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Incondicionalmente por Kurenai_no_Angel

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Notas del fanfic:

¡Hola, hola! Este es mi primer fic de Owari no Seraph y la verdad, tengo muchas dudas al respecto. Me fundí la primera temporada y los capítulos que hay de la segunda en una semana. La serie me está encantando tanto que enseguida me empecé el manga. Y, por supuesto, me enamoré del MikaYuu nada más verlos porque son preciosos.

 

Notas del capitulo:

Como he dicho, tengo muchas dudas porque no he leído mucho del manga y no sé si los datos que uso para el fic son correctos o no. La mayoría de las cosas me las he inventado, pues transcurre varios años más tarde en los que la guerra contra los vampiros ha terminado y viven en paz. He tratado de ser lo más fiel posible y adaptarlo a la realidad que he "inventado". Espero haberlo logrado. Si hay algún fallo o algún error, no dudéis en ponérmelo en los comentarios para que lo corrija.

Antes contaba los días que faltaban para reunirse. Ahora no se podría decir lo mismo. Calcula que ha pasado un año desde la última vez. ¿Y eso importa? Para él no. Ya tiene lo que necesita. El ruido de las máquinas trabajando casi ahoga sus pensamientos. Los humanos no son tan débiles como pueden parecer, y por el momento lo han demostrado con creces. Las ruinas siguen poblando las calles, pero poco a poco la normalidad se está recobrando. Las obras de reconstrucción están dando sus frutos y aunque todavía no se puede considerar una ciudad como tal y no ha recuperado el esplendor que la caracterizaba, sí que se iba asemejando a una. Se sentía orgulloso del progreso, ya que él y sus compañeros habían sido partícipes de ello de alguna manera.


Empezaba a hacer frío. El aire se había levantado y agitaba su ya de por sí indomable pelo en todas direcciones. Se lo revolvió, tratando inútilmente de devolverlo a su sitio. Saludó a los trabajadores con un ademán cansado y caminó despacio con las manos en los bolsillos. Todas las mañanas desde hacía aproximadamente medio año iba a aquel mismo lugar, a observar cómo levantaban la ciudad de sus restos. Era una especie de rutina que se había impuesto para recordar el dolor y las desgracias que los vampiros le habían hecho pasar. Aunque no necesitaba alejarse demasiado para que esas experiencias desgarradoras le abrumaran. Tenía la problemática en su propia casa. Pero era una problemática que aceptaba encantado y que no deseaba por nada del mundo que desapareciera.


 


-Ya he vuelto. –Anunció.


-¡Yuu-chan! –La respuesta no se hizo esperar.


 


El rubio trotó a su lado con entusiasmo. Intentaba disimular que lo había echado de menos en sus horas de ausencia, pero las señales que emanaban de su cuerpo le delataban.  Como la amplia sonrisa que adornaba su rostro.


 


-Hola, Mika. –El frío de la calle se deshizo por completo tan solo con verle. Ambos habían luchado mucho por llegar a ese punto, por estar juntos y ser inseparables. Era su premio tras tanta cruenta batalla. Se lo tenían bien merecido.


 


Mika se acercó con cautela hasta quedar frente a él. Su entusiasmo le pudo más que el espacio personal, y no tardó mucho en darle un sentido abrazo que Yuu correspondió. Se apartó con rapidez, temiendo incomodarle. Su sonrisa se amplió.


 


-Bienvenido a casa.


 


Casa sonaba bien. Estar en casa con su familia. Con Mika. Nunca antes había sido consciente de lo mucho que le necesitaba en verdad, de lo reconfortado que se sentía con una mano amiga tendida veinticuatro horas. Después de tanto…


 


-Ya estas poniendo esa cara triste otra vez. –Mika presionó la punta de su nariz con el dedo índice-. No me gusta ver esa expresión en Yuu-chan.


-Vale, vale, solo pensamientos alegres –dijo mostrando sus palmas, en señal de rendición. Mika le sacó la lengua y se dejó caer en el sofá, retomando el libro que al parecer había estado leyendo en su ausencia.


 


Yuu se sorprendió de la cantidad de mantas que estaban encima de este. Era como si Mika hubiera vaciado el armario completo y luego hubiera decidido sepultarse bajo él. Estaba tapado hasta el pecho, dejando fuera solo los brazos para poder sostener su novela. Con un gesto, le indicó al moreno que le acompañara. Se deshizo del abrigo y la bufanda y apartó las mantas para enterrarse también bajo ellas. Los ojos rojos de Mika le siguieron mientras se acomodaba. Encogió las piernas para que ambos cupieran con comodidad. No obstante, sus pies se rozaban. A ninguno pareció importarle.


 


-Y bien, ¿cómo van las cosas por allí? –A Mika le gustaría acompañarle en sus paseos matutinos, pero sabía que no era bien recibido por los humanos, a pesar de que el Ejército Imperial Japonés se había comprometido a protegerlo bajo su responsabilidad. En teoría, Yuu vivía con él porque era su supervisor directo y el encargado de controlar que el vampiro se comportara. Lo cierto era que Mika no se comportaba en absoluto, pero no en la forma en que a Guren le interesaba. Una vez al mes, Yuu debía mandarle al teniente coronel un informe detallado acerca de las actividades de Mika. La mayoría de las veces se lo solía inventar.


-Cada vez hay más edificios reconstruidos. –Las mantas le llegaban hasta la nariz y su voz sonaba amortiguada. –Esto ya empieza a ser una ciudad. Los niños están siendo recogidos en nuevos orfanatos y poco a poco van regresando a su antigua vida. En la medida de lo posible.


-Sigues preocupado al respecto, ¿verdad? –Mika cerró el libro y lo dejó sobre su regazo. Yuu odiaba que le conociera tan bien porque era imposible ocultarle nada. Aunque lo mismo podía decir al contrario-. Has hecho lo que está en tu mano para ayudar. Es el turno de los demás. ¿Acaso no crees que sea suficiente que tengas que seguir patrullando?


 


A pesar de que habían erradicado a los nobles, aún quedaban vampiros pululando por las calles, deseosos de recuperar su esplendor y sembrar el caos. No eran numerosos, pero sí bastante persistentes, por lo que era necesario que de vez en cuando vigilaran. Al menos eso le permitía mantenerse en contacto frecuente con sus compañeros de escuadrón. Desde que estaba con Mika, aprovechaba su tiempo libre para pasarlo a su lado. Debido a esto, temía dejar a sus amigos de lado. Por eso las patrullas eran perfectas para que pudiera compaginar ambas vidas. No es que Shinoa y los demás despreciaran a Mika o no les gustara su presencia. De hecho, podía decir que incluso se llevaban bien. Simplemente, eran dos partes que no lograban encajar del todo.


 


-A veces me da la impresión de que podría hacer más. Últimamente no tengo mucho trabajo y no creo que estar tirado en el sofá sea algo productivo. –Echó la espalda hacia atrás y se recostó, colocándose cojines bajo la cabeza.


-¿Consideras que estar conmigo es perder el tiempo? –Mika puso ojos de cachorro. Yuu le dio un ligero puntapié bajo las mantas.


-Sabes a qué me refiero, idiota. Estar contigo es-. –Se detuvo. ¿Qué había estado a punto de decir? Mika lo miró con curiosidad-. Divertido. Aunque a veces eres una verdadera molestia –bromeó. El rubio soltó una risita. Colocó con cuidado la novela sobre la mesa y se arrebujó más en las mantas, tumbándose encima de los cojines imitando a Yuu. Estiró las piernas. Las puntas de sus dedos rozaban las rodillas del moreno. El rubor apareció en sus mejillas, por lo que agradeció que su cara estuviera medio oculta. Tenía que reconocer que el contacto era agradable.


 


-Deberíamos plantearnos comprar una estufa. Esta casa es realmente fría en invierno.


-Sería práctico, pero estar calientes bajo una montaña de mantas es más agradable, ¿no crees? Aunque estés tan lejos. –Una sonrisa tironeó de sus labios.


-Idiota –murmuró, enterrándose más en el calor que le proporcionaba el sofá. Por un instante, no se dijeron nada, se limitaron a mirarse. No era en absoluto incómodo. Se conocían desde hacía tantos años que se comprendían en el silencio y no tenían por qué romperlo. Mika le observaba con una mezcla de ternura y adoración. Eso permitió que Yuu contemplara sus ojos rojos, como un cielo atardeciendo. Dejaron de ser azules tras su conversión, pero eso no impedía que Yuu los recordara, grabados a fuego en su memoria. Nunca le contó que en el tiempo que pasaron separados, creyendo que Mika estaba muerto, el azul se convirtió en su color favorito pues le recordaba a él. Ahora, el rojo se había unido a su lista.


 


Su cambio se completó al morder a Yuu. Mika odiaba de todo corazón tener que seguir haciéndolo, pero no tenía alternativa. Por suerte, la protección del Ejército incluía unas dosis diarias de sangre de vampiros que se hallaban retenidos en sus instalaciones, para experimentos. Gracias a esto, las ocasiones en las que necesitaba sangre humana se reducían considerablemente. Mika también lo detestaba y se consideraba un tanto traidor ante este hecho. No obstante, no podía hacer nada al respecto, se trataba de su propia supervivencia. Yuu se había planteado en más de una ocasión ofrecerle su sangre de manera ilimitada para que no tuviera que depender de nadie más, pero sabía que la rechazaría sin miramientos.


Esas reflexiones fueron interrumpidas por el gruñido de su estómago, vacío desde esa mañana. El rubio soltó una risita y se dispuso a salir del refugio improvisado para prepararle la comida. Era un cocinero pésimo ya que al no alimentarse, su gusto dejaba mucho que desear. No obstante, desde aquella vez que Yuu casi prende fuego a la cocina, no le dejaba entrar en ella a no ser que fuera estrictamente necesario. Mika tembló un poco al no contar con el calor de las mantas y Yuu se sintió culpable.


 


-No hace falta que me hagas la comida. Sabes que puedo comer cualquier cosa… -protestó.


-Cuidar de Yuu-chan incluye una alimentación adecuada –le sermoneó como si se tratara de su madre.


-Solo sabes hacer curry –le recordó, más por burlarse que por otra cosa. Eso le provocó un pinchazo en el pecho, pues le vino a la mente cuando eran ganado de los vampiros y la familia se reunía ante el puchero rebosante de Akane.


-Delicioso curry –le corrigió, señalándole con el dedo. –No ofendas mis dotes culinarias.


 


Agradecía su preocupación y su dedicación. Yuu se incorporó y apartó las acogedoras mantas. No le parecía bien quedarse ahí parado, calentito, mientras Mika cocinaba para él. Siguió sus pasos hasta la cocina, donde el vampiro se afanaba en cortar verduras. El suministro y los recursos se habían vuelto fluidos con el tiempo. No se encontraban en la misma escasez que antes, pero tampoco podían contar con lo que quisieran. Por ejemplo, la carne seguía siendo escasa, por lo que preparar curry era una especie de “regalo” que conseguían gracias a su influencia en los altos mandos (véase que Yuu rondaba a Guren hasta que este cedía con tal de que le dejara en paz). Las manos de Mika eran habilidosas, con sus dedos largos y finos. Hablaron de cosas sin importancia, una charla animada cuya única pretensión era pasar un buen rato. Una vez la sopa estuvo preparada, se sentaron a la mesa. Por supuesto, Mika no comía con él (no comía en absoluto) aunque le gustaba acompañarle en la mesa.


 


-¿Cómo están Shinoa y los demás? ¿Me culpan mucho por robar tu atención y apenas dejarte estar con ellos? –preguntó burlón. A decir verdad, con Shinoa era con la que mejor se llevaba, puesto que los dos compartían una pasión común: burlarse de Yuu. Esto no significaba que tuviera una relación con ella ni mucho menos. Seguía sin soportar a los humanos. Era más bien una cuestión de tolerancia.


-No solemos coincidir a menudo, tan solo en los reconocimientos y en misiones pequeñas, ya sabes. Kimizuki también está bastante ausente por la mejoría de su hermana. Tiene que recuperar el tiempo perdido. –Sonrió al pensar que ese maldito bastardo sí escondía un lado dulce, después de todo. –Aun así, están hablando de quedar un día de estos, para divertirnos, nada de buscar vampiros o algo así. Casi suena bien la palabra “divertirse”. –Mika se había convertido en alguien celoso al que no le gustaba compartir el interés de Yuu. Al moreno por lo general no le importaba, aunque ya habían tenido una charla al respecto. Cuando Shinoa se enteró hizo ciertas bromas que sacaron a Yuu de sus casillas. Mika no tenía por qué saberlo.


-No me gusta compartir a Yuu-chan –suspiró, apoyando su mejilla en el brazo que tenía sobre la mesa.


-Pareces una novia posesiva –comentó, soplando una cucharada antes de comérsela.


-En todo caso, la novia serías tú, princesa –imitió el tono de Shinoa cada vez que se refería a Yuu de esta forma.


-Nunca debí contártelo. –Se quejó. Shinoa consideraba que Mika se parecía a un apuesto príncipe con su capa blanca, dispuesto a rescatar a la princesa de Yuu. Le ponía de los nervios. Mika soltó una risita ante su cara molesta.


-¿Está rica la sopa? –preguntó, curioso. En verdad se esmeraba por agradarle.


-No te ha quedado tan salada como la última vez –respondió. Las recetas simples eran las que le daban mejor, y con la práctica había conseguido que le quedaran decentes aun no pudiendo probarlas.


-Te prometo que me esforzaré –le dedicó una bonita sonrisa que ruborizó a Yuu, lo que hizo que la sonrisa de Mika se ampliara.


 


Unos golpes en la puerta les interrumpieron. Mika se levantó y se apresuró a abrir, mientras Yuu seguía soplando la sopa. La voz de un hombre llegó hasta la cocina y enseguida supo que se trataba de Guren. Dejó el plato en el fregadero y se dispuso a recibirlo.


 


-Si vienes a por el informe de Mika, aun no lo hice –le encaró, bostezando. Le molestaba que se presentara sin avisar. En general, le molestaba ver su cara pero no le quedaba más remedio ya que, para bien o para mal, seguía siendo su superior. Su estúpido e irritante superior.


-Oh, Yuu, tranquilo, no dudo de tu habitual impuntualidad. Por suerte no he venido a verte a ti, tengo asuntos que tratar con tu amigo. –Señaló a Mika al tiempo que mostraba el maletín que portaba. –Pero ya que estás incordiando como siempre, aprovecho para recordarte la patrulla de esta noche. A las 10. En punto –remarcó, clavándole sus ojos violetas.


 


Yuu chasqueó la lengua y desapareció de su vista. Subió las escaleras de dos en dos hasta su habitación. Era extraño que el imbécil de Guren se presentara allí para traerle personalmente la sangre a Mika. Seguro que tenía alguna intención oculta, no hacía nada sin recibir algo a cambio. Recogió el uniforme, que reposaba tirado encima de una silla. Lo dejó sobre la cama, tratando inútilmente de hacer desaparecer las arrugas acumuladas por la falta de cuidado con los dedos. Estaba tan concentrado que apenas notó los suaves golpes en el marco de la puerta. Se giró para ver a Mika.


 


-¿Qué quería Guren? –inquirió, deseoso de recibir una respuesta. La expresión alegre que antes mostraba Mika, había desaparecido de su rostro y ahora estaba serio.


-Me trajo sangre y estuvimos charlando. –Se encogió de hombros y avanzó hasta Yuu. –Quería información acerca de los vampiros, nada importante. –Por su tono, el moreno supo que las preguntas se habían terminado.


 


Mika se inclinó con curiosidad y pasó la yema del dedo índice por la manga de su uniforme. El gesto burlón regresó y se intensificó al ver la evidente molestia de Yuu.


 


-Sabes que no soy cuidadoso, no sé de qué te extrañas –murmuró, mirando hacia otro lado.


-Ah, Yuu-chan, no sé qué harías sin mí –le pellizcó la mejilla.


-Soy capaz de vivir solo, ya lo sa-. –Se detuvo. Los ojos de Mika estaban muy abiertos. Con una mano se apretaba el pecho y jadeaba, como si le faltara aire-. ¡Mika!


 


Le tomó con delicadeza por los hombros y le sujetó, temeroso de que pudiera caerse al suelo. Respiraba con agitación y su cuerpo temblaba. Mika se recostó en su pecho, cerró los ojos y dio una bocanada de aire, antes de calmarse y de que sus escalofríos se detuvieran tan repentinamente como habían comenzado.


 


-Mika, Mika, Mika, ¿estás bien? –Repetía su nombre una y otra vez, mientras le aferraba más fuerte, angustiado y sin saber qué hacer. Este se incorporó y le dedicó una tambaleante sonrisa.


-No te preocupes, Yuu-chan, todo está bien. –Intentaba que sus palabras sonaran tranquilizadoras, pero el moreno no las tenía todas consigo y seguía sosteniéndole de los hombros por si acaso-. Me mareé un poco. La falta de sangre, supongo.


 


Yuu estaba convencido de que eso era mentira, pues no hacía tanto que se había alimentado por última vez y Mika no solía ser descuidado a ese respecto. Sin embargo, decidió no insistir. Como consideraba que aún estaba débil, le obligó a reposar en su cama, ignorando sus protestas. Mika quería regresar a su propio cuarto, pero Yuu no se fiaba y no descansó hasta que el vampiro estuvo bajo las sábanas, por mucho que dijera que se encontraba perfectamente.


 


-Yuu-chan. –Cerró los ojos. Su cabello rubio se expandía por la almohada, dándole un aspecto angelical. Se sonrojó por pensar eso y agradeció que no le viera-. ¿Te quedarás conmigo? –susurró. Yuu suavizó su expresión.


-No tengo otro lugar al que ir. Mi familia está aquí –susurró de vuelta. Mika sonrió.


 


La preocupación le carcomía por dentro. Las pocas veces que había visto a Mika de esa manera era debido a la falta de sangre, pero estaba seguro de que esta vez no era el caso. Sin embargo, si él no quería hablar del tema no había nada que pudiera hacer. Aun así, debía presionarle respecto su dosis mensual de sangre humana. Por mucho que a Mika le repugnara. Fuera, comenzó a llover. Genial. El clima era ideal para patrullar. Deseó que mejorara o por la noche lo pasarían realmente mal. Desvió su atención de nuevo a su compañero. En verdad parecía un ángel. Sobre todo cuando se estaba quietecito sin andar incordiándole de un lado a otro. Le gustaba ese Mika. Se ruborizó ante la idea. Acercó la silla sin hacer ruido hasta la cama y se sentó en ella.


 


-Eh, Mika –murmuró. El chico no se movió. Yuu se dedicó a contemplarle, casi embelesado. La abrumadora necesidad de pasar sus dedos por su pelo rubio le embargó. Así expuesto, parecía esponjoso, como si se tratara de algodón de azúcar. Quería saber si tendría esa textura. Ese tipo de pensamientos le sobresaltaron, sin embargo su curiosidad pudo con él. Despacio y temiendo despertarle, aproximó la mano a la almohada, dubitativo. Descendió indeciso y tocó un mechón con las puntas de sus dedos. Se maravilló. Eran más suaves de lo que imaginaba. Las ganas de no detenerse se sobrepusieron a su sentido común. Enredó un mechón, siguiendo la forma de los bucles, para después soltarlo y que regresara a su lugar. Mika emitió un ruidito semejante a un gorjeo.


 


-¿Yuu-chan? –Enfocó su mirada rojiza en el moreno, que enseguida retiró la mano.


-Creí que estabas dormido. –Rezó porque no se hubiera percatado de nada. Sería demasiado vergonzoso.


-Yuu-chan es adorable cuando se sonroja. –Se incorporó sobre la almohada, visiblemente mejor, y le dedicó una sonrisa.


-C-cállate, idiota. –Desvió la mirada, escuchando la risita de Mika de fondo. -Sabes que debes beber mi sangre, ¿verdad? –No le gustaba sacar el tema. Mika asió las sábanas.


-Con las reservas que me ha traído Guren puedo aguantar-


-No –le cortó-. No es suficiente, no soy estúpido. Y no quiero tener esta discusión cada vez que precisas sangre. No tengo ningún problema en ofrecértela. Eso hace la familia –añadió, para darle dramatismo y seriedad a sus palabras y esperar que le hiciera caso por una vez sin quejarse.


 


El vampiro le encaró, con la angustia reflejada en su mirada. Yuu era consciente del debate interno al que se sometía y le dolía ponerle entre la espada y la pared.


 


-No quiero, Yuu-chan. –El aludido tenía la impresión de que Mika se iba poner a llorar de un momento a otro. Se acercó más a él, procurando sonar tranquilizador.


-Vive por mí. –dijo, regresando al día en que bebió por primera vez de él, el cual pronunció esa misma frase. Surtió el efecto esperado.


 


Mika se apartó, dejando un hueco a su lado en la cama. Yuu subió con agilidad al colchón y se posicionó de tal forma que pudiera acceder a la parte de su cuerpo que prefiriera. Normalmente, elegía las muñecas, ya que no quería intimidarle con su presencia. Honestamente, a veces era demasiado amenazante. No solía optar por su cuello, lo consideraba un tanto íntimo… hasta que notó unos dedos fríos deslizarse por su yugular.


 


-Yuu-chan… ¿puedo? –Sus labios estaban entreabiertos, mostrando unos colmillos afilados como cuchillas. El corazón de Yuu rebotó contra su pecho y le imploró a cualquier dios existente no sonrojarse. Por la sonrisa de Mika, supo que había sido inútil. Se suponía que debía estar más que acostumbrado a esto. Las reacciones físicas escapaban de su control y por más que lo intentara, la presencia de Mika en ese tipo de instantes siempre le producía lo mismo.


-C-claro. –Apartó tembloroso la camiseta del pijama, dejando el hombro al descubierto.


 


Mika le atrapó por este y se inclinó en su dirección. Yuu percibía su aliento, haciéndole cosquillas, mientras se aproximaba. El rubio le tomó con cuidado por la cadera a la par que mantenía la camiseta en su sitio para evitar que se manchara. Posó su boca encima de la yugular. Sus labios estaban tibios y Yuu no pudo más que pensar que le gustaba el contacto y que era agradable. Se dejó llevar, cerrando los ojos y relajándose. La lengua de Mika acarició su cuello, bajando por su hombro y deslizándose delicadamente por su clavícula. Era la primera que se demoraba tanto y que hacía algo semejante. Yuu jadeó. Esto pareció encender a Mika, pues su contacto se hizo más intenso y pronto la lengua dejó paso a una pequeña succión. Mil mariposas aleteaban en el estómago de Yuu. No entendía a qué demonios estaba jugando, pero esa sensación era jodidamente embriagadora y no quería que terminara. Estaba confuso por sentirse así, por las sensaciones nuevas que estaba descubriendo y más aún por el comportamiento de Mika.


Los colmillos se clavaron en su piel. Yuu gimió ante la oleada de placer y el daño que le invadió. Al principio, el hecho de que le succionara sangre no era doloroso. Después de tanto tiempo siendo su “proveedor”,  ciertos puntos de su anatomía, allí donde más mordía, se habían vuelto sensibles. Y el cuello era uno de esos lugares, a pesar de no centrarse mucho en él. La sangre brotaba de la herida y Mika la recogía con entusiasmo y voracidad. Se impulsó tanto al succionar, que Yuu cayó de espaldas al colchón. El otro se colocó encima, prácticamente tumbado sobre él, presionándole allí donde sus cuerpos chocaban. El calor recorría las mejillas de Yuu. Bueno, a decir verdad, no solo las mejillas. Se debatía en apartarle o empujarle más hacia él.  Sus sentidos estaban al límite. Por un lado, era evidente que estaba disfrutando del contacto, más allá de todo el rollo vampírico. Por otro, una alarma sonaba en su cabeza, pues no estaba seguro de que aquello fuera correcto. Quizá era excesivamente sensual. Y lo peor era que no le desagradaba en absoluto.


Mika se recobró, volvió en sí, y sacó los colmillos. Se separó unos centímetros, lo justo para poder mirarse. Tenía las mejillas arreboladas y respiraba con dificultad. Yuu estaba seguro de que él mostraba el mismo aspecto. Era difícil y excepcional contemplar a Mika con aquella expresión, por lo que se deleitó en retenerla en su memoria.


 


-L-lo siento, no sé qué me ha pasado –balbuceó, confuso. Se sentó sobre sus piernas, limpiándose los restos de sangre con la manga.


-Está bien, no te preocupes. –Se acomodó en el borde de la cama, con los pies colgando. Arregló su pijama y evitó poner una mueca por el pinchazo que percibió al colocárselo, tapándose la punzada. Su corazón todavía galopaba sin control y el pulso resonaba en sus oídos como un torrente. No podía explicar qué acababa de ocurrir, y menos aún decidir si le había gustado. Respuesta que, por su puesto, conocía.


-¿Te he hecho daño? –preguntó con apenas un hilo de voz.


-Ey, no ha pasado nada –le dedicó su mejor sonrisa y le pellizcó el moflete. –De vez en cuando me toca a mí cuidar de la familia –bromeó.


 


Mika se relajó. De pronto, señaló la ventana, emocionado. Yuu siguió su dedo y comprobó que fuera nevaba copiosamente. Mika se asomó, pegando la cara al cristal y repitiendo su nombre una y otra vez.


 


-¡Yuu-chan, Yuu-chan! ¡Nieva! –Retazos del Mika niño acudieron a su mente. Un Mika despreocupado, disfrutando de las cosas más nimias y pequeñas como los copos de nieve deslizándose por su cabello revuelto.


 


Yuu se levantó, sacudiendo las arrugas de sus pantalones en el proceso. Desapareció hacia la habitación de Mika y regresó con varios bultos entre sus brazos. Su compañero le observaba con curiosidad.


 


-¿Qué haces? –Salió de la cama, ya totalmente recuperado.


-¿No es obvio? No podemos desperdiciar un día de nieve -dijo, tendiéndole su ropa para cambiarse.


 


Un halo luminoso se instaló en la cara de Mika. Su expresión revelaba una emoción y una alegría infantil que Yuu había echado de menos aun sin saberlo. Se dijo así mismo que debía proteger esa pasión e inocencia costase lo que costase. Era su turno para devolverle a Mika un poco de felicidad.

Notas finales:

Al final no me ha quedado tan mal, ¿no? Tuve que reescribirlo porque mi idea era que Mika se convirtiera en vampiro completo durante el fic, pues no pensaba que fuera a serlo tan pronto en el manga. Hasta que me spoilearon su conversión y tuve que reescribirlo. Luego tuve que cambiarlo de nuevo cuando me di cuenta de que sus ojos ya no podían ser azules y tenían que ser rojos. Una lástima, porque sus ojos azules son bien bonitos :(

Una pregunta por si me la queréis resolver en los comentarios, ¿los vampiros se sonrojan? Porque me debatí varias veces acerca de cambiar la escena donde Mika se ruboriza porque en un principio no debería poder, por eso de que está "muerto" y la sangre no corre por sus venas. Pero me parecía tan cutie que decidí dejarlo así. En fin, espero que os haya gustado y que comentéis para bien o para mal <3


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