a su lado.

Con aquellas palabras se sintió aceptado por completo. Sin embargo casi se desata una guerra cuando el moreno lo jalo y le gritó a su padre que no se acercara tanto a su novio, y acto seguido la algarabía volvió pero con más ímpetu y el recién llegado unido a ello.

– ¿A dónde te fuiste Rojo?

Kagami reaccionó y giró la cabeza para ver aquel par de espejos oceánicos.

–A ningún lado.

–Ustedes dos dejen de comer delante de los pobres, es que no tienen compasión.

–No es mi culpa que no tengas pareja hermanito idiota.

–Idiota tu ¡animal!

–Joder con ustedes que no se pueden comportar una vez en su vida. – La madre golpeo la mesa para que paran.

–El comenzó. –Akira apuntó a Daiki.

–El comenzó.  –Daiki apuntó a Akira.

–Suficiente deseo desayunar en paz.

Ante aquella voz todos se calmaron, pues si su madre era peligrosa su padre podía competir por el puesto del rey de las tinieblas cuando se enfadaba, por lo que los hermanos optaron por calmarse.

– ¡Cariño te amo!

Salvo su madre que era inmune.

Daiki cerró los ojos pues seguro su madre le plantaría tremendo beso a su progenitor. Comenzó a contar para darles tiempo a terminar su muestra de afecto.

–Hijo abre los ojos.

El moreno paró su cuenta al escuchar a su madre, suspiro y con temor hizo caso al pedido, rogaba con no encontrarse con alguna imagen perturbadora pero no fue así, lo que se encontraba delante de él era su familia junto con Taiga mientras su progenitora sostenía un pastel con unas velas encendidas.

– ¡Feliz cumpleaños Daiki! ­–Todos los presentes le gritaron.

–Oni-chan sopla las velitas y pide un deseo.

Así lo hizo.

Entre su madre, hermana y Taiga trajeron el desayuna a la mesa, el pastel quedaría para el postre, la plática era divertida y amena, los temas iban y venían, las peleas se desataban de vez en cuando pero el patriarca no dejaba que subiera a un nivel peligroso. Al llegar el momento de partir el pastel Taiga sacó su cámara y comenzó a tomar fotos, Aomine sólo lo interrogó y a su vez le pedía que parara pero el pelirrojo lo ignoró y siguió con lo suyo.

–Oni-chan ¿te gusto el pastel?

Daiki detuvo todo movimiento, observo al resto que lo observaba como si él tuviera la última palabras pero no comprendía de qué, aunque el pastel estaba un poco más dulce para su gusto, era pasable y además era de café y, con eso ya tenía un punto a favor por lo que tomando una cucharada más para llevarla a la boca, saborear y después contestar:

–Está bueno, un tanto más dulce de lo que yo tolero pero esta rico.

– ¡Te traeré leche oni-chan!

Su hermana se levantó con tanto entusiasmo que junto al grito dado le asustó, siguió a su hermana con la mirada hasta la cocina, no comprendía porqué tanta felicidad por sus palabras.

–Estuvo insistiendo a Taiga y a mí para que le enseñáramos a hacer un pastel para tu cumpleaños. –El moreno miró a su madre. –Y como veras, el pastel que comes lo hizo ella, nosotros sólo la observamos y ayudamos con el horno.

–Ten oni-chan.

El vaso fue depositado a su lado, observo a su hermana para después jalarla y plantarle un sonoro beso en la mejilla.

– ¡Daiki-oni-chan!

–Estuvo delicioso, sigue practicando y mejoraras, además tienes a dos maestros estupendos y dispuestos a ayudarte.

Su hermana se ruborizó hasta las orejas, le volvió a besar para después soltarla. Su madre decidió contar cómo fue que los reunió a ambos para pedirles ayuda y todo lo que hizo durante el proceso de aprendizaje, las sonrisas y las burlas no se hicieron esperar. Los regalos hicieron su aparición, sus padres dijeron que se lo darían después, su hermano le dio dos pulseras hechas a mano, una de color negro, en el centro de esta se encontraba una serpiente de color plata por toda la pulsera, la otra era plateada, en el centro un cuervo con las alas extendidas de color negro.

– ¡Wow! Akira-nii eres increíble.

–Gracias.

El mencionado no contestó pues trataba de disimular su sonrojo causado por las palabras de sus hermanos.

– ¡Ahora el mío!

La pequeña le dio una caja envuelta en papel periódico. Al abrirla y sacar su contenido, se topó con una bufanda con casi todos los tonos de azul, en una esquina traía un gato de color rojo y en la otra un lobo negro, también venía con un gorro de color verde obscuro y en medio dos cuervos negros encontrados con los ojos rojos. Estaba muy impresionado pues todo estaba hecho a mano.

–Sé que todavía estamos en verano pero no podía esperar hasta navidad así que…

– ¿Tú los hiciste?

–Casi, tuve ayuda de la abuela para hacer los dibujos. – Oh y claro que lo notaba pues los dibujos en algunos lugares estaban medio deformes pero se podía apreciar lo que realmente eran. – ¿Te gusta?

–Son preciosos, prometo que los usare siempre.

–Pero ¿y si Taiga-oni-chan te regala algo parecido?

–Pues tendrá que pensar en otra cosa porque no pienso usar otra bufanda o gorro que no sean los tuyos.

Le sonrió para después ponerse el gorro giro a su chico y le preguntó: ¿Cómo me veo?

Kagami le sonrió y le tomo una foto.

–Bueno chicos los dejo que tengo que ir a trabajar. – El padre de Aomine se levantó con su plato en dirección a la cocina.

–Cierto, chicos ya están libres, imagino que Kaga-chan quiere pasar el resto del día a solas con Daiki.

El moreno estaba a punto de replicar cuando unos brazos se deslizaron alrededor de su torso para después sentir a sus labios ser asaltados por otros.

–Yuki-san secuestrare a su hijo hasta el lunes.

–Oh querido no te preocupes por mi te lo puedes quedar hasta que regresen a clases.

–Quédatelo Kagami, así no tendré que soportar sus idioteces.

–Taiga-oni-chan cuida de mi hermano.

–Mientras este contigo y no metiéndose en peleas por mi bien. ­– El padre del moreno le dio un beso a su esposa e hija y le revolvió el pelo a Akira para perderse en el pasillo rumbo a la puerta. Conforme iban terminando sus oraciones abandonaban el lugar, dejando a la pareja sola y a un moreno en shock pues no creía lo que escuchaba de parte de su familia.

–Más te vale que te portes bien Daiki. –Un beso en su mejilla fue dado. –Vamos termina de cambiarte para irnos.

Cuando logró salir de la impresión hizo lo pedido.

Cuando bajó casi le da un paro cardiaco pues en la entrada se encontraba Kagami enfundado en unos pantalones de mezclilla azul marino, de sus cadera sobresalía un par de cadenas y el cinturón; unas botas estilo militar y una playera blanca,. Sin embargo Kagami se encontraba casi en las mismas sólo que él si se quedado sin aire al ver descender a Daiki pues su chico se veía realmente sexy con aquellos pantalones negros, una playera blanca acompañada de otra de manga larga remangada de cuadros rojos con negro.

Esbozo una sonrisa y extendió su mano.

–Vamos.

Taiga entrelazo sus dedos con los de su pareja para acto seguido arrastrarlo con rumbo al acuario. Tenía todo el día planeado para festejar a su chico y que este se divirtiera pues todos los gastos los correría él. En el acuario se divirtieron y tomaron fotos, Kagami no podía despegar su dedo del botón de la cámara para tomarle fotos a Daiki, pues desde que descubrió el mundo detrás del lente este se volvió su segunda actividad favorita y estaba a nada de desplazar al básquet.

– ¿No te cansas de tomarme fotos?

–No.

Un beso y una sonrisa fueron dadas para después volver a su lugar detrás del lente.

Del acuario pasaron a comer pizza. Su novio no le dejó tomar fotos, pero las caricias, miradas y los besos al aire no faltaron. Al terminar su comida se dirigieron a una feria. Sin embargo Daiki notó que su chico estaba más sonriente y cariñoso que cualquier otro día lo cual lo intrigo. A mitad de su caminata no pudo más con la interrogante, jalo a Kagami para tenerlo entre sus brazos y preguntar:

– ¿Por qué estás tan feliz? – La pregunta desconcertó al pelirrojo por lo que cambió la forma de la pregunta. – No es que me moleste pero haz estado muy sonriente y no me has reclamado por besarte en la calle e incluso ahora no estás haciendo un escándalo para que te suelte, ¿Qué te pasa?

Los brazos de Kagami se elevaron para quedarse al lado del cuello moreno.

–La verdad… no lo sé, desde que me levanté estoy muy feliz. Además hoy es tu día y dejare que hagas lo que quieras.

La sonrisa que Kagami le mostraba se deslizó hasta sus labios.

–Eres un caso Taiga.

–Así me amas.

Las manos de Kagami abandonaron su lugar, dio unos pasos hacia tras para acto seguido volver a tomarle una fotografía. Con sonrisas se adentraron a la feria, en el lugar se divirtieron y más cuando el pelirrojo demostró su habilidades para tirar al conseguir un tigre de bengala para el moreno, el cual no salía de su estupor pues esa habilidad no sabía que poseía el pelirrojo.

– ¿Qué?

– ¿Cómo diablos pudiste hacer eso?

– ¿Qué cosa? No te entiendo Aomine.

–Los dardos, ¿Cómo lo…?

–Oh ya, pues mi abuelo me enseñó a cazar con arco y flecha cuando era niño, – elevo los hombros para restarle importancia. – no hay mucha diferencia.

El moreno quedó más impresionado de lo que ya estaba.

No podía creer que Kagami guardara ese tipo de información para después exhibirla en algo y sorprender a la gente que, en este caso era él la mayoría de las veces. Una sonrisa afloro en su rostro, su relación con aquel chico tan fiero igual a él no paraba de darle sorpresas, las cuales aceptaba gustoso pues así nunca se cansaría de él, cuando pensaba que ya nada podía sorprenderlo de parte de su chico este venía a hacer algo que lo dejaba sin habla. No lo admitiría ni bajo amenazas y menos tortura pero amaba que Taiga le consintiera y mimara como a un niño, como con aquel peluche que yacía entre sus brazos pues desde que lo vio lo deseo pero no quería hacer gastar de más a su novio y menos con algo tan infantil, sin embargo no contó con que Taiga lo leyera para acto seguido arrastrarlo al lugar, jugar y ganar al peludo amigo.

– ¡Daiki apresúrate o te dejaré!

Aunque lo disfrutaba como nunca el que más lo hacía era el pelirrojo. Negando con la cabeza y el peludo entre sus manos caminó hasta donde su novio lo esperaba.

Un beso lo recibió. Sus dedos se entrelazaron con los contrarios para seguir con aquel caminar bajo las luces coloridas y las melodías características de la feria.

La cena fue preparada en la casa de Kagami bajo la mirada oceánica de Daiki. Mientras ingerían los platillos hablaron de todo y de nada, de temas tan complejos como idiotas o cotidianos. Al finalizar un pequeño pastel de helado fue la última sorpresa que recibió el moreno, los besos con sabor a menta, chocolate, galleta y fresas no se hicieron esperar al igual que las caricias en casi todo el cuerpo. El moreno aprovechándose de que era su día decidió embarrar al pobre pelirrojo, el cual intentaba defenderse casi no lográndolo.

–Oye, ¿qué haces imbecilismo?

–Es mi cumpleaños.

–Eso no te da permiso de emba…

No pudo ni terminar la oración cuando Daiki continuo con un ataque de besos, algunos apasionados roba aliento y otros suaves colmados de dulzura, acompañados con el dulce sabor del helado. Después de tanto besuqueo, al fin recordó el pastel que ya comenzaba a derretirse por lo que Kagami lo regreso al refrigerador, separándose de Aomine quien lo soltó sin mucha resistencia, detalle que no percibió el pelirrojo. Mientras recogía los platos su cintura fue rodeada por un par de brazos acanelados, un par de labios se deslizaban desde su nuca hasta su hombro dejando de vez en cuando un beso. Movió su cabeza hacia un lado para darle más espacio

–Aomine. – Un beso más en su hombro.

–Taiga… quiero hacerlo.

No pudo contestar pues el moreno ya se encontraba caminando en dirección de la habitación. El ruido de la puerta cerrarse lo sacó de su letargo. Observo los platos que se encontraban en la mesa, una sonrisa lasciva afloro en su rostro en compañía de un pensamiento, los platos pueden esperar pero mi cuerpo clama por cama-ejercicio.

Kagami conforme se acercaba a la puerta su línea de pensamientos era tan vasto y pervertido que le ocasionaban oleadas de placer pues sabía que su moreno novio le haría de cualquier cosa utilizando como pretexto su cumpleaños. Su cuerpo se estremeció ante su propia imaginación. Al abrir todo pensamiento fue cortado de tajo junto con su sonrisa.

– ¿Q-q- qué significa esto?

–Por esta noche quiero cambiar de lugares.

Eso no se lo vio venir. Sabía que Aomine era muy, muy imaginativo cuando se trataba de sexo pero eso, eso nunca se lo esperaría de su parte. Un pequeño jadeo llegó a sus tímpanos. Escaneo aquella imagen tan lentamente pues no creía lo que se situaba en su cama. Su entrepierna dio una pulsación mientras su boca se sentía repentinamente seca como si se encontrará en el desierto y sólo lo que yacía entre sus sábana podría calmar la sed.

Aomine se encontraba en el centro de la cama, una pierna flexionada y la otra extendida, separadas los suficiente para dejar ver un bulto cubierto por un bóxer que parecían más una segunda piel que una prenda de color rojo, una camisa blanca de manga larga abierta dejando al descubierto algo del torso fibroso. Sus labios un tanto rojizos y abiertos en compañía de un par de fieros ojos anhelantes, cristalinos e inundados de excitación; un brazo doblado detrás de su cabeza y el otro en un lento sube y baja a lo largo de su cuerpo.

Esa pose debería estar prohibida para Daiki.

–Taiga~

Aquel llamado bastó para hacer reaccionar al chico. Camino sin decir nada hasta quedar en medio de sus piernas pero al borde de la cama.

–Aomine ¿qué significa esto?

La pregunta hizo detener todo movimiento de parte del moreno para dejar ver en su rostro la incredulidad para después dar paso al enojo pues ese ceño fruncido en compañía de aquel puchero fue más que suficiente para comprender que quizá desataría una guerra de orgullo.

– ¿Tu qué crees? – Kagami respondió con una ceja alzada para frustración del moreno quien estaba tratando con su ego y orgullo por igual. – Bakagami no te atrevas a obligarme a decir esas palabras.

– ¿Qué palabras?... Aomine si no te explicas no esperes que comprenda lo que quieres. No leo la mente ¿sabes?

– ¿Qué no es obvio?

–Ciertamente, pero lo que quiero saber es el porqué de la pose tan provocativa.

–Es broma ¿no? – Nuevamente la misma maldita ceja alzada fue su respuesta. –Maldito bastardo, hijo de tu grandísima madre…

–Deja de perder el tiempo y ve al grano Aomine.

–Maldito… ya que es mi cumpleaños quiero como regalo que me folles, ¿es que no me escuchaste la primera vez idiota?

Oh pero por supuesto que había escuchado pero como con el moreno no se sabía a qué atenerse en cuanto a sexo se refería por lo que mejor era cerciorarse ¿no?

–Aomine no te voy a follar.

– ¡¿Qué?!– Aomine se incorporó y le apuntó con el dedo. –Bakagami no te at… – Fue cortado bruscamente por el pelirrojo quien le tomó de la muñeca para jalarlo hasta su cuerpo y plantarle un beso.

Al finalizar aquel ósculo el moreno tenía que ser sostenido por Kagami pues sus piernas temblaban y amenazaban con mandarlo al piso.

–Te voy a ser el amor Daiki.

Con esa frase el ritual más antiguo descubierto y hecho por los hombres comenzó dentro de aquellas paredes multicolores.

El beso se desplazó de los labios hacia la mejilla izquierda para comenzar a descender hacia el cuello, trapecios y el hombro, al mismo tiempo sus manos fueron subiendo por sus abdominales, pecho, rozando con sutiliza las tetillas para meterse debajo de la camisa; empujo la prenda para que se deslizará por los brazos y cayera al suelo. Se separó de aquel cuerpo trabajado como el suyo para encontrarse con una respiración irregular, unos labios entreabiertos, unas mejillas ligeramente rojizas y unos ojos totalmente brillosos. Sonrió de lado para tomar uno de los brazos contrarios, besó cada dedo con sutileza, como si se tratara de alguna dama del siglo XVIII, continuó con los nudillos, la muñeca, el antebrazo, el brazo hasta, pero antes de tocar los labios le hablo, ronco y profundo.

–Sujétate.

Aomine apenas tuvo tiempo de reaccionar cuando fue alzado, en automático sus piernas se ciñeron entorno a la cintura de Kagami y sus brazos a los lados del cuello.

– ¿Qué haces?

Kagami no respondió, caminó hasta que la espalda morena chocará contra la pared. Un beso más asfixiante comenzó. El cuerpo contrario se estremeció provocando que sus brazos y piernas se apretaran más.

– ¿Por qué? – Aomine no respondió por lo que volvió a preguntar. – ¿Por qué quieres cambiar los roles Daiki?

–Porque es mi cumpleaños.

–La verdad o no continuo.

–No te atreverías a parar. – Y nuevamente aquella ceja fue alzada en clara señal de advertencia de no me retes. – Yo… quiero sentir lo que tu sientes siendo el pasivo y… si eres tú… yo me dejaré, só-sólo te lo permitiré  a…

Una arremetida contra su trasero y un par de labios hicieron que las palabras regresaran al interior de la garganta de Aomine. El beso se prolongó todo lo que Kagami quiso; cuando el aire escaseaba sólo se separaba unos segundos para volver a la faena mientras su miembro seguía dando embestidas al trasero medio abierto del moreno pero la maldita tela no permitía que fuera más haya, Kagami quería sentir esa piel totalmente desnuda bajo sí.

–Taiga… haz, haz algo… quiero… yo…

Joder. Su moreno no paraba de restregarse cual gato mimoso contra su cuerpo mientras pronunciaba palabras de súplica y, dado que ya tenía bandera verde para con el cuerpo moreno no haría esperar más a su novio.

Dejó la pared para volver a caminar hacia la cama y lanzar su carga con nada de delicadeza sobre esta.

– ¡Idiota no tenías por qué…!

El reclamo de Aomine murió en cuanto sus ojos se toparon con los movimientos contrarios.

Kagami se desvestía con calma y con cierta sensualidad sin mover la mirada de los ojos azulinos. Al salir la última prenda se lamió los labios como si enfrente de él se situará el mejor manjar preparado para su disfrute.

Y vaya que disfrutaría de ese platillo tan peculiar y privado.

–Acomódate y abre las piernas Daiki.

El moreno ni replicó ante la orden. Se situó nuevamente en medio de la cama, sus piernas las abrió tímidamente. Su cuerpo no paraba de temblar ante los vestigios de aquel tono empleado por Kagami. Autoritario y profundo.

Se estremeció cuando uno de sus pies fue tomado y elevado para segundos después sentir unos labios calientes y húmedos. Tuvo que llevar una mano a su boca para contener el jadeo que empujaba por abandonar su boca. Poco a poco aquellos labios fueron subiendo, besos y mordidas, como si quisiera devorarlo, eran intercalados durante el ascenso. Una de sus manos se aferró a las sabanas cuando esos labios llegaron a su muslo, su miembro palpitaba de desesperación por ser liberado pero no se atrevía a moverse y mucho a menos a hablar, quería que Kagami tuviera las riendas totalmente. Quería sentir a su chico en su faceta de dominante.

–Ah.

Su otra pierna fue tomada para brindarle el mismo trato que la otra. Un pequeño beso fue otorgado en su pene aún cubierto. Un jadeo abandonó su boca. Los labios continuaron ascendiendo por sus abdominales, sus costados recibían caricias de arriba abajo, su tetilla derecha fue mordida. Sus dedos se pusieron blancos por la fuerza ejercida pues comenzaba a perderse en una nebulosa deliciosa de sensaciones y sentimientos que sentía que en cualquier momento se desmayaría por ellos.

Al ver directamente el miembro apresado de su pareja lo invadió un deseo inexplicable de tomar posesión de esa parte, rozó con sus labios la dureza de su chico, saboreo con su lengua todo lo que ahora le pertenecía aunque todavía la molesta tela seguía en su lugar.

Podía escuchar los gemidos del moreno y eso impulsaba sus deseos de devorarlo, mordió ligeramente el pene recibiendo un gemido ahogado acompañado de un pequeño movimiento de caderas por la acción.

–Taiga… haz… mmm yo… – Una lamida y después una mordida en su oreja izquierda le provocaron una corriente eléctrica que atravesó todo su cuerpo para concentrarse en su miembro.

– ¿Qué quieres Daiki?

–Yo… mmm, yo- yo quiero…

– ¿Qué Daiki? Dime lo quieres. – Una mordida más a la oreja fue proporcionada.

–Deja de jugar y comienza a prepararme.

–Tan ansioso estas. – Una sonrisa de mofa se apoderó de los labios contrarios.

–Hijo de…

Y nuevamente fue acallado por un beso, lo cual comenzaba a fastidiarlo pero no se quejaba si los besos eran así de apasionados. Kagami dejó los labios contrarios para quitar esa última prenda que obstruía el principal motivo. El bóxer fue arrojado al piso. Un miembro goteante se mostró, Kagami casi babea, buscó fuerzas para mantener su autocontrol, se mordió los labios para seguidamente abrir las piernas lo más que estas dieron. Dios, aquella imagen era la más erótica que nunca antes había visto. Su sangre comenzaba a calentarse al grado de ebullición, su pene comenzaba a mandarle reclamos a través de pulsaciones de lo ansioso y deseoso que se encontraba.

Volvió a besar esos labios tan exquisitos, tan embriagantes que lograban volverlo un completo idiota cada vez que tocaban su piel.

Le mostró sus dedos para que comenzara a humedecerlos. Los pasó por sus labios y los sumergió en la boca contraria, la lengua de su novio acariciaba la punta de sus dedos, de una manera hipnótica. Parecía que sus falanges pasarán de ser cosas de carne y hueso a un helado que el moreno comenzaba a lamer de una manera que atentaba a su autocontrol con demasiado poder. Para distraerse de aquella escena, comenzó a repartir besos en el torso. Con su otra mano libre repartió caricias en una pierna canela hasta el costado izquierdo, suaves y de vez en cuando un apretón en el muslo. Al sentir sus dedos empapados lo suficiente los retiro.

Aomine lo miró con extrañeza al momento de retirar los dedos de sus labios.

–Creo que  eso suficiente nene.

Las mejillas morenas se tiñeron completamente ante aquel apodo. No pudo ni terminar de procesar aquello cuando su cuerpo vibró ante la caricia inesperada cerca de los pliegues de su ano. Su cuerpo se tensó al completo mientras su cerebro daba la orden de alejarse del intruso.

Kagami al notar las reacciones de Daiki se detuvo, con mucho cuidado jalo de las caderas morenas para que regresara a su posición inicial; deslizó sus manos muy suavemente hasta la parte trasera de las rodillas para tomarlas y con cuidado abrirlas. Todo esto bajo palabras dulces y susurradas en su oído, besos dispersos en su rostro para que se tranquilizara.

–Daiki, tranquilo, – un beso en su mejilla derecha, – pararé en cuanto lo pidas, – otro beso en la comisura de los labios, – mi amor abre los ojos.

Aomine  poco a poco comenzó a abrirlos, trataba de tranquilizarse pues le era difícil ante esa sensación nueva. Mentalmente se había preparado para el acto siendo el pasivo pero su cuerpo le había traicionado en el momento –medio– importante. Ante las últimas palabras de Kagami optó por abrir los ojos. Su corazón aumento de ritmo en cuanto los ojos rojizos se cruzaron con los suyos.

–Ey ¿cómo estamos?

–Yo… – Un beso lento le interrumpió.

–Podemos parar Daiki.

–No. – El moreno obstruyo la protesta con sus dedos sobre los labios. – Vamos a… quiero continuar y tú lo vas a ser así te pida o suplique que pares ¿entendido?

Una risita salió de los labios contrarios ante semejantes palabras. Kagami tuvo que morderse el labio inferior para no soltar la carcajada ante lo dicho pues Aomine ni porque estaba a nada de perder la virginidad de su culo perdía su carácter orgullosos y mandón.

–Sera como tu ordenes mi vida.

–Deja de poner… – Y nuevamente fue acallado por un par de labios, ya ni el intento de replicar hacía, optó mejor dejar de pensar y dedicarse a sentir.

Tan sumido se encontraba en las constantes olas de sensaciones brindadas por las manos de Taiga, quien después de una sesión de besos y caricias, tanto al cuerpo como al pene, logró regresar la excitación en el cuerpo que yacía bajo de él.

Lentamente deslizó un dedo por el pliegue de las nalgas pero noto que la saliva de sus dedos ya se había secado; sin dejar los labios contrarios estiró una mano hasta el buró para sacar un bote de lubricante. Empapándolos lo suficiente, volvió a deslizar sus dedos en el trasero de Aomine, un gemido recibió como respuesta ante su acción. Cuando lo sintió listo, un dedo más fue introducido, movimientos circulares y pequeñas embestidas otorgaba a aquel culo que nunca antes había sido tocado por manos que no fueran las propias.

–Ta-Taiga-ah… mmm…

Un tercer dedo acompañó a los otros en el baile de preparación. Continúo aquella danza por más tiempo pues quería que su chico pasara por el menor dolor posible. Sacó los dedos. Su miembro aclamaba atención, su cuerpo anhelaba sentirse dentro del culo de Aomine, cuyo rostro jadeante pedía en silencio lo que su cuerpo exigía a gritos.

–Sostente precioso.

Dos segundos después Aomine soltó un alarido que no supo si clasificarlo como gemido de placer o de dolor.

–Lo siento… pe-pero es mejor de una sola em…

–N-no… muevas. – Aomine tenía los ojos fuertemente cerrados ante el escozor que sentía en su ano ante la repentina invasión.

–No lo haré. –

Kagami por otro lado trataba de controlar su respiración y su cuerpo pues éste deseaba iniciar el movimiento en aquel pasaje húmedo, caliente y apretado. ¡Dioses! Era una sensación indescriptible y demasiado fuerte. El dolor proveniente de su espalda por las uñas encajadas de Daiki de alguna forma le hacían detenerse para no comenzar a embestir.

Kagami recitaba palabras dulces a los oídos de su amante para calmarlo aunque sabía que ni él se encontraba en calma.

–Muévete…

Las embestidas eran suaves, lentas y circulares para que Aomine se acostumbrara pues no deseaba lastimarlo ni tampoco quería volver aquel acto a algo brusco por no poder contenerse. Las corrientes eléctricas seguían recorriendo su cuerpo. Sus ojos no podían apartarse de la figura contraria, sus gestos, su boca entreabierta y el pecho subiendo y bajando con rapidez le tenían hipnotizado. Tomó una de las piernas canelas elevándola para colocarla alrededor de su cintura. No sabía si era dolor o placer los gemidos que abandonaban esa boca tan primorosa que constantemente le hacían caer en el pecado más peligroso pero aun así continuó sin reparos, lo haría disfrutar, encontraría aquel punto exacto que lo volvería loco.

– ¡Ah!

El moreno se arqueo de tal manera que su miembro quedó aprisionado por unos segundos entre ambos torsos. Algo turbado por la acción contraria, detuvo todo moviendo pensando que quizá había dañado a su chico sin quererlo, analizó el cuerpo hasta que comprendió el porqué de aquello. La expresión del cuerpo le dijo lo necesario. Había encontrado aquel punto erógeno que incluso a él lo llevaba al delirio cada vez que Daiki lo rozaba o tocaba.

–Taiga… no mgh – Unas pequeñas auto embestidas fueron producidas por Aomine.

–Eres un mandón Daiki.

–Cierra el pic ¡ah! ¡Dios Taiga!

–Ahora resulta que soy un dios.

–No- no es mmm, no e-es lo que qu-quería ah~

Aomine enterraba las uñas en la piel de la espalda con cada embestida recibida. Su respiración era errática y sentía que el aire no le llegaba a los pulmones. Su temperatura corporal la sentía aumentar con cada arremetida. Necesitaba sentir más el cuerpo contrario.

–Más… más rápido… ah

Kagami acató la orden. Sus oídos se encontraban ansiosos por volver a oír un gemido como el soltado cuando encontró el punto del moreno, acarició y embistió tan rápido y profundo convirtiendo a Daiki en un manojo de nervios revolucionados totalmente bajo su cuerpo.

–Taiga~ más… Joder Taiga… no te detenga-ah mgh…

–Daiki no contengas tus gemidos, déjame escucharlos sin obstrucciones mi amor.

Volvió a aumentar el ritmo. Una tras otra Kagami disfrutaba del calor proveniente del interior de Daiki, era estrecho y delicioso, una y otra vez deseaba con desenfreno no aportarse de la calidez de su amante, de su piel, de su voz sollozante, de todo aquel placer que los arrastraba a un torbellino de sensaciones demasiado fuerte para los dos que no deseaba terminar ese acto por nada del mundo.

Daiki se encontraba en un estado igual o peor que el contrario, cada vez que cerraba los ojos no paraba de ver el universo, estrellas y constelaciones por doquier cada vez que su novio daba en aquel interruptor que no sabía poseer. Sus gemidos se volvían cada vez más fuertes, y, aunque trataba de retenerlos las palabras de Kagami regresaban para impedir su acto pero de alguna manera le incitaban a subir el volumen de ellos.

¡Santa mierda!

Las embestidas a su punto le brindaban tanto placer que no comprendía cómo le hacía Taiga para soportar todos los rounds que tenían, pues aparte de su cuerpo su mente se encontraba en blanco y no procesaba del todo lo que ocurría a su alrededor salvo el cuerpo encima del suyo. Ni rastro del temor sufrido al principio de la preparación había a esas alturas del acto, lo cual agradecía pues realmente estaba disfrutando el estar abierto de piernas mientras Kagami lo embestía.

–Mmgh… Taiga… ¡Dios! No pares…

Su pierna izquierda fue elevada, las estocadas se volvieron más salvajes. Tuvo que aferrarse con una mano a la sabana y la otra al brazo de Kagami. Las sensaciones se volvieron más deliciosas.

Ambos comenzaban a sentir el hormigueo nacer de sus bajos vientres.

Las embestidas se volvieron lentas, la mano derecha del moreno fue jalada y acariciada hasta que sus dedos se unieron con los contrarios, mientras aprovecharon el recuperar un poco de aire, tranquilizar su respiración y brindar un poco de caricias, minutos después las embestidas salvajes regresaron. Las piernas morenas se cerraban más entorno a la cadera contraria al igual que su brazo en el cuello y sus uñas en la piel de la espalda.

–Ya… ya no a… Taiga…

–Juntos nene.

Unas cuanta arremetidas más provocaron el clímax de Aomine, el universo explotó tras sus párpados; la contracciones de las paredes internas provocaron que tres embestidas más Kagami eyaculara en el interior de Daiki. Taiga se dejó caer sobre el cuerpo debajo de él, ambos alientos chocaban en las orejas contrarias, las manos no se soltaron. Las respiraciones se normalizaron después de varios minutos.

Taiga se elevó para apoyarse en sus codos, observó al moreno con la respiración aún agitada, el sonrojo en sus mejillas, con los ojos cerrados.

–Te ves tan jodidamente sexy que eres un pecado andante Daiki.

El moreno abrió los ojos. Su sonrojo se acentuó más por el cumplido recibido.

–Ci-cierra la boca.

–Lo haría pero estoy ocupado.

– ¿Con qu…? – Sus labios fueron asaltados, su cavidad fue invadida por un músculo húmedo y caliente. Sus labios se movían a la imposición de los contrarios sin protestas.

–Deja de hacer eso.

– ¿Qué?

–Callarme con be… – Y nuevamente fue callado.

–Lo pensaré. – Un beso cayó en cada uno de sus párpados.

–Idiota… oye ¿no piensas salirte?

– ¿De dónde? –Kagami observa a Daiki con un gesto de total inocencia que le provocaba dudas sobre el haberse entregado a un tipo tan… extraño.

–De mi… mi in-interior. – Los ojos azulinos se movieron para no ver a los rojizos.

–Naa, se está muy a gusto en ti.

Los besos se reanudaron, las caricias volvieron, sin embargo Kagami no salió del pasaje del moreno en ningún momento pero lo que hacían estaba estimulando el miembro de Taiga.

–Entonces ¿qué se siente ser el pasivo?

–No estuvo mal… aunque puede ser mejor.

–Perfecto dame tres minutos más y mejoramos esas críticas tan feas.

–No pensarás que…

–Exacto, – un beso casto en sus labios, – después de todo es tu cumpleaños y como regalo quisiste ser el pasivo, – otro beso, – y como buen hombre debo cumplir las peticiones de mi pareja. – Un beso más. – Feliz cumpleaños Daiki.

El moreno resignado ante el pozo cavado de su propia tumba por él mismo ya no objeto más, en cambio dejó que Kagami lo volviera a tomar como mejor le placiera, total como dijo el pelirrojo era su deseo y su cumpleaños.

 

Un cuervo vigilaba bajo el camuflaje que el árbol y la noche brindaban.

 

Durante las siguientes dos semanas no dejó que el moreno saliera de la cama para nada, no obstante tuvo que dejarlo descansar ya que en una semana regresarían a clases y este no quería regresar en mal estado además de que no podría soportar sus clases pues en su mayoría todas las recibía sentado en un aula a diferencia del pelirrojo que las recibía en su mayoría parado.

A regañadientes lo soltó pero eso no significaba que lo dejaría ir de su casa.

Los besos, mimos y una que otra paja no faltó en aquella semana de abstinencia pero eso no significaba que las pláticas eran dejadas de lado. Se la pasaron viendo televisión, jugando, cocinando y durmiendo.

Al regresar a la universidad ambos casi no se habían podido ver pues sus semestres se habían vuelto más pesados y los profesores más exigentes, sin embargo eso no era impedimento para colarse entre los brazos ajenos, arrullarse con el palpitar del corazón y embriagarse con el calor y olor ajeno.

De vez en cuando un cuervo entraba en su rango de visión, ya sea parado en algún árbol, pared o tubo de luz; algunas volando y otras a unos segundos antes de alzar el vuelo. Era sublime y a la vez raro pues desde la noche en que Aomine le pidiera que le hiciera el amor este no paraba de aparecerse.

Quizá era coincidencia, por lo que no le prestaba atención y lo dejaba estar.

Dos meses después por fin tenían un respiro, dos días libres pegados al fin de semana les daban cuatro días de absoluta pereza y descanso, además de poder dormir hasta que sus cuerpos les gritaran por movimiento. Pese a ello no se salvaron de ir a cenar con la familia del moreno. Al llegar el moreno tuvo que ser sostenido por Taiga pues este casi cae al suelo de la sorpresa que se hallaba al frente de la puerta de su casa junto con su familia.

Sus padres y hermanos tenían una sonrisa por la reacción de Aomine. Su madre fue la que rompió el silencio

–Este es un regalo de parte de tu padre, hermano y mío, sabemos que ya ha pasado dos meses de tu cumpleaños pero hasta ahora pudieron entregárnosla. Teníamos duda de que te gustaría pero por lo visto te ha fascinado ¿no?

Aomine estaba demasiado sorprendido por lo que veía que incluso se le olvidó como hablar, además de no poder creer lo que se encontraba ante sus ojos. Al frente de él se encontraba una motocicleta BMW R 1200 en negro, los amortiguadores de enfrente eran de color azul eléctrico, unas franjas en forma de rayo en rojo atravesaban toda la motocicleta, era realmente una belleza andante. Daiki no podía creer que sus padres le dieran algo como eso además de no merecerlo pues sabía que en varias ocasiones les causó problemas con su actitud; con pasos vacilante se acercó, la examinó y tocó como si fuera algo sumamente delicado.

– ¿Quieres escucharla?

El moreno volteo hacia su padre el cual le extendía las llaves, las tomo de sus manos; con mucho cuidado se subió y con la mano temblando insertó la llave, la giro para segundos después escuchar el ronroneo del motor, se estremeció con cada vibración. Volteo a ver a sus padres para gritarles un gracias y varios te amos, cuando se sintió satisfecho volteo hacia Kagami y extender su brazo.

– ¿Vamos a dar una vuelta?

Kagami dudo por algunos minutos pues el retorcijón que en ocasión perturbaba a su estómago y corazón se hacía presente con más ímpetu, esa cosa de dos ruedas era hermosa pero no le terminaba de agradar del todo. Sin embargo el ver a su peli-azul con la mano extendida, la excitación, felicidad y la expectativa bailaban en sus ojos; pues aquel par de iris que fungía como traductor le gritaban que tomara su mano.

Un graznido le sacó de su guerra interna.

Un aleteo le distrajo de su chico para observar aquella ave de plumaje tan negro como la noche.

– ¿Kagami?

Algo le decía, le gritaba que no subiera, que convenciera a su chico de que revisaran la motocicleta para no sufrir ningún percance. Sólo por seguridad.

– ¿Taiga?

La voz. Esa voz a la cual no podía negarle nada fue lo que necesito para hacer a un lado esas oraciones y caminar hacia aquella mano.

Tomó una gran bocanada de aire para subirse, se aferró a la cintura de Aomine, recargo su cara en su espalda y esperó hasta que este se pusiera en marcha.

Los graznidos de aquella ave volvieron a escucharse. Su corazón  a veces se oprimía y otras se detenía. Sus brazos se aferraron a la espalda que tanto le gustaba para acto seguido cerrar sus párpados.

No obstante, la noche era una excelente encubridora para todas aquellas atrocidades que el día se negaba a cubrir bajo su manto.

Al abrir los ojos y notar que a su alrededor todo era blanco en conjunto con los sonidos característicos de los aparatos monitores característicos dedujo que se encontraba en un hospital, cerró los ojos para poder examinar su cuerpo adolorido. Sus piernas las sentía, el tobillo derecho le dolía, subió hasta sus piernas, algunos ardores provenían de ambas pero uno sobresalía en la izquierda, prosiguió con la subida hasta su torso, sus músculos le dolían como si hubiera entrenado hasta desfallecer, algunas costillas le mandaban pulsaciones de dolor, prosiguió, la muñeca izquierda la tenía inmovilizada, la cabeza le dolía pero de ahí en más no sentía nada fuera de lugar y todas las partes de su cuerpo se encontraban en su sitio.

Dio un largo y hondo suspiro, cerró los ojos para calmar su dolor de cabeza cuando las imágenes de él con Daiki montados en la motocicleta se proyectaron en su mente como una película. Como este le pedía que le quitara el casco para que se lo pusiera él pues le molestaba para ver. Como le pidió que bajara la velocidad y este le atacaba con ser un cobarde para minutos después sentir como volaba, unos brazos alrededor de su cuerpo y después sumergirse en una oscuridad absoluta.

– ¡Aomine!

El grito salió por sí solo, observó con más detenimiento el lugar en el que se encontraba, la habitación era de hospital pero con un poco más de lujo, las vendas de su tobillo le llamaron la atención, se quitó la bata, más vendas en su torso y a lo largo de sus costillas, otra yacía alrededor de su pierna izquierda la cual comenzaba a mancharse de sangre, algunos moretones sobresalían. Sin embargo su cuerpo en ese momento le importaba un bledo necesitaba saber de Daiki. Estaba por levantarse cuando la puerta fue abierta y Alex entró.

–Taiga.

–Alex ¿Qué haces aquí? ¿Dónde está Aomine? ¿Cómo está? ¿Sabes algo? – Noto como la chica vacilaba ante la mención del moreno.  – ¿Alex? ... ¡¿Alexandra qué pasó, dónde está Daiki?!

La chica dio un pequeño salto por las preguntas en voz alta, con los ojos acuosos se acercó y habló:

–T-tuvieron un accidente…la motocicleta… el cable de los frenos se desprendió tirando todo el líquido en el proceso, Aomine lo notó por eso te dio su casco… trato todo lo posible por bajar la velocidad pero la carretera era inclinada por lo que daba más… en una curva perdió el control y… cayeron A-Aomine se llevó la peor parte… perdió mucha sangre… ahora se encuentra en cirugía.

Kagami trato de seguir las palabras de su casi madre pues sentía que en cualquier momento se desmayaría, su pecho le dolía y en su estómago nacía un agujero negro mientras su garganta la sentía seca cual desierto.

–Lle-llévame con él.

–No, tienes que descan…

– ¡Que me lleves con él!

Taiga no estaba para guardar compostura y mucho menos educación, necesitaba saber de su novio, necesitaba saber que estaba estable. Se levantó de la cama como pudo pues su cuerpo lo sentía más pesado después de escuchar las palabras de la chica.

–No puedes salir así, – Kagami estaba por replicarle –ten, ponte esto o es que quieres que Aomine haga una masacre cuando despierte y se entere que a su chico lo vieron casi desnudo. –Kagami puso cara de no entender las palabras dichas por lo que le aclaró. –Estás en calzones Taiga.

El pelirrojo bajó su mirada hacia su cuerpo corroborando lo dicho, con un pequeño rubor y una sonrisa de lado tomó los pantalones de franela que le tendía Alex pues tenía razón su chico era capaz de eso y más si alguien lo veía así.

Salieron de la habitación. Al llegar a la sala de espera se dieron cuento que todos sus amigos con sus respectivas parejas, la familia Aomine al completo y su padre se encontraban en el lugar.

–Taiga, ¿qué haces levantado?, regresa a la cama.

–Estoy bien papá, ¿Qué saben de Aomine?

El silencio se hizo presente. Nadie se atrevió a decirle nada. Salvo el padre.

–Está en cirugía, no han salido a decirnos nada. ¿Cómo te sientes?

Taiga estaba por contestar cuando las puertas que daban paso a la sala de cirugía se abrían y salía un médico junto con Midorima, en sus ropas había rastros de sangre, pero casi todos se concentraron en el semblante del peliverde y este no les gustaba para nada.

– ¿Shin-chan?

– ¿Son familiares de Aomine Daiki?

–Si. ¿Cómo está?

– El joven llegó en estado de shock hipovolémico causado por las graves heridas por todo su cuerpo. La pierna derecha tenía una herida cortante de tres centímetros de profundidad, alcanzando el hueso pero no de gravedad,  una herida punzante en el  costado derecho lo cual le generó una grave hemorragia externa desde que sufrió el accidente hasta que lo pudimos atender, también un neumotórax izquierdo a consecuencia de una costilla fracturada por la fuerza del impacto...

– ¿Está estable? – El padre interrumpió al médico pues eso no le importaba sólo quería saber si su hijo estaba con vida.

– A mitad de la cirugía fuimos sorprendidos con que el joven se encontraba embarazado, el embrión tenía aproximadamente nueve semanas de gestación.

Todos contuvieron el aire, más de alguno tuvo que ser sostenido por tremenda noticia. Kagami estaba a nada de caer pues aquello fue algo que realmente no se esperaba, Aomine estaba en estado, tendrían un hijo.

– Revisamos, seguimos con la cirugía pero el cuerpo del joven se encontraba demasiado débil, hicimos todo lo que pudimos, señores realmente lo siento pero el joven falleció.

–No. –La madre de Aomine se había cubierto la boca con ambas manos por la noticia recibida.

–P-pero… –Taiga estaba a nada de desfallecer.

–Recibió casi en su totalidad la fuerza del impacto por ir manejando, sumándole la caída y la hemorragia, aunque en un principio el embrión de alguna forma nos detuvo en varios aspectos, pues los medicamentos que podríamos suministrarle podrían dañarlo o incluso matarlo, desistimos de intentar salvarlo ya que estaba claro que no sobreviviría y la única oportunidad de salvar a alguno era salvar al joven, aunque aun así no lo logró...señores realmente lo siento.

El doctor se retiró pero la imagen de aquella familia le afectó en demasía pues todos derramaban lágrimas en estado de shock.

–Mi-Midorima dime que lo que dijo el doctor no es verdad. –El peliverde no lo miro. – ¡Shintarou!

–Es la verdad Kagami, el hecho de que Aomine estuviera en estado junto con la pérdida de sangre… no soportaron la cirugía.

– ¡No! ¡Estas mintiendo! ¡Aomine no puede estar muerto! ¡No puede!

–Lo siento Kaga…

– ¡Tus disculpas no me regresaran a mi bebe y mucho menos a Daiki!

–Hijo.

Todos en silencio observaron cómo Kagami caía de rodillas al suelo, una mano arañando su pecho a la altura del corazón mientras la otra yacía en su rostro, las lágrimas parecían cascadas brotando de sus ojos, el aire no llegaba a sus pulmones. Midorima se dio cuenta por lo que corrió a ayudarlo pues el pelirrojo estaba teniendo una crisis de ansiedad y las heridas sangraban mucho.

No sólo el pelirrojo se encontraba en ese estado pues todos lloraban la pérdida de un amigo, un hermano, un hijo.... Sin embargo los más afectados eran Momoi, la familia y Kagami, el cual no paraba de maldecir y negar la muerte del moreno.

Para Kagami su mundo se volvió negro.

Cuando nuevamente despertó su padre se encontraba a su lado, detrás su pareja, con la mirada le preguntó sobre Aomine, la respuesta tan temida fue dada nuevamente, maldijo a diestra y siniestra, aventó cuanto objeto se encontraba delante de él para finalizar llorando entre los brazos de su padre.

No comprendía como su moreno estaba muerto.

No podía comprender que su hijo estuviera muerto, que ni siquiera pudo conocerlo por una pantalla.

No podía comprender que su familia haya muerto sin siquiera poder llamarlos así.

La puerta de la habitación fue abierta.

–Siento interrumpir pero esto se encontraba entre las pertenencias del joven Aomine, los familiares me han pedido que se lo entregue joven Kagami.

Taiga salió entre los brazos de su padre para tomar la caja de cartón un tanto maltratada. La enfermera salió del lugar.

Kagami con manos temblorosas destapó la caja, dentro había uno zapatitos tejidos de color rojo, las lágrimas volvieron a acumularse en sus ojos, le entregó a su padre el par para poder sacar lo demás, al hacerlo las lágrimas nuevamente fueron derramadas, los espasmos atacaron su cuerpo, pues en su mano yacía una caja de color azul marino, dentro se encontraba un anillo de oro, una serpiente de color blanco a lo largo de este y por ojos un par de zafiros.

Sus ojos iban del anillo a los zapatitos.

–Pasos a seguir: uno, llevar a Kagami al mirador por la noche; dos, darle un beso; tres, darle la caja; cuatro, esperar su reacción por él bebe; cinco, pedirle matrimonio; seis, exigirle ir a su departamento para que me tome pues por su culpa todo el tiempo quiero hacerlo.

Kagami observó a la pareja de su padre sin entender lo que decía.

–Esta hoja se cayó cuando abriste la caja.

Le entregó la hoja la cual tenía manchas de mermelada, tierra y un poco de sangre, la letra del moreno se podía leer claramente. Volvió a leerla pero en lugar de escuchar su voz era la de Daiki, no pudo más, las lágrimas de nuevo fluyeron pues antes de tener el accidente su chico le iba a decir lo del bebé y pedirle matrimonio bajo las estrellas pero el accidente no se lo permitió sino que además le arrebató la vida a sus dos personas amadas.

Lloro aferrado al par de objetos mientras su padre lo acunaba entre sus brazos.

Al salir del hospital se encerró, no salió para nada de aquella habitación testigo muda de todas las promesas dichas, de todas las noches intoxicadas de amor y sexo, te todas aquellas pláticas de miedos, problemas y resoluciones; de todas aquellas peleas que terminaban en una apasionada reconciliación, sollozos o palabras destilando amor.

Lloró como nunca lo hizo. Grito hasta que sus cuerdas bucales le sangraron y su voz murió. Maldijo a todo y a todos. Se maldijo y se culpó.

Sus ojos perdieron brillo, su cuerpo color y vida, ambos se extinguiéndose tan lentamente como una llama habitando una vela.

Su padre le pedía que comiera. Le pedía que se cuidará las heridas. La pareja de su padre igual pero con un tono más maternal y de vez en cuando con un par de caricias en su cuerpo pero no podía.

No podía probar bocado. ¿Para qué hacerlo? Su luz, su motor, su aire, su todo le había sido arrebatado.

No supo cuántas horas, días o semanas pasaron y tampoco le importaba. Sólo medio reaccionó cuando le informaron del funeral de su chico.

Como si cargara toneladas sentía su cuerpo. Con mucha dificultad logró ducharse y cambiarse, el negro no lo podía usar, el azul marino cubrió su cuerpo. Al llegar al lugar en compañía de su padre y la pareja de éste, el lugar se sumergió en un intenso silencio que incluso a él le lastimaba los oídos. No pudo dar un paso al interior del lugar, de lejos observó aquella caja de madera barnizada que tanto odio. El padre comenzó con la ceremonia. Uno a uno, los que lo deseaban, pasaron a decir unas palabras. Sin embargo conforme lo iban haciendo las imágenes se deslizaban en su mente, cuadro tras cuadro, sentimientos tras sentimientos fueron revividos. Quienes lo quebraron fueron su suegra y su cuñada, pero aun así no cayó.

No supo cómo pero resistió cada puñalada con pies de plomo. Resistió hasta que casi todos abandonaron el lugar.

Camino con pasos seguros hasta esa maldita caja de madera negra.

Camino sin importarle sentir que caminaba bajo cristales rotos.

Camino sin importarle el peso oprimiendo  su corazón y el nudo en su garganta.

Bendito sea el clima que decidió dejar caer sus lágrimas para poder camuflar las suyas.

No importó que su cuerpo fuera empapado por la lluvia. No le importo nada pues nada le regresaría a su moreno.

Nunca más volvería a ver ese pequeño mar que yacían en sus ojos.

Nunca más volvería a ver su cuerpo lleno de vida.

Nunca más volvería a escuchar su voz llamándole de tantos tonos y formas.

Nunca más volvería a tocar aquella piel tan fría al tacto pero tan caliente que se confundía con brasas de un fuego azul.

Nunca más sentiría sus caricias en su piel. No más besos. No más te amo. No más… nada.

Nada es lo que le quedaba.

Salvo recuerdo mundanos que aunque quisiera nunca podría transportarlos a la realidad.

No supo en qué momento la caja fue bajada y sepultada bajo la tierra.

Se dejó caer al frente de aquella maldita placa.

Su frente recargada en aquella lápida de cemento fue su sostén. Las gotas nublaban su visión. Se abrazó a sí mismo.

Las personas que se quedaron a apoyarlo pero dándole su espacio dejaron de existir o quizá ya se habían ido, en el momento que su frente hizo contacto con aquella superficie rugosa.

No supo cuánto tiempo pasó en aquel lugar y en la misma posición pero sus extremidades lastimadas comenzaban a protestar por el trato dado. Se enderezó para sentarse correctamente. Sus ojos no podían apartarse de aquellas oraciones bañadas en negro.

 

Aquí yace un ángel disfrazado de demonio, amante de la velocidad y de su Rojo. Hijo, hermano y amigo en las buenas y en las malas. Una pantera es lo que lo caracteriza y un petirrojo siempre estará a su lado. Alza las alas bañadas en rojo, que el infinito sea el límite demonio.

                       Daiki Aomine de Kagami.

                                   (1994-2018)

 

Los ojos nuevamente se le cristalizaron. Las lágrimas surcaron sus mejillas. Una sonrisa triste apareció en sus labios.

Un graznido le hizo levantar la vista de la tumba de sus amores. Mismo graznido que no ha parado de escuchar desde aquella mañana.

Un cuervo se encontraba parado sobre la lápida, lo observaba, dicha ave le recordaba al que tenía Aomine. El cuervo dio un saltito para quedar de lado, extendió sus alas pero antes de alzarse lo observó por algunos minutos, volvió a graznar, extendió sus alas, se impulsó y  alzó el vuelo, varias plumas se desprendieron de su cuerpo, una cayó lenta y grácil sobre la lápida.

Kagami estaba en su sitio sin mover un sólo músculo. Cuando salió de su asombro sonrió con tristeza para acercarse a la lápida y tomar un de las plumas que habían caído.

–Los amo.

Deposito un beso en el frío cemento, dio medio vuelta y emprendió un caminar lento, alejándose del lugar donde se quedaba su corazón y parte de su alma.

Al llegar a su casa se quitó toda la ropa en el trayecto de la puerta hasta la cama, se metió entre las mantas, la pluma fue depositada en el buró, la observo hasta que nuevamente los recuerdo con Aomine invadieron su mente sin contemplaciones ni piedad.

– ¿Cómo viviré sin ustedes? ¿Cómo viviré sin ti?

Su vista se mantuvo fija a la fotografía del portarretrato negro donde yacían un par de fotos, una de la ecografía de su bebé y otra de Aomine con el peluche entre sus brazos sonriéndole.

El sueño lo introdujo a su mundo.

Sin embargo el sueño se volvió pesadilla.

 

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¡Daiki!

Sudando, con el corazón acelerado y los ojos cristalizados fue como despertó Kagami. Desorientado por la pesadilla o sueño de recién observó a su alrededor para ubicar donde se encontraba. Su mente era un caos. No podía distinguir cuál era la realidad y cual era un sueño.

En su mente se proyectaban imágenes que no le gustaban y mucho menos las últimas.

¡Maldita sea!

Su cabeza le punzaba como nunca y su corazón no paraba de latir. Intentó tranquilizarse con exhalaciones e inhalaciones. Optó por poner los pies sobre una superficie dura y no sobre la cama. Su latir poco a poco fue cesando. Volvió a intentar enfocar y cronometrar las imágenes junto con sus últimos recuerdos pues lo último que recuerda era a su entrenadora diciéndoles sobre un campamento de verano con todos los equipos de la generación de los milagros. Entrenamientos, juegos, comidas, fiestas, Kuroko, Alex, Tatsuya, Momoi, Aomine… Aomine y él jugando, él surfeando bajo la atenta mirada de todos, Aomine sonriéndole, Aomine debajo de él gimiendo, Aomine llamándolo cobarde, un cuervo… Aomine y un cuervo en su piel…

¡Aomine!

Las imágenes más fuertes llegaron a su mente como un vendaval, los sentimientos, los pensamientos, el llanto, los gritos, las maldiciones, su bebé y su chico muertos.

Un escalofrío lo recorrió desde la punta de los pies hasta el último de sus cabellos. Su corazón se detuvo al igual que su respiración. Intentó levantarse de la cama pero la fuerza en sus piernas lo abandonó cayendo nuevamente a la cama, sin embargo aquel hueco junto con el nudo regresaron a su cuerpo, su mente nuevamente fue un caos.

Tenía que levantarse.

Tenía que salir de aquella habitación.

Tenía que ver a su chico.

¡Tenía que saber que se encontraba vivo!

Volvió a intentar calmarse para poder incorporarse. Segundos que le parecieron horas, por fin pudo salir de la maldita cama. Salió de la habitación, caminó por los pasillo que sintió como túneles, asfixiantes y obscuros. Un graznido lo hizo detenerse. Su corazón comenzó a palpitar tan rápido que temió que este se saliera de su caja torácica. Temblando y con la mano en el pecho dio un par de pasos hacia atrás, se detuvo al lado de una ventana que se encontraba abierta, el aire salado característico del mar no lo tranquilizaron ni un palmo. Con temor y rogando a todas las deidades habidas y por haber giró la cabeza hacia el árbol.

Tuvo que sostenerse del marco de la ventana para no caer, sus piernas temblaban y amenazaban con no soportarlo más. Sus ojos se abrieron y cristalizaron. En aquella rama se encontraba el maldito mismo cuervo de sus sueños. Lo miraba fijamente, sus ojos tan negros como su plumaje que se asemejaba a la más cruda obscuridad, le provocaba tantas sensaciones y sentimientos que no sabía cuál era el peor de todos.

Los mismos sentimientos de aquella noche bajo la lluvia y frente a una lápida opacaron cualquier otro sentir.

No podía ser cierto.

No podía ser verdad aquellos recuerdos tan crueles.

El ave volvió a graznar, se posiciona para alzar el vuelo, antes de hacerlo lo volvió a mirar por algunos segundos y después alzar el vuelo en compañía de un graznido más. La misma maldita pluma cayó en la ventana.

Kagami reaccionó. Saco fuerzas de donde pudo y corrió.

Corrió como si su vida dependiera de ello, brinco de tres en tres las escaleras y casi pierde el equilibrio por la velocidad empleada. No le importo. Al llegar a la planta baja escucho ruidos provenientes detrás de una puerta. Corrió a ella. Entró tan ruidosamente que las personas que se encontraban en el lugar se asustaron y algunas dejaron caer lo que sostenían.

Observó con escrutinio el lugar.

La cocina, en ella se encontraban Alex, Tatsuya, Momoi, e Imayoshi, todos los observaban sin comprender el porqué de su estado.

Valiéndole una soberana mierda el tono y las palabras les preguntó:

– ¿Dónde mierda estamos?

Todos se voltearon a ver.

– ¡¿Dónde estamos?!

–Bro ¿estás bien?

– ¡Sólo contesten maldita sea!

–Taiga cálmate, estamos en una de las residencias de Akashi junto a la playa, ¿Qué no recuerdas que vinimos para vacacionar y practicar entre todos los equipos?

Claro que recordaba pero no estaba seguro si esto era la realidad o un mero sueño.

No entendía nada.

Te amo.

– ¿Dónde están todos los demás? ¿Dónde está Daiki?

Los chicos no entendían qué le pasaba al pelirrojo y mucho menos porque buscaba y llamaba al moreno por su primer nombre.

Te amo Rojo.

– ¡¿Dónde está Daiki joder?!

­–Kagami-kun debería tranquilizarse, – Ni siquiera la presencia de Kuroko lo alteró como siempre. – Todos están en la pla…

No se quedó a escuchar hasta el final, corrió fuera de la casa en dirección de su chico. Corrió sin impórtale que se encontraba en pijama, desnudo del torso y descalzo. Corrió sin importarle los gritos tras de sí para que se detuviera. Corrió hasta la playa donde volvió a rezar a todas las deidades para que él estuviera bien.

Al llegar a playa casi desfallece.

Ahí estaba.

Ahí estaba su chico riendo y jugando con los demás.

Ahí estaba ese cuerpo que lo volvía loco y que le transmitía tanta paz.

Ahí estaba su razón de vivir, su aire, su mundo.

Pero tenía que asegurarse que no fuera una ilusión, que no fuera un sueño que en cualquier momento se transformaría en pesadilla para darles después el paso a la realidad.

– ¡Daiki!

El nombre le brotó de la boca sin ser consciente de ello. Su corazón tomó el control de su cuerpo.

Por el grito todos se detuvieron para mirar a su dirección.

No le importó si por su rostro caían lágrimas y mucho menos le importaba que su relación se descubriera, recordaba y estaba seguro que el moreno le había pedido que al finalizar esas mini vacaciones dieran a conocer su relación.

–Kagami ¿pero qué mierda te pa…?

No dejó que terminara aquella pregunta, que  ni siquiera para  él tenía la respuesta.

Lo atrajo a su cuerpo en un abrazo posesivo, necesitaba sentir aquel calor tan frío y a la vez característico de ese cuerpo tan preciado.

Necesitaba sentir el golpeteo del corazón contrario contra su pecho.

Necesitaba llenar sus pulmones de aquel olor tan intoxicarte y embriagante que a veces sentía que era más una droga que algo natural producido por el propio cuerpo.

Sentía como el cuerpo contrario temblaba y su pulso aumentaba conforme el tiempo pasaba.

Deslizó una mano desde la espalda baja para subirla lentamente por aquellas vértebras tan exquisitas y sensibles, su mano llegó a la nuca, separó su rostro de aquel hueco que le permitía hacer tantas cosas para tomar aquellos labios de hiel entre los suyos. Lentos y suaves roces fueron dados para explorar lo inexplorado. Su aliento siendo absorbido por la boca del otro. ¡Dios! Ese sabor, ese aliento. Amaba tanto al bastardo sínico. Un pequeño moviendo de parte de los labios contrarios bastó para comenzar con aquel beso tan ansiado.

Poco a poco el beso se transformó en apasionado, las lenguas interactuaban en un baile cubierto bajo un telón húmedo y caliente. Algunas succiones y mordidas hicieron acto de presencia. No le importaba la falta de aire pues apenas sentía que no podía más volvía a tomar aquellos labios de chocolate blanco. Recordó donde estaba y con quienes pero aquello le importaba una mierda. Necesitaba saber que su chico estaba vivo. Que aquellos labios que temía tocar se encontraban dispuestos y calientes.

Una mordida-caricia fue lo último que hizo para separarse de su droga personal, su respiración era errática pues el aire era casi nulo en sus pulmones, sin embargo no deseaba separarse de ese cuerpo que ahora lo tenía apresado por la cintura. Su frente recargada suavemente en la contraria, sus manos acariciando el rostro mientras sus falanges le regalaban caricias delicadas.

Una sonrisa triste se adueñó de sus labios.

Sus ojos amenazaban con derramar aquellas gotas saladas. En su garganta se comenzaba a sentir el nudo obstructor al igual que en su estómago.

Estaba vivo. Estaba vivo. ¡Vivo, Joder!

Se lo repitió cual mantra pero, aun así temía abrir los ojos y toparse con que eso era nada más que una fantasía; el destino no podía ser tan cruel, quien quiera que fuera que controlaba las vidas de los humanos no podía ser tan desalmado, pero sabía que, podía ser una verdadero hijo de puta por lo que temía abrir los ojos.

Estaba aterrado de que aquel beso, calor y caricias en su cadera fueran una broma inhumana de parte de… de quien fuera.

–Hey ¿Qué sucede?

Esa voz suave como si fuera una caricia delicada llegó a sus oídos y, aun así no quería abrir los ojos.

– ¿Kagami?

Joder. No quería abrir los ojos. No quería toparse con la realidad pues un segundo golpe como el primero no lo soportaría.

–Taiga.

Oh santísima mierda. Como amaba ese tono que envolvía su nombre. Sintió como un par de dedos toman su mentón, con delicadeza subían su rostro pero aun así no se atrevía abrir los ojos. Joder no podía, no podía, estaba tan aterrado. Por primera vez en mucho tiempo se sentía aterrado, sentía en carne propia todos los niveles del miedo.

–Taiga abre los ojos y dime ¿qué sucede?

No podía. No podía.

–Rojo… déjame ver ese par de gemas fuego.

¿Oh porque tenía que usar aquello?

–Rojo.

Que no sea un sueño. Que no sea un sueño. Que no sea un sueño.

Con temor fue abriendo sus ojos, parpadeó un par de veces para poder enfocar.

–Ahí están mis gemas preferidas… hey ¿Qué sucede? Sé que soy irresistible pero eso…

Oh santísima mierda y todo su esplendor. Ahí estaba. Ahí estaban ese par de océanos brillando y refulgiendo como fuego que tanto amaba. No estaban opacos. No estaban muertos.

–E-estás… estás vivo… vivo…

Sus lágrimas se derramaron. Su cuerpo fue atacado con espasmos. Su corazón palpitaba tan rápido que se sentía desfallecer pues este le robaba energías a sus piernas para poder hacer aquellos movimientos tan rudos; y no se equivocaba, sus piernas no lo sostuvieron más por lo que se fue deslizando hasta el suelo siendo sostenido y a su vez arrastrando al moreno.

– ¿Taiga? ¿Taiga estás bien, qué pasa, porqué lloras?

El casi desvanecimientos de Kagami no le gustó para nada a Daiki además de que comenzaba a asustarse pues su novio actuaba extraño desde aquel grito, lo cual le extrañó y más cuando lo vio en pijama en compañía de una mirada que no podía descifrar del todo.

Y ahora de la nada le abrazaba tan fuerte como si temiera perderlo, de darle un beso tan… diferente de todos los que le había dado que no sabía qué sucedía. Comenzaba a asustarse pues ahora su chico lloraba a lágrima viva y no paraba de murmurar que estaba vivo, sin contar con que de la nada dejó de sostenerse por lo que lo sostuvo hasta depositarlo en la arena.

–Taiga ¿qué pasa?

El pelirrojo tomó su rostro con ambas manos mientras depositaba besos por todo su rostro los cuales sentía húmedos por las lágrimas derramadas. Las mismas palabras nuevamente eran repetidas.

Estas vivo. Vivo. Vivo…

Cansado y algo ofuscado por el actuar de Kagami lo detuvo.

–Taiga ¿Qué pasa, por qué dices que estoy vivo? Joder Bakagami que yo recuerde no he…

–Te amo.

Eso no se lo esperaba. Aquello ya eran palabras mayores incluso hasta para el propio pelirrojo quien decía que no confiaba mucho en las palabras y menos en esa.

– ¿Qué? ­– La pregunta salió como un balbuceo.

–Te amo.

–Taiga, estás comenzando a asustarme, ¿qué diantres te pasa?

Kagami apenas iba a contestar cuando el graznido del ave se oyó. El miedo regresó a su ser. Sus ojos vieron que detrás del moreno la maldita ave negra volaba.

Las lágrimas volvieron a correr. El nudo se intensificó. Su cuerpo comenzaba sufrir de temblores.

–Yo… yo, tú… tú estabas muerto, la-la lápida, una motocicleta y… y-y el maldito cuervo… ¡Prométeme que no subirás a una puta motocicleta! –El moreno ahora si no entendía nada. – ¡Promételo Daiki! ¡Promételo!

–Taiga.

–No podría vivir sin, no quiero perderte en tan poco tiempo, no quiero, no quiero, no quiero perderte Daiki… mi amor te lo suplico, te lo ruego, no subas a una motocicleta sin antes revisarla…por favor, por favor bebe.

Las lágrimas seguían cayendo. Aquellos ojos que antes reflejaban determinación y fiereza ahora estaban inundados de terror y súplica. No le gustaba lo que estaba pasando.

– ¿Qué diablos pasa Rojo?

Apresó a Taiga entre sus brazos, mientras este se aferraba a su cuerpo, sus manos apresaban su camisa por la espalda y su rostro era enterrado en su pecho, su camisa poco a poco se iba humedeciendo por las lágrimas de su chico. Con la mirada busco a Himuro y Alex para preguntar lo que sucedía pero sólo obtuvo una mueca de total desconcierto pues no sabían qué pasaba con el chico. Observó a los demás que estaban en igualdad de condiciones. Extrañados y preocupados por el pelirrojo.

Notó como Himuro se acercaba a ellos por lo que con la mirada le pedía que midiera sus palabras.

–Aomine creo que sería conveniente llevar a Taiga de regreso y…

– ¡No! – El grito del pelirrojo calló a Himuro y asustó al resto. – No- no me separen de Daiki. No quiero, no quiero alejarme de él. Daiki te lo pido no-no me alejes.

Las lágrimas seguían recorriendo aquel rostro que ahora tenía en sus facciones el miedo.

Al moreno se le estrujo el corazón. No podía, ni creía la imagen de miedo de su chico. Enojado e impotente le pidió a Kagami que se sujetara de su cuello, este apenas terminó de escuchar la orden la realizó sin decir nada. El moreno cargo a Taiga al estilo nupcial para regresar a la casa y tratar de calmarlo para poder sacarle el porqué de su estado.

Fue seguido por todos. Al cuarto sólo dejó que entrara Himuro ya que de alguna forma lograba calmarlo; Alex ingresó minutos después con una bandeja de té y pastelillos para todos pues por lo visto esto iría para largo.

Cuando por fin lograron que se tranquilizara lo suficiente, le hicieron beber el té. Kagami no permitía que Daiki se alejara de él. Alex y Himuro con palabras suaves le pidieron que les contara. Una hora después de más lágrimas e hipidos lograron entender lo que ocurría. Aomine se quedó velando el sueño de su chico. Los otros dos salieron para hablar y calmar a los demás.

Al salir fueron bombardeados de miradas y preguntas preocupados pero quienes más sobresalían eran Kise, Takao, Riko, Momoi y, para sorpresa de todos, Kuroko.

Los llevaron a la entrada que era el espacio más grande de la casa pues las escaleras, sala y comedor se encontraban cerca, lo que daba más lugar para que todos escucharan.

Entre Himuro y Alex les hablaron del porqué del estado del chico.

Daiki velaba los sueños de Taiga, de vez en cuando le daba caricias en el rostro mientras este se pegaba más al cuerpo contrario.

 

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La obscuridad reinaba. El olor característico de la humedad invadía su olfato. Gritaba pero si voz no salía. El miedo comenzaba a ganar terreno en su cuerpo. Comenzaba a desesperarse, le gustaba la oscuridad, sí, pero aquello ya rayaba en lo espectral. ¿Dónde estaba? ¿Dónde estaba Daiki? ¿Acaso sería un mero sueño y nuevamente estaba a punto de regresar a aquella realidad?

–Corre, corre que el día se acerca, prepara tus vestidos más finos pues el carnaval en tu nombre va a comenzar. La reina eres ante más de una nación. Juegos, fiesta y baile bajo tu nombre y en tributo son para ti. ¡Abran paso que la reina va a pasar! Reina temida y respetada es. ¡Cuidado con su vestido de seda negro! ¡Que la algarabía comience!

El fuego en las antorchas iba cobrando poder conforme aquellas frases eran pronunciadas, un camino iluminaban. Las frases volvieron a ser pronunciadas. Camino hasta el final. Al frente un trono de huesos, en el asiento el mismo cuervo de ojos rojos. El miedo inmovilizó su cuerpo.

¡No! ¡No podía ser un sueño! ¡No podía!

Un graznido fuerte y claro hizo que detuviera toda clase de pensamientos.

–Oh mi pequeño, hace mucho que no me visitabas. ¿Cinco? ¿Tres? ¿Siente años?

–Ocho. – La palabra salió sin siquiera pensarlo y meditarlo.

–Oh cierto, disculpa pero pronto comenzará mi fiesta y pues… tu comprendes pequeño.

Kagami no comprendía nada.

–Y no lo harás hasta el dos de noviembre, mientras tanto cuida ese amor tuyo pues la muerte lo acecha, pequeño minino.

Antes de siquiera replicar ya había sido expulsado de la presencia de aquella mujer de vestido negro y de un maquillaje sin igual.

– ¡No!

Nuevamente Kagami se levantaba con la respiración acelerada al igual que su corazón. Examinó el lugar donde se encontraba, la misma habitación donde se despertó por primera vez.

Cuida ese amor tuyo pequeño pues la muerte lo acecha.

Daiki

Salió de las mantas. De nuevo aquella sensación de terror invadió su cuerpo. Corrió hasta encontrarse entre los brazos moreno. Los escalofríos atacaron su cuerpo.

Cuida ese amor tuyo… la muerte lo acecha.

El mismo mensaje se escuchó en su cabeza pero menos nítido, como un susurro.

Se aferró más a su chico. Cerró los ojos mientras inhalaba el olor embriagador del dueño de su ser.

La luz del sol comenzaba a fastidiarlo. No quería abrir los ojos y mucho menos alejarse de aquel cuerpo tan tibio que se encontraba aferrado a su cintura. Algo enojado por la luz giró sobre su propio eje pues su captor no le daba mucho espacio para moverse, hundió y restregó su rostro en aquel pecho desnudo con apenas algunos bellos. Una pequeña sonrisa de satisfacción surco su rostro. Los brazos alrededor de su cuerpo se apretaron un poco más al igual que las piernas. Uno de sus brazos salió para acariciar la espalda contraria.

Sentía una mirada escanearlo desde hacía un tiempo. Con pereza abrió los ojos para toparse con un par de iris tan profundos como el mar observarle, un pequeño beso fue dado para después moverse y quedar aquel rostro amado hundido ahora en su pecho. Le beso la cabeza. Las caricias no se hicieron esperar de parte de ambos

–Buenos días baby

–Hmm – Un gruñido amortiguado fue la respuesta obtenido y clara señal de no querer salir de donde se encontraba y la verdad el pelirrojo tampoco.

Un par de días después de aquella pesadilla su moreno resolvió regresar antes de lo planeado pues por alguna razón no se sentía cómodo rodeado de todas las miradas de consternación y preocupación de parte de los chicos y ni se diga el propio pelirrojo. Cuando entro al cuarto pidiéndole hacer maletas sin ninguna justificación acato la orden sin reclamar y preguntar. Al llegar al departamento de Kagami este fue arrastrado hasta la cama y ser apresado en un abrazo asfixiantes para segundos después sentir el cuerpo sobre el suyo temblando, pequeños sollozos eran dados y su camisa ser mojada por lágrimas.

No pregunto y no dijo nada pero logró hacer que Aomine subiera un poco más para poder estrecharlo correctamente. Cuando sintió al moreno sólo soltar pequeñas exhalaciones pregunto:

– ¿Qué pasó?

La respuesta lo arrastró hasta la imagen de él bajo la lluvia mientras lloraba enfrente de la lápida.

Te deje solo y mate a nuestro hijo por ser un idiota.

Sin quererlo también afectó a Daiki.

El resto del día se la pasaron en la cama abrazados y hablando del sueño mientras esparcían caricias y besos al cuerpo contrario. Por la noche le pidió al moreno que lo tomara. La noche fue lenta y caliente, hicieron el amor como si fuera la primera vez que se adentraban en aquel terreno oscuro pero placentero. La luna fungió como vela romántica.

Desde entonces no salieron del hogar de Kagami.

Pasados del sueño se colaban en el sueño de Taiga, lo que generaba un sobresalto al despertar y no poder volver a dormir. Se quedaba contemplando Daiki o se paraba en la ventana a perderse en el infinito de la noche y el amanecer.

No obstante, la tercera noche su moreno novio le pidió que le hiciera el amor. Gentil, suave y con veneración trato al cuerpo que le era ofrecido.

Ahora la maldita luz comenzaba a ganar terreno en su habitación.

No quería alejarse de aquel calor tan exquisito y reconfortante pero su estómago comenzaba a pedir alimentos. Cerciorándose de que su chico volviera a caer en el mundo de Morfeo se desligo con mucho cuidado de su lado para preparar algo de desayunar. Al regresar se topó con una mirada destilando excitación y amor. Le sonrió. Camino hasta su lado depositando la bandeja en el buró, apenas sus manos la soltaron su cuerpo fue jalado para caer de espaldas a la cama, sentir como sus labios eran invadidos y conquistados por un viajero ya conocido. Sonrió por la acción.

–Vaya forma de darme el buenos días Aomine.

–Aja, – Su cuello era besado y mordido con algo de brusquedad.

–Oye…

–Quiero hacerlo, – Ahora, su rostro recibía caricias suaves y sutiles por aquellos labios tan hinchados a consecuencia de la noche. –quiero que me vuelvas a tomar… quiero saber que tanto se puede hacer realidad tu sueño. – Depósito un par de besos en su nariz y otros más en sus labios. – Quiero un hijo Taiga… quiero intentarlo.

–Lo intentaremos todo lo que quieras pero ahora vamos a comer. – Beso su frente.

El moreno se quedó en su mismo lugar pero con la mirada seguía las acciones de Kagami, el cual tomó la bandeja para caminar y sentarse en el otro lado de la cama.

La bandeja ahora yace en el tocador con los restos de comida. El moreno sostiene un par de panqueques, con  la otra mano busca algún canal interesante, un documental le ha tocado su vena curiosa, se restriega cual minino mimoso entre las piernas  y pecho de Kagami mientras este lo estrecha más entre sus brazos.

 

México se viste de negro, morado y anaranjado en estos momentos pues a finales de octubre y principios de noviembre se prepara para dar una bienvenida digna a sus muertos, la algarabía, la nostalgia pero sobre todo el respeto es lo que recorre las calles de todo el país… Sin embargo aquí la invitada de honor es…

 

Kagami comienza con una sutil sonrisilla que va aumentado conforme las imágenes y palabras son expulsadas del televisor.

– ¿De qué mierda te ríes Bakagami?

Un apretón en su cintura y un beso sonoro en su mejilla fue la respuesta dada por este pero, la sonrisa no se fue de su rostro ni cuando Aomine comenzó a estimular su miembro. Las posiciones fueron invertidas. Su cuello fue rodeado por un par de brazos canelas, sus fosas nasales fueron invadidas por el chocolate, la crema chantilly y un sutil sabor a fresas y antes de apresar aquellos labios de chocolate blanco susurro:

–Te amo tanto Daiki.

Un rubor exquisito, un palpitar desenfrenado, una sonrisa pequeña y unos brillantes ojos fue su respuesta en compañía de un pequeño gemido del cuerpo que comenzaba a transformarse en un fuego ondulante.

 

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El ave extendió sus alas, en sus rojizos ojos aún se vislumbraba el reflejo de una pareja comenzando un baile tan antiguo bajo unas sábanas negras.

Voló hasta aterrizar en un hombro tan delgado que apenas le ofrecía un soporte.

–No crees que te pasaste un poco con ellos.

–Oh vamos, no seas aguafiestas.

–Eso fue cruel,  – Un media sonrisa fue esbozada en esos labios tan blancos y delgados por lo dicho. – my lady.

–Fue el alma ganadora Ambrots.

My lady no debería jugar así con…

–Calla Ambrots y déjame disfrutar.

Bajo un frondoso árbol se encontraba una mujer enfundada en un vestido elegante característico del siglo XX de color negro, la parte superior morado con negro se distinguía bajo aquel chal de tela delgada y brillosa, un arreglo de flores moradas, rosas y naranjas adorna un lado de su enorme sombrero. Su cuerpo era tan delgado que al verla te asombras de que el vestido mostrará un cuerpo bien proporcionado.

My lady.

–Bien. – Dejó caer un par de flores esponjosas y anaranjadas mientras se alisaba el vestido y se acomodaba en sombrero. – ¿Cuánto queda?

–El suficiente para llegar al atardecer y disfrutar desde el comienzo my lady.

–Me gustan estas fechas pero sobre todo amo esa maldita nación. – Una pequeña risilla fue soltada. – En marcha mi querido amigo que la fiesta nos espera.

El ave extiende sus alas, con un graznido alzó el vuelo mientras algunas de sus plumas abandonaban su cuerpo, sus ojos rojizos no perdieron de vista la silueta de la dama quien movía su cuerpo en un elegante caminar.

 

Una de aquellas plumas surfeo los cielos hasta deslizarse entre las cortinas ondeantes por el viento en dirección a una cama cubierta de sábanas negras. Una gema fuego siguió su descenso hasta la lámpara que yacía al lado de la cama. El viento entró con más ímpetu pero la pluma no se movió de su lugar.

 

 

Alguna causa central, alguna causa llena de historia, alguna causa maldita debía existir para que las cosas ocurrieran de esta manera.

José Revueltas - Muros de Agua

  

Notas finales:

Yo!!!

¿Qué tal les pareció? ¿Les gusto?

Este fic salió a causa del día de muertos, la cual es una festividad mexicana, no sé si en el resto de los países latinos se celebra, pero bueno, estas fechas son las que más me gustan pues recuerdan a sus muertos, van a los cementerios les llevan flores, música o se quedan con ellos a comer, dependiendo de cada familia, no sé, es una tradición muy bonita. Además que la invitada de honor a parte de los muertos es la catrina, la cual es la muerte misma pero en mujer con bestinos del siglo XIX y XX.

También quiero agradecer a Ievelia Lazaro quien me ayudo en la parte del lemon pues para eso soy algo mala. :)

Aqui les dejo esto para aclarar algunas cosas de la historia. :D :

Armidoro médico italiano que vivió en el siglo II, escribió sobre los sueños en su obra Oneirocrítica, que significa el arte de la interpretación de sueños, él dividió los sueños en dos categorías: Enhypnia: no tienen consecuencia, ocurren al azar; y, Oneiroi:traídos por Morfeo, visiones y anuncios oraculares, esto sueños tienen tres diferentes subcategorías: 1.-Sueños venidos directamente de la fuente divina (profecía); 2.-Sueños que muestran eventos exactamente como van a pasar; 3.-Sueños ricos en alegorías, que requieren a un experto (oneirólogo) para su interpretación.

“El simbolismo del cuervo, ya se ha visto, está lleno de contradicciones. Demiurgo y héroe civilizador, clarividente y profeta, pájaro solar y a la vez tenebroso, anuncia desgracia y muerte y a veces protege, Esta ambivalencia proviene de sus propiedades físicas variadas, pudiendo cada una de ellas servir de soporte a una interpretación simbólica”. (Jean Chevalier).

Griego o40;μβροτος = “ámbrotos = inmortal”  lo obtuve de la pagina: https://etimologia.wordpress.com/2006/12/04/muerte/

 

Espero les haya gustado.

Perdonen las faltas ortográficas.

Hasta la próxima. :D

Yanne!!!!


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