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De azul metamórfico a verde iridiscente por Kogan

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Notas del fanfic:

Esta historia participa en el evento de FB: Mes MidoTaka, a día 28.

Notas del capitulo:

| De tantas veces que escribí y rescribí esto en mi imaginación, esta ha sido la única idea medio completa que me convenció. Ojalá a ustedes también les convenza. Posible OoC. |

Midorima cierra el libro, satisfecho consigo mismo por haber roto su récord de lectura apenas iniciado su sábado. La sonrisa que se le pinta en el rostro es interrumpida por su hermanita, quien lo observa con curiosidad desde el otro lado del sillón. -¿Hermano?

 

-¿Sí?

 

-¿De qué trata el libro?

 

El chico se acomoda los lentes sin haber desdibujado la mueca de alegría y se dispondría a responderle a su hermana de las teorías del Universo hasta que recuerda que esta solo tiene 7 años y la emoción se le corta de tajo.

 

-De teorías acerca de la creación del Universo-, responde ya más desanimado, con el mismo tono neutro que utilizaría un robot. A la niña le brillan los ojos, y a su hermano, al notarlo, le refulgen el doble. -¿Y cuál es tu preferida, hermano?-, la escucha preguntar, pero tarda sus segundos en procesarlo.

 

Apenas pronunciada la pregunta, la habitación es sepultada en un silencio monstruoso que todo lo consume. Midorima abre un poco los ojos, sorprendido de su propia sangre, y agradece a todo lo infinito que Ayami sea su hermana. Solo suya.

 

Justo cuando está por comenzar una emocionante discusión acerca del Big Bang, vuelve a ser interrumpido por el sonido de un mensaje llegando a su celular. Se disculpa con su hermana y, cuando lee el contenido del mensaje, vuelve a pedirle una disculpa. Levantándose del sillón, dice:

 

-Lo hablaremos en otro momento, Ayami, ahora tengo algo que hacer.

 

La niña asiente sin resentimientos y se despide de su hermano deseándole un buen día.

 

Mientras espera a que sea respondida su llamada, Midorima aprieta el agarre a su Objeto de la Suerte de ese día. -Señora Takao, buenos días, soy Midorima Shintarou. Lamento la molestia, pero ¿Kazunari se encuentra en casa?

 

.

 

-Ya no sé qué hacer, Midorima-kun. Lleva toda la mañana así…

 

Recapitulando, Shintarou hace un repaso mental de todos sus momentos vividos al lado de Takao. Recuerda su primera impresión de él, su carácter tan desaliñado, su creciente y extraña amistad, los pases que les hicieron ganar partidos, las sonrisas que le sacaba inconscientemente; todo. Lo recordaba todo de esos momentos con él. Y sin embargo no cabía en su asombro de verlo como lo tenía frente a sí en ese preciso instante: roto.

 

Takao, pataleando desde su cama, gritaba desgarradoramente. Midorima solo podía entender dos oraciones de todo lo que su compañero clamaba: 1) Que no veía un carajo, y 2) “¿Dónde está Shin-chan?”

 

«Puede que sea mucho pedir, pero por favor intenta tranquilizarlo, Midorima-kun…» Es la frase con la que Shintarou sale por fin de su ensimismamiento. Asiente después de un parpadeo a la mujer, le sonríe para intentar tranquilizarla a ella primero y le obsequia un «Déjelo en mis manos» que busca ser amable. A la dama se le escapa un suspiro entre lágrimas que solo una madre puede soltar por sus hijos y, agradeciéndole, le deja a solas con Kazunari.

 

Midorima se toma dos pasos de meditación para acercársele; uno para prepararse mentalmente y el otro por si el primero no ha servido. La voz firme le vuelve a salir naturalmente. -Takao.

 

El nombrado lo escucha, claro que sí, pero no reacciona más que una milésima de segundo antes de volverse a echar a llorar, esta vez sin tanto drama de por medio. Hunde la cara en la almohada fuertemente, ahogando un grito que habría retumbado en toda la residencia, y solo entonces se digna a voltear hacia su amigo.

 

Midorima podría jurar que Takao le analiza de cuerpo entero, incluso que hace contacto visual con él, pero Kazunari jura y perjura que no puede ver ya nada.

 

-Shin-chan…-, susurra. La alegría que puede percibir Midorima en su voz le rompe algo por dentro, y solo puede reaccionar acercándosele.

 

-Sí.

 

Y de un segundo a otro, ya tiene al más pequeño aferrándosele en un abrazo que le resulta más necesario que otra cosa en el mundo. Midorima tarda sus segundos en reaccionar, pero cuando lo hace, no duda en corresponderlo.

 

.

 

Tras haber permanecido toda la mañana y parte de la tarde ahí, Midorima tuvo que avisar en su casa que posiblemente no llegaría a cenar, por cómo estaban las cosas. Sin embargo, para cuando la señora Takao ya le había ofrecido acompañarlos a la cena, Midorima dudó de siquiera llegar a su hogar ese día.

 

Se levantó del asiento que cortésmente le había ofrecido la hermanita de Takao horas antes y dispuso su camino hacia la mesa a paso lento. Ofreció una última mirada a su compañero de equipo, entre la preocupación y la esperanza, y cerró la puerta del cuarto, dejando a Kazunari solo.

 

Al llegar a la mesa, los rostros del par de mujeres se encontraban descompuestos de la preocupación. -Lamentamos que tengas que permanecer aquí, Midorima-kun, pero Kazunari no dejaba de insistir y yo… -; Un suspiro melancólico interrumpió las palabras de la mujer. Observó a su hijita tratando de consolarla y apretó su manita para decirle en una sonrisa que se encontraba bien. -Lo que quiero decir es…

 

-Muchas gracias, Shin-chan-, completó la pequeña. Los ojitos azules de Yoshimi observaron a Shintarou con el mismo aire sincero que los de Takao, estrujándole el corazón un poco. Midorima se acomodó los lentes y asintió sin encontrar palabras para decir.

 

La cena transcurriría en completo silencio de no ser por los cubiertos que de vez en vez tintineaban. Midorima comenzaba a pensar que no era buena idea que Takao estuviese tanto tiempo solo, pues podría despertar y la escena que presenció al encontrarlo se repetiría.

 

A dos segundos de retirarse de la mesa para ir a comprobar el estado de su amigo, la visión de la mesa y las mujeres pasaron de ser un simple borrón a desaparecer completamente. Su mirada se encontraba posada en el techo de algún sitio oscuro, que Midorima reconoció tras su estupor como el techo de la habitación de Takao.

 

Intentando no exaltarse, parpadeó fuertemente. La imagen volvió a ser de la cena a punto de terminar que se encontraba frente a sí. Un sonoro llanto llegó hasta sus oídos, al momento en que la vista volvió a transformarse en la del cuarto de Kazunari.

 

Dejando caer los cubiertos sobre la mesa, Shintarou cayó de su silla hacia atrás. La mirada desorbitada en su rostro pareció fijarse en las mujeres que ya acudían a su ayuda, ellas podrían haberlo jurado, pero Midorima jura y perjura que todo lo que puede ver son las piernas de Takao agitándose violentamente, pareciendo sus propias piernas.

Notas finales:

Seguid disfrutando del mes MidoTaka, que ya está por terminar. 

Nos leemos en el segundo y final capítulo muy pronto. 


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