— Shoy muy desgraciado — lloraba Aioria en el hombro de Ikki.
— Lo she, yo también lo shoy — Ikki hacía lo propio en el hombro de Aioria.
Los Caballeros de Bronce llevaban algún tiempo en el Santuario para prepararse como futuros Caballeros de Oro, y los dos amigos habían organizado una cena en el Templo de Leo, y después de muchas, pero muchas copas, habían terminado hablando de sus corazoncitos rotos, mientras los otros participantes en la cena, sus hermanos y sus parejas, los miraban avergonzados (Shun y Aiolos) o divertidos (Saga y Hyoga).
— She murió por mi culpa — decía el Fénix.
— Despuésh de tanto tiempo me viene con que shólo somosh amigosh.... Buaaaaa
— Aioria... — suspiraba el centauro con una gota en la cabeza.
— Lash mujeresh shon todash unash #&@* de $%&#— gritó el león.
— ¡Aioria! — gritó su hermano intentando que soltara el vaso— . Deja de decir tonterías.
— No shon tonterías — lo defendió Ikki— , no lash necesitamosh, podemosh hacer como vosotrosh — dijo señalando a los cuatro alucinados Caballeros.
— Ikki — Shun intentaba calmar a su hermano.
— Esho — coincidió el león— , podemosh encontrar pareja shin salir del Shantuario ni de las Casash.
— Shi, y antesh de Shan Valentín.
— Esho, y el primero en hacerlo tendrá al otro como eshclavo un mesh.
— Shí, escríbelo Shun — pidió Ikki.
— P-pero Ikki...
— Basta de tonterías — gritó Aiolos.
— No, déjalos cielo, puede ser divertido — decía Saga mientras buscaba lápiz y papel.
— Sí, deja que hagan el ridículo — intervino Hyoga— . ¿Y quiénes serán las víctimas?
— Pues... — Saga se rascó la cabeza con el bolígrafo— . La mayoría tienen pareja, déjame pensar... Sólo quedan Shaka y Shura.
— Shí, eshe rubio va a dejar de sher el Shanto de la Virgen — exclamó emocionado el Fénix.
— Ashí she habla, el eshpañol eshe she va a enterar de lo que esh un león — coreó Aioria.
— Sí, vale, pero antes firmad para que sea oficial — Saga les acercó la hoja y dejaron dos temblorosas firmas, luego Saga y Hyoga los imitaron y obligaron a los otros dos a hacer lo mismo.
— Entonces tenéis dos semanas para conseguir una cita — resumió el Cisne— . El primero que lo haga gana un esclavo por un mes, ¿de acuerdo?
— ¡¡Shí!! — gritaron Aioria e Ikki a la vez.
Al día siguiente Ikki se levantó tarde. Tenía un espantoso dolor de cabeza. La noche anterior tenía que haberse pasado bebiendo para tener semejante resaca. Se duchó y se vistió con calma. Luego fue a prepararse una taza de café bien cargado. Se sentó en el sofá y entonces algo llamó su atención, concretamente la hoja encima de la mesa con seis firmas. La cogió y la leyó dos veces, como si así pudiese cambiar lo que ponía. Se levantó de un salto, dejó el café y entró sin llamar en la habitación de Aioria.
El león dormía boca abajo, con las sábanas desparramadas por todas partes y un brazo colgando fuera de la cama.
Ikki lo sacudió sin contemplaciones.
— Aioria, despierta.
— Cinco minutos más, Aiolos.
— ¡Despierta! — le gritó.
— ¿Ikki? — se desperezó— . No grites así — se llevó una mano a la cabeza— . ¿Qué...?
Ikki le acercó el papel mientras Aioria se frotaba un ojo. El león lo leyó y se puso blanco. ¿Qué demonios habían hecho en la cena? Y sobre todo, ¿por qué no los habían detenido? Suspiró. Si Shura y Shaka se enteraban iban a acabar descuartizados en algún infierno.
Ikki lo miraba anhelante. Estaba a punto de decirle que lo olvidaran todo cuando Saga los interrumpió.
— ¿No deberíais estar entrenando? ¿O es que tenéis mejores cosas que hacer? ¿Conquistar a alguien? — y se rió.
— Muy gracioso — susurró Aioria masajeándose las sienes— . ¿Qué pasó exactamente?
Saga se encogió de hombros.
— Os emborrachasteis, dijisteis un montón de tonterías e hicisteis una apuesta. Estabais muy dolidos porque no tenéis suerte en el amor — les dijo con una sonrisa.
A esas alturas la resaca ya no les parecía tan mala. Era mejor eso al ridículo que sospechaban Saga les iba a hacer pasar.
— P-pero no... — intentó protestar el león.
— Claro que sí — lo interrumpió el gemelo.
— No puedes obligarnos a... a... — Ikki agitó la hoja.
— Bueeenooo — Saga se hizo el inocente, cruzando las manos en la nuca y mirando el techo— , puedo darles la hoja a Shura y Shaka.
— ¡¡NO!! — gritaron a la vez.
— Entonces... — dijo mirándolos.
Se miraron y soltaron un suspiro de resignación. No tenían salida.
— Aceptamos.
— Genial, a Hyoga le va a encantar. Tengo que decírselo.
Y salió del Templo camino de Acuario.
— Bueno — dijo Aioria mirando el papel— , tampoco es tan malo. Sólo es una cita, no tienen por qué enterarse de la apuesta.
— Si lo descubren estamos muertos.
— ¿Dos semanas? — preguntó dubitativo el león.
— Dos semanas.
Se dieron la mano cerrando el trato.
— Me voy — dijo el Fénix— . Supongo que no hay entrenamiento.
Aioria negó con la cabeza y se levantó. Tenía que hacer una visita al Templo de Capricornio.