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Enmendando Errores por Dark Toy

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Notas del capitulo: Este fic, lo escribe hace un par de meses, espero sea de su agrado. No hay mucho que decir.
Enmendando los errores:
El Hermanito



—Lo olvidó...—susurró un pequeño de no mas de diez años mientras miraba a su hermano partir al trabajo.

Mokuba Kaiba, no era lo que se podía llamar un niño normal. Claro que su hermano Seto tampoco entraba en la categoría de la normalidad.
En la ciudad de Domino, ellos era conocidos por su apellido y por el dinero que este arrastraba.
Pero a pesar de los intentos del pequeño de llevar una vida normal, siempre se veía envuelto en cosas que distaban de la normalidad.
Salvar al mundo era la idea de los fines de semana y cada vez que su hermano mayor planeaba algún torneo de Duelo de Monstruos.
Claro que tener a dos Yamis locos dando vueltas por allí podía llegar a ser algo bueno, nadie podía decir que su vida era rutinaria.
Pero era en días como aquel, en los que quería ser un niño normal, y vivir tranquilamente con su hermano sin tener que preocuparse cuanto tiempo le quedaba antes de que todo terminase por una llamada telefónica o por un horario de trabajo.

Mokuba suspiró derrotado, sabía que cuando se trataba de trabajo su hermano era un maniático. Pero olvidar la promesa que le había hecho durante toda la semana...
El pequeño suspiró nuevamente, si su hermano lo olvidaba por su trabajo... Entonces él le daría un motivo para recordarlo.

Fue corriendo escaleras arriba, y en su bolso, metió todo cuanto quería. Se aseguró de no cruzarse con ninguno de los empleados. Sabía que lo que iba a hacer, podría costarles el trabajo a muchas de las personas que trabajaban en la mansión. Pero a esas alturas, debía darle una lección a su hermano. Y la verdad, no había empleado con el que se llevase realmente bien.
Prefirió ver al abuelo antes de irse, así que dejó su bolso cerca de la puerta de la cocina, sabiendo que tendría la oportunidad de escapar. “El abuelo”, como le llamaban tanto Mokuba como Seto de cariño, se llamaba Walter Reinhardt, un viejo entrado en años que inspiraba el respeto de los Kaiba, y el miedo en los empleados.
—Abuelo, ¿que haces?
—Me preparó para irme, ya es hora de que me vaya. Los empleados del otro turno se encargarán de cuidarlo Amo Mokuba.
—Entiendo... Te veré mañana... ¿Cierto?—Internamente sonrió, entonces el abuelo estaría fuera de peligro de ser despedido.
—No sea tonto—exclamó el viejo mientras le acariciaba la cabeza con afecto.—Sabe que siempre voy a estar aquí para cuidarlo.
—Gracias. ¡Ten un buen día!

Mokuba vio como el viejo se retiraba con tranquilidad. Era hora de poner en marcha su plan.
Fue corriendo hasta la salida trasera, tomó su bolso, y cual gato se escabulló fuera de la mansión.
Una vez lejos del edificio, no pudo evitar pensar la mala seguridad que tenían en la mansión. Si hasta él podía salir sin problemas. ¡Y era solo un niño! (Aunque muy inteligente cabe destacar).
Caminó hacia el parque Domino, muy seguro de sus pasos. Era invierno, y el frío era del tipo del que se te cala en los huesos. Claro que Mokuba, era la clase de niño que no sentía ningún tipo de cambio drástico de temperatura.
Siguió caminando, para cuando llegó a su destino, la nieve caía. Sonrió para sí, era el día perfecto para hacer un muñeco de nieve.
Buscó por todos lados, y encontró un lugar perfecto cerca de los árboles. Con su bolso colgado de su espalda, y con sus manos enguantadas, procedió a hacer la compleja tarea de hacer un muñeco de nieve.


Mientras tanto, un joven rubio de ancho corazón y de estómago de iguales proporciones, volvía del trabajo. Tener cinco trabajos distintos, ir a la escuela, y encontrar tiempo para participar en torneos de Duelos de Monstruos, debe ser algo casi imposible de hacer. Pero Katsuya Jounouchi se las arreglaba tan bien, que le quedaba tiempo para poder ver a sus amigos.
Katsu, se levantaba a las 5:30 de la mañana todos los días para repartir el periódico. Iba a la escuela, luego trabajaba de camarero en una cafetería, y a la noche se dedicaba pintar remeras con diseños de Monstruos para vender. Los fines de semana, ayudaba en la tienda del Sugoroku Motou, abuelo de Yugi, y de noche trabajaba en un bar cerca de su casa.
Llevaba una vida atareada, pero respetada por sus amigos.
Salía de la cafetería, cuando de la nada, por obra y gracia del señor, se le ocurrió ir al parque para despejarse del olor a café y a cigarrillos.
—¡Vaya clima!¡El infierno ya debe haberse congelado! Claro que si eso pasó tenemos un grave problema...

Miró a su alrededor, el parque siempre se ponía hermoso en invierno. Daba la sensación de pureza absoluta. Katsu, corrió de aquí para allá, como un cachorro al que el dueño suelta para que juegue. Se lanzó al suelo y comenzó a hacer ángeles en la nieve. Siguió haciendo eso, y corriendo de aquí para allá, cuando ya cansado se sentó en una banca y miró el lago congelado.
—Mañana traeré mis patines, tengo muchas ganas de patinar.—se dijo con una sonrisa.

Con el rabillo del ojo izquierdo, captó una mata de pelo negro no muy lejos de él. Una mata de pelo muy familiar, que estaba acurrucada en la nieve junto a un maltrecho muñeco de nieve....
Se acercó con cautela y algo de preocupación. Pudo notar que el pequeño lloraba, y que temblaba claramente víctima del frío.
—¿Mokuba...?—llamó con calidez, intentando no sobresaltar al chibi.
—¿Jou...?—preguntó mientras miraba con los ojos nublados por las lágrimas.
—¿Qué te sucede?— preguntó el joven mientras se sentaba junto a él y ponía una mano sobre su hombro.

El pequeño, se largó a llorar aferrándose al rubio con desesperación. Y entre lágrimas y sollozos, le contó el porqué de su dolor.
—Seto... me prometió que vendríamos al parque para hacer un muñeco de nieve... Pero hoy.. lo olvidó y se fue a trabajar sin siquiera despedirse.... Prometió que vendríamos... ¡y ni siquiera me dijo un Adiós!.
“¿Porqué no me extraña?. Con su adicción al trabajo, me sorprende que no se muera de hambre”
—Ya está bien Chibi... Dime, ¿has hablado con él con respecto a lo que sientes?
—No... ni siquiera nos vemos para cenar...
—¿Sabe que viniste aquí?

Cuando Mokuba movió la cabeza en un gesto negativo, Jou supo que tendría que intervenir. Por el bien del chibi, y, aunque le desagrade, el de Kaiba.
—Mira Mokuba, vamos a mi casa, allí te prepararé un chocolate caliente y pasaremos el rato. ¿Te parece?
—Bien...

Jou, tomó al pequeño en sus brazos, y lo llevó cargando el restó del camino mientras cantaba una canción.
“Si Seto fuese como Jou... entonces...”, pensó el Chibi vagamente antes de caer víctima del sueño. El abrazo de Jou le resultaba agradable, cálido. Le hacía recordar a Seto antes de que Gozaburo los adoptara....

El rubio, por otro lado, se preguntaba como el Ceo podía ser tan tonto como para olvidarse de su hermanito. Sabía que le única persona que podía llegar al corazón del ojiazul era el pequeño, y estaba por perderlo por culpa del trabajo.


Mientras tanto, en Kaiba Corp. El Ceo, revisaba su último invento. Pero por algún extraño motivo, sentía que se estaba olvidando de algo. Y eso le preocupaba, el no era la clase de persona que se olvidaba de algo importante.
Cerró los ojos y suspiró. Sentía una jaqueca formándose, y por un extraño motivo tenía una sensación de culpabilidad pateándole en el fondo de su mente.
“No suelo olvidarme de nada... ¿Qué es lo que me preocupa?” se preguntó con un dejo de cansancio.

Hizo repaso mental de todo el trabajo que tenía planeado para el día.
Los contratos para los nuevos empleados ya estaban en camino, solo faltaba reunirse con los postulantes.
Los proyectos estaban adelantados, así que no era eso.
Su secretaria se estaba encargando del resto de las tareas.
Entonces... ¿Qué era lo que tanto le molestaba?.

...
...
...
“¡Mokuba!”, se pateó mentalmente. Le había prometido a su hermanito tomarse ese día de descanso, e ir con él al parque para hacer un muñeco de nieve. Lo que es más, en su apuro por llegar pronto al trabajo, se había olvidado completamente de saludarlo si quiera.
“Debe estar odiándome...” se dijo con más culpabilidad.
Tomó su teléfono, y llamó a la Mansión.
—Residencia Kaiba, ¿puedo ayudarle?—le contestó una voz femenina. Una de las empleadas.
—Habla Kaiba, dame con Mokuba.
—Un momento...

El tiempo pasaba y nadie le contestaba. Pasaron cerca de 15 minutos, y seguía sin respuesta. Seto estaba a punto de matar al que se le apareciera.
—¿Señor...?—la voz de la mujer sonó nerviosa y quebradiza. Eso no le agradó...
—Al fin, dame con Mokuba.
—Verá... el Amo Mokuba...
—Dame con él...— la voz del Ceo subía cada vez más de tono, y su ira crecía.
—Es que... No está... Lo buscamos por todos lados... y no está....
—¡¿QU…?!—Seto, para estas alturas, era la viva imagen de la ira y la preocupación.—¡¿Dónde demonios está?! ¡Dame con Walter!.
—Señor… el se fue hace tres horas... No sé que pasó... yo...
—¡Si no encuentran a Mokuba en 10 minutos, tú y el resto de los empleados pueden in despidiéndose de sus trabajos en la Mansión!

Y mientras la pobre mujer lloraba rogando que no la despidiesen, Kaiba colgó el teléfono. Sintiendo por primera vez en mucho tiempo, el miedo de perder lo más importante que tenía.
Marcó el teléfono del abuelo, teniendo la vaga esperanza de que Mokuba de encontrase con él.
—¿Diga?—contestó el mayor del otro lado de la línea.
—Abuelo... ¿Mokuba se encuentra contigo?
—¿Amo Seto..? El joven Mokuba no está conmigo, ¿Sucede algo?—el anciano sonaba más apremiante y preocupado por momentos.
—Nadie sabe dónde está... en la Mansión no lo encuentran...
—¡¿Qué?! ¡Voy ahora mismo para allá, si está en la mansión lo encontraré!—y sin decir más, Walter colgó.

Seto, colgó el teléfono, sabía que si había alguien que pudiese encontrar a Mokuba en esa Mansión, era Walter.
Pero, ¿y si Mokuba no estaba en casa? ¿Si había salido? ¿O que tal si...?
“¡Deja de pensar en eso y pon manos a la obra!”, se gritó a si mismo. Si Mokuba estaba realmente en peligro, actuando de esa manera no lograría nada.
Lo primero que hizo, fue contactarse con todos y cada uno de los compañeros de clase del Chibi. La respuesta fue negativa. Lo siguiente, fue revisar los lugares en los que Mokuba solía frecuentar. Nada...

Seto estaba al borde de la frustración y de un colapso nervioso.
—Maldición....—sentía como la jaqueca lentamente iba progresando en su cerebro.

Su ultimo recurso...
Contactar a los miembros de la pandilla de la carita feliz...
...
...
Yugi... Nada... Pero aseguró que lo buscaría en los alrededores, y qué lo contactaría si sabía algo.
Mazaki... No hubo suerte...
Honda... Nop...
Otogi.... Nada por allí....
El perro.... Dios... No quería llamarlo...

—Al demonio—se dijo, lo hacía por Mokuba.

El teléfono sonaba, pero nadie le respondía. Sentía los nervios y la frustración aumentar por lapsos. Estaba por colgar cuando...
—¿Hola?—el perro, y se escuchaba una risita de fondo.
—¿Perro?
—¿Kaiba?. ¡Me he pasado más de 2 horas intentando contactarme contigo! ¡Dile a tu secretaria que se vaya al demonio de mi parte!—de nuevo una risita de fondo.
—¿Para que querías contactarme?—preguntó el Ceo un tanto confundido.
—¿Podrías explicarme cómo fue que dejaste a Mokuba solo en medio del frío?

Seto se quedó duro. ¿Mokuba estaba con el perro?. Una oleada de tranquilidad lo invadió, y al mismo tiempo sintió mucha culpabilidad. Su hermano se había ido de la casa para darle una lección.

—¿Y Mokuba? ¿Está bien? ¿Dónde lo encontraste? ¿Cómo se encuentra? ¡Dame con él!
—¡Cálmate!. El Chibi está a mi lado, está bien, lo encontré en el parque, está jugando conmigo. Y...-una pausa y murmullos en el fondo—Y no quiere hablar contigo...

El pobre ojiazul sabía que había cometido una falta, pero la actitud de Mokuba tampoco fue la más apropiada.
—Dile... dile que lo siento y que realmente me preocupó. Dile que por favor necesito hablar con él....—“Tener que hablar con el perro era malo de por sí... y ahora lo necesito para llegar hasta Mokuba”.
Una pausa, más murmullos.
—Mira Kaiba, él no quiere hablar contigo en este momento...
—Entiendo...—Sonó tan decepcionado y preocupado, que Jou no pudo evitar sentir se mal y hacer algo por él.
—Escucha... Ven a mi casa. Cancela todo allá, en estos momentos tienes que concentrarte en tu hermano. ¿De acuerdo?.
—¿Desde cuándo el perro le da ordenes al amo?.
—Desde que el amo no se da cuenta de lo que puede perder por confundir sus prioridades.

La respuesta fue tan diplomática y verdadera, que Seto no pudo evitar quedarse callado.
—Se que sabes mi dirección. La puerta estará abierta, serás bienvenido. Te esperaremos. Ja ne!

Y colgó. Seto, se quedó mirando la bocina como si fuese un bicho raro. Finalmente colgó, y se quedó allí, pesando.
“El perro, me está haciendo un favor... Las cosas han cambiado”
—Señorita Misaki, venga de inmediato.—dijo por el intercomunicador. Alguien no estaba feliz...
—Enseguida...

La puerta de la oficina se abrió a los pocos momentos, revelando a una mujer de 30 años con clara inclinación por las operaciones y la silicona.

—Dígame Señor Kaiba.
—¿Recibí alguna llamada del señor Jounouchi?—preguntó sin miramientos y con claro veneno.
—Llamó un joven con ese nombre diciendo que tenía que hablar con usted sobre su hermano... Pero creí que era una broma... así que...
—Así que no me avisó...—la voz del Ceo fue cortante.
—Si.. así es...—la mujer se movió incómoda en su lugar.
—Considérese desempleada...
—¡Pero señor...!
—Tiene 5 minutos para limpiar su escritorio. ¿No le llegó el memorándum?—sonrió con crueldad al decir esto.

El Ceo, salió de su oficina con la mujer gritándole a sus espaldas. Seguridad estuvo muy divertido ese día.
Sacó su móvil, y le avisó a Walter sobre el hallazgo. El viejo suspiró de alivio al saber que el Chibi estaba bien. Claro que ahora le tocaba contratar a toda una sección de empleados para la casa, pero ese era el menor de los problemas.

Se subió a su limo, y dio las indicaciones para ir a la casa del cachorro. Ni en sus más salvajes sueños creería que iría a la casa del perro.
Pero siempre hay una primera vez para todo...


Una vez allí, Seto se encontró con una imagen que distaba mucho de lo que había imaginado.
Siempre pensó que el perro viviría en una especie de basurero, menuda sorpresa cuando se encontró con una casa decente y pulcramente cuidada.
El jardín de enfrente, era una especie de selva de hielo, se notaba que en primavera sería un lugar muy bello para visitar.
La fachada de enfrente, era la típica casa japonesa tradicional, casi antigua. Todo muy pulcro y bien cuidado. Vio el cartel que señalaba una casa de huéspedes, pero que solo funcionaba durante el verano.
Con paso lento, pero seguro, entró y se dejó absorber por el tinte de antigüedad.
Le dio las indicaciones al chofer para regresar en cuanto lo llamase. Y procedió con cuidado de no hacer ruido.
Adentro, la calidez del ambiente en contraposición al frío de afuera le invadió.
Escuchó risas, y las siguió, claro que después de haberse sacado los zapatos y haber colgado su abrigo.
Llevaba un suéter con cuello de tortuga color azul, y unos pantalones de vestir negros.

Siguió las risas, hasta una habitación, pero no muy seguro de ser bienvenido, abrió la puerta con cuidado de no ser descubierto.
Lo que vio, hizo que su corazón se sobrecogiese con emociones que creía olvidadas.
Mokuba, su pequeña luz, se encontraba riéndose a más no poder mientras que el cachorro parecía contarle una historia. Escuchó con atención, por pura curiosidad y admiración. Porque, aunque odiase admitirlo, admiraba al cachorro por lograr tanta felicidad en su hermanito.

—Entonces...—continuó el cachorro, ajeno a que era espiado.— El Lobo feroz, miró a Caperucita y le dijo: “¡Te comeré!”—y así mismo, Jou, se lanzó sobre Mokuba como si este fuese la Caperucita, y comenzó a hacerle cosquillas.
—¡Basta!—le gritaba Mokuba entre risas.
—¡Y eso fue lo que precisamente gritó Caperucita! Y de pronto, por la puerta, entró el cazador. ¡El cuál disparó contra el lobo!—Tal descripción fue seguida por una muy cómica actuación de Jou en la cual, representaba al cazador disparando, y al lobo cayendo muerto. Hasta movía la pata como criatura herida mientras sacaba la lengua. El Chibi rió con más fuerza.

Seto, miraba con diversión. No pudo evitar sonreír para sus adentros. Mokuba riendo, y el cachorro haciendo del alma de la fiesta. Pero tenía que entrar, no era ningún cobarde...
—No te tomaba por tan buen actor...—exclamó mientras abría la puerta del todo. Jou, ante la sorpresa, se sonrojo, y de inmediato se tiró al suelo cubriendo a Mokuba como si fuese una escena de película de acción.
—¡Cuidado llegó el cazador!—gritó mientras se escondía bajo la mesa y Mokuba reía histéricamente.
—¡Jou! ¡Dentro de todo es mi hermano, no seas malo!—escuchó que exclamaba el Chibi.
—Peeeeeeeeeerdón...
—Así está mejor... Hmmm... ¿Seto...?—llamó el pequeño con un poco de miedo. Su cabeza asomándose un poco por debajo de la mesa.
—Dime Mokuba...—la voz de Seto era conciliadora, tranquila, hasta amable.
—¿Estás enojado...?
—Claro que no...—el Ceo suspiró mientras se agachaba para ver a Mokuba a los ojos.—Es mi culpa la razón por la que saliste... Olvidé mi promesa... Pero prometo compensar todo...
—¡Seto!

Mokuba, se lanzó a los brazos de su hermano y se abrazaron unos instantes. Jou, observó con cierta tristeza. Extrañaba a Shizuka...

—Bueno... misión cumplida...—dijo en voz alta. Seto lo miró con atención, era la primera vez que veía al cachorro con una expresión tan... tan... ¿triste?
—Gracias Jou..—dijo Mokuba mientras se soltaba del abrazo de su hermano.—Gracias por haberme escuchado y dicho todo eso.
—¡No hay problema!¡Sabes que si puedo ayudar en algo lo hago con gusto!

La sonrisa del cachorro se volvió radiante. El y Mokuba rieron unos instantes y se miraron con complicidad.
—Bueno... ¿cocinamos?—preguntó Jou mirando a Mokuba.
—¡Sí!

El Chibi, como todo niño de su edad, salió corriendo arrastrando a su hermano de la mano, mientras que Jou los seguía riendo.
Fue entonces cuando Seto reparó en la vestimenta de Katsuya. Camiseta de algodón ajustada color negro, y unos jeans muy ceñidos. Extrañamente, pensó que le quedaban bien. Pero así como vino el pensamiento se fue volviendo a la parte más oscura de su mente.
Si Kaiba Corp. era el ambiente de Kaiba, entonces la cocina lo era para el cachorro. Una vez en la cocina, Jou parecía estar en su elemento natural. Se movía con destreza mientras preparaba los elementos necesarios para la cena.
—Bueno, comeremos spaghetti.... ¿OK?—preguntó mirando a Mokuba.
—Ok... yo... me encargaré del postre...—dijo el Chibi mientras buscaba algo para hacer.

Seto, un tanto fuera de lugar se limitaba a mirar.
—¡Oye Kaiba!¿Qué tal si le ayudas al peque?—exclamó el rubio mientras le guiñaba el ojo con complicidad.
—¡Eso! ¡Seto hagamos el flan juntos!. Yo pondré a hervir la leche y tú podrás hacer el caramelo.—indicó el menos con notada alegría.
—Bien....—ante tanta presión por parte de ambos se vio obligado a participar.

—Aprovecha estos momentos, tienes que compensarle a Mokuba por los errores pasados—escuchó que el rubio le susurraba al oído. Seto se limitó a mirarlo con una mezcla de confusión y enojo. Estaba por contestarle cuando este le interrumpió.—La leche está allí, utiliza esto, esto, eso y aquello—dijo el susodicho mientras colocaba las cosa en manos del Ceo.

Mokuba saltaba de un lado a otro por la excitación de estar con su hermano y su amigo sin peleas de por medio.
—¿No le has dado nada con mucha azúcar?—preguntó Seto al ver como su hermanito se movía a una velocidad muy alta y hablaba prácticamente sin respirar.
—Solo le di un chocolate caliente para que recuperase algo de calor corporal... ¡Jajaja no esperaba que el peque fuese tan susceptible a una infusión de azúcar!
—¡No importa!—gritó el niño mientras saltaba de un lado a otro y tomaba el tazón de los brazos del hermano.—¡Ahora todo lo que importa es el flan!

Jou, al escuchar misión tan importante, no pudo evitar reír.
—¡Cómo sea!. Ustedes ocupen ese lado del mesón, yo tengo que picar la cebolla y eso no es muy grato....
—¡OK!
—¿Realmente necesitas gritar tanto Mo-chan?—Seto sentía que sus orejas iban a explotar de todos los gritos que escuchaba.
—¿Mo-Chan.....?—Jou los quedó mirando. Y poco a poco, se notó como su rostro se ponía rojo de la risa contenida.

Les dio la espalda, y ambos pudieron ver como sus hombros se movían de arriba abajo, mientras que el chico intentaba respirar.
—¿Qué es tan gracioso cachorro?—preguntó el Ceo con la vena de su frente hinchándose.
—Es... es que...jajajajajajaja—el pobre rubio ya no pudo aguantarse la risa.
—¡No te rías de mi apodo!—le gritó el peque mientras le saltaba encima, haciéndolos caer a ambos.

Y mientras Jou reía, Mokuba le hacía cosquillas.
Seto, los miraba con cierto reproche, es decir, lo estaban ignorando. Pero, se podía notar como una sonrisa bailaba en las comisuras de sus labios, y amenazaba con caerse. El rubio lo vio, y se preguntó como se vería el Ceo sonriendo.
—¡Basta! Si vamos a cocinar, lo mejor será que lo hagamos de una vez.
—Bueno, pero no te burles de mí.
—De acuerdo... Mo-Chan...
—¡Jou!
—¡No dije nada!

La cocina, pasó sin muchos problemas. Mientras Seto ayudaba a Mokuba con el postre, Jou picaba la cebolla.
Ambos hermanos, pudieron ver como el rubio derramaba lágrimas por el olor. Sus ojos, con un tinte rojizo, provocaban que las lágrimas cayesen con libertad.
—Odio la cebolla...—dijo mientras se secaba las mejillas con el dorso de su mano.

“¿Así se verá cuando llora?” pensó el Ceo mientras que lo miraba discretamente. Por algún extraño motivo, el ver al rubio llorando, era una imagen que no cuadraba con la idea que se había formado del él.

Pasaron varios minutos, y Jou conectó la radio, poniendo algo de música. Para la sorpresa de todos, puso música clásica. “Claro de Luna” sonaba por los parlantes, mientras que el joven tarareaba la canción y terminaba con la salsa.
—No sabía que tuvieses gusto por lo clásico.—comenzó a decir Mokuba mientras revolvía la mezcla del futuro flan.
—Me gusta de todo un poco. Lo que pasa es que Shizuka me inculcó el gusto por Beethoven y todos sus amigos.
—Un cachorro culto... el mundo se está yendo al infierno.—agregó Seto, de manera cortante, al tiempo que iba colocando el caramelo en el fondo del cuenco.
—Entonces tu serías Satanás ¿no?.
—Gracias, me acabas de poner en una posición de gran poder.—contraatacó.
—No te alabes, porque si yo soy un perro del infierno, ¡entonces soy el gran Cancerbero!
—No creo, eres demasiado buenito.
—Gracias por apelar a mi bondad.
—Chicos no discutan...—el puchero que hizo el pequeño los dejó callados.
—Tranquilo Mo-Chan, solo estamos jugando.—acotó el rubio sonriendo—¿No es así... Kaiba?

Seto, ajeno a la mirada del rubio, se limitó a mirarlo con indiferencia. E hizo un gesto como restándole importancia.
Pasaron los minutos, y finalmente se sentaron a comer. El pequeño, alabó notablemente las habilidades culinarias del rubio, y este se limitaba a reír.
—Jou, ¿que vas a hacer mañana?.
—¿Porqué?
—Es que... bueno... me preguntaba... si podría venir a visitarte...

Mokuba, miró alternativamente a su hermano y al rubio.
—Mira pequeño, tengo que trabajar, tengo que repartir unas remeras que me encargaron... Pero.. si tu hermano está de acuerdo, podríamos arreglar algo para después.
—¿Seto...?
—Mokuba, ¿no íbamos a ir al parque? Todavía te debo la promesa.
—¡Pero yo creí que tenías una junta importante!
—Eso puede esperar...
—¡Perfecto!¡Entonces, nos encontramos con Jou en cuanto salga del trabajo, y venimos a pasar el rato!

El pequeño, siguió tan sumido en sus planes, que no notó las miradas que los jóvenes se intercambiaban. Seto, claramente no quería saber nada con el perro. Y Jou podría decir lo mismo, pero cuando ambos miraban a Mokuba, se quedaban callados. Ninguno tenía el corazón como para negarle algo al Chibi.
Terminaron de comer en paz, y mientras Jou lavaba los platos, Mokuba servía el postre recién salido de la heladera.
—Dime Jou, ¿qué clase de remeras repartes?
—Ahh... bueno, son remeras que yo hago para vender. Tienen pintados monstruos de las cartas, pero también depende de lo que el cliente pide.
—¿Quién las pinta?—preguntó el Ceo, vagamente interesado en la conversación.
—Yo las pinto.

Seto casi se atraganta. “Eso tengo que verlo”, se dijo mientras miraba sorprendido al perro.
—¿De verdad? ¡Quiero verlas!—Mokuba se notaba emocionado.
—De acuerdo, pero termina con tu postre primero.

Y en menos de lo canta un gallo, Mokuba ya había terminado su postre, y se colgó del cuello del rubio.
Jou, con los platos, cacerolas, y demás utensilios ya lavados, guió a los hermanos Kaiba hasta su estudio en la parte de atrás de la casa.
El “estudio”, era en realidad lo que alguna vez fue un dojo de artes marciales. Había unas mesas bien dispuestas con remeras en preparación, y había unos caballetes cubiertos con sábanas blancas. Evidentemente, el rubio pintaba otras cosas además de remeras.

—¿Esto era un dojo?—preguntó el Ceo mientras que revisaba la estructura.
—Así es... mi padre solía enseñar artes marciales. Era muy bueno...—exclamó el rubio, mientras sacaba un par de remeras y se las mostraba a Mokuba.
—¿Era...?
—Murió el año pasado... un choque...

Seto, pudo ver la punzada de dolor en el rostro del rubio. Y se sintió momentáneamente culpable por su indiscreción.
—Lo siento...—dijo sin darse cuenta. Y el rubio solo sonrió con tristeza.
—Jou... tú... ¿estás solo?—preguntó el Chibi, su voz sonaba realmente triste.
—No Mokuba—contestó Katsuya, al tiempo que acomodaba los cabellos desordenados del niño.—Tengo a mis amigos, tengo a mi hermana aunque viva lejos y no pueda verla... y también tengo a un polizón llamado Mokuba que hace tonterías de todas las formas posibles.
El pequeño, sintió conmovido por la declaración del rubio. Lo abrazó con fuerza.
Seto, se limitó a mirar con indiferencia. Pero su mente era otra historia.
“El también se siente solo...” se dijo pensando vagamente en ello. Aunque ni siquiera él, se dio cuenta de la profundidad de sus propios pensamientos.

—Pero no es momento de deprimirse, y no los traje aquí para contar mis penas! ¿Cuál te gusta?- dijo finalmente el rubio mientras que mostraba una serie de remeras, todas pintadas a mano y con un nivel de detalle que envidiaría hasta un profesional.
—A ver...—el pequeño, miraba entre remera y remera con curiosidad y ojo crítico.

Seto, en cambio, miraba los caballetes, más interesado en lienzos que en remeras. Sin pedir permiso, quitó una sabana y vio lienzo por lienzo. Y con cada figura que veía, sentía una gran admiración.
El primero, era la copia exacta de una fotografía que estaba enganchada en el borde. Era la foto de un pequeño Katsuya, junto con su hermana Shizuka. Ambos sonreían a la cámara, y sus rostros se mostraban llenos de vida y de inocencia.
El siguiente, era una pintura un tanto fantástica. Era un fénix, que sobrevolaba un lago, con sus patas apenas rozando el agua, en medio de lo que parecía una selva tropical. La pintura, estaba echa con la gama del rojo y los dorados, pero de la mitad para abajo, la zona que ocupaba el reflejo en el agua, era puramente en la gama de los azules y plateados. Era la clase de pieza que te impulsaba a mirarla horas y horas, solo para entender la complejidad de su significado.
El tercero, era el símbolo del ying-yang, sobre un fondo de llamas escarlata. Sobre el símbolo, sobrevolaban el Dragón blanco de ojos azules y el Dragón negro de ojos rojos. Ambos en lo que parecía un círculo vicioso o un baile intimo.
El cuarto lienzo, era sin duda una imagen basada en el antiguo Egipto. Se podía ver a una persona en un balcón. Esta, miraba a la luna llena, que brillaba sobre el desierto causando reflejos muy bellos. Se podían ver las grandes pirámides y las luces del mercado. Pero lo que a Seto más le llamó la atención, fue que detrás de la persona en el balcón, se veía la figura de otra que observaba. Era difícil discernir, cómo eran estas personas, la primera porque estaba de espaldas y su cabello no era definido por la luz de la luna, y a la segunda por ser una figura difuminada que se escondía en las sombras.
El último, era el retrato de un hombre de unos treinta años o un poco más. Era, sin duda, el padre del rubio. Los rasgos eran los mismos, y la expresión llena de vida casi la misma.
Se veía representado en el parque, con un árbol de Sakura justo detrás. La última representación de su padre...

—Si querías ver... por lo menos hubieras pedido permiso...—Dijo el rubio, mientras que tomaba la sabana y cubría el retrato de su padre.
—Nunca pensé que tendrías talento artístico...
—No me conoces—dijo el joven simplemente.— ¿Algún cuadro que te haya agradado especialmente?

El Ceo, miró con atención cuadro por cuadro. Salvando a los familiares, los otros tres cuadros, eran sin duda trabajos que le llamaban la atención. El cuadro del fénix, le inspiraba curiosidad, al tiempo que lo maravillaba. El de los dragones, le agradaba por abarcar su dragón favorito, pero también porque parecía guardar un significado oculto. Y el de Egipto, despertaba en el una sensación de misterio que le dejaba obnubilado.

—¡A mí me gusta el ave!—gritó Mokuba, quién se acercó a ver con mayor interés el cuadro.
—¿Seguro Chibi?—preguntó Jou, con una sonrisa.
—¡Por supuesto!.
—Entonces es tuyo...—y dicho esto, sacó el lienzo del marco, lo enrolló y lo colocó en un tubo. Se lo entregó a Mokuba, el cual miraba con clara sorpresa e incredulidad.
—¿De verdad... me lo das?
—No me siento apegado a mis trabajos, me gusta que la gente que aprecio los tenga. Este es para ti...
—¡GRACIAS!—el niño, ante su arranque de emoción, saltó de un lado a otro. ¿Para qué remeras, cuando puedes tener un cuadro en tu habitación?— Prometo ponerle un marco que vaya a tono, y vendrás a ver cómo queda en mi habitación.
—OK.—contestó Jou, dándole los dedos arriba.—¿Y tú... Kaiba?—dijo el nombre con cuidado, como si no quisiese asustarlo.

Seto, miró entre los cuadros restantes. ¿Egipto, o los dragones...?. La decisión era obvia.
—Los dragones van más conmigo...
—Por algún motivo..., ya sabía que ibas a elegirlos.—Jou hizo lo mismo que con el lienzo de Mokuba. Y se lo extendió a Seto.—Toma, trátalo con cuidado... Aunque sea departe de un perro.—el rubio, guiñó el ojo ante la última frase.

En un principio, el castaño no se atrevió a moverse. Simplemente, se limitó a ver a Jou como un bicho raro.
—¿Cuánto cuestan?—preguntó escuetamente. Jou parpadeó por la sorpresa.
—¿Eh...?, ¡por supuesto que no cuestan nada!. Son... un... regalo...—dijo con lentitud y con cuidado mientras que colocaba el tubo en manos de Seto.—Yo no vendo mis trabajos, se los regalo a la gente que me importa.
—¿Qué te importa....?
—¡Claro!¡porque aunque nos llevemos de los pelos, sigues siendo un amigo!—y al terminar la frase, Jou le miró con confusión.—Bueno... en un sentido muy especial de amistad.—Sonrió ante la aclaración.
—Que halago...—dijo Seto con sarcasmo. Pero la verdad es que estaba sorprendido. Así que el perro, a pesar de su relación de conflicto, lo consideraba un amigo.

Un reloj, empezó a dar las campanadas de las diez. Ambos jóvenes vieron con sorpresa. No creían que fuese tan tarde.
—Mokuba, ya es hora de irnos.
—¡De acuerdo hermano!—dijo el pequeño mientras que abrazaba el lienzo cómo si fuese un tesoro.
—Bien... ¿Les llamo un taxi?—preguntó el rubio con suavidad, mirando al niño saltar.
—No es necesario,—contestó el Ceo cortante, mientras que sonreía con burla.— tenemos una limosina esperando.—Sacó su celular, y ladró las ordenes al chofer. “2 minutos” dijo.
—Me dices a mi perro, pero eres tú el que le ladra a los teléfonos.—comentó el rubio con aire divertido. Pero no reía, el que lo hacía era Mokuba.

Entre risas y comentarios sarcásticos llegaron hasta la puerta. Se colocaron los abrigos con cuidado, Mokuba y Katsuya jugaban bajo el ojo crítico de Seto.
—Bien chibi, entonces mañana en el parque, yo salgo del trabajo a las 5. ¿Nos vemos por el lago?
—¡De acuerdo!—Jou, se arrodilló y le susurró algo al oído.
—Lleva tus patines. Te puedo enseñar unas cuantas cosas.—dijo.
—¿En serio?
—¡Por supuesto!
—¡Entonces lo haré!. Gracias por todo Jou... Lo digo en serio....
—¡Deja de agradecerme!—Lo miró riendo, mientras que lo guiaba por la puerta, la limosina los esperaba—Anda Cenicienta, que tu carroza se va a convertir en calabaza.
—¡Adiós Jou! ¡Hasta mañana!
—Adiós Chibi.—saludó el rubio despacio.

Kaiba, por el otro lado, se iba con las manos en los bolsillos de su abrigo, y sin saludar.
—¡Oye Kaiba!—le llamó el rubio.—Te olvidas esto—dijo señalando el tubo con el lienzo, mientras que se lo daba.— Y antes de que te vayas tengo algo que decirte...—su expresión era una de seriedad.
—Habla, no tengo toda la noche, y hace frío.—contestó el ojiazul con rapidez.
—Mira a Mokuba con cuidado. Tal vez no te hayas dado cuenta, pero estás perdiéndolo.
—No tienes derecho para hablarme así, perro. Mejor quédate en tu escondrijo y déjame a mí manejar mi vida.—contestó el Ceo molesto.
—Es precisamente por ese tipo de actitud que estás en peligro de perder a tu hermano.—la frase salió con tanta fuerza y seriedad, que Seto se detuvo a mirarlo.—No te has dado cuenta, pero Mokuba se está criando solo. Tu quieres darle lo mejor, pero al alejarte tanto, estás dejando a un niño de 10 años a la suerte. No permitas que tu trabajo se interponga entre tú y tu hermano... Podrías perderlo verdaderamente...—La mirada del rubio, hablaba de verdad y conocimiento en carne propia.
—¿Quién te has creído para entrar de esa manera en nuestra vida? ¿Quién te dio derecho, permiso para venir y jugarle de hermano a Mokuba? ¿Crees que eres parte de mi familia? ¿Crees que puedes hacer lo que se te antoje?—cada pregunta salía con veneno. La mirada de Jou era dolida, pero en ningún momento perdió el contacto visual.
—Se que no tengo derecho. Pero si tu no haces el papel que te corresponde, alguien tiene que hacerlo. Tú no tienes idea de lo que es perder a un hermano, crees que porque trabajas para mantenerlo, lo estás cuidando. Pero la verdad no es esa... Dime, ¿alguna vez le has preguntado a Mokuba que era lo que realmente quería?. ¿Te has detenido a pensar, que tal vez el no quiere los lujos, sino que su hermano se quede con el hasta tarde jugando, o ayudándolo en la tarea?—la voz del rubio, le llegaba cargada de sentimiento.— No permitas que tu empresa se interponga entre tú y tu hermano. A diferencia de ti, yo vivo con los pocos recuerdos que tengo de mi hermana. Mi madre ni siquiera me permite verla... No permitas que Mokuba crezca sin conocer a su hermano...—dicho esto, el rubio le dio la espalda y regresó a la casa.

Seto permaneció en silencio unos minutos, mudo de la impresión.
¿El perro le acababa de sermonear? ¿El mundo ya se estaba yendo al infierno y nadie le aviso? ¿Los cerdos vuelan?
—Parece una broma de mal gusto...—dijo, recuperando la compostura, al tiempo que se subía a la limosina.
—¿Estás bien hermano? Tardaste...—Mokuba lo miró con curiosidad.
—No pasó nada, me olvidé de esto...—mostrándole el lienzo. Lo cual le resultó muy extraño, estaba seguro que lo tenía bajo el brazo cuando salió de la casa.
—Ah... —permanecieron en silencio mientras que el chofer los llevaba a la mansión.

La mente de Seto, lo llevaba constantemente a la escena del discurso que le había dado el cachorro. ¿Y si tenía razón?
—Seto...—se sintió sorprendido ante la voz de su hermanito.
—Dime Mokuba...
—Verás...—parecía indeciso— cuando hoy salí de la mansión... Yo solo quería que tú te preocuparas... quería que recordases lo que habías prometido... Pero, cuando estaba solo en el parque, supe que no podrías estar conmigo todo el tiempo... Y hable con Jou sobre muchas de las cosas que pensaba, ¿sabes lo que me dijo?.
—No.. que te dijo...—contestó Seto un tanto sorprendido.
—Me dijo... que te fuera sincero... Que te dijera lo que me pasaba, lo que yo realmente quería. Y creo que tiene razón.—el pequeño suspiró, estaba nervioso. Seto, lo sentó en su regazo y le dejó hablar con libertad.—Seto... sé que haces muchas cosas por mí. Sé que... te esfuerzas mucho para mantener Kaiba Corp... y que lo haces todo pensando en lo mejor para mí... Pero Seto, a mí no me importa el dinero, ni nada de eso.. Es decir, no me desagrada la forma de vida que llevo, pero lo que yo quiero, es a mí hermano a mi lado en mi cumpleaños, no un regalo caro y una nota de disculpa por tu ausencia...
—Mokuba...—Seto, se sentía realmente conmovido. Abrazó a su hermanito con fuerza, y le hizo una promesa.—Te prometo..., no,... Te juro que no voy a volver a olvidar mis promesas. Me tomaré las vacaciones necesarias, y reduciré mis horarios de trabajo. Lo juro...
—Hermano...

Ambos estaban realmente felices. Y, aunque Seto no lo admitiese, estaban agradecidos con el cachorro.

Llegaron a la mansión. Mokuba fue asaltado por Walter en la entrada.
—¡Amo Mokuba! ¡¿Dónde se había metido?!—gritaba el viejo mientras que se aferraba a Mokuba.
—Está bien abuelo... Estuve en casa de un gran amigo... ¡y mira lo que me regaló!—exclamó el Chibi mientras le mostraba el lienzo a Walter.
—Mokuba, muéstraselo adentro, aquí hace frío.—dijo Seto, mientras entraba cargando su lienzo sin que nadie lo viera.
—¡De acuerdo hermano!

Seto, se detuvo en seco, y miró a su hermanito por encima de su hombro.
—Dime Mo-Chan... ¿Hiciste tu tarea?
—Oops...—exclamó el peque mientras que lo miraba con los ojos abiertos. Seto suspiró, mientras que le daba la espalda y subía por la escaleras.
—Muéstrale tu regalo a Walter, luego sube a mi cuarto, haremos la tarea juntos.—dijo con otra sonrisa bailarina en los labios. Pero esta todavía no caía.
—¿De verdad?—Mokuba sonaba sorprendido y hasta esperanzado.
—¿No quieres?—Seto lo miró por encima de su hombro izquierdo, mientras que seguía subiendo las escaleras.
—¡No!¡Enseguida subo! ¡Vamos Walter!—el niño, se llevó al anciano a rastras. Seto rió con complacencia, y fue a su habitación.

El cuarto del Ceo, era lo que podía llamarse su santuario. No había televisión, pero tenía una biblioteca que ocupaba la esquina opuesta a la cama de la habitación. La cama de Seto, era tamaño real. Con facilidad podían dormir tres personas cómodamente, o cuatro un poco apretados. En el techo colgaba un candelabro, y frente a la biblioteca, había un escritorio. Los diseños de la habitación, eran en realidad del estilo egipcio. Los pilares de la cama, que sostenían un velo de seda, tenían complicados jeroglíficos. Las paredes, eran blancas, con molduras tan bien disimuladas, que debía ser muy observador para percatarse de lo que representaban. La puerta en la otra esquina del lado de la biblioteca, llevaba a un baño, puramente de fantasía. Egipcio, era poco para describirlo. La bañera, era un especie de piscina, en la cual el agua se renovaba constantemente, uno simplemente entraba allí y se bañaba. El inodoro y una ducha, ocupaban el otro lado del cuarto, se encontraban bien disimulados tras una cortina. El techo, presentaba una abertura rectangular para que la luz cruzase, pero en esos momentos, la abertura estaba cerrada por un toldo extremadamente fuerte, y aprueba de mirones.

Seto entro, y dejó su abrigo caer sobre la cama. Se retiró los zapatos, y se estiró, como si fuese un gato.

Se sentó en la cama, y sacó el lienzo del tubo. En esta ocasión, lo miró con más detenimiento. Pudo notar que los dragones sobre el símbolo, se mordían la cola, como formando un círculo. El fondo de llamas, despertaba la sensación de salvajismo, de tal forma que era imposible pasarlo por alto. El trabajo, era simplemente espectacular. Una pieza de arte prodigiosa. Seto se encontraba incapaz de apartar la mirada del lienzo.
Los recuerdos le llegaron como una brisa refrescante.
Lo que simbolizaba ese lienzo, era que el cachorro lo admitía como amigo. Lo reconocía como un participante de su vida... Se sintió sonreír... Y eso le asustó.
Pero, a pesar de esa puntada de miedo, supo que el perro había probado su punto. Lo que ellos tenían no era un relación normal, pero la cantidad de cosas que habían pasado juntos contaba de alguna manera. Sabía que no podía ser un cobarde, es cierto que al vivir bajo las enseñanzas de Gozaburo Kaiba había aprendido a despreciar las emociones más sencillas. Pero, ¿qué perdía al intentar hacerse amigo de Katsuya? ¿Su compañía, su hermano, su dignidad, su prestigio...? no nada de eso podía perder. Entonces, ¿porqué no?.

“Se realista Seto, no hay perdida, a lo sumo una decepción menor si las cosas se van de madre. Pero no hay peligro real... No vale la pena que actúes como cobarde a estas alturas. No puedes vivir bajo la sombra de Gozaburo durante toda tu vida. Y Katsuya ya ha probado que solo quiere lo mejor para ti y para Mokuba...
...
...
¿Desde cuándo pienso en el cachorro como Katsuya?”

Sonrió, ante el descubrimiento. Era gracioso, solo una tarde y ya había cambiado su pensamiento sobre el perro. Pensó en los pros y los contras de la situación. Sin duda le vendría bien alguien con quién relacionarse que no fuese su hermano. Le ayudaría a cuidar de Mokuba, y probablemente le marcaría los errores que cometiese, como había echo esa misma tarde. Y por más que lo pensase, no encontraba un verdadero contra. Jou, no le robaría la empresa, ¿de qué le serviría?. ¿A su hermanito? Ya había dejado en claro que no tomaría un lugar que era de él...
Entonces...
—¡Hermano!—gritó el chibi mientras entraba con su bolso lleno de cuadernos. Miró a Seto con aire cómplice, este todavía miraba el lienzo.— Te gusta mucho ese lienzo, ¿No?.
—La verdad sí...— Seto nunca mentiría a su hermanito sobre algo tan trivial. Guardó el lienzo, y se sentó en la cama. Mokuba lo imitó.—Dime Mo-Chan...¿Crees que el cachorro y yo nos podríamos... llevar bien como amigos?
—¿Lo dices en serio?—Mokuba lo miró con los ojos abiertos y sonriendo.
—Sí...
—¡Yo creo que se llevarían más que bien! ¡Sería perfecto!
—¿Eso crees, o eso quieres creer?
—¡Eso creo! ¡Jou, a pesar de las apariencias, es muy maduro.! ¡Y hasta se parece a ti!
—Perdóname pero no encuentro el parecido...—Seto, se maravillaba ante la forma de hablar de su hermanito sobre el rubio. Era obvio que el rubio, estaba en muy alta estima con el pequeño.
—No físicamente, pero son tan opuesto como son parecidos. Es cómo si Jou se complementase contigo. ¡Es como si fuese mi otro hermano!.... ¿De verdad quieres ser su amigo?—el niño parecía esperanzado.
—Tal vez...—dijo el mayor en toque misterioso.—Pero ahora a hacer la tarea porque tienes que dormir...
—Seto....—reprochó el pequeño.
—Mokuba...
—Seto...
—La tarea...
—Seto...
—¡Mokuba!
—¡Seto!

Y entre cosquillas departe del mayor, terminaron un poco tarde con las tareas...
Mañana, sería un día muy movido para ambos. Vaya que lo sería...

Continuará....

(N.d.A: ¿Flamas, Alabanzas, quejas, adulaciones? ¡Mándenme un mail y lo discutimos!
miharu_otori@hotmail.com)

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