Introducción
Esta nunca fue una historia de amor común, no era el cliché romántico que una adolescente imaginaba. Era sencillo visualizar la clásica ficción protagonizada por una chica buena y dulce con grandes aspiraciones y sueños, tan inmersa en sus ambiciones que no se fija en el mundo que la rodea. En contraposición, se tiene al chico rudo y rebelde, el cretino atractivo pero atormentado que se deja llevar por el mundo que le rodea sin tener un propósito en específico. Es así que se tienen dos personajes opuestos, cuyos destinos se unen por un evento fortuito.
En un principio hay renuencia mutua, se detestan, se insultan, se torturan, pero como dice el dicho, del odio al amor hay un paso y los dos personajes, tan distintos en personalidades, se enamoran profundamente, viven su propio épico romance, puro e inocente, donde deben luchar contra adversidades sociales que sólo cimientan su amor, logrando que la chica solitaria se transforme, mientras que el chico sin propósito se reivindique sólo para ser merecedor del amor de la chica buena.
Esa era la historia con la que la mayoría de las adolescentes soñaba y Victoria Vega no era la excepción, pues ella, durante sus primeros años de pubertad soñó con su chico malo convertido en valiente príncipe. No obstante, Tori no contaba con el pequeño detalle de que la adolescencia era más compleja que esa simple fantasía; nunca reparó que esos años que la llevaban a la edad adulta servían para el auto reconocimiento y el cuestionamiento personal.
La aspirante a estrella del pop pensó que al llegar a Hollywood Arts todos sus sueños se harían realidad, pero ahora, parada entre una multitud emocionada tras cierta presentación y atestiguando cierto acto de pasión, Tori se percató que al ser admitida en esa peculiar preparatoria, sus sueños y deseos se habían transformado, no drásticamente, pero sí de cierta manera.
Ella, junto con todo el alumnado, presenciaban la culminación de una historia de amor, en donde no había una chica buena y un chico malo, sino todo lo contrario. Se trataba de un joven gentil y sensible enamorado de una chica mordaz y rebelde, no hubo transformaciones personales, pues la chica – a pesar de estar enamorada – no estaba dispuesta a cambiar su esencia y, al final, el chico se daría cuenta que no quería cambiar a la chica, pues se había enamorado de sus virtudes y defectos, y tras meses de separación, ahora, encima de un escenario, ambos se reconciliaban con un beso apasionado.
Tori miraba con atención, esperando sentir alguna clase de alegría como la mostrada por sus más cercanos amigos y pronto se dio cuenta de que no sería así, pues lo único que pudo sentir fue decepción y esa desilusión fue la que le hizo toparse con una realidad latente, una que siempre estuvo frente a ella pero que no reconoció hasta ese momento.
Su falta de interés hacia los chicos, su necesidad por tener el afecto de cierta persona, por tener un contacto físico más íntimo, su templanza por soportar insultos y malos tratos, por dar su ayuda desinteresada cuando se lo pedía, su afán por lograr que su mejor amigo superara su enamoramiento y su empeño por conseguirle una cita al chico que estaba sobre el escenario, pronto tuvieron una respuesta…
La castaña no quería al chico malo de sus sueños, sino a la chica mala de su realidad, la misma chica que ahora abandonaba el escenario de la mano de su novio. Tori quería a su némesis, su antagonista, su torturadora, Jade West.
El peso de la verdad fue apabullante y no ayudaba en absoluto que la pareja estuviera en esa etapa de luna de miel en donde todo era perfecto y romántico. Aun así, Tori esperaba que esa etapa terminara pronto, que Beck se hartara una vez más de la actitud de Jade, sin embargo, parecía que eso no pasaría en un futuro cercano, pues la relación parecía mucho más madura, estable, normal, y ver todo eso era como una daga que se incrustaba en su corazón y su hundía cada vez que los veía compartir un abrazo o una sonrisa cómplice.
Tori no sabía por cuánto tiempo podría mantener su careta de buena amiga y menos con la nueva actitud de Jade, una más afable y cordial. A menudo, la castaña se torturaba imaginando lo que se sentiría estar en el lugar de Beck, lo que se sentiría tomar la mano de Jade… besarla en los labios.
Fue así que Hollywood Arts pasó de ser ese lugar en donde podía ser ella misma, a un lugar sofocante, una cárcel que le impedía revelar sus verdaderos sentimientos y parte de su identidad. No obstante, pocos meses antes del fin de curso, su boleto a la libertad se presentó en la forma de una invitación extendida por el mismo director que la había visto audicionar con los brazos fracturados para un show de comedia musical. El papel no era fuera de lo común, era pequeño, su nombre ni siquiera sería parte del elenco principal, pero era una oportunidad y, lo mejor de todo, la serie tendría lugar en la costa este, en Orlando, Florida.
Luego de hablar con sus padres y chantajear a su hermana Trina para que no abriera la boca, Tori empacó una maleta y partió a Orlando. La audición fue un éxito, pues sus habilidades de actriz y experiencia como cantante eran lo que el director y los productores buscaban. No obstante, debido a que su papel fue el último en ser cubierto, Tori no tuvo la oportunidad de volver a California para terminar la preparatoria y despedirse de sus amigos. Aunque, siendo honesta consigo misma, la actriz no tuvo deseos de hacerlo, ya que ver los rostros de sus amigos podría haberle provocado arrepentimiento y, específicamente, enfrentarse con Jade, podría haber significado la confesión de sus más profundos sentimientos, una confesión de amor que, muy probablemente, habría sido rechazada en el mejor de los casos.
Tori sabía que su abrupta desaparición provocaría resentimiento y odio, pero la castaña podía vivir con eso y, eventualmente, tanto sus amigos como ella, lo superarían, lo olvidarían y la vida seguiría su curso.
Y así fue.
La carga de trabajo en un show que ganó fama mundial en cuestión de meses no fue tan severa para Tori a diferencia de sus compañeros, al menos en la primera mitad de la temporada uno, pero Rafaella “Ella” Souza, en su carácter de personaje de apoyo con apenas un par de líneas en algunos episodios, se fue ganando el corazón del público. Hacia la segunda mitad de la temporada, Ella ya tenía diálogos largos y capítulos con ella como parte de la trama principal. En la segunda temporada, el nombre de Victoria Vega ya figuraba en los créditos principales y su personaje se volvió complejo y querido por las masas.
La vida era buena, el éxito le sonreía y éste mismo le permitió participar en pequeños papeles en grandes producciones cinematográficas, a aparecer en portadas de importantes revistas, a ser el rostro oficial de varias marcas, esterilizar spots publicitarios y ser invitada en populares talk shows. Con cada temporada su fama se incrementaba y no se quejaba, como otros actores que conocía; Tori agradecía ser parte del elenco de ‘Harmony’, adoraba interpretar el papel que le había dado tanto y saber que, luego de ocho temporadas, el show llegaría a su fin, provocó en ella una gran melancolía e incertidumbre.
Los rumores que circulaban en torno a la temporada final eran diversos, ridículos en el peor de los casos. Se hablaba de favoritismos, de rivalidades, de alcoholismo y abuso de drogas, de romances fallidos y escándalos sin fundamentos. La realidad era que la serie no daba para más y merecía un final épico, digno de los fans que habían crecido con él.
Sin embargo, en la filmación de esa última temporada, Tori se vio a sí misma pensando en su pasado. En ocasiones viajaba a Los Ángeles por cuestiones de su agenda, para la asistencia de eventos y premios, pero en esas contadas ocasiones que visitaba su ciudad natal, nunca se permitió pensar en aquellas personas que, en algún momento, formaron parte de su vida, y no era como que le pudiera preguntar a Trina, pues luego de su graduación, su hermana buscó suerte en Hollywood y, para sorpresa de la familia Vega, Trina, con su peculiar carácter escandaloso, pasó a formar parte del selecto grupo de Fashion Police gracias a sus comentarios ridículos y honestos, llegando a ser amada tanto por el público como por sus compañeros, a tal punto que Kelly Osbourne, en un par de ocasiones, había declarado que en Trina Vega vivía parte del espíritu de Joan Rivers.
Tori llegaba a girar los ojos con fastidio cuando su nombre era mencionado en el show de E! Enterteinment, pues su hermana nunca fallaba en mencionar alguna penosa anécdota relacionada con la actriz. No obstante, esas referencias la hacían más humana y agradable al ojo público, pero siendo fiel a su palabra, Trina nunca mencionó los nombres de sus amigos o si tenía conocimiento de lo que había sido de ellos, nunca comentó si la habían buscado o no, si exigieron saber el por qué cambió de número de móvil o si les había siquiera importado su desaparición.
Ahora, no era como que la vida social de Victoria Vega fuera inexistente, sino todo lo contrario. Tenía amigos de sobra, había entablado un par de relaciones con un actor y un músico y sí, sí se había dado tiempo de explorar esa parte de su sexualidad que la confundió en su adolescencia. En la intimidad de su vida personal, Tori entabló romances con rubias, pelirrojas, morochas, de ojos cafés, grises y avellanados, evitando inconscientemente a castañas o morenas de piel blanca y ojos que oscilaban entre el azul y el verde. No obstante, nunca se sintió específicamente atada sentimentalmente a alguien porque, de acuerdo a su razonamiento, no tenía tiempo para tal cosa.
Sin embargo, a los 25 años de edad, Tori estaba por enfrentar una crisis que se escondería tras el dulce sabor de su primera nominación como mejor actriz de televisión en una serie de comedia en los Globos de Oro, un placer que la llevaría a enfrentar su pasado.
Victoria Vega estaba por enfrentar a su más temido demonio…