Lo que ahora es, ¿puede ser lo que fue?
Prólogo.
(Gaby007 / Comunidad SinJu)
Y así comienzan las cosas…
— ¡Juega más, más!
— ¡Judal, basta!
Debo encontrar… la manera de controlar este poder destructivo.
Pero para pensar no tenía demasiado tiempo.
— Debo pensar, debo pensar…
Una desquiciada risa hizo que el niño volviera su mirada hacia el magi obscuro frente a él, su sonrisa le heló la sangre por unos segundos, antes de que la determinación misma latiera por todo su sistema nervioso, eso se reflejó en su fiera mirada.
Voy a detenerte.
— Qué estupidez. —El otro magi se burló, llevando ambas manos a su cadera. — Aún sigues pensando que podrás detenerme. ¿¡Es que no lo ves!? Ya perdiste, mocoso. —Aladdin teme que Judal tenga la razón. — Mira a tu alrededor. — Indicó, Judal estiró sus brazos a sus laterales, su sonrisa se alargó. — Estás perdido. Perdido, perdido… —Susurró con travesura en su tonito, antes de volver a reir.
Su risa fue interrumpida por las próximas palabras del Magi con el que batía duelo.
— ¿Por qué dices algo como eso, Judal? Desde el principio yo lo sabía. Que yo soy la única persona que puede detenerte.
Esas palabras parecieron hacer enojar a Judal, aún más.
— ¿Así son las cosas?
— ¡Las cosas son como deben ser!
El tercer ojo en la frente de Judal se abrió más, unas cuántas venas resaltaron en su frente.
El juego comenzó.
Lo siento, Judal, pero es necesario.
Eres tan débil, mocoso. Tan patético, tan inútil…
Tan inútil… ese había sido su único pensamiento y las dos palabras que ahora reinaban en su cabeza mientras el magi abría sus ojos, esperando ver el cielo.
No lo vió, tampoco vió el rostro de Aladdin frente a él. Vió un aburrido techo blanco, con una luz algo extraña. Era redonda y muy plana, también blanca, nada parecido a l que él había visto antes.
Escuchó luego un pitido continuo y muy molesto, pensó que alguna explosión lo había aturdido o algo parecido pero… nope.
Se tocó la cabeza, ¿tiene el cabello suelto? Confundido, Judal se comenzó a incorporar para quedar sentado. Algo suavecito cayó a su regazo.
Miró bien el lugar en el que se encontraba, no estaba ni Aladdin ni el terreno en el que antes batallaban, estaba de hecho en una habitación con un estilo que él nunca había visto, desde los colores tan vivos y las formas, la decoración…
Y el cuerpo que duerme tranquilamente a su lado.
Cuando lo miró, se horrorizó de encontrarse con el rostro dormido de Sinbad.
— ¿Qué demo…?
Y fue peor cuando notó que estaba desnudo como Sinbad.
— ¿¡Pero qué sucede aquí!?
El grito tan alto junto con el suceso de que Judal se había alejado de forma bastante violenta y que le quitó la sabana hicieron que Sinbad comenzara a abrir sus ojos, y que sonriera al ver a Judal en la orilla de la cama, cubriendo su desnudez con ella.
— Juju… ¿No es algo temprano?
— ¿¡A quién le llamas Juju, puto loco!?
Sinbad soltó una baja y ronca risita, volviendo a cerrar lentamente sus ojos, como si ya estuviera acostumbrado.
— Nunca me acostumbraré a despertar contigo así.
Muchas confusiones para el magi. Judal pasó saliva de forma dura, ni siquiera notó que su cuerpo estaba temblando.
¿Siente miedo o está nervioso? No, es nerviosismo. Él nunca tiene miedo.
— Si-Sinbad…
— ¿Sí? —Volvió a abrir sus ojos, incorporándose rápidamente en que notó que Judal estaba nervioso, casi parecía que iba a llorar. — ¿Qué sucede, bebé? ¿Me dirás que estás embarazado?
— ¿Qué? ¡No! Diablos, no. —Frunció las cejas, más tembloroso aún. — ¿En donde estamos?
— En casa, baboso.
Eh, eh, ¿lo está insultando?
— El imperio, imbécil…
— ¿Imperio? —Sinbad se rió, se acercó con lentitud a Judal para abrazarlo. Se quedó en un intento cuando Judal se encogió, logrando la seriedad del hombre. — En Shibuya, Japón.
— ¿Japón? —¿Qué carajo es eso?
— Sí, en Japón. ¿Por qué estás así? Estás mas pálido, estás nervioso. ¿Qué pasa con eso? Nunca estás nervioso, Juju.
— ¡Soy Judal!
— Ya lo sé.
— No conozco a ningún Juju.
— Judal, me estoy empezando a preocupar. —Sinbad fue sincero. — Creo que llamaré a un médico…
— ¿Al qué?
— Al médico. No puedo permitir que mi esposo esté así toda la mañana, te ves muy mal. —Sinbad se estiró para el otro lado para alcanzar su teléfono móvil.
Judal lo miró con los ojos entrecerrados, ¿qué acababa de decir?
— ¿Esposos? ¿Como amantes?
Sinbad lo miró por el rabillo del ojo, preocupado. — Sí que estás mal, Judal.
— ¿Qué haces ahora?
— Llamar al médico.
— ¿Al qué?
Para Sinbad, será una mañana muy larga.
Pero para Judal, el magi tan confundido y tan nervioso ahora… Sería una completa tortura.
Si no estuviera su orgullo en medio, admitiría que está asustado.
Perdóname Judar-chan, pero era necesario. Tú eras mucho para mi…