Pasado
—Te obedeceré hasta donde den mis pasos—cómo un siervo se arrodilló para besar su mano, y con elegancia vio hacia arriba para ver a su amo.
—Lo quiero a él…debes traérmelo cuanto antes. —repuso con frialdad; su sonrisa demostró burla al recordar las travesías del oscuro ocaso que iba a provocar.
Presente.
—Hijo ¿Has visto a Shiiba?
—No mamá, apenas llegue a casa, quizás este con su esposo—acomodó su mochila en el comedor, mientras sacaba su computadora para hacer una investigación, estudiaba Ciencias para la Salud, aún cursaba tercer año universitario, por una extraña razón se sentía identificado con esa profesión, lo raro era que ninguno de sus padres tenía algo que ver con ella, ambos eran maestros en la Universidad de Periodismo.
—Nowaki, deberías descansar cuándo tengas tiempo, es malo que te estreses tanto por trabajos universitarios.
—Lo sé papá, pero no lo puedo evitar…—una sonrisa se formó en él. Volteó a verlos de una manera que le recordó a Haitani. Un escalofrío recorrió su espalda, era cierto, había muerto. Pero dudaba que su hijo estuviera enfermo.—¿Pasa algo papá?
—No…nada hijo—dio una carcajada—Debe ser la edad.
—Hasta ahora te das cuenta Misaki—comentó Akihiko con tono de burla, paso al lado de su hijo. —Deberías de irte ya…
—Estoy por irme—bajo la mirada con odio, siempre se sintió rechazado por parte de él, a veces dudaba que fuera su hijo, se quitó de la mese y fue con un mal sentimiento en el pecho.
— ¿¡Que te pasa!?—le gritó. No soportaba que su hijo bajara la a cabeza por su esposo. —Quedamos que te ibas a comportar mejor, él es tu hijo.
—Tú bien sabes que no lo es. Acéptalo Misaki, adoptarlo fue un error…
— ¡Cállate! Te puede escuchar.
—No me importa que me escuche…me da lo mismo—bostezó. Agarró un pan tostado y lo comenzó a comer.
—Eres un idiota.
Mientras tanto en otro lugar
La habitación para ellos sólo era un juego más, escondidos entre la penumbra con la única condición de demostrarse su amor, sólo eran dos en la inmensa cama. El menor se guiaba por las manos contrarias, lo montaba sin pudor. Gemía en susurros para no llamar la atención de sus padres, por un problema en su casa tuvieron que quedarse ahí, tenía cuatro años de matrimonio. Sin tener ningún hijo aún, esto hacia infeliz a ShiibaUsagi, el hijo consentido del matrimonio Usagi, era pedante, egoísta, egocéntrico y muy rico. Sin embargo con sus hermanos se portaba gentil e incluso defendía a Nowaki de su padre.
—Ahhh, más fuerte—lo abrazo muy fuerte, mientras subía y bajaba—Ahhh… te amo—beso sus labios, comenzó nuevamente, miraba fijamente el otro rostro, lo amaba desde pequeño, no le importaba nada más que estar de esa forma con él—Te amo Haruhiko, ahhhh sigue…ahhh…adoro hacer esto
—Yo también te amo Shiiba, te amo mucho—al marcar la última embestida se vino dentro del otro y se derrumbó en la cama sin dejar de abrazarlo—Espero que esta vez sí nos llegue la sorpresa—beso su hombro con dulzura—Kaouro estará muy molesta con nosotros si no le avisamos cuándo ambos seamos papás.
—Ahh relájate Haruhiko, yo te amo y eso es lo único que importa—se puso triste al recordarlo, sabía que tenía un problema en el útero pero no le gustaba hablar del tema. —Si no funciona existe la posibilidad de Adoptar…
—Quiero seguir intentando contigo, podemos hacerlo Shiiba, sólo ten paciencia—acaricio su vientre con esperanzas—Muy pronto estará una personita aquí. —beso con suavidad su hombro, deseando que nunca se fuera.
—Idiota, sabes que no me gusta que me mimes tanto—se sonrojó haciendo que el otro riera—El maestro Miyagi hablo conmigo. Dijo que está dispuesto a ayudarnos con lo del cambio de casa.
—Se me había olvidado que nos cambiaríamos de casa.
—Amor, te lo he repetido varias veces. Eres tan tonto—rió en sus adentros, adoraba la personalidad de su pareja—Te amo Haruhiko…
—Yo también.
PovTakano…
Mi ansiedad creció cómo marea al despertar, mi cuerpo desprendía sudor. Estaba agitado. Tome rápidamente el bote de píldoras y tome unas cuantas, desvíe mi mano hacia mi plano vientre, había tenido otra pesadilla. Sólo vivía a base de drogas para olvidar.
Vivía en Londres, imaginé que al estar en otro país todo cambiaría. Sin embargo el remordimiento me ha consumido al grado de perder mi estabilidad. Suspiré y me volví a cobijar, escuche ruido en la mesa. Me levante y camine hacia ella. Temía que fuera él… Y al estar ahí, vi el cuerpo de Onodera, desangrado. Grite tan fuerte que un vecino pregunto si me encontraba bien. Tan sólo era una visión. Una más.
— ¿Aún sigues resistiéndote? A él le pasaba lo mismo, su alma está atrapada en un cuerpo psicópata, igual que el tuyo—esa maldita voz. Decidí ignorarla como las otras veces y consumir más pastillas.—Tu destino es matar a tu hijo.