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Zero por WriterSilvia

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Notas del fanfic:

La idea tras este fanfic era crear algo parecido a una novela ligera, que se lea rápido y fácil, con elementos de ciencia ficción, misterio y amor.

Espero que les guste! ^^

18 de marzo.

 

–Me llamo Kai Gushiken. He venido a salvarte la vida.

 

           

El ambiente en el aula se enrarece. ¿Me habla a mí? Me está mirando a mí, definitivamente, pero por más que lo intento no encuentro sentido a sus palabras. Megumi me mira con los ojos muy abiertos, probablemente preguntándose qué está ocurriendo.

Me está hablando a mí, sí. Ese chico nuevo. Analizo su apariencia, su uniforme de la Preparatoria Hatoyama, su rostro triangular, su cabello negro despeinado, su flequillo ocultando uno de sus ojos grises, su cuerpo esbelto. ¿Es real?

¿Es esto real?

Según la profesora, se trataba de un nuevo compañero.

Pero solo ha llegado, ha dicho su nombre y luego…

“He venido a salvarte la vida”.

Increíble.

 

Hoy, durante la comida, el delegado ha hablado sobre él.

“¿Cómo es posible que se traslade a mitad de curso? Quizá le ha ocurrido algo malo.” “¿Cómo será su apariencia?”

Ha entrado en el aula después de la hora de la comida, durante la clase de Matemáticas.

Era como si antes de conocerlo ya se hubiese levantado un halo de misterio a su alrededor. El chico nuevo.

Y ahora estaba ahí de pie, mirándome fijamente. Toda la clase no podía creer lo que escuchaba.

 

–He venido a salvarte, Nozomi. –dice. Ya no hay duda. Me habla a mí.

 

La profesora no sabe qué decir. Yo tampoco.

 

Y entonces… ocurre.

Ocurre en un pestañeo, pero es perceptible. Lo noto claramente. Una náusea intensa, asquerosa y profunda que sube a través de mi esófago y explota en mi lengua. Una luz brillante, tremendamente brillante, asola la clase y la inunda de blanco. Todo empieza y termina en el mismo segundo, pero estoy seguro de que ocurre. Sería imposible no darse cuenta.

Abro los ojos y lo veo. Al chico nuevo. Pero ya no me dedica ninguna mirada. Megumi tampoco. Nadie en la clase, en realidad. ¿En un segundo han volteado su cabeza hacia el encerado?

El chico habla de nuevo.

 

–Me llamo Kai Gushiken.

 

¿Otra vez? Ya sabemos la parte que viene ahora. “He venido a…”

 

–He sido trasladado debido a diversos problemas en mi anterior centro de estudios. Tengo 16 años y espero que todos nos llevemos bien. –dice, y entonces se inclina y se dirige a su asiento.

 

Su silla está en la otra punta del aula, así que no podría asegurar si me está mirando. La profesora agradece la presentación y la clase comienza de forma normal.

¿Qué acaba de ocurrir? ¿No habéis oído lo que ha dicho antes?

Ha dicho que iba a salvarme. Estoy seguro. Jamás he estado tan seguro de algo antes. ¿Se puede saber qué pasa?

Es como si todos… lo hubiesen olvidado.

En un pestañeo, todo ha desaparecido.

No puedo hacer ningún movimiento. Todavía sigo paralizado, sudando. Apenas soy capaz de respirar.

Lo ha dicho. Lo ha dicho, “he venido a salvarte”. Luego ha dicho mi nombre. “Nozomi, he venido a salvarte”. ¿Es que ya nadie lo recuerda?

 

La clase continúa con normalidad, pero yo no pienso en matemáticas. Intento visualizar el asiento del chico nuevo, Kai, pero otras personas lo tapan. No veo nada.

Mis sienes comienzan a palpitar.

 

***

 

6 de marzo

 

Recuerdo este día… sí.

6 de marzo.

Fue el primer día que retransmitieron en la televisión sobre las misteriosas desapariciones.

La primera fue una joven de veintidós años. Creyeron que se había escapado de casa. Sea como fuere, una noche salió a tomar algo con su grupo de amigos y nunca volvió a casa. Sus amigos negaron haberla visto. Simplemente se desvaneció en el aire.

La segunda víctima fue un trabajador a tiempo parcial en un restaurante de comida rápida. Rondaba los treinta y muchos años. Esta vez ocurrió a plena luz del día. Desapareció mientras visitaba con su novia el parque de atracciones Amusement Park.

La última víctima desapareció el 6 de marzo en circunstancias similares. Es el caso más famoso y el más mediático. La pobre víctima solo tenía seis años.

En principio, las dos primeras desapariciones no se relacionaron.

Cuando llegó la tercera, se propuso la existencia de un asesino o un secuestrador.

Escucho las noticias atentamente desde el sillón del comedor.

Megumi está conmigo. Ella también escucha las noticias. Adora los misterios, y los misterios macabros en especial.

Ella es mi mejor (y única) amiga. Es rara, psicótica, oscura. Quizá es lo que me gusta de ella.

 

–Es horrible. –digo.

–Lo que más me preocupa es el perfil de las víctimas. Una universitaria, un trabajador en un restaurante y una niña de seis años. Parece haber sido completamente aleatorio.

–Probablemente lo sea.

–Entonces las próximas víctimas podríamos ser tú y yo. Quiero decir, hay menos posibilidades de convertirnos en víctimas si el malhechor actúa guiado por la aleatoriedad que si perteneciésemos a algún tipo de patrón, pero aun así… El azar en los asesinos demuestra una gran falta de piedad.

 

A veces lo olvido.

Lo asquerosamente inteligente que es.

Megumi adora los números, las matemáticas y la estadística. Para ella, todo tiene sentido, todo se puede ordenar. Todo contiene una probabilidad. Todo es medible.

 

–Aún no sabes si es un asesino. –repongo.

–Diría que hay un 80% de probabilidades de que esas personas estén muertas en el momento en el que hablamos. Normalmente, hubiesen sido más bajas… pero la desaparición de esa niña las dispara. Los niños no suelen sobrevivir a los secuestros si no hay rescate. Y no pidieron ningún rescate con las dos primeras víctimas.

–Megumi…

–Sé que son datos sensibles, pero los datos son la verdad.

 

Esta chica es como un témpano.

Su sangre fría a veces me asusta.

Incluso puede que sea uno de los obstáculos por los que no tiene pareja.

Después de todo, ella es atractiva.

Sus ojos son marrones, y su cabello pelirrojo siempre va recogido en dos coletas a ambos lados de la cabeza. Su cuerpo es bastante normal, pero resulta deseable. Sin embargo, su pecho esconde un corazón tan lógico y frío que parece estar hecho de hielo.

 

–Los datos no son la verdad. Los datos son parte de la verdad.

–Siempre me dices eso. –replica– Opiniones, creencias. Conocimiento inútil. No creo en nada de lo que no pueda extraer datos ni conclusiones.

 

Sobre la mesa hay un cenicero. En él descansa uno de los cigarrilos que ha fumado mi madre. Fuma como un carretero. Megumi agarra el pitillo y lo sostiene entre los dedos, pero no lo acerca a sus labios. Lo mira detenidamente con escrutinio.

 

–Por ejemplo. Fumar duplica las probabilidades de sufrir enfermedades respiratorias. ¿Crees que si simplemente escribieses “fumar es malo” la gente dejaría de hacerlo? No. Un dato es efectivo, es pictórico, te enseña mucho más que el lenguaje.

–¿Has fumado alguna vez?

–No. ¿Has fumado TÚ alguna vez?

–¿Por qué preguntas eso? Sabes que no puedo fumar, Megumi.

–Has respondido con otra pregunta.

–Antes, cuando nadie sabía que fumar perjudicaba la salud, todo el mundo creía que daba elegancia. Fumar resultaba elegante. Adictivo, supongo.

–Me pregunto cuál es tu adicción, Nozomi…

 

***

 

 

18 de marzo

 

¿Por qué recuerdo eso precisamente ahora? ¿Acaso tiene alguna relación?

“He venido a salvarte”

Repito eso en mi cabeza una y otra vez, como si tuviese sentido.

Pero no lo tiene.

La hora de matemáticas ha pasado y la última clase es gimnasia. Todos han salido al patio. El día es nuboso y frío.

Miro cómo mis compañeros corren en círculos mientras yo me siento en uno de los bancos.

No estoy castigado, simplemente no puedo correr.

¿Qué por qué, preguntas?

Bueno, no se trata de nada interesante. Soy asmático. Si realizo algún esfuerzo físico intenso, mis pulmones se comprimen debido al esfuerzo y puedo morir de asfixia. Es bastante irónico, después de todo.

No veo a ese tal Kai corriendo. ¿Se ha marchado a casa? ¿No tiene el uniforme de deporte aún?

No, no es cierto.

Sí que lo tiene.

Pero tampoco está corriendo.

Lo veo sentado en una esquina del patio. Sujeta sus rodillas con los brazos y mira a sus nuevos compañeros con ojos fríos y grises.

Aún no lo he olvidado.

“He venido a salvarte, Nozomi”.

Lo oí alto y claro.

¿No será esto como una de esas películas de ciencia ficción en las que un agente de la CIA rocía a alguien con un espray y de repente olvida los últimos cinco minutos?

Pero, ¿No es mucha casualidad?

El hecho de que sea yo, el que mantiene sus recuerdos.

Y el único que ese chico ha llamado en el aula. Como diría Megumi, ¿Qué probabilidades existen de que ocurra eso?

Y hay otra cosa, ese chico no parece de la CIA.

Tiene un aura que lo diferencia de los demás, ese tipo de aura que miras y piensas, “vaya, esta persona… es especial.” De esas que encuentras pocas veces a lo largo de la vida.

Ese tipo de persona completamente contraria a mí.

No hay persona más corriente que yo. Vivo en la ordinariez, y en cierto modo me gusta.

Aún así, nada de lo que estoy diciendo me ayuda a adivinar qué ha ocurrido en clase de matemáticas. El hecho de que ese tal Kai tenga un aura diferente a la de los demás no explica nada.

No explica nada…

 

¿Debería acercarme a él y pedirle una explicación?

Antes de que pueda pensarlo con más detenimiento, camino hacia él.

Él todavía no se ha percatado de mis movimientos, pero no falta mucho tiempo para que lo haga.

Apenas me doy tiempo para pensar qué voy a decir.

¿Qué debería decirle?

“Hola, soy Nozomi, ¿has usado un espray del olvido en clase?”

¿Qué estoy haciendo?

 

Ya es demasiado tarde. Estoy parado junto a él y ha levantado la mirada hacia mí. No sé qué decir, así que un silencio muy largo se establece de repente.

Y entonces, me sonríe. Es una sonrisa pícara, traviesa, como si disfrutase de mi desconcierto.

 

–Ha funcionado. –dice.

Notas finales:

Muchas gracias por leer! ^^

Dejen comentarios :3 nos vemos en el siguiente episodio


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